Partida Rol por web

Cuando Gunther fue a apoyar la mano sobre el hombro del mayordomo, ésta atravesó su cuerpo y el gigantón por poco no cayó al suelo tras desequilibrarse. Aquel hombre que momentos antes parecía ser un ser completamente sólido, ahora parecía haber adoptado una forma incorpórea, completamente gasesosa.

- ¿Sabéis...? - Soltó una carcajada. - Realmente debisteis haberos ocupado de vuestros asuntos... 

Tras decir aquello, su cuerpo empezó a filtrarse a través de una grita en la pared, tratando de escapar del lugar. 

Mientras aquello sucedía, Chester dejó de rebuscar entre los papeles a la vista. Se trataban en sun gran mayoría de temas municipales. Licencias de obra, así como un proyecto de alumbrado público, entre otros documentos.

En ese mismo momento, se escucharon toques de silbato  en el exterior de la mansión. Al mirar por la ventana, el grupo pudo ver como cuatro guardias de la villa, se acercaban a la carrera. Posiblemente habrían sido alertados incluso antes de su llegada al lugar.

Miro al mayordomo fantasmal alejándose, a los guardias acercándose a la carrera al otro lado de los barrotes de la ventana, los papeles de Magirius sobre el escritorio, al mayordomo de nuevo...

Mi cabeza es un auténtico hervidero de pensamientos caóticos y el estrés aumenta en mí al ser consciente de que mi cerebro sea probablemente el que más variables a la vez está tratando de procesar. El maldito espectro tiene razón, sabíamos que venir aquí era una idea espantosa y, aun así, aquí estamos.

—Piensa, piensaaa... Ahhhh, mieeeerdaaa... —me llevo las manos a la cabeza para frotarme las sienes y se me caen las gafas. Justo lo que más falta me hacía. Las recupero medio a tientas y me las coloco torcidas sobre el puente de la nariz.

¿Cómo parar al mayordomo insustancial? No se puede, ese no es un camino.

¿Me llevo el sello de Magirius por si acaso más adelante nos hace falta? Si nos atrapan los guardias no necesitarán más pruebas de nuestra culpabilidad que ver que hemos robado en casa del consejero, pero en realidad ya estamos bastante condenados, así que me lo guardo en el bolsillo antes de saltar a otro hilo de pensamientos.

¿Nos quedamos a dialogar con los guardias? No se creerán ni una sola palabra sobre fantasmas y demonios una vez que vean a Magirius muerto y a nosotros aquí, fuertemente armados junto a su cadáver.

¿Luchamos contra ellos? Esa es una soberana idiotez. No vamos a defendernos de una acusación de asesinato asesinando a los guardias de la ciudad.

¿Y si huimos? Si huimos puede que nos cojan, pero estaremos en las mismas que si nos quedamos. Y si no consiguen cogernos...

—Buscad una puerta trasera que de a las cocinas, una ventana en la primera planta que lleve a un jardín trasero, una boca de alcantarilla... Lo que se os ocurra que nos permita salir de esta ratonera sin que los guardias nos vean.

Estoy a punto de decir que si alguno se queda atrás que los demás traten de salvarse pero lo más probable es que quien se quede atrás sea yo y no soy ningún maldito héroe. Si me quedo atrás, espero que ellos me salven como sea.

Sin pensármelo dos veces, echo a correr hacia la entrada principal y lanzo un conjuro para tratar de obstaculizar el avance de los guardias. Funcionó muy bien en el almacén de los ladrones, ojalá nos funcione igual de bien ahora.

Al ver que el tipo se escurría entre las grietas, Gunther intentó aquello que le parecía más natural, y que consistía en tapar el resquicio con su cuerpo y sus manos. Si eso no era suficiente para retener al tipo transparente entonces haría lo que Chester sugería, buscar las cocinas que seguramente tendrían una entrada propia.

Chester logró internarse en la mente del mayordomo. Nunca había intentado leer los pensamientos de un ser inmaterial, pero le resultó especialmente fácil en el caso de aquel tipo. No obstante, no le reveló demasiado. Sus pensamientos iban en la misma línea de lo que decían sus palabras. Se sentía feliz por haberles tendido aquella emboscada y esperaba que los guardias les apresaran por la muerte de Magirius. Además, se regocijaba en la certeza de que aquellos entremetidos eran más estúpidos de lo que había llegado a intuir.

