Partida Rol por web

 Es ostensible la sensación de alivio en el rostro de la joven montaraz.

 - Sea, pues mis ojos y mi oído estarán atentos en Zoquejo por si el mal se deja ver.- El rostro de la joven recobra su determinación.- Suerte en vuestra búsqueda.

 Dice a las doncellas elficas.

- Sea así, entonces. ¿A qué estamos esperando, Nivea? Si ninguna puede ayudarnos marchemos, no hay tiempo que perder.

Gaëlle llegó poco después de que las elfas se marchasen al interior de la ciudad con la idea de rastrear a Nasha, el hecho de que compartieran las sobrenaturales habilidades de la chiquilla para moverse por el bosque daba un rayo de esperanza a Theonil, aunque en su contra jugaba que ellas no conocían demasiado bien esa parte del bosque; probablemente nunca habían estado allí antes.

Evea, Karlack, Gaëlle y Theonil se reunieron. Sin tener otra idea mejor, se dedicaron a pasear por la zona, desde la feria hasta el Arrabal, buscando cualquier cosa fuera de lugar, alguien que no pareciera estar disfrutando de la fiesta o algún indicio sospechoso de que algo no estaba bien o no era lo que parecía.

Pasó prácticamente una hora sin éxito. Las luces mágicas cada vez eran menos numerosas, a medida que sus encantamientos se agotaban y nadie las renovaba, las sombras se alargaban de forma intensa y la fiesta era más ruidosa y salvaje a medida que sólo quedaban los bacantes más recalcitrantes, nadie que no estuviera dispuesto a festejar quedaba en todo el exterior, menos de la sexta parte de la gente permanecía fuera de las posadas y en el Centro ya no sonaban celebraciones, la ciudad élfica descansaba ajena a los festejos que continuaban en el Arrabal.

Nada parecía fuera de lugar, casi empezaban a relajarse y quitarse de la cabeza los pocos guardias que quedaban después de que la mayoría hubiera tenido turno de 24 horas o más cuando, a lo lejos, todos pudieron oír un grito de pavor que se rompía abruptamente, incluso las menos entrenadas orejas de Karlack pudieron escuchar que acababa en un gorgoteo húmedo, de tono mucho más bajo. Había sonado relativamente cerca, ellos estaban muy cerca del límite del Arrabal, y había sonado más allá; aunque Gaëlle y Karlack sólo tenían una idea general de la dirección, Evea y Theonil tenían casi localizada la posición. El investigador no tardó ni un segundo en darse cuenta de que se había producido dentro del bosque, aunque más allá del muro de espinos que separaba el Centro del Arrabal, en lo que era el Bosque fuera de la ciudad donde sólo podían entrar los ciudadanos del Reino. Tanto Evea como él estimaron que era unos doscientos metros dentro del bosque, probablemente en uno de los caminos de la espesura. El aasimar incluso había conseguido intuir que era un elfo de los bosques, la clase social más baja de la ciudad, por la entonación de la voz. Su corazón se aceleró al pensar en Nasha, aunque se alivió ligeramente al darse cuenta que estaba en el extremo contrario de la ciudad del que había perdido el rastro de su hija.

Las dos elfas se apresuraron a cruzar el arco tan pronto como pudieron, una vez hubieron superado la retención de la entrada, aumentaron el ritmo para llegar al punto dónde la chiquilla había atravesado el espino. No fue difícil determinar el punto por el que había entrado, las referencias eran sencillas de seguir puesto que ambas eran capaces de diferenciar cada árbol de la ciudad como la gente podría diferenciar a las personas por su rostro.

Seguir el camino que la niña había seguido por la ciudad les costó un poco más; por suerte la aasimar parecía haber evitado molestar a los parterres de flores y plantas (donde no habría quedado huella de su paso), y había echado a correr, casi a esprintar, por los caminos de losa. A un rastreador menos hábil se le habrían pasado por alto los pequeños detalles, pero la pareja de druidas eran unas rastreadoras de primera y consiguieron averiguar el camino que la pequeña había seguido. Tal y como sospechaban llevaba hasta la barrera defensiva del bosque, un lugar al que nadie salvo otras personas con sus habilidades podrían seguirla.

