Partida Rol por web

Altdorf, Año 2522 del Calendario Imperial.

Tributes, últimas horas de la tarde.

La discusión en el callejón había durado más de lo esperado y Jekil y Larymian caminaban en silencio, mientras se dirigían taciturnos a El Unicornio, seguidos a una prudencial distancia por Ruy, quién no les quitaba el ojo de encima.

El paseo a través de las calles de la ciudad fue pesado y deprimente. Al ya mal estado anímico del grupo, ahora se había sumado el cielo gris ya oscurecido, en donde las nubes, de manera implacable, lo habían cubierto todo dejándo las calles con un aspecto frío y siniestro del que había carecido al inicio del día.

Los ciudadanos se apresuraban a volver a sus hogares y a cerrar sus comercios, pero algunos de los que ahora terminaban su duro día de trabajo, se acercaban a comentar las últimas noticias del día a alguna taberna, antes de volver a la seguridad y el confort de sus casas, con la esperanza quizás, de darle algo más de sentido a sus afanosas y grises vidas tras los muros de Altdorf, muy diferentes de las que llevaban los nobles del palacio Imperial.

Jekil y Larymian entraron en la taberna que ya conocían y poco despues, también lo hizo Ruy. El lugar estaba abarrotado de gente de diferentes procedencias, dando un aspecto a la taberna que difería mucho al que había tenido cuando estuvieron en ella poco antes del mediodía. Atestado de parroquianos, cantando, charlando, bebiendo e incluso cenando, ahora podían ver el motivo de las prisas de Torsten esa misma mediodía por tener la despensa llena, ya que el aspecto que la taberna ofrecía, era el de un negocio muy próspero que había que mantener. Daba la sensación de que todos los trabajadores del puerto se habían congregado allí para terminar el día antes de volver a sus hogares, y era increible ver el local tan lleno, cuando apenas estaba comenzando a terminar la tarde.

Pudieron ver a Amara y a su compañera con cara de agobio trabajando, llevando cenas y bebida de aquí para allá, mientras que tras la barra el propio Torsten y un joven se dedicaban a atender a la clientela que se acercaba a la misma.

Al entrar en la posada y notar la bofetada a humanidad, senti nauseas al mismo tiempo que buenos recuerdo de partidas hasta el amanecer, desplumando ha infelices , borrachos y demas calaña tipica de estos tugurios, sin quitarme el embozo y calandome un poco más el sombrero me dirjo a la barra hacia una zona desde donde pueda controlar sin ser el centro de atención, a ser posible donde atienda el joven muchacho que ayuda en la barra a Torsten.

Joven una pinta por favor.-Sin mediar más palabras con el joven, dispongo el dinero encima de la barra, para pagar la consumición.

Cuando los tres entraron, el bribón estaliano se alejó un poco más de la pareja que formaban Jekil y Larymian para pedir algo en la barra y darle espacio en sus movimientos.

Allí había mucha gente y Leonard podía no ser la única de sus preocupaciones, por lo que era mejor no bajar la guardia y estar atento a todo, de modo que los sentidos de Ruy se pusieron más alerta que cuando seguía a sus compañeros por las calles rumbo a El Unicornio.

El joven de la barra, atendía a la clientela con rápidez y una calma muy malamente fingida. Se le notaba agobiado por tanta clientela, pero su profesionalidad sirviendo y cobrando estaba lejos de toda duda. Atendió a Ruy y en pocos segundos el estaliano ya tenía en su mano la pinta de espumosa cerveza y el cambio a sus monedas.

Jekil y Larymian vieron todo ello con un ligero vistazo atrás por encima del hombro y cuando se hubieron asegurado de la posición de Ruy, procedieron a la labor que les había llevado allí. En un principio, la imagen del lugar los desorientó un poco, ya que era difícil encontrar a nadie en un sitio tan grande y que habían conocido practicamente vacío, pero en cuanto se acostumbraron a la visión de tanta gente, no tardaron en encontrar a Leonard. Se encontraba de pié y con un vaso de vino en la mano, junto a una mesa, observando con ebrio interés una partida de cartas de un grupo de hombres que charlaban animádamente en medio de las jugadas con los naipes.

