Los gritos del veterano Rhylen Carsson despertaron súbitamente al joven Sigmund, quien instintivamente llevó la mano hacia donde había dejado su cadena armada. La rápida elfa ya se había levantado y salía de la tienda en el momento justo en el que Sigmund se disponía a seguir sus pasos. 
Con los pies descalzos y armado únicamente con su cadena salió de la tienda para presenciar lo que pasaba. La robusta Pitonisa se revolcaba en el piso afanada por quitarse de encima a un fiero lobo que había hincado sus colmillos en sus carnes, el viejo Rhylen tenía agarrado fuertemente a otro de los lobos, parecía que lo tenía controlado, y finalmente observó como la elfa Hostawen se esforzaba por calmar a un tercer lobo salvaje. -RESISTE ALETHEIA!!!- Exclamó mientras se preparaba para atacar al lobo que tenía apresada a la joven y robusta peliroja, todos necesitaban ayuda, pero primero debía ayudar a la que mayor peligro corría.

TURNO 2

El viejo borracho consiguió atrapar las patas del lobo justo cuando éste se abalanzaba sobre él. Para cualquier otra persona esa embestida hubiese supuesto un derribo, sin embargo Rhylen no sólo consiguió mantenerse en pie, sino que además terminó inmovilizándole mientras sujetaba las patas delanteras con una mano y el cuello de la criatura con la otra. – ¡YA….TE…YA… YA TE, TE, TETE...TETENGO!, entonaba mientras lidiaba con la criatura del bosque.

Una vez controlado, fue cuando se dio cuenta que no era ese lobo la única amenaza. Otros dos miembros de su manada habían salido al encuentro de los jóvenes muchachos que ya salían alterados de la tienda de campaña. Aléthea, sin embargo, se mantenía tumbada... la pitonisa parecía ser de sueño profundo a pesar de las dificultades para conciliar el sueño:

-¡¡ALEEEFEEEAAA!!, ¡CUIDADOOOO!, gritó el guerrero al ver como uno de los lobos lanzaba sus mandíbulas contra su brazo. La herida ocasionada no tenía buena pinta, muy a pesar del guerrero habría que desinfectarla desperdiciando aquel aguardiente que guardaba en su mochila. - ¡¡CHUCHOOOOOOHHH!!, ¡¡EHHHHH, CHUCHOOOOOOHHHH!!, gritó mientras se aproximaba a el maldito lobo tratando de llamar su atención y apretando con fuerza el cuello del otro.

Los lobos estaban famélicos y no respondían a Hostawen pero había que intentarlo nuevamente. Sentía como la naturaleza la rechazaba, ¿realmente no era la elegida? ¿Podía ser cierto que todo fuese un sueño? Esta vez la elfa cogió un buen chuletón. Sigmund, ve con Alétheia. Dijo con gran autoridad. ¡QUIETO! - Ordenó la elfa a uno de los lobos. Era negro como la noche y sus ojos sólo buscaban comida. Acompañando con un gesto de mano hizo que el lobo se detuviese y se sentase en los cuartos traseros. En su otra mano un buen filete que hacía las delicias del lobo. La elfa se agachó y lanzó la comida al lobo. Este la cogió en el aire. ¿Quieres entrar en mi manada? - Susurraba al lobo. A los otros dos seguramente no podría tranquilizarlos, el borracho de Rhylen iba a dejar inconsciente al lobo si seguía cogiéndolo así. Parecía que no podía respirar, al menos no moriría. El otro lobo parecía el más salvaje de los tres. Al ver la cantidad de grasa que tenía Alétheia entró en un estado ansioso por devorar carne. Eligió mal, pues tenía que haber elegido las piernas, estaban más rellenas. Aún así zarandeaba violentamente a la pitonisa y como siguiese así acabaría con su vida.