No tardaron en localizar el punto que parecía marcar el lugar de su marcha, las dos druidas intercambiaron miradas y se susurraron mutuamente “nos lleva casi 15 minutos de ventaja”, habían supuesto que la pequeña habría tratado de perseguir al unicornio, y no había resultado ser el caso. Seguir el rastro parecía una tarea imposible, la pequeña no dejaba ninguna huella al atravesar la vegetación, por si fuera poco el bosque estaba a oscuras, y el follaje era, más que denso, omnipresente, dificultando su visión e impidiendo el movimiento a cualquiera que no tuviera los dones de que ellas gozaban. Aún así las druidas eran capaces de detectar las sutiles variaciones en los matorrales que indicaban que se habían apartado recientemente para dejar pasar a alguien, mantenían la persecución contra todo pronóstico, pero no podían dejar de sentir crecer la ansiedad al entender que iban muy lentas y Nasha muy rápida y, lo que era peor, sin control ni dirección, no podían asumir un rumbo y tratar de no perderla, puesto que no parecía haber lógica ni sentido en  los rastros de su carrera.

Para colmo, por el camino les interrumpieron un par de exploradores elfos, parecían agotados, pero aún así estaban rastreando. Las pararon para interrogarlas, pero al descubrir que eran druidas, les permitieron respetuosamente seguir su camino. En realidad tuvieron que dejarles con la palabra en la boca, puesto que también buscaban a Nasha por orden del Capitán de la Guardia de Zoquejo y parecían más dispuestos a intercambiar chismes con ellas (opinaban que esto era una niñería y la pequeña volvería a casa cuando tuviera hambre) que a seguir con su búsqueda; más lenta y metódica, pero nada efectiva respecto a la de las chicas, entre otras cosas, porque no podían moverse como ellas entre la espesura.

Había pasado casi una hora y tenían la impresión de que la muchacha no podía andar lejos, sabían que habían dado algunas vueltas en zig-zag y más de un círculo. Ahora andaban a menos de 700 metros en línea recta del borde de la ciudad otra vez, aunque en el extremo opuesto, en la misma dirección de la que habían vuelto del bosque unas horas antes. Las dos intercambiaron una mirada preocupada cuando entendieron, casi a la vez, que había un segundo rastro que les había confundido y desviado, era también de alguien que usaba ‘paso sin huella’, e iba en una trayectoria que acababa cruzando perpendicular la que realmente era de Nasha, el punto que las unía tenía algunos matorrales rotos y jirones de ropa de un vestido de gran calidad, una carta sucia y un poco arrugada estaba enganchada en un espino, que tenía algo de sangre en sus pinchos. Parecía haber habido una breve pelea en ese punto, aunque no había un rastro evidente de lo que había pasado, los contendientes parecían haberse esfumado, trataban de localizar un posible rastro o el lugar hacia donde se había dirigido el vencedor... cuando, súbitamente, en la distancia, pudieron escuchar claramente un alarido de pánico lanzado por un elfo que se cortó de forma repentina. Aunque no habían podido determinar la posición exacta, enfrascadas como estaban en su búsqueda, sí que sabían que se había producido lejos, en dirección a la ciudad; aunque no tanto como para volver a ella, seguramente dentro del Bosque Elfico, a sólo unos cientos de metros dentro del Arrabal y algunos más de su propia posición.

 La joven estaba en el margen, cerca del muro de espinos. Mirando a un lado y a otro en busca de que alguien asomara.

 - ¿Será quien tememos que sea... o una casualidad? ¿Una distracción tal vez?

 Evea postaba el arco corto en las manos, de su espalda asomaba una lanza y el carcaj con flechas.

Caminé durante un par de horas haciendo patrulla, con los nervios a flor de piel, intentando observar cualquier movimiento raro en la espesura o en los interiores de la ciudad. No quería hablar; no estaba desde luego de buen humor. Me tranquilizaba saber que las druidas habían salido en busca de Nasha, aunque en mi corazón había más miedo que esperanza.

Tuve que controlarme para no coger algunas de las botellas de licor barato abandonadas por las mesas; sabía que allí no encontraría la solución, y ya había bebido bastante estos días.

En cuanto escuché el grito, saqué mi ballesta y salí corriendo en la dirección - No voy a esperar para averigüarlo. A doscientos metros, ha sonado élfico, en esa dirección.

Karlack escuchó el grito, pero no estaba seguro de donde venía. Theonil en cambio se dirigió directamente a uno de los lados, en el bosque. Sin pensárselo fue tras él

Gaëlle había escuchado el ruido, aunque no había llegado a darse cuenta de lo que era o el lugar exacto. 

Al ver a Theonil correr en la dirección del sonido no se lo pensó y salió tras el. 

 Evea tenía sus reparos en meterse en la espesura para ir a por el grito élfico. Algo le decía que eso debía ser una treta. Pero al ver como Gaëlle y Karlack se lanzaban sin duda alguna tras Theonil la hizo sumirse en dudas.

