Partida Rol por web

 La joven se sentó en una de las sillas ahora vacías que había estado ocupando el anciando de la barba larga, y mirando al posadero sacó un par de monedas de oro, una verdadera fortuna para ella un día atrás. Las depositó junto a la comida.

 - Han partido. Aquí tiene el pago por la comida y la bebida de los ancianos.- Lanzando una mirada a las monedas antes de empezar a comer pregunta de repente.- Por cierto, ese oro con el que pagaban los ancianos, ¿qué encuñadura tenían?

Mientras Evea se afanaba con su comida el posadero se derrumbó en una banqueta que tenía tras la barra para reposar en los momentos libres, que en ese lugar en particular parecía que no serían escasos. Aunque se apresuró a arramblar con las monedas que la morena depositó en la barra, con mirada codiciosa. A Evea no se le pasaron por alto tampoco las miradas de reojo de los lugareños.

El tipo volvió a derrumbarse cansina y tristemente en su banqueta tan pronto como puso a buen recaudo las monedas. Aunque se asomó ligeramente, de forma un tanto cómica para mirar a la chica cuando contestó a sus preguntas.

-"Pues, en realidad, las monedas de esos extraños tipos no tenían cuño ninguno. Eran discos planos del oro más brillante. Casi parecían... mágicas. Pero no desparecían, ni se volvían plomo de repente, ni nada."  - Añadió las últimas frases de forma atropellada, mientras miraba elocuente a sus parroquianos, probablemente temiéndose que éstos empezaran a hacerse ideas raras con respecto a las monedas que el posadero pudiera haberles devuelto o quizás haberse gastado en sus propios negocios.

- Entonces lo mejor será que nos vayamos hacia Zoquejo. Aquí no podemos hacer mucho más, y quizá sea de gran ayuda hablar con algún elfo. Cuantos más seamos más podremos investigar algo relacionado con todo esto.a 

Cada vez me inclino más a pensar que tendrá que ver con la aparición del unicornio...

En fin, vayamos con el gentío, por el camino te explicaré mi historia.

No me queda claro si queréis intercambiar unos post con el camino de vuelta contándoos los descubrimientos mutuos o preferís que avancemos hasta el regreso a Zoquejo. Os adelanto que la llegada del unicornio la tendríamos que demorar un tiempo porque es el siguiente punto de avance conjunto de trama y el resto están aún a media tarde del día.

Perfecto Karlack. - Digo, sonriendo. No te vayas demasiado lejos; te necesitaré hoy a la noche. Algo no huele bien en esta edición del festival... Si fueses tan amable, ¿podrías ir a buscar a Evea? Quiero saber que ha logrado descubrir, y, por lo de ahora no puedo dividirme.

Estaba a punto de marcharme, pero con un giro rápido añado: ¡Ah! Se me olvidaba... - Me acerco al guerrero, el cual me saca una buena cabeza- Las mujeres guapas son las más solas. Nadie con un porte se atreve a acercarse a ellas, piensan erróneamente que son muy poco para una chica tan bella. Deberías invitarla a algo. 

¿Quien yo??.- la cara del guerrero se fue encendiendo por momentos.

Mmpphhhh, ¿a esa bruja? No sé que me ha  hecho pero estoy seguro que me ha hechizado....bueno ¿sabes dónde puedo encontrar a Evea? No he vuelto a verla desde esta mañana y yo no me guío muy bien por aquí todavía.

El guerrero le preguntó a Theonil antes de que se diera la vuelta y se marchara

¿Ha intentado usar un hechizo contigo? - Digo, indignado.- Bueno, eso demuestra que tendría motivos para tenerte hechizado... Aunque lo mejor será ir con cuidado. Encontrarás a Evea en una taberna del arrabal, si no me equivoco. El camino es sencillo...

