Partida Rol por web

Según vais llegando a donde dice el viejo que tiene su "carroza", la idea de un camino agradable y sencillo sentados tranquilamente desaparece de vuestros pensamientos. La carreta, mas bien, era un carromato de dos ruedas tirado por un jamelgo mas viejo que el propio Cenizo, a juzgar por lo flaco y desaliñado que estaba. Las moscas bailaban a su alrededor como si de una hoguera pagana se tratara y mordía el bocado de metal rumiándolo como si no hubiera comido otra cosa en semanas. 

A parte del tremendo olor que despedía el caballo, la carroza estaba provista de una lona remendada y recosida tantas veces que era imposible reconocer de qué tela estaba hecha. Huesos tallados como silbatos, cráneos en forma de copa, collares hechos de muelas y cacharros varios absorbían casi todo el espacio disponible en la parte de atrás, salvo un pequeño rincón, donde un viejo acurrucado podría caber.

   Parecía que al final no se iban a librar de la pateada habida cuenta de lo abarrotado que estaba el carromato y el aspecto del penco que tiraba de él; anciano, jamelgo y vehículo debían de llevar recorriendo los caminos del Imperio desde la época de Magnus el Piadoso por lo menos. 

   Kurt se aproximó al viejo rocín y se quitó el sombrero que agitó para espantar las moscas e intentar disipar un poco el tufillo que desprendía el animal. Luego pasó la otra mano por la testa del caballo. - Hola amigo, ¿tiene nombre? - preguntó mirando a Cenizo. El muchacho rebuscó en su bolsa y sacó una manzana que acercó a la boca del famélico penco. Kurt rio mientras el animalillo devoraba con ansia la fruta. - Jajaja, despacio amigo, despacio. Tengo alguna más en la bolsa para luego. -

   El joven nordlandes dio un par de palmadas en el cuello del animal y caminó alrededor del carro para echar un vistazo a las mercancías del viejo osamentero.

   -¿Tenéis algo de esparto? Y eso de ahí ¿son amuletos? ¿Cuánto pedís por ese? - Kurt señaló el pequeño cráneo de un pájaro que colgaba de una cinta de cuero decorada con cuentas de piedra.

Miraba divertido como Kurt trataba de apartar el mal olor que desprendía el caballo. Con la pinta de limpio que tenía no me extrañaba que no hubiera sufrido olores peores en su vida.

Yo mismo al acabar muchas veces borracho o apaleado en algún callejón mugriento de cualquier ciudad, no me afectaba tanto. Incluso pude acomodarme en la carraca de Cenizo y echar una cabezadita mientras el traqueteo de la carreta me amansaba como una maadre meciendo a su bebé

No dormí profundamente y escuchaba mi entorno, pero pude descansar un poco durante el camino.

¿Falta mucho?

La visión del carro que nos ofrece Cenizo me hace desistir de inmediato de subirme en él y no solo por el hecho de que no cabemos sobre él todos los presentes para un viaje cómodo, sino porque se me antojan bien repugnantes algunas de las "mercancías" que lleva en su interior.

"Puede que me pegue una peste o una maldición si toco una de esas cosas. No quiero que enferme mi cuerpo ni mi alma por no caminar un poco."

Así que me pongo al lado del carro y le respondo escuetamente:

 - "Yo iré a pie."

Miro el caballo y me da la impresión de que no es mucho más rápido que yo con ese transporte a cuestas, por lo que dudo que me deje atrás tan rápidamente. Si debo correr un poco, lo haré pero mejor el cansancio que lo que pueda obtener por subirme a esa cosa.

En el punto en donde tenía su transporte se distinguía de lejos cuál de todos se trataba, nadie dudaría que ese caballo y el carromato que tiraba pertenecía a Cenizo, los dos eran un complemento a juego con él. El jamelgo era color ceniza, con manchas negras desiguales por sus patas y cola. Quizás no se podía apreciar sus colores reales hasta que pasaran por un río. La carroza con ruedas de diferentes lugares tenía su lona con muchas telas, de entre ellas se veía una con los dibujos de su toga, como si hubiese aprovechado algún pliegue sobrante que con los años daba más hueco. Al llegar, el olor de las comidas del pueblo se intercambió por uno que olía a su hogar.

