Partida Rol por web

Tras el incidente en la guarida de los ladrones, el grupo regresó tras sus pasos y tras perderse varias veces, lograron llegar de nuevo a la misma entrada a las cloacas que la que habían utilizado para acceder a más mismas. 

Fuera ya era mediodía y la actividad de las calles había empezado a menguar. Ellos, sucios como ratas, sobre todo Alder y Adso que habían caído al lodo hediondo del canal. La gente con la que se cruzaban les miraba asqueada y ni había para menos. 

Sin embargo, habían logrado un buen botín y si los cálculos de Chester no eran erróneos, tocaba a más de ochocientas monedas por cabeza. Mucho más de lo que habían soñado obtener por el trabajo que les habían encargado y mucho más de lo que nunca habían tenido en su vida. 

Lo primero que hicieron fue acudir a la posada donde Bögenhafen les había pagado la estancia. Llegaron cargados con todo lo robado a los ladrones y lo depositaron en una de sus habitaciones. El personal, con cara de asco y severas arcadas, les preparó un baño a cada uno de ellos sin necesidad de pedirlo y todos gozaron de dicho lujo. 

Una hora después, todos estaban aseados, habían dejado de dar asco solo de verles y tenían ropa limpia. La otra... Había sido pasto de las llamas literalmente. El personal de la posada la quemó en el patio trasero. Ahora debían acabar de dirimir que se quedaba cada uno y que vendían y en ese caso, ir de compras si querían invertir parte o todo el dinero que les quedaba. 

Y todo eso por un precio inmejorable, algunos arañazos y la obtención de unos enemigos para nada desestimables, el gremio de ladrones local.

- Creo que estaría bien el oro invertirlo por ahora en descubrir las propiedades mágicas de los dos objetos, una vez que lo hayamos averiguado repartirlo según necesidad no codicia. Con el dinero restante dividirlo entre los cinco, ¿qué opináis?

En el camino a la superficie, todo el grupo había estado debatiendo en el reparto del material que habían encontrado, siendo Gemme la que mejor parada había salido, pues nadie se postuló para quedarse con la capa de resistencia y no la quería desperdiciar. Sumado a eso, había obtenido una ballesta con sus respectivos virotes, cosa que echó de menos en el anterior combate. Así como un escudo y una coraza de gran calidad, no tan tosca como la suya vieja. Tras todos los ajustes y el reparto de dinero, decidió vender su vieja coraza para cuadrar las cuentas y que todos tuvieran algo equitativo, sea en objetos o en dinero para comprarlos.

- Muy bien, yo venderé esta vieja coraza. Me ha servido bien, pero una vez que me he puesto esta y la he ajustado - Dijo señalando la nueva y mejorada armadura que ya tenía puesta. - veo que podré moverme mucho mejor con ella, al parecer. - Añadió.

Apenas presto atención al camino de regreso hacia la superficie y solo puedo sentirme agradecido de que mis compañeros sepan por dónde van porque yo me encuentro totalmente sobrepasado por los luctuosos acontecimientos que acabamos de protagonizar.

Solo cuando he podido disfrutar de un baño reconstituyente, cambiarme de ropa y calentar el cuerpo con más de dos bebidas espirituosas, comienzo a recuperar algo de mi característico optimismo y alegría por la vida.

Sentado frente al fuego y con las sienes martilleándome, escucho la machacona insistencia con que mis compañeros me piden que les diga qué propiedades mágicas tienen los objetos que han arrebatado a nuestros enemigos junto con sus vidas. Solo para quitármelos de encima, los envío a buscar un par de perlas de buen tamaño. Cuando regresan con ellas, disfruto viendo las caras de espanto de Alder y compañía cuando las machaco con el tacón de mis zapatos nuevos y me las echo en la bebida. Perlas por valor de doscientas piezas de oro, removidas con una pluma de búho y bebidas a trago. Esta sí que es la copa más cara que me he tomado nunca, no cabe duda.

