Partida Rol por web

AL DÍA SIGUIENTE. AL ALBA.

Cielo comienza a aclarar en el horizonte antes de la salida del astro rey. El cielo parece despejado y las estrellas aun están presentes. Parece un buen día para partir, aunque, quizá, decidan, como ayer, desviar su atención a otros temas. Todo está en lo que ellos decidan. 

Lo único que es cierto es que se ha perdido un día de misión y que podrían estar un poco más cerca del bosque. Quizá esas horas supongan la diferencia entre salvar a la princesa, y al reino, o condenar a ambos a la extinción.

—Muy bien, ¿estamos todos?
Me había levantado algo más temprano para preparar un buen desayuno que poder llevar e ir comiendo por el camino, cargué una vianda con bocatas, algo de leche fresca y odres con agua, que más adelante se podrían ir rellenando, mientras que las jarras de leche, luego de vaciarlas, cada uno podría conservar la suya y tener algo prolijo donde beber por el resto del periplo.

Al llegar a las puertas de la ciudad, compartí el resto de la vianda con los que no se habían quedado en casa y propuse marchar cuanto antes.
—Ahorraremos tiempo si comemos mientras marchamos, por eso les preparé este desayuno ligero, ¿qué les parece?

Me da un poco de corte, que aunque sé que es sólo pan con cosas, puse todo mi esmero y me gustaría luego que me dijeran que está bueno. Menos mal que el yelmo oculta mi expresión.

—Ah, y antes de partir, por favor, chequeemos que tenemos al menos una brújula y el mapa. ¿Alguno de ustedes sabe orientarse mediante la naturaleza?

Gemnir está presente, ha llegado puntual a la hora de la cita con su fiel martillo y sus pocas pertenencias. Su aspecto es el mismo de la noche anterior, y es difícil saber si habrá dormido o por el contrario habrá permanecido despierto. En cualquier caso, parece despejado y dispuesto.

—Yo estoy listo para partir en cuanto el resto lo esté —dice—. No tengo problema por comer de camino. Así ahorraremos tiempo.

Acepta con una inclinación de agradecimiento una parte de las provisiones que Luthica les ofrece. Incluso sonríe un poco bajo el poblado bigote. Un gesto muy amable por parte de la capitana, que sorprendería a más de uno que conoce de haberlo presenciado.

—Estoy acostumbrado a una vida errante, así que no utilizo ese tipo de artilugios. Me temo que en eso no podré seros de ayuda... Sin embargo, sí sé algo sobre orientarme y abrirme paso en la espesura. Ya tendréis tiempo de comprobar que no soy un enano al uso, de los que acostumbran a vivir bajo una montaña.

Aunque Erik no era de los que disfrutaba levantándose temprano, el aire de la mañana y la idea de una caminata entre los árboles siempre lo despejaban en seguida. Así que había salido de cas de la capitana tan temprano como ella, dispuesto a intentar hacer una buena marcha e intentar llegar lo más pronto posible a su destino.

-Gracias-Dijo, aceptando con una inclinación de cabeza el bocadillo que le daban. No pudo evitar echar una mirada curiosa a Gemnir cuando éste habló de sus conocimientos de la naturaleza. Poco sabía de los enanos. Si le decían que la mayoría de los enanos crecían saltando de arbol en arbol y cazando ardillas a flechazos, asentiría, pensaría un rato en todas las cosas que había en este mundo y seguiría a lo suyo sin creer que podía ser de otra manera. Así que lo que decía Gemnir sobre lo que él sabía o no hacer no subvertía gran cosa sus conocimientos sobre enanos. Pero aún así, cada vez que Gemnir hablaba le daba la impresión de que debía de haber llevado una vida de lo más curiosa. Pero quedarse mirando a alguien era de mala educación, así que, a pesar de su curiosidad, se dedicó a contestar a la pregunta que la capitana había formulado-A mí tampoco se me dá mal desenvolverme por los bosques. Estoy bastante acostumbrado. Trabajaba de guardabosques antes de venir aquí. Bosques normales.-Añadió tras pensarlo unos momentos. Mejor que nadie se llevara la impresión equivocada- No había monstruos, demonios ni fantasmas. Creo que lo más peligroso que había eran ciervos en celo. Así que no creo que sirva de mucho en el Bosque de las Almas.

