Partida Rol por web

Aprovechando que la criatura se centraba en el guerrero y parecía ignorarla, se lanzó hacia el altar para tratar de coger la daga. Solo para verse sorprendida por el rápido movimiento de la criatura, que en un instante había vuelvo a colocarse allí, y las descargas mágicas de Auria, que lo recubrieron de una hostil capa de maraña. 

A punto estuvo de dar marcha atrás a su plan, pero en el último momento algo en su cabeza le susurró "hazlo" mientras salía despedida a toda velocidad hacia la daga. Apretando los dientes se metió entre la maraña y se lanzó a por la daga, tratando después de abandonar aquella zona lo más rápido posible. 

Gaëlle se lanzó con valor a por la daga, llegó hasta ella y la cogió rápidamente. Apenas lo hizo la criatura se giró hacia ella centrandole toda su atención, el odio que destilaba su mirada estuvo a punto de hacerla soltar su botín por la impresión. La bardo trató de rodar hacia atrás saliendo del alcance del monstruo antes de que pudiera reaccionar, pero las últimas extremidades vegetales del conjuro de Auria habían hecho el suelo desigual y resbaladizo al marcharse las pocas hierbas para atrapar al cadáver de Trellana y dejar un suelo de arena suelta.

Las garras del monstruo volaron hacia ella mientras recuperaba el equilibrio, hurtó el tripa tratando de evitar ser eviscerada, pero en vano, las uñas empezaron a deslizar rasgando su vestido sobre la armadura que llevaba debajo, hasta que cogieron suficiente apoyo para hundirse en el cuero en dirección a su carne. Justo en ese momento los brazos de la Posesión Aberrante chocaron contra el altar que se interponía entre ellas con un golpe brutal que resonó en todo el claro y una fuerza tan descomunal que el brazo quebrado del hechicero terminó por arrancarse y salió volando, paseándose por el muslo de Gaëlle en una macabra parodia involuntaria de una caricia.

Blanca como el alabastro, la bardo consiguió poner unos metros entre ella y el monstruo de vuelta a sus compañeros, aferrada a la daga como si su vida fuera en ella, lo que bien podía ser cierto. Demasiados pocos metros, sintió, al ver cómo el monstruo la miraba furiosa y rabiosa, echando espuma sanguinolenta por la boca en rugidos y alaridos al intentar hablar con unas cuerdas vocales rotas y muertas.

Furioso, bufando como loco, con los ojos desorbitados y casi ardiendo de puro odio, lo que quiera que animaba el cadáver de la dulce camarera de la Taberna de la Plaza, se lanzó contra Gaëlle nada más fallar su manotazo, arrancando de cuajo los rastrojos y espinos que trataban de agarrar sus pies la siguió a escasos centímetros. Aunque los vegetales no pudieron retenerle sí que lo retrasaron lo suficiente para reducir su increíble movimiento a poco más de lo que podían mover ellos mismos, quizá menos en el caso de Evea con sus pies ligeros.

Aunque suficiente para alcanzar a la bardo antes de volver a la seguidad detrás de Karlack, el monstruo lanzó la garra por delante en su desenfrenada persecución justo cuando la chica se giraba para encararle. Golpeó en el mismo punto donde ya había rasgado la armadura. Esta vez Gaëlle no pudo hacer nada por evitar la acometida y su armadura, ya debilitada, se abrió como si fuera un camisón de seda, la bardo sintió cómo la garra penetraba profundamente en su vientre y la sangre correr hacia abajo. Aún estaba aturdida, decidiendo si estaba muerta o no cuando vio cómo el ser se llevaba la mano a la boca lamiendo y regodeandose en un delicioso manjar espeso y rojo. Su sangre.

Por un segundo se sintió morir, pero sus piernas aguantaron y pudo seguir adelante, pero estaba tan débil y temblorosa que sabía que el siguiente golpe que recibiera, aunque sólo fuera el cantazo de un niño, la enviaría más allá del velo.

Al alejarse la criatura Evea notó que también se alejaban los alaridos desesperados de su mentora. Si había alguna duda de que venían del medallón, ahora se le habían disipado por completo. Era como si pudiera oír a Lady Tianna chillando desde dentro del rubí.

La acción de la bardo dejó a Evea con la boca abierta, incluso pendiente como estaba del devenir de su mentora. Sin embargo su compañera consiguió salir del alcance del monstruo más bien indemne, aunque éste se echó encima suyo acto seguido como un animal rabioso y alcanzó a herirla. La batidora torció el gesto por simpatía, ¿qué habría pasado por la cabeza de Gaëlle para jugársela así? Al menos ya tenían la daga que la bestia protegía...