Un fuerte tirón hacia atrás del lobo que luchaba contra Rhylen fue suficiente para que el guerrero tuviese que cejar en su intento por moverlo. En vez de ello tuvo que intentar agarrar con fuerza otra vez el pelaje del animal para que éste no se escapase. Por el rabillo del ojo comprobó para su desilusión como Alétheia se las veía y deseaba para desprenderse del lobo que tenía sobre ella. Su hechizo curativo se acababa de ir al traste por el zarandeo del animal y éste, ademá , envalentonado por el gusto de la sangre, siguió buscando las partes más vulnerables de la chiquilla para intentar llevarse un buen pedazo de su carne. Lo consiguió de nuevo. Otro poderoso mordisco en el mismo brazo que utilizaba para cubrirse hizo que el hueso crujiese entre sus mandíbulas. La sangre de la pitonisa manchaba por completo el pelaje del animal quien sabía que su trofeo estaba fue cerca de dejar de resistirse.

Mientras, un caso totalmente opuesto tenía lugar a pocos metros de allí. Hostawen había logrado que el lobo que se había lanzado hacia a ella dejase de prestarle atención para ir en busca de un trozo de carne que la elfa había lanzado cerca de los arbustos. El animal, una vez hubo conseguido aquello que venía a buscar, lo agarró con la boca y se introdujo entre los matorrales para engullirlo antes de que sus compañeros pudiesen arrebatárselo.

-¡Aaaaarggg!¡Mi brazo,que me lo arranca!¡Haced algo por su Cheposa Magnificencia!¡Aaaaarggg!

Su antes rollizo brazo de piel lechosa y suave ahora se teñía de rojo y no era más que una amalgama de tejidos desgarrados, algunos de los cuales masticaba el lobo entre sus fauces. Apenas podía ya soportar el peso del escudo y perdía sangre a borbotones. Su visión comenzaba a ponerse borrosa pero Alétheia no se resignaba a que ese fuera su final. Arriesgándose a ser devorada por completo cedió al ataque del lobo, ofreciéndole su carnoso brazo por completo.

Oh, ¿es eso lo que quieres de mí Débil, que los hambrientos lobos se alimentes de mi orondo cuerpo?

Cuando el lobo mordió de nuevo el brazo, Alé apretó los dientes por el dolor y, tumbada como aún estaba, machacó la cabeza del animal con la maza- ¿Sería suficiente para detenerlo? Ya comenzó a poner los ojos en blanco, estaba empezando a perder la consciencia.

Para cuando llegó hasta donde Aletehia forcejeaba con el lobo, la piel del animal y las ropas de la joven y robusta peliroja estaban impregnadas de sangre. -¡¡Sueltala!!- Exclamó a la vez que ondeaba los gruesos eslabones de su cadena en dirección a aquel salvaje animal quien salió disparado al recibir el impacto del arma y se quedó inmóvil en el suelo. Un hilo burbujeante de sangre empezó a brotar del hocico de la bestia que por poco había conseguido llevarse a su presa. De inmediato avanzó presuroso hasta donde se encontraba casi desfallecida la robusta Pitonisa, arrancó un jirón de tela de la manga de su camisa e intentó hacer presión en la fea herida de la joven. - Estarás bien... La amenaza ya ha pasado por ahora...- susurró en tono consolador pasando por alto la situación de Rhylen y Hostawen con los otros dos lobos.

TURNO 3

La elfa al girarse vio como el otro lobo prácticamente devoraba a Alétheia. Tensó rápidamente el arco, pero toda aquella sangre hicieron estragos en los nervios de la elfa. La tensión aumentaba y era o aquel lobo o su nueva compañera. Por desgracia sentir que la vida del animal o de su compañera estaba en sus manos hicieron que dudase un segundo el tiempo suficiente para que al dejar escapar la flecha esta errase en su tiro. Justo el lobo había cambiado de posición, la flecha impactaba contra una roca y se hacía añicos.

El viejo e iluso Rhylen vio frenadas sus intenciones por acercarse a socorrer a Alétheia cuando el lobo comenzó a moverse con violencia entre sus brazos. Por poco se le escapaba, sin embargo, haciendo uso de su técnica anterior trató de inmovilizar nuevamente al escurridizo animal. – QUEEE….QUETE…QUE TE ESTÉS…¡¡¡QUIEHHHHHTOOOO!!!, dialogaba con el lobo. Aquello, más que una pelea, comenzaba a parecerse más a un baile en parejas como las que vivió en sus años mozos cortejando a dulces aldeanas.  

