En cuanto golpeó con su maza al orco comprobó que las palabras de Hostawen no carecían de veracidad. Dejó caer maza y escudo para elevar una mano al cielo y la otra colocarla en la frente con gran teatralidad.

-¡Las brumas se disipan y puedo...VER!- Tras recuperar un poco el aire y limpiarse el sudor que perlaba la comisura de su labio superior, Alé felicitó a la elfa.- ¡Benditos seas esos ojos! Como bien dices sólo era un truco. Pretenden asustarnos para que esta experiencia resulte enriquecedora.- Después escuchó al joven Sigmung, al que había visto manejar una exótica arma que jamás antes había visto.- Es increíble como usas...eso.- Tras las felicitaciones de su "cuidador", Alé sonrió haciendo parecer sus mofletes como manzanas coloradas. Miró al viejo con cierta desaprobación.- Y bien Sr. Carsson, ¿no piensa compartir eso?- Le dijo humedeciéndose los carnosos labios al ver el vino.- Lo hemos hecho bien y, aunque fueran ilusiones,hemos sido capaces de derrotarlas y de darnos cuenta de ello.- Al menos las chicas lo habían hecho. Al salir de la senda conocida Alé se puso más nerviosa. Siempre había vivido enntre algodones, con todas las comodidades del templo a su alcance, aunque no eran muchas, pero al menos siempre había dormido bajo techo.

- No te preocupes Hostawen, a ver déjame ver a mí.- No tenía ni idea de supervivencia en el campo, pero si al Débil se le antojaba, podría ser la mejor exploradora de los alrededores.

Rhylen volvió a encorchar la botella de vino mostrando una mueca de satisfacción para después tratar de levantarse del suelo. El comentario de la desconcertante Aletheia no pilló por sorpresa al viejo guerrero. Ya se había percatado de que aquella muchacha no dudó en guardarse la botella de aguardiente del carro de provisiones, quizá también le gustase… “animarse” un poco de vez en cuando… No obstante Rhylen ni era una persona egoísta, ni dejaba pasar la oportunidad para beber acompañado. Así pues, ofreció gustosamente la botella animándola a que echara un trago, arrepintiéndose al instante de lo que hacía por si aquel brebaje la empujase a hablar aún más. - Claro, joven, aquí tienes, dijo entregándole la botella y teniendo muy presente que el día de mañana ella podría ofrecerle ese delicioso aguardiente que tenía en su poder, - pero cuidado, este vino es más peleón que lo orcos que acabamos de aniquilar..., dijo acompañando un guiño.

Rhylen, evidentemente, había escuchado los comentarios de Hostawen. Había perdido algo de audición con el paso de los años, pero no tanto. Sin embargo prefirió guardar silencio y dejar que aquel grupo de jóvenes sacasen por méritos propios sus conclusiones.

Lo que sí hizo intervenir al guerrero, fueron las dudas que mostró la bella elfa por el rumbo a tomar. Estaba ansioso por hacer un pequeño descanso dónde poder recuperar fuerzas y por qué no… “relajarse” un poco. De este modo, el guerrero se aproximó a los jóvenes mientras divagaban el camino a seguir con la idea firme de intervenir si erraban en sus decisiones.

El mapa que el alcalde Uptal había proporcionado a Hostawen había sido pintado con gran detalle aunque aquello no significaba exactamente que contando con él uno estuviese exento de perderse. La vegetación, sobre todo en una zona tan húmeda como el bosque de Fangwood, crecía a gran velocidad debido a la dura competencia por los rayos de luz que se colaban a través de las copas de los árboles. Un camino podía desaparecer prácticamente en menos de un año si no se transitaba a menudo por él, por lo que una senda que únicamente se utilizaba una vez al año antes de las nieves muchas veces era imposible distinguirla de las rutas habituales que los jabalíes y otros mamíferos de mayor tamaño creaban a su paso por el bosque.

Hostawen tomó la la iniciativa pese a su inseguridad abriendo la marcha en dirección sur siguiendo el sendero que prometía ser el correcto y que muchos antes que ellos deberían haber recorrido en su peregrinar a la tumba de Ekat Kassen. No fue difícil encontrar tramos que serpenteaban entre los matorrales donde la hierba crecía más débilmente lo que le daba razones para creer que aquello era una señal de que numerosos pies durante muchos años habían pasado por allí. El grupo caminó en calma el resto del día sin que nada saliese a su encuentro a parte de dos corzos despistados que pusieron tierra de por medio en cuanto los vieron aparecer entre la maleza. 

