Partida Rol por web

Runi apenas podía ver a Sven con todo el jaleo que había montado en medio del pasillo. No pensaba meterse en aquel meollo, pues él no era guerrero, pero no dudaba que sus compañeros pudieran con el otro traidor y los esqueletos. A pesar de que estos no muertos parecían algo más rápidos.
Por si acaso avanzó un poco por si tenía que apoyar a alguno en caso de que los sobrepasaran, sobretodo a Astrid, que había estado muy mal apenas unos minutos antes.

-A los ojos Svartfloy, a los ojos.-

Fue lo que le comunicaba a su pajaro mientras avanzaba.

Tressa suspiró al ver el hechizo fallar, al menos Sven no había tenido oportunidad de escapar, eso hacia que su fracaso no fuera tan grande. De momento dejaría la magia y se centraría en lo que realmente controlaba, la espada.
Miró al esqueleto que acababa de atacarla, ¿este también estaba siendo controlado? Aunque así fuera no tenía tiempo para pelear con el, trató de librarse de ese esqueleto y avanzar hacia Sven.

Al acercarse pudo ver la escena del hombre siendo picoteado por el cuervo, era un espectáculo bastante cómico, Tressa se reiría si no fuera por la situación en la que se encontraban. Al estar lo suficientemente cerca se dispuso a atacarlo, no saldría de aquí tan fácilmente.

El skaldi traidor había aguantado el envite de Astrid, pero después hincó una rodilla y acabó desplomándose. El ataque de Gunnar había sido más contundente de lo que pudo parecer en un principio. Mientras tanto, el viejo mago acicateaba a su pájaro para que se ensañase con Sven, pero aquello dejó de hacer falta en cuanto Tressa llegó hasta el consejero y le golpeó con fuerza en la cabeza con la empuñadura de su espada. Sven cayó redondo y se quedó inerte en el suelo, desvanecido. Ya no iría a ninguna parte.

Sólo faltaba que lograsen acabar con aquellos dos esqueletos, que continuaban atacándoles mecánicamente como dos autómatas.

A la vista de su acierto con el primer disparo y gracias al ángulo que había conseguido con su desplazamiento inicial, Strumni no necesitaba moverse más, simplemente atacar. Y eso hizo volviendo a cargar su ballesta con rapidez. Los alaridos ofensivos del skaldi traidor no hicieron que temblara su pulso y en poco tiempo estuvo listo para disparar de nuevo.

El número de enemigos se había reducido considerablemente y únicamente quedaban los dos no muertos que elevaban sus armas de forma amenazante. El enano no se hizo esperar apoyó su ballesta, guiñó un ojo para conseguir más precisión y disparó.

El traidor cayó al desplomado, habiendo subestimado en primera instancia el tajo del capitán. Con una media sonrisa letal, Gunnar encaró a la siguiente amenaza: el esqueleto que se había plantado frente a él. Aquellos insepultos parecían tener más fuerza y resistencia, pero para Gunnar sólo eran obstáculos, y serían tratados como tal.

Sin decir nada, el capitán skaldi alzó su espada y descargó sobre la clavícula del esqueleto un poderoso espadazo que acabó por seccionarlo por completo. Una vez eliminada aquella amenaza, Gunnar avanzó hasta la siguiente con gesto serio.

Con tiempo y línea de tiro clara, Strumni fue preciso al máximo. Apuntó a la cabeza del esqueleto que estaba más cerca de Tressa y disparó. Su proyectil se clavó en lo que otrora hubiera sido la sien de aquél cadáver, y aunque este estaba a todas luces muerto, pareció acusar bastante el disparo y se tambaleó por el impacto.

Pero si preciso fue el ataque de Strumni, el de Gunnar fue aterrador. Su espada bajó con tal potencia que destrozó literalmente la caja torácica de aquél cadáver. Deshecho, el esqueleto cayó al suelo convertido en una pila de huesos. Su cráneo continuó moviéndose, abriendo y cerrando la mandíbula, pero impotente ya para causar ningún daño. El capitán skaldi lo pulverizó de un pisotón y continuó para ayudar a Tressa.

El esqueleto que quedaba en pie estaba ya sobre la guerrera, pero su ataque fue detenido por el escudo de esta sin problemas. Astrid, aún débil, corrió para alcanzar al esqueleto por la espalda y llegó antes que Gunnar. Su hacha se clavó en el omóplato izquierdo del cadáver y bastó para derribarlo. Una vez en el suelo, no tuvieron dificultades para rematarlo.

