Partida Rol por web

El Legado Rubí del Ki-Rin

El Corazón de la Tela de Araña

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26/02/2018, 23:54
Director

El camino a la capital imperial de Toshi Ranbo resultó ser cualquier cosa menos emocionante. Los Caminos Imperiales estaban completamente despejados; de hecho, pese a que la primavera ya estaba bien en marcha, los caminos estaban casi desiertos con la excepción del monje en peregrinación o el mercader ocasional. Con la tensión en aumento en el Imperio, pocos en realidad querían estar lejos de sus puestos en sus respectivos Clanes, por lo que las patrullas por tierras no alineadas eran inusualmente raras.

Ni siquiera las Legiones Imperiales; a Akemi no le cabía duda que muchos samurais reclutados en ella habrían encontrado un motivo u otro para ver su nombramiento suspendido y regresar a sus respectivos Clanes, en preparación para el verano, la estación de la Guerra.

Incluso ahí, en mitad de la nada, lejos de las Cortes de los samurai, parecía que el mundo estuviera conteniendo la respiración. ¿En anticipación o de preocupación? Era imposible de saber para los mortales...

Todos aquellos sombríos pensamientos, sin embargo, se vieron relegados al fondo de la mente de los presentes en cuanto la magnífica silueta de la Capital, el verdadero corazón latiente del Imperio, al menos en lo que a maniobras de la corte se refería, se recortó frente a ellos. El sol brillaba en su cénit, haciendo que los hermosos tejados de los palacios destellearan en miríadas de colores incluso desde tanta distancia. Y, por supuesto, ninguno siquiera se acercaba a la magnificencia del enorme Palacio Imperial que ya desde tanta distancia se podía adivinar...

La mayor ambición para un cortesano, allí, a su vista. La entrada parecía elegida a propósito para que esa imagen calara en su mente... ¿Había sido intencionado por parte del Otomo, o sólo una feliz casualidad que esa ruta fuera la más directa desde las Tierras Escorpión al distrito Kurai? Y si lo había sido, ¿era una oferta, una tentación de hasta dónde podía verse elevada.... o una amenaza de qué poder respaldaba sus actos?

Conociendo la reputación de la familia Imperial, que no había mejorado desde que se incorporase al clan de la Araña Blanca, probablemente ambas...

Notas de juego

Tus movimientos y tu compañía las dejo en tus manos, siempre que entren dentro de lo razonable. También te dejo antes de entrar, por si quieres hacer algún movimiento antes de reunirte con el Otomo... (Y no te voy a engañar, por ganar algo de tiempo pq los demás aún están en su escena de introducción, y el otro que ha terminado me ha fallado esta semana XD)

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05/03/2018, 23:41
Director

Notas de juego

No avanzo porque no hay post

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05/03/2018, 23:57
Shosuro Akemi

Notas de juego

De hecho me pillas justo escribiéndolo. He tenido la semana liadilla con cosas del trabajo, pero igualmente no creo que hasta mañana lo termine.

Mis disculpas!

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07/03/2018, 00:51
Director

Notas de juego

No te preocupes demasiado. Eso es más un recordatorio que otra cosa (aunque tres avisos es expulsión). Los demás han estirado un poco más sus prólogos, así que les permite reducir la ventaja que les llevas un poco.

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08/03/2018, 19:09
Shosuro Akemi

Fue una mezcla de alivio y extrañeza la sensación que se fue asentando en la base de su estómago conforme el viaje progresaba, dividida entre la inesperada calma de los caminos y la falta de algún acontecimiento reseñable. La tranquilidad que precedía a la tormenta, rumiaba para sus adentros, e incluso le pareció que su compañero animal también notaba aquel sutil enrarecimiento. Los animales eran criaturas basadas en instintos que ellos habían encerrado hacía ya demasiado tiempo. Quizá por eso encontraba su compañía tan agradable, más en ocasiones que la del resto de la comitiva. Aunque, por supuesto, Akemi se guardaba bien de que eso se hiciese notar.

Con ella viajaban dos vasallos de Bayushi Noboru que hacían las veces de guía, compañía y ojo avizor que velase por su honra. Por supuesto, no su tío no lo había expresado así, pero tampoco hacía falta que lo hiciese. Como en la mayoría de los asuntos que se entretegían en la corte y sus alrededores, las cosas se sobreentendían sin necesidad de demasiadas palabras. Las palabras existían para embellecer y disimular, para distraer las atenciones hacia donde era conveniente. En definitiva, para esconder la verdad a plena vista si uno era lo suficientemente habilidoso, y el Clan Escorpión se caracterizaba precisamente por ello.

Nada de todo aquello pudo empañar su entusiasmo cuando la silueta de la Capital comenzó a dibujarse con trazos regios y firmes sobre el horizonte. Una visión magnífica y sobrecogedora para la que ningún libro podría haberla preparado. Esbozó una sonrisa curva y singular, que se quedó danzando en su rostro durante el resto del camino. Había muchas cosas que rondaban por su mente, ninguna de las cuales había compartido o por las que se había decidido todavía. Portaba consigo la carta, la cual había releído varias veces como si algo en su lectura fuese a cambiar, dándole una nueva pista sobre el requerimiento de su presencia allí. Tenía la imperiosa sensación de que algo se le escapaba, pero preocuparse no iba a llevarla a ningún lado.