—Te has hecho un nuevo amigo, ¿eh? Jijijijiji. Se llama Mohíno, ahora le dejaré pastar donde la trampa esa o cerca del huerto. Conseguiremos comida, ¿Sí, Mohinito? —respondió a Kurt, a la vez que subía en su carromato y revisaba si estaba todo en orden. A lo mejor faltaría algún collar robado, entre tantas cosas desordenadas no lo notaría—. ¡Ah, un cliente! ¿Esparto? 1 penique y ¿amuletos? 1 chelín  —sacó un puñado de esparto atado con una de sus propias hebras, secos pero negros de suciedad, quizás daría para una cuerda o una pequeña cesta, solo había que ponerse a trenzar—. si quieres, tengo por aquí bálsamo curativo y faroles.

Dieron marcha. Algunos prefirieron ir a pie, junto al jamelgo y otros se apresuraron a dormirse dentro de la carreta, sin importarles lo que pudieran contraer. Pronto estarían en el lugar de la trampa.

El traqueteo durante el camino fue incesante, como la conversación de Cenizo. Hablaba de su juventud, hablaba con su jamelgo y con vosotros, a quienes preguntaba cosas que él mismo se respondía. 
Tras una hora de camino, los restos de pellejo y huesos inundados de moscas, de lo que parecía había sido una vaca, yacían a un lado del camino, al pie de un roble fuerte. 
Al otro lado del camino dos cuerdas gruesas, atadas aún al tronco macizo, descansaban en el suelo junto a este. El tronco, de un codo de grueso, acababa en una punta afilada toscamente mediante una herramienta de corte, posiblemente un hacha. La sangre reseca de la punta ya no le servia ni a las moscas.
Arriba, a unos seis metros de altura, atadas aún a la rama del roble fuerte, podían verse colgando los restos de las dos gruesas cuerdas que sujetaban el tronco, y le impulsaban en dirección perpendicular al camino. Si en vez de la vaca hubiera ido delante el granjero, habría acabado de la misma manera que su vaca.

 ¡Ah, un cliente! ¿Esparto? 1 penique y ¿amuletos? 1 chelín

   - ¡Un morabotín decís, viejo truhán! ¿Os queréis enriquecer a ni costa? Con esto bastará - bromeó el rubio nordlandes que rascó su bolsa y entregó las monedas al anciano. El esparto lo guardó en la mochila, que se había quitado y dejó en la caja del carro. El pequeño talismán lo ató al tahalí. El joven confiaba plenamente en sus habilidades pero nunca venía mal favorecer a la suerte y por eso estaba convencido de que el amuleto le ayudaría para no errar un tiro. Después de todo, Kurt se había criado en el Imperio, tierra de gentes crédulas y supersticiosas. 

   Con Cenizo en el pescante y Ándor recostado dentro del carro iniciaron la marcha. Kurt también optó por ir a pie y caminó junto a Gustav. 

   Kurt escuchó atento las locas historias de juventud de aquel anciano estrafalario. Por lo que contaba, la vida de Cenizo no había sido fácil pero también tenía un buen puñado de anécdotas divertidas.

   También mostró interés por el esbelto arco de Gustav. - Tenéis un hermoso arma ahí ¿Es de madera local? Tenéis buenos árboles por aquí. - el nordlandes señaló la foresta que bordeaba el camino. - Por la forma de las palas seguro que sois capaz de tirarle con fuerza. Contadme, Gustav ¿cual es la mayor distancia a la que habéis hecho blanco. Disparar con esto a más de 65 pies es desperdiciar plomo. - palmeó el arcabuz que llevaba apoyado en el hombro.

   Una hora después se detuvieron junto a los despojos de la que, sin duda alguna, fue la vaca de Borför.

   - Eso parece, amigo mío - contestó Kurt a Ándor cuando preguntó si habían llegado. - Baja de ahí y echa un vistazo a esto. Sin duda, el tal Bromista, es un tipo con talento. - 

   Prudente y sin dejar de estar atento a donde pisaba, Kurt se separó del carro y se acercó un poco al roble. Despacio, recorrió con la mirada la parte del suelo que había debajo de las sogas colgantes buscando huellas que fueran en dirección contraria al borde del camino. Definitivamente, el Bromista no había podido subir el solo el tronco a esa altura al menos que fuera un ogro o un gigante. O quizás, un enano con un brazo mutante… Un escalofrío recorrió la espalda de Kurt. 

   El joven enseguida descartó tal pensamiento y miró al cazador.

   - Por curiosidad, Gustav ¿Qué decían las notas de burla del Bromista? - 

Al escuchar a Kurt, bajé de un salto del carro de Cenizo y me acerqué junto al arcabucero a mirar la trampa que había matado a la vaca. La verdad es que no era especialmente complicada de montar, pero miré a Kurt y creo que los dos pensamos lo mismo en aquel momento

Esto no lo ha preparado una sola persona, ¿verdad Kurt? Mira el tamaño de esa cuerda. Una sola persona no habría podido prepararlo todo sin tener alguien más con él.