Ella estaba luchando allí por liberar a Tianna, atrapada en el colgante con total seguridad ya que el sonido se acercaba y alejaba con los vaivenes del demonio. Toda idea que la liberase sería útil, pero no era experta en artes arcanas. Con todo y con eso una idea fugaz pasó por su cabeza ¿Podría ser que el arma tuviera algún efecto especial en el colgante? Éste tenía cierta importancia en el ritual así que tal vez su destrucción derrotaría a la bestia. Sino estaban bastante jodidos.

-¡Al colgante!- avisó a sus compañeros-¡Atacad con la daga al colgante que llega!-para reafirmar sus palabras apuntó y con presteza lanzó un nuevo proyectil que, al menos, fue mucho mejor dirigido que los anteriores. Y si no valía de nada, Evea rezó para que al menos fuera rápido.

La flecha de Evea voló esta vez certera y directa, a pesar de que había apuntado cuidadosamente para dar al colgante y no a sus amigos o al insensible cadáver poseido de Trellana. El monstruo tardó un segundo más de lo prudente en darse cuenta de lo que ocurría y cuando trató de esquivar la saeta fue demasiado tarde, golpeó con dureza contra el colgante de oro tronchando la cadena y haciendo caer el rubí al suelo. 

El ser manoteó y gesticuló tratando de sostenerlo, pero fue en balde. Con una ira incontenible clavó sus ojos, más rojos que nunca, en los de Evea que sintió una ligera debilidad aprensiva al cruzar sus ojos con aquellos fosos negro y bermellón. El ser miró al rubí tirado en la hierba y luego a la daga y su portador, su furia pareció crecer aún más y finalmente fijo su mirada en Gaëlle, que seguía sosteniendo el cuchillo.

Auria sabía cuál era el siguiente paso a dar en la lucha contra aquella criatura. Aunque dudó por unos momentos si hacer lo que pensaba o no. Aquel tipo era un hombre, pero podría ayudar y su ayuda beneficiaría a todos. Al fin y al cabo ella había terminado con su amenaza y quizá era hora de comenzar a aceptar a los hombres. No todos eran como él e incluso él la había salvado, aunque indirectamente, de una muerte horrible.

Auria decidió recurrir a los poderes de la madre naturaleza, ahora que todo estaba lleno de ramas y enredaderas todo parecía mucho más sencillo y entonces sintió como la energía de una bestia brava inundaba su cuerpo. Los escasos músculos de la pequeña joven comenzaban a crecer y a fortificarse, por eso debía darse prisa para descargar aquel conjuro sobre el hombre embutido en aquella armadura metálica.

Con paso firme y decidido, haciendo que la maraña de plantas que había bajo sus pies se apartase como si ella fuese una reina y el resto sus súbditos, tocó el cuerpo frío y metálico de aquel hombre dejando que la magia de la naturaleza fluyese hacia el hombre, mientras que ella hacía de canalizador.

La fuerza de un toro bravo inundo el cuerpo de Karlack haciéndole mucho más fuerte y poderoso.

Karlack supuso las intenciones de la bruja. Había que reconocer que la chica era valiente.

Con un movimiento de su brazo, interpuso su enorme escudo entre él y aquella criatura y aguardó a que Gaelle le diera aquel arma. 

Se encontraba herida y un dolor en lo más profundo de su alma se apoderó de él. Tenía que vengar aquella afrenta.

Como una exhalación Gaëlle se apartó de la criatura, buscando protección junto a la enorme armadura de Karlack. Acto seguido le tendió la daga.

-¡Acaba con "eso", Karlack! - exclamó al darsela.

Acto seguido de sus labios comenzó a fluir una melodía, llena esta vez de rabia, mientras clavaba sus ojos en la criatura que instantes antes había estado a punto de acabar con su vida.

Karlack extendió su mano para coger la daga que la bruja le tendía.

Por un momento su mirada se encontraron y la rabia de el gigantón acorazado creció por momentos. Al ver de cerca a Gaelle tan herida y sangrando la furia empañó la mirada del guerrero y con un grito de furia atacó a aquella demoníaca criatura.

Karlack se adelantó y golpeó con toda la furia que llevaba conteniendo toda la noche, la furia por ver heridos a sus amigos, la furia por ser acosado como un animal por un enemigo que no daba la cara, incluso la furia por tener que estar allí luchando por su vida cuando se suponía que podría estar de fiesta en una taberna en mitad de un festival.

La daga voló certera empuñada por su mano, tenía una calidad y un contrapeso excepcionales, era fácil de manejar y Karlack no se dejó engañar por las rapidísimas fintas del monstruo ni por su retroceso apresurado. Su mano segura evitó todos los puntos donde el hueso asomaba y sugería que no sería posible hacer daño.

Miró a los ojos muertos pero iluminados con fuego infernal del ser y vio miedo en ellos, tal vez pavor, antes incluso de que la daga consiguiera impactar. Porque, desde luego, impactó; el guerrero se permitió una décima de segundo de satisfacción, al notar que la cuchilla alcanzaba resistencia, signo inequívoco de que había golpeado a su víctima.