Caía la tarde y con ella la luz del sol. Debido a la gran cantidad de árboles de hoja perenne el interior del bosque solía quedarse a oscuras mucho antes que el resto de las áreas circundantes. Un viento frío hacía mecerse las ramas sobre sus cabezas acentuando la sensación de nerviosismo debido a los crujidos que se escuchaban a su alrededor y que distaban mucho de los sonidos a los que estaban acostumbrados en su vida diaria. La joven elfa exploradora los tranquilizó haciéndoles saber que aquello era normal pero que no estaría de más ir buscando un lugar para acampar antes de que la noche se cerniese sobre ellos y no hubiese forma alguna de encontrar leña para un fuego. 

Así pues, un vez decidido que era un buen momento para descansar, lo siguiente era buscar un buen lugar para ello. Como en la zona que se encontraban el terreno estaba repleto de rocas  optaron por volver un poco hacia atrás, hasta un lugar donde Sigmund había avistado un pequeño claro cubierto en tres de sus lados por espesa vegetación. Aquello haría que el aire helado del invierno fuese un poco más benévolo con ellos. Dejaron las mochilas con sus exiguas posesiones entre resoplidos de cansancio...

Lo que hizo Alé con el vino no iba a gustar demasiado a Rhylen, pero eso a la Pitonisa no le importaba demasiado. Cuando éste le pasó el vino, la joven entrada en carnes vertió una parte al suelo, antes de probarlo ella misma, humedeciéndose tan solo los labios.

- Está bueno.- Dijo con una dulce sonrisa sabiéndose portadora y predicadora de los Misterios del Débil.- Sin embargo, siempre debemos, los que profesamos esta fe, hacer libaciones antes de tan siquiera probarlo. El Viejo adora el vino, en pequeñas cantidades claro está, pues tomado de esa manera tonifica el cuerpo y da color a sus cenicientas mejillas.- Devolvió lo que quedaba de vino a su dueño. No era ninguna ladrona.- En demasía resulta un abotargador de la mente humana. No creo que sea muy aconsejable en nuestra situación.- Acabó diciendo. Si el Sr. Carsson tenía que protegerlos no veía cómo podía hacerlo si se emborrachaba al la mínima. Otra cosa es que ella pudiera beber hasta nublar su razocinio en busca de alguna Visión otorgada por su deidad.

Cuando por fin llegaron a la localización donde se instalarían, Alé se sentó aliviada y se quitó la pesada armadura dispuesta a otorgarse un merecido descanso. No se le pasaba por la cabeza tener que hacer guardia alguna. El Padre Paast le había dicho que ella era la representante del patrón de Kassen, el Dios Débil, y para poder beneficiarse de su Gracia debía descansar. Al Viejo le gustaba meterse con nocturnidad en la cama de las jóvenes y lustrosas doncellas, como Alétheia, para atormentarlas con sus intrincadas Revelaciones.

- Yo necesito tener fuego toda la noche. No me importa no dormir en la tienda.- Dijo pensando en que con su gran corpulencia pudiera incomodar a los otros.- Pero sí que necesito dormir junto a la luz.- Alé tenía miedo a la oscuridad. Era algo que la atormentaba desde niña.

Para sorpresa de Alétheia, el hecho de que tirase un poco de vino al suelo malgastándolo de forma tan absurda no encrespó al guerrero, muy posiblemente porque gozaba de tener buenas reservas encima. Cierto era que no comprendía tal acción y no tenía claro si lo había hecho por molestarle o si era realmente verdad lo que argumentaba. – Ya…

La joven elfa pronto pudo reponerse de su desorientación transitoria y guiar nuevamente al resto del grupo por un camuflado sendero en mitad del bosque.

Tras una nueva etapa caminando, el grupo decidió de forma unánime que era un buen momento para descansar. Sigmund propuso para ello un pequeño claro donde estarían algo resguardados del frio y gozarían del espacio suficiente para acampar. La propuesta fue bien recibida por todos, no tanto por el lugar escogido si no por el hecho de descansar las piernas tras el duro día.  

- Este sitio será perfecto, comentó Rhylen algo aliviado al comprobar que llegaba la hora de tan merecido descanso. – No os preocupéis por la guardia, yo haré el primer turno, propuso.

