Partida Rol por web

Interesante giro de acontecimientos. Sentado como un ciudadano ejemplar, Druul evita mirar en lo posible a la líder de los caballeros, hasta que menciona a Tarrin Dars. Inconscientemente también mira a Draeborn. Ambos han visto algunas de las ejecuciones sumarias de los supuestos miembros de esa banda, y la virulencia con que se revuelven contra los guardias.

Gente peligrosa. Sin embargo, el trato es francamente atractivo. Ellos iban a profundizar en las ruinas de todas formas, si con ello consiguen un acuerdo mejor... bienvenido sea.

Pendiente de Dynah, en el momento en que la oráculo pasea su mirada por el grupo, Druul asiente casi imperceptiblemente, mostrando su acuerdo, para que proceda.

La cosa cambiaba radicalmente.
Cuando la mujer pronunció el nombre de Tars, cruzó la mirada con Druul. La cosa era seria, desde luego, pues ya habían visto la dureza con la que se castigaba la pertenencia a esa banda; los integrantes debían ser, cuanto menos, peligrosos.
- ¿Veis por lo que hay que dejar hablar a la gente? - dijo, dando una palmada en la mesa.

- A ver si lo entiendo... - Drabeorn se mesaba la barba, pensativo, mientras se incorporaba en la silla. - Nos estás pidiendo que hagamos lo que de todas maneras íbamos a hacer, pero además, ofreciéndonos un beneficio... Si no es una broma, estoy de acuerdo.

Su habitual tono jovial volvió al escuchar la nueva propuesta. Si bien veía el cobro de semejante impuesto algo injusto, los nuevos números pasaban a ser más "aceptables". Además, tenían intención de bajar de todos modos. Las ruinas tenían mucho que ofrecer a aventureros avispados. Como ellos...

-Me parece bien.- Mostró su punto de vista en común. Aunque pensándolo mejor seguía siendo el dinero que elllos mismo encontraran su recompensa por hacer aquello. "Malditos Caballeros y sus Leyes!" Era lo único que podían hacer.

Dynah atendio a las reacciones de sus compañeros y se limito a encogerse de hombros y aceptar:

-Esta bien. Esta bien adentrarse alli sabiendo con lo que nos vamos a encontrar. Aceptamos el trato.

Si todos estaban deacuerdo no iba a llevarles la contraria, además así por lo menos los caballeros les dejarían en paz. Decidido entonces, ¿Que tal si ese permiso se convierte en oficial? ¿Sin supervivientes entiendo? O tal vez una suculenta recompensa si traemos al jefecillo vivo.

- Jajajaja...- rió la mujer sonoramente al escuchar las palabras de Cenariel. - Está claro que si cumplen con lo estipulado recibirán una bonificación. No piensen que los integrantes de la Orden de las Picas somos meros saqueadores. Somo personas justas que deseamos que la ley prevalezca en nuestro territorio. Si ustedes cumplen con la misión, la Ciudadela* les estará muy agradecida- dijo con tono agradable - Pero no se confíen... esa banda es peligrosa y creo que su líder, es algo más de lo que en un primer principio se pudiera creer...- añadió de forma admonitoria. 

-Entonces, está decidido.- Concluyó. -No perdamos más tiempo...- No tenían que abonar el 30% obtenido hasta ahora, solo acabar con el bandido y su banda. Se dirigió a la mujer. -¿Algo que añadir Lord-Comandante? Supongo que nos habréis contado todo lo que sabéis de ese bandido...- No quería pasar ni un segundo más en presencia de aquella mujer. Era grande y le ponía sus cabellos morados de punta. Se mesó las cejas para aplacar los nervios.

La mujer asintió a las palabras del gnomo. - Le he hecho partícipes de todo lo que sé. Si deciden marchar hoy, nadie se lo impedirá. -añadió sin ánimo de retrasar más al grupo.

Bien pues... ya nos íbamos, no? Susurra Druul casi sin mover la boca. Ahora mismo casi prefiere reencontrarse con Gorloth que seguir con tantos caballeros juntos.

Tras el inesperado encuentro con Audara Drovust, el Lord-Comandante de Fuerte Inevitable, el grupo partió nuevamente con destino a la gran espira de color malaquita. La charla con la líder de la Orden de las Picas, los instaba a buscar al tal Tarrin Dars, al parecer el cabecilla del grupo de forajidos que asolaba la región conocidos como "Los Astillas", pues si eran capaces de darle caza, las ventajas económicas que obtendrían con la Ciudadela no serían algo para escatimar. Aun así, algo les decía a los exploradores del Capitel, que dicha empresa holgaría de peligros a cada paso de su camino...

Caminaban  una vez más guiados por los instintos de Drabeorn, el implacable guerrero bárbaro del Clan de la Crin de lobo. Los campos estaban nevados, pues en aquellos días cercanos al invierno, las primeras nevadas ya despuntaban por aquella región. De repente, mientras transitaban por un paso delimitado por unas colinas cubiertas de nieve y hielo y un frondoso bosque capotado por un manto blanco de polvo gélido, el ruido de traqueteo alertó al grupo...

Miraron a un lado y a otro y de los árboles emergieron las figuras de unas criaturas antaño muertas. Sus cuerpos desprovistos de carne, dejaban expuestos sus amarillentos huesos, únicamente cubiertos por los restos de jirones de ropa y armaduras oxidadas y destartaladas. Aquellos esqueletos andantes, se acercaban al grupo con intenciones aviesas, mientras en el hueso frontal de sus cráneos, se grababa un símbolo por todos conocidos...

La Calavera Coronada.