Sin embargo, conforme llegaban a la linde del corazón del Imperio, un deseo fue aprisionando su impaciencia, algo de lo que siempre había escuchado hablar y que había cautivado su espíritu desde niña: Los Diez Mil Templos. Un lugar sagrado que reunía a todas y cada una de las Fortunas, y que apenas una década después de su construcción había ardido. De eso hacía ya demasiados siglos.

Pero primero, debía dejar aviso en la casa de té que se indicaba, Corazón de Jade. Siendo la hora auge en su llegada, auguró que el Magistrado Esmeralda estaría ocupado con otros asuntos. Además, había sido un viaje largo y deseaba descansar un poco y adecentarse para presentar una mejor apariencia para ese primer encuentro. Las primeras impresiones lo eran todo, especialmente en unas circunstancias tan particulares como aquellas.

Notas de juego

No he podido encontrar si el templo del que hablo (info aquí) se destruyó por completo y ya no queda nada. Supongo que, habiendo sido un templo que recogía a todas las Fortunas, algo quedará de ello que se pueda ver.

También comentarte que me siento un poco insegura / no-sé-por-dónde-ando xD Ya te comenté que es la primera vez que realmente he podido jugar a L5R y me da la sensación de que podría estar haciendo más cosas. Pero bueno, acabamos de empezar y ha habido parón prolongado, así que supongo que es normal.

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12/03/2018, 23:44
Director

Tal y como había supuesto, el Magistrado no se encontraba en aquel preciso momento en la casa de té. De hecho, la casa de té misma estaba cerrada; ese distrito en particular no era especialmente transitado en las horas centrales del día, al tratarse de un Distrito eminentemente residencial, de hecho, donde la mayor parte de los samurais tenían sus residencias, amén del lugar donde los distintos Clanes tenían sus embajadas. Al estar la mayor parte de ellos atendiendo sus deberes, había poco negocio para hacer para una casa de té.

Un sirviente, sin embargo, estaba convenientemente atento a "visitas imprevistas" como las de la Escorpión, y se aseguró de informarla de que el establecimiento abriría alrededor de la mitad de la hora del Mono (aprox 5 PM), y que, por supuesto, si el honorable Otomo Koichi se presentaba en algún momento de la tarde, le haría saber de su llegada.

Con aquel primer asunto resuelto, se encontró con que uno de sus "acompañantes" habían tomado algo de iniciativa y habían encontrado una posada con alojamientos cómodos y a su gusto. Para sorpresa de Akemi, efectivamente las estancias eran de su gusto, al punto de incluir un amplio ventanal desde donde su halcón podría ir y venir; por supuesto, tal entrada era un enorme punto vulnerable, pero ¿de verdad habría alguien tan loco como para atacar a una Escorpión que venía a petición de un Araña Blanca? Era buscarse, de un plumazo, dos enemigos ciertamente implacables.

Allí podría acicalarse y arreglarse con calma, seguridad y, sobretodo, privacidad. De hecho, presentaba el problema de que reunirse con alguien discretamente en el lugar iba a ser, cuando menos, complicado. Todas las entradas y salidas eran evidentes, y visibles desde gran distancia... Pocos invitados iban a poder llegar sin ser vistos; pero tampoco intruso alguno lo tendría más sencillo.

El Templo de las Mil Fortunas, el lugar donde el propio Emperador pedía guía a las Fortunas, era aún más impresionante de lo que podría haber imaginado. Su saqueo e incendio había sucedido hacía casi dos siglos, y sin embargo, ningún esfuerzo se había hecho para esconder las cicatrices. No se hacía esto por falta de medios (puesto que los Clanes donaban vastos recursos por ser el lugar de adoración del mismísimo Hijo del Cielo, en un continuado esfuerzo por atraer su favor. La opulencia del lugar era evidente, como su aura de misticismo), sino por el mismo simbolismo de la construcción del Templo. Levantado tras la caída de Otosan Uchi, originalmente con ruinas de los combates por Toshi Ranbo, el Templo pretendía ser un símbolo del inevitable renacimiento que seguía a la destrucción por la violencia, y aquellas cicatrices eran una motivo de orgullo para los monjes, como reafirmación.

La decoración, como antaño, era predominantemente de motivos Grulla y León, honrando la historia de la ciudad; sin embargo, todos los clanes estaban presentes, normalmente más cerca de las Fortunas que consideraban más afines. Para desconcierto de muchos, había dos Arañas en la decoración, una Blanca, y una Negra.

Muchos prostestaron, y aún continuaban haciéndolo, por que el símbolo de los seguidores del Clan Caído permaneciera en el lugar de adoración del Emperador; aunque la razón era simple. Seguía ahí para recordar a todos los Clanes lo bajo que se podía llegar a caer, la antítesis de todo lo que debía representar un samurai; el enemigo que, incluso en el momento de mayor recogimiento, no había que olvidar...

Notas de juego

No te preocupes, que vas bien; eres una cortesana y aún no has tenido demasiada oportunidad de interactuar socialmente. El que no hayáis terminado el prólogo al tiempo ha sido, esencialmente, culpa mía por enredarme con florituras y calcular mal. De hecho, has sido la segunda en terminar el prólogo, pero el primero, bueno, era el Seppun :(.

