Hostawen al ver la respuesta del viejo de Rhylen se giró y con una señal comenzó a guiar al grupo. Una sonrisa pícara se escondía en su cara inocente, parecía que pese a ser un gran experto explorador y guerrero consumado, iba a ceder su hegemonía a la juventud. La elfa guiaba al grupo por el único camino que sabía, mientras unos pasos más atrás Alétheia entretenía al grupo sus bastos conocimientos y dejaba su salud en manos de Rhylen en caso de sufrir aquella rara enfermedad. La elfa escuchaba intrigada aquello que contaba, nunca había escuchado nada parecido. Tentada estuvo de preguntar e indagar sobre ello, pero le pareció descortés.

No se habían alejado mucho de Kassen, cuando unos orcos les atacaron. Rhylen y Sigmund gritaban mientras salían a protegerla. La elfa simplemente dio un paso atrás y disparó rápida a uno de los enemigos. Estaba tan asustada y su arco temblaba tanto, que sólo el deseo de Ehlonna fue lo que hizo que no errase en su tiro. La flecha se clavó en uno de sus hombros y aunque pareciese certera, también parecía que apunto estuvo de que la flecha se perdiese. Dioses... se escuchó decir a la hora del lanzamiento.

Las rápidas figuras de Sigmund y Rhylen salieron al encuentro del feo orco más cercano. Por suerte fue así ya que la Pitonisa del Débil aún no se encontraba preparada para hacer frente a aquellos seres. Poco acostumbrada al combate, por no decir con nula experiencia en éste si no incluimos empujones a sus compañeros cuando alguno trataba de pasarse de listo, Aléthia tardó en reaccionar. Debido al nerviosismo del momento lo primero que le pasó por la cabeza fue solicitar guía espiritual a Su Decrépita Divinidad; con la calma senil que le aportaría el Dios podría pensar con mayor claridad y estar más concentrada en el combate. Así pues, elevando las manos al cielo, exhortó al Dios que guiase sus actos. Un haz de luz tenue proveniente de los cielos envolvió a la pitonisa al instante. Ahora sí... - Se dijo mientras desenfundaba su maza y el escudo y daba un paso hacia adelante pegándose a la espalda del anciano Rhylen.

TURNO 2

¡HUUUUUAAAARGG! - Con un grito sobrecogedor, el primero de los orcos en recibir una espantosa herida a manos de Rhylen, pareció sobreponerse pese a tener prácticamente el tórax abierto en canal. Elevó su hacha sobre la cabeza y lo dejó caer con una fuerza asombrosa sobre el veterano guerrero. Sin embargo, lejos de ser una presa fácil, Rhylen era perro viejo y no era la primera vez que se las veía con aquellos seres. Haciéndose a un lado dejó que la pesada hoja cayese e impactase contra el suelo justo al lado de su bota. Pero aquello no había terminado para él. Por el rabillo del ojo logró atisbar el movimiento de otra de aquellas criaturas acercádonse hacia él con el hacha sobre un costado. De nuevo, el viejo Carsson se anticipó a los movimientos de la criatura y clavando el espadón en el suelo se cubrió tras él para hacer que el hacha impactase contra su hoja.

Hostawen vio como otro de aquellos seres peludos y de piel verdosa se abría paso por detrás del que había atacado a Rhylen. Soltando espumarajos por la boca debido a la rabia por la herida sufrida a manos de la elfa, el orco se lanzó sin miramientos hacia la joven dejando que el hacha fuese de aquí a allá sin control ninguno. No fue problema para la exploradora que, con la soltura propia de los de su raza sólo tuvo que echar hacia atrás su pecho para dejar que la hoja de metal pasase de forma inofensiva frente a ella.

