Partida Rol por web

Cenizo cargó con la cabeza todo el camino y por poco tiene que arrastrarla por el suelo.

—¡Diantres! No sabía que las cabezas de ogros pesaran tanto, pensé que tenían el coco hueco. JIJIJI.

Al llegar al campamento, lo único que hallaron fueron papeleos y dos o tres monedas, nada de valor. Cenizo, sin embargo, se agachó a por la calderilla, no iba a desperdiciar el oro para que un búho del bosque lo usara como nido.

—Aquí tiene, mediano, su propina —le lanzo 1 moneda a Hans, esperando que se diera con un canto en los dientes—. ¡Ajá, los informes oficiales! Al conde de Ostland le gustará conocer la motivación de nuestros bromistas...

-¡Esto es indignante!-. Bufó el mediano al recibir la moneda. -Todo mi esfuerzo, y el dinero que he invertido para que estos no sean gigantes, y solo perciba una corona. Indignante a todas luces. Mañana mismo vuelvo a Lubrecht. No pienso perder ni un solo día más perdiendo el tiempo.

  El joven soldado escuchó con interés las historias del mediano. De vez en cuando preguntaba algún detalle y él, a su vez, relató los horribles infortunios que le podían suceder al que se extraviara por las Colinas Encantadas, que discurren por la linde norte del Bosque de Laurelorn. Allá, en Nordland.
  Entre macabras leyendas locales y delirantes cuentos, recorrieron el camino hasta el campamento. Quizás no eran las historias más adecuadas para contar en un bosque en mitad de la noche, y si alguien les hubiera escuchado habría pensado que eran un grupo de dementes por, además, hacerlo bajo la malévola luz bruja de la sonriente Morrslieb. Kurt, que aún sentía el júbilo de la batalla correr por su venas, no se olvidó de escupir al suelo un par de veces para alejar la mala suerte y tocar el amuleto con forma de cabeza de lobo que llevaba colgado al pecho. 

  Para disgusto del grupo, no encontraron nada con que demostrar que el gigante estaba muerto o que les indicase en donde encontrarlo. ¿En serio se le estaba pasando por la cabeza ir a por el gigante? Las palabras de Gustav resonaron con fuerza –Temo que la codicia más que llevarnos a la gloria, nos lleve a la tumba. Aquí ya tenemos la recompensa que el Alcalde prometió – Y eso era muy cierto: en lo que respectaba al trabajo, ya habían cumplido. Además, si aquel Duque había decidido mandar a dor ogros a cazar el gigante, como de terrible debía de ser este.
  Acabar con los dos hermanos no había resultado fácil. Las facultades del grupo se habían visto puestas a prueba al límite. Era ya de por sí una gran gesta y, quizás, no deberían de intentar morder más de lo que podían tragar. Además, no todos habían salido indemnes de la pelea. 

  Mientras Cenizo repartía el “botín” con Hans, y este se mostraba sumamente enojado, Kurt se acercó al sicario. - Déjame echarle un vistazo a eso. No hay sangre, pero puede haber huesos rotos e hinchazón que te dejarán como un bacalao salao - el soldado señaló el desgarrón en la chaqueta por el que se veía la cota de malla. 
  Kurt esperó a que Ándor se quitase la armadura y examinó la zona del impacto. Efectivamente, había un enorme hematoma, pero el muchacho no pudo determinar si había lesiones internas. - En este lugar, y con lo poco que tengo en el morral, no puedo hacer mucho por ti. amigo. Otro porrazo y puede que no lo cuentes. -

Agradecí la ayuda de Kurt para sanar mis heridas. No serían graves, aunque quizás alguna dejara una cicatriz con la que lucirme en las tabernas.

Por la experiencia que tenemos, Gustav - miré a Kurt recordando el incidente de la isla - mejor volver y reclamar nuestra recompensa. No tengo ganas de cazar gigantes. Entre fantasmas, bestias acuáticas y ogros creo que ya he visto suficientes criaturas capaces de matarme por una temporada.