Andé con cuidado alrededor, no fuera que hubiera dejado nuestro Bromista alguna trampa más por si venía alguien como nosotros o alguna autoridad oficial a investigar el lugar. Miré en busca de huellas de pisadas o algo que nos pudiera ayudar, pero fui incapaz de encontrar nada

No se imaginaba que el lugar de la trampa estaría tan lejos, o tardarían tanto tiempo en llegar. El jamelgo tenía cuatro patas viejas y hacía lo que podía, a un ritmo incluso más lento que los pasos del cazador. Tras una hora de camino al fin llegaron a la trampa, un escenario con huellas de algo que sería duro de ver, no para Cenizo, cuyos ojos han visto miseria toda su vida. Su intuición canosa le decía que los otros tres jóvenes habían visto cosas peores.

Dejó al caballo a un lado encima del pasto donde podría comer mientras investigaban el crimen.

—¡Ale! Ahí tienes, comida rica para ti, ¡déjanos algo! Jijijiji —En ocasiones, necesitó llenar su estómago con hierba como esa, pasada por agua hirviendo para hacerla más comestible y con un caldo que también se podía aprovechar—. Veamos... —carraspeó al inhalar los restos podridos—. Menudo desperdicio de material, ¿no? Y de comida... aquí podría haber dado un cocido. Ahora con gusanos, no sé yo... Mi estómago ya no es como antes...

Miró las cuerdas atadas y los alrededores, no apreció nada más que materiales tirados a la basura. Aquellas cuerdas quizás podían aprovecharse si se deshilachaban y la tierra manchada de sangre podría enterrarse en suelos húmedos para dar hongos sabrosos. El filo del hacha podría intercambiarlo por unas monedas. ¿Se atrevería a tocarlas? Aquí había muerto una vaca, que bien pudo ser un humano. No sabían si habría otra trampa cerca.

—O alguien muy grande y fuerte —respondió a Andor, echando un ojo a Gustav—. Como él, del mismo grosor. ¿Conoces a alguien de ese tamaño, cazador?

La conversación durante el viaje no fue tan desagradable, aunque Cenizo no era precisamente el que ayudaba a mantenerla a flote pues a cada vuelta de la rueda de su carreta, más es lo que me convenzo de que está loco como una cabra de monte. Kurt me pregunta de mi arco, el que llevo enganchado en el hombro. Le respondo con sinceridad:

 - "Sí, es madera de acá. Mi padre me lo legó, aunque creo que su padre fue quien lo fabricó. Hay mucho árbol en el bosque pero no soy un experto artesano para poder darte más indicaciones." -Le miro extrañado cuando me habla del alcance y le respondo- "No sé cuanto es un pie de distancia, pero le he dado a una ardilla a 60 metros. Nunca más que eso."

Veo su arcabuz y la verdad es que las armas de fuego no me gustan: Mucho ruido espanta a las presas y no permite repetir el tiro si se falla. Las ballestas también son muy aparatosas, solo diseñadas para el que no haya aprendido bien con el arco.

"Como una versión simple para tontos."

Lo mío es el arco y no lo cambio por ingenierías raras.

Finalmente llegamos a la zona donde la trampa mató a la dichosa vaca. Los restos están ahí para que todos los vean y les comento a lo que me dicen:

 - "Bueno, así fue como lo encontré y creo que nadie ha metido mano. Supongo que por miedo es que nadie se acercó a aprovechar los restos de la vaca." -Le respondo a la primera pregunta de Cenizo, para luego enfocarme en lo que dijo Ándor- "Se puede solo, pero con paciencia, tiempo y dedicación. Solo se puede pero tomaría varias horas dejar todo listo."

Me giro extrañado a Cenizo cuando le contesta a Ándor.

"¿Que mierda? ¿Ahora enamoré al viejo loco?"

Un desagradable escalofrío recorrió mi espalda y le contesto escuetamente:

 - "Cualquier granjero local u hombre de trabajo podría ser."

Intentando sacarme aquellas vomitivas ideas de la cabeza, le contesto a Kurt:

 - "Decían estupideces como "Estás muerto" o "Así aprenderás". Nada con sentido realmente y mucho menos que me haya dado por pensar en alguien. Bueno, supongo que ha de ser alguien que sepa escribir y eso ya es algo."