Han pasado casi 200 años del saqueo del Templo, y con su Orden haciendo labor extensa de reclutamiento desde entonces, creo que es bastante seguro afirmar que el templo ha sido reconstruido en algún momento desde entonces.

No olvides dejar una ofrenda a la Fortuna de la Caca. Ciertamente no es una a la que quieras mosquear :P

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17/03/2018, 18:34
Shosuro Akemi

Tras la leve decepción que confirmaba sus pesquisas, le sobrevino el alivio de ver que al menos uno de sus acompañantes parecía estar un paso por delante en lo que a sus necesidades tocaba. Agredeció su puntualidad en la justa medida, antes de examinar sin decir nada la posada que había encontrado para ella. A pesar de sus flaquezas, era un lugar ciertamente de su gusto. Además, todo era una cuestión de perspectiva y prioridades, y aunque jamás lo admitiría, estar tan lejos de su hogar y de lo conocido, atendiendo una petición cuyos motivos desconocía, la tenía atrapada en un ligero desasosiego que se guardaba de mostrar tan bien como el resto de su rostro.

En la tranquilidad de su estancia, Akemi dejó en libertad a su ave para que se familiarizara con los alrededores a placer. Aquello también era una debilidad, un punto flaco y difícil de pasar por alto, y había meditado largo y tendido si era sabio traer consigo a su magnífico halcón. Al final, había decidido no privarse de su compañía y entretenimiento, sin mencionar que era un arte respetable y bien visto al que uno debía dedicarle tiempo. Después aprovechó para refrescarse y descansar un rato lejos del sol y el incipiente calor que auguraba el verano. Cambió las ropas de viaje por algo más distinguido y elegante, cepilló y aceitó su cabello haciendo que recuperase brillo y textura, y se aseguró de estar más que presentable. Del mismo modo que alguien particularmente diestro y equilibrado haría buen uso de sus dones con una hoja afilada, Akemi había aprendido que la belleza también podía ser una ventaja sabiamente usada. Su Clan tenía una reputación muy marcada y que hablaba por sí sola sin necesidad de que ella hiciese nada más. No ponerlo a su favor habría sido un error flagrante.

Después, Akemi emprendió camino al Templo de las Mil Fortunas amparada bajo una sombrilla. Las razones para acudir eran muchas y variadas, pasando desde su intención de agradecer el buen comienzo de aquella empresa hasta esa intriga sinuosa que siempre había empañado su imaginación. Pero había algo más, algo personal que no había tomado forma del todo en su mente y que tenía que ver con el simbolismo propio del que había nacido aquel lugar. Se deslizó por las calles sin prisa mientras sus ojos danzaban y ahodaban en los rincones de Toshi Ranbo. A veces le parecía caminar por un lugar familiar y otras, un entresijo equilibrado de detalles y similitudes que era incapaz de reconocer. Pero lo importante llegó y la imagen del Templo de las Mil Fortunas se fue descubriendo entre calles y tejados como una impresionante obra de arte. Las cicatrices estaban allí, bien visibles, y no hacían sino ensalzar la peculiaridad de todo aquel lugar.

Como muchos en su Clan, Akemi era secretamente supersticiosa. No era algo en lo que se entretuviese pensando a menudo, pero de tanto en cuando hacía hincapié en ciertas prácticas con la intención de complacer y evitar la ira de los espíritus, como la de Daikoku. Por eso su primera ofrenda fue para la Fortuna de la Riqueza, sabiendo que era gran benefactora del Escorpión y consciente de que tarde o temprano, su halcón sin nombre terminaría por atrapar más de una rata. Fokurokujin era otra de las Siete Fortunas a la que Akemi reverenciaba con un interés renovado desde hacía relativamente poco, quizás en busca de una comprensión mayor que le resultaba elusiva hasta la fecha. Y, por supuesto, Jurojin, que atraía su fascinación aunque por razones totalmente distintas a la curiosidad innata del Escorpión; eran las teorizaciones sobre si podía o no hablar y ver a través de los animales. ¿Cómo de diferente sería el mundo si uno pudiese verlo a través de los sentidos de otras criaturas? Era una pregunta sencillamente abrumadora.

Además de las Siete Fortunas, había cientos de mikokami que eran dignos de contemplar, aunque fuese sólo por la hermosa estampa que conformaban todos juntos. Sus ojos y sus pasos se perdían entre todos los templos, estatuas y representaciones que constituían el lugar. Sin embargo, esta vez decidió pararse ante una fortuna a la que nunca había prestado mucha atención. Siempre había honrado a Benten, como habría hecho cualquier muchacha bonita y con demasiados pájaros en la cabeza, y no podía decir que se había sentido defraudada en absoluto por aquella Fortuna. Kento había sido su amor y, sin embargo, su historia no había tenido nada que ver con aquella Fortuna. Era consciente del fracaso de su matrimonio, aunque no tuviese nada que ver con ella, y lo que venía a continuación estaba totalmente fuera de su control. Por eso, casi sin ser consciente de ello, Akemi se encontró a sí misma mirando fijamente a Musubu-no-Kami, la segunda Fortuna Sin Nombre. Dentro de sí misma tenía aquel enfrentamiento entre el deber y el querer, consciente de que nadie iba a ser capaz de competir con aquel abrumador sentimiento que Kento había dejado impreso en ella, y a la vez ansiosa por demostrar que podía ser de utilidad. Pero también tenía miedo, como le había confesado a su hermano, a ser apartada de su Clan y su familia, y ambiciones que nada tenían que ver con el matrimonio, y esperanzas que dudaba que fuesen a ser cumplidas. Al final terminó por arrodillarse para dejar su ofrenda y una plegaria.