Hostawen ignorando al peligroso lobo, que aún forzajeaba con el viejo borracho, fue directa a Alétheia... Oh dioses, Aletheia, ¿estás bien? dijo cogiendo su grasienta mano y ayudándola a incorporarse. Hmmmmpfff... decía tirando con gran fuerza. A-le- HMMM -jaos del p-peligro. decía intentando levantarla, pero parecía que estaba varada al calor de la hoguera. Casi podía entender porque los lobos habían estado tan agresivos, seguramente querían tirarla a la hoguera, para que su piel se pusiese crujiente como la de un cochinillo...

Entre gruñidos tanto por parte del propio animal como de Rhylen, el lobo se revolvía tratando de separarse del guerrero utilizando sus cuatro patas. Aprovechando que el viejo Rhylen lo tenía sujeto por el cuello y el hocico, el animal empujó con sus cuatro patas apoyadas en la armadura del humano a fin de separarse de éste.

Rhylen continuaba con su peculiar enfrentamiento con aquel lobo mientras Sigmund y Hostawen se interesaban por el estado de Alétheia, sin duda la peor parada del asalto sorpresa.

El viejo guerrero comenzaba a notar como cada vez era más complicado mantener sujeto al animal, el sudor de la frente comenzaba a recorrer su cara, sus brazos empezaron a flojear y lo peor de todo, la borrachera pasaba… Exhausto pero a la vez empeñado en seguir manteniéndolo  inmovilizado, Rhylen se giró como buenamente pudo al joven guerrero clamando ayuda. – ¡EHHH, MUCHACHO!, ¿me echas una mano con mi nuevo amigo?

La visión de la robusta pitonisa herida y a punto de desfallecer provocaron que el joven soldado reviviera los recuerdos en el que veía como masacraban a su pueblo, el rojo intenso de la sangre cubriendo por completo los cuerpos de sus padres fueron imágenes que golpeaban su mente una y otra vez.

-AHHHRGGG!... No permitiré que lastimen a nadie más, NUNCAAAA!- Gritaba exaltado a la vez que recogía su cadena y la ondeba sobre su cabeza mientras daba un paso hacia adelante, un par de cuervos que merodeaban desde las ramas de un árbol, batieron sus alas y emprendieron la huída cuando el joven lanzó su ataque, los gruesos eslabones de la cadena golpearon desde abajo al lobo que sostenía el veterano guerrero, quien alcanzó a soltar al lobo al ver la arremetida del histérico muchacho, un chillido lastimero fue lo único que se escuchó cuando el fuerte golpe levantó al animal y las afiladas puas se clavaron en su piel abriendolo en canal, un reguero de sangre y tripas salpicaron al viejo Rhylen cuando el cadaver del lobo cayó unos cuantos metros más atras.

Con la respiración acelerada el joven Sigmund observaba con los ojos inyectados de ira lo que acababa de hacer, mientras poco a poco intentaba calmarse, la sangre de su cuerpo empezó a bombear más lentamente y la adrenalina empezó a bajar los niveles, entonces reaccionó, volvió a soltar la cadena y su atención se volvió a centrar en Alheteía. -Necesitamos usar esa poción, rápido!- 

La Pitonisa podía ver el futuro. Ella irguiéndose toda lo alta y ancha que era frente al lobo indefenso, sujetado por el viejo Rhylen, la representación del Deforme en el plano material. Dejaba caer con un sonoro golpe metálico el pesado escudo que su brazo hecho jirones ya no podía aguantar y cogía la maza ayudándose con ambas manos. La elevaba al cielo dejando que la sangre que se derramaba por su brazo saciara la sed de la tierra.

Aprovecha y bebe, porque no te daré más.

La maza bajó con fuerza haciendo estallar el cráneo del lobo ante un sorprendido Sr. Carsson. Cuando abrió los ojos alertada por la dulce voz de la elfa Hostawen, Alé miró alrededor desorientada. ¿Había tenido otro de sus ataques? Vio el cadáver del lobo ensartado en la cadena armada del valiente Sigmund.

- ¡Oh!- No había sido ella la que lo había matado, simplemente había sido una Visión de su final, pero el Débil se había servido de otro para llevarla a cabo. De repente se vio atacada por los celos, una malsana envidia hacia su salvador. Su labio inferior cubrió el superior, su ceño se arrugó como el rostro de Rhylen y a punto estuvo de derramar unas lágrimas por la impotencia y el dolor. Se ayudó de la elfa para ponerse en pie.

