Partida Rol por web

El Fuego

Studium Hermae

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03/11/2010, 00:19
Director

 

 

Los primeros rayos de sol comenzaron a gotear sobre las ventanas, puertas y pequeñas oquedades abiertas por el paso del tiempo entre las piedras de las pared. Conocías esa sensación, pues la recreabas día tras día en tu mente, ya que el amanecer de la urbe estaba vedado para ti.

Tu cuerpo, tu mismo don reaccionaba de forma particular a los primeros pasos del astro rey sobre el firmamento, nunca podrías escapar a su luz, aunque esta no te bañase tu piel, no caldease tu ánimo. La misma sensación se repetíría día tras día; una fuente de calor mortecino se extendería partiendo del interior de tu cuerpo, transmitiéndose como una cálida resonancia a través de tus arterias hasta las alcanzar tu pecho, de ahí se expandería como una sorda y reververante explosión de ínfima intensidad irradiando un sopor creciente. Huesos, tendones, músculos y finalmente la piel, se tensarían por un instante dejando tu bello corporal parcialmente erizado, para entumecerse poco después. Al mismo tiempo, la intesidad del crepitar del fuego se reduciría levemente, el control de tus pensamientos se volvería ciertamente más pesado y la energía que solía recorrer cada pequeña particula de tu yo, desde donde residía tu conocimiento hasta donde este mismo se manifestaba, parecería invitar al sosiego y el descanso, como queriendo embrujar tu propia voluntad

Mientras frotabas vigorosamente tu cuerpo con tus manos, acudiste con fastidio al pequeño hogar que caldeaba e iluminaba la estancia a la par. El calor no solucionaría nada en ese momento, a los sumo te sumergiría todavía más en el pozo del sueño. Las sombras que tu cuerpo proyectaba sobre la pared adyacente danzaban formando una coreografia de figuras deformadas, no muy lejanas a tu verdadera forma, haciendo presente que este era tu verdadero y único hogar. Un lugar apartado del resto de los mortales que comenzaban su frenética y esclava actividad allá arriba, sobre tu propia cabeza.

Con algo de pereza reduciste las llamas a pequeños rescoldos, reavivando con ello los recuerdos de otra época donde eran las llamas de las antorchas las que danzaban por los caminos en tu busca. En aquel reducto excavado en la roca virgen, en las mismas raices de la urbe de Toledo habías establecido tu suerte ya hacía varios inviernos. Así eran las cosas, habías sido dotado de toda la fuerza y vitalidad de tu estirpe, despertando todos tus sentidos hasta un estado de consciencia más allá del umbral del entendiemiento de la mayoría; el don había moldeado tu alma, si es que realmente poseías una, hasta permitirte dar forma a los mismos cimientos de la sociedad que se asentaba por encima de ti. Así con todo, eras esclavo de tu propia forma y como dictaban los límites de tu propio conocimiento y poder, lo serías por el resto de tus noches. Una figura de poder en las mismas entrañas de la tierra, pero una figura en las sombras al fin y al cabo.

Nunca habías lamentado tu situación, Malachia te había provisto de suficientes conocimientos como para sentirte afortunado con tu vida; el Studium había permitido tu acomodo en una pequeña sección de las cuevas que recorrían la ciudad y que tu mismo habías modelado con tu arte y destreza durante varias semanas, bajo los sótanos de una de las casas que le pertenecían. Un lugar provisto con todas las herramientas necesarias para tu hacer diario, tan cercano y a la vez tan alejado del silencio de tu labor.

Recibías pocas visitas en aquel lugar. Sencillamente, las personas no toleraban la falta de luz, ni la excesiva humedad que proveía la roca desnuda de la estancia, ni porque no decirlo, tu presencia. Durante la noche, cuando te aventurabas en alguna ocasión a emerger de tu fragua, podías escuchar como las personas de la casa se movían agitadas como si los cimientos de su hogar estuviesen malditos. Eras consciente de que prestar serivicio en aquella casa era considerado como un castigo por aquellos desdichados y algunos rumores habían comenzado a tomar forma durante los últimos meses, ya que los sonidos de tu actividad nocturna, aunque amortiguados, ascendían a través de la roca deformados, reververando en las estancias superiores.