Dando tumbos, ebrio de alcohol y magia, consigo llegar hasta mi dormitorio y esparcir los objetos encantados sobre la cama. Los contemplo durante horas, viéndolos dobles por la bebida y rodeados por halos multicolores que solo yo puedo ver. El entramado de la magia danzando frente a mis ojos vidriosos.

En algún momento de la noche caigo dormido sobre ellos y al despertar me siento entumecido, resacoso y con muy pocas ganas de tener nada que ver con ninguno de ellos. Por fortuna, Gemme se queda con la capa y Gunther con la armadura y todos deciden pagarme generosamente por mis valiosos servicios a pesar de haberme bebido sus perlas. ¡Y además me regalan una ballesta nueva!

Solo puedo achacar semejante generosidad a su temor a que les delate a las autoridades como asesinos, pero soy casi tan culpable como ellos de lo ocurrido así que pueden contar con la seguridad de que han comprado sobradamente mi silencio.

Ahora que soy rico, me gustaría buscar una tienda donde comprar componentes mágicos. Quién sabe, quizá incluso me anime a experimentar un poco.

El combate se había resuleto de manera más satisfactoria de lo esperado por Alder, a tenor del estado en el que él mismo se encontraba nada más empezar. Ragnar se había demostardo como una eficiente máquina de picar carne y había podido dar cuenta de los suficientes enemigos como para que el resto depusiese sus armas.

El joven pícaro se habría mostrado partidario de acabar con ellos para evitarse problemas en el futuro, pero pertenecer a un grupo significaba hacer concesiones y que no se notasen, por lo que se limitaron a dejarlos vivir un día más. Ya lidiarían con los problemas derivados de toparse con ellos en el futuro.

Lo que si que lograron fue hacerse con un suculento botín, el cual tuvieron a bien repartirse de forma más o menos equitativa, si bien Alder abogó por premiar de forma especial a la muchacha pelirroja, no por nada había salvado literalmente su vida.

Pese a estar cubierto de mugre y sangre, el camino de vuelta Alder lo realizó canturreando con las manos en los bolsillos, denotando su evidente buen humor debido a las ganancias obtenidas.

Una vez librados de la porquería que  les cubría, dejándola a medias entre el agua de la tina, la cual quedó marrón, y la ropa que quedó reducida a cenizas, se encaminaron hacia la zona comercial, insistiéndo Alder en estar presente a la hora de vender los objetos ganados, puesto que no se fiaba un pelo de los comerciantes locales. "Son todos unos ladrones" dijo en tono bromista

Ante el comentario de Gemme a cerca de lo mejor que iba a moverse con la nueva coraza, el pícaro no pudo estarse de soltar un chascarrillo

-Si de veras vas a moverte mejor incluso, serás la viva imagen de Myrmidia encarnada, pelirroja

En un principio Gunther pensó en decirle a Alder que lo que les hacía a los tipos era injusto, pero cuando vió la espada larga que soltó uno, y la cota de mallas brillante del otro, se quedó callado y arrambló con el paquete de cosas que habían conseguido. Poco le importaban los muertos, él había sido claro desde un principio y ellos sencillamente no se habían rendido, ahora quedaba saber si volverían a buscar al goblin... quizá encontrasen otros lugares como el de hoy.

Murmuraba para si durante el camino, y si alguien se molestaba en acercarse podría escuchar algo de muchos bolsillos, ropa nueva, y botín. De hecho un par de veces preguntó a Chester cuanto tocaría por cabeza del botín, sin importarle que cada vez que lo hacía la respuesta era un "después".

El baño le vino de perlas, aún sin haberse caido al agua apestosa sus ropas y su cuerpo hedían, claro que no tanto como sus amigos nadadores. Las manchas de sangre no le molestaban tanto, eran gajes del oficio, y de hecho no entendía la insistencia del tipo de la puerta de que se limpiase antes de pasar al salón. En definitiva salió de la tina mejor de lo que había entrado, y con la muda de ropa pija y el nuevo camisote de mallas hasta casi parecía decente, claro que con el alfanje a la espalda, la ballesta colgando a un costado, y la espada larga en la cintura quedaba claro que lo suyo no era la diplomacia.

