Partida Rol por web

A pesar de aquél momento inicial de alarma, nada surgió del pasadizo que se acababa de abrir. Si había algún peligro en aquella dirección, no se había lanzado sobre ellas. Pudieron incluso sentir una ligera brisa que entraba en la sala de la maquinaria enana, y la exploradora elfa se adelantó, escrutando la negrura.

—No puedo ver nada —dijo—. Pero lo huelo... Huele a tierra mojada y a vegetación. ¿Podría ser que este camino lleve a una salida...?

Se volvió hacia Ingelyn y Mara.

—Vosotras decidís si nos la jugamos por aquí o probamos. Todavía hay otras dos puertas aparte de esta y aquella por la que llegamos...

Apartó la mano con premura, pero tras el susto inicial y cuando la elfa se hubo acercado parecía que todo estaba bien. Sus ojos trataron de discernir sin éxito entre la oscuridad, pero entonces se paró a pensar en las enseñanzas de Runi y una de sus cejas se enarcó.

—Y si... ¿y si esto está respondiendo a alguna clase de conjuro? Quizá tu artefacto pueda detectarlos y por eso ha reaccionado. Creo que deberíamos salir por aquí con cuidado y ver si encontramos la salida de una vez por todas. Si es así podremos pensar en volver para terminar de explorarlo todo.

Ilwen asintió ante la sugerencia de la princesa.

—Es una buena idea —dijo—. Si encontramos una salida, al menos tendremos una vía de escape asegurada. Podremos buscar al resto con más tranquilidad...

Se volvió hacia Mara, intrigada por la reacción del objeto enano.

—¿Alguna pista sobre qué significa lo que está haciendo esa cosa...?

Acababa de escuchar a Ilwen decir aquello, cuando de repente Ingelyn se sintió muy cansada y las piernas le temblaron. Cayó al suelo de rodillas, alarmada, y la habitación se quedó a oscuras a su alrededor. Tanto Mara como Ilwen desaparecieron de su vista, y sus ojos se entrecerraron. ¿Estaría finalmente haciendo presa de ella el cansancio y la tensión...?

Pero entonces...

... todo volvió a iluminarse. Aquella luz blanca que parecía estar viva la envolvió una vez más. No hubo palabras, ni gestos... pero Ingelyn sintió dentro de ella que había alguien más allí, y que trataba de decirle algo. Algo importante, aunque ella no podía entenderlo.

De algún modo, se sintió impelida a mirar hacia atrás... y lo que vio la dejó sin aliento. La maquinaria enana seguía allí, brillando como si estuviera hecha de cobre rojo puro. Pero el suelo y el techo de la estancia habían desaparecido, y la princesa pudo comprobar que la maquinaria se extendía arriba y abajo durante muchos metros, hasta que se ramificaba y se dividía para tomar nuevos caminos, que se ramificaban a su vez en la distancia formando un entramado semejante a las ramas de un gran árbol metálico.

Sintió un poco de vértigo al ver aquello... pero entonces ocurrió algo más. El Brazal de Oro se elevó flotando y mientras ella lo observaba sin poder creérselo, voló hacia la maquinaria y se introdujo en el orificio que Mara había encontrado antes. En ese momento, las tuberías, ruedas y engranajes de aquél ingenio colosal parecieron volverse locas y funcionar con mucha más intensidad. Ingelyn podía notar en su interior que la tensión aumentaba y algo estaba a punto de ocurrir. Pero en ese momento, la visión empezó a disiparse y todo se volvió negro una vez más.

Nada más preguntar la elfa aquello, oyeron un ruido sordo. Ingelyn acababa de desplomarse sobre el suelo de piedra, y estaba allí, inmóvil y en silencio como una muñeca rota.

—¡Princesa! ¡Princesa Ingelyn, despertad!

La elfa le dio unas palmaditas en las mejillas, tratando de hacer que recobrase el conocimiento.

—Debe de estar agotada. Han sido demasiadas emociones, y llevamos mucho tiempo aquí per... ¡ah, vuelve en sí!

Ingelyn, en efecto, estaba ya abriendo los ojos. Se encontraba sobre el frío suelo de piedra y podía volver a ver la estancia enana y a las dos exploradoras, humana y elfa, inclinadas sobre ella.

Se quedó como ida durante unos minutos, lo que tardó la imagen en desvanecerse. Tras eso, parpadeó, volviendo a la realidad. Fue en ese momento cuando la princesa cayó al suelo, inconsciente. Sin perder ni un segundo, se acercó corriendo hasta ella.