Dynah iba pensando en todo lo acontecido con la Lord-Comandante cuando, de los árboles, surgieron varios miembros de la facción que de verdad debía de preocuparse, los no- muertos de la calavera coronada. Su hedor y su maldad la golpearon con violencia y en seguida sintió su adrenalina dispararse. Había que devolver aquellos cuerpos a su descanso eterno cuanto antes.

Cenariel caminaba tranquilamente con las manos el las axilas quejandose del frio y la luz, soltando improperios con cada resvalón. Cuando llegaron los no muertos echó mano a su estoque.

Bien, ¡venid bastardos! ¡Es una pena que no pueda destriparos!

Se adentraron en el nevado bosque tratando de alcanzar su destino.
De pronto, algo se movió entre el follaje. Un nutrido grupo de esqueletos armados se aproximaba con intenciones claramente hostiles.
Drabeorn gruñó un aviso a los compañeros para que estuviesen alerta mientras su mano viajaba rauda hacia el acero que pendía de su hombro.

"Reactivos y reagentes no combinan bien." Pensaba en la mezcla que no había funcionado en su última prueba. La nieve comenzaba a posarse en sus cejas, tornándolas blancas. "Un poco más de azufre podría estabilizar el compuesto. O hacerlo más inestable y volátil." Sonrió ante el posible descubrimiento y sus consecuencias. Lo probaría. Dejo aparcados sus pensamientos al escuchar  el movimiento de sus compañeros. Miró a su costado y vio los esqueletos avanzando, casi los habían rodeado. -Oh!- Exclamó. Los había visto demasiado tarde...
 

El combate estaba servido. Casi sin tiempo para suspirar, aquellos seres óseos se abalanzaron sobre Los Exploradores del Capitel, descargando toda la furia que llevaban en su interior. Drabeorn, que abría la marcha contempló como un par de aquellas criaturas caían sobre él, superando sus defensas por dos ocasiones ocasionando grandes y feas heridas en sus recias carnes. Por su parte Cenariel intentaba averiguar contra qué demonios se enfrentaban, pero incapaza de hallar respuesta, vio como una de aquellas armas oxidadas superaban sus defensas, hiriéndola en el hombro de una forma muy molesta. Druul también tuvo que pelear con un par, pero antes de que consiguieran lastimarlo, el brujo lanzó un ataque que falló estrepitosamente.

Finalmente la retaguardia, cerrada por Abroshtor, se vio sorprendida por aquellos seres, y el alquimista no pudo evitar ser golpeado por aquellos esqueletos.

Aquellas condenadas criaturas habían logrado abrir brecha en la acerada defensa del bárbaro.
Lanzando un gruñido de dolor cuando las herrumbrosas hojas le perforaron la piel, se preparó para responder a semejante afrenta.
Transformando el daño recibido en pura ira, su boca esbozó una mueca siniestra al tiempo que sus dedos se cerraban con férrea fuerza alrededor de la empuñadura de Ethelwyn.
Drabeorn hizo acopio de toda su fortaleza y descargó un tremendo golpe sobre el esqueleto que con tanta perversidad había embestido contra él.

Dynah sintió como el terrible desprecio que aquellas criaturas causaban en ella se convertía en piedad y sintió cómo su espíritu se elevaba. De repente, aquello se convirtió en algo más que una metáfora, cuando su cuerpo entero comenzó a irradiar una brillante luz que pulsaba por salir de su cuerpo. 

Dynah sintió cómo se había convertido en una receptáculo de la mismísima fuerza vital que alimentaba su poder y, en aquella forma energética, camino a través de Cenariel, inundándola con su poder curativo.

¡Serás cabrón! Cenariel gruñó furiosa. Sabía que esa cosa no se enteraba de nada, y además le daría igual, pero gritar le ayudó a paliar un poco el dolor. Estiró el brazo y de un resorte en su muñeca salió una varita magica que activó al momento.

Con su conjuro defensivo activo se sentía más segura, por lo que se alejó del esqueleto que tenía delante y saltó hacia atrás, retorciendose después entre los tres esqueletos restantes mientras desenvainaba. ¡Yo aguanto a estos tres, ayudad a dynah!

Cenariel cubrió su flanco con actitud decisiva. El Gnomo no era especialmente bueno en el combate cercano, por lo que optó por recular unos pasos y colocarle mejor.

Dio una voltereta hacia atrás para evitar el ataque del esqueleto. En su nueva posición podía ayudar a ambos flancos. Sacó una de sus esferas de cerámica y cebó el artefacto con un poco de esencia arcana. Con un tiro bombeado, la lanzó contra el esqueleto frente a Druul, con el efecto necesario para que ni él ni Cenariel quedaran impactados por la salpicadura de fuego.

Drabeorn actuó con rapidez y desenfundando a su amiga Ethelwyn, propinó un mandoble terrible que descoyuntó a la osamenta que tenía delante. A la vez, Dynah lanzó un hechizo sobre la elfa, restañando las heridas que uno de los enemigos le había provocado. Acto seguido, Cenariel, con renovadas fuerzas extrajo una varita de una funda que ocultaba bajo la muñeca y tras realizar una acrobacia, descargó el hechizo de la misma envolviéndola en un escudo esférico de tonalidad azulada. A su vez, Abroshtor consiguió zafarse del esqueleto que le hostigaba para lanzar una de sus bombas, pero esta vez erró en el tiro.

La bomba cayó a los pies del gnomo, que a pesar de no afectar al bueno de Druul, como era su intención, le quemó algo la bota al intrépido alquimista...

La irrupción de la oráculo junto al bárbaro, hizo que las criaturas no-muertas descargaran toda su furia sobre Dynah. Por suerte, la mujer consiguió escapar indemne, al igual que Druul y la bella Cenariel, que gracias a sus protecciones mágicas y su destreza en el combate, evitó lo que podía ser un escarnio.