Partida Rol por web

La respuesta al saludo del pequeño Avlin por parte de la muchacha que parecía regentar la tienda fue tan frío como podía esperarse dado el semblante serio que mostraba incluso desde el momento en que entraron. Con un simple alzamiento de cejas y barbilla, Elmyra, que era como se llamaba la joven sobrina de Bloermund, dio por saludados a los tres recién llegados. Aquel gesto, aunque descortés, significó al menos una muestra de que la muchacha se daba por enterada de la presencia de los aventureros, cosa que no podía decirse de Bloermund. Éste, aún resguardado en una esquina tras el mostrador, no concedió al grupo más que una mirada de ojos vidriosos y carente de vida de la que no podía extraerse si realmente era consciente de lo que sucedía a su alrededor.

Fantasmas… - Fue todo cuanto salió a través de los agrietados labios del hombre cuando Jake se dirigió a él, luego volvió a llevarse el pellejo de vino a la boca.

Son treinta y cinco. Ni un cobre más. - Espetó Elmyra secamente tras la alusión a la calidad del material que iban a vender. - Ya está cerrado el trato. Trato, más que generoso, por cierto. - Cruzándose de brazos, la muchacha demostraba así su posición inamovible en cuanto al precio pactado.

Sí. Es Bloermund, y no es mi abuelo, es mi tío. - Añadió de malas maneras. - Sí, ya sé de parte de quién venís. Ese Corum no es trigo limpio y creo que os ha engañado. - Continuó con tono envenenado. - Mejor le iría si se dedicase a sus cosas y dejase de entrometerse en la vida de los demás.

¿Amigos? Ese no ha tenido un amigo en su vida. - Dijo tras bufar y mostrar una mueca de asco dibujada en su boca. - Es por eso que no lo quiero por aquí. Mi tío está enfermo y no está para visitas de las que le gusta hacer a ese patán.

Mientras conversaba con Jake, Elmyra no perdía ojo de los movimientos de Avlin y Asdra alrededor de las estanterías. - Claro, que podemos hacer negocios. - Comentó sorprendida al ver al oficio salir de entre las ropas del gnomo. ¿No te parece que sería mejor que vaya por el oro que se os debe por esto?

Proveniente de la planta superior, Avlin captó una serie de crujidos de la madera seguidos por algún que otro golpe. Podía haber sido algo natural, un estallido propio de los hinchados y viejos tablones que conformaban el techo de la estancia, sin embargo el gnomo juraría reconocer en aquel patrón de sonidos el ruido de unas botas moviéndose a la carrera. 

La reacción malhumorada y molesta de Freya me hizo sonreír de medio lado, sin apartar la mirada de la planta superior. Lo cierto era que su forma de actuar sí me había molestado en un principio, y mucho. Creo que lo que más me había molestado no fue el hecho de que me tratase de aquella manera, sino la idea de que pudiera hacerlo por haberse creído realmente que aquella mocosa podía distraerme o gustarme con su descaro. Como si en verdad alguna mujer en este mundo pudiera tener tal efecto sobre mí.

Salvo una.

Pero no, me dijo que lo que había buscado en realidad era lo que, a la postre, había terminado haciendo. Investigar por mi cuenta en los alrededores, sin levantar las sospechas de la niña. Aquel sonido en la planta de arriba había desencadenado tal decisión.

Bueno, pues a la espera de ese momento de asueto... -Dije con cierta malicia, no sin picardía- ...me quedaré por aquí. Si el iluso intentase escapar por las ventanas, ya sea para llegar a otro tejado o para alcanzar el suelo, no llegará muy lejos. -Y menos aún cuando Zafira se estaba haciendo ya con su montura- Eres la más indicada para subir ahí y sacar a esa rata, Freya. -Le indiqué con seriedad, sin un atisbo de sorna- Puedes usar a esos dos para distraer a la niña, o pasar por encima de ella. Deberías ser capaz de apartarla de tu camino de un soplido. Una vez le tengas, danos una voz y nos reuniremos todos en el interior. Su presencia, confiese o no, y el testimonio que le ofrezca de cuanto he visto y lo que me ha contado el mozo, deberían ser suficientes. -Me acerqué más a la bárbara, sin apartar la vista de las alturas, y me incliné hacia ella como para compartir una confidencia en voz baja- Si te parece bien... "jefa". -Añadí con humor, dándole una palmada en la nalga, echándome a reír en voz baja.