Se dedicó a llevar la bolsa allí donde Alder los guiara en su busca de un buen trato, y en el camino compró una mochila y un conjunto de ropas de explorador, que eran mejores que los casi harapos con los que había llegado, y más adecuados que las ropas que llevaba ahora para ejercer su oficio, la sangre se disimulaba más en el cuero. Tambien compró una soga, y yesca y pedernal, algo que había escuchado que era útil para los aventureros.

Se abstuvo eso si de preguntale a las dependientas bonitas cuanto cobraban, no estaba muy sobrado de fondos y la zona no se veía como la calle donde se había criado.

- Yo poder mover mas rápido con armadura nueva, - dijo haciendo movimientos amplios para demostrarlo - ahora enemigos no poder escapar de mi.

Pasaron el resto de la tarde realizando las ventas de los objetos robados a los ladrones y realizando sus propias compras. Quién dudara si asaltar aquella guarida, matar a parte de sus moradores y desposeer a todo el mundo de sus objetos personales había sido algo ético o todo lo contrario, siempre podía escudarse en la típica expresión: "quién roba a un ladrón, tiene cien años de perdón". Aunque probablemente sólo fuera una frase hecha sin demasiado fundamento.

Les había costado un tiempo decidir que se quedaba cada uno y luego como repartir lo restante del botín, pero una vez lo hicieron estaban listos para invertirlo. Gemme y Gunther se sentían satisfechos con sus nuevas armaduras, bastante más cómodas y adaptadas a sus cuerpos. El resto, además de alguna arma de mayor calidad la que ya tenían anteriormente, obtuvieron principalmente una buena suma de coronas de oro. 

En Bögenhafen y durante el Schaffenfest, podían comprar casi cualquier cosa. Tenían una oportunidad inmejorable para adquirir un nuevo y mejorado equipo. Sólo tenían que saber a quién acudir para comprar lo que necesitaban. 

La ciudad de Bögenhafen me parece un lugar mucho más colorido y alegre esta mañana. Nunca había tenido tanto dinero y para mí es una sensación tan extraña como placentera el no tener que preocuparme por si podré comer hoy o si tendré que dormir a la intemperie. Vine aquí pensando que cobraría una importante herencia y al final, de un modo o de otro, parece que la fortuna sí me ha sonreído.

Las tiendas están bien abastecidas y los comerciantes son amables con los clientes adinerados. Creo que podría acostumbrarme rápidamente a este estilo de vida y llegar a ser un arcanista prestigioso algún día, dado que el prestigio no depende tanto del talento natural como de la capacidad financiera.

Mientras mis amigos se dedican a vender las pertenencias tan dudosamente obtenidas, yo entro en cada pañería, sastrería y zapatería que encuentro, encargando unos guantes de piel de ciervo aquí, unos trajes elegantes allá, unas puntiagudas y llamativas botas con brillantina en este otro establecimiento...

Para dejar de ser un pordiosero hay que empezar por dejar de aparentarlo. El principal problema es que acarrear tantos ropajes nuevos comienza a ser un fastidio y voy a tener que buscarme una forma creativa de solucionarlo.

—Yo creo que a estas alturas ya podemos dar por desaparecido para siempre al goblin, ¿no os parece? —comento con mis compañeros al final de nuestras provechosas transacciones comerciales—. Pero el juez dijo que en "Al Final del Viaje" se ocuparían de nuestra manutención una semana entera así que... por qué no disfrutarlo. Nos pasamos los próximos dos o tres días viviendo a cuerpo de reyes con todo pagado y después nos vamos a buscar a Joseph Quartjin y le pedimos que nos saque de aquí para irnos a otro lado antes de que el juez nos pida cuentas. A mí me parece un planazo.

Adso recibió un botín que no había calculado ni en sus mejores sueños, de encontrarse con una misera cantidad de moneda ahora veía que podía mantenerse como bien decía Chester a cuerpo de Rey durante varios meses. - ¡Muchas gracias estoy sumamente agradecido!, yo iré a visitar la capilla de Morr, y ver qué puedo ofrecer allí, las cosas mundanales poco me alagan, siento que me motivan otras cosas. Y cuando marchéis si veo que aquí no tengo nada más que ofrecer acompañaros... Comentó Adso un tanto confuso por el giro que había tornado su vida.