Algunos, identificaban el sonido de los golpes metálicos en tu fragua, como las cadenas de las almas perdidas arrastrándose en las entrañas de la roca y, el calor de tu fragua, como las llamas de un infierno demasiado cercano. Otros sugerían que la casa albergaba una entrada a la tan temida Cueva de Hércules y que, los sonidos susurrados por la roca, avisaban de los terribles pesares que caerían sobre aquellos que osaran posar sus pies demasiado cerca.

Tus pequeños pasatiempos no colaboraban en acallar estos rumores, pero eran pocas tus distraciones en aquel lugar tan cercano y a la vez tan solitario. En algunas ocasiones cambiabas pequeños objetos de lugar, o bien recogías comida que los dedichados dejaban en el sótano de la vivenda para “aplacar al espíritu enfirecido del hogar”, haciendo que los rumores cobraran todavía más fuerza. Durante la última noche de Todos los Santos habías martilleado tan fuerte contra el yunque que, los vecinos habían sugerido que era el propio diablo quien sacudía las paredes de sus casas para amedrentarlos.

Estas bromas no eran del gusto de Benedicto y de los demás, puesto que llamaban demasiado la atención, pero por otra parte, mantenían alejados a los espíritus más curiosos. Tras la caída en desgracia del rey Rodrigo, ninguno de los habitantes de Toledo, ni tan siquiera la Santa Iglesia, había vuelto a poner un pie en los sótanos de la ciudad. Acertadamente creían que la misma maldición se apoderaría de todos ellos una vez más. Por otra parte, los pocos lugares que emanaban poder en Toledo solamente encontrarse por debajo de la urbe, algo que nadie había logrado dar explicación.

Tratabas de borrar de tu mente todas estas cuestiones mientras te dirigías a la enorme estructura que soportaba tu enorme peso durante tus horas de sueño. La principal preocupación durante los últimos dos años tenía nombre propio, aunque todavía le costase indentificarlo, hacerlo suyo. Erais hermanos, si no de sangre, si de cuna, pero también unos perfectos desconocidos.

Recordabas el día en el que la habías vuelto a encontrar, desquiciada en una esquina de la habitación principal de la que fuera la antigua casa de vuestra madre, mientras vuestro padre yacía con el cráneo abierto en medio de un charco de sangre. Su mente permanecía cerrada a ella misma y a todo aquel que hubiese tratado de escrutarla. Malachia había solicitado en una ocasión la intervención de un mago de la Casa de Jerbiton para tratar de averiguar lo sucedido, pero este había descrito su mente como un remolino de emociones e ideas inconexas. Sus recuerdos más profundos eran accesibles, solo a riesgo de que su mente no pudiese soportar el proceso.

Desde aquellos días su evolución había sido extremadamente lenta. Su sublime presencia valía para arebartar el deseo de aquellos más cautos en las materias de la carne y por ello era custodiada en el interior de las estancias del Studium como si de una flor de cristal se tratase, una rareza, digna de estudio y admiración, con una dulce melodía por voz, apenas veertida para desgracia de muchos y júbilo de un puñado. Era más lo que conocías de la muchacha por sus silencios que por sus palabras pero, durante las últimas semanas su condición mental había sufrido ciertos cambios, en forma de sendos ataques. En uno de ellos su cuerpo se había convulsionado quedando inconsciente durante unos momentos; en otro, su mente se había sumergido en una especie de trance en vigilia mientras su cuerpo continuaba con sus tareas. Ambos episodios habían turbado en gran medida a algunos de los sirvientes del Studium, que la creían, o bien endemoniada o en el mejor de los casos poseída, con lo que Benedicto se había mostrado extremadamente molesto, puesto que la discreción era la base de la solidez del Studium.