-¡Princesa!

Se arrodilló junto a ella.

-¿Qué ha pasado? - miró a Ilwen.

Aunque Ilwen solo hacía suposiciones. Ninguna de las dos sabía lo que realmente había pasado. Solo una persona podía responder a esa pregunta.

Sintió como todo le fallaba, como si de repente toda la determinación que sentía cada vez que escuchaba al cuervo graznar se hubiese esfumado y la realidad golpease sobre su cuerpo como un duro mazo que no se puede combatir. La oscuridad la engulló pero tan pronto como esta vino se volvió a ir, iluminándola entonces aquella Luz que ni siquiera le hacía daño a los ojos, una luz que la hacía sentirse segura y que sin embargo también la dejaba tremendamente confusa.

Y entonces despertó.

Todo era demasiado extraño. Ni siquiera sabía si lo que iba a pasar era lo mejor. No estaba segura de querer dejar que la princesa hiciese eso.

-¿Está segura, Princesa? Si algo sucediese, no podríamos defendernos.

La miró mientras se acercaba de nuevo a los controles. Sus ojos se perdieron en el brillo de ese brazal. Sin duda, eso era lo que llevaba y que otros querían.

-No hagamos nada innecesario.

Ingelyn no lo dudó un instante. Se levantó y caminó con toda la seguridad de que fue capaz, en dirección a aquella mole metálica de color rojizo brillante. Era consciente como nunca del peso del Brazal de Oro. Al llegar junto a la maquinaria, comprobó que efectivamente, el hueco que había en ella era del tamaño y forma exactos del objeto que su padre le había confiado.

Al acercar el objeto dorado al orificio, pero antes de que llegase a tocarlo, unas runas que hasta ese momento habían permanecido invisibles alrededor del hueco se iluminaron como si estuvieran hechas de fuego. La máquina, fuera lo que fuese, estaba reaccionando a la presencia del Brazal. Ingelyn pudo notar cómo el objeto de oro vibraba levemente en su mano, y por un fugaz instante le pareció que estaba vivo...

Todavía podía hacer caso a Mara y no seguir con aquello... porque estaba claro que si introducía el Brazal en aquél agujero, pasaría algo. Aunque no tenía la más remota idea de qué podría ser.

Ingelyn negó en dirección a Mara, lanzándole una mirada cargada de determinación. —La misma Luz que me ayudó al entrar aquí y que me terminó por llevar a vosotras me ha mostrado esto... sea lo que sea, el Brazal tiene mucho que ver con este lugar y si nos ha traído hasta la salida entonces es que debemos activar lo que sea que hay aquí para que nos ayude.

Porque así debía ser, ¿no? Sea como fuere estaba convencida y frunciendo el ceño terminó de hacer contacto con el Brazal justo en aquel espacio... y que fuera lo que los dioses quisieran.

Sin más demora, Ingleyn tomó aire una vez más y con un gesto introdujo el Brazal de Oro en aquél orificio. Los efectos de aquella acción no se hicieron esperar.

La enorme maquinaria expulsó nubes de vapor por todas sus tuberías, mientras sus engranajes y pistones empezaban a girar a toda velocidad. El ruido se hizo ensordecedor por un momento, tanto que las tres jóvenes se vieron obligadas a taparse los oídos. Pero después... todo pareció calmarse. Las runas que había alrededor del hueco en el que estaba el Brazal se iluminaron, y muchas más fueron apareciendo alrededor de las primeras. Luego, las tuberías y mecanismos de cobre parecieron cubrirse de líneas ígneas que crecieron y se extendieron hasta el suelo y el techo... pero no pararon ahí, si no que cubrieron por completo las losas y los sillares de la estancia, como venas rectas que recorrían toda la sala. Su luz bastó para iluminar todo, y la oscuridad se disipó. Miraron alrededor, asombradas, y tuvieron la sensación de que aquella fortaleza olvidada acababa de volver a la vida.

Pero aquello no fue todo. Una voz que parecía venir de todas partes se dejó oír, mientras una figura etérea se formaba junto a la enorme maquinaria metálica.

La forma, que a todas luces era la imagen de un enano anciano y majestuoso, se materializó ante ellas. Era semitransparente, de modo que podían ver a través de él. Llevaba un ornamentado atuendo ceremonial y una corona sobre la cabeza. Pero lo más llamativo era que muchas de las piezas de su vestimenta, incluida la corona, parecían flotar en el aire.

