Partida Rol por web

  Semanas antes una caravana de mercaderes en busca de escolta contrato a un pintoresco grupo en vistas de poder llegar a tiempo a la feria de Saduj. Los riesgos de tomar el camino rápido eran obvios, pero aquella feria era una fuente potencial de ingresos muy elevados, pues pese a la mala fama de aquella ciudad, la feria anual era una de las más importantes del reino logrando que por unos días bandidos, rateros y demás truhanes dieran una pequeña tregua.

  Por desgracia las cosas rápidas no son siempre las más sencillas y a mitad de camino un grupo de saqueadores orcos había diezmado la caravana, llegando a perder casi la totalidad de las mercancías junto con las vidas de sus dueños. Balakar, Aldar y Avlin fueron los únicos miembros de la escolta capaces de resistir aquellos insistentes ataques y de no haber sido por la inesperada aparición de una druida errante que logró ponerlos a salvo junto con el par de mercaderes que a duras penas había logrado mantener el ritmo.

 Finalmente y tras haber lograd salir de aquel infierno los cuatro aventureros lograron alcanzar el camino real donde dieron con una buena amalgama de hombres de fortuna proseguía su viaje en pos de alcanzar la ciudad de Saduj. Pudieron ver desde comerciantes y campesinos hasta una pareja de caballeros que sin duda pretendía participar en alguno de los torneos que tendrían lugar. Asdra y Longbert, los dos últimos patrones que quedaban del grupo de aventureros observaban con cierta impotencia como pese a haber arriesgado tanto para conseguir ventaja sobre el resto a través de la vieja ruta ahora apenas sabían como poder terminar de pagar a quienes habían salvado sus vidas por no decir de los compañeros perdidos que habían tenido que dejar atrás.

-Pero que buen calentamiento ¿no Aldar?- me dirijo al fuerte humano, uno de los sobrevivientes de la caravana - Lástima que esta maldita sangre de orco no se quita tan fácilmente SNIFF !!Puag y cómo apesta!!- exclamo hacia el extraño Avlin con cara de asco después de oler y mientras trato de limpiar el exceso de sangre de mi hacha. 

-Oye "salvadora" y ¿cuál es tu nombre?- le pregunto a la nueva integrante -creo que es elfa por las orejas- mientras nos incorporamos a la nueva caravana.

Camino a grandes zancadas, como siempre, pero trato de aflojar el ritmo para adaptarme a mi compañía. Estoy acostumbrado a recorrer entornos naturales en solitario, no a esto.

¿Calentamiento? -Respondo entre sorprendido y asqueado al enano. Luchó bien, así que merece algo de respeto, pero nunca lograré adaptarme a esa rara forma de pensar de esta gente- Clientes muertos, carga perdida, poco oro en la bolsa... Ahora habrá que aceptar cualquier curro de mierda para cubrir gastos, la asquerosa sangre de orco es el menor de mis problemas. En mierdas de peor aroma he estado hundido hasta el cuello...

El enano pregunta su nombre a la druida, cuya intervención fue decisiva para salvar nuestros cuellos. No es la primera vez que le debo mi vida a una mujer, espero que no se torne costumbre.

El gnomo mira a los recien conocidos pero claramente se lo notaba algo disgustado. Mira al enano belicoso y al otro hombre de aspecto mas vagabundo o guardabosques, no quiere decir demasiado pero les contesta ligeramente: "Si, es una verguenza para quien eligió esa ruta..."

Se pone a pensar en futuro y les dice: "En la ciudad tendremos mejores oportunidades. O bienes... jeje!" sonríe infantilmente a sus actuales compas mientras da una palmeadita a la serpiente enroscada cerca de su cueloo.

Al instante, con esa misma sonrisa mira a la joven de exoticos poderes y apariencia.

"Uhmm, esa chica parece una elfa o una humana! ah, ya se! será hija de esa combinación... Salvaje, con poderes, que cosa mas interesante!"

  La mestiza parecía absorta observando el paisaje, al parecer le resultaba extraño aquel lugar, acostumbrada a la vida en el medio rural o salvaje aquello era ciertamente desconcertante, el tráfico, el suelo de piedra y la ciudad que se empezaba a ver en la lejanía. No hacía falta ser un genio para descubrir que no se encontraba cómoda allí y sus tres compañeros se percataron del detalle enseguida, aún así lejos de despedirse y retornar a los bosques había tomado la decisión de seguirlos hasta ahora pese a no tener responsabilidad alguna sobre ellos.