Extrañamente, Zoila se había vuelto algo más abierta tras los ataques, como si parte de su antigua personalidad hubiese aflorado a la superficie. La mejor muestra es que había logrado convencerte de salir por primera vez del studium para recorrer las calles de Toledo esta misma mañana, mientras tu guardabas descanso. Te era imposible acompañarla por tus evidentes limitaciones, por lo que uno de los hombres de la guardia la vigilaría constantemente. No deberían presentarse dificultades, puesto que apenas era una breve paseo al Mesón de la Foja, para realizar un pedido de nuevas herramientas de latón para el Studium, pero algo en ti te decía que tal vez un día de mercado en Toledo, no era el mejor momento para que tu hermana floreciese del invernadero donde su mente apenas había germinado.

Mientras tus pensamientos se iban apagando un leve rumor sacudió las paredes de la estancia, el reververar de miles de agujas impactando contra la roca acunó tu sueño, no había mucho más que pudieras hacer ya, sería el tiempo el que marcaría el futuro de ambos. Un tañido lejano avisaba de la llegada de la prima hora mientras tus pensamientos se volvían vacuos.

 

 

 

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03/11/2010, 13:01
Valpurgis de Verditius

Habitualmente no pienso en ella, hay quien dice que es mejor no hacerlo, pero está ahí. Está ahí desde el principio del tiempo, desde que el mundo es mundo. Es un tabú, la escondemos, no queremos ni escuchar su nombre. No, no quiero escuchar nunca la palabra...

Y ayer la vi pasar. No iba a caballo, chillaba como las golondrinas alrededor del campanario de la Iglesia.

Pero ella es tan certera como la vida misma. Compañera de cada ser humano. Sombra en cada rincón de nuestra propia mente. A su alrededor han nacido miedos y angustias...

No quiero ver más una muerte así, nunca más. Especialmente, el día de mi muerte.

Cerré con lentitud la tapa del grueso volumen que estaba leyendo. El volumen, en un latín exquisito, encuadernado en el más bello de los cueros con las letras grabadas en bajo relieve en la portada, se hacía cada vez más borroso ante la luz de la única vela que alumbraba la penumbra de mi lugar de estudio.

La llama se movía al compás de una suave brisa que entraba por la ventana, haciendo que las sombras de los objetos y principalmente, mi gran sombra, oscilara en las paredes húmedas de piedra, entre argamasa y moho, entre barro y telarañas, de un lado a otro, como si estas tuvieran vida propia, como si se balancearan de un lado a otro en un extraño baile macabro.

La luz de la vela quedó rápidamente eclipsada por la luz que comenzó a colarse por las rendijas de madera de las contraventanas que estaban cerradas justo frente al atril. Hay personas que prefieren la luz del sol para poder leer, yo, en cambio, intento que la luz del sol y yo vayamos por caminos paralelos.

Pero el astro rey y su luz, aparecía una y otra vez, día tras días, noche tras noche y sus rayos luminosos hacían mella en las desvencijadas y amarillentas hojas de lo que estaba leyendo, indicándome que era hora de terminar con el estudio por esta noche.

La sensación que se producía en mi cuerpo, en todo mi ser, en cada célula de mi gruesa anatomía era extraña, pero era siempre distinta cada mañana cuando el sol salía. Hoy parece ser que un cierto calor inunda mi cuerpo, como de costumbre. El sabor agrio de la bilis en mi garganta, las lágrimas que comienzan a aflorar de mis cansados ojos y esa sensación de tener las vías respiratorias secas, significan que ya es hora de descansar.

Y da igual lo que haga, lo que intente hacer para mantenerme despierto o no sufrir esos achaques. Al principio intentaba mantener la habitación más húmeda para evitar la sequedad de ojos y nariz, pero nada funcionaba.

Y ese era sólo el principio.

Lo siguiente que me sucede normalmente, es el sopor. Un sopor cálido, pero a la vez, inquietante. Intentar no descansar cuando esa sensación me sobreviene, es una verdadera hazaña épica. Los músculos dejan de tener su tonicidad, y estamos hablando de unos grandes músculos, además, las articulaciones comienzan a crujir y los nervios, parecen no querer responder a las señales que emite mi cerebro.