Todo quedó en silencio una vez más, y Svartfloy regresó al hombro de Runi. Pero la furia que muchos de ellos sentían por lo que acababan de descubrir estaba lejos de disiparse...

El aire salió de sus pulmones en forma de un potente resoplido de alivio al ver que no tendría que volver a disparar. Todavía con su ballesta en la mano se acercó a los enemigos abatidos para cerciorarse de que verdaderamente estaban fuera de combate y no supondrían un peligro para ellos. Cuando creyó estar lo suficientemente seguro de eso fue cuando habló.

—Hay que interrogar al consejero, él sabrá que está pasando. Quizás su información nos evite dar vueltas de un lado a otro y si no fuera así, seguiremos el camino de las huellas que encontré con anterioridad.

Tras decir aquellas palabras el enano reparó en que acababan de terminar un combate y que algunos de sus compañeros habían estado trabados de forma más cercana en el intercambio de golpes. Algo avergonzado volvió a hablar para preguntarles.

—Perdón, ¿estáis todos bien? ¿Alguno ha resultado herido en el encuentro?

Acompañó aquellas palabras con un vistazo más largo y exhaustivo del que había hecho momentos antes por si encontraba alguna herida grave o un contratiempo preocupante que estuviera derivado del combate que acababan de librar.

Astrid se enderezó una vez más con esfuerzo, y asintió a la pregunta del enano.

—Yo estoy bien. Bueno, al menos no peor que antes...

Luego fue hasta Tressa, que estaba aún cerca del desvanecido Sven.

—Bien hecho —dijo a la guerrera, mirando con desprecio al consejero—. Esta sabandija no merece un trato mejor... Cuando pienso que intentaba convencernos de que no fuésemos con los enanos. Seguramente de no haberlo hecho, su plan les hubiera salido mucho mejor. Soy Astrid, por cierto... creo que no nos conocemos.

Tressa se agachó y dejó su espada en el suelo para comprobar que Sven seguía vivo, intentó no darle un golpe mortal así que debería estar bien. Sí, parecía que continuaba vivo, a este podrían interrogarle en cuanto recuperara la consciencia.

- Todo bien por aquí. - Dijo al escuchar la voz de Strumni, por suerte no había recibido daño alguno durante la batalla.

Mientras se levantaba de nuevo y recogía su espada vio como Astrid se acercaba a ella.

- Oh... soy Tressa - Respondió ante la presentación de Astrid, luego dirigió su mirada hacia Sven. - Realmente nunca llegué a conocer a este hombre así que no sé que tipo de mentiras usó o de que forma trato de engañar pero... creo que no le salió muy bien la jugada, debería habérselo pensado mejor.

El combate acabó más rápido de lo que había creido Runi en un principio. Lo que no era malo en absoluto. Pero por una vez no se preocupó de cómo estaban los demás. No le había parecido que hirieran a nadie, aunque no estaba del todo seguro, pero sus ojos estaban fijos en Sven.
Escuchó de fondo cómo Strumni decía de interrogar al consejero.

-No te preocupes por eso. Va a hablar. Te aseguro de que va a contarlo todo.-

Su voz era tan gelida que incluso se escapó un poco de vaho de su boca, y eso que no hacía tanto frio como para ello. Al menos hasta ese momento, pues ahora podrían jurar que la temperatura había bajado algunos grados en las cercanias del viejo skaldi.

-Estaría bien que vigilásemos por si acaso. Lo mismo hay más de donde han salido estos.-

Se acercó a Sven le palmeó la cara para despertarlo. No iba a malgastar su magia en curarlo, sobretodo porque era una perdida de tiempo. Sólo había un destino para el antiguo consejero.

-Despierta malnacido. Tienes muchas cosas que contarnos.-

El cuervo estaba en el hombro de Runi, mirando a Sven. Y no se podría decir cual de los dos tenía una mirada más peligrosa. Aunque seguramente era el viejo.

Gunnar casi se entristeció cuando se quedó sin enemigos, pues su frustración había elegido aquel momento para salir a flote, por lo que acabó pateando los restos de los esqueletos a un lado, limpiando su camino hacia la rata traidora que era Sven. Con zancadas largas, el capitán se acercó al anciano traidor, envainando su espada, o acabaría por rematarlo ahí mismo, y no era la idea.

