Partida Rol por web

Gustavo estrechó la mano del dependiente con una nueva sonrisa amable. 

- Gracias por todo... espero la llamada del señor Durás. Por favor, entienda que es urgente. Solo eso. Que pase un buen día.

El agente comenzó a caminar hacia la salida no sin antes echar un vistazo a la tienda. Ese tipo de lugares le ponían nervioso. Tan abarrotados de cosas por todas partes... con la sensación de tirar algo caro al suelo solo con girar un poco el cuerpo dónde no debía.

Él y Aldara caminaron por la acera y cruzaron la calzada para situarse justo enfrente del comercio. Desconocía si desde allí podría ver el interior de la tienda pero intentaba encontrar un lugar desde el cual poder tener cierta visual. De ese modo, si el dependiente se movía poder tenerlo controlado. Si hacía una llamada justo en ese momento poder verlo... ¿de nuevo paranoia?

- La tengo, pero no se preocupe, sé que le cuesta contenerse, es joven aún... le sonreí levemente, puesto que no se me daba especialmente bien mostrar una sonrisa cálida, pero algo ayudaría ...esperamos la llamada del señor Durás seguro que algo de ayuda nos podrá prestar.

Desde el otro lado de la calle Gustavo veía parte de la tienda. El muchacho se quedó un rato mirando la tarjeta y luego la dejó a un lado para continuar con lo que estaba haciendo: clasificar aquella porcelana.

Casi al momento vieron como Angel y Guillermo salían del callejón y cruzaban la calle para encontrarse con ellos.

Montalbano se subió al coche en la parte del copiloto y miró a los demás a los ojos.

—Bueno ¿qué? ¿habéis sacado algo en claro?— preguntó mientras extraía el teléfono de su chaqueta. —Nosotros hemos encontrado algunas cuantas pruebas. Pero creo que todo circunstancial, nada concluyente... ni que decir que la forma de obtenerlas ha sido completamente ilegal. Necesitamos encontrar la forma de entrar ahí con orden y que las cosas esten tal como las encontramos. No obstante algo que me dice que este esta en el ajo, pero que no es el que estamos buscando... no sé. ¿Tú como lo ves Gutierrez?

Mientras decía esto tecleaba en el grupo de whatsapp de la investigación.

- Una casa de catálogo de Ikea. Otra más. - dijo a los dos compañeros que habían salido de la tienda en el momento que se reunieron en el coche.

En ese momento abrió los ojos y se dio un golpe en la frente, gruñendo una maldición.

- Mecagüenlaputa... Cortés, supongo que no os habréis fijado si la tienda tenía un sótano... - Montalbano y él no se habían dado cuenta de indicárselo a los otros dos con las prisas al reunirse. - Entra con cualquier excusa, no sé, dejarle el número de la oficina o cualquier cosa, y echa un ojo.

Miró a Montalbano y propuso una segunda idea que supuso que le motivaría más a su compañero.

- O entramos nosotros con la excusa de que les estamos buscando a ellos...

Aldara pensó en la vista que había tenido del local, la puerta de los baños, la vivienda y entonces recordó la última puerta...- Creo que había una puerta al fondo tras el mostrador, diría que era una trastienda o algo similar, supongo que está separada de la vivienda de algún modo, ¿podría ser eso lo que buscais?... tras una pausa ...supongo que puedo de alguna forma darle conversación de ese libro de raritos para distraerlo, parece picar en ese tipo de trampas.

Guillermo giro su cuello intentando aliviar la contractura que empezaba a encajarse en sus cervicales.

—Me jode hacer de pepito grillo, pero no me gusta la idea de que volvamos a entrar ahí sin una orden— dijo con tono preocupado —Si este es... y puede que lo sea, estamos jugando con fuego y al final le vamos a dar la salida burocrática—

—Pidamos la orden. Tenemos suficientes indicios cómo para al menos revisar el local del arriba a abajo si sospechamos que puede estar relacionado con un asesinato múltiple. Y entonces veremos lo que encontramos en ese sótano.