Pero todo eso quedaría pronto relegado a un segundo plano en su mente. Sus asuntos en el corazón del Imperio eran otros y, aunque desconocidos, a uno no le hacían viajar hasta Toshi Ranbo por una nimiedad, por lo que debía de ser algo de importancia. Algo que, quizá, probase su valía y su astucia, aquello para lo que había sido instruida realmente. Algo que afianzara su nombre como cortesana Escorpión. Y para ello no habría sido mala idea notificar de su presencia en la embajada de su Clan.

Notas de juego

Bueno, acabo de hacer un repaso a las Fortunas así extenso. Se me ha ido un poco de la mano en longitud xD

Anyway, siéntete libre de intervenir en cualquier punto y sino, lo siguiente que hará Akemi será ir a presentarse a la embajada además de hacer un poco de turisteo medieval, que imagino que habrá muchas cosas que ver aunque sea paseando.

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19/03/2018, 23:38
Director

El camino a la capital imperial de Toshi Ranbo resultó ser cualquier cosa menos emocionante. Los Caminos Imperiales estaban completamente despejados; de hecho, pese a que la primavera ya estaba bien en marcha, los caminos estaban casi desiertos con la excepción del monje en peregrinación o el mercader ocasional. Con la tensión en aumento en el Imperio, pocos en realidad querían estar lejos de sus puestos en sus respectivos Clanes, por lo que las patrullas por tierras no alineadas eran inusualmente raras.

Ni siquiera las Legiones Imperiales; a Takeo no le cabía duda que muchos samurais reclutados en ellas habrían encontrado un motivo u otro para ver su nombramiento suspendido y regresar a sus respectivos Clanes, en preparación para el verano, la estación de la Guerra.

Incluso ahí, en mitad de la nada, parecía que el mundo estuviera conteniendo la respiración. ¿En anticipación o de preocupación? Era imposible de saber para los mortales... O tal vez, sólo era una sugestión por la extraña conversación con el no menos extravagante monje Furumaro.

Todos aquellos sombríos pensamientos, sin embargo, se vieron relegados al fondo de la mente del ronin en cuanto la magnífica silueta de la Capital, el verdadero corazón latiente del Imperio y el lugar donde esperaba encontrar la medida de redención y gloria que buscaba, se recortó frente a él. El sol descendía por poniente, pero aún hacía que los hermosos tejados de los palacios destellearan en miríadas de colores incluso desde tanta distancia. Y, por supuesto, ninguno siquiera se acercaba a la magnificencia del enorme Palacio Imperial que ya desde tanta distancia se podía adivinar pese a la oscuridad creciente.

La entrada parecía elegida a propósito para que esa imagen calara en su mente... ¿Había sido intencionado por parte del Otomo, o sólo una feliz casualidad que esa ruta fuera la más directa desde las Tierras Escorpión al distrito Kurai? Con los extraños portentos presentados junto a la carta, era imposible estar seguro, y menos aún con la reputación peligrosa de la familia Otomo y de su clan, la Araña Blanca.

Y si lo había sido, ¿era una oferta, una tentación de hasta dónde podía verse elevado.... o una amenaza de qué poder respaldaba sus actos? Por algún motivo, estaba convencido que Furumaro diría que ambas opciones no eran, en absoluto, excluyentes.

Notas de juego

Tus movimientos los dejo en tus manos, siempre que entren dentro de lo razonable. También te dejo antes de entrar, por si quieres hacer algún movimiento antes de reunirte con el Otomo.

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19/03/2018, 23:47
Director

El camino a la capital imperial de Toshi Ranbo resultó ser cualquier cosa menos emocionante. Los Caminos Imperiales estaban completamente despejados; de hecho, pese a que la primavera ya estaba bien en marcha, los caminos estaban casi desiertos con la excepción del monje en peregrinación o el mercader ocasional. Con la tensión en aumento en el Imperio, pocos en realidad querían estar lejos de sus puestos en sus respectivos Clanes, por lo que las patrullas por tierras no alineadas eran inusualmente raras.

Ni siquiera las Legiones Imperiales parecían haber escapado de su extraño absentismo, puesto que apenas era notable su presencia en los caminos, ni siquiera aquella dedicada por entero a esa tarea.

Incluso ahí, en mitad de la nada, parecía que el mundo estuviera conteniendo la respiración. ¿En anticipación o de preocupación? Era imposible de saber para los mortales... O tal vez, Tensai simplemente se estaba dejando influir demasiado por la conversación con su sensei. Era difícil no hacerlo cuando un Grulla viajaba con sus alas sobre la profecía de un Dragón...

Todos aquellos sombríos pensamientos, sin embargo, se vieron relegados al fondo de la mente del bushi en cuanto la magnífica silueta de la Capital, el verdadero corazón latiente del Imperio, se recortó frente a él. El centro de la tela de araña constituida por los Caminos Imperiales; el radiante hogar del Hijo del Cielo y su corte, la joya más brillante de la civilización.