A pesar de las advertencias de Sigmund, la asustadiza elfa sólo retrocedió un par de pasos para lanzar su apresurado ataque, los enemigos ya estaban sobre ellos y poco podía hacer para aprovechar la versatilidad de su grandiosa cadena. Entonces observó por el rabillo del ojo como uno de los orcos se abalanzaba sobre el viejo Rhylen dejando un flanco expuesto, con un rápido movimiento el joven soldado quizo lanzar un certero golpe a su descuidado oponente pero la visión de otro orco lanzándose sobre Hostawen lo hizo trastabillar. - ¡Mierda!!! Se suponde que debo protegerlas - Pensaba irritado al ver como su ataque inicial se quedaba corto, aquel orco ni siquiera se percató del intento fallido del chico, quien ya reaccionaba girando los gruesos eslabones de su arma sobre su cabeza para lanzar uno de los extremos contra el orco que había osado atacar a una de sus protegidas. - Detrás de mi! Rápido!!!! No se expongan! - Exclamaba de nuevo Sigmund quien está vez había optado por permanecer en el frente de batalla hasta que las jóvenes estuvieran seguras en la retaguardia. La manera de combatir de Sigmund era diferente de la de los demás guerreros que había conocido, el joven aprovechaba el alcance de su arma para moverse y atacar a los que se aproximaran cuando menos lo esperaban, situación que hasta el momento no había funcionado tan bien como lo había pensado inicialmente. Sin embargo su segundo ataque había logrado alcanzar el rostro de aquel feo orco que ya llevaba una flecha ensartada en el pecho, una de las puas que llevaban los gruesos eslabones se había clavado en la cuenca ocular de él orco quien sólo emitió un gutural rugido de dolor por el impacto. - ¡Ven a por mi maldito engendro! - Provocaba a el malherido orco para intentar captar su atención y que dejara de insistir en atacar a la exploradora.

Tal y como había imaginado aquellos seres se trataban de meras ilusiones ópticas. Muy bien hechas pero ilusiones al fin y al cabo. Los ojos del viejo Rhylen lograron captar las zonas de transparencia en sus figuras pero, por lo que podía ver, los chiquillos aún eran ignorantes de aquello.

Malditos sean... - Se dijo apartándose hacia atrás siguiendo el consejo Sigmund. Hostawen no tenía mucha experiencia en combate a excepción de algunos episodios contra jabalíes protegiendo a sus crías o una vez contra un oso. Aún así aquellos enfrentamientos siempre habían sido distintos. Con Arnama a su lado los combates solían despacharse pronto y la mayoría de las veces los enfurecidos animales caían muertos mucho antes de tener la oportunidad de acercarse hasta su posición. El sigilo y las flechas siempre había sido la firma de identidad de ambas mujeres. Ahora, luchando al lado de tres personas a cada cual más ruidosa, la exploradora elfa se sentía perdida y aturullada. No obstante su puntería seguía siendo certera en aquellos casos. Con sangre fría, mucha más de la que había creído tener en un primer momento, cargó de nuevo otra flecha como un acto reflejo. Visualizó la cabeza de aquel monstruoso ser y, tras soltar el aire de sus pulmones, soltó la cuerda de arco. La flecha atravesó la cabeza del orco haciendo que éste cayese de espaldas sobre el polvoriento camino. Uno menos. 

¿Pero que...?

Armada y lista para entrar en combate, así estaba y así se sentía Alétheia una vez se vio a sí misma con la maza y el escudo en la mano. Era su oportunidad de demostrar a Su Decrépita Debilidad que ella no era únicamente excelente en cuanto a las artes adivinatorias si no que también sabía cómo defenderse. Y como no hay mejor defensa que un buen ataque... - Se dijo agachándose para evitar la cadena armada de Sigmund que daba vueltas sobre su cabeza y amenazada con descalabrar a alguno de ellos. Avanzó con sus rollizas piernas semiflexionadas hasta colocarse entre Rhylen y Sigmund, que acababa de ocupar la posición de la elfa exploradora. Notaba las protestas de sus muslos tras dos horas de caminar por aquellos caminos polvorientos pero aquello no iba a detenerla. Aprovechó el hueco entre sus dos compañeros y que el orco que se encontraba junto a estos había bajado las defensas, para arrear un porrazo en la cabeza de éste haciendo que el monstruo casi acabase hincando la rodilla como si de una reverencia se tratase. 

