Partida Rol por web

Era la hora de cenar, tu madre llamo desde la cocina para que toda la familia se reuniera abajo. Tu habias pasado toda la tarde del domingo en tu habitacion, haciendo los deberes supuestamente pero en realidad no habias estado muy concentrado.

Desde que cumpliste los 12 años los dolores de cabeza te atacaban con frecuencia, romper algun vaso o alguna cosa de crista, era algo que te aliviaba enormemente pero tambien resultaba peligroso. Si tu padre sospechaba que lo habias hecho con tu poder, la paliza estaba asegurada.

Tu padre soñaba con un hijo normal y se habia propuesto reconvertirte de la forma que fuera. Para colmo, el sacerdote que oficiaba el sermon de cada domingo habia empezado una behemente escalada de odio contra los llamados mutantes.

En la telivision comenzaban a hablar de ellos timidamente, igual que en los primeros tiempos del descubrimiento del SIDA. Se decian cosas horribles de los mutantes, incluso se culpaba a sus progenitores porque, segun la tele "debian haberlos concebido de alguna extraña forma para que no fueran humanos"

Tu madre volvio a llamar con un tono de voz mas apremiante. Sabias que esperar mas, con la cabeza bajo la almohada para soportar el dolor, solo serviria para que tu padre subiera a por ti.

Recordaste los analgesicos que siempre guardabas en el cajon de tu mesilla, no eran una gran ayuda pero eran cuanto tenias.

El dolor de cabeza va en aumento, aunque no puedo decirles nada a ninguno de ellos. Si mi padre se entera de que me duele la cabeza... ¿Por qué no puedo tener migrañas como la gente normal, en vez de éste infernal dolor de cabeza?

Intento incluso ahogarme a base de presionar la almohada contra mi cabeza, pero aún así, el dolor es insistente. Es como si... como si las venas de las sienes se me engordaran hasta límites insospechados, haciendo que golpée contra mi cráneo. Agh. Me levanto y corro hacia el cajón donde tengo analgésicos para la cabeza. Me tomo cinco pastillas de golpe y cierro los ojos, tratando de controlarme. Por un momento parece que el dolor mitiga, aunque aún noto su huella.

Me dirijo hacia el comedor como si no pasara nada, para no alertar a mi padre. La televisión había dicho que nosotros éramos unos freaks, muy violentos y delincuentes en potencia. Papá no quería nada de éso en su casa, pero su manera de impedirlo era muy... dañina. Jamás, desde los 7 años, he vuelto a verle como a mi padre. Ni a mamá tampoco. Los odio. No me importaría si murieran en un accidente de tráfico y me enviaran con familias de acogida...

Entro en el comedor y me detengo, dubitativo, al ver a mi padre ahí. Finalmente entro, intentando que mi mirada no se cruzara con la suya.

Tu padre esta sentado, mirando serieamente un programa donde un hombre habla con ira sobre los mutantes.

- Son poco menos que demonios, no son hijos del señor, Dios nos hizo a su imagen y semejanza, no nos hizo voladores como las aves ni nos dio poderes destructivos como los que ellos tienen. Los mutantes son obra de lucifer en persona.

La television estaba demasia alta, tu dolor de cabeza aumentaba hasta cotas que no creias posibles.

Te sentaste a la mesa y viste todos esos vasos de cristal. Sabias que concentrandote en uno hasta que explotara la presion de tu cabeza desapareceria pero sabes cual seria el precio.

Tu padre movio los ojos acia ti, intoxicado por el telepredicador behemente que estaba escuchando.

Agarro con fuerza los cubiertos, apretando los dientes con fuerza para no gritar de dolor. El audio de la tele unido a los comentarios de mi padre me provocan tal dolor de cabeza que me darían ganas de romper todo lo que haya a nuestro alrededor.

Intento aguantar, pese a notar la vista de mi padre fija en mí. Si rompo un sólo cristal... Es mejor aguantar el dolor de cabeza y, cuando pueda, aliviarme con cualquier cosa de mi habitación.

"No todos los mutantes quieren serlo" pienso, con una jaqueca considerable. Cierro los ojos, pero el dolor es tan intenso ya que apenas sí puedo notar mi alrededor. Es entonces cuando la pantalla del televisor explota, así como todos los vasos y cerámica de la mesa. Sin pensarlo, me levanto deprisa y corro hacia mi habitación.

