Crisador.
Había sido el mayor héroe de Predemia. El Paladín Invicto de Haron, que llevaba la Justicia y la Fe como bandera y heraldo. El mayor valedor del Emperador Aveganus, el mítico campeón del Imperio. Los niños, cuando soñaban con su futuro, lo veían a él. Los hombres, cuando buscaban la inspiración en la batalla, pensaban en él. Un icono, un ídolo, un elegido.
¿Y ahora? Ahora se susurraba su nombre con miedo. Nadie sabía exactamente cuando había sucedido pero, de alguna forma, la virtud se convirtió en depravación, el honor en traición y la fe en odio. En algún momento Crisador había realizado un pacto con fuerzas invisibles y había conducido al Imperio a una espiral del violencia y engaños. Se rumoreaba que él mismo había conducido el ataque que acabó con la vida del viejo Aveganus. Pero nadie se atrevería a afirmarlo en voz alta. ¿Qué había sucedido en su viaje al Ducado de Vogor? ¿Qué había convertido a aquel héroe en villano? Ahora los que se atrevían lo llamaban El Caído... Pero aún así seguía siendo un formidable guerrero.
El nuevo emperador Taurus lo tiene ahora como su lugarteniente. Crisador es la fuente de inspiración para sus nuevas tropas, que atrás han dejado la gloria de los Caballeros de Predemia. Es la inspiración para sus tropas y el miedo para su pueblo. El Castigo. Solo una persona se atreve a afirmar hasta donde se ha corrompido el Imperio, solo uno: Nicodemo el Despojado. Cuando su padre fue asesinado por unos demonios el legítimo heredero y primogénito fue al encuentro de los atacantes. Para su desgracia Crisador ya había urdido una trama de traiciones y no pudo más que caer prisionero de su oponente, de su propio hermano Taurus, que ascendía al poder relegándolo a él a un segundo plano y forjando una trama de mentiras que acalló los rumores del pueblo. Y para los rumores que no querían ser silenciados existía la mano dura de los Inquisidores.
Son tiempos de guerra civil. Tras haber sido liberado por unos aventureros Nicodemo ha formado un ejército con el que pretende derrocar a su hermano. Pero pese a que ha conseguido importantes aliados - incluso los elfos lucharán a su vera - todavía es necesario realizar ciertas misiones que los ejércitos no pueden llevar adelante. Y una de ellas es acabar con Crisador y recuperar un artefacto que lleva consigo: una de las cuatro míticas Lágrimas de Asindara.
Ya nadie parece recordarlo pero toda esta guerra fue originada por esos míticos cristales con forma de lágrima que contienen la esencia de una diosa. De las cuatro Lágrimas existentes dos ya obran en poder de los Rebeldes. Y las otras dos las tienen Crisador y el emperador Taurus. Por algún motivo que ni siquiera los ejércitos conocen la posesión de esas Lágrimas es sumamente importante. Nicodemo espera poder arrancar la última del cuerpo sin vida de su hermano, pero ahora acaba de encontrar la oportunidad de conseguir asestar un duro golpe a sus oponentes. Ha trascendido que Crisador ha partido acompañado de una mínima comitiva hacia el semiplano de Utopía. Con él, como siempre, lleva la Lágrima de Asindara. No hay ningún ejército que pueda viajar tras el Paladín Caído. Es momento de recurrir nuevamente a los servicios de un grupo de poderoso grupo de aventureros, un pequeño equipo que reuna el potencial suficiente como para enfrentarse al Caído y arrancar la Lágrima de su cuello... Y a ser posible acabar también con su vida. Un grupo de anónimos héroes que deberán viajar a la peligrosa ciudad de Utopía y urdir una cacería tan peligrosa como la presa a la que buscan...
Crisador.
Utopía, el Semiplano donde todo es posible
Nadie tiene claro de donde surgió este semiplano. Hay quienes rumorean que fue un sueño del dios de los Aventureros y Mercaderes, Random, que acabó forjándose como una realidad. El caso es que Utopía es ahora un sitio real donde viajan aquellos que tienen el suficiente poder y valor para hacerlo.