Evea:

Tras pasarse por la casa de Theonil sin suerte, Evea pensó que lo mejor sería bajar por la calle en dirección al Centro y ver si podía encontrarle por el camino. Tras cruzarse a los pocos metros con Nasha, la hija de Theonil, que le confirmó que su padre estaba un poco más atrás “hablando con un señor”, Evea siguió camino, perdida en sus cavilaciones hasta llegar a la Plaza del Fielato, donde estaba el arco de entrada al Centro. No le costó demasiado distinguir entre la algarabía general a Theonil, hablando con Karlack cerca de la posada en la que se habían juntado la noche anterior.

Karlack y Theonil:

Mientras Karlack y Theonil charlaban y hacían planes pudieron ver cómo Evea, como si la hubieran invocado, bajaba desde la parte de la ciudad en que Theonil había previsto que estaría.
Traía un aspecto un tanto distraído, claramente perdida en sus pensamientos. Aunque su gesto no era alarmante, estaba claro que a la chica le preocupaba algo.

 La joven saluda con un gesto a los hombres, dirigido especialmente a Karlack, para empezar a hablar directamente con Theonil.

 - Diste en el calvo.- Empieza a modo de saludo.- Fuí a la posada y me encontré con esos... ancianos. Y ciertamente han sido una importante ayuda, aunque casi tan enigmática como la experiencia que tuvimos en la iglesia de los Eladrin con el padre Merryl. ¿Vamos a un lugar un poco más discreto y no tan... ruidoso?

Lo sabía... - Dije, sonriendo. - Si, claro, en la posada estaremos tranquilos...  -Con un chasqueo de lengua añado -Por cierto, Evea... me gustaría que me acompañaras esta noche a la ceremonia central del festival... Tengo miedo de que algo ocurra, y mi hija debe entrar en esos bosques ella sola... Con todas estas profecías y extraños sucesos. Pero mejor hablemos dentro. 

Gaëlle aplaudió con intensidad la actuación, y una vez hubo acabado se dirigió a los artistas para felicitarlos por ella, tratando de evitar toda mención a la fría recepción que habían tenido. Aunque el publico no se hubiese mostrado muy entusiasmado, ella se había dado del merito que tenía, y entendía lo frustrante que era obtener ese tipo de respuestas. No es que aquello le pasase habitualmente, ella tenía mucha suerte. Por lo general la aplaudían incluso en sus más desastrosas actuaciones, pero en algunas ocasiones se había visto emocionada, totalmente convencida de que había sido una exhibición memorable, y con el publico más pendiente de su ropa... o más concretamente de lo poco que su ropa escondía, que de cualquier otra cosa.

Estuvo un rato charlando con ellos, hasta que llegó el momento de actuar. Tenía que salirle bien, necesitaba crear algo de expectación de cara a su actuación en el escenario principal. Antes de subir se tomó con disimulo uno de los dos frasquitos de Esplendor de águila* que había traído al pueblo, y se dio unos últimos retoques mirándose en el espejito que siempre la acompañaba. Estaba radiante, llena de optimismo, convencida de que todo iba a salir bien. Y aun así terriblemente nerviosa.

Subió al escenario, saludando al publico, con una sonrisa de oreja a oreja, y se preparó para empezar. Iba a ser algo sencillo, sin salirse de su plan habitual. Algo alegre para empezar. Continuar con alguna historia a medio camino entre la música y el poema épico, aderezada por algunos truquitos*, aquello le encantaba a los niños. Una historia triste, trágica, en el medio de la actuación. Y a partir de ahí recuperar el brío, tratar de hacer que todo el mundo bailara y acabar con unas canciones que todos conociesen, incluso invitando a algunos a subir con ella al escenario. Iba a salir genial.

Despues en la siguiente actuación ya sería más ambiciosa.

Sin darle muchas más vueltas, centrándose en su repertorio más habitual, en el que se encontraba segura, comenzó a tocar.

Los artistas anteriores agradecieron a Gaëlle sus elogios con palabras amables, aunque acompañaron sus agradecimientos con comentarios bastante despreciativos acerca del sentido del arte de los lugareños. A la bardo le resultaron un tanto esnobs, no parecían entender esa parte tan difícil del espectáculo de que uno debe dar al público lo que quiere, hasta cierto punto, aunque no le haga mucha gracia.