—Mi buen amigo Adso, estoy en deuda contigo por haberme salvado de aquel monstruoso goblin y también con tu dios por haberte enviado en mi auxilio en el momento preciso. Por eso me da pena que malgastes tu oro donándoselo a gordos sacerdotes de dudosa fe cuando podrías darle un mejor uso para mayor honra de Morr. ¿Por qué no me dejas fabricar para ti algo que sea de tu agrado? Como por ejemplo un par de botas que te eviten el daño de las caídas o un brazalete que te proteja de algunos ataques o un broche que impida que mueras desangrado si, los dioses no lo quieran, resultaras gravemente herido... O podrías guardarlo hasta que juntes bastante para conseguir algo mejor.

Adso escuchó a Chester y le sonrió cuando lo llamó amigo haciendo una leve reverencia en señal de agradecimiento. Luego le subrayó de estar en deuda con él, con lo cual Adso quiso quitarle importancia, pero después le habló de cosas que podía hacer y una de ellas le resultó sumamente atractiva. - Muy bien Chester, amigo, me has convencido me agradaría esos brazales que protegen de ataques. El joven novicio entonces tomó el sacó de dinero y sacó cinco monedas. - Esto es lo que traía antes del botín. Y dicho esto le dio la bolsa con el dinero dado por completo del botín. - ¡Haz ese broche Chester!, comentó con una agradable sonrisa. 

-Si de veras vas a moverte mejor incluso, serás la viva imagen de Myrmidia encarnada, pelirroja

Sonrió ante la ocurrencia de Alder, adulándola a todas luces pues la estaba comparaba con una deidad de la importancia de Myrmidia. Aunque no le contestó para no parecer orgullosa ni mostrar falsa modestia, pues era un título que pensaba no merecía y se alejaba de todos los halagos y piropos que recibía, como norma general. Pero en todas las reglas siempre hay excepciones. Quién sabe...

Con algo de remordimiento por las vidas que se quitaron recientemente, aunque ella misma no mató a ninguno e incluso gritó para tratar de parar la barbarie de la lucha, Gemme seguía sumida en sus pensamientos sobre lo sucedido. Atendió a las palabras de todo el grupo, en especial a las de Chester que parecía tener pocas ganas de continuar con la tarea que tenían encomendada.

- De ninguna manera, Chester. Mi conciencia no podría con eso. Nos comprometimos y deberíamos continuar con la investigación. Tuvimos mala suerte dando con el sótano de esos ladrones, pero igual por otro camino encontremos, por lo menos, en qué dirección salió el goblin. Piensa que podría hacer daño a alguien más, si lo dejamos por ahí suelto... - Comentó la clérigo al resto.

Gunther había comprado aquello que creía más necesario, y también compró unas cuantas antorchas y una máscara que resolviera aunque mas no fuera en parte el tema el hedor de las alcantarillas, y otros que pudieran encontrar en sus aventuras. Gunther se encogió de hombros ante la pregunta de Gemme. - Juez dar habitaciones por cazar Goblin, si no cazar trespatas juez quitar habitaciones y tener que buscar otras. Gunther gusta baños que dar, y si poder quedarse ahi una semana entonces Gunther entrará a alcantarillas hasta dar con goblin, o acabar tiempo... - sonrió - Y quizá encontrar otros lugares con tesoros - dijo palmeando su armadura nueva.

Desperezándose sonoramente mientras caminaba junto al grupo, aparentemente de buen humor a tenor del paso casi rítmico que llevaba.

-¡Oh, vamos, Ches! No seas tan aburrido...-Se quejó ante la propuesta del temeroso mago.-Tampoco ha estado tan mal... ¡tómatelo como un entrenamiento académico para forjar tu caracter!-sugirió sonriendo a la vez que estrujaba los trapecios de Chester con sus manos.