El enano permaneció quieto, mirando severamente a Ingelyn bajo sus pobladas cejas. Habló, y su voz retumbante pareció venir de todas partes y envolverlas.

—¿Quién eres, joven humana...? —preguntó aquella imagen etérea—. ¿Y cómo es posible que tengas en tus manos la Llave Maestra?

Temía que algo malo pasase al introducir ese brazal que poseía la princesa y que parecía el responsable de la activación de las máquinas en ese lugar. Pero algo ya intuía cuando ella había sido la única capaz de resistir a la magia enana del nigromante o cuando los mecanismos de la ciudad enana abandonada se habían reactivado. Contuvo la respiración mientras observaba como la maquinaria comenzaba a iluminarse con runas mágicas y a llenar aquel lugar oscuro con luz propia. 

-Sorprendente...

Miró a su alrededor ahora que tenían luz, pero no era lo único que iba a pasar. De pronto, ante ellas, se formó la imagen fantasmagórica de un enano.

-Pero qué di...

Aquel espectáculo dejó a Ingelyn todavía más boquiabierta, que casi se hizo daño en el cuello de mirar a todas partes absolutamente fascinada. Al fin, por primera vez desde que su padre le entregó el Brazal, entendía de alguna manera la importancia que podía tener aquel extraño artefacto y por qué se lo estaban intentando arrebatar. Si podía hacer eso, ¿qué más cosas sería capaz de hacer...?

Sus ojos se posaron en el espíritu con una mezcla entre temor y respeto. Parecía un noble, un enano de alta alcurnia... o al menos lo que quedaba de él. Debía estar asustada, debía temer a lo desconocido pero en aquel momento se sintió de algún modo de igual a igual y a su mente vinieron todas las horas de aburrida etiqueta que tanto había despreciado siempre pero que, ahora, por fin tenían un motivo.

Cogiendo su capa con la mano hacia un lado hizo una profunda reverencia al espíritu, buscando el lugar donde estarían sus ojos en vida. —Saludos. Soy la Princesa Ingelyn, hija del rey Thoran de Skald. Estoy en misión para devolver lo que llamáis Llave Maestra a los enanos de Krar Umgar, pues la reliquia lleva generaciones en manos de mi pueblo...

Ilwen se había quedado tan sorprendida como Ingelyn y Mara cuando aquella sala se iluminó como si venas de lava recorrieran la estancia. Sin embargo, cuando la princesa se adelantó y realizó aquél respetuoso saludo, la elfa frunció el ceño.

—¿Qué... está haciendo? —susurró— ¿A quién saluda...?

Parecía que Ilwen no podía ver la figura espectral del enano que Ingelyn y Mara sí veían.

El espíritu de aquél enano, que permaneció quieto en el lugar que ocupaba, no reaccionó en un principio ante el saludo de Ingelyn. Luego, su ceño se frunció ligeramente. Parecía confundido.

—¿Skald...? —repitió—. ¿Krar Umgar? No reconozco esos nombres...

Aquello no era un buen comienzo. Sin embargo, algo en la forma de dirigirse a él por parte de Ingelyn pareció surtir efecto, pues su expresión se suavizó un tanto y cuando volvió a hablar su tono era más amistoso, aunque todavía era potente y altivo.

—Si es verdad lo que dices sobre devolver la Llave Maestra a los enanos, tienes mi agradecimiento, joven... princesa. No conozco los reinos a los que te refieres, pero eso se debe seguramente a que el tiempo en el que habitáis es muy distinto al nuestro. Has de saber que tienes en tu mano uno de los objetos más poderosos que el mundo ha conocido, y que no debe utilizarse a la ligera. La Llave Maestra tiene el poder de...

La figura del enano pareció quedarse congelada por un momento, y después vibró y desapareció. La sala quedó de nuevo en silencio, y después las luces que habían iluminado la estancia se atenuaron y la oscuridad volvió una vez más.

Ilwen miró alrededor, preguntándose por qué las luces se habían disipado de pronto. Pero la sensación que había notado no se le iba del cuerpo.

—Haya sido lo que haya sido eso... está claro que ha sido algo muy poderoso —se dirigió a Ingelyn, alzando una ceja con confusión—. Princesa... ¿a quién os habéis dirigido hace un momento?