Pues ni yo mismo sé leer o escribir y tuvieron que decirme lo que ahí ponía. Supongo que podría haberme fijado en ese detalle aunque no es algo que en su momento considerase.

Me pongo a mirar los alrededores, tal como hacen mis compañeros a ver si consigo ver algo que se me haya escapado la primera vez que vine aquí.

La inspección anterior ya había sido meticulosa. El alcalde, tú, Borför y cinco más del pueblo habíais rastreado la zona y examinado la trampa sin encontrar nada. Por un mero instinto de cazador te acercaste hasta el tronco, que yacía en el suelo, donde lo habían dejado para que no pudiera hacer más daño. Te giraste y observas como el viejo Cenizo estaba con una herramienta tan vieja como él sacándole unos dientes a la vaca muerta, algo que no te gustó del todo y decidiste cruzar el camino para decirle que no era el momento cuando al pisar el suelo viste algo que no habías visto antes; una huella.

Levantaste rápido la bota pero la mitad de la huella ya estaba pisada por la tuya propia, aún así podías ver que iba en dirección contraria, hacia el tronco, y además quien la dejó iba descalzo. Entre pisadas, pezuñas y ruedas de carretas las señales eran débiles, seguramente con tanta gente en el examen inicial de la zona se pasara por alto este detalle, pero nadie de los implicados iba descalzo aquél día.

Te agachas siguiendo el rastro, buscando otra huella similar o media huella daba igual, ahora sabías qué buscar... y lo encontraste. Adentrándote unos diez metros en la espesura encuentras otra huella semienterrada en barro. Es tan solo una parte del pie, necesitarías proseguir para obtener más información pero el carro del viejo debía ser abandonado, e incluso tal vez el propio viejo no pudiera aguatar una pateada campo a través.    

Las evidencias parecían claras y todos habíais llegado a la misma conclusión; El Bromista no trabajaba solo. La trampa había sido preparada para matar, no para herir o gastar una broma, estaba claro que fuera quien fuera, disfrutaba matando y no lo hacía solo. ¿O tal vez sí?

Cenizo se acercó a la vaca y le extrajo un par de molares con una vieja tenaza mientras el cazador pareció pisar algo en el camino, y por la rapidez que había levantado el pie, de seguro que había pisado mierda de vaca, o tal vez del jamelgo de Cenizo. Dando vueltas Gustav se adentró en el bosque seguramente buscado hierba donde limpiarse la bota. 

Sea como fuere permanecer allí mas rato era una pérdida de tiempo. 

Vuelvo del bosque y veo que el grupo no parece haber encontrado nada, pero para mí, con mi formación de cazador, no hay nada más importante que lo que se encuentra en el campo. Ninguna palabrería o entrevista puede ser más importante que una pista fresca:

 - "He encontrado una huella que no había visto antes. Es un pie descalzo que se adentra en el bosque. Voy a seguirlo y creo que deberíamos verificarlo antes de que se borre el rastro. Borför puede esperar."

Acto seguido, me vuelvo a buscar la huella en el bosque y espero ahí para que mis compañeros me alcancen (los que deseen adentrarse a seguir el rastro conmigo) para seguir avanzando.

 Esto no lo ha preparado una sola persona, ¿verdad Kurt? Mira el tamaño de esa cuerda. Una sola persona no habría podido prepararlo todo sin tener alguien más con él.

   Un primer vistazo a la trampa no arrojó mucha luz sobre el asunto. Ándor expresó en palabras lo mismo que había pensado él y asintió con la cabeza a su pregunta: demasiado trabajo para una sola persona, pero Cenizo y Gustav afirmaron que era posible por un solo hombre.  

  - Si actúa solo, ese Bromista debe ser un tipo muy confiado para dedicar tiempo a montar todo esto y esperar que nadie le vea. Y más teniendo en cuenta el ajetreo que hay en los caminos con motivo de la cosecha. Opino como tú, Ándor y no deberíamos descartar que sean dos o más los bromistas.- 

- "Decían estupideces como "Estás muerto" o "Así aprenderás". Nada con sentido realmente y mucho menos que me haya dado por pensar en alguien. Bueno, supongo que ha de ser alguien que sepa escribir y eso ya es algo."

   Gustav contó lo poco que sabía de las notas dejadas por el Bromista. Eran cortas y directas pero una denotaba bastante intencionalidad: "Así aprenderás". La idea de un ajuste por viejas rencillas volvió a tomar peso.