-Buena compañía, misterios por resolver, monedas de oro llamando a tu puerta...¡Que más se puede pedir!

Dejando fluir la conversación que se estaba desarrollando, no pudo evitar fruncir el ceño cuando Adso mencionó lo de visitar la capilla-En relación a eso... me gustaría hacer un donativo a la iglesia Sigmarita por lo de allí abajo...-dijo en referencia a la curación que le había apartado del sendero de la muerte.- No se muy bien como van esas cosas y no es que sea especialmente devoto-A decir verdad no era nada devoto. Más bien era supersticioso sin rendir culto a ningún Dios concreto-Pero siempre he dicho que es de bien nacido el ser agradecido así que quizá si financio una oración en mi nombre hacia el Jefazo de arriba-dijo señalando hacia arriba-Puede que me de suerte-Se encogió de hombros en dirección hacia Gemme.-¿Eso sería posible...?-preguntó arrugando la frente

De una rápida pasada por una tienda en la que Alder estuvo un rato regateando con su vendedor, el pícaro acabó saliendo con un paquete de tela el cual contenía una capa con capucha negro tizón, así como unos pantalones del mismo color y unas botas de exquisita elaboración y aspecto arcano.

Adso entonces esperó al que el grupo se decidiera y la mayoría había decidido seguir con la investigación del trasgo de tres patas. - Vale, contad entonces conmigo si vais a seguir con la investigación de ese goblin, es verdad lo que dice Gemme que es un peligro que siga por ahí suelto viendo lo que puede hacer con esos colmillos... 

...Se encogió de hombros en dirección hacia Gemme.-¿Eso sería posible...?-preguntó arrugando la frente...

 La pelirroja escuchó atentamente las palabras de Alder, que veía con buenos ojos al tratarse de algún tipo de tributo a la orden a la que ella pertenecía.

- Me sorprendes Alder. No esperaba un gesto tan altruista de alguien no devoto de mi deidad. Con gusto te acompañaré al templo para realizar el donativo y yo misma realizaré unas plegarias en tu nombre y en el de todo el grupo. Espero que Sigmar vuelva a prestarnos algo de su ayuda si la volvemos a necesitar. - Le dijo sonriendo.

Gemme y Alder se dirigen tras sus compras hacia el templo de Sigmar situado en Bögenhafen. El resto del grupo les sigue casi por inercia. Preguntando un poco no les cuesta llegar hasta él tras menos de quince minutos caminando de forma tranquila y amena a través de las calles abarrotadas de convecinos y visitantes de la ciudad.

El templo de Sigmar se presenta ante ellos de forma imponente. Se trata de un edificio de planta cuadrada, blancos muros, tejados de pizarra azul, con un enorme campanario y una puerta monumental con un magnífico signo sigmarita sobre las puertas. 

La entrada está custodiada por varios monjes guerreros, quienes al ver llegar a los visitantes y al reconocer en Gemme una sacerdotisa del dios del que custodian uno de sus templos, simplemente se apartan a un lado dejándoles pasar al interior. Gunther no se adentra demasiado en el Templo, pues los asuntos de los dioses no son algo que comprenda demasiado. 

Una vez en el interior, se percatan de que el Templo Sagrado permanece abierto al público para la oración y la reflexión, por lo que los monjes situados en la entrada no sirven sino para hacer una criba acerca de quién puede y quién no puede acceder a su interior.

Adso, quien ya ha estado en ese templo, se encarga de hacer de guía a Gemme, pues aunque es un monje que dedica sus plegarias al dios Morr, no es ajeno a la historia del patrón del Imperio y disfruta en ocasiones de pasear por las diferentes capillas dedicadas a éste en si iglesia. 

Se encuentran en una gran sala repleta de bancadas y con varias capillas a los lados. En el fondo se halla un altar dedicado a Sigmar. En la parte trasera del complejo del templo seguramente se hallan los dormitorios, despachos y almacenes para atender las necesidades del culto de Sigmar.