— Tressa, Astrid, atentas a cualquier movimiento —ordenó—. Runi y yo nos encargaremos de hacer hablar a esta rata asquerosa.

Gunnar lamentó ligeramente que Runi perdiese su tiempo intentando remendar a Sven, pero también era necesario, así que se quedó mirando desde cierta distancia, pero cuando acabó tomó al consejero por debajo de los hombros y lo arrastró hasta una pared cercana, dejando su espalda apoyada en la misma.

— Vamos, sabandija traidora —le espetó, zarandeándole la cabeza.

El consejero estaba hecho un desastre. Sus ropas estaban cubiertas por la suciedad del túnel en el que se había arrastrado, su rostro estaba surcado por los arañazos de Svartfloy, y en su cabeza empezaba a asomar un chichón en el lugar donde la espada de Tressa había impactado. Pero todo aquello no pareció importarle cuando despertó. Sus ojos se abrieron y sólo pudo fijarse en Gunnar y Runi.

—Yo... yo no quería... —balbuceó—. Me obligó... Dijo que habría una masacre si Skald se partía en dos... Que los enanos nos...

Sven parecía confuso, y miraba a unos y otros, como evaluando sus posibilidades de escapar de aquella ratonera. Pero comprobó que para su pesar, no eran muchas. Respiró hondo y miró al viejo mago.

—Runi... escúchame —dijo con voz un poco más clara, respirando entrecortadamente—. Podemos hacer un trato. Dejadme ir, y os lo contaré todo. Yo... no soy un peligro, tú lo sabes. Pero ellos... su plan es terrible. Todavía podéis detenerlos si os dais prisa.

Mientras atendía a aquél traidor, Runi había aprovechado para registrarlo. No llevaba nada especialmente llamativo, sólo algunos objetos personales y una daga. Pero para un skaldi era común ir armado al menos con una hoja pequeña. Sin embargo, entre los objetos el mago encontró un papel doblado. Al desplegarlo, descubrió un mapa que trazaba el camino desde Skermnir a la atalaya de Kaz-Umzur. La posición de la granja en la que habían sido víctimas de aquella emboscada estaba claramente marcada en el mapa... pero no era la única marca, había otras en los alrededores, algunas muy cerca de la atalaya enana. Sin embargo, Runi no tenía forma de saber por completo qué significaba ese papel. O al menos, no sólo mirándolo.

Runi se había puesto al lado de Gunnar para que Sven pudiera  verle bien cuando despertara. Su mirada no cambió un ápice, seguía siendo helada como un glaciar. Negó con  la cabeza antes de contestar.

-No Sven, no. No lo has entendido. Ya estás muerto. Eres un traidor. Has traicionado a tú Rey, a tú Princesa y a los tuyos. Y la pena por la traición es la muerte. No hay ninguna versión de ésto donde salgas por tú propio pié. Lo único que puedes decidir es cuánto estás dispuesto a sufrir antes de morir.-

El viejo skaldi levantó su mano y su dedo índice brillaba azul y desprendía un ligero frescor. Tocó al consejero en la oreja y esta se congeló momentáneamente, aunque enseguida volvió a su tono y calor normal.

-Dime Sven. ¿Sabes cuanto se sufre al morir por congelación? Cuando tus miembros están totalmente helado cualquier toquecito es doloroso. Ahora imagina que tú mano se congelase hasta tal punto que se cristalizara. Eso de por sí es ya muy doloroso. Pero imagina luego que te la rompan en pedazos, y justo en ese momento vuelva esa parte a su calor y estado natural. No tienes ni idea de lo doloroso que puede ser eso. Y me quedan tres miembros más además de la mano, más incluso si me quiero poner creativo.-

El tono de Runi no había cambiado un ápice en todo su discurso.

-Ahora vas a contarnos todo lo que sabes, empezando por éste mapa que llevabas. Hazlo, y tienes mi palabra de Skaldi que tú muerte será indolora. Lo juro.-

El enano se acercó hacia el consejero derrotado, que estaba siendo flanqueado por Gunnar y Runi. Era consciente de que aquel era un conflicto entre humanos pues la afrenta cometida era principalmente contra su reino, su princesa y sus costumbres. Por ese motivo no tenía pensado intervenir en exceso hasta que escuchó la rotundidad con la que se expresó el anciano sabio.