-Mi... nombre... Mi nombre es Zafira.- Las palabras empezaron a surgir a trompicones como si acabará de despertarse.-Siento no haberme presentado antes ¿Cuáles son los vuestros?-

 Mientras Balakar y Zafira comenzaban a entablar una conversación el grupo siguió avanzando metiéndose por inercia en medio del tránsito obligándoles a levantar la voz para poder entenderse. Entonces Aldar y Alvin pudieron darse cuenta que sus patronos estaban entablando una conversación desde los restos de la última carreta que capto su atención, al ver como se giraban sutilmente Balakar hizo lo propio tratando de enterarse igual que ellos del tema de la discusión.

  La única mujer del grupo de mercaderes y una de los dos supervivientes parecía muy consternada, sus palabras sonaban con un tono oscuro que daba la sensación que rompería a llorar en cualquier momento.

-Lorgav, Collum y los otros tres mercenarios, todos ellos muertos para nada ¿Qué se supone que debamos hacer ahora? Heinrich nos pidió que llevásemos el encargo pero ahora solo vamos a poder llevar una parte del mismo y a duras penas.- Trató de aclararse la voz y recuperar mínimamente la compostura antes de dirigirse directamente a su compañero, al parecer habían pasado por alto que los otros cuatro les estaban escuchando o, si no, que no le importaba ahora mismo.-Longbert, tu elegiste aquella ruta pese a las quejas de los otros dos, para que diablos tanta prisa si al final hemos tenido que pagarlo de este modo.-

  Longbert no disimuló el hecho de que poco o nada le importaban las palabras de Asdra y si tenía preocupaciones estaban bastante alejadas de los pesares de su compañera. Su tono de voz no dejo duda de que no procesaba ninguna simpatía hacia Asdra y que solo deseaba largarse de allí lo antes posible.

-Las prisas de las que tanto te quejas tenían una poderosa razón de ser y esa razón es Lord Heinrich. Si el dice que corramos, corremos y poco o nada le importaría lo que hayamos sufrido si en su lugar hubiésemos decidido desobedecerle. En verdad es una pena que hayamos perdido tanta carga, pero la parte más importante sigue a salvo, me preocupa más los problemas que nos puedan dar estas avariciosas espadas de alquiler, no acostumbran a ser más que un atajo de oportunistas de poca monta.- En aquel momento Longbert cayó en que los cuatro estaban mirando en su dirección, desconociendo desde que parte estaban atendiendo prefirió cortar por lo sano. -Y vosotros, qué se supone que estáis escuchando, si tanto os preocupa el ser o no ser pagados la respuesta es simple, llevadnos hasta Heinrich y el os dará lo que queda pendiente de vuestros honorarios.-

-Zafira ehh, pues.... es bonito nombre.... me recuerda a alguna de la piedras preciosas que trabaja mi Clan en las minas subterraneas, ahh como extraño la humedad y la oscuridad de las minas,- seco el sudor de mi frente- mi nombre es Balakar del Clan Balakson-... Sigo platicando con la extraña chica que más bien parecía nunca haber pisado una ciudad.

De reojo observé como el humano y el gnomo se giraban y casi sin querer escuché los comentarios de los "patrones" :

...me preocupa más los problemas que nos puedan dar estas avariciosas espadas de alquiler, no acostumbran a ser más que un atajo de oportunistas de poca monta.  -Y vosotros, qué se supone que estáis escuchando, si tanto os preocupa el ser o no ser pagados la respuesta es simple, llevadnos hasta Heinrich y el os dará lo que queda pendiente de vuestros honorarios.-

Escucho el tono despectivo y aprieto mis nudillos tan fuerte por el enojo que pasan de un color rojo a casi blanco, me emparejo con ellos y le respondo con voz firme al humano (mirándolo hacia arriba) .... Mira Longberto, ten por seguro que cumpliré mi parte del trato, llegarás con el tal Hinrech, y ten por seguro que te haré cumplir con la tu parte, ¡pagarás en oro o en sangre ..... pero pagarás!. 

Escucho la conversación con atención, ligeramente molesto por las palabras de Longbert. Estoy habituado, desde luego, no es la primera ni será la última vez que un cliente me hable o hable de mí con desprecio. Ni siquiera es la vez que he tenido que oír cosas más duras.