Chester por su parte, quien ha permanecido en silencio durante el rato que Adso ha ido contando todo lo que sabe sobre la iglesia, va anotando todos aquellos datos a priori inútiles en su mente, probablemente por puro defecto profesional. Tanto Gemme como Chester, saben probablemente tanto o más que Adso en cuanto a la historia de Sigmar, pero sin embargo me dejan explayarse, al fin y al cabo, él vive en aquel lugar y ejerce de alguna forma, el papel de anfitrión.

Alder y Gemme se acercan al altar dispuestos a ofrecerle sus respetos, dedicarle unos rezos y como bien había prometido el bueno de Alder, realizar una donación, cuando son sorprendidos por un monje calvo y orondo como una barricada de vino. 

- Aquí le tienen, hermanos. - Dijo con torrente de voz y aliento etílico. 

Señaló entonces un inmenso situado tras el altar que representaba a Sigmar en su máximo esplendor. 

- Sigmar Heldenhammer, que para quien lo sepa significa Martillo de los héroes. - Desveló sonriente. - Fundador del Imperio y dios protector de los hombres. - Anunció con tono solamen. - Dos mil quinientos años atrás, siendo todavía un simple mortal, unió las doce tribus humanas que vivían entre las Montañas Grises y el borde de las Montañas del Fin del Mundo, aquí en el Vuelo Mundo. - Sonrió de nuevo. - Aunque deduzco que todo eso ya lo sabías. - Miró entonces a Gemme. - ¿Qué os trae a Bögenhafen hermana? No sois de por aquí, ¿verdad? 

Gunther tenía una relación difícil con Sigmar, por un lado habría muerto en las calles de no ser por sus sacerdotes, que lo acogieron en uno de sus orfanatos y lo entrenaron desde temprana edad para ser soldado, cuando se hizo evidente que no servía para fines más elevados. Por el otro, cuando resultó evidente que no era capaz de seguir las órdenes más simples, lo echaron a la calle como un perro, claro que un perro con dientes y un oficio, pero nunca le dieron la oportunidad de ser como sus hermanos de camada.

No podía decir que los odiaba, ni siquiera podía decir que los conocía, algo recordaba de las lecciones como que era el creador del mundo y esas cosas, no importaba, par él Sigmar era comida, golpes y lecciones de pelea, era buenos momentos y malos momentos, y era persignarse al entrar el templo y llevar el puño al pecho. El saludo de la orden Sigmarita, la única de las lecciones de disciplina que le había entrado en la mollera, y probablemente fuera porque le había entrado a golpes... o porque le gustaba el sonido que hacía su puño al golpear contra su pecho.

Aún así esperó en la entrada, pasar más alla era aburrimiento seguro, y por lo general los techos permitian escuchar lo que se decía en el altar hasta los rincones más lejanos del templo.

Tras realizar unas plegarias cerca del resto de sacerdotes que estaban junto a un pequeño púlpito, bajo una estatua que gobernaba en centro del fondo de la iglesia, Gemme se levantó por fin y volvió junto con sus camaradas. Ya habían realizado la ofrenda con unas monedas en la entrada del templo, para aplacar los deseos de Alder y los de la sacerdotisa propios. Pasaron unos minutos admirando todo el edificio, tan majestuoso por dentro como lo era por fuera, cuando unas palabras de uno de los sacerdotes les alarmó.

- No, hermano. Mi nombre es Gemme Or Cramoise, y procedo de la pequeña Villa de Plongee al oeste del Bosque de Arden y al Sur de Castillo de Artois. Recientemente he sentido la llamada de la fe para ir a ver mundo. Solo así podré buscar más honor en mis acciones, prestando mi ayuda por ejemplo, lejos de mi templo y ciudad natal. Deber, honor y valor, como predicamos. Si he venido en primer lugar aquí, a Bögenhafen es para ver, también, el Shaffenfest del que tanto había oído hablar. - Le dijo esto último sonriendo al sacerdote.

La imagen de la vidriera del fondo, con la imagen de Sigmar con su martillo era digna de ver. Pareciera que el mejor de los artesanos del cristal la había trabajado con mucho mimo y dedicación para lograr tal proeza y darle a la misma aquella belleza sin parangón.