Tras las primeras acometidas del enemigo, Rhylen observó a los que ahora eran sus compañeros para comprobar que no pasaban apuros. A pesar de que la amenaza seguía existiendo, el rostro del guerrero inspiraba seguridad, como de tener en todo momento la situación bajo control... o confiaba mucho en aquellos jóvenes o demasiado en su persona. No obstante esto ayudo a sus compañeros a ganar confianza y montar el contragolpe contra aquellos orcos.

Y así lo hizo Rhylen que, aprovechando que uno de los que le atacaba había incrustado su arma en el suelo y tenía sus defensas bajas, quedaba a merced de su mandoble. Sería sencillo acabar con él, tan sólo alzó su espadón con ambas manos y lo dejó caer con fuerza destrozando el hombro de aquel desgraciado. 

Aprovechando que acabó con aquel orco y que el único que quedaba vivo se encontraba rodeado, Rhylen arrancó su espada del cuerpo inerte de su enemigo y, mostrando una velocidad excelente para su edad, lanzó un golpe lateral contra su costado que casi lo abre en canal. El orco ahora se encontraba con la rodilla hincada al suelo, sangrando a borbotones y consciente que su final estaba muy muy cerca… 

La elfa ahora estaba protegida frente al horco que quedaba, la valiente y rolliza Alethéia parecía entrar en combate como un jabalí que protege a sus crías. Hostawen seguía mirando confusa aquel orco en el suelo, su nariz se arrugaba y su mirada daba vueltas en círculos. Es raro que haya orcos por aquí... susurraba. Son una ilusión. Dijo al ver como Rhylen despachaba otro orco. Sus ojos buscaron el creador de esa ilusión y lanzó flecha de advertencia. ¡Detenlo! - Dijo visiblemente enfadada. Odiaba todo tipo de ilusiones y todo lo que no fuese real. Los manipuladores de la esencia eran seres deplorables y antinaturales. A su voluntad jugaban con todas las criaturas de la creación.

TURNO 3

Pese a las palabras de la joven elfa nada sucedió. Sigmund seguía viendo a aquellos seres tan reales como sus mismísimos compañeros, es más, podía sentir su pestilente olor, ver cómo levantaban el polvo con sus pies mientras los arrastraban por el camino de tierra, y por supuesto notar el aire que sus hachas levantaban cuando pasaban cerca de sus cuerpos. Justo en ese instante, mientras tales pensamientos pasaban por su cabeza, acababa de esquivar otro de los poderosos tajos del único orco que seguía en pie y que sangraba profusamente tras el impacto del espadón de Rhylen.

Aprovechando que el último de los orcos estaba mal herido por el fuerte ataque de Rhylen, el joven soldado atacó ferozmente azotando con los gruesos eslabones armados con puas de su arma, el golpe fue certrero, justo en la parte psterior de la cabeza, desgarrando carne, músculo y llegando hasta la vértebra, el cuerpo del feo orco cayó pesadamente al suelo. El combate había terminado, un rápido vistazo le confirmó que nadie había salido herido. -Gracias a los Dioses todos estan bien- resopló aliviado con la voz algo temblorosa debido al nerviosismo que había representado tener el primer combate "real" en su vida. -No volveran a tomarme por sorpresa, estaré mas atento- Agregó a manera de disculpas dedicando una sonrisa a las 2 jovencitas y al fiero y veterano guerrero que les acompañaba.