—Por mi parte nos quedamos aquí vigilando que nada entre ni salga mientras llega esa orden.

Cortés torció el gesto en un mohín de fastidio.

- No... la verdad es que no parece que haya ningún sótano allí adentro. Y si lo hay y si en ese sótano hay "algo" - el gesto de las comillas en el aire con los dedos dotó a la palabra de un aire absurdo y macabro - no creo que la entrada esté debidamente señalada. Ahí dentro hay toneladas de trastos... muebles, burós, esculturas, alfombras... Igual es algo típico pero la entrada al supuesto sótano podría estar oculta fácilmente.

Gustavo se apartó las gafas y comenzó a masajear el puente de su nariz en un gesto típico de cansancio y embotamiento.

- Discrepo... - puntualizó a la premisa de Montalbano. - No hay motivos para una orden. Habéis entrado ahí sin permiso y todo cuanto tenemos no deberíamos tenerlo. Ni fotos, ni el tipo de papel que, por cierto se compra en cualquier tienda de artes plásticas... nada. No creo que nos la den pero voy más allá... si lo de que esta gente tiene a alguien dentro del cuerpo implica que si pedimos la orden estaremos levantando una liebre que prefiero no levantar. Por lo que se refiere al tipo le hemos lanzado un anzuelo que no podrá obviar. Le hemos dicho que tenemos el códice y que queremos entregárselo para que lo examine. No podrá negarse. Mientras, deberíamos volver Gil, el descenciente de Ablaneda que, de hecho, es el propietario de sus escritos. Podríamos leerlos y ver a dónde nos lleva eso. Durás vendrá a nosotros. 

- Me paso el permiso por el forro de los cojones. - espetó Gutierrez dando un manotazo al salpicadero.

Sacó su libreta y la abrió por el final, revisando los teléfonos que tenía apuntados.

- Agraman dijo que tendríamos lo que necesitamos, ¿no? - asintió a Montalbano. - Si hace falta diremos que uno de los yonkis creyó escuchar que uno llamaba al otro Durás, eso junto la entrevista a Gil y algo de presión del jefazo nos dará para una orden de registro.

Miró a lo otro tres, listo para hacer la llamada.

- Nos aseguraremos que la orden indique toda dependencia con conexión directa a la tienda y tendremos acceso al piso y al sotano.

Cortés dio un respingo ante la reacción de Gutiérrez. El cansancio, el estress y aquella situación que se alejaba cada vez más de cualquier caso con el que se hubieran podido topar antes estaba haciendo mella. 

- Sea... - concedió mansamente. - De todas formas necesito investigar paralelamente el asunto con Gil. Tengo... no sé... un pálpito malo en ese sentido. Ese tipo, Durás, sabe que Gil tiene el códice y me da que el chaval pueda estar en peligro. De acuerdo con que no es para Durás una información nueva pero... aún así.

El agente miró en derredor de forma interrogativa.

- ¿Nos separamos de nuevo? Si queréis puedo llamar a Patricia para que se venga conmigo. Quizá sea más recomendable que os quedéis aquí los tres a montar guardia. Sobretodo teniendo en cuenta que hay varias entradas al inmueble.

Guillermo cogió de inmediato el móvil y marcó al juez Santos Vijande, un viejo conocido, mientras asentía con la cabeza a sus compañeros. Caminó unos pocos pasos por la acera para obtener algo de intimidad y esperó a que se lo cogiera. En una conversación breve le puso al tanto de lo necesario. Necesitaba esa orden cuanto antes.

Gutierrez, con su móvil en la mano, esperó a que Montalbano terminara la llamada para si ver si tocaba llamar a Agraman o el viejo policía conseguía lo que necesitaban.

No le costó demasiado a Montalbano que el juez aceptase su petición. Al parecer Agraman había hablado ya con varios de la judicatura explicando la gravedad del asunto. Punto a favor del nuevo jefe: cumplía lo prometido. Aún así tardarían unas horas en tener la orden, pero ya podían ir preparándolo todo para un acceso al piso a media tarde.

Después de tantos obstáculos, de tantas paredes, de tantas vueltas y recovecos parecían tener un objetivo.