El nido de la Araña Blanca, su feudo y lugar de mayor influencia. También, uno de los lugares donde era más probable que la verdad sobre su padre estuviera escondida.

El sol descendía por poniente, pero aún hacía que los hermosos tejados de los palacios destellearan en miríadas de colores incluso desde tanta distancia. Y, por supuesto, ninguno siquiera se acercaba a la magnificencia del enorme Palacio Imperial que ya desde tanta distancia se podía adivinar pese a la oscuridad creciente.

La entrada parecía elegida a propósito para que esa imagen calara en su mente... ¿Había sido intencionado por parte del Otomo, o sólo una feliz casualidad? Con los extraños portentos presentados junto a la carta, era imposible estar seguro, y menos aún con la reputación peligrosa de la familia Otomo.

¿Se trataba de una bravata, sobre quién era el verdadero poder junto al Trono, o un recordatorio de todo lo que debía luchar por proteger cada samurai del Imperio? ¿O tal vez una amenaza del precio del fracaso? Conociendo la temible reputación, merecida, de la Araña Blanca, probablemente todo a la vez. Con los Otomo, lo más sensato era considerar siempre que nada era mero azar o lo que simplemente aparentaba.

Notas de juego

Tus movimientos y compañía los dejo en tus manos, siempre que entren dentro de lo razonable. También te dejo antes de entrar, por si quieres hacer algún movimiento antes de reunirte con el Otomo.

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20/03/2018, 00:23
Director

La idea de presentar sus respetos en la Embajada Escorpión no era, técnicamente, inapropiada. Sin embargo, ella no dejaba de ser una diplomática de baja posición en el Clan de los Secretos, por lo que el protocolo demandado por la diferencia de estatus hacía inevitable que la fueran a retener largo tiempo de espera antes de otorgarle ninguna audiencia, incluso con un funcionario menor dentro de la misma. Y la visita al Templo ya había consumido una nada despreciable porción del tiempo con el que contaba hasta la hora del Mono...

Ir allí arriesgaba hacer esperar al Otomo. Por un lado, ¿qué garantías había de que el Araña se presentara allí a la hora de apertura del local? Solamente tendría sentido una clase de visita así como rutina si el asunto por el que los convocara fuera realmente urgente (o tuviera algún interés especial en lo que ofrecieran en tal casa de té)...

Por otro lado, presentarse más tarde, si él no lo hacía podía mandar un mensaje equivocado, de desidia o de no tomarse demasiado en serio la amenaza a todo el Imperio a la que Otomo Koichi hacía referencia en su invitación... Esperarle allí, por otro lado, indicaba una actitud servil.

¿Qué herramienta sería mejor para la tarea? Ah, las maravillas de la Corte y sus campos de minas de etiqueta y cortesía...

Notas de juego

No te preocupes si, como dice una buena amiga mía, "te sientas en la palabra". Me encanta que los jugadores hagan eso, y el ritmo de esta partida anima a ello. ;)

Tú dirás la senda que eliges, esperar como niña buena y obediente en cuanto abran, o cumplir con tu clan y luego acudir, a riesgo de hacer esperar a Otomo Koichi.

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21/03/2018, 13:22
Doji Tensai

El viaje había resultado menos emocionante de lo que Tensai había esperado, con los caminos casi vacíos a causa de la creciente inestabilidad política entre los clanes. Sin embargo, esa tranquilidad resultaba engañosa y se trocaba fácilmente en inquietud, como si de pronto se encontrara en mitad de un castillo en el que la única alma viviente fuese la suya. El efecto positivo fue que no encontró ningún problema hasta llegar a la capital.

Las pocas personas con las que se cruzó parecían también ligeramente nerviosas en su soledad. Con la intención de amenizar su viaje, y de enterarse de las últimas noticias que circulaban por el Imperio, el joven aprovechó para entablar conversación con algunos de ellos, e incluso llegó a compartir comida y campamento con alguno de los monjes que encontró. Sumido en mitad de varias profecías, lo último que hubiera querido es ofender de algún modo a alguna de las Fortunas.

Pero tras varias jornadas de viaje, su ruta comenzó a aparecer más y más transitada, hasta que finalmente, tras coronar una pequeña elevación, se detuvo cuando el destino se su viaje se mostró ante él en todo su esplendor. El centro de la tela de araña. El corazón del Imperio.

Desde su perspectiva, la capital Imperial se asemejaba a la elaborada obra de un orfebre sobre la que se engarzaba la mayor joya de Rokugán. El Palacio del Hijo del Cielo. Tensai contempló, sobrecogido por la belleza de la escena, la inmensidad de la ciudad, que parecía extenderse en todas direcciones hasta donde alcanzaba la vista. Los tejados, iluminados por las últimas luces del atardecer, brillaban anaranjados, como si se tratara de cúpulas de fuego que alumbraran toda la urbe.

Aguardó unos largos instantes antes de poner en marcha de nuevo a su montura. Como guerrero, y duelista, sabía bien el valor de la observación. Y era muy consciente de que el glorioso brillo de la ciudad ocultaba una multitud de sombras. Sombras entre las que se movían oscuros presagios. Y sombras entre las que, tal vez, se escondiera la verdad acerca de la desaparición de su padre.