Cuando Sigmun aniquiló al último de los orcos acabando con cualquier amenaza, Rhylen clavó su espada en la arena y dejo caerse hacia atrás víctima del cansancio provocado por el combate y la larga caminata que llevaba encima. – fuaaaaag, exclamó aun con la adrenalina de lo vivido corriendo por sus venas. El viejo guerrero estaba exhausto pero a la vez emocionado por haber podido vivir de nuevo un combate después de tanto tiempo. – Bien, muy bien chicos…lo habéis hecho muy bien, reconoció el trabajo de los jóvenes mientras rebuscaba con cierta ansiedad algo en su mochila… - Esto se merece un premio, ¡joder!

Rhylen sacó una botella de vino de su petate, la descorchó y le dio un largo trago tras brindar con sus compañeros. – Glub, glub, glub…. Aahhhhhmmm, ¡qué bien sienta!. Dadme unos segundos y continuaremos, ¿vale?... - glub, glub, glub...  

La elfa miró al decrépito anciano que se ponía a beber por una victoria que no había sido. No eran más que una ilusión y parecía que ninguno de sus compañeros se daba cuenta. ¿Tan necios eran? La elfa miró a sus compañeros, Sigmund parecía orgulloso de entrar por primera vez en combate pero aquello había sido sólo farsa.

La dulce e infrecuente voz de la elfa volvió a escucharse. - Es una ilusión. - Repitió ahora en voz alta. ¿Acaso no veis que no son reales? - Preguntó ante una evidencia tan clara. ¿No oléis el tabaco de Holgast? No son más que magia antinatural. - Decía seria y decepcionada por ver como sus compañeros se creían muy importantes por aquella victoria.

Con la muerte del último orco a manos de Sigmund la situación volvió a la normalidad. No había habido heridos y aquello había alegrado a todos menos a la exploradora elfa. En efecto, tal y como comprobarían tras las palabras de Hostawen, aquellos merodeadores orcos se trataban de una mera ilusión. Tan pronto la muchacha mencionó aquellas palabras los tres desaparecieron sin dejar rastro alguno. El camino no mostraba manchas de sangre ni pisadas que no fuesen las suyas. 

No tardaron en captar el inconfundible olor del tabaco tan pronto Hostawen se lo comunicó al resto. Con total seguridad el mago de Kassen Holgast sería el creador de aquellas ilusiones y su rastro oloroso aún persistía por la zona; es más, podía incluso encontrarse por los alrededores espiándolos bajo alguno de sus hechizos mágicos que le hacían desaparecer. Aunque aquello podía quitar cierto heroísmo al combate Alétheia conocía bien el poder que la mente podía llegar a ejercer en el cuerpo, y más aún si ésta mente era engañada por medios mágicos. Para Sigmund que no comprendía qué se refería la elfa pues él los había visto en todo momento como seres reales de carne y hueso, un golpe o dos de aquellos hachas imaginarios puede que no hubiese cortado su cabeza pero su corazón, al sentir aquel daño como real, podría haberse detenido debido al shock muriendo inmediatamente.

Tras desaparecer los orcos, Hostawen confirmaba sus temores, pero nuevas dudas surgía. Cuales eran las motivaciones del mago de Kassen? Porqué jugaba así con aquellos chiquillos? Desde luego esta vez les había infravalorado. Hay que estar atentos. No creo que la próxima vez sea tan fácil. decía algo triste, la elfa había tenido suerte con su puntería. No como sus compañeros que parecían diestros y hábiles guerreros. Incluso Alétheia que parecía algo más delicada, se defendía con gran destreza. Tras darse cuenta que debían volver al rumbo marcado, la joven elfa calló en la cuenta que no sabía el rumbo a seguir. Sus pómulos se sonrosaron de la vergüenza. Oh, dioses. Nos hemos perdido. Oh, alethéia ruego me disculpes decía visiblemente avergonzada, mientras sacaba el mapa para que sus compañeros le echase una mano para ayudar. No debiste confiar en mi decía apesadumbrada a Rhylen Por suerte estás con nosotros y nos puedes ayudar aunque el viejo tras varios lingotazos de vino, parecía más dispuesto a una fiesta que a guiar al grupo. Aquel viejo sería más molesto que el mago.