Con la seguridad de que Rhylen se encargaría de hacer la primera guardia, el grupo se dispuso a recoger la madera para la hacer una hoguera y con ella poder calentar algunas de las raciones de viaje que traían consigo. Por suerte las amplias y tupidas copas de los árboles habían permitido que las ramas que habían caído cerca de su base se mantuviesen secas. Ello hizo que no hiciese falta irse muy lejos para hacer un buen acopio de leña para pasar la noche. Justo acababan de encender la hoguera y montar la tienda de campaña cuando Alétheia y Rhylen levantaron la cabeza y pidieron silencio al resto. Les había parecido escuchar unos aullidos lejanos. Estos no se repitieron durante largo rato por lo que en un principio los obviaron por estar a demasiada distancia del campamento. Sin embargo, cuando saciados por la cena los tres jóvenes se preparaban para irse a dormir los aullidos volvieron a sonar, esta vez fue mucho más cerca y con mayor nitidez pero aún así lo suficientemente lejos del campamento para que no fuese un peligro inmediato. 

Organizadas las guardias y recogida ya la leña suficiente para mantener el fuego toda la noche, Alétheia se dispuso a prepararse para un merecido descanso. No podían disponer de las mayores comodidades allí en medio del bosque, pero en el austero Templo del Débil tampoco había tenido siempre todo lo que hubiera deseado. Mientras Él estuviera con ella, representado como una nudosa mano que se acurrucaba buscando cobijo entre sus enormes pechos, Alé no tendría miedo. Dejó su armadura perfectamente recogida junto a su petate, dejándose las armas bien cerca.

- Mientras tengamos el fuego no debemos preocuparnos, ¿verdad?- Le dijo al Sr. Carsson en tono despreocupado, ocultando cierta angustia porque no fuera capaz de mantener vivas las llamas.. Temía más a la oscuridad que al ataque de unos animales hambrientos. Se tapó con la gruesa manta y se recolocó el frondoso pelo a modo de almohada.- Buenas noches a todos y que tengáis buena guardia.

Es una suerte que el Deforme haya mandado al Sr. Carsson para ayudarnos.- Miró con cierto recelo hacia la tienda donde sus dos compañeros procedían a descansar. Ambos ya habían demostrado sus habilidades, incluso ella también, pero aún les quedaba hacerse con la Llama Eterna para que Kassen pudiera sentirse orgullosa de los tres y pasar un buen inviernos. Con esos pensamientos los ojos de la rolliza pitonisa se fueron cerrando, la vista nublándosele con los tonos anaranjados de las llamas de la hoguera.

¿Ilusiones?, para Sigmund aquel combate había resultado tan real que sólo al ver como los cuerpos de los Orcos se esfumaban aceptó que la Elfa tenía razón, quizás el mago de Kassen quería probar cómo se desenvolvían en una situación de peligro, examen que habían pasado sin un "rasguño" por lo cual el joven soldado imaginó que la primera parte de su prueba había sido superada con éxito, claro, gran parte de el crédito lo tenía el viejo Rhylen, quien a pesar de su edad, demostraba conservar el vigor de sus años mozos.

-De acuerdo maese Rhylen, yo haré la segunda guardia- Añadió en cuanto ya se había asentado el improvisado campamento. Entonces se dispuso a quitarse cuidadosamente la armadura, limpiarla y acomodarla a un lado de su bolsa de dormir, al igual que sus armas. El cuerpo del joven estaba magullado por portar desde el amanecer aquella pesada armadura, todo parte del duro y estricto entrenamiento que le había inculcado el viejo Wassen, entrenamiento que sin duda había dado los frutos esperados y habían hecho de aquel joven muchacho un soldado ejemplar para la guardia. Un leve estiramiento antes de entrar a la tienda fue todo lo que hizo, dando las buenas noches a Ale y Rhylen, que quedaban por fuera y haciendo lo propio con la retraída y tímida elfa que compartiría la tienda con él. Había pasado mucho tiempo desde que no dormía en la intemperie, aquello le trajo buenos y felices recuerdos, y le hacían ver que la situación desde ahora sería muy diferente, pues sobre sus hombros recaía la responsabilidad de cuidar de aquellas dos jovencitas que habían demostrado ser muy capaces hasta el momento. 