Las orejas de Avlin se movieron como siempre que sentía algo fuera de lo normal. Alguien ahí arriba se estaba moviendo, se estaba moviendo con mucha prisa.

Sus compañeros parecían entretenidos con el trato y las negociaciones y aquel anciano, Bloermund, hablaba entre susurros. Fantasmas- decía- no, Avlin sospechaba que no había fantasmas, pasase lo que pasase en aquel peculiar lugar.

Un niña demasiado joven para las maneras que mostraba, un almacén demasiado vacío e inhóspito para ser considerado un negocio mínimamente viable, un anciano ido que Corum creía un ex-compañero lúcido y fuerte... Y Corum no parecía precisamente un hombre que no supiera juzgar lo que veía. Algo había cambiado en Suministros Pateacaminos desde la última vez que Corum supiera de él, y el viejo instinto le decía a Avlin que ese "algo" no había sucedido hacía mucho tiempo.

El gnomo trató de escabullirse aprovechando las distracciones, haciendo que miraba distraido las mercancías aquí y allá, buscando una forma de acceder al piso superior.

Moviéndose entre las estanterías, llegó el momento en que el gnomo quedó fuera de la vista de Elmyra. Los pasillos que formaban los altos estantes favorecieron el que Avlin pudiese llegar hasta un puto situado cerca de la única puerta cerrada de la estancia.

Por las dimensiones que recordaba del edificio según lo había observado mientras se acercaban a él, aquella puerta no podía dar a un espacio muy amplio, debía ser probablemente alguna clase de descansillo al que desembocarían las escaleras que permitían el acceso al nivel superior.

- Pero que...- Mascullé, sin tener muy claro qué estaba pasando. Zafira había cruzado un par de frases con los otros dos y, sin más, se encaminaba hacia mi escondrijo sin hacer mucho por ocultarse.

Al fondo, en la boca del callejón, Aldar y Freya debatieron brevemente, antes de que el hombre de los bosques le hiciese algún tipo de carantoña a la pelirroja. Decidí prestarle más atención a los tejemanejes de la elfa que, sin siquiera mirarme, se dedicó a susurrarle algo al pollino que ramoneaba a mi vera.

- Zafira...- Susurré entre dientes, tratando de llamar su atención.- Zafira, ¿que diantres haces?

Apoyé mi espalda contra el tronco, intentado evitar que alguien me viese, mientras la elfa desataba el caballo y, como quien no quiere la cosa, se lo llevaba con ella sin que el jamelgo piafase siquiera.

- Barbas de Moradin...- Regruñí, entre dientes.- Padre de todos, por favor, no hagas esperar a este, tu siervo....

La elfa me ignoró completamente, a pesar de haberle incluso dirigido algunas palabras directamente a ella. Eso sí, no dudaba en hablar con esos animales, lo cual me situaba en una posición inferior a estos. Resoplé viéndola alejarse. Poco me importaba lo que pudiera pensar de mí, no era ninguna novedad que alguien me despreciara de aquel modo, pero me molestaba tener que colaborar con alguien así, que simplemente iba a lo suyo.

Miré a Aldar cuando comenzó a hablar, mencionando con maliciosa picardía el momento de asueto mentado, antes de explicarme que se quedaría en aquel lugar a vigilar. Cuando dijo a continuación que yo era la más indicada para sacar de allí a aquel tipo, me mostré sorprendida, llevando incluso una mano a mi pecho.

- ¿Yo? ¿Pero así, por las bravas? – Si quería que lo hiciera yo, esa era casi la única manera, aunque ciertamente había estado demasiado cautelosa con la insolente chiquilla.

Comentó entonces la distintias opciones que consideraba, pidiéndome que les diera una voz al capturar al hombre para poder entrar y hacerle confesar, lo que pensaba que junto a sus palabras sobre lo visto y escuchado debía ser suficiente.

- Eso espero, ese viejo borracho necesita que alguien le abra los ojos de un vez. – dije molesta, cerrando uno de mis puños con fuerza al pensar en la pequeña manipuladora.