Así, cada mañana. Día tras día.

Me levanté pesadamente de la silla de madera dónde estaba sentado intentando resistir un poco más despierto, aunque la luz que entraba por las ventanas, cada vez que se cruzaba con mi cuerpo, hacía mella en él. En cada momento que los rayos solares incidían en mi cuerpo, sentía como si algo enorme golpeara mi mente y me llevara cada vez más cerca del reino de los sueños. Todo se volvía amortiguado con cada minuto, con cada parte de arena que caía en el reloj, mis sentidos se embotaban, mis ojos dejaban de fijar la vista en las cosas y mis oídos, parecían dejar de funcionar por breves momentos.

Sabía que mis pasos resonaban en la estancia por la vibración del suelo, aunque podía escuchar algunos, otros quedaban perdidos en el vacío de la seminconciencia en la que estaba entrando.

Así, entre agrios sabores en mi boca y la incapacidad de moverme libremente por la habitación, froté mi cuerpo con mis enormes manos intentando que entre en calor durante unos minutos más, aunque sabía que cualquier acción sería completamente vana.

Apagué como pude el fuego del hogar, que aún estaba encendido dando calor y luz a la estancia y mientras lo hacía, algunas chispas saltaron sobre el suelo de piedra. Poco a poco, el fuego que ardía hace unos minutos, ahora eran simples rescoldos naranjas y grises, y rápidamente, la temperatura de la habitación comenzó a descender.

El candil, aún iluminaba algo la habitación, dejando que mi sombra avanzara en dirección contraria a la mía por las paredes del cuarto. Desabroché la cuerda que sostenía mi túnica en la cintura y con un suave movimiento, me la quité para dejarla sobre un gancho que sobresalía de la pared. Fue en ese momento cuando mi cuerpo se reflejó en todo su esplendor en uno de los cristales de la habitación y fue en ese momento cuando rápidamente quité la mirada de ese cristal al ver en lo que la naturaleza me había convertido.

Era un monstruo para toda la humanidad... y a veces... también para mí.

Así era como me trataba la gente de este lugar. Quiero decir, mi Mater me entrenó bien, he sido un buen Aprendiz y nunca he tenido quejas de ella, pero las demás personas, Sodales y gente sin el Don, bueno, sencillamente me evitaban a conciencia.

Pero así era mi vida.

Noche tras noche, encerrado en una gruta que moldeé con mis propias manos, con mis propios conocimientos de la Magia. En ella, tenía todo lo que podía necesitar, oscuridad, libros, herramientas, una pequeña fragua. No sé muy bien que pensará la gente que circula por las calles a altas horas de la noche cuando el humo oscuro se desprende de la chimenea de la casa que tengo arriba, que por cierto, está habitada aunque todavía no me he topado con nadie.

A veces, pocas, pero a veces, me siento como un animal enjaulado y solitario. Me dan de comer por una trampilla y una pequeña polea, por la que me dejan la comida y el agua, como si fuera una especie de engendro demoníaco al que nadie quiere ver...

Salvo Zoila.

Mi hermana.

Mi protegida.

La única persona por la que daría mi vida en cualquier momento. Es el único vínculo que tengo en este momento con el mundo de allí arriba y además, es la única familia que me queda con vida.

Agua y aceite, pero hermanos al fin y al cabo.

Pero volvamos al tema principal, es decir, mi penosa vida.