Sin embargo, tras lo que hemos pasado, sí que es la vez que menos ganas tenía de aguantarlo.

Habláis con demasiada ligereza de gente a quien consideráis "oportunistas"... -Digo acercándome, con gesto serio- Haríais bien en recordar que, no hace mucho, vuestra vida estaba en nuestras manos. Y que volverá a estarlo. -Es una advertencia, pero podría interpretarse fácilmente como una amenaza, más al situarme justo frente a él, con mi generosa estatura- Vayamos, pues, ante ese Heinrich, y culminemos este contrato con nuestra paga. Y, hasta entonces, mantengamos las formas, ¿de acuerdo?

 Estaba claro que Longbert estaba empezando a sentir que quizás había cometido un error en lo que acababa de decir, aunque en un principio su cara de desprecio hacia los mercenarios solo hizo que acrecentarse al escuchar las palabras del enano, el que el explorador se sumara a las quejas lo forzó a replantearse las cosas. Igual era consciente de que seguramente en el lugar que se encontraban aquellos idiotas no intentarían nada, pero tampoco quería empeorar las cosas, tratando de recobrar el control giro la cabeza hacía un lado tratando de evitar el contacto directo para sentenciar con cierta desgana:

-De acuerdo, no me apetece seguir discutiendo con estos rufianes, aligeremos el paso y vayamos a juntarnos con Heinrich.-

Y tras ello agitó las riendas para que la caravana avanzará hacia el interior de la ciudad mientras gritaba maldiciones a los transeúntes para que se apartaran.

Vamos. La druida asintió y comenzó a caminar adelante del grupo, oteando aquí y allá por posibles emboscadas.  No le gustaba nada nada estar encerrada en la ciudad.  Si la pienso como una barranca, llena de animales pastando, bueno.  Sólo hay que ver que un puma no esté escondido entre las piedras. 

Le continuó haciendo plática al enano, sin dejar de mirar hacia los tejados y callejuelas. ¿Las minas?  Si, hermosos lugares, cuando dejan a las colonias de murciélagos en paz.  ¿Ustedes, su clan, que hacían cuando se encontraban una?  Esta era la pregunta que decidiría si sería su amigo o no para el resto de la jornada. 

Habiendo visto el efecto de mi postura sobre aquel hombre no puedo evitar sonreír para mis adentros aunque me queda la duda -tal vez el respaldo de Aldar tuvo algo que ver ... no, estoy seguro que fue mi poder de convencimiento-. 

Retomamos el camino y continúo platicando con Zafira: - Jajaja esos roedores con alas sólo los encontramos en las entradas naturales de las minas, nunca los molestamos, de hecho nos sirven como indicadores de otros animales, lo verdaderamente interesante es lo que se encuentra en las profundidades de las cuevas, si los ancianos confirmaban la existencia de vetas de mineral, nos poníamos a trabajar en rescatar lo que la tierra ofrece a través de las rocas, mi clan prefería seguir las grutas naturales labrando en ellas el camino, nunca en mis tiempos utilizamos esa magia peligrosa como le llaman... ha sí explosivos-.

-suspiro-La vida de minero es honorable pero no es reconocida dentro de los libros de oro donde se narran las conquistas y grandes logros del Clan... -Digo con un poco de nostalgia y preocupación al recordar que mi tiempo pasa y no he sido digno de entrar a los libros de los custodios ancestrales-.

El ligero cambio de actitud del patrón me satisface. No tanto como para molestarme en esbozar una sonrisa que podría interpretarse como una provocación, pero lo bastante para dejar pasar el tema y centrarme nuevamente en el trabajo.

Me adelanto unos pasos a los demás, escuchando la conversación que se desarrolla entre el enano y la druida, sin mucho ánimo a participar. Estoy demasiado ocupado observando los alrededores, pues ese es mi trabajo, y el ambiente antinatural de la ciudad ya me asquea bastante y me desconcentra. Los bosques, las planicies, las montañas, ese es mi mundo y mi hogar.