Aldar se acercó a mí en ese momento, aunque no dejaba de mirar hacia arriba, provocando que mi rostro y toda yo se relajara al ver cómo se inclinaba hacia mí; dejándome sentir con mayor intensidad el olor a tabaco. Volvió a bromear con aquel calificativo, dándome un suave azote en el trasero antes de reír por lo bajo.

- ¿Tratas de sublevarte? – bromeé yo también por su gesto, sosteniéndole de la pechera justo después para acercarle a mí y besarle, con pasión, pero de forma mucho más breve de lo que me hubiera gustado. – No le quites el ojo de encima entonces, vuelvo dentro. – dije al soltarle, dándole la espalda casi de inmediato, rumbo nuevamente a la entrada de la tienda.

En el interior, a menos que sucediera algo fuera de lo normal, me dirigiría directamente hacia la puerta por la que había aparecido la mocosa; tras la que sin duda estaban las escaleras que me llevarían arriba.

Mientras se desarrollaba el tira y afloja de las negociaciones entre Elmyra y Jake, Avlin se las arregló para perderse por la tienda. Examinaba los estantes llenos de polvo procurando siempre mantenerse alejado de la vista de la muchacha. Fue así como, en un momento dado de la conversación, Asdra y Jake vieron como el gnomo desaparecía tras las estanterías del pasillo más alejado, aquel que se encontraba más cerca de la única puerta cerrada del local.

¿Qué coño está pasando aquí?- Regentar un negocio implicaba ser, a la fuerza amables con la clientela, y aquella niña descarada daba ganas a Asdra de darle una bofetada. No lo iba a hacer, por supuesto, pero se quedaba con las ganas.

- Conozco a Corum desde hace muchos años y, o bien es otro con el que le confundes, o estás equivocada. Al menos os ha enviado clientes...- Por el estado de la tienda bien que les hacían falta. Asdra volvió a retirar la mano que había extendido para que le diera el dinero pues la joven indicó que debía ir a buscarlo. La mirada de la mujer se dirigió ahora a la única puerta por donde la muchacha podría ir a por el dinero y vio que Avlin parecía escabullirse por las estanterías. Quizá necesitara tiempo para echar un ojo allí.- Tu tío trataba mejor a los que entraban en esta tienda antaño.- Dijo como si incluso ella misma hubiera estado allí antes y se puso al lado de Jake y en frente de Bloermund. Con todo el descaro del mundo se puso a mirar a el viejo borracho de arriba a abajo, hasta pasando la mano por delante de sus ojos vidriosos y de mirada perdida.- Pobre hombre. No sé si la mejor medicina es ese pellejo de vino.¿Hola? ¿Señor Bloermund?¿Se acuerda de Corum?- Asdra volvió a inquirir a la muchacha mientras señalaba las muletas.- ¿Qué le ha pasado al pobre?¿Se cayó?- Trataba de ganar tiempo.

-Ja, Ja, Ja, rió de forma descarada tras la intervención de la joven dependienta. - ¡¡Vaya!!, parece que la pequeña tiene malas pulgas…, añadió entretenido.

Jake había notado la ausencia del gnomo y lo que Asdra se traía entre manos. Ganar algo de tiempo mientras Avlin “hacia de las suyas” podría venirles muy bien para saber si aquella mocosa trataba de ocultarles algo.

Fue por ello que permitió que respondiera a Asdra antes de intervenir nuevamente en la conversación. - Antes de cerrar el trato me gustaría saber si cuentas con algún arco que no se rompa con sólo mirarlo… , preguntó alzando la cabeza y tratando de divisar alguno… - Ah, y otra cosa más… ¿estarías interesada tu o tu tío en esto?. Con un juego de manos tan ágil como veloz, Jake hizo aparecer entre sus dedos lo que parecía ser un colmillo de algún tipo de criatura. – Míralo bien, pequeña… dudo mucho que vuelvas a ver uno igual a no ser que ofrezcas un buen precio por él…, comentó mientras jugueteaba con ello entre sus dedos. 