Por su parte, Gunther trató en vano de sellar con sus propias manos la grieta por donde el espectral mayordomo pretendía marcharse. Pese a su intento de evitar la huída, el cuerpo inmaterial de aquel hombre se coló por la grieta desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos. En unos pocos segundos, el mayordomo ya no estaba allí y la conexión mental con Chester, desapareció poco después.

Para entonces Alder, quien se había movido rápido, ya había encontrado la cocina y en efecto, había una puerta trasera. Rápidamente advirtió de ello al grupo y éstos rápidamente emprendieron la carrera en dirección a la cocina. Fue cuando escucharon pasos a la carrera entrando en la mansión y acto seguido un fuerte estruendo junto a la entrada de la mansión. Sonido metálico al caer al suelo, así como lamentos de los portadores de dichos metales al golpear contra el piso. 

- ¡Arriba, se escapan! - Escucharon la voz de uno de ellos.

Para ese entonces, el grupo ya estaba fuera y habían ganado una gran ventaja con sus perseguidores. No obstante, no podían estar seguros de que al menos unos de ellos no les hubier visto y es más, de que no les estuvieran persiguiendo ya o de que hubiera más patrullas acercándose a la zona del asesinato.

El grupo se encontraba en el jardín trasero de la mansión. Frente a ellos a unos diez metros de diestancia, se encontraba un muro de unos dos metros de alto, en un muro lateral, a su derecha, había una puerta aparentemente cerrada y también existía la posibilidad de rodear la vivienda y tratar de escapar por la parte delantera del edificio.

Constatar que el mayordomo fantasma es tan sincero como consecuente y que piensa lo que dice resulta menos alentador de lo que pudiera parecer. Especialmente porque tanto lo que dice como lo que piensa es que somos idiotas y que por ello merecemos lo que nos pasa. Una opinión que, por desgracia, comparto.

Usando la voz de Alder como guía, consigo llegar hasta la cocina de la mansión y salgo por la puerta de servicio.  Es entonces cuando los sonidos en la entrada de la mansión me confirman no solo que mi último conjuro ha dado algunos resultados, sino también que los guardias ya están aquí y los tendremos encima muy pronto si no nos damos prisa.

De entre los posibles caminos de huida que se nos presentan, ninguno parece demasiado tentador. Posiblemente lo mejor sea dejar que Gunther destroce la puerta como ya hizo en otras ocasiones pero, para no quedarme de brazos cruzados mientras él se afana, echo a correr hacia el muro e intento trepar por él sin demasiadas esperanzas.

Alder corrió hacia la puerta mientras extraía del bolsillo de su chaqueta una pequeña bolsa de cuero enrollada, la cual contenía su juego de ganzúas profesional. Había examinado la puerta desde lejos y no le cabía duda alguna de que de no estar abierta, no sería muy difícil forzarla. 

Una vez llegó junto a la puerta, ya con las ganzúas precisas en la mano, tomo la manilla de la puerta y al no abrir se agachó junto a la cerradura y empezó a manipularla hasta que hizo "click".

Gunther no dudó ante las alternativas de huida, derribar la puerta les daría a sus compañeros espacio para huir - Seguir Gunther - dijo, y sin fijarse si lo seguían realmente corrió hacia la puerta mientras desenvainaba el mandoble. Una vez junto al obstáculo de madera descargó un brutal golpe vertical sobre la misma.

Gemme corrió en dirección al muro al ver como Chester lograba trepar por el mismo sin demasiada dificultad. La sacerdotisa se desplazaba de forma más lenta que el resto de sus compañeros. La causa era evidente, su coraza pesaba bastante más que las armaduras ligeras del resto o la túnica del arcano y le restaba movilidad.

Una vez junto al muro, Gemme se dio cuenta de que no iba a ser una tarea tan sencilla como parecía y que al agarrarse a la cornisa del muro y tratar de alzarse, le fue imposible traspasar aquella frontera física. Tras unos segundos luchando por escalar, se dio por vencida y miró en todas direcciones buscando una nueva opción.

- ¡Maldita sea! - Exclamó fastidiada. - ¡Guíame en esta empresa Sigmar! - Imploró.

Jospeh optó por la discrección. El barquero avanzó por uno de los latrerales de la mansión dirigéndose a la parte delantera de la misma. Si los guardias habían entrado en la vivienda y la estaban registrando en busca de los intrusos, posiblemente no se preocuparían demasiado de la entrada. 