Cuando subió para su actuación, tras prepararse, no pudo evitar pensar que si el espectáculo no salía extremadamente bien y, sobre todo, si no atraía suficiente público al principal que daría al anochecer, aquel trabajo podía resultarle un poco caro en pociones.

El público se mostró muy receptivo a la propuesta de espectáculo de Gaëlle, corearon las partes coreables, escucharon atentos las partes más melódicas y parecían fascinados por la historia que desgranaba entre medias; tal vez no tanto por la trama y la forma de hilarla de la bardo pero desde luego el refuerzo visual que hacía su magia atrapó a todos, sobre todo a los pequeños. Pero lo que más llamó la atención de la bardo entre su público era que los que parecían más entendidos, la mayoría habían estado viendo el espectáculo anterior junto a ella, se mostraban maravillados con que la humana interpretase su propia música de manera magistral acompañando las canciones y, aunque no parecían tan atrapados por su voz narrando las historias, mostraban con asentimientos y asombro la sorpresa que les causaba su facilidad para tejer historias dentro de la canción.
Pronto había una buena multitud escuchándola y melómanos, artistas itinerantes y niños habían desplazado de las primeras filas a los inmaduros jovenzuelos locales que se habían posicionado en ellas al principio cuando vieron subir a Gaëlle, que estaba simplemente impresionante, al escenario. Sus comentarios groseros, que la bardo había aprendido a ignorar actuando en sitios peores que ese no tardaron en ser segados por el resto de la concurrencia, con una cierta contundencia contra los recalcitrantes.

Su público estalló en una sonora ovación cuando acabó e insistieron en que cantara algunas canciones sueltas más antes de abandonar el escenario. Probablemente la hubieran tenido allí un buen rato, pero por suerte, dado que tenía otras dos actuaciones esa misma tarde y su voz no era eterna, el siguiente grupo que debía actuar no tardó en llegar por allí y el encargado del escenario subió para agradecerle su intervención y presentar a los siguientes artistas, no sin antes recordar las dos siguientes actuaciones de Gaëlle, a quien sorprendió que casi dio más importancia a la siguiente que a la del escenario principal; sólo podía suponer que era por ser patrocinada.

Mientras el maestro de ceremonias elfo ayudaba a Gaëlle a bajar los escalones del escenario, algo un tanto complicado con sus tacones al ser el tablado de madera natural formado con el tronco de un árbol de forma extraña, la juglaresa pensaba que más valía a los pobres que la habían sucedido en la palestra ser buenos, porque el público estaba un tanto hostil después de que les hubieran quitado a la bella ninfa cantarina.

El hombre sacó una bolsita de oro, que era el pago fijo de la ciudad por la actuación y se rió con ganas cuando vio la mirada de consternación que la joven dirigió al cubo de las propinas que se ponía delante del escenario para que quien quisiera pudiera contribuir a la retribución de los artistas. El muchacho que lo traía, un chaval humano que no aparentaba tener más de diez años, se tambaleaba con el peso del cubo. La mayor parte de los que escuchaban eran gente humilde y visitantes que habían llenado el cubo con sus monedas de cobre y muchas menos de plata y parecía pesar media docena de kilos. La bardo estaba consternada pensando que tendría que cargar con semejante peso por toda la ciudad y la risa del elfo no era nada agradable; pero enseguida el hombre le dijo que no se preocupase, que la ciudad le cambiaría el cubo por oro y ajustarían cuentas en la siguiente actuación. Tras mirar con ojo calculador y hurgar un poco para ponderar cuánta plata podría haber y si se veía algo de oro (Gaëlle no vio nada) contó otro buen puñado de monedas, mayor que el que había en el saquillo que le había dado antes y lo añadió al pago, advirtiéndole que si se había equivocado, a favor o en contra, se lo ajustarían en su siguiente escenario. Inmediatamente después se marchó a seguir supervisando las actuaciones.