Sólo he de cerrar el pestillo e impedir la entrada/salida durante varios días.

Tu madre da un aparatoso grito. Tu padre enfurece de un modo que jamas habias visto, corriendo detras de ti mientras se quita el cinturon. Por suerte tu eres mas rapido y logras entrar en tu cuarto, cerrando la puerta en sus narices.

Escuchas los golpes en la puerta, puñetazos que irian destinados a ti.- ¡Abre la puerta, Jason, Abre ahora mismo!

El dolor de tu cabeza a cesado dandote un respiro que no habias sentido en dias pero esta vez has roto algo valioso, la television era algo muy importante para tu padre y lo habra tomado sin duda como una afrenta personal.

Los golpes no cesan en la puerta, tu madre llora abajo lamentandose como si tenerte por hijo fuera una horrible desgracia.

Los golpes se detienen un momento. Cuando crees que la paz a llegado por fin un golpe seco en la puerta te hace mirar para ver que tu padre esta usan su vieja hacha para tirar tu puerta abajo. La madera cruge, no aguntara otro golpe sin saltar hecha astillas.

Me llevo las manos a la cabeza ante los golpes de mi padre a la puerta. Sí, no me duele la cabeza, pero... como me pille... ésos golpes van a ir dirigidos a mi cuerpo. Jadeando y con la respiración acelerada, doy vueltas alrededor de mi habitación, sin saber que hacer.

Cuando deja de golpear, me acerco en silencio a la puerta hasta que el primer hachazo me hace dar un grito de horror.

- ¡Detente! -Grito, horrorizado. No sé qué cojones hacer. Aún con el corazón latiendo a mil, me acerco hacia la mesilla y cojo todos los analgésicos que puedo, poniéndolos en una mochila vacía. También meto ahí todo mi dinero, lo poco que había logrado ahorrar en éstos últimos meses. Vuelvo a mirar a la puerta, donde ya comienzo a ver la silueta de mi padre.

- Ésto no quedará así -Le amenazo, dirigiéndome raúdo hacia la ventana. La abro y miro hacia el suelo, tragando saliva ante la altura. No era demasiado, pero sí considerable... Me giro al oír un chasquido y oigo la puerta abrirse de golpe. Vuelvo a mirar el suelo y, sin pensármelo, salto hacia los arbustos familiares, para frenar un poco el golpe.

Suelto un gemido de dolor, aunque no ha sido más que un "cosquilleo" en las plantas de los pies. Rápidamente logro ponerme en pie y salir corriendo de allí, para no volver. Corro y corro, sin mirar atrás. Corro y corro, alejándome de ése infierno.

"Que ironía. Un día antes de mi 13er cumpleaños... me fugo de casa. Parece ser que mis cumpleaños no son la alegría de la huerta" me dice una voz en mi cabeza, mientras me dejaba el alma corriendo en dirección a la ciudad.

Tuviste que correr mucho, tu padre no parecia dispuesto a dejarte escapar tan rapido. Eras la verguenza de la familia y salir corriendo solo te exponia a que otros lo vieran.

Creiste estar a salvo cuando dejaste de ver la casa, trataste de recuperar el aliento sintiendote un poco mas calmado al perder de vista el infierno de tu hogar pero entonces las luces de los faros del viejo coche de tu padre asomaron por tu espalda.

- Jason, sube al coche.- Grito parandolo a dos metros de ti. Estaba furioso pero no te pegaria en la calle, donde alguien pudiera verte.

Jadeando, sin fuelle, me detengo a bastante distancia de casa. Parecía que al fin estaba a salvo, así que me permití el lujo de apoyarme sobre mis piernas para recuperar el aliento, cuando los faros de un coche me deslumbraron. Cerrando los ojos y tapándome con una mano, intento descubrir quién era el que hacía eso.

Me quedo de piedra.

- No. No, no voy a volver a casa. A partir de ahora, no soy vuestro hijo, ni jamás lo he sido -Grito, fuera de mí. La rabia comenzaba a inundar mi cuerpo. Le odio. Le odio como jamás he odiado a nunca-. Márchate y no vuelvas jamás a buscarme. ¡¡VETE!! -Le grito, cabreado. Noto como los cristales del parabrisas vibran-.