Volver a la tranquilidad de la ciudad, con sus rateros, sus rameras, sus albortadores de taberna era algo que necesitaba en aquel momento. Y una gran jarra de cerveza.

Cenizo miró de mala gana al mediano que se quejaba.

—Todavía no tenemos la recompensa real, ¿quieres llevarte todo el botín tú solo? Si quieres comerciar, agarra una de esas cabezas o llena el petate con sangre. ¡Hay vampiros que pagan los sorbos a coronas!

Al ver que no había nada más que hacer en el campamento, el viejo decidió regresar donde su jamelgo y volver a la ciudad en donde le esperaría el conde por la misión cumplida.

Efectivamente en su campamento no había ni mierda, solo un fuego y una nota de la misión que el Duque le había dado de acabar con el gigante. Ignoro gran parte de las palabras del mediano, que ya tiene mi cabeza con un dolor creciente y respondo a Ándor:

 - "Supongo que entonces estamos de acuerdo de que hasta aquí llegamos nosotros. Si hubiésemos ido con esos dos a acabar con el gigante, tendríamos más posibilidades pero solos y magullados, no le veo la razón."

Tomo el papel donde sale el encargo del duque, que Cenizo no había tomado por encargarse de las monedas, y lo medito un momento, para luego comunicar al grupo:

 - "Estos ogros tenían una motivación oficial que está por encima de nuestro alcalde. Creo que este papel, si se conoce, dará más problemas que alegrías. Lo mejor sería hacerlo desaparecer."

Sopeso la posibilidad de arrojarlo al fuego delante nuestro pero me arrepiento y lo guardo:

 - "Bueno, esa será decisión del alcalde. Yo volveré al pueblo, he terminado aquí."

Veo que Cenizo también había comenzado con el regreso, por lo que no lo dudo y camino a su lado, decidido a recibir mis monedas y darle final a este capítulo. A la mierda el gigante, no me contrataron para suicidarme así.

Sí, volvamos. Es lo mejor

Y sigo al grupo

Volver a Lubrecht fue mas rápido que seguir la pista de los ogros, aún así tardasteis tres dias en regresar, atravesando brezo y salvando lugares rocosos por donde el jamelgo del viejo Cenizo no podía pasar. Habian pasado casi dos semanas desde que os encomendaran la misión, y vuestro ánimo no estaba para bromas. Anhelabais una cama caliente y comida especiada, bien cocinada, así como algo más a parte de agua para beber. Aunque la cháchara de Hans os martirizara al ir, a la vuelta parecía extrañamente callado, agradeciéndolo incluso.

La rutina del pueblo seguía siendo la misma, comerciantes y taberneros de otras localidades en busca de grano o cerveza ya elaborada que llevarse y vender más cara, mucho más cara debido a la escasez de grano en el resto de condados del imperio, con la salvedad de que ya no había guardas en la puerta del pueblo. A medida que avanzábais, los lugareños os echaban una torva mirada, no siendo hasta llegar a casa del alcalde cuando conocísteis el destino de vuestros dos amigos, Ableheim y Gawin Ranelf, que ahora custodiaban la casa del alcalde.

-Mirad quién ha vuelto-. Dijo Ranelf interponiéndose en el camino a la puerta. -¿A ver si adivino?, ya habéis cazado al bromista y venís a por la recompensa.

Una media sonrisa socarrona se dibujó en su rostro, y algo en vuestras tripas se revolvió al ver aquella actitud.

-Ve a buscar al alcalde-. Ordenó a su compañero.

Algo no iba bien. Al instante te percatas de movimiento y decides mirar de reojo sin llamar la atención. La gente comienza a pararse. Vada vez más. Sean del pueblo o extraños que estan de paso, cada vez una multitud mayor se congrega a una distancia prudente, observando, pero mirándoos como si portarais la peste.

   Tres días le llevó volver al pueblo. Tampoco esta vez fue precisamente un paseo: el mal terreno, el calor, y hordas de molestos insectos fueron la tónica. Pero cuando Kurt por fin divisó la empalizada de Lubrecht, el brillo del sol le pareció el de los Karls de la recompensa y el asfixiante calor nada comparado con lo que iba a sudar entre los muslos de una muchacha.