Por ello, el pelirrojo avanzó a hurtadillas en dirección a la calle principal del Adel Ring. Con un poco de suerte y buenas dotes de sigilo, se fundiría con la muchedumbre y desaparecería de la escena del crimen. No resultaría fácil, pues evidentemente su apariencia no era la de uno de los vecinos de aquel distrito de Bögenhafen, pero confiaba en sus habildides para pasar desapercibido.

Adso siguió los pasos de Joseph, aunque a diferencia de éste, el monje pareció fundirse con el etorno hasta casi desaparecer. El siervo de Morr avanzó sin hacer un solo sonido al pisar el firme del jardín y evitando cualquier rama u hoja que pudiera crujir bajo sus pies. Sin duda iba a lograr avanzar hasta la parte delantera del edificio y acto seguido abandonaría el distrito sin ser visto, como si nunca hubiera estado allí.

- ¿Pero qué...? - Pensó el monje al ver como Quartjin avanzaba torpemente unos pocos pasos por delante de él, pisoteando de forma ruidosa y dejando su cuerpo a la vista para quien quisiera verlo.

Chester fue sin duda el más rápido y avispado de todos. Quizás, por primera vez en su vida algo que requería de destreza fisica, le salió bien a la primera y tras el saltó inicial del muro, el arcano desapareció del lugar en un abrir y cerrar de ojos. Detrás del muro se encontraba el jardín de otra de las mansiones y el bueno de Chester simeplemente se sacudió la túnica y caminó tratandod de disimular para acceder a una calle secundaria y acto seguido tatar de abandonar el Adel Ring.

Por su parte, Alder logró forzar la cerradura de la puerta trasera del muro en quizás un tiempo record. Para cuando se puso en pie, observó como el filo del arma de Gunther pasaba siseando a su lado y de un solo golpe hacía estallar la puerta ya abierta, lanzando astillas y tablones por doquier. Ambos se miraron el uno al otro y tras encogerse de hombros, trataron de abandonar el jardín a la carrera.

Gemme al ver, pero sobre todo al escuchar como la puerta estallaba, emprendió la carrera hacia éste para seguir los pasos de sus compañeros, momento en el que uno de los guardias accedía al jardín por la misma puerta trasera de la cocina, por donde habían salido ellos momentos atrás.

- ¡Alto! - Gritó éste. - ¡Alto a la guardia de Bögenhafen malhechores! - Le ordenó a Gemme.

Por suerte para Jospeh, los tres guardias que habían resbalado en la entrada de la mansión, permanecían en el suelo tratando de ponerse en pie y aunque pudieron ver a Jospeh alejándose del lugar, desde luego que les fue imposible ponerse en pie para iniciar su persecución.

Mi alegría por haber sido capaz de saltar la tapia me dura tan poco como llego hasta el otro lado y me encuentro en el jardín de una segunda mansión. Trato de encontrar una salida que me permita alejarme de aquí discretamente, pero...

- ¡Ni te acerques! - Le dijo Gemme al guardia cuando se encontraba a unos siete metros de ella. - ¿No ves que soy una sacerdotisa de Sigmar? - Le preguntó con tono impositivo. - ¡Si actúas contra mi, estás actuando directamente con el dios patrón del Imperio!

La sigmarita no confiaba demasiado en sus posibilidades a la hora de evitar el enfrentamiento directo con aquel guardia. Sin embargo, el contenido de sus palabras era muy potente cuando venía por parte de una miembro de la iglesia de Sigmar y más si la persona que tenía frente a ella, era creyente. Con un poco de fortuna, podría intimidar a aquel soldado y lograría marcharse sin más problemas.

- Si asi lo quiere Sigmar... - Se dijo a si misma.

Adso siguió avanzando silencioso como una tumba, alejándose de la mansión por una calle secundaria. El monje de Morr estaba logrando pasar desapercibido, pese a que el ruidoso Qartjin le seguía los pasos de cerca. Mimetizado con el entorno urbano, Adso escuchó unos pesados pasos acercándose a la carrera en su dirección.

- ¡Más guardias! - Pensó para si mismo. 

En ese momento se dio media vuelta escondiéndose de forma eficaz en el interior de un portal. Fue entonces cuando desubrió que Joseph ya no estaba allí, se habría desviado en alguna parte sin él percatarse de ello. 