Larymian todo el rato con la capucha puesta, ocultándo su rostro, siguió al lado de Jekil y mirando de vez en cuando los movimientos de Ruy. En cuanto entraron a la taberna y Ruy se apartó para vigilarlos, Larymian se acercó a Jekil, susurrándole al oído:

- Ahí está Leonard. No está el enano para emborracharle, pero... bueno, ¿cómo le interrogamos?

 Jekil dio un vistazo en busca de alguien sospechoso, sabía que los que habían atacado a sus compañeros probablemente se encontraran cerca pero, Tampoco quería llamar la atención. Sin embargo estaba lo más alerta posible, había muchas manos en la taberna y no quería problemas.

-Con toda la historia del callejón no había pensado en esto. ¿Cómo vamos a interrogar al estibador? Pensó al escuchar a Larymian.

-Se me había ido de la cabeza, no nos queda otra que improvisar algo. Lo primero es separarlo de aquel grupo sin armar jaleo. Espérame en esa mesa libre, intentaré que se siente con nosotros y después ya veremos… Susurró a su compañera de la forma más sutilmente posible.

Se alejó de su compañera y durante unos minutos visualizó los pasos que iba a dar. De forma bastante dejada y como si sus pasos lo hubieran llevado allí por casualidad, se acercó al grupo de jugadores de cartas.

No calculó cuanto tiempo pasó pero, sólo cuando estuvo seguro se dispuso a realizar su actuación. Justo en el momento en el que vio que un parroquiano iba a pasar cerca de Leonard comenzó.

Casi se podría decir que se le echó encima al pobre desconocido. Situado entre Leonard y aquel hombre, sólo tuvo que esperar al más mínimo contacto para dejarse caer sobre Baumer. Intentó que todo sucediera de la forma más natural posible.

-Ohh….perdón, no pretendía….- Le dijo amablemente a Leonard, mientras se incorporaba- Lo siento, de verdad que no era mi intención – Se lamentó mientras miraba el vaso de Leonard derramado en el suelo- Permitidme que le reponga su bebida, es lo menos que puedo hacer.

Mientras esperaba respuesta, con la expresión más compungida posible, deseaba no haber llamado la atención en exceso.

Larymian asintió tras las palabras de Jekil y se dispuso a ir a una mesa vacía. Aún con la capucha puesta, avanzó entre la multitud intentando llamar la atención lo menos posible, hasta que llegó a la mesa, se sentó, y observó la escena de Jekil con sumo interés, aunque también iba vigilando al estaliano con miradas discretas. 

Leonard se tambaleó hacia un lado cuando Jekil chocó con él derramando su bebida y manchándole los pantalones a la altura de la rodilla. Por un momento, a Jekil le pareció que el hombre no iba a ser capaz de mantener el equilibrio y que terminaría cayendo al suelo, pero Leonard consiguió recuperarlo tras bambolearse hacia atrás unos momentos.

El hombre miró su vaso casi vacio, en el no quedaba más que para un último trago, y luego desvió la mirada a la mancha de la rodilla, que era el resto del contenido del vaso. Durante los segundos que tardó en asimilar lo ocurrido Jekil pudo comprobar que la información dada por Hacket y Sigmund no era erronea. Baumer vestía con ropas sencillas y gastadas que no mostraban un buen nivel ecónomico, pero se veía que el hombre se preocupaba por su aspecto en lo que le era posible. Se encontraba bien peinado, la piel de la cara mostraba un afeitado casi perfecto y la mano que sujetaba el vaso no mostraba signos de trabajos duros.

Leonard alzó la vista y mirando a Jekil con ojos vidrioso habló, lanzándole un aliento cargado del olor del vino. Se deducía que ya se había tomado uno o dos vasos de más, pero su ebriedad no era sería.