Apretó con fuerza, había pillado un poco de lado la hoja y la mayoría del impulso se desperdició, incluso aunque la hoja cortaba como una navaja bien afilada, la carne muerta y gomosa estaba rechazando el filo, permitiendo al demonio escapar indemne otra vez, como antes había pasado con tantas flechas que le habían disparado.

Fue un segundo de frustración y desesperación. Entonces el escuchó el canto de Gaëlle, la rabia de su voz anidó en su corazón y se convenció para buscar unas fuerzas que sabía que no tenía. Pero allí estaba, la fuerza mágica que Auria había dejado en sus músculos, la fuerza de un toro que usó para abultar sus músculos.

La armadura le hacía daño cuando sus bíceps se hincharon más de lo que incluso su piel era capaz de soportar, parecía que las placas saltarían o que su brazo reventaría, pero siguió apretando... hasta la que la carne muerta cedió, su elasticidad no pudo soportar la presión acumulada de su fuerza, la rabia inducida y la fuerza mágica y se rasgó permitiendo a la daga hacer un profundo corte y hundirse hasta la empuñadura en el cuello del cadáver de Trellana.

Durante un segundo hubo silencio, Karlack era consciente de que aquella puñalada seguramente sería insuficiente para matar a una monstruosidad demoníaca no muerta, y que ahora estaba demasiado cerca de sus garras. Si el caía ¿quien empuñaría la daga con fuerza suficiente para hender aquella carne esponjosa y pétrea?

El cadáver de Trellana dio dos pasos atrás, contrayéndose sobre si mismo, como si quisiera coger toda su fuerza para golpear, pero se estiró estremecido, mecánico, como si tirasen de hilos que estuvieran atados a sus miembros, tenía la boca abierta en un alarido mudo, pues ningún sonido salía de su boca colmilluda. Hubo un fuerte 'plop', seco, mudo, como si el aire se hubiera desvanecido en torno al ser y el fuego de su mirada se apagó; una nube negra salió de todos los agujeros del cadáver - y ahora tenía muchos - disipándose al instante, con tanta fuerza que hizo levitar los restos de Trellana durante cinco segundos, que luego cayeron al suelo, desmadejados, como una muñeca rota y abandonada. Inerte, inmóvil. Como correspondía a un cuerpo tan horriblemente vejado como estaba aquel.

La batidora quedó clavada en su sitio unos instantes mientras veía asombrada cómo el demonio salía del cuerpo poseído de la joven del pueblo. No pudo evitar sentir pena por ella, una víctima inocente más de las maquinaciones de una familia elfa venida a menos, pero también alivio: podría descansar y ellos habían salido bien parados del lance relativamente hablando.

Con su paso rápido se acercó al cuerpo exánime en el suelo, dudando sólo en el último momento por la carnicería y el reciente recuerdo de esas manos convertidas en garras intentando matarles a todos. Sin embargo se sobrepuso y con suavidad inusitada abrió el cierre del colgante que pendía del cuello del cadáver. Con emoción lo apretó en sus manos y susurró

-Ya estás a salvo, mi señora-con sorpresa comprobó que la piedra no estaba tan fría como sería habitual y por algún motivo eso la tranquilizó un poco-Te sacaré de ahí y podrás descansar por fin-Una idea se empezaba a formar en su mente. Tendría que consultar si los demás conocían alguna forma para liberar el alma atrapada en la pierda. Ya daba por asumido que no la volvería a ver en carne y hueso...

Pero tampoco se sentía del todo bien, no la parecía correcto abandonar sin más el cuerpo sin vida en el bosque para que las fieras lo comieran. Además tendrían que dar muchas explicaciones en su vuelta al pueblo.

-Si estáis todos en condiciones de movernos, deberíamos irnos rápido...y devolver el cuerpo de la chica a la familia. Las autoridades nos van a acribillar a preguntas, pero creo que hicimos lo correcto-

Evea se apresuró a buscar el colgante en el cuello de Trellana, pero enseguida recordó que su última flecha lo había desprendido. Lo recogió del suelo, sintiendo un nudo en el estómago y miró atenta el enorme rubí. 

Dentro, perfectamente visible, estaba Tianna, tal y como la recordaba, con su armadura y su pelo de platino. Tenía aspecto relajado, parecía dormida y aunque no se movía respiraba con normalidad. Se preguntó cómo podía haber llegado el colgante al cuello de Trellana y, no encontrando explicación, tuvo que admitir que debía haber viajado con el demonio. Un escalofrío recorrió su espalda, tan fuerte que estuvo a punto de derribarla, cuando pensó en qué podría haber pasado si el vínculo del demonio con el plano material se hubiera cortado cuando aún tenía la gema en su posesión.

