Aurora escuchaba en silencio la ingente cantidad de información que ambos hombres de fe iban compartiendo. Al parecer había habido suerte. Por fin habían encontrado una madeja de hilos desde la que comenzar a tirar.
-Zwagonard...--repitió mentalmente la alegre semicelestial sintiendo como un incómodo escalofrío le recorría la espalda--...no teníamos ni idea. ¡Que Random nos proteja!
- Creo que tenemos objetivos similares.- concluyó el padre Amathos - Pero debo pedir permiso a mi Logia para compartir más información... Sin embargo debéis andar con cuidado. Sabemos que los servidores de Zwagonard cuentan con aliados poderosos en la ciudad. ¿Tendrá algo que ver el asunto con la llegada de vuestro Paladín Caído? Demasiadas casualidades... Hagamos una cosa: os propongo que a medianoche nos encontremos en la Plaza del Reloj. Es menester que debata primero con los míos sobre este asunto, para poder hablar en representación o, si fuera necesario, indicaros el motivo de mi silencio. En Utopía la información lo es todo.- dijo sombríamente - Y todas las Logias son muy celosas de la información que atesoran... No me corresponde a mi hablar más.
Como si diera por concluída la conversación acompañó a ambos aventureros a la puerta.
- Podéis partir en el barco, daré instrucciones de que os lleven hasta el puerto. Recordad: a medianoche en la Plaza del Reloj.
-No se preocupe, Padre. Lo entendemos perfectamente--asintió Aurora ante las comprensibles excusas del sacerdote--¿No es así, Elseal?
-Muchísimas gracias por el aviso. Andaremos con más cuidado del que ya llevábamos, si cabe.
-Por cierto, permítame que le diga que ha sido todo honor asistir a una de sus homilias. ¡Hasta esta noche, entonces!--se despidió la mujer alada, satisfecha por la importante información obtenida durante la breve pero intensa charla.
Cuando ya estuvieron de nuevo en privado, la angelical joven abordó al apuesto clérigo de Lusco:
-¿Qué piensas? Yo creo que Random nos ha sonreído al permitirnos este encuentro. Ya estoy deseando compartirlo con nuestros compañeros.
- Pienso que espero poder verlo esta noche. Debemos unirnos a los demás cuanto antes, es probable, como él dice, que nuestra llegada no haya pasado desapercibida.
Estoy viendo "una serie de catastróficas desdichas", dan ganas de decir "y espero que ese hombre sea lo que parece :D"
Sí, no sé por qué, pero a mí también me ha olido a chamusquina. Y eso que todo lo que ha dicho ha sido a favor nuestro.
Ambos salieron de la catedral ocultando su preocupación en un semblante sereno. La marea del mediodía había subido para cubrir la lengua de tierra que unía la isla con los muelles, pero tal y como les había dicho Amathos en la barca un acólito les hizo señas para que subiesen.
El viaje, acompañados de media docena de peregrinos que regresaban a la ciudad, fue tranquilo y rápido. En la orilla se encontraron a Eleber, que esperaba sentado encima de unas redes. Al ver regresar a los viajeros su rostro aburrido se iluminó.
- Señora,- dijo dirigiéndose a Aurora y, al parecer, ignorando totalmente a Elseal - los otros volvieron a la zona de los embarques, según dijeron para buscar a Milimer. ¿Quiere ir hacia allí? ¿Han visto la catedral? ¡Es impresionante!
El chico ya les estaba conduciendo hacia la zona de embarque para que se pudieran encontrar a sus compañeros. Sin embargo al llegar así vieron al grupo de pilluelos habitual, pero no había ni rastro de los aventureros ni de Milimer.
-Me lo temía--se guardó para sí Aurora al observar que sus compañeros no estaban por ningún lado, torciendo su angelical rostro en una extraña mueca--Son demasiado impetuosos...
-En verdad que es magnífica, Eleber. Tendrías que entrar a escuchar al Padre Amathos de vez en cuando. No te haría ningún mal--sonrió la joven alada al pequeño para ocultar su preocupación--¿Por qué no preguntas a tus compañeros si saben a dónde han ido Milimer y el resto del grupo, por favor?
Una vez el niño se hubo alejado lo suficiente, el alma predilecta de Random dirigió una ominosa mirada a Elseal.
-¿Crees que estarán bien?
-La conversación con el Sumo Pontífice me ha debido afectar más de lo esperado... Veo fantasmas por todos lados. Supongo que sólo será el temor o los nervios de haber desencadenado de una vez por todas nuestro destino--reconoció con sinceridad la bella mujer al clérigo de Lusco.