-Uuu... tenga más cuidado hombre... sonrió aunque aquí no suelen haber muchas peleas, sigue habiendo gente menos comprensiva que yo, jejeje. Aceptaré de buen grado su disculpa con otro vaso del buen vino de esta taberna.

La escena había pasado completamente desapercibida, como un hecho más de la taberna a estas horas, cosa que tal vez no hubiera sido así si Leonard se hubiera tomado de otra manera el empujón de Jekil.

Probablemente este tipo sería, bebiendo, un digno rival para el enano. Parece que lleva varias copas y aún mantiene el tipo.

-Claro que sí, pero antes me presentaré, mi nombre es Dieter – Jekil tendió su mano firmemente, esperando que Baumer la estrechara- Vayamos a la barra a rellenar ese vaso vacío, ¿No?

Jekil se acercó a la barra, pero lo hizo a la parte más alejada de Ruy. Sabía que los estaba observando pero le traía sin cuidado.
Intentó conseguir la atención del joven detrás de la barra, no quería que el viejo Torsten lo reconociera.

-Tres vasos de buen vino, muchacho. – Se giró tranquilamente hacia Leonard y le sonrió – En aquella mesa de allí, se encuentra mi compañera.- Señaló con la cabeza en dirección a Larymian- Acabamos de llegar por primera vez a Altdorf. No sabíamos muy bien hacia donde dirigirnos pero, nos hablaron de la calle de las cien tabernas y fue difícil no acabar aquí. – Cuando el joven terminó de servirles, Jekil pagó por los tres vasos y le acercó uno a Leonard. Bueno ahí tiene mis disculpas, ha sido usted muy amable.

Jekil hizo ademán de marcharse hacia la mesa, para después volverse.

-Perdone, ¿Le apetece sentarse un rato con nosotros? Seguro que algunos cotilleos y rumores nos vendrán bien. ¿Qué me dice? Herr….

Larymian fue observando la escena continuamente, aunque no podía entender muy bien qué decían puesto el ruido en la taberna era asfixiante. Al ver a Jekil señalándola con la cabeza, se quitó la capucha lentamente, mirando con una cara de timidez a Leonard.

Parece que deberemos usar la lengua. Qué fáciles son los hombres...

Torsten estaba demasiado ocupado enviando pedidos de comida a la cocina y atendiendo la barra a la vez, por lo que no se percató de la aparición de Jekil y el muchacho joven se encargó de servirles, ante la atenta mirada de Ruy desde el otro lado de la barra.

Leonard sonrió al tener de nuevo un vaso lleno de vino en su mano y respondió a Jekil.

-Oh, ¿Son nuevos en la ciudad? Preguntó retóricamente Yo ya llevo aquí un tiempo, pero tambien soy de fuera, vine de Marienburgo no hace mucho, despues de una tragedia personal. Se calló un momento poniendo una cara extraña, como intentando quitar de su mente algún recuerdo Ahora intento sobrevivir como puedo, pero me cuesta con los fantasmas del pasado rondándome continuamente. Mi nombre es Leonard y acepto su invitación de compartir mesa, ya empezaba a aburrirme de mirar como jugaban a las cartas esos hombres.

Dicho aquello, desvió la mirada a la mesa que le indicó Jekil y le lanzó una sonrisa a Larymian, esperando a que Jekil encabezará el trayecto hasta la mesa para seguirlo.

Con paso tranquilo Jekil se dirigió a la mesa donde lo esperaba su compañera.

-Esta es Kristen, la compañera de la que le hablé. Kristen este hombre tan amable de aquí se llama Leonard y ha aceptado compartir mesa con nosotros por un rato. – Entrecerró ligeramente los ojos cuando miró a su compañera, buscando su complicidad para continuar con aquella farsa. Una vez sentados, continuó- Bueno, ahora que ya nos hemos presentado podemos dejarnos de tanto trato cordial, ¿No? Jajaja. Leonard, hemos oído que ha habido una gran pelea hoy en los muelles. Y que hay una suculenta recompensa para quien encuentre a los causantes de ella, ¿Sabes algo?