Tras meditar acerca de ello, retomó la marcha, y en cuestión de minutos llegó hasta los primeros edificios, internándose entre las grandes avenidas repletas de actividad. Incluso mientras el sol se ocultaba, el corazón del Imperio seguía muy vivo. El joven bushi avanzó sin prisa hacia el distrito Kurai, deleitando sus sentidos con todo lo que ofrecían las bulliciosas calles de la capital desde la altura de su montura.

Mientras avanzaba, reflexionó sobre sus siguientes pasos. El hilo de la telaraña que había seguido desde que abandonó su hogar lo llevaba hasta la casa de té Corazón de Jade. Allí lo aguardaba aquel que lo había hecho llamar… sin embargo, no estaba seguro de que fuera adecuado presentarse directamente allí. Probablemente debería buscar primer un lugar donde descansar y poder librarse del polvo del camino antes de su encuentro con Otomo Koichi.

No obstante, lo cierto era que no conocía la capital, por lo que decidió optar por una alternativa intermedia. Acudir a la casa de té, y preguntar allí por un lugar adecuado en el que hospedarse. Además, eso le permitiría crearse una primera impresión del tipo de lugar al que había sido convocado. Con esa decisión en su mente, avivó de forma inconsciente el paso de su montura. A pesar de sus recelos, lo cierto era que el joven ardía en deseos de encontrarse cara a cara con su destino.

Notas de juego

Si saco información de las gentes del camino, genial.

En la capital, ojo avizor, especialmente en el distrito Kurai y la casa de té para analizar la gente y sus actividades. Mi objetivo es alojarme, asearme, preparar uno de los regalos que llevo para Koichi y solicitar audiencia.

Si hay que tirar algo, dime :)

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22/03/2018, 19:39
Takeo

Como cualquier viaje que hubiera emprendido a ese momento, a Takeo se le hizo largo y agotador, nada acostumbrado a trasiegos tan largos. El ir y venir de tropas causaba en el joven ronin cierto vértigo, lo habían entrenado para matar, pero aquel era un oficio en el que aun debía estrenarse. El combate, las heridas, la derrota y la victoria no le eran compañeras desconocidas, sí en cambio el abrazo de la Fortuna de la Muerte, la cual yacía en el subconsciente de Takeo a la espera de mostrarse ante él.

Que percibiera una guerra en ciernes no hacia otra cosa que acentuar ese pensamiento, ¿Lo hubieran reclutado para la guerra de seguir junto al clan? ¿Iría a la guerra contra otros samurái si la diplomacia fallaba? No iba a negarlo, esa perspectiva le daba vértigo, pero creía en las palabras de su sensei: al final un guerrero acaba tratando a la muerte como una vieja amiga. Fuera cierto o no, a Takeo le quedaba mucho por considerarla una amiga tan siquiera.

Cavilando estos pensamientos descubrió la magnificencia de la capital imperial, el ronin nunca había estado tan lejos de casa, pero hizo acopio de todo su entrenamiento para afrontar la prueba en ciernes. Ante él estaba el camino hacia la familia Otomo, un clan familiar que incluso entre los Escorpión aconsejaban cautela al tratarlos. El joven bushi tragó saliva, imprimió una pátina de firmeza y prosiguió su camino.

Aunque estaba tentando en desviarse, conocer la ciudad, tenía un deber. Un deber al que no deseaba volver a fallar, escucharía la propuesta de Otomo Koichi y decidiría, si es que en su fuero interno creía que tenía la posibilidad de elegir.

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25/03/2018, 17:18
Shosuro Akemi

El camino de vuelta se le hizo algo pesado, quizá por el cansancio propio acumulado del viaje hasta el Corazón del Imperio. La posición del sol, además, se acercaba a la hora a la que la casa del té reanudaba su servicio, lo que instaló una molesta impaciencia en el fondo de su estómago. A pesar de sus diferencias, había aprendido a admirar y aprender de Noboru, quién, lejos de despertarle simpatía, seguía teniendo una lengua afilada y un agudo ingenio en lo que a entramados políticos se refería. Akemi había aprendido que uno no necesitaba demostrar afecto para admirar algo que realmente lo merecía. Sin embargo, que la casa de té abriese de nuevo no significaba que decir que la presencia del Magistrado Esmeralda fuese a ser inmediata. Era más que probable que terminase haciéndola esperar, lo que dado su rango no era algo extraño. Su vida a veces se resumía en una espera infinita a que algo realmente importante aconteciera. Y eso habría sido mejor que la opción opuesta, que era hacerle esperar a él.

Al regresar a su posada solicitó que uno de sus acompañantes fuese en su nombre a la Embajada Escorpión para concertar una cita, si era posible, al día siguiente. Después de meditarlo en su regreso, creyó conveniente presentarse una vez tuviese claro el motivo de su presencia allí. Habría sido ineficiente y una pérdida de tiempo no hacerlo de esa manera, o tener que regresar una segunda vez después de hablar con Otomo Koichi. Pero peor habría sido verse atrapada entre dos citaciones, y una, claramente, era mucho más importante.