   -Como bien decís, Gustav, eso debería de ayudarnos a descartar a una buena parte del pueblo. - Kurt, al igual que la mayoría de los habitantes del Imperio, era analfabeto y en una villa fronteriza como Lubrecht la gente ilustrada no debería de abundar en demasía. - ¿Dejó los mensajes escritos con papel y tinta? Esa clase de material tendrá que adquirirlo de un menestral. - preguntó al cazador una vez más.

   Sin saber muy bien que buscar, el soldado se encaminó hacía el carro y se mantuvo vigilante mientras dejaba que Gustav, mas capacitado, explorase el terreno. Su atención se desvió un momento hacia el viejo osamentero que con unas tenazas, que había sacado de algún lugar bajo aquellos ropones remendados, se encaminó a los restos de la vaca y entre gruñiditos le arrancó un par de piños al cráneo. Kurt torció el gesto intentando imaginar para que diantres querría el viejo un par de dientes de vaca muerta. Miró a Ándor y se apoyó el dedo índice en la sien haciéndolo girar.

   Dejó al anciano con sus asuntos y volvió la mirada hacia Gustav, que agitando el pié como si quisiera quitarse algo de la bota, se metió en el bosque.

   A su regreso, Gustav dijo haber encontrado una huella y que se disponía a seguir el rastro.

   -Esperar, os acompaño. - Kurt se ofreció a ir con él y contento de poder cambiar tanto devaneo de sesos por un trabajo más físico se internó en el bosque.

El cazador no conocía a nadie específicamente fuerte como para haber trabajado solo en colocar la trampa pesada, de modo que la mejor posibilidad sería que si era uno solo se las apañó muy bien con alguna técnica de construcción. Lo mejor sería pensar que fue más de una persona.

—¿"Así aprenderás"? Vaya mensajes tan desaboridos, para ser un bromista... el salero se ha perdido. Más bien parece un mensaje vengativo y dirigido hacia una víctima, pero aquí pasaría cualquiera... —La ejecución de la "broma" tenía cada vez menos sentido o algo se les estaba escapando. Todo indicaba a ser un ataque—. No todos saben escribir, es cierto. Podemos descartar a muchos, cierto —confirmó con Kurt—. Uno escribe, el perspicaz, otro coloca trampa, el ejecutor.

Como no había peligro con esta trampa, Cenizo se acercó para robar algunos molares que confeccionaría en un nuevo collar. "No te quedes con esos tesoros, usurera, jijijiji". Mientras tanto, el cazador regresó con nuevas noticias.

—¿Una huella encuerada? —le preguntó al incorporarse con un soplido de esfuerzo. Su espalda crujió como si fuese uno de sus amuletos de huesos resecos—. ¡Ay! Bueno... será mejor si nos vamos todos de caza. ¡Menos tú! —señaló al jamelgo.

Su carroza no podría atravesar el bosque y aprovechando que nadie estaría interesado en un caballo descarnado, ató sus riendas a la rama de un árbol cercano. El caballo estaría entretenido comiendo su hierba, no causaría problemas, era un animal que le gustaba conservar la poca energía que recibía.

Al escuchar al viejo Cenizo decir que todos íbamos de caza, Ándor no pudo por menos que encogerse de hombros.

-Creo que ya habéis decidido por mí.- Con paso resuelto y la mano en la espada, Ándor se adentró el último en la espesura siguiendo las huellas encontradas por el cazador.

Las huellas eran vagas, medias huellas o simples raspones en plantas y tierra. Os adentrasteis lo que os parecieron horas mientras el cazador husmeaba el aire, se agachaba para retirar hojas y barro, o escudriñaba los alrededores en busca de algún rastro que seguir, hasta que al final Gustav encontró lo que buscaba, un perfecta huella de un pie descalzo, ancho y tan pequeño como el de un niño. No solo eso, además presentaba cojera en una pierna, ya que la huella derecha se hundía más que la izquierda.

Pero la sorpresa más grande fue, al atravesar unos matorrales y ver la muralla de madera de Lubrecht. Habíais llegado a las inmediaciones del pueblo siguiendo el rastro de esas huellas.

Me quedé sorprendido al verlas murallas de la ciudad de nuevo.

¿Hemos vuelto sobre nuestros pasos? Miré hacia atrás para comprobar que realmente habíamos hecho un gran círculo volviendo al punto de partida. Nuestro Bromista es alguien de la ciudad. Al final cobra sentido la teoría de las disputas internas. Creo que buscaban tanto al curtidor como al ganadero.

Me agaché a mirar las huellas y comprobar que realmente se dirigían hacia allí. Quizás el Bromista tuviera alguna choza escondida por los alrededores que no habíamos visto

Gustav, las huellas ¿entran en la ciudad?