Lo primero es lo primero, ya tenemos una versión de lo ocurrido. Con varias versiones podremos hacernos una idea de lo que ha pasado y si además les ponemos un precio a las tres cabezas, mejor que mejor.

Cada pocos minutos Jekil se llevaba el vaso a la boca. Pero en la mayoría de las veces no bebía, sólo en algunas daba pequeños sorbos. Su intención era recordar a Leonard que tenía un vaso lleno entre sus manos.

Larymian, al llegar Baumer, le devolvió la sonrisa. En cuanto Jekil nombró lo de los muelles e hizo rferencia al pecio de las cabezas de los otros tres sonrió.

Tal vez mi pensamiento sea compartido.

- Un placer, señor Leonard. -le sonrió Lari en cuanto les presentó.

Leonard se sentó tras caminar hasta la mesa junto a Jekil y saludó a Larymian cuando fueron presentados, luego escuchó lo que Jekil le decía. Ante la pregunta arqueó las cejas justo en el momento en el que bebía un sorbo de su vaso de vino y le respondió tras tragar.

-Oh sí. Dijo. Sí que lo ha habido. La verdad es que ha sido un jaleo de mil demonios, unos hombres y un curioso enano se han enzarzado en una pelea con otros hombres del puerto y al final ha tenido que venir la guardia a poner orden. Generálmente estas cosas se solucionan sin los guardias de por medio y con uno o dos moratones en los participantes, pero la cosa ha sido seria. Durante un rato los trabajos de los muelles cercanos a la pelea se han paralizado por el espectáculo y cuando parecía que la cosa se tranquilizaba ante la aparición de la guardia, la pelea se ha convertido en un combate con armas en toda regla al resistirse el trío al arresto. Ha habido algún muerto, incluso entre los guardias, y varias personas han desaparecido huyendo del lugar. Además, se han llevado arrestado a un hombre con la pierna rota, para interrogarlo. De recompensas no se nada, yo he seguido trabajando como un mulo después de eso por que íbamos apretados en la faena de hoy y me he venido aquí a quitarme las penas en cuanto ha terminado la jornada, se ha comentado el asunto aquí y allá, pero no he oido nada sobre ninguna recompensa.

Leonard volvió a beber para humedecer su boca seca y volvió a hablar.

-Todo un espectáculo, ha sido una media tarde movidita, y eso que a la mañana no ha habido mucho jaleo. Bueno, sí, sí que lo ha habido, pero por un problema en los muelles de carga a causa de la tardanza de algunas barcazas, nada que ver con esa pelea. ¿Y que hay de vosotros? ¿Que haceis en Altdorf? ¿Huís de la pobreza causada por la guerra?

Jekil volvió a llevarse el vaso a la boca, sin beber, cuando se disponía a contestar a las preguntas de Leonard.

-Pues aunque por nuestro aspecto nunca lo adivinaría, somos comerciantes. Siempre estamos de aquí para allá y como buenos viajeros que somos, vamos preparados para lo que surja. – Jekil intentaba justificar el hecho de que estuvieran armados, mientras sonreía tranquilo – Nos dedicamos a la compraventa de artículos antiguos y exóticos, pero siempre relacionados de alguna manera con el arte. Cuadros, esculturas, libros… Ese tipo de cosas.

De nuevo hizo una pausa para beber del vaso. Mientras bebía aprovechó para, por encima del vaso, observar a Ruy.

-La verdad que es un buen negocio, muchos nobles se interesan por este tipo de artículos y las casas de subastas suelen pagar bien. Siempre y cuando la pieza lo valga, claro.

Bueno veamos si nuestro amigo entra al trapo. Si no iremos probando con cosas ya menos sutiles.