La bardo se quedó contando sus monedas. Era un buen dinero, aunque no creía que le fuera a bastar para sustituir la poción usada. Pero creía haber logrado el suficiente caché como para que la actuación en el escenario central resultase suficientemente provechosa. Sin olvidar que aún le quedaba otra actuación menor, la patrocinada por la taberna de la Falda de Retal en la que acumular monedas que compensaran el gasto. Con un poco de suerte, aún podría sacar un dinerito decente, incluso mucho dinero si la siguiente actuación era más beneficiosa que ésta, aunque eso le parecía improbable.

Ahora le quedaba un tiempo libre hasta que le tocase la próxima actuación. Según le habían dicho la taberna, en frente de la cual estaba el escenario, estaba en las afueras, no demasiado lejos del almacén donde la noche anterior había estado cerca de ser secuestrada. Se trataba, de hecho, del último edificio continuo del Arrabal antes de que éste diese paso a almacenes, negocios y granjas dispersos sin estructura de ciudad propiamente. No creía que le costase encontrarlo, de modo que podía tanto atender asuntos rápidos como llegar un buen tiempo antes y hacerse una idea del ambiente en su próximo escenario viendo unas cuantas de las actuaciones previas.

Aunque este lugar no me gusta nada- dice Nívea mientras consuela y trata de dar ánimos a su pobre amigo -usemos el poco tiempo que tenemos ya que estamos acá en examinar un poco el lugar. Vayamos atentas a cualquier rastro o cosa fuera de lugar que podamos ver en el camino- y dicho esto pone rumbo aproximado a Zoquejo, pero haciendo círculos examinando el suelo y los árboles, forzándose a caminar despacio a pesar del miedo y prestar atención al terreno.

Llevas razón, además, de que creo que es pronto para que aparezca el unicornio. Así que quizá si investigamos un poco la zona, podemos ir avanzando mientras descubrimos algo.

Dicho esto comenzó a ayudar a su compañera para buscar algún tipo de rastro o algo que les sirva de ayuda.

Cuando Gaëlle bajo del escenario lo hizo sin parar de saludar al publico, agradecerles la buena acogida que le habían dado y pararse a compartir unas palabras con casi cada persona con quien se cruzaba. La actuación le había salido bien, aunque no tanto como habría deseado, pero la respuesta había sido inmejorable. En ocasiones como esta sentía que era una persona a la que la suerte siempre trataba bien. De alguna u otra manera, por difíciles que se le pusieran las cosas, las cartas acababan saliendo siempre a su favor. ¿Era eso una señal de Olidammara aprobando la forma en que había vivido? ¿Podría incluso gozar de la simpatía de Fharlanghn por no apartar nunca la mirada del horizonte? ¿Estaba simplemente dándole más trascendencia de la que merecían a un montón de casualidades? Sujetó entre sus manos durante un momento el símbolo que le colgaba del cuello, mientras se prometía a si misma continuar viajando, disfrutando de la vida, del vino y de la música.

Antes de ir a recoger su paga se detuvo para desear suerte al siguiente grupo. Bromeando se disculpó con ellos por haberles dejado un publico tan complicado, y les sugirió que fueran animados y trataran de involucrarlos en la actuación, no iban a necesitar ni calentarlos si conseguían mantener el ambiente de fiesta.

El dinero no le había dado para cubrir los gastos, pero tenía la sensación de haber causado la expectación que esperaba. Confiaba en que acudiese mucha gente a su siguiente actuación. Se había guardado algunos trucos, y si todo salía bien podía acabar obteniendo lo suficiente para no tener que preocuparse por el dinero en algún tiempo.

Calculó el tiempo que le quedaba, y pensó que no estaría mal hacer una visita a la posada donde se había reunido con Karlack, en previsión de que Theonil y él pudieran estar allí. Después pasaría de nuevo por la Limyè Maten a arreglarse y se dirigiría a la zona del escenario. Tendría que darse prisa si quería llegar con tiempo para ojear el ambiente antes de subir al escenario.

Las dos elfas decidieron aprovechar el tiempo de luz que les quedaba en explorar la zona en un intento de atraer la fortuna. Al fin y al cabo una vez que la luz hiciera poco útil explorar aún tendrían tiempo de volver a la ceremonia, dado que el bosque entre la zona sospechosa y Zoquejo no les planteaba ni el más mínimo problema. Druidas menos expertas que ellas o personas menos montaraces ni siquiera podrían volver ya a tiempo.