Sin más, me doy la vuelta y renaudo mi carrera hacia la parada de bus más cercana, con intención de coger el primero que pasara en dirección a la ciudad más próxima, Kansas City. Sólo espero que no me siga. No quiero tener que hacerle daño, por mucho que él me lo haya hecho a mí.

"Yo no soy un monstruo" me repito una y otra vez para mí mismo, "aún así, no dudaré en hacerlo si no me deja en paz".

- Eres mi hijo, eres mi maldita semilla.- oiste gruñir a tu padre. Su odio y fustracion eran mas grandes que su miedo.

Escuchaste un chasquido, solo tuviste un segundo para girarte antes de recibir el impacto brutal de un disparo que te tiro a la cuneta. Tu padre se santiguo y subio a su coche de nuevo rumiando rezos por la salvacion de tu miserable alma.

Todo se volvio negro ante tus ojos mientras el dolor abrasador del metal incandescente de la bala en tu carne, te atormentaba.

Detengo mi carrera para girarme al oír un sonido extraño, aunque jamás de los jamases me habría imaginado que mi padre (¡Mi padre!) me dispararía a traición. Caigo al suelo junto a un grito de dolor.

- ¡¡Hijo de puta mal nacido!! -Grito, sintiendo un gran dolor en el lugar donde la bala se me había alojado. Notaba el sabor metálico de la sangre en la boca, por lo que sin duda estaba sangrando. Me doy, con mucho esfuerzo y dolor por mi parte, la vuelta en el asfalto para arrastrarme, aunque no consigo ni moverme un centímetro, dejándome deslizar por el suelo, mientras perdía el conocimiento a marchas forzadas.

Me estaba muriendo... me había disparado de verdad... e iba a morir.

Ignoras el tiempo transcurrido pero finalmente despiertas en un fria cama de hospital. A tu lado ves a un compañero roncando despreocupadamente. Escuchas el sonido de una maquina que lee tu constantes vitales y emite un "bip" a intervalos regulares. Tienes varios cables pegados a tu cuerpo con ventosas, en la frente y el pecho, ademas de un gotero en tu brazo.

Sientes mucha hambre, como si hiciera dias que no comes, tal vez lo hagas. Ves un vendaje en tu estomago, al intentar moverte notas que algo te tira, como puntos de sutura.

De repente, el absoluto silencio se convierte en un ligero run-run de sonidos que me dejan aún más adormilado. Abro los ojos de golpe, al recordar el disparo, pero los tengo que cerrar al ser deslumbrado. Cuando por fin los acostumbro, miro a mi alrededor.

Estoy claramente en una habitación de hospital. Varios tubos salen de mi cuerpo hacia las máquinas y el gotero que hay a un lado. Visto la bata de los enfermos y tengo una venda en el pecho. Muevo pesadamente la cabeza para mirar a mi compañero de habitación. El único sonido que rompía la armonía del silencio era él con sus ronquidos. Todo lo demás... silencio. Podría volver a dormirme tranquilamente, pero...

Como puedo, gimiendo de dolor y haciendo muecas, me remuevo hasta alcanzar el botón de llamada a la enfermera. Lo pulso.

- ¡Enfermera! -Exclamo, aún agarrando el botón del llamada y pulsándolo sin parar-. ¡Enfermera!

La enfermera no parecía por la labor de aparecer, así que decidí que era hora de largarme. Me levanté a duras penas de la cama y me quité cada cable que había en mi cuerpo, mientras buscaba con la mirada mi ropa.

- ¿Por que haces tanto ruido? Son las cuatro de la mañana.- Gruño el hombre que estaba en la cama contigua.- Vuelve a la cama y deja de alborotar, algunos queremos dormir.

La enfermera entra restregandose los ojos, al parecer la despertaste.- ¿Que sucede? Oh, no, no vuelva a la cama, no puede moverse o se le abriran los puntos.

Me sobresalto al oír la voz de mi compañero de cuarto. "Cállate" le musito, mientras acabo de ponerme la chaqueta que llevaba antes del disparo. Justo cuando por fin me voy a ir de aquí, llega la enfermera e intenta impedir que me marche. Pese a que me duele el cuerpo, decido no quedarme: si me hicieran un análisis, tal vez como dice mi padre, descubrirían una anomalía en mi sangre y pensarían que soy un monstruo. Éso no puede pasar.