- Estoy ...bien.- Dijo orgullosa como una mula mientras imponía su mano sana sobre el brazo canalizando la magia del Débil. A punto estuvo de hacer pucheros cuando vio que la herida apenas se cerraba. Sin cejar en su empeño se puso manos a la obra tratando de vendarse el brazo. Empapó las vendas en agua ardiente, pero mucho alcohol, y se puso el emplasto sobre la herida. Esta vez sí que no pudo contener gritos de dolor y lágrimas cristalinas que bordeaban sus rechonchas mejillas.

- ¡Ayayayayayayaya, escuece!- Sorbiendo los mocos y aquejada de hipo tras la llorera, se sentó en el suelo a la espera de esa poción que le ofrecía Sigmund. Estaba tocada en su orgullo y tras meditarlo concienzudamente se dirigió a sus compañeros.- Muchas gracias por ayudarme.- Las palabras salieron mitigadas de su boca acompañadas de una débil sonrisa. Las intenciones del Dios Flojeras eran inciertas hasta para los más altos clérigos de la orden. ¡Qué soberbia había demostrado si pretendía merecerse ser la Elegida! Antes tendría que llevar la Llama Eterna de vuelta a Kassen.

Tras ayudar a Alétheia a levantarse, vio horrorizada como el chiquillo blandía aquella cadena, el sonido seco y duro del golpe al lobo le hizo apartar la mirada. El golpe había sido tan duro que había abierto a aquel lobo desnutrido por la mitad. La elfa emocionada al ver tan horrible espectáculo prefirió concentrarse en asistir a Alétheia y sus heridas, más que en los dos lobos destrozados con brutalidad. Pese a ser animales que les habían atacado no le gustaba el salvajismo que habían demostrado contra aquellas criaturas de la naturaleza. Hostawen casi sentía que había fallado a la llamada...  Tranquila... decía intentando calmar los pucheros de la clérigo del débil.

Con el último aullido lastimero del lobo destrozado por Sigmund, el bosque y el campamento volvieron a una cierta normalidad. Alétheia, sentada sobre una de las piedras que habían sido colocadas alrededor de la chisporroteante hoguera, trababa de curar su brazo el cual presentaba una herida espantosa. Era conocidos por todos los clérigos de la orden que aquellos sacrificios eran algo que Su Divina Debilidad exigía, viendo con buenos ojos, para sobrellevar con éxito el largo y tortuoso sendero que había que recorrer hasta convertirse en sumo sacerdote de la orden. Las versículos que contaban la vida de la decrépita divinidad estaban plagados de parábolas en las que se exaltaba esa lucha constante contra las enfermedades y las heridas. ¡Recibid con regocijo la enfermedad y sobrevivid!, decía uno de los versos del poema titulado El Drenaje de la Fuerza, escrito por uno de los más antiguos miembros de la iglesia del Débil. 

En efecto, habían sobrevivido y el precio por ello había sido bajo para lo que podría haber sido. La cicatriz en el brazo de Alétheia contaría el comienzo de la historia que el destino les deparaba a los cuatro peregrinos. De el lobo que había escapado no había rastro alguno por lo que Hostawen dedujo que habría tenido suficiente por un tiempo. No les molestarían más por esa noche.

Rhylen no pudo hacer otra cosa que soltar al lobo que sostenía cuando vio ver a un encolerizado Sigmund aproximarse hasta él. Sin saber muy bien si por el rato que habían pasado juntos agarrándose o por el golpe tan brutal recibido, Rhylen llegó a sentir cierta lastima por aquel pobre animal… - ¡Joder!, exclamó sorprendido ante semejante cadenazo.

-La poción, sí…, respondió ante la petición del joven guerrero. Instintivamente lo primero que hizo fue buscar la botella de vino que había dejado caer instantes antes… aún pudo divisar algo de líquido en ella, lo cual alivió en cierto modo al guerrero. – Voy, voy…

Raudo, el viejo fue en busca de su mochila desperdigando por el suelo todo lo que había en su interior… -¡¡Aquí, aquí!!....¡¡LA TENGO!!, gritó eufórico. – Toma chiquilla, esto sanará tus heridas…, dijo entregándosela a la pitonisa herida.