Sin embargo Gustavo continuaba preocupado por Gil. Miró de nuevo el reloj: el muchacho estaría a punto de salir de su trabajo.

—¡Cojonudo!— Les gritó Montalbano volviendo hacia ellos —Ahora queda que nos la traigan—

—Yo me pienso sentar aquí a comprobar que no salga ni entre nada de ese edificio sin que nos demos cuenta— comentó antes de que nadie añadiese nada. —Pero vosotros no tenéis por que quedaros aquí— matizó mirando a Cortés.

—Tengo entendido que tenéis al gallego de camino y al crio este que aún nos puede revelar más cosas— continuó —Si queréis marcharos. Con dos patrullas que nos ayuden a la hora del registro valdrá. En cuanto encontremos pistas llamamos a la científica y se monta aquí la de cristo. Espero que para esa hora ya estéis libres y podáis acompañarnos.

- Buscaré un sitio desde el que tener controlado el callejón. - dijo Gutierrez a Montalbano, dejando claro que él no se iba a ningún lado.

Descendió del coche mientras encendía un pitillo y se disponía a buscar un sitio discreto desde el que poder ver la salida del callejón.

- ¿Llamadas de control cada media hora? - coordinó con Montalbano.

Cortés suspiró pesadamente. Las esperas siendo policía se hacían pesadas. Y más cuando había tanto en juego. Pero el anticuario ni aparecía ni se sabía nada de la orden de registro. Simple y pura espera.

- Pues yo me voy. - atajó sin contemplaciones. - He quedado con Gil en su casa y aquí ya sois tres. En cuanto haya movimiento nos llamamos y... Aldara, te doy un toque luego y, en función de la hora vamos a ver a Isolino esta misma tarde o, a más tardar, mañana a la mañana.

Mientras hablaba Gustavo extrajo del bolsillo de su chaqueta su teléfono móvil y llamó a Patricia Monteros.

- Pato... ¿me vienes a buscar? Te llevo de parranda.

Gustavo se despidió de sus compañeros mientras llamaba a Patricia.

Guillermo y Aldara se quedaron en el coche. La orden tardaría unas horas pero ellos no pensaban soltar la presa mientras esperaban por la misma. Por su parte Ángel se bajó del vehículo y se sentó en una cafetería cercana para pedir un carajillo en su terraza. De momento podía controlar desde allí sin problema la única entrada y salida del callejón.

Ahora era cuestión de tener paciencia...

Aldara suspiró sin poder tomar nada, mientras su compañero parecía estar tranquilo con su carajillo. Guillermo era más la apariencia de ese policía que por el humo que le salía de la boca se camuflaba dentro del coche a la espera, quitándome a mí bien pensado, me sonaba a que todos mis compañeros eran el estereotipo de una novela policiaca de los años 50, la mujer policía era si acaso la que desentonaba en todo esto.

El grupo mantenía la vigilancia del local. Había pasado una hora y media desde que Patricia y Gustavo se habían ido. Era pronto para tener noticias de ellos y, al parecer, también pronto para recibir la orden judicial.

Y mientras pasaba el tiempo algo sucedió. Eran las 16:15 y las tiendas permanecían cerradas pero un individuo se acercaba cojeando, apoyado en un bastón, a la puerta de la tienda de antigüedades. Gutiérrez levantó un periódico que leía mientras no perdía detalle. Los otros, en el coche, observaban también la escena.

El hombre era alto y delgado, debía rondar los cincuenta años y tenía un aspecto de dandy inglés, vestido con un abrigo largo y un traje con pañuelo al cuello. Su rostro, enmarcado en un abundante pelo grisaceo, era agradable pues la edad se había portado bien al distribuir las arrugas, dándole un aspecto que se podría adjetivar como interesante. Se apoyaba en un bastón negro con la cabeza de un lobo plateada como mango. Y cuando estuvo frente a la puerta de la tienda rebuscó en el bolsillo de su abrigo para sacar un manojo de llaves mientras apoyaba el bastón en la reja.