—Soy consciente del daño que ha infligido este hombre. También soy consciente de que es un traidor y la persona que traiciona rara vez cambia. Pero no administremos muerte con tanta rapidez. Desde que este viaje empezó hemos matado muchos hombres, los necesarios no me cabe la menor duda pues eran ellos o nosotros, pero tampoco me cabe la menor duda de que eran más de los deseados.

Suspiró mirando a aquel ser que posiblemente no se merecía ninguna de esas consideraciones y que muchos otros hubieran ejecutado sin la menor duda. Sin embargo él, en aquel lugar tan oscuro y perdido y con todo los peligros a los que se podían llegar a enfrentar dudaba.

—Hay cosas peores que un traidor por muy despreciable que sea en estos túneles y la vida de la princesa está por encima de ello. Habla y hazlo con franqueza consejero pues la verdad es ahora tu única alternativa.

Las espesas cejas de pelo rojizo enmarcaban la mirada del enano que más que nunca reflejaba la pesadumbre del que se ve obligado a tomar decisiones morales que no le agradan.

Sven tragó saliva. Las miradas de los skaldi no dejaban lugar a dudas. No iban a tener clemencia con él. Y el viejo consejero era consciente de que Runi era muy capaz de cumplir sus amenazas. De nada serviría que el enano intentase interceder por él, pues además Runi había encontrado aquél mapa, y sin duda habría atado cabos. Cuando Strumni dijo que la verdad era su única alternativa, Sven pareció ser consciente de que así era. Respiró hondo, tratando de dominar sus temblores, y habló con voz cansada.

—Empe... Todo empezó hace unos meses —dijo—. Recibí un mensaje de alguien que me pedía una reunión en secreto. Decía tener información importante para el Rey Thoran. No me fiaba... pero acudí. Era de noche, fuera de las murallas de Frondby. Me llevé a un guerrero como escolta, pero... alguien acabó con él antes de que pudiera darse cuenta. Y me disparó un dardo que me alcanzó en el pecho. Era un dardo pequeño, pero escocía como si fuera de fuego.

Sven hizo una mueca de dolor.

—Aquél hombre se quitó la capucha... Era él, Runi. Era Lognar, el jarl rebelde. Me dijo que aquél dardo estaba bañado en un veneno mágico, y que desde ese momento debía hacer todo lo que él me ordenase. Si le traicionaba o confesaba, moriría de un modo horrible. Me dijo que dentro de poco, los orcos atacarían Skald. Sería un ataque que no podríamos parar, y deberíamos buscar ayuda. El Rey tendría que buscar una alianza, y los únicos a los que podría acudir serían los enanos del Rey Grummdar. Te... tenían previsto todo esto, Runi... El Rey ha sido un títere en sus manos desde el principio...

El sudor perlaba la frente del viejo consejero, que hablaba cada vez más rápido.

—Lognar sabía que Thoran insistiría en ir a la guerra contra los orcos en persona. A él eso le convenía. Pero me ordenó que convenciese al Rey de dos cosas. La primera, que ofreciese el Brazal de Oro a los enanos como moneda de cambio para su alianza. Y la segunda, que fuese Ingelyn en persona quien se lo trajera. Lognar insistió mucho en esas dos condiciones... Él... La princesa...

Negó con la cabeza. Por algún motivo, parecía costarle continuar hablando.

Runi no se giró hacia Strumni cuando habló, aunque de buen gusto lo habría fulminado con la mirada en aquel instante. Aquello era cosa de Skaldis, no tenía derecho a meterse. Por fortuna Sven comprendió cuál era su única opción.

Lo que contó el antiguo consejero no era nada bueno, aunque explicaba muchas cosas. También comprendió lo que le pasaba a Sven, y que no lo quedaba mucho tiempo. No le importaba, tan sólo que le diera tiempo a que acabase.

-¿Para qué quiere a la princesa? ¿Donde se la está llevando? ¿Quién es la sombra? ¿Cuantos enanos son también traidores?

Imaginaba lo primero, esperaba Sven supiera lo segundo, y estaba seguro que no tendría ni idea de lo tercero. Ojalá supiera algo de lo cuarto.

-Te estás muriendo Sven. Pero puedes redimirte. Encuentra al skaldi que llevas dentro y cuéntanos donde se hará el ritual.-

Sven parecía ser perfectamente consciente de lo que le estaba ocurriendo. Sus palabras salían con mucho más esfuerzo, pero de algún modo, parecía querer decirles todo antes del fatídico final. Quizá quisiera redimirse de algún modo por su traición, ahora que lo veía todo perdido.