  El cochambroso carruaje logró abrirse paso a través de las transitadas vías y callejuelas de la ciudad, lo cual no había sido fácil ni mucho menos. Saduj en verdad se encontraba prácticamente abarrotada pese a acabar de comenzar su feria y pese a que evitaron pasar por la plaza mayor pudieron ser testigos del ambiente festivo que predominaba por todo el lugar, puestos de todo tipo afloraban por todas partes con mercaderes ávidos de hacerse con el dinero de potenciales compradores, espectáculos de toda clase y hasta algún que otro ratero tratando de hacer su agosto, cosa que no paso desapercibida para Zafira que pudo observar a un, aparentemente indefenso, crío rajando la bolsa de un pomposo viandante para llenar sus manos en una lluvia de monedas.

  Mientras tanto Longbert y Asdra parecían seguir discutiendo, aunque ahora en un tono mucho más discreto para evitar repetir escenas como la anterior*, a la vez que conducían el carromato por la calzada hasta alejarse de la zona transitada y detenerse de lleno ante lo que parecía ser la entrada de una taberna. En cuanto pararon el pequeño grupo de aventureros se percató por completo del cambio de ambiente ahora estaban en un lugar mucho menos jovial, la clase de sitio donde la vida de uno vale menos que lo que pueda llevar encima, de todos modos a plena luz del día apenas había personas en el lugar salvo un pequeño grupo de seis hombres reunidos en torno a una mesa en medio de la calle apostando a alguna especie de juego de azar sin poder evitar levantar la voz. Los dos mercaderes se levantaron y se prepararon para entrar al local en cuya entrada podía verse un cartel de madera colgante en el que habían tallado "La Mantícora Roja", en cuanto tocaron con sus pies el suelo alguien salió a recibirles.

-¡Longbert, Asdra! Cuanto tiempo sin veros y estos sin duda deben de ser los valientes que os han escoltado para que pudierais llegar.- Aquella voz sonaba afable y cercana y quien la emitía tenía un aspecto de lo más inocente. Un hombre de avanzada edad vestido pobremente con una toga sencilla muy similar a la que podría llevar cualquier monje o ermitaño había aparecido en la entrada y se dirigía en brazos abiertos hacía sus conocidos con una amplia sonrisa dibujada en su rostro. -¡Oh!... ¿Pero donde están el resto junto con la otra carreta? ¿Y ese estado tan lamentable? Bueno es igual porque enseguida nos podremos poner al día, de hecho Heinrich os está esperando...-

¿Nunca los molestan? -le preguntó al enano. Bien. En ese caso -se inclinó ligeramente hacia él- el Clan Balakson tiene mi reconocimiento y la amistad de los druidas.  Si alguna vez requieren ayuda, no duden en llamarnos.  Dijo sinceramente.  

Y más adelante, como invocado por sus palabras, el enano pudo ver, entre los ropajes de la druida, un murciélago doblado que dormía tranquilamente.

El camino continuó por esta ciudad tan merecedora de su nombre.  En la plaza que daba a la Mantícora Zafira entró atenta, precavida, tratando de leer a la gente que estaba a su alrededor.  Por muy druida que fuera, era semielfa, y eso le había enseñado a leer a la gente tan bien cómo a los gatos.  Y miren que éstos son difíciles de leer.

Alcanzamos la puerta de la taberna "La Mantícora Roja", sin mayores contratiempos. Miro alrededor, levantando la vista también a las ventanas de los edificios colindantes, aunque lo que de verdad me preocupa siempre en las ciudades son los malditos callejones, y la gente que deambula sin un propósito definido, acercándose más de la cuenta. Al alzar mis ojos veo el cielo, y añoro los espacios abiertos donde puedo disfrutar de su esplendor en libertad.

Me sitúo a un costado mientras el tipo ese sale a recibir a nuestros patronos. Espero que tanto peloteo termine pronto, que el viaje ha sido largo y tengo ganas de comer algo y recibir mi bien ganada paga. De hecho, estoy deseando regresar a las planicies, a campo abierto, y abandonar el hedor y el ruido de la gran ciudad...

-Oye Zaf -le digo extrañado y con excesiva confianza- ¿porque llevas una rata alada ahí?, señalo sus ropas, pero parece que no le hace caso a mi pregunta, porque en ese preciso momento entramos a la taberna de mala muerte. -Vaya, vaya, hey Aldar- le doy un pequeño codazo- parece que aquí podremos encontrar una buena bebida ... o al menos una buena pelea jajajaja, le digo sin poner mucha atención al ambiente y sin el mayor tacto o respeto de los ahí presentes.