  Pero la entrada triunfal de los cazadores se vio truncada por un frío desprecio y las miradas airadas de los lugareños. Antes de la excursión por el monte la gente ni se fijaba en ellos, solo eran unos visitantes más, pero ahora algo parecía haber cambiado. Tampoco es que a Kurt le importase mucho. Se quedaría en el pueblo tan solo el tiempo necesario para descansar y divertirse un poco. Después se marcharía y a la mierda con Lubrecht y todos aquellos paletos fronterizos. 

  En casa del alcalde se encontraron con aquellos dos remedos de guardias, apostados en la puerta como dos feas gárgolas. Los fulanos no parecían tener intención de dejarlos pasar y uno fue en busca del alcalde. Lástima, la alfombra del despacho de aquel pomposo individuo era perfecta para limpiar el barro de las botas.

 Kurt se plantó junto a sus compañeros delante del guardia. Había algo en el tono de voz del hombre y en la sonrisa pintada en su rostro orondo y de ojillos porcinos que no hizo ni pizca de gracia a Kurt. Allí se cocía algo y no olía muy bien

 Los ojos verdes del nordlandes eran como un océano en tempestad cuando se clavaron en los de Gawain. Partir por la mitad de un espadazo a aquel mequetrefe se le antojaba tarea más que sencilla tras haber luchado contra los ogros. Pero el soldado no era un matarife y tenía mejor temple. Dio un paso hacia el guardia, en tono burlón y con fingida admiración habló. 

 -Vaya, vaya… Si es el Temible Guardián del Umbral. Vuestra perspicacia nos deslumbra, Gawain. Efectivamente, atrapamos al Bromista o más bien a los Bromistas, pues eran dos. Últimamente, a los zopencos nos los topamos en parejas. Decidnos una cosa, Ser Gawain ¿os entrenaron para proteger la casa del alcalde o para espantar a los ratones con ese palo que lleváis? - 

 Si tenía que esperar a la solanera, lo haría pasando un buen rato a costa del guardia. Y, además, si se picaba por las chanzas igual se iba de la lengua y soltaba prenda sobre lo que andaba pasando.

Mohino se quedó a las puertas de la ciudad, mientras las cabezas de los ogros apestaban en la espalda encorvada de Cenizo. No muchos ogros tenían el prestigio de cruzar dentro de la fortaleza humana, Jijiji.

Los dos guardias habían desaparecido de su lugar accediendo a un puesto más privilegiado. Para cenizo no había mucha diferencia entre ellos y los dos ogros anteriores.

—¡El feo y el tonto! Jijiji —Cenizo señaló las dos cabezas que colgaban en su rasero—. Los dos bromistas, traemos la prueba de su exterminio. Miren, toquen y huelan si lo prefieren. No hay engaño.

Cenizo dejó las dos cabezas en el suelo colocadas dentro de los maceteros, de algún modo servirían de sustrato. Sabía que los lugartenientes tenían miedo a las manchas, pero no a las decoraciones. Entonces esperó a que apareciera el conde Eléctor para mostrarle la caza.

Espero que al alcalde le guste la nueva decoración - reí al ver el gesto de cenizo al dejar las cabezas en los maceteros. Casi inmediatamente, una nube de moscas revoloteaban alrededor de ellas, buscan algún lugar oscuro donde depositar sus huevos.

Y no nos toqueis los huevos. Vosotros comparados con los ogros ex-propietarios de estas cabezas sois como esas moscas que revolotean por el estiercol. No nos hagais esperar que estamos cansados, hambrientos y con un humor de perros.

No son tantos los pasos que necesito dar para saber que algo no va bien y eso me preocupa. Las formas de los guardias, la actitud de las gentes del pueblo, el hecho de que ahora mismo se empieza a aglomerar una multitud a nuestro alrededor. Nada bueno para nosotros puede estar pasando.