El noventa por ciento de la superficie del semiplano está ocupado por la ciudad que le da nombre. Una enorme y demencial colección de edificios que forman una colosal estructura de viviendas capaz de albergar a cientos de miles de habitantes. La propia ciudad contiene en su interior pequeñas subciudades delimitadas por muros y que incluso crecen en algunos casos unas por encima de las otras, formando estructuras que desafían al cielo como enormes torres de Babel con sus plazas, castillos y puentes colgantes. Alrededor de la ciudad están las Tierras Verdes: granjas que suministran alimento al titán de piedra. Y más allá de las Tierras Verdes las Nieblas del Olvido. Aquellos lo suficientemente osados viajan de un plano a otro atravesando estos bancos de niebla que puede causar la demencia y el olvido a los simples mortales. Solo los héroes son capaces de atravesar las Nieblas del Olvido para encontrar su destino.
El interior de Utopía es un hervidero de actividades. No es raro ver a criaturas de todo tipo (tanto malignas como benignas) caminando por sus calles. Aunque cada subciudad tiene sus propios gobernantes el semiplano entero está bajo el mando del Concilio, un grupo de aventureros de tal poder que nadie osaría enfrentárseles frontalmente. Nadie sabe cuantos ni quienes son los componentes del Concilio. Como todo en Utopía se mezcla la realidad con la leyenda.
Las leyes de Utopía favorecen el libre mercado de todo tipo: desde esclavos a pociones, desde objetos de leyenda a mera superchería, almas, territorios, otros semiplanos... Todo está en venta y todo se puede comprar si tienes el valor suficiente. Es el hogar natal de los Mercaderes Interplanares. Aquí nada es ilegal. Sin embargo para prevenir los conflictos entre los habitantes más poderosos hay toda una fuerza de golems capaces de entrar en acción si es necesario. Aparte de eso como toda gran ciudad Utopía cuenta con sus gremios: mercaderes, asesinos, ladrones, mendigos... Todos tienen su posición en la ciudad y todos buscan lo mismo: que ningún conflicto pueda salirse tanto de control como para romper el excelente centro de negocio que forma este semiplano.
Prólogo
Lloviznaba levemente, pero eso no impedía que las tropas continuaran entrenándose sin descanso. Los vientos traían aires de guerra y los soldados estaban intranquilos. Con paso firme y rápido Movaris, el mago, se dirigió hacia el pabellón de su caudillo. Nicodemo, el legítimo heredero de Predemia, aguardaba en su interior. El joven estudiaba el mapa de la capital como si realmente pudiese ver a las tropas de su hermano posicionándose para la defensa. Para la defensa... Sería todo inútil si antes no tenían en su poder la tercera Lágrima. Al fondo del pabellón, embutido en su imponente armadura, un viejo Caballero de Predemia servía un poco de vino en una copa. Pese a su edad se mantenía en una excelente forma física. Pocos guerreros del campamento podrían batirse con Lord Bakus sin ser derrotados. No por nada había sido el máximo capitán de la Caballería durante tantos años. Quizás ahora fuera el momento del retiro, pero justo antes de conseguirlo una guerra se había cruzado en su camino. La peor de las guerras: una guerra civil.
- Está hecho,- dijo Movarius entrando en el pabellón - el grupo ha partido ya con su misión y se encuentran en Utopía. Solo nos queda pedirle a Random que les conceda el cumplimiento de su misión.
- El destino de un Imperio en mano de una banda de aventureros,- sentenció Lord Bakus levantando la copa - ¡así están las cosas! Si me hubieráis hecho caso y en lugar de eso hubiéramos enviado un grupo de Caballeros de Predemia...
- Estarían todos muertos en estos momentos.- atajó con seriedad el joven Nicodemo - Son tiempos difíciles, capitán. Las batallas ya no se libran cara a cara, sino con subterfugios cada vez más arriesgados. Aún en el improbable caso de que consiguiésemos reunir un grupo de Caballeros con el suficiente potencial para enfrentarse a Crisador éste se daría cuenta nada más llegan a la ciudad... ¿Qué iban a buscar si no a él un grupo de Caballeros de Predemia? Nuestros contratados son tan extraños que encajan perfectamente en Utopía... Nada puede ser tan normal en ese plano como algo sorprendente.