Jospeh se estaba quedando algo atrás con respecto a Adso. El monje era muy silencioso y él, por tal de hacer el menor ruido posible, debía caminar más lento. Fuera como fuera, el barquero encontró un estrecho pasillo situado entre dos mansiones del Adel Ring. Tuvo que introducirse de lado y avanzar poco a poco, pero por suerte, pudo abandonar la zona sin mayor problema.

- Espero que todos hayan logrado escapar... - Se dijo a si mismo, sientiéndose afortunado no obstante, por no haber sido atrapado por las autoridades, aunque lo cierto es que desde luego, aún no estaba a salvo del todo y menos ante la certeza de haber sido visto en el escenadio del crimen, por la menos tres guardias de la villa.

Alder avanzaba junto con Gunther. No sabía donde había ido el resto de miembros del grupo, aunque al no haber escuchado choque de metal, supuso que todos habían logrado esquivar a los guardias, al menos por el momento. Convencido de sus posilidades, Alder analizó las opciones y finalmente decidió doblar una esquina, tras echar un leve vistazo y ver la calle totalmente libre de patrullas. 

- Vamos a lograrlo... - Se dijo a si mismo.

Gunther corrió hacia el guardia cuando vió a Gemme en peligro - Tu huir Gemme, yo cuidar tu - gritó mientras preparaba el hombro para proyectar al guardia dentro de la cocina - Yo no querer lastimar tu, pero tu no atraparnos. - dijo cuando sintió el peso del guardia contra su cuerpo, y empujó aprovechando el impulso 

Mientras el monjr de Morr estaba absorto en sus pensamientos y resguardado contra la pared el protal, una patrulla de otros cuatro guardias de Bögenhafen, pasó a la carrera por su posición. Lo hicieron focalizados en la mansión y sin mirar atrás ni a los lados, motivo por el cual Adso, se libró de ser localizado. Para ese entonces, Joseph ya se había colado por un estrecho pasillo, logrando desaparecer de las miradas curiosas de los guardias, con dirección al puerto fluvial de Bögenhafen.

Por su parte Chester, acabó en el patio interior de una nueva mansión, allí se encontraba una familia almorzando sobre un mantel de cuadros rojos. Una mujer con tres niñas y un hombre orondo como una cuba de vino. La familia miró al mago a los ojos y éste les devolvió la mirada. El arcano quiso pensar que nadie le delataría, pero aunque para él aquellos instantes fueron eternos, en realidad no pasaron ni diez segundos antes de que la mujer y las niñas comenzaran a chillar.

- ¡Guardias! - Gritó el patriarca. - ¡Un intruso! ¡Un intruso! ¡Guardias! - Repetía aquel hombre.

Por otro lado Alder accedió a una calle, sin percatarse de que allí se econtraba una patrulla de cuatro guardias llegando a la mansión de Magirius. Para cuando fue consciente de su error, ya los tenía encima. Correr o pelear, esas eran las únicas opciones que le quedaban.

Simultáneamente, el guardia que había alcanzado a Gemme, se sintió amedrentado por sus amenazas. El joven estaba a punto de marcharse, cuando Gunther acudió cargando contra él y le propinó un empujón tratando de derribarle. No obstante, no pudo con él y el guardia se quedó extrañado ante éste, para momentos después, regresar al interior de la vivienda cerrano Gunther la puerta de forma inmediata.

Los gritos de la familia sobre cuyo picnic he aterrizado me dejan tan helado como a ellos mi inesperada aparición.

¿Qué decirles? ¿Cómo explicarles los motivos por los cuales he saltado la tapia de su vecino y terminado en su patio?

No se me ocurre nada coherente y menos con la voces llamando a los guardias para que vengan a detenerme.

Desesperado y mirando a los lados como un animal enjaulado y aterrorizado, trato de buscar una salida a esta situación sin encontrar ninguna.

Así pues, opto por la única solución razonable que se me ocurre: echar mano a mi bolsa de componentes mágicos, sacar de ella un frasquito con resina de acacia, arrancarme una pestaña, introducirla en el mismo frasquito, agitarlo enérgicamente y recitar:

—უხილავობა.

Considerando sus posibilidades, Gunther corrió hacia el muro y lo escaló con poca pero efectiva gracia, saltando al otro lado tan pronto cómo superó el obstáculo.