Cuando vio caer al demonio, Gaëlle respiró aliviada. Se acercó con cautela a Karlack y se ayudó de su hombro para mantenerse en pie. En esta ocasión había visto la muerte muy de cerca, demasiado. Bajó por primera vez la cabeza desde que la hiriesen para ver su ropa llena de sangre y su brazo izquierdo, que cubría la herida, teñido también por completo de rojo. 

-Está muerta, ¿Verdad...? - preguntó - Completamente muerta ... 

Cuando Evea llegó hasta ellos y sugirió irse, no pudo estar más de acuerdo. 

-No me gustaría pasar ni un minuto más aquí. Debemos contar lo que hemos visto y... bueno... yo necesito un clérigo y un baño, urgentemente - se permitió bromear Gaëlle 

Auria negó con la cabeza, estaba realmente preocupada por lo sucedido. Aunque confiaba en que el mal hubiese desaparecido del lugar, no quería encontrarse con la guardia, no sabía si habían descubierto o no lo que había sucedido y era preferible huir de ellos. Pero no debía decir nada a sus compañeros, lo mejor era acompañarles hasta que se largaran de allí, por si algún casual aún hubiese algún peligro. Y luego lo mejor sería largarse de allí, Nivea era una buena elección con quien compartir su marcha, pero se había quedado en un estado catatónico tras el incidente con el unicornio.

Auria volvía a estar sola, con toda una vida de elfa por delante, y sin tener muy claro cuál iba a ser el siguiente paso que iba a dar. Había  cumplido con su objetivo en la vida, y había visto un unicornio, por poco casi es bendecida por su contacto y luego había acabado, junto a sus compañeros con el mal que azotaba esa tierra. Podía darse por satisfecha, incluso si hubiese muerto en la batalla hubiese sido feliz.

Ahora tan solo quedaba un horizonte llano en su vida, un camino que recorrer y encontrar un objetivo para la vida que tenía por delante.

Tras volver de entre sus pensamientos, miró a Gaelle. ¡Sí, será mejor marcharnos cuanto antes!

El guerrero se quedó mirando el cuerpo de la criatura. Se sentía más fuerte y poderoso que nunca pero aún así dudaba del golpe que le había asestado a aquel demonio.

Sin soltar la daga se acercó a la criatura.

Deberíamos llevarnos el cuerpo como prueba. Si no sólo serán las palabras de unos humanos. No hace mucho que trato con elfos, pero no creo que me equivoque si digo que nos pedirán pruebas de lo que decimos, sobretodo si es de un tema tan peliagudo para ellos como el que habéis contado.

Si no todo el cuerpo, al menos sí la cabeza

La batidora torció el gesto ante la sugerencia del guerrero. Barbárico... tal vez en la guerra se hiciesen ese tipo de cosas, pero ella no iba a permitirlo mientras estuviera en su mano. Y menos después de que sus esfuerzos combinados hubieran conseguido liberar dos almas: la de la joven y la de su mentora.

-No creo que en el pueblo aprecien más mutilaciones sobre el cuerpo de la pobre chica-dijo secamente-Y tampoco me parece bien seamos nosotros quienes profanen aún más el cadáver de la pobre infeliz-no pudo reprimir un escalofrío mientras se quitaba la capa-Karlack, échame una mano para tender aquí el cuerpo. Creo que lo más respetuoso sería llevarla en andas nosotros mismos e indicar dónde pueden encontrar el resto de cuerpos antiguos. Y al Sangrador.-

Parecía que todo se estaba acercando al final y prefería hacer las cosas bien evitando problemas futuros. Si podía evitarlo, no volvería a ese pueblo maldito en lo que la restaba de vida

-Gaëlle, con lo que has averiguado de los libros debería valer, pero a lo mejor tenemos que llevarlos como prueba también. No quiero tener que pisar este sitio de nuevo en el futuro... y aún queda el asunto de cómo liberar ésto-mostró el medallón a los demás-Aquí dentro está aprisionada el alma de Lady Tianna-también tendría que darle la "buena" nueva a Theonil-Así que creo que además de eliminar la amenaza inmediata hemos conseguido anular la profecía-

Aquello parecía en otra vida, y a pesar de haber hecho un gran bien por la zona Eve se sentía poco dada al festejo. Sí, había salvado el alma de su mentora, pero su existencia ya se encontraba más allá de este mundo. Habían acabado con el demonio, pero la tabernera tampoco volvería con ellos. Habían exterminado a la bestia oscura, pero a costa de eliminar a una criatura otrora inocente y pura.

-Y todo por una estúpida venganza de una familia acabada...-a veces la larga vida de los elfos parecía deparar ese tipo de ironías. Un potencial a largo plazo incomparable para hacer el bien, o el mal como había sido el caso.