- ¡Déjame! -Exclamo, mientras la empujo hacia las máquinas que estaban antes enchufadas en mi cuerpo. Cojo la mochila del suelo y camino a paso rápido en busca de la salida del hospital, sin pararme a mirar atrás.

Sales de tu habitacion y ves por el pasillo como un grupo de militares camina rapido acia ti. Es demasiado tarde, tu sangre ya a alertado a las autoridades.

Posiblemente haga dias que estas en coma.

Miras por el otro lado y ves tres celadores enormes que estan acudiendo a la llamada de la enfermera, que grita desde tu cuarto como si la hubieras matado.

Frente a ti las escaleras de incendio y los ascensores. Justo cuando estas sopesando tus opciones la puerta del ascensor se abre y una enfermera en practicas te hace gestos para que corras, sujetando la puerta.

Su cara es amigable, te da la sensacion de que esta preocupada por ti.

Me quedo parado en el sitio al ver lo que se cernía frente a mí. Verdaderamente problemático, el intentar largarme de allí por la fuerza. Tampoco quería ser detenido, obviamente, ya que no era ningún mono de feria. Mutante o no, yo no soy un monstruo ni algo que se tenga que exhibir. Me planteo el lanzarme a las escaleras de incendio, aunque cuando el ascensor se abre y en su interior aparece una chica que me hace gestos, no me lo pienso mucho y me lanzo hacia allí.

Pulso el botón de cierre de puertas con rapidez, para que no puedan acorralarnos en el ascensor. Por suerte, éste cachibache de mierda funciona correctamente y comienza a bajar.

Respirando con rapidez, me giro para encararme a la chica. No la conozco de nada y es bastante mayor que yo.

- Gracias -Intento recuperar el aire, aunque me es difícil. Me tiran mucho los puntos-. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me ayudas? -Por todos sería sabido ya que era un "monstruo". Ella también lo debe saber. ¿Por qué lo hace, pues? -No será una trampa, ¿verdad? ¿Mi padre te ha contratado para que me lleves a "casa"? ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? ¿Quién me salvó?

No podía evitarlo. El torrente de preguntas comenzó a salir sin más. La miro con la incomprensión en mi mirada.

La chica pulsa el boton del atico.

- Abajo te estan esperando, arriba esta el helicoptero, confia en mi, te llebare a un lugar seguro. No tienes que preocuparte de tu padre, lo metieron a la carcel por dispararte. Llebas tres dias en coma, nadie esperaba que despertases pero llegaron esos resultados y todo el hospital se volvio loco.

El ascensor para arriba, en la azotea. La chica se quita la bata de enfermera, debajo ves unos vaqueros y una camiseta de lo mas corriente.

La chica va directamente al helicoptero.- Se que tienes muchas preguntas pero preferiria contestartelas cuando estemos a salvo, si no te importa.

Decido seguirla sin más, pese a que no responde a ni una de mis preguntas. Sería más fácil buscar la salvación desde el helicóptero, donde como máximo cabrían seis personas, que en un edificio como un Hospital, donde habrían muchísimas personas.

Salvo el trayecto del ascensor al helicóptero al trote, protegiéndome del viento de las aspas de las hélices. Miro a la chica, cuando me siento. Desvío la mirada al ver cómo se cierran las puertas y miro al exterior. Ver el peligro alejándose, ahí abajo... es algo espectacular.

No sé si soy un monstruo o no. No sé si ésta chica es mi salvación o no. Lo único que sé, es que no pienso permitir que me pillen desprotegido. La próxima vez, seré capaz de defenderme sólo. Vuelvo a mirarla.

- Necesito una explicación -Le recuerdo, intentando ser cortés... pero directo-.

- Eso ya me lo imaginaba.- dice ella tranquilamente mientras sobrevolais la ciudad.- Me llamo Susan y soy enfermera pero no en este hospital... No vas a creerme pero tengo 43 años. Soy como tu... solo que mi don se limita a que una regeneracion celular que me mantiene con esta apariencia... pero no estas aqui para hablar de mi.

- Ademas de pilotar helicopteros formo parte de un grupo de resistencia. Esto te parecera todo muy raro, no quiero atosigarte y no tienes porque unirte a la causa, solo dime donde quieres que te deje....