La elfa quien en un primer momento parecía haberse perdido, mirando hacia el mapa y la jungla, recordando algún consejo de Arnama parecía empezar a encontrarse, sin darse cuenta guiaba nuevamente al grupo. La joven elfa se imaginaba que Arnama iba detrás alentando sus pasos, confiando en que Hostawen encontraría el camino. Y así fue, hasta que Rhylen decidió acampar, como también decidió que haría la primera guardia. Yo puedo hacer la siguiente... -dijo algo misteriosa, no acostumbraba a dormir tanto como los demás, aunque para ser una elfa dormía muchísimo más que los de su raza. Siempre se le pegaban las sábanas. Cuando le tocó dormir con Sigmund, la elfa se sonrojó. Lo normal hubiese sido dormir con Alétheia, ya que nunca había dormido con un hombre. La amplia pitonisa parecía tener nuevas manías y rarezas que sólo ella comprendía. Parecía ser más débil que al dios que tanto amor profesaba. Cuando Sigmund dio la buenas noches, la elfa hizo lo propio, con la mirada clavada en el suelo hizo un gesto de buenas noches a Rhylen, a quien dedicó un tímido Gracias. Por ser el primero en hacer la primera guarida. Aunque sabiendo su afán por el vino, seguramente su guardia la pasaría de celebración. Después dijo a Alétheia  No hay nada de que temer. Que descanses. - Para tranquilizar a la pitonisa y desearle una feliz conciliación con el sueño nocturno. Llegados el momento, Hostawen comenzó a ponerse nerviosa y también se quitó la armadura. Sigmund parecía profesar una especie de ritual y cuidaba la armadura como lo hacían los guerreros. La elfa copió estos movimientos e intentó cuidar igual de bien su armadura. Aunque torpe no era tan experta como el guerrero. Luego comenzó a desenredarse su largo cabello y a peinárselo con un peine de madera que ella misma se había creado. Su pelo se quedaba liso y radiante. Una vez acabado. La elfa se tocó la frente y sus labios dibujaron un "Buena luna" al guerrero Sigmund.
 

ASALTO SORPRESA

Hubieron de pasar varios minutos hasta que por fin todos los muchachos se hubieron dormido. El viejo Rhylen Carsson escuchaba el rítmico respirar de Alétheia y aunque no escuchaba el de Hostawen y Sigmund supuso que estos también lo estarían. Por delante tenía cuatro horas de guardia en las que, para no aburrirse, podría tener una charla con la redoma de vino. De haberse encontrado en Kassen con seguridad se encontraría en la taberna contando sus repetidas historias a los parroquianos como si fuese la primera vez que lo hacía. 

Lo que se le había pasado por alto durante ese rato en el que rememoraba para sí viejas vivencias era la cercanía de un lobo solitario que había venido a curiosear cerca del campamento. Atraído por el olor de la leña ardiendo así como el de las raciones de comida que se habían puesto al fuego, había visto en el reducido grupo de aventureros una buena oportunidad. Sin embargo no atacó de primeras, aquello era una vuelta de exploración y la noche era muy larga. No fue hasta después de una hora larga cuando el mismo lobo, acompañado por otros dos más se aproximaron al claro intentando rodearlo por tres de sus extremos. De súbito un rugido hizo que el veterano soldado levantase la cabeza sólo un instante antes de ver como unas mandíbulas se cernían sobre él.

TURNO 1

La exploradora súbitamente se despierta, la llamada de la naturaleza. El bosque le pone a prueba y la elfa quiere contestar a esta prueba. Al salir de la tienda ve a los lobos. Atrás, no les provoquéis!  - Dice sin siquiera un atisbo de duda. Al verlos los lobos están escuálidos, hace tiempo que no comen nada. La elfa rápidamente coge las sobras de la cena y las ofrece en señal de amistad. Lejos de acceder a la ofrenda, la hostilidad persiste y los lobos siguen emitiendo que augurio próximo de un ataque. Debe ser el olor de la tienda lo que hace que la elfa ya no huela al bosque, o que el olfato de los lobos se haya apagado debido a la inanición, pero los lobos no la reconoces como una más. Comer... pide con una débil voz y la debilidad en la naturaleza se paga con la vida. Tras la voz quebrada y piadosa de Hostawen los lobos dejan la amenaza para pasar a la caza.