—La princesa era su seguro —dijo—. Por si el ataque de los orcos fallaba. Lognar planea que los orcos y los hombres del Rey se maten entre sí, y después aparecer como el salvador de Skald y quedarse con el trono de Frondby. Pero si por cualquier motivo el Rey Thoran triunfaba, Lognar planeaba usar a Ingelyn como rehén para presionarle...

El consejero apretó los dientes y se retorció.

—Te... teníamos que apoderarnos de Ingelyn y del Brazal en la granja. Pero la emboscada falló... y luego todos caímos dormidos por ese hechizo... menos ella. No sé quién lo invocó, pero arruinó todo el plan. La princesa escapó con el Brazal y se internó en estos túneles. Teníamos que encontrarla y llevársela a Lognar, pero no tenemos ni idea de dónde está...

Las lágrimas rodaron por el viejo rostro de Sven, que cada vez parecía sufrir más.

—No sé nada de ninguna sombra, Runi... —dijo con voz casi implorante—. Y tampoco sé nada de los enanos que ayudan a Lognar. Sólo... sólo sé que hay un nigromante, un mago enano capaz de dominar a los muertos. Lo llaman Murgin... Ti... tiene completamente rodeada la atalaya de Kaz-Umzur, y planea atacarla en breve. Por lo visto, hay allí alguien de importancia para el Rey Grummdar, y ese Murgin quiere capturarlo. Tiene a montones de cadáveres bajo sus órdenes, Runi... No podrán detenerlos...

Miró al viejo mago.

—Os... os lo he contado todo. No sé nada más... Yo sólo era un títere en sus manos, Runi... Ti... tienes que ayudarme... No... no puedo más... ¡Me arden las entrañas!

Sven no pudo controlarse por más tiempo y empezó a gritar. De su nariz y oídos empezaron a salir finas hebras de humo. Fuera lo que fuese, el hechizo del que era presa el consejero estaba carbonizándolo por dentro.

Runi asentía mientras Sven hablaba. Era, una vez más, un hechizo poderoso el que estaba actuando. Preparado para matar al portador en cuanto éste hablase. Pero el consejero había sido más fuerte.
Sven se había redimido. Sacó su daga del cinto y se la clavó en el corazón con un movimiento experto. Sus habilidades para sanar le permitían también saber cómo matar de manera rápida y lo más indolora posible.

-No te lo merecías, pero soy un hombre de palabra.-

Dejó que el resto sopesara todo lo que habían escuchado, lo mismo que tenía que hacer él, y empezó a tratar de unir los cabos de todo lo que les había contado Sven. Allí pasaban muchas cosas a la vez.

Suspiró con pena al ver como la daga del anciano se clavaba en el pecho de Sven, el consejero traidor, sus pesadas cejas bajaron hasta que los párpados cubrieron los ojos del enano. Aquello le agradaba cada vez menos. Cada paso que daban se internaban más en una situación problemática. Lo que había empezado como un simple paseo para escoltar a una delegación se estaba revelando como la tarea más complicada que el enano había afrontado en sus años de vida. Las noticias que llegaban a sus oídos no dejaban de convertirse en desgracias y él allí, en aquellos enormes túneles construidos por su raza se sentía pequeño ante la inmensidad del desafío.

—Debemos seguir el rastro que encontré. Es la pista más fiable que tenemos ahora mismo. Sin Ingelyn no hay chantaje por parte de Lognar. 

Volvió a mirar los cuerpos tirados por el suelo por última vez y levantó la vista para recuperar la mentalidad positiva. Tantos buenos hombres luchando entre ellos cuando sus espadas serían necesarias para luchar contra los orcos. Un desperdicio terrible, mas no quedaba nada que él pudiera hacer por los difuntos.

—La princesa es nuestra misión y además la clave para algo mucho más grande. No quiero pensar lo que debe ser para una persona sola el vagar por terrenos desconocidos como estos.

Kaz-Umzur sitiado. Aquella noticia había removido algo en el interior del cuerpo de Strumni. La mayor parte de su vida adulta había buscado excusas para salir de la fortaleza enana y ahora pensar que podía ser conquistada se le anojaba atroz. Trató de no tener su mente en ese lugar y se puso a andar siguiendo el rastro que anteriormente había encontrado.