Morwen había aprovechado la caminata de vuelta hacia la ciudad para ir comiendo su bocadillo. Cuanto más cerca del bosque, más atenta querría estar, así que prefería llenar el estómago antes. Caminaba con paso ligero y de manera enérgica, lo que indicaba que madrugar no había sido un problema para ella a pesar de que había dormido ligeramente menos de lo que debería, pero es que los nervios por empezar la misión no le habían dejado relajarse del todo.

Saludó con una mano a Gemnir nada más se lo encontraron, pero no dijo palabra pues estaba ocupada masticando un trozo del bocadillo.

- Yo tampoco se qué es ese aparato, pero quizás pueda orientarme según las plantas del lugar. -Ella también quería ayudar, aunque algo le decía que el enano sería más útil que ella ahí.- Por lo demás, estoy listísima para partir. ¡Una princesa nos espera! -Y volvió a darle otro mordisco a lo poco que le quedaba de bocadillo-. Por cierto, gracias. -Finalizó tras tragar lo que tenía en la boca mientras le enseñaba el bocadillo a Luthica.

Caleb apareció como un muerto viviente.

Apenas podía abrir los ojos pues le molestaba la luz y se apoyaba con mucha intención a su bastón, como queriendo dejar demasiado peso a aquel cayado. Lucía un pelo totalmente despeinado y desaliñado.

Su única aportación fueron un par de bostezos bien altos y sonoros.

A parte de eso, parecía que iba bien pertrechado con su mochila, su cinturón y chaqueta llenas de bolsillos y unas pequeñas faltriqueras que le colgaban de los costados.

Llego de los últimos, corriendo, con la mochila algo apretujada con tantas raciones, mantas y lo que he podido ir apañando. Y por supuesto, mi querido Laud-Zanfoña.

Y veo que la atenta de Lúthica nos ha preparado un tentempié para el viaje. Da igual que no quiera que la llamemos "Capitana Lúthica" ¡para mi es quien encabeza la expedición!

— Gracias, Señora Lúthica. Es de agradecer que piense tanto en el resto ¡Y este pan está realmente bueno! ¡Se le da bien la masa y el horno! —

Y es que no todo el mundo va a la panadería, sino que es más común hacer la hornada en casa, y que cada cual se preocupe de su harina, de su sal, y de cuanto has de amasar para cazar la levadura del ambiente

— Por mi parte, tampoco tengo ninguna de esas, ni brújula ni mapa. Aunque siempre podemos guiarnos por el sol de día y las estrellas de noche ¿No?

No hubiera dormido ni tranquila ni cómoda en casa de una elfa rodeada de desconocidos si no fuera porque llevaba ya a cuestas demasiadas jornadas de viaje como para ponerse quisquillosa con una cama cómoda, incluso había llegado al punto de conformarse con una alfombra siempre y cuando no estuviera plagada de chinches.

Además, la elfa les había preparado almuerzo, lo cuál la había redimido un poco a sus ojos, lo suficiente para comerse el bocadillo sin sospechar que hubiera podido ponerle veneno. Que bonito era poder confiar por fin en sus compañeros de viaje.

Fuera como fuera, estaba listos para partir. Ella tenía consigo a sus dos burros, Nair y Zair, el segundo pobre con lo que parecía ser un montón de bultos que cargaba sobre sus espaldas, como si la mediana hubiera querido llevar consigo todo lo posible. Menos una brújula.

- Yo tampoco tengo brújula aunque más o menos sabría orientarme, creo. Eso suponiendo que el Bosque de las Almas actúe como un bosque normal. Sea como sea, me temo que no lo descubriremos aquí parados hablando así que no nos queda otra que irnos ya.

—Bueno, si ustedes saben orientarse con el entorno, entonces la falta de brújulas no será un problema —comento alegre—. Es bueno que la mayoría tenga esa clase de entrenamiento, es de lo más útil.

El elogio del pan enseguida me hace girar la cabeza en la dirección por donde lo oigo.
—¿Verdad? ¡A los niños les encanta! El secreto es usar aceite de oliva —explico, remarcando con el dedo índice—. Yo uso uno importado de Manterra, que es algo caro, pero vale la pena. Je, hay veces que los pequeñines que vienen me quieren ayudar a hacerlo, pero siempre están con las manitos mugrientas de jugar afuera y, como que definitivamente no, y tampoco se las quieren lavar, son unos tercos...
Al instante en que me doy cuenta de que estoy divagando, carraspeo y vuelvo a tierra.
—Em, digo, ¿están todos listos entonces? Pues partamos de una vez.