Hizo algo de tiempo en su habitación hasta la hora convenida, jugando con su halcón y alimentándolo de paso. Estaba intentando enseñarle algunos trucos, pero el viaje y el cambio de aires lo estaban volviendo algo impertinente. Tampoco podía culparle por ello.

Notas de juego

¡¡!! Si ya hay dos más en la escena :3 Asumo que van terminando sus respectivos prólogos, entonces.

Pues espero hasta que abran y voy.

Por cierto, no sé si lo había puesto antes, pero aquí está su halcón.

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26/03/2018, 11:40
Director

Notas de juego

No hace falta tirada alguna; no sacas información de importancia de ningún transeúnte (y tampoco es nada sorprendente, dado que casi todos son heimin de un tipo u otro, la mayor parte de los samurais están absorbidos en sus tareas del día y, salvo guardias sin tiempo que gastar en conversaciones banales, pocos samurai están durante el día en las calles de Kurai.). Lo que averiguas es que el distrito Kurai es uno eminentemente residencial; casi todos los samurais que no pertenecen a los rangos más altos de la nobleza y que viven en la capital lo usan como residencia, además, las Embajadas de todos los Grandes Clanes también se encuentran en el distrito, por lo que tal o cual samurai moviéndose por la zona muy rara vez llama la atención.

El lado positivo de esto es que el distrito tiene un buen número de posadas, por lo que no te consumirá tiempo encontrar y reservar una habitación en una de tu gusto.

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26/03/2018, 11:52
Otomo Koichi

Al sonar la campana del Palacio, marcando el final de la hora del Mono, finalmente se vio la casa de té Corazón de Jade con sus lámparas encendidas, mostrando al todavía escaso público que caminaba por las calles del distrito que sus puertas ya estaban abiertas para agasajar y atender debidamente a sus clientes.

Cualquier cliente que fuera a entrar era recibido con toda la cortesía y etiqueta debida, e incluso más; el servicio del local tenía la reputación de ser capaz de hacer sentir incluso al más humilde de los hohei de cualquier Clan como un daimyo menor. Sin embargo, ni siquiera esa atención libraba a quienes entraban de una serie de protocolarios pasos previos a la entrada.

Todos los clientes debían dar su nombre al sirviente de la entrada, para registrar todas las ilustres visitas que recibían. Técnicamente, cualquier samurai podría negarse a esto, dado que quien preguntaba era un heimin, pero no se consideraban buenos modales y podría dar lugar a un innecesario jaleo, por lo que muy pocos no daban un nombre al entrar.

A continuación, se les conducía por un pequeño pasillo hacia un maestro artesano, donde se les invitaba a dejar sus armas para que fueran "limpiadas, pulidas y custodiadas hasta su salida". De nuevo, técnicamente, cualquier samurai podía negarse a ello, pero aquí la ley amparaba al local para negar la entrada a cualquier cliente que insistiese en entrar armado sin un buen motivo para ello. Los wakizashi eran excepción (por ser símbolos de Estatus), siempre y cuando la saya y la empuñadura estuvieran atadas una a la otra mientras permanecieran en el interior.

Por último, se les ofrecía una pileta con agua de azahar para que se refrescaran (y limpiaran) las manos, y un paño de algodón limpio para que se secaran después. Todo esto era un proceso muy mecánico, y para la mayoría de samurais acostumbrados a las costumbres de tierras civilizadas, apenas consumía tiempo antes de entrar.

Después de aquella suerte de ritual, una agraciada camarera conducía al cliente o clientes al interior, donde se le dejaba escoger una mesa a su gusto y acomodarse antes de atenderle... Pero aquí, el ritual usual se vio alterado para los samurais recién llegados a la capital.

En lugar de conducirles a la sala y esperar que eligieran mesa, la mujer les indicó que su mesa ya estaba preparada y señaló una en el fondo del local, discretamente ubicada lejos del centro de la sala, donde atraerían menos miradas curiosas. Allí,les esperaba un samurai de avanzada edad, o, al menos, uno al que los años no habían tratado con delicadeza, aunque todavía se leía la energía en cada uno de sus movimientos; ciertamente, no era un hombre que estuviera esperando la oportunidad de retirarse, sino uno aún totalmente en posición de servir al Imperio y a su Clan.

En muchos aspectos, la idealización de lo que se esperaba de un Magistrado Esmeralda de su veteranía. Recibió a cada uno con una sonrisa y una inclinación tan profunda de cabeza como podía hacer sin llegar a resultar ofensivo o sarcástico a sus "invitados", pero declinó entablar conversación "hasta que llegaran todos". En lo que los tres samurais llegaron y fueron conducidos hasta él, continuó disfrutando de su té y trabajando en documentos.

Notas de juego

Y hasta aquí llego en el turno. Vuestra oportunidad de presentaros y describiros al resto, amén de hacer vuestra entrada. El orden de llegada a la cita será el de posteo, y si queréis hablar entre vosotros mientras el Otomo trabaja, os doy completa libertad.

(Solo recordad que todo lo que digáis y hagáis podría ser usado en vuestra contra... jujujuju)

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26/03/2018, 17:18
Doji Tensai

Los hilos de la tela de araña, aunque enrevesados, parecían alinearse bajos los pasos del joven Tensai para guiarlo directo hacia su destino. Y es que el distrito Kurai, en el que se encontraba el Corazón de Jade, resultó ser una zona residencial, tranquila y bien provista de lugares decentes en los que alquilar una habitación, muy cercanos a la casa de té donde lo esperaba quien lo había hecho llamar.