Avlin aprovechó el pequeño espectáculo de indignación de Asdra para tratar de escabullirse sigilosamente hacia la puerta. Si tenía suerte y la puerta estaba abierta, tal vez tuviese una oportunidad. Si estaba cerrada, en cambio, no habría nada que hacer.

El plan de Avlin, en cualquier caso, era hacerse el tonto si le pillaban in fraganti.

La mirada de odio con que Elmyra observó a Asdra tras la mención de Corum fue intensa a la par que siniestra.

- ¡Nadie le ha pedido nada a ese Corum! - Chilló con voz enérgica a la vez que golpeaba el mostrador con ambas manos. Aquel gesto, que no pasaba de una pataleta de una niña consentida, provocó tal estremecimiento en el acobardado Bloermund que dio un respingo justo cuando Asdra pasaba la mano por delante de sus ojos.

Como la mujer proseguía con ataques verbales alabando la supuesta antigua gestión de su tío, muchacha comenzó a encenderse gracias a la rabia que recorría su en apariencia frágil cuerpo.

¡Esta tienda ni siquiera existiría! - Protestó a continuación. ¡Ese vino es lo que le permite moverse! ¿No ves que él mismo no es más que un saco de huesos?

Mientras su sobrina gritaba presa de la furia, Bloermund seguía ajeno en parte a todo lo que sucedía en el local. Los únicos atisbos de conciencia o vida interior se manifestaban cuando, asustado, reaccionaba mediante espasmos a los puñetazos que Elmyra dedicaba al mostrador de madera.

Corum…- Musitó el hombre. Mi amigo Corum… - Aunque a duras penas podía escucharse más allá de un par de pasos el hilo de voz que abandonaba sus labios, Asdra y Jake se convencieron de que más que la voz de un borracho parecía la voz de alguien que había perdido la memoria o que tenía problemas para hacer que los recuerdos fluyesen a través de su nublado cerebro.

¡No! No se cayó… - Elmyra, que se había visto arrebatada de la atención de Asdra, se esforzó para atraerla hacia sí de la única forma que conocía: a base de chillidos. - Fue en una de esas estúpidas y aburridas aventuras que tuvo con ese mostrenco de Corum… - La mera pronunciación de la voz del gigantón provocó tal amargor en la boca de chiquilla que difícilmente pudo reprimir las ganas de escupir.

Cuando Jake consiguió meterse en la conversación preguntando por un arco, la joven pareció reprimir aquella furia que la poseía. Miró al hombre entre profundas inspiraciones. - No tenemos armas para vender… bueno, puede que quede alguna daga en esas estanterías. - Comentó sin dar importancia al hecho de que una tienda de suministros para mercenarios careciese de los elementos más básicos que alguien podría llegar buscando.

¿Qué es eso? ¿Un colmillo de dragón? ¿Un cuerno de toro? - Preguntó sin demasiado interés. ¿Para qué queremos nosotros eso?

 Cuando Freya entró de nuevo en la tienda lo hizo con autoridad y paso firme. Aquello provocó que de nuevo Elmyra levantase la mirada y dirigiese sus malhumorado semblante hacia la mujer pelirroja, ignorando aún más el enorme colmillo que Jake sujetaba entre las manos.

Aquel momento, en el punto álgido de la discusión que tenía lugar a pocos pies de él, y sin que nadie de los presentes lo hubiese previsto, Avlin decidió acercarse hacia la puerta que permanecía cerrada. Llevado por la curiosidad de lo que había al otro lado, o tal vez en la planta superior, el gnomo abandonó su refugio entre las sombras de la estantería, asió el pomo de la puerta y lo giró lo suficiente como para asegurarse de que nadie la había cerrado con llave. La puerta comenzó a ceder pero con aquel movimiento llegaron también unos chirridos de las bisagras que hicieron apretar los dientes a Avlin, a Asdra y probablemente hasta Ivvy.

¡EH TÚ! ¡A DÓNDE TE CREES QUE VAS! - Elmyra apartó la silla que reposaba detrás de ella con tal fuerza que ésta golpeó contra la estantería haciendo caer varios frascos al suelo. ¡Rata fisgona, apártate de ahí ahora mismo!