El hombre que escuchaba a Jekil alzó las cejas en señal de sorpresa cuando le escuchó hablar sobre el tipo de mercancías con las que supuestamente trataban.

-Vaya... ¿En serio?. Le dijo con una entonación en la pregunta que delataba un repentino nerviosismo, e incluso miedo, tal y como  Jekil advirtió. Como has comentado, no lo hubiera adivinado, ese tipo de cosas... parecen estar por encima de los que frecuentamos estos locales ¿Verdad? Yo... yo no soy más que un pobre trabajador que intenta seguir adelante... no soy capaz de más.

Leonard volvió a beber de su vaso y la entoncación que puso con sus últimas palabras fue de tristeza o de pena. Sus ojos estaban vidriosos y pareció temblarle un poco la voz, como si fuera a ponerse a llorar.

Larymian iba escuchando la conversación a la vez que iba vigilando a Ruy, que les vigilaba también a ellos. Cuando Leonard dijo esas palabras, Lari habló, arrimándose a él, acercándo su silla a la del hombre.

- ¿Cómo? ¿Vos un simple trabajador? No puede ser, ¡si tiene muy buen aspecto! -le dijo sacudiéndole cariñosamente los hombros- Se le nota que va muy bien aseado, sir Leonard. Estoy segura de que trabaja en un importante puesto, en el barrio noble. -le guiñó el ojo Lari, con lo cual acabó de colocarse al lado de Leonard.

Apurando su bebida el estaliano, pidio otra ronda sin perder de vista a sus compañeros y a Leonard, que parecia tener una conversación animada y por lo que observaba se estaba animando por momentos al ver como Larymian se acercaba con sensualidad a Leonard, que pena pensaba para si mismo el estaliano ya podria haberse comportado asi conmigo alguna vez, aunque ahora tras su interes por el precio de mi cabeza, mi interes por ella habia decaído, aunque también esa situación la hacia más interesante.

Se volvio hacia el joven camarero cuando le sirvio su nueva copa, pago su consumición y siguio observando  al trio.

-Oh, no, no, te equivocas, ya podría ser como dices. Le respondió Leonard a Larymian con lo que parecía resignación. Es una sana costumbre que adquirí cuando trabajaba en Marienburgo, y no me ha venido mal seguirla, aunque con mi situación cada vez es más difícil, procuro cuidar mi imagen todo lo que me es posible. ¡Intentar ir bien vestido y aseado no tiene por que ser solo cosa de nobles y burgueses! Jajaja, a veces es más importante aparentar que ser, he conocido a más de un rico comerciante, que de rico no tenía nada, pero que con su figura y labia, ha sabido ganarse el pan y llegar más alto.

Leonard hablaba animadamente y parecía que la conversación con los que eran dos desconocidos para él, le alejaba la mente de aquellos pensamientos que enturbiaban su vida.

Jekil y Larymian continuaban observando la vigilancia de Ruy desde el otro lado de la taberna y pudieron ver como un hombre con evidentes signos de embriaguez se le acercaba y le hablaba, aunque no alcanzaron a oir sus palabras.

No tardaron en atender a Ruy y servirle una nueva copa de buen vino, mientras este vigilaba lo que acontecía unos metros mas allá entre sus compañeros y el hombre llamado Leonard, en una mesa en la que d emomento no parecían haber novedades.

Cuando pagó y sujetó el vaso, un hombre borracho de unos 40 años se acercó al estaliano, sujetando una jarra de cerveza, que bien podría estar sujetándolo a él y no al revés, dada la evidente embriaguez que traía el hombre y los bandazos que daba al caminar intentando abrise paso hasta Ruy.

-Ysho a tí te conosshco... shii, shii, te he visshto esshta taaarde ¿Verdsasd amidhgo? El olor a alcóhol de su aliento casi tumbó a Ruy, quién pudo comprobar que el hombre ya se acercaba peligrosamente al estado de borrachera en el que uno deja de pronunciar las vocales al hablar.