 - Id, yo daré un último vistazo para asegurarme de que no es una distracción y os sigo luego.

 Con la angustia apretando su corazón regresó ala plaza, buscando quedar al amparo de las sombras de la escasa luz para dar un vistazo de que todo seguía igual.

Auria comenzaba a estar cansada del viaje y la marcha que estaban llevando, la búsqueda del rastro de aquella muchacha le estaba costando practicamente más un cansandi metal que físico y de pronto un fuerte grito le quitó de su ensimismamiento y con un rápido gesto llevo su mano a su arco y tensó una flecha. Cuando se dio cuenta de que no podía ver el que había lanzado tan terrible grito miró a su compañera. 

- Hermana, ¿has oído eso? ¿Quién crees que puede ser? ¿O de dónde puede venir? 

¿Qué hacemos?

Selen que estaba agachada examinando los jirones de ropa se agazapó alerta cuando sonó el grito.

-Deberíamos ver qué fue eso- Antes de levantarse toma la carta de entre las ramas y mira alrededor -Deberíamos recordar dónde queda este lugar, podemos volver y averiguar algo más-

Sabiendo que sus compañeros van tras ella se lanza en dirección al grito.

Evea decidió dejar en manos de los demás investigar el ruido y corrió hacia la plaza para asegurarse de que no era parte de una maniobra de distracción. Aunque en ese momento estaba más lejos de su destino que sus compañeros, contaba con que el tiempo de atravesar el complicado terreno que tendrían ellos, junto a su superior velocidad, le ayudaría a recuperar distancia.

Cuando llegó a la Plaza del Fielato, nada parecía fuera de lugar, la fiesta seguía, un poco más salvaje que cuando la habían dejado y definitivamente menos organizada. De hecho parecía haberse trasladado en su mayoría a la feria, iluminada mayormente por antorchas y lámparas de los puestos que seguían abiertos lo que hacía que estuviera envuelta en sombras fantasmales que, en ese estado de tensión, contribuían tontamente a incrementar su inquietud.

Observó atenta, buscando cualquier indicio de que algo iba mal o alguien que pudiera estar haciendo algo sospechoso. Ni siquiera parecía que la gente se hubiera enterado del grito, lo que considerando la distancia y el ruido que había allí era normal. Definitivamente, si había sido un intento de distraer, no era para atentar en éste lugar. Se tranquilizaba incluso más viendo cómo Aleena Recta miraba desde su atalaya en todas direcciones, muy atenta, aunque con pinta de agotada y unas ojeras que le llegaban a mitad del pómulo; parecía tranquila.

Pero unos segundos después, la teniente se quedó muy quieta, y se llevó una mano a la oreja como si escuchase a alguien susurrarle al oído; inmediatamente, la elfa saltó por la barandilla de su puesto de vigilancia y salió corriendo a toda velocidad en dirección al arco de entrada con el arco en una mano, mientras hacía un gesto con la otra que hizo que el guardia que vigilaba la plaza la siguiera tan rápido como le permitía su más pesada armadura. Apenas atravesaron el arco, giraron en la dirección que la batidora estimaba estarían sus amigos.

Las dos druidas echaron a correr tan pronto como estuvieron de acuerdo, la más joven delante, haciendo abrirse el muro impenetrable de vegetación para ellas, la mayor detrás después de memorizar el aspecto de los árboles que les rodeaban, hasta donde le dejaba la reinante oscuridad. Le parecía complicado que pudiera volver con facilidad al lugar, pero nada que no fuera a lograr con algo de tiempo o más luz.

La veloz carrera a través de un terreno intransitable para la mayoría hizo que llegaran, a pesar de la distancia, entre las primeras a la escena, de hecho la joven Auria llegó a la vereda de la que pronto dedujeron que había salido el grito la primera, a tiempo de ver llegar, desde la dirección del pueblo, por ella al padre de la niña desaparecida y la bardo pelirroja. Apenas habían podido hacerse una idea de la situación, llegaron también Karlack, el guerrero que trotaba más lento con su pesada coraza y una elfa salvaje vestida con una cota de malla de la guardia. Cuando llegaron los dos últimos la guardia empezó a regañar furiosa a la bardo y el guerrero, pero la vista del escenario ante ella, la cayó de repente a los pocos segundos.

Los tres compañeros salieron corriendo en dirección al bosque, mientras les llegaba la voz de Evea advirtiéndoles de que ella iría a comprobar que no había peligro en la ciudad. Karlack no tardó en perder el paso, ralentizado por su pesada coraza, aunque se esforzó por no perder la pista de Theonil, o más bien de Gaëlle que conseguía mantener el paso del veterano explorador apenas unos metros más atrás.

