Partida Rol por web

Era un salto ridículo pero las proezas atléticas le daban pánico a la oráculo. Se preparó y ensayó mentalmente los pasos a dar. Se lo pensó y se lo pensó hasta decidirse por fin. Cogió carrerilla y saltó.

Sus compañeros se reunieron con él, preparados para continuar la búsqueda. Solo quedaba el jefe y serían libres de explorar la torre a su antojo.

Una nueva trampa les cortaba el camino. Un pequeño agujero en el suelo. "Nada preocupante para un Gnomo atento" Se dijo mientras se preparaba para el salto. Sus cortas piernas no le hacían el tipo más atlético.

Una vez al otro lado, tomó de nuevo la delantera. En silencio y con los ojos bien abiertos. Podría haber más sorpresas como esa. O peores...

Habría que buscar algún tablón o cosa resistente para ponerlo y tapar el hueco: si tenemos que retroceder por aquí a la carrera nos lo vamos a comer, dijo Alyssa.

Drabeorn pegó un salto casi sin pensarlo, aprovechando la luz que emitía Ethelwyn para iluminar el suelo traicionero.

- Bah, dejémoslo como está.- dijo el bárbaro ante la sugerencia de la paladina.- Esta vez no pienso huir de ese osgo asqueroso.

Abroshtor toma algo de carrerilla antes de saltar por encima de las ramas y aterrizar al otro lado... momento en el que oís un chasquido metálico y el gemido de dolor de vuestro compañero.

Ocultada maliciosamente entre los escombros al otro lado del hueco, las mandíbulas oxidadas de una vieja trampa para oso muerden con fuerza la pierna del gnomo, haciendo resonar sus gritos por la sala.

Tardáis menos de un suspiro en saltar al otro lado, y usando vuestras armas a modo de palanca, conseguís forzar la trampa lo suficiente para rescatar a Abroshtor. Es evidente que Grulk se ha tomado muchas molestias con vosotros.

Tras atender la fea herida, retomáis el ascenso escaleras arriba, hasta que asomáis la cabeza a un último pasillo, al final del cual os espera la ya conocida puerta con aspillera.

Un fuerte dolor le subió por la pierna nada más aterrizar. -Cabrón!- Dijo mientras sacaba uno de sus frascos. Un líquido azul turquesa vibró y pareció cobrar vida con el simple contacto de su mano. Se bebió hasta la última gota, lo que hizo cerrar levemente su herida. -Vamos. Le voy a meter por el gaznate todos mis juguetes.- Dijo en tono sombrío. 

Mierda, creo que nuestro intento de sigilo ya no tiene sentido. Viendo la fea herida y la reacción airada del gnomo, rápidamente se apresura a saltar tratando de no caer encima de él. Cogiéndole de los hombros mientras el gnomo ya está rebuscando en sus pertenencias algo para curarse, le retira un par de escalones arriba, para dejar sitio a que los demás sigan saltando. Saltad, rápido! Abroshtor está malherido!

Pero el gnomo demuestra enseguida que no necesita de los cuidados de nadie. Encontrado un frasco en su equipaje, se lo traga, y la herida empieza a cerrarse de inmediato.

Una vez el gnomo se ha curado con uno de sus brebajes, cosa que causa la admiración del semiorco, Druul aboga por seguir adelante. Vamos, y volved a preparar el escudo. Si la puerta está cerrada, habrá que echarla a tierra.

- ¡Abrosthor! ¿Estás bien?

Por suerte, el gnomo estaba lleno de recursos y enseguida pudo recuperarse mágicamente de aquella fea herida. Los ánimos de Drabeorn se iban inflamando por momentos.

- Hijo de perra... Vamos, acabemos con ese malnacido de una vez.

-Abroshtor! Espera que te curo! -dijo la oráculo

Pero, en el tiempo que le llevó cruzar la grieta de un salto, el gnomo ya se habúa curado con una de sus pociones, así que no fue necesario el uso de sus poderes. Al comprobar que estaba bien, se quedó a la expectativa del plan a seguir con el arco cargado en la mano.

-¿Quien taponará la aspillera mientras abroshtor fuerza la cerradura? Drabeorn?

- De acuerdo, dejadme un escudo, yo me encargo de tapar el agujero.- asintió el bárbaro, pasándose el espadón a una sola mano.

-Tened cuidado.- Dijo el Gnomo casi recuperado de sus heridas. -Sin duda habrá más trampas.- Abrió los ojos e inspeccionó la puerta antes de abrirla.

Avanzando por el pasillo parapetados tras los escudos de Drabeorn y Alyssa, no tardáis en oir la voz ronca de Grulk al otro lado de la puerta: -Ja! Sabía que seríais vosotros, ratas asquerosas! 

Aunque no la veis, oís como una flecha surca el aire y golpea contra los escudos. -¿Qué os ha parecido mi recibimiento? He oído desde aquí algún que otro alarido... habéis venido a por más? - Una segunda flecha sobrevuela vuestras cabezas mientras avanzáis. 

Al llegar a la puerta, Drabeorn bloquea con el escudo de Dynah la aspillera, mientras le hace una señal a Abroshtor. Éste, tras examinar la puerta y echar mano de sus herramientas, acciona la cerradura... tras unos segundos, asiente sonriente.

Al otro lado, Grulk ha dejado de hablar...

Dynah alargó la mano hacia su escudo. A Drabeorn no le iba a hacer falta. La oráculo estaba ansiosa por lo que se encontraran al otro lado de la puerta. Una emboscada, seguro y, ¿Quién sabe si alguna trampa más?

-Detrás de vosotros -dijo 

Al ver que la puerta cedía a las ágiles manos del gnomo, Drabeorn se apresuró a soltar el escudo de Dynah. Empuñando a Ethelwyn con ambas manos, le dedicó una sonrisa feroz al osgo.

- Hola, Grulk.- dijo lentamente, remarcando cada sílaba.

Drabeorn avanza hacia el interior de la sala, donde la luz pulsante del núcleo de la espira ilumina varias dianas de práctica colgadas en el muro sur.

Al este, al otro lado de la sala, Drabeorn se encuentra con la mirada de Grulk, que muestra sus amarillentos dientes mientras mantiene tensado su arco en dirección al bárbaro - Hola, escoria humana... - le replica.

[color=#00AA00](Ready action)[/color] El osgo libera la tensión acumulada, y la saeta cruza veloz la sala... Drabeorn apreta los dientes mientras parte el asta que sobresale de su pecho...

Como otras veces, con un ápice de reacción más rápido que el resto, Druul penetra en la estancia y, dejando el paso franco a los demás, maldice al osgo con una ira interior que no había sentido hasta ahora. Tu suerte ha acabado grandullón, hemos vuelto para vencerte y liberar al mundo de un matón como tú!

Drabeorn partió el astil que sobresalía de su pecho y gritó con rabia.

- ¡Argh! ¡¡Bastardo!!- gritó, y cargó con el espadón por delante como si se tratara de una lanza.

La rabia acumulada después de tanto tiempo imprimió tal velocidad a las piernas de Drabeorn que el osgo no tuvo tiempo de reaccionar. Apenas si pudo bajar el arco para intentar defenderse, un acto inútil pues Ethelwyn se clavó profundamente en su estómago.