Echo el mazo gigante al hombro y arranco a caminar.

—Esperemos que se comporte como un bosque normal, sí, pero también habrá que preparar planes de contingencia por si nos equivocamos en ese aspecto. Ya veremos.

La verdad es que lo que ha dicho es algo peculiar
¿Aceite de oliva? ¿eh? pero que dishe eshta? Pero lo cierto es que le ha salido bien. Y lo importante es que se agradece. Mucho. Aunque el pan lo hacemos en casa con harina, agua, levadura, un poco de masa del pan de ayer, y sólo en grandes dias, con sal.

— Pues adelante, compañeros ¡Hagamos marcha, y vayamos siguiendo el camino! Y dado que tenemos que recuperar el tiempo perdido, diría que lo mejor es que el más LENTO sea el que vaya el primero. Sep, así nadie queda atrás — digo recordando un libro que leí una vez, acerca de estas cosas.

Caleb se dio por aludido y se encaminó delante del grupo por primera vez, con una sonrisa amarga debajo de la nariz. En realidad no caminaba mas lento que el resto pero la sensación así lo hacía creer, iba renqueante con el bastón y cojeaba ligeramente de la pierna derecha.

Iba atento a su alrededor y de vez en cuando aprovechaba el bastón para pinchar cualquier cosa que le pareciera sospechosa.

Ya iban dos veces que Luthica decía cosas de las que Morwen no tenía la menor idea. Se preguntó si sería algo del Último Círculo de Altair. Allí debían conocer artilugios y comidas que en el resto de círculos ni podrían imaginar. Si tenían algún momento de descanso, le preguntaría a Luthica para saciar su curiosidad.

Echó a andar tan pronto como empezó a hacerlo el resto, intentando ir a buen paso para hacer que el ritmo del resto no decayese.

Las puertas se están abriendo ya pues el sol comienza a despuntar y la actividad de la ciudad ya comienza a ser evidente. El grupo sale de la zona amurallada a campo abierto, con Caleb a la cabeza. Aunque parece estar haciendo cosas muy extrañas con el bastón. Es como si sospechase de todo lo que hay en el camino. Un camino como cualquier otro. Con campos de cultivo a lado y lado. 

Por suerte, lo que llama la atención no es Caleb, si no el grupo en sí mismo. Es un grupo variopinto y compuesto por miembros de razas diferentes. Pero, sobre todo, uno de ellos lleva una armadura completa... como si se dirigiese a la guerra. Los campesinos no tardan mucho en volver a sus quehaceres y se dedican a cuidar del campo y sus cultivos.

Frente al grupo, el camino está despejado y solo muestra la actividad normal de un día normal. Alguna que otra carreta y gente de pueblos cercanos que quieren hacer alguna compra en la capital.

Gemnir observó que el grupo empezaba a ponerse en movimiento y él hizo lo propio, echándose el pesado martillo a un hombro y llevándose un pedazo de desayuno a la boca con la otra mano. Su paso no era tan rápido como el de las razas de piernas más largas, pero mientras mantuvieran un ritmo tranquilo podría seguirlo sin problemas. Además, por él como si se pasaban el día caminando. Los enanos no serían rápidos, pero sí eran resistentes.

Al final no habían tomado una decisión respecto a quién lideraría la expedición, pero todo parecía apuntar a que Luthica iba asumiendo poco a poco ese papel de forma natural. Bien por parte de Gemnir. Así sabría a quién dirigirse en busca de órdenes claras si las cosas se ponían feas.

—Bonitos ejemplares —comentó sobre los burros de Lakara cuando esta pasó a su lado con ellos.

Erik andaba con el paso constante y seguro del que está acostumbrado a las largas caminatas. Aunque seguramente podría haber ido más deprisa sin cansarse demasiado, no tenía mucho sentido sobrepasar al resto del grupo, así que sabía que lo mejor era mantener un ritmo que los más lentos entre ellos pudieran mantener.

-Si alguien necesita ayuda con su equipaje, aún podría llevar algunas cosas más sin problemas-Se ofreció. Después de todo, él viajaba ligero y no tenía muchas cosas propias.

Ahora que ya estaban en marcha, quizás era hora de empezar a hablar de lo que iban a hacer una vez que llegaran al bosque. Después de todo, apenas habían tenido tiempo el día anterior.