Nívea Selen se dedicaba a rastrear, con la más joven Auria haciendo hábiles y agudas observaciones cuando veía algo que se le hubiera pasado por alto a la más veterana, quien estaba un tanto distraída por Tronador, que gimoteaba cada vez que pasaban a la zona aterradora, en la que sólo su grueso pellejo le permitía andar, sin sufrir dolorosas laceraciones, entre los espinos que incluso a las druidas planteaban problemas para caminar.

La suerte no resultó del todo esquiva, lo que para el poco tiempo que disponían se podía considerar todo un logro. La estrategia que había decidido Nívea Selen de exploración era muy hábil pero la druida podría haber pasado por alto los descubrimientos, agobiada por la intranquilidad de su pequeño jabalí, si la joven Auria no hubiera llamado su atención sobre un elemento claramente no natural. Parecía uno de los letreros hechos con una tabla de madera que eran habituales entre los humanos y otras razas sin conciencia natural, estaba tirado en el suelo y era muy difícil de ver, envuelto en espino, medio cubierto de tierra y vegetación. Se situaba muy cerca de la linde dónde empezaba la sensación de desasosiego.
El letrero tenía una runa élfica, la que representaba la letra ‘C’ y un dibujo bastante estropeado por el tiempo y las inclemencias pero que representaba de forma aún suficientemente clara una corona de claro diseño élfico y un par de delicadas manos debajo como si fueran a sostenerla. Alguien había alterado el letrero, pintando en un tono rojo, que ahora estaba deslucido, chorretones desde las manos y había puesto la runa de la letra ‘S’ sobre la ‘C’ grabada en el letrero.

Auria, que había vivido salvaje desde mucho antes de poder completar su formación, pudo reconocer que esa madera asesinada tenía importancia pero no era capaz de adivinar cuál era ésta o qué función podía tener el letrero. Por suerte Nívea Selen, a pesar de ser una consumada montaraz que había vivido en la libertad de la naturaleza su más larga vida, había tenido también una formación élfica convencional y conocía, al menos, las bases de la civilización. Ella suponía que ese letrero era uno de los símbolos que usaban los elfos más civilizados para demarcar su propiedad sobre determinados terrenos; por desgracia sus conocimientos de las costumbres de la civilización no llegaban para deducir a quién podía corresponder ese símbolo.

Con ese hallazgo en mente, aún tuvieron tiempo de encontrar otro letrero igual, aunque no había sido alterado con pintura roja, lejos del primero y más alejado de la linde, hacia el Norte; también estaba cerca del límite del territorio que habían catalogado como inquietante, como el primero. No fueron capaces de encontrar más antes de que la oscuridad hiciera casi imposible seguir buscando y amenazase con echar el tiempo encima de las druidas, pero era más que probable que el clima o la misma naturaleza hubiera hecho desaparecer otras o, simplemente, las hubieran pasado por alto al estar tan difíciles de encontrar.

Decidieron volver a Zoquejo, con un poco de suerte y diligencia en el camino llegarían con tiempo suficiente para intentar conseguir arrojar un poco de luz al significado de los letreros; por desgracia eso implicaría hablar con la gente, algo que a ninguna de las dos se le daba especialmente bien ni le era en particular agradable.
La vuelta, atravesando el bosque en penumbra y disfrutando de sus sonidos nocturnos resultó muy agradable, Tronador en especial parecía disfrutar para variar de su entorno natural en su periodo más propicio. La luz había desaparecido del cielo cuando llegaron de nuevo a Zoquejo, algo que no habían podido apreciar mientras andaban bajo el bosque tan denso que había hecho anochecer a sus ojos más de una hora antes de que realmente se hubiera puesto el Sol. La ciudad estaba poco menos que desierta, parecía ser que el concurso de tiro con arco, el más atractivo del Festival, estaba en su apogeo, con las rondas finales.