Todo estaba listo en el campamento para que el grupo de jóvenes pudiesen descansar del duro día y el viejo Rhylen disfrutara de un momento de paz. Por fin el guerrero podría estar unas horas sin tener que cargar durante largas millas todo el equipo junto con su armadura, sin tener que vigilar que Alétheia no se tragara su propia lengua, sin tener que cuidar que aquellos chiquillos no convirtiesen un viaje de dos días en una dhekana, y lo más importante de todo para el viejo… beber a solas con sus pensamientos como única compañía… bueno… eso, y los tímidos ronquidos de la pitonisa que gradualmente iban aumentando según tenía el sueño más profundo.

El ansía es muy mala, y en pocos minutos de comenzar la guardia el bueno de Rhylen ya se había ventilado la misma botella que anteriormente ofreció a Alétheia. Fue entonces cuando se percató del gran desperdicio que había hecho la muchacha derramándolo en el suelo… No quiso darle más vueltas y enseguida se armó con una nueva botella a la que atacó sin dudarlo.

Y así fueron pasando los minutos. Acompañando con largos tragos, el guerrero iba repasando con imágenes y emocionado la batalla contra aquellas ilusiones. Según ingería más cantidad, recuerdos entrañables fueron gobernando la mente del guerrero. Al principio sólo eran imágenes y diálogos de antaño, en esta ocasión con su amada Layla como protagonista…pero poco a poco y por consecuencia del alcohol esos diálogos los iba repitiendo con susurros inconscientemente. Rhylen estaba totalmente absorto de que ocurría a su alrededor, desde luego su papel estaba lejos de ser una guardia decente.

Fue entonces cuando Rhylen se percató de la amenaza que tenía encima gracias sobretodo a que le dio por comprobar el estado de su botella. De un respingo se levantó del tronco en que estaba sentado viendo como las mandíbulas de aquel lobo pasaban cerca de su brazo, el mismo que sujetaba la botella de vino…

- AAAAALLEEEEFEIIAAAA…. DESPEPEEEERTAAA…. ALEEFEIAAAA…. ¡¡¡ALEFEAAAAAAA!!!... ¡Despierta joder! NOOOSSSSHHH  ATACANNN, ¡HiP!

Envalentonado y enfurecido por el susto que le había provocado el hipo (según él) y que había perturbado su descanso, Rhylen soltó la botella con la esperanza de que al estar medio vacía no se perdiese demasiado líquido y se abalanzó como un auténtico loco sobre el enorme lobo… lo cierto era que no sabía muy bien para qué… - ¡¡¡AAAAGHOORRRA VERASHHH!!!

Los gruñidos de los lobos más los gritos de Rhylen alertaron a los muchachos haciendo que estos se irguieran en sus sacos de dormir como si se hubiese activado un resorte mecánico. Hostawen fue la primera en abandonar la tienda de campaña y para su sorpresa uno de los cánidos se aproximó a la carrera hasta ella saltando sobre ella para intentar derribarla. La exploradora, que podía ser perezosa pero poseía una gran agilidad, consiguió esquivar la embestida sin problemas echándose a un lado y dejando que las fauces del animal se cerrase atrapando únicamente el aire. 

Fue una sorpresa para ella ver cómo el veterano guerrero había dejado a un lado su espadón y la jarra de vino y se había lanzado a por el lobo como si se tratase de un oso. Contra todo pronóstico Rhylen mantenía al lobo a dos patas agarrándolo con ambas manos por el cuello alejando con ese gesto las mandíbulas de su cara. 

Alétheia por su parte no había sido tan afortunada. Uno de los lobos que había surgido de entre los matorrales se abalanzó sobre ella quien sabe si porque se encontraba indefensa o porque era la que más saludable y rolliza parecía. El animal se colocó sobre la pitonisa y con un mordisco en si brazo izquierdo la zarandeó de un lado a otro tratando de arrancarle el brazo.

Los gritos del Sr. Carsson despertaron a Alétheia que se incorporó sobresaltada. ¡Su padre! No le dio tiempo a comprobar que la amenaza del caballero negro no era real cuando un enorme lobo se abalanzó sobre ella y pudo sentir sus afilados dientes sobre su brazo izquierdo.

- Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah.

La rolliza joven se revolvió en el suelo tratando de apartar la mandíbula de la bestia sanguinaria. Se agarró el brazo izquierdo y canalizó el poder de su Dios a través de ella.

CLAC, CLAC

Las mandíbulas del lobo se cerraban pellizcando sus carnes y atemorizada la joven que palpaba el suelo en busca de algo con lo que defenderse. Finalmente dio con su escudo de metal el que interpuso contra su fiero atacante.

- ¡¡SOCORRROOOOOOO!!