-Sé que no tiene sentido planear mucho sin saber lo que nos encontraremos, pero quizás deberíamos hablar más de lo que puede hacer cada uno. Creo que yo ya dije que trabajo como guardabosques. Si se trata de movernos por la espesura, de defendernos de animales o incluso personas que nos ataquen, o cazar la comida, poner algún emplasto o hacer un té de hierbas si alguien se pone enfermo,  algo podría hacer. Estoy acostumbrado a pasar días en el bosque y tener que valerme por mí mismo. Pero no sé nada de magia, ni conozco gran cosa de monstruos, duendes ni brujas. ¿Alguno de ustedes tiene conocimientos de esas cosas?

En realidad, alguna idea se había hecho Erik sobre algunos de ellos con lo que habían hecho y dicho el día anterior, pero otros eran aún una incógnita, como Caleb, con el que apenas había tenido tiempo de hablar.

- Eres muy amable Erik. -Comentó mientras se giraba y se detenía un momento para además asegurar que no se alejaba mucho del grupo-. Yo no tengo ningún conocimiento sobre eso -continuó a la par que se recolocaba la mochila sobre los hombros-, pero soy bastante útil si es necesario vigilar y defender nuestro campamento de seres no bienvenidos. Tampoco se me da mal rastrear cosas. Y el arco. El arco es mi mejor amigo. -Echó la mano a la espalda, dándole un par de toquecitos al arma con la mano.

Al parecer era la única que había llevado montura pero, lejos de sentir culpa, se sentía cómoda y conforme a lomos de Nair mientras iniciaban camino hacia aquel crudo destino. No sabía lo que les iba a esperar pero prefería entrar en combate con el culo lleno de ampollas antes que con las piernas cansadas, algo que evidentemente sucedería si debía seguir el ritmo de los piernas largas.

- Son fieles y buenos - le respondió al enano en cuanto se situó a su lado -. Pero no demasiado blandos - se quejó un poco, una queja estúpida teniendo en cuenta que iba sobre una silla de montar, pero no era más que una broma dirigida hacia su montura, una que obviamente ésta no comprendió. Los burros y su poco sentido del humor. Y ahí hubiera terminado su intento de socialización si no fuera porque Erik parecía dispuesto a entablar una conversación que parecía una segunda parte de aquella presentación efectuada hacía horas en la taberna -. Soy sanadora así que si os estoy muriendo, soy vuestra mediana favorita en esta excursión. Por lo demás, conozco los bosques en general, sé cazar y me defiendo bien con una cerbatana. Y hasta ahí mi dechado de virtudes.

-¿Qué hay de usted, señor Gemnir? Quiero decir, que cuando se unió al grupo, mencionó que sabía cosas sobre el bosque, pero nunca llegó a decirnos cómo llegó a saber las cosas que sabe. No quiero inmiscuirme en sus asuntos, pero, bueno, puesto que tendremos que entrar pronto, y ahora tenemos tiempo, ¿quizás podría contarnos su historia con más detalle?

Por lo que sabía, la gente que había entrado en el bosque no habían tenido un buen final. No estaba seguro de si le estaba pidiendo a Gemnir remover recuerdos dolorosos de alguien que había conocido o si se trataba sólo de los cuentos que su abuela le contaba al calor del fuego, así que no se sentía exactamente cómodo preguntando. Pero después de todo, entrar al Bosque no era un paseo de placer, y si querían salir tan enteros como habían entrado, era mejor saber todo lo posible.

El resto se ha adaptado rápidamente y están hablando entre ellos. Es bueno, pero hay un problema: Ya hemos compartido lo que sabemos ¡Y esto no nos dará información nueva!
Conforme vamos haciendo la marcha, procuro no alejarme demasiado del grupo. Lo que si hago es algo que llevo haciendo desde que tengo uso de razón: Me fijo en los viandantes. Las gentes que vienen a la ciudad, y sobre todo me fijo en la ruta desde donde provienen.

¿Por que hago esto? Porque busco con especial interés a los que estén viniendo desde la zona de los bosques. Y si veo alguno que venga recorriendo esa senda, intentaré acercarme, y entablar una amistosa (y breve) conversación

— Muy buenas, las vuesas mercedes. Por lo que veo, vienen a nuestra capital nada menos que cruzando el bosque. Se hablan muchas leyendas sobre él, y no pocos vuelven ¿Habeis tenido alguna precaución especial al viajar? ¿Alguna que queráis compartir con unos viajeros que tendrán que cruzarlo ahora?