- Sí, supongo que habrán enconrado una pista. Si los pilluelos no saben nada, volveremos a la posada a esperarlos...
Ummm, es un poco pronto para añadir "ya encontraremos algo que hacer mientras esperamos" :D
El muchacho se acercó a sus compañeros y luego volvió, siempre sonriente, a informar a Aurora.
- Me han dicho que vuestros compañeros preguntaron por Milimer. Al parecer fue hace bastante rato al alquiler de carruajes de Marko Bolfast, el enano. Vuestros amigos siguieron sus pasos hace un rato, pero ni ellos ni Milimer han vuelto. El alquiler se encuentra a unos diez minutos siguiendo esa calle.- informó señalando una calle lateral que se adentraba en el laberinto de casas.
Perdón por el retraso.
-Muy bien. Como dice Elseal, la última tarea de hoy en calidad de guía será llevarnos hasta allí--afirmó Aurora con la única idea de alejar al niño de cualquier problema--Luego volverás con tus amigos y, si te apetece, mañana a primera hora te esperamos en la puerta de la Posada del Cambalache para proseguir con tus servicios, ¿de acuerdo?
Los dos aventureros siguieron al muchacho por las callejas estrechas. Justo cuando estaban pasando por un callejón estrecho - siempre atentos a lo que pudiera sucederles - una voz conocida les dijo al oído:
- ¡Eh! ¡Cuanto habéis tardado! Hemos atrapado a un tipo que nos estaba acechando... No era muy hábil y se quedó dormido saltando de un tejado a otro...- la voz de Aidix destilaba buen humor, como siempre - Bueno... quizás una de mis flechas tuvo que ver algo en el asunto. Ahora mismo Trónar está arriba haciéndole unas preguntas de cortesía. En lo alto de esa casa abandonada.
El pixie continuaba invisible, pero ambos se fijaron en una casa vieja, de dos plantas. La planta superior contaba con una terraza. Desde donde estaban no veían si había alguien o no en ella, pero era evidente que el pixie se refería a esa.
-Gracias, Eleber. Es más que suficiente. Hoy ha sido un día muy largo. Creo que será mejor que vuelvas con tus hermanos--comentó Aurora al pequeño mientras lo cogía por los hombros y se agachaba a su altura para sonreirle mirándole a los ojos.
-Si te parece bien, mañana a primera hora te esperaremos en la posada del Cambalache para que nos enseñes más maravillas ocultas de esta preciosa ciudad.
Deseando con todo su corazón que el crío no sufriera percance alguno por haberlos ayudado, la semicelestial aguardó unos segundos hasta que éste se hubo perdido de vista. Luego extendió sus majestuosas alas emplumadas y se encaramó hacia la terraza con suma curiosidad.
-Voy a echar un vistazo, Elseal. Enseguida regreso--se despidió el alma predilecta del clérigo mientras se elevaba con graciles movimientos--¿Vienes, Aidix?
Nadie contestó a Aurora por lo que la mujer alada dio por entendido que el pequeño pixie ya se le había adelantado...
Elseal contempló como su acompañante se elevaba majestuosamente hacia la azotea cercana.
Aurora pasa a De vuelta a los muelles.
Elseal vio como Aurora se posaba en la baranda de la terraza. Elseal escuchó su voz en lo alto contestándole algo así como no te he acusado de nada a alguien que estaba allí arriba. Luego se giró hacia el clérigo para informar:
-Están todos bien, creo. Un poco malhumorados, pero sanos y salvos al fin y al cabo.
Aurora: puedes hablar en las dos escenas, para mantener la comunicación, ya que tu PJ se encuentra en medio de la situación.
- Elseal caminó tras Aurora, deseando que no los hubiesen seguido a ellos también...
De pronto, la semicelestial se asomó por la baranda para hacerle un gesto a Elseal.
-¡Vamos!--pareció querer decirle al joven clérigo.
Sin embargo, Aurora pronto volvió a perderse en el interior de la terraza.
Elseal pensó que seguramente no todos habían subido volando, por lo que buscó a su alrededor alguna puerta para entrar o alguna escalera para subir.
Elseal rodeo la casa. Había una vieja puerta, efectivamente, cuya madera amenazaba con caerse a trozos si alguien la golpeaba. La casa llevaba mucho tiempo abandonada. Sin embargo no había ninguna señal de que esa puerta hubiera sido abierta en mucho tiempo. Rodeando la casita - apenas unos seis metros de lateral, adosada a los muros de otras casas - comprobó que todas las ventanas estaban tapiadas... Cómo habían subido sus compañeros no lo sabía, pero desde luego no habían entrado en la casa...