Partida Rol por web

 Tras dejar el arma del Vanir en su mano, decidí que nos reuniéramos con nuestro compañero, esperando que los guardias no nos causasen molestias.

El dios sombrío y gris de los cimmerios no conocía la piedad, ni concedía favores a sus hijos. Sin embargo en ese momento de venganza, tal vez Crom se había permitido a si mismo una sonrísa.

Justo cuando termináis con el tuerto y váis a salir, entran en el establo cuatro guardias. Detrás de ellos va Geir el herrero empuñando su martillo.

Uno de los guaridas, casualmente el que os quitó las armas en la puerta os señala y grita:

-¡Ahí están esos perros! Niord está muy furioso, me váis a buscar la ruina, malditos hijos de puta.

Entonces se dan cuenta de la carnicería. El cadáver está irreconocible, pero Geir alcanza a distinguir la melena pelirroja empapada en sangre y salpicada de sesos.

- ¡Fíjate, Hursa! ¡El encapuchado es un vanir!Su compañero el del pelo blanco decía la verdad.

Furioso como estaba, no iban a aplacarle las palabras de un guardia Aesir de poca monta

-Te lo dijimos, bastardo, si no nos hubieses quitado las armas, no se hubiese provocado este escándalo, además, es culpa tuya que se hayan colado 4 vanires en la aldea, ya que estabas de guardia ¿y encima nos insultas, maldito idiota?-

Kellen escupió de nuevo en el suelo con rabia y avanzó hasta encararse con el aesir , a un palmo de su cara

-¿Donde estaba la guardia mientras hacían de las suyas estos chacales pelirrojos? ¿bebiendo hidromiel? ¿dormidos quizás? ¿O tal vez estaban liados con las putas baratas, eh, rubito?, creo que ya va siendo hora de avisar a tu jefe, y de que nos dejes en paz de una puta vez ¿entendido?-

Estos son hombres duros del norte, pero aún así les asquea un poco tan dantesca escena.

El tal Hursa se enfada, pero no se atreve a enfrentarse al furioso cimmerio y señala a uno de los guardias:

-Avisa a Niord y a los demás para que entren a ver el cadáver.

 Mientras los demás hablaban, yo me mantuve impasible, sin expresar la menor emoción, mientras me mantuve inmóvil, con los brazos cruzados, pero por dentro estaba extasiado, disfrutando del éxtasis que la venganza me había proporcionado.

 - Por ti, padre. - Pensé, esperando que él lo escuchara desde la montaña de Crom.

Me aparto el pelo de la cara de un soplido y miro al hombre fiajemente a los ojos al tiempo que me levanto lentamente.

- Mi nombre es Knut Gudesønn, hijo de Kiera, de la aldea de Nortfashen. Amigo de los cimmerios. Mis compañeros y yo, portamos un premio que es de gran valor para Rorik el llamado hacedor de viudas y para Cnulf pelo de carbón. Y sólo ante éste lo desvelaremos.

Y dicho esto me quedo en pie, mirando a Niord con la mirada serena de quien ha hecho algo bien...

Niord escuchó atentamente tus palabras mostrando signos de preocupación.

-Entonces Knut, hijo de Kiera, tus amigos y tú seréis conducidos inmediatamente en presencia del Rey. He oído hablar del despiadado Rorik, un tipo muy peligroso y tiene fama de no detenerse ante nada ni nadie. Tendremos que reforzar la seguridad por si se les ocurre atacar por la noche.

Entonces se oyen gritos que provienen del interior de los establos. Consigues captar parte de la discusión.

-[...] me váis a buscar la ruina, malditos hijos de puta. (voz de Hursa)

-[...] es culpa tuya que se hayan colado 4 vanires en la aldea, ya que estabas de guardia ¿y encima nos insultas, maldito idiota? (voz de Kellen)

-¿Donde estaba la guardia mientras hacían de las suyas estos chacales pelirrojos? [...] creo que ya va siendo hora de avisar a tu jefe, y de que nos dejes en paz de una puta vez ¿entendido? (voz de Kellen)

Uno de los guardias se asoma por la puerta para avisar a Niord:

-Señor, deberíais entrar a ver esto...

Knut entra acompañado por otros dos guardias y con otro hombre, más maduro y de un tamaño imponente. Los recién llegados contemplan la grotesca escena.

El cuerpo del vanir yace en el suelo con una herida en el corazón y con la cabeza aplastada, un amasijo de sesos, carne, hueso y cabellos rojizos. Junto a su mano reposa una espada corta.

-¡Por los duros pezones de Atali! Un vanir sin duda, aunque algo desmejorado. No me habría gustado estar en su pellejo cuando el caballo le pisoteó la cabeza.