La gente me evitaba, o simplemente, me quitaban de su mente. Muchos sabían de mi existencia, aunque ni siquiera la familia que vivía sobre mi cabeza daba muestras de querer conocerme. Sí, soy feo, o por lo menos, difícil de ver y además, no suelo expresarme correctamente ( al contrario que mi hermana, ya lo sabéis, la bella y la bestia ). Por las noches, cuando trabajo, el sonido de mi martillo sobre el yunque, mis pasos sobre la roca o, por que no decirlo, mis enfados contra una de las paredes de vez en cuando, hacen que los cimientos de la casa en la parte superior tiemblen. Está claro que la gente sabe que no es normal, y que tienen órdenes de vivir allí, de "cuidarme" en cierto modo, pero los rumores corren en Toledo como el agua de un río que baja de una montaña. El diablo, Hefesto, el Monstruo, miles de motes despectivos que he podido oír en mis escapadas nocturnas en secreto por la ciudad. Es difícil para mi pasar desapercibido, claro. Mi altura, el grueso de mi cuerpo y mi rostro hacen que sea bastante complicado evitar que me vean. He podido remediar varias cosas, utilizando ropa ancha y una capucha que me cubre la cara dejando simplemente los ojos a la vista, pero aún así, esos ojos rojos, "demoníacos" para la gente del pueblo, hacen que mis caminatas nocturnas ( las cuales hago pocas veces ) sean cada vez una nueva aventura.

Imagen hospedada en la web

Pero, aquí entre nosotros, a veces puedo reirme bastante de los demás con este tema. ¿Qué me tienen miedo? Nada mejor que un poco más de ruido en ciertas noches, por ejemplo con luna llena, para avivar los rumores. ¿El Diablo vive en el sótano? Un poco más de humo en la fragua o un poco de azufre en ella para que la gente tenga un poco más de miedo. El problema es que a Benedicto no le gusta demasiado que bromee de esa manera. Creo que es un hombre un poco amargado.

Me tumbé en mi enorme camastro - una cama hecha de roca ( la cual era lo único que suponía que podía soportar mi peso sin romperse ) y con un colchón hecho con plumas de pato - de espaldas con los brazos abiertos. La luz entraba por la ventana cada vez más y el candil ya no hacía su trabajo de iluminar, la luz del sol era más potente. Moví la mano un poco y una ráfaga de aire zurcó la habitación y apagó la llama de la vela y ahora, en una semioscuridad, aflojé mi cuello haciendo crujir mis cervicales para poder dormir largo y tendido.

Aunque unos gritos de niños, que hicieron eco en mi cueva, me sacaron por un momento de mi ensoñación al traerme a la memoria el rostro de una jóven hermosa que me acompañaba hace unos años.

Mi hermana Zoila.

Éramos hermanos de madre, aunque ella no llevaba la misma sangre que mi padre, supongo. Su hermosura era directamente proporcional a lo que yo era de horrible - ¡Eh! Cuidado que aunque sea feo, tengo corazón, así que, ojo. - y su manera de andar y de hablar, bueno, supongo que volverá locos a más de un hombre. - El cual tendrá que pasar sobre mí cadáver, por supuesto. Sigo siendo su hermano. - Cuando la encontré, agazapada en la habitación de mi padrastro mientras él estaba tumbado en la cama con el cráneo abierto y la mitad de sus sesos regados por la almohada, no parecía estar cuerda. - No quiere decir que ahora lo esté, sigue siendo algo especial. - Aún así, la sangre es algo tan fuerte que no podía dejarla sola, a su suerte. Por eso me acompaña hace dos años. Nadie puede decir que no intenté "curarla" de cualquier manera. Mi Mater había solicitado que un Mago Jerbiton intentara sondear en su mente para poder ver que sucedía en ella, pero todo fue en vano. Ella seguía encerrada en si misma, casi sin hablar.

Sin embargo, últimamente, ha tenido una serie de ataques que me han dejado perplejo. Nunca había tenido una de esas experiencias, por lo menos mientras estaba conmigo y antes, sencillamente no creo que pueda recordarlo. Claro que estos episodios no pasaron desapercibidos a los habitantes de la casa, y como no, a Benedicto, el cual se mostraba cada vez más enfadado. Sencillamente no quería que nada saliera a la luz por... hum... sus palabras habían sido algo así como que había que mantener las apariencias por el bien del Studium. - Al infierno el Studium, nadie se mete con mi preciosa hermanita. -

Aunque, para preocupaciones, ahora la más importante es que a la muchacha se la ve más abierta tras los ataques. No es que no lo deseaba, quería poder hablar un par de palabras con ella, pero salir a la luz del día - si, con un guardia humano, eso no es gran cosa. - en el medio de Toledo no creo que sea una buena idea...