Pero ya era demasiado tarde. Avlin tenía la puerta abierta lo suficiente como para ver otra puerta hinchada que tenía que conducir a la calle. Ésta se mantenía cerrada gracias a un cerrojo corredizo de metal que había sido adosado a ella con cuatro clavos de diferentes tamaños tan roñosos y oxidados que a duras penas sostenían el cerrojo en su posición.

Cuando Freya volvió al interior de la tienda, sus compañeros ya habían adoptado de nuevo las posiciones que marcadas previamente para dar caza al misterioso inquilino en caso de que este quisiese darse a la fuga.

El caballo que desde el día anterior había permanecido atado al cobertizo fue conducido junto al resto de monturas por las manos expertas de Zafira sin que el animal emitiese la más mínima protesta; todo lo contrario que Balakar, que veía atónito cómo la elfa se llevaba la montura y echaba por tierra sus planes en caso de que aquel individuo se acercase hasta el animal con la silla de montar entre las manos.

Sin embargo, independientemente de lo planeado, una voz estridente y malhumorada proveniente del interior desencadenaría serie miradas confusas entre todos los presentes. 

¡EH TÚ! ¡A DÓNDE TE CREES QUE VAS! - Gritaba con rabia contenida lo que debía ser por el timbre de su voz una niña de corta edad. Aldar inmediatamente la reconoció. - ¡Rata fisgona, apártate de ahí ahora mismo! - Prosiguió con igual envenenado acento. Balakar, desde su posición tras el árbol, escuchó claramente las quejas de la joven a través de la desvencijada puerta trasera del local. 

El hecho de que la muchacha se mostrase tan enojada no podía ser debido a algo que Freya hubiese hecho pues la mujer pelirroja acababa de entrar por la puerta y ésta no había llegado ni a cerrarse por completo. Algo más tenía que estar sucediendo en el interior. Para constatación de las sospechas, el sonido de varios frascos golpeando el suelo llegó hasta los oídos de Aldar y Zafira.

- ¿Eh?- Avlin se giró fingiendo- ¿Fisgando? ¡Fisgando! ¿Qué crees que estás insinuando jovencita? Tan sólo pensé que, dadas las exiguas existencias de este destartalado local, esta puerta llevaría a otra sala con más material. 

La mente del gnomo trabajaba a toda velocidad.

- ¡Rata fisgona!- resopló. El gnomo hablaba a toda velocidad, tratando de evitar que nadie tuviera la oportunidad de reaccionar a su indignación- Poca gente me había ofendido de tal modo en mi vida, se ve que sólo eres una jovencita deslenguada. Pero veo que ahí sólo tienes una puerta que da a la calle y, visto que no te fías de mí, prefiero no estar donde no me quieren. Adiós.

Con un teatral gesto, Avlin desapareció tras la puerta dando un portazo.

Asdra y Jake habían conseguido distraer lo suficiente a Elmyra como para que Avlin pudiera fisgar un rato pero, cuando, con todo el descaro del mundo, el gnomo abrió la puerta delante de las narices de la joven Asdra estuvo a punto de llevarse la mano a la cara. Se controló y reaccionó rápido para tratar de deshacer el entuerto.

- Bueno, bueno, será mejor que nos vayamos cuanto antes de aquí. Está claro que no somos bienvenidos. Vamos muchacha, ve y tráenos el dinero acordado y ya no nos verás más.- También se hizo la indignada para seguir la corriente al gnomo.

Entré a tiempo para presenciar el espectáculo, por llamarlo de algún modo. La malnacida estaba fuera de sus casillas, gritando al que pronto descubrí que se trataba de Avlin. A juzgar por lo que hacía mi compañero, todo parecía indicar que había escuchado lo mismo que yo, pero no había tenido demasiada suerte en colarse.

Mientras me adentraba en el lugar, este trataba de justificar su acción, pudiendo escuchar también a Asdra apoyar a este y tratar de cerrar el acuerdo; tras ello el gnomo salió lleno de indignación.

Así que aún no tenemos el dinero. Espero que eso se solucione después.

- Se acabaron las tonterías. – dije dando grandes zancadas hacia la puerta de la discordia. – Ni se te ocurra detenerme, mocosa. – espeté a la misma, asomándome y viendo la otra puerta, para después girarme en busca de las escaleras.