- Además el que no sean de los nuestros,- recalcó Movaris sirviéndose a su vez una copa de vino - puede ser lo único que logre que atrapen al Caído desprevenido. No se esperará que encomendemos una misión de tal importancia a alguien de fuera de nuestras filas.
- Pero, ¿y si nos traicionan? ¿Cuánto le habéis pagado, Movarius? ¿Por qué no puede hacer una contraoferta nuestro enemigo?
- Aunque les he pagado, pues son un grupo de fortuna, ten por seguro que no nos traicionarán. ¿No lo sabes acaso? En sus filas hay un Servidor Radiante y un Semicelestial, un alma predilecta de Random. ¿Te parece el tipo de gente que haría un trato con Taurus? Por el amor de los dioses Bakus... ¡ni siquiera en tus filas el más puro de los Caballeros de Predemia puede acercarse a la limpieza de alma de esa gente! ¡Un alma predilecta! Está claro que tu entrenamiento de guerrero no vale para calibrar el grupo que ha aceptado la misión... Hemos tenido tanta suerte que empiezo a pensar que los dioses están de nuestra parte.
El viejo Caballero refunfuñó un poco más antes de sentarse junto al mapa. Nicodemo apartó la mirada brevemente de la ciudad para clavarla en el mago:
- ¿Tienen clara la misión? Lo importante es conseguir la Lágrima, es prioritario a acabar con el Caído. ¿Lo han entendido?
- Por supuesto. Están acostumbrados a este tipo de encargos y su fama no es inmerecida. Si pueden matar dos pájaros de un tiro lo harán, pero saben que lo principal es recuperar ese pequeño artefacto y traerlo a nuestras manos. Aunque exista la prima por eliminar al paladín... sería una jugada perfecta: dejar a Taurus acorralado y sin su lugarteniente.
- ¿Qué hará que nos traigan a nosotros la Lágrima?- preguntó siempre dudoso Lord Bakus - ¿Cómo sabemos que una vez la tengan en su poder no intentarán algo?
- ¿Algo? ¿Es que no has entendido lo que te he dicho? Esa gente tiene una palabra de platino... Sobre esa parte no podemos tener dudas.
- Está bien. Confiémos en ellos. ¿Y Crisador? ¿Son fiables nuestros informadores sobre su paradero?
- Sí, totalmente. Está en el plano de Utopía. El motivo de su viaje allí no es conocido por nadie, ni siquiera en la Corte Imperial. Parece incluso que no está cumpliendo ninguna orden de Taurus. Viajar solo con una pequeña comitiva de guardianes implica que sea lo que sea que busca en el semiplano es algo tan importante como para arriesgarse de esa manera. No creo que tengamos otra oportunidad de pillarlo desprevenido.
- ¿Donde está exactamente?- preguntó Nicodemo.
- Ese es el problema: no sabemos ni donde ni por qué. Solo que está allí. Y más le vale a nuestros reclutados que se enteren pronto de que hace en ese lugar sin llamar demasiado la atención. Aunque Utopía es un lugar increíble incluso allí el emisario de la nación más poderosa del mundo de Krilgard llamará la atención. Deben enterarse de que es lo que busca y conseguir emboscarlo antes de que regrese... Pero ese es un problema de nuestros aventureros, confío en su buen criterio para resolverlo.
- Espero que no nos hayamos equivocado y que sean la gente adecuada...- murmuró el heredero mientras se dirigía hacia el exterior del pabellón.
Afuera ya llovía intensamente.
La misión que os han encargado es recuperar la Lágrima de Asindara. Un pequeño artefacto, una gema con forma de lágrima del tamaño de un puño que normalmente lleva consigo colgada de un collar Crisador. Esa es la misión principal: recuperarla y traérla de vuelta al campamento rebelde. Si en el proceso elimináis también a Crisador cobráis doble.
Pero no se sabe donde está Crisador, ni cual es su comitiva, ni que hace en Utopía. Solo se sabe que estará en el semiplano como mínimo dos o tres días. Hay rumores de que espera la llegada de algo o alguien pero son solo eso: rumores.
Acabáis de llegar a Utopía y contáis con un pasaje de vuelta en el Ganso Dorado. El galeón zarpa dentro de una semana, vuestra misión no debería dilatarse más.