Apenas habían entrado unas decenas de metros en el bosque, empezó a hacerse peligroso correr campo a través, varios tropezones con raíces y arbustos y el doloroso arañazo de muchos brezos y espinos les llevó a seguir la vereda que serpenteaba apenas a treinta metros de la linde. Corrieron por el camino en la dirección que más les aproximaba al grito, aunque tuvieron que dar un rodeo, llegarían antes (y vivos, que también era importante) que atravesando la espesura.

Theonil y Gaëlle adelantaron a una elfa (el aasimar reconoció su subtipo como salvaje) vestida con una pesada cota de malla de la guardia que también parecía acudir hacia el lugar, aunque sólo acertó a proferir un sorprendido "¿Theonil?" antes de verse adelantada por la pareja, resultó lo suficiente para que algo en la cabeza de Gaëlle le señalase que acababa de colarse sin permiso en el bosque, aunque lo desechó un segundo después. Como efecto beneficioso la presencia de la guardia facilitó a Karlack seguir a la pareja, puesto que la elfa, que no parecía haberse dado cuenta de que alguien corría tras ella, no iba más rápido que el mercenario.

No tardaron en llegar a un punto de la vereda donde los dos primeros se detuvieron sorprendidos, la joven Auria parecía haber llegado un momento antes a la vereda, saliendo de entre la espesura que estaba separada de forma antinatural, unos segundos después de llegar Theonil, prácticamente cuando Gaëlle conseguía ponerse a su altura tras detenerse, entró Nívea Selen por el hueco de la vegetación, que se cerró tras ella como si nada hubiera pasado.

Para cuando llegaron Karlack y la guardia, que inmediatamente empezó a gritar a Gaëlle y Karlack. Los gritos de la elfa se acallaron de repente, a media regañina cuando todos fueron conscientes de la escena en que encontraban.

Mientras la guardia elfa, Shadish creía recordar que se llamaba, gritaba, Theonil pudo sentir, casi intuir, algo que atravesaba la espesura como si fuera trigo a una velocidad endiablada alejándose de allí. Pero el resto de la escena cautivó su atención antes incluso de que pudiera pensar en ello y lo que quiera que corría parecía haberse esfumado, tal era la velocidad que llevaba.

-“¡Pero qué hacen ustedes dos en el bosque! ¡Este es un delito de extrema…” – los gritos de la guardia acabaron en un ahogado gemido cuando se percató de lo que los demás empezaban a vislumbrar. Gaëlle y Karlack, que no tenían una visión tan fina como la de las elfas o la del aasimar, tuvieron que acercarse casi hasta el bulto que había en mitad del camino para percatarse de lo que parecía haber dejado lívidos a todos los de sangre élfica.

Para los demás había sido evidente antes el charco de sangre, que se extendía ya todo lo ancho de la vereda hasta la vegetación. Los humanos, que no pudieron distinguirlo de lejos, se fijaron antes en el cadáver que, tirado en mitad del sendero, lo había provocado.

El muerto era un elfo, un cuidador de caballos local, sabía Theonil. Tenía los ojos muy abiertos, de auténtico pánico, era fácil deducir. Algo con grandes y afilados dientes y una mandíbula de buen tamaño, parecía haberle arrancado de un solo mordisco toda la carne que iba desde el labio inferior hasta bien entrado el cuello dejando al descubierto los dientes y el hueso del mentón, así como un desagradable espectáculo de jirones sanguinolentos; de los vasos sanguíneos seccionados aún salía a borbotones un pequeño flujo de sangre; pero eso no era todo, unas garras grandes habían sido empleadas para abrir el pecho en canal y estirar hacia fuera rasgando la caja torácica para revelar el interior con una fuerza sobrehumana, el contenido parecía haber sido masticado, distraídamente, más como entretenimiento que por auténtico hambre, sin que pareciera la obra de un animal que, probablemente habría tenido una comida favorita por la que habría empezado y completado.

La guardia, que estaba completamente pálida, trato de coger algo con manos temblosas, pero se le cayó al suelo; tras recogerlo y sujetándolo con las dos manos se lo llevó a la boca y susurró algo inaudible, pero que los más cercanos y los de vista más aguda pudieron deducir que pronunció tartamudeando.

Por el camino podían oírse más voces y carreras, de gente que parecía acercase más o menos en aquella dirección, aunque aún tardarían un tiempo en llegar, dado que no parecían ni tan hábiles transitando como las elfas ni tan seguros del lugar como Theonil.