Luego observa a los dos cimmerios muy serio y se dirige primero a Kellen, y luego a ambos:

-Chiquitín dame esa daga no vayas a pincharte por accidente*. Soy Niord, encargado de la seguridad de Aggersborg**. Ya he mantenido una conversación con vuestro amigo Knut. Os conduciré ante el Rey para que le informéis y le deis las explicaciones oportunas.

 Miré a Kellen para que obedeciera. Ya nos habíamos metido en bastantes líos por hoy y era mejor no tentar más a nuestra suerte y provocar todavía más a los guardias, que sin duda estaría ya bastante nerviosos.

Miré a Kellen para que obedeciera. Ya nos habíamos metido en bastantes líos por hoy y era mejor no tentar más a nuestra suerte y provocar todavía más a los guardias, que sin duda estaría ya bastante nerviosos.

Pero a Kellen le dio exactamente igual, no era mucho pedir dirigirse a la gente con cierto respeto, o cordialidad.

El cimmerio pasó la suela de la bota, con la cual había aplastado el cráneo del vanir, por uno de los listones de madera que había por allí cerca, dejando en el borde una pequeña pasta a base de sangre y tierra, dando a entender que los caballos no habían tenido nada que ver. Despues se guardó la daga al cinto.

-Antes de entrar a la sala de tu rey, te entregaré la daga- miró a Niord a los ojos, sin vacilación.

-No quiero otro episodio como el anterior, y que me coja con las  manos vacias, 'jefe de seguridad'-

Seguridad de mierda  pensó con amargura el cimmerio.

-Y ahora, vayamos a hablar con tu rey, que ya es hora-

Se plantó cruzándose de brazos, aguardando a que los escoltasen hasta la sala del trono.

Todos entendieron el gesto de Kellen al limpiarse la suela de su bota. Algunos se estremecieron y otros aparentemente ni se inmutaron, pero todos mantuvieron la compostura como hijos forjados en el hostil yermo helado.

Niord asintió fríamente:

-Confío en tu palabra cimmerio. Exigiré que la cumplas y me entregues tu hoja antes de traspasar las puertas del Salón del Rey.

Luego ordenó a dos de sus hombres que se quedasen a retirar los restos del desgraciado vanir. Por último volvió a reprender al patán de Hursa:

-Ahora tienes la oportunidad de enmendar tu error y evitar perder tu puesto, zopenco. Antes de volver a la puerta, quiero que alertes a toda la guardia. Quiero a todos los refuerzos en la empalizada. Envía mensajeros rápidamente a las tiendas y granjas del exterior para que todos se refugien dentro del pueblo. Yo acompañaré a estos visitantes a ver al rey y luego me reuniré con vosotros.

Volvió a agachar la cabeza avergonzado:

-Cómo ordenéis señor. No os fallaré.

Luego se fue corriendo a cumplir sus órdenes.

Cuando salís a la calle, veis que varios curiosos se han ido congregando atraídos por el escándalo de la persecución.

Otro guardia aparece corriendo y sin apenas aliento grita:

-¡Señor, hemos encontrado los cuerpos de tres vanires muertos en la calle, cerca de la tasca de Kjell!

Confirmando así la información que ya le habíais dado a Niord.

El jefe no parece impresionado, pues ya conocía ese dato por boca de Knut. Ordena a su hombre recién llegado que entre a ayudar a los otros dos que estaban dentro con el cuerpo de Erik y que lo lleven y apilen junto a los otros tres vanires y para quemarlos en una pira.

Mientras, la gente empieza a murmurar preocupada.

Niord se dirige al herrero y demás vecinos:

-Esta noche unos saqueadores vanires han atravesado la empalizada. Parece que la situación está controlada, pero podría haber más enemigos merodeando fuera y tal vez intenten algo esta noche. Debéis alertar a los demás vecinos. Luego podéis volver a casa y descansar, pero acostaos con la ropa puesta, con un ojo abierto y con el arma a mano por si oís la llamada de alarma.

Entonces Niord y los otros tres guardias restantes se disponen a conduciros hacia el Salón del Rey.

-Espero que sea realmente importante eso que le traéis a Cnulf.

 - Que el rey lo juzgue... - Respondí de manera enigmática, mientras seguíamos a Niord, con rostro inexpresivo. Esperaba que el cuerno fuera de su agrado, como esperábamos, sobre todo después del alboroto que se había armado, y que nos pagasen bien por él.

Kellen marchó tras los aesires, esperando a llegar a las instalaciones reales, por supuesto, antes entregaría la daga.