Pero mi mente ya no puede más...

Cerré mis ojos, dejando la imagen de la sonrisa de Zoila en mi mente durante unos segundos más y con esa imagen serena, mi cuerpo dejó de funcionar...

Tal vez esta noche tenga más respuestas...

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23/12/2010, 21:23
Avira Cepheus de la Casa Mercere

- Puedo ver que vuestras costumbres siguen imperando sobre vuestras capacidades Vicente - arguyó Avira a modo de saludo al entrocar la vista en vuestra dirección. - Mucho me temo que ante el aviso de vuestra llegada, mi reposo se tornará en escape, así descienda sobre vos la gresca del "bendecido"- apuntilló buscando el juego de palabras con el nombe

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27/01/2011, 17:23
Vincens ex Bonisagus

Vincens no pudo más que alegrarse ante aquel afortunado encuentro; cualquier cosa que le permitiera alargar un poco más la hora de enfrentarse a Benedictus era una oportunidad que no estaba dispuesto a desaprovechar.

Si así fuera a buen seguro que ni el mismo Hermes el de los pies alados podría alcanzaros, miseñor, pues no parece haber lengua más rápida ni andares más ligeros que los vuestros, cuando así lo deseais.

Vincens acompañó con una educada reverencia su halago ligeramente impertinente; no deseaba verse inmerso en un duelo de agudezas con el veterano Magus, quizás porque no encontrara lugar en su ánimo para ello, mas probablemente por no estar convencido de ser un rival suficientemente digno del lenguaraz Mercere.

De veras lamento vuestra partida, pues platicar con vos es actividad de mi agrado, aunque de ella salga con las orejas más rojas que las boinas de nuestros mensajeros. Pero bien sabéis que todo lo que el Magister Benedictus tiene de Atenea le falta de Penélope, y hacerme de rogar es uno de mis muchos defectos que le parecen intolerables y logran sacarle de quicio sin que yo siquiera me lo proponga.

Si bien la edad a algunos colma de virtudes al engordar sus méritos, también es verdad que en ocasiones exagera sus faltas; si este fuera el caso, el Sabio Benedicto debía ser ya de joven como una barra del mejor acero de esta bella ciudad: dura, afilada y peligrosa.

Por nada del mundo querría Vincens que llegara a los oídos de Benedictus que había estado haciendo demasiadas chanzas a su costa, y decidió con prudencia abandonar allí sus comentarios respecto a Benedictus.

Y si yo tuviera razón, espero que mi barba jamás encanezca, pues cuesta imaginarse un estudioso aún más descuidado que yo mismo. Ahora, si me disculpáis maestro, la plática es agradable, pero mucho me temo que si Cronos no perdona, menos lo hace Benedicto...

Vale, aquella SÍ era ya definitivamente la última chanza que iba a permitirse a costa del venerable maestro.

Tras despedirse con una nueva reverencia del anciano Mercere, Vincens se dirigió hacia el tan temido despacho, preguntándose con qué falta o delito le afearían la conducta en un día tan bello como aquel.

Notas de juego

Ni me acordaba, perdón. Pongo el mensaje solamente para el Master, canvialo si fuera menester.

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23/02/2011, 12:40
Benedictus de la Casa Bonisagus

La mirada de Avira reposó nuevamente sobre la esfera del firmamento, dando por sentado la finalización de vuestro breve coloquio. Mientras en seniore buscaba respuestas a sus cavilaciones, tus pasos llevaron tu oronda figura hacia la torre cuadrada que se recortaba por encima del patio, donde se enclavaban las estancias de Benedicto. La etiqueta marcaba una prudente espera en la antecámara de las estancias inferiores. Benedicto recibía allí como muchos otros colegas de la Orden, a sus visitas.