Pienso en las posibilidades más funestas posibles para nosotros rápidamente:

"¿Carta del conde diciendo que no toquemos a los ogros? ¿Hans tiene alguna enfermedad y piensan que la portamos por haberle acompañado? ¿Murió alguien más mientras estábamos fuera y estos no eran los bromistas? ¿El gigante vino a matar acá y por acabar con estos dos nos culpan? ¡Mierda! Hay varias opciones y no quiero estar aquí de pie en ninguno de esos escenarios."

Miro alrededor, viendo lo que el rabillo de mi ojo ya me había advertido, pero ahora buscando activamente a cualquier habitante conocido del pueblo, alguien con quien me lleve bien, que tenga mejor disposición para explicarme qué es lo que sucede y que el alcalde no nos tome totalmente ignorantes.

Viste entre la muchedumbre aglutinada y cada vez mas espesa a uno de los que podrías llamar mejores amigos. Era Wilhem el curtidor, que te miraba y sacudía la cabeza en negación.
-¿Cómo pudiste hacerlo Gustav?-. Preguntó el hombre. -Sabiamos que lo habias pasado mal con la muerte de tu padre, y que estabas falto de dinero, ¿pero hacernos creer todo esto, y encima aliarte con gente extraña para este montaje sin sentido?-. Miró al suelo negando con la cabeza intentando rechazar la idea, de que al parecer esto del bromista fue un complot urdido por vosotros para cobrar la recompensa de un supuesto asesino.

-Los ogros son idiotas, todo el mundo lo sabe-. Os respondió el guardia hinchando el pecho ante una multitud que le respaldaba. -No es posible que elucubraran tales trampas, y menos escribir notas-. Dijo enchido de orgullo.

-Y además no podrían elucubrar tales trampas y menos escribir. Nadie se lo cree-. El alcande salió a la puerta secundado por Ablehem. -Las trampas y asesinatos dejaron de cometerse cuando os fuisteis del pueblo. ¿Coincidencia?, No lo creo. Casi conseguís engañarnos, pero nos dimos cuenta a tiempo. Gracias a la magnanimidad de mi persona os dejaremos marchar, con la condición de que no volváis. U os delataremos a los guardas de caminos, y esos no se andan con chiquitas-.

Aquello se estaba complicando de mala manera y no había una forma tranquila de salir de esa a primera vista.

Por supuesto que acabaron las trampas al irnos. Porque matamos a los ogros, no porque nosotros nos fuéramos del pueblo. Si esto es una estrategia para no pagarnos lo convenido creo que acabará mal. Para todos.

Cogí una de las cabezas de los pelos.

Estos dos confesaron haber puesto las trampas antes de intentar matarnos. Que sepáis, además, que las trampas eran para cazar a un gigante que ronda la zona, así que, llevarse a la greña con aquellos capaces de defenderos de un gigante, creo que no es demasiado inteligente.

Cenizo miró de mala gana a cada uno de los presentes, incluyendo a los que le habían acompañado todo este viaje. Casi parecía que iba a cruzar ya el velo de la muerte.

—¡Pamplinas! ¡PAM —tosió fuertemente— plinas...!

Cenizo se secó las babas con su manga y enseguida dio media vuelta buscando al enanito piojoso.

—¡Mediano! ¿Dónde andas? ¡Sal de debajo de las faldas! Jijiji —se removió las togas en su búsqueda—. Ese mediano, Hans, se llama. ¡Es testigo de nuestra palabra! Adelante, díselo, diles cómo viste a esos horribles ogros fabricar las trampas. ¡Si hasta seguimos tus pasos! Enséñales cómo te heriste la pierna tratando de evadirles.

El halfling se había ido alejando de vosotros en cuanto las campanas de duelo sonaron en su cabeza, pero un par de empunones de la multitud lo volvieron a poner junto a vosotros, con todos los ojos mirándole esperando las adecuadas palabras del mediano.

-Yooo...- comenzó sacando una nota desafinada en su voz aguda. -...yo no iba con ellos. Es decir, si que fui, pero no es eso ahora lo que es ahora y...- la vaga explicacion seguida de un encogimiento de hombros hizo que los guardias soltaran una socarrona risa. -han matado a dos ogros.