Esta vez sin embargo, te sorprendió ver su enjuta figura embozada en su habitual atuendo monacal, ya colocada en su actitud siempre reprobadora, en una de las ventanas de la estancia.  Oteaba el exterior, nada bueno se desprendía de aquello, eso a buen seguro.

- Compruebo que esta vez las sábanas de Toledo han tenido la delicadeza de no retrasaros más allá del mediodía. Celebro vuestra premura Vicente. - os dedicó a modo de saludo. El sarcasmo parecía la tónica general del día pensásteis para vos - Es bueno saber que estáis reposado, puesto que Martín ha requerido ciertos servicios y no está en mi mano negarle los mismos a tan estimado sodal - arguyó.

Ya podíais entrever entre las nieblas de sus disertaciones. Martín Gratianus era uno de los miembros más venerados en el Studium y reputados de la Casa Bonisagus en el Tribunal. Nada podía proporcionar más satisfacción a un joven Boukuloi  de vuestra Casa, que ser llamado a la presencia de la insigne figura. Desde que habíais sido recogido por el Studium, no habíais visto ni una sola vez a Martín Gratianus. Eso se debía a que su cuerpo le imposibilitaba desplazarse más allá de sus estancias, o al menos eso se decía. Lo cual por otra parte no era un impedimento para alguien de vuestra Casa, que por otra parte, rara vez despegaban sus reales de sus estudios. Lo preocupante del asunto eran los rumores que corrían de cuando en vez sobre los "encargos" del Bonisagus. Poco sabías del tema, pero bien conocías que la fama de gran teórico que lastraba su persona, no era la única que recorría los pasillos aquellos días.

Las nuevas palabras de Benedicto os arrancaron de vuestras ensoñaciones.

- Haríais bien en presentaros ante nuestro sodal cuanto antes. Tal vez si mostráis utilidad podáis obtener algún beneficio, me consta que Martín es largamente generoso con aquellos que bien lo valen - no pudisteis dejar de percibir una leve mueca en su rostro cuando dijo esto último.

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09/05/2011, 17:36
Vincens ex Bonisagus
Sólo para el director

Vincens pareció ignorar prudentemente la pulla de Benedicto, mientras la emoción y el temor le embargaban a partes iguales; por un lado, sería de necios desaprovechar la oportunidad de congraciarse con uno de los Magus más influyentes del Studium. 

Por otro lado, no podía dejar de pensar si estaría a la altura; él creía que sí, que podría cumplir sobradamente con cualquier encargo, pero... ¿lo verían así sus superiores? No sería la primera vez que lo que a él le parecía un trabajo digno del más sabio de los magus era recibido con gestos de desaprobación y miradas defraudadas. Sin duda se debe a la soberbia y la envidia, dos rasgos que dominaban el carácter de muchos de aquellos ancianos, solía repetirse Vincens.

 

En cualquier caso, no era momento de retrasos ni oscuras cavilaciones; no debía hacer esperar a Martín. Con una leve sonrisa, Vincens se despidió del intransigente Benedicto.

- Si no deseáis nada más, pues, voy a reunirme con él. Si algo he aprendido durante estos años de estudio es a ser útil; generalmente a mí mismo, pero estoy seguro que tamibén puedo serlo a los demás, como pronto espero demostrarle. Disculpadme pues, voy al encuentro de mícer Gratianus.

De nuevo una leve reverencia de despedida, y Vincens partió tan rápidamente como le permitireron sus piernas al encuentro del anciano Magus. Estaba seguro que se trataría de un encargo de la máxima responsabilidad, digno de alguien con sus talentos. 

Si alguien en esta casa puede apreciar mi Don, estoy seguro que este es Gratianus, se congratulaba Vincens mientras se dirigía al Sanctum del venerable sabio.

Notas de juego

 Acabo de leer un post de un jugador... creía que la partida estaba parada in aeternum, pero parece que eso era simplemente culpa mía.

Si aún estoy a tiempo, me gustaría retomar a mi personaje, Vincens el Vago.