No tardó demasiado en encontrar un alojamiento aceptable en el que pernoctar esa noche. Una posada, pequeña pero elegante, situada muy cerca de la casa de té en la que había sido citado. El lugar no disponía de grandes lujos, pero después de su entrenamiento, Tensai estaba más que acostumbrado a la frugalidad, especialmente cuando se encaminaba hacia un objetivo concreto. Pero para cuando terminó de instalarse, el cielo se encontraba ya cuajado de estrellas, y la luz de Onnotagu se colaba, dominante, por su ventana. Una luz que el joven bushi interpretó como una señal de tregua. El día se había agotado ya, y el encuentro con el magistrado debería esperar al siguiente amanecer.

El día siguiente estuvo repleto de rituales. Despierto ya al filo del alba, Tensai dedicó las primeras horas de la mañana a un ligero entrenamiento y a la meditación, preparando su cuerpo y su mente para cualquier reto que pudiera cruzarse en su camino. Después de un sencillo almuerzo, se aseó con minucioso cuidado, peinó su largo pelo negro, y se vistió ceremonialmente con los ropajes que había traído específicamente para la vida en sociedad.

El elegante samurái que salió de la posada cuando la hora del Mono tocaba a su fin no guardaba sino un leve parecido con el bushi cubierto de polvo que había cruzado sus puerta el día anterior. La katana que descansaba junto al wakizashi sobre su cadera izquierda era el único signo que delataba que quien la portaba era un guerrero y no un cortesano. Pero para alguien que portaba el apellido de la Dama Doji, la diferencia entre uno y otro nunca resultaba tan evidente. De modo que, con su largo pelo recogido en una brillante coleta, y con su delgado cuerpo cubierto con un kimono de un brillante blanco y un kataginu que mostraba todos los tonos de azul del cielo, Tensai podría haber encajado perfectamente en la imagen de un embajador de la Grulla.

Al llegar a la casa de té, solventó rápidamente el ritual de entrada, aunque como casi siempre le ocurría, sintió una leve inquietud al dejar su katana en manos de unos heimin desconocidos. Pero esa inquietud duró tan sólo unos instantes, antes de que una servicial camarera le indicara que su anfitrión los estaba esperando. Al joven no le pasó desapercibido el uso del plural en esa afirmación. Así pues, no era el único que debía acudir a la llamada del magistrado. Meditando sobre ello, acompañó a su guía hasta la mesa donde aguardaba Koichi.

El samurái que lo esperaba era un hombre mayor, aunque enérgico. La determinación que demostraba en cada uno de sus gestos se combinaba con su veteranía para darle un aspecto de venerable capacidad. Un hombre en el que se podía confiar. Alguien a quien seguir. Sin embargo, y a pesar de sus apariencias, presuponer algo acerca de un Otomo era equivalente a creer que un kenshinzen es inofensivo simplemente porque parece relajado a simple vista. Un samurái sabio jamás baja completamente la guardia, ni extravía el paradero de su espada.

Y fue precisamente por eso que, cuando el joven Grulla se acercó finalmente para saludar al anciano, su rostro se había ocultado bajo la máscara de cortesía tan habitual entre los suyos. Tensai saludó cortésmente a su anfitrión, que le correspondió con una afable sonrisa y una reverencia, aunque manifestó su deseo de que la conversación se iniciara al llegar el resto de los invitados.

El joven no dejó que la impaciencia se apoderara de él. A pesar de que deseaba comenzar esa conversación, podría esperar un poco más. Mientras aguardaba a ese momento, se sirvió también un poco de té, y mientras se llevaba a los labios el humeante líquido, entrecerró los ojos y repasó mentalmente todo lo que había sabido sobre esta extraña convocatoria.

No tardó demasiado.

Notas de juego

Os espero, chicos ;)

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26/03/2018, 20:03
Takeo

Takeo se sentía atribulado ante la pomposidad local, el joven bushi se manejaba con justa destreza en el vaivén de gentes que iba menguando a medida que avanzaba la hora. Siguiendo las instrucciones de la nota que había recibido, el ronin manejó con la suficiente habilidad su orientación para llegar al Corazón de Jade a la hora convenida. El ronin se movía con cierta incomodidad, nacida de lo profundo y cimentada por su experiencia, se esforzaba por envolverse de la necesaria máscara para afrontar la prueba en ciernes.

Le costó un poco dar en resguardo su katana, pero cedió ante la realidad de los acontecimientos. Se presentó humildemente con su nombre, y practicó todo el proceso necesario para acceder al local sin percances. Ah, pero ese ritual se manifestó de forma peculiar, como todo lo que rodeaba la misteriosa figura de Otomo Koichi y sus tejemanejes entre bambalinas. Takeo siguió la estela de la hermosa camarera, a la que hubiera sonreído con picardía de no ser un manojo de nervios que insistían en ulcerar su estómago.

Había ya presente un joven samurái con los colores de la Grulla, no quiso fijarse en exceso en el mon familiar de Tensai por decoro y educación, consciente de su posición inferior respecto al bushi de la familia Doji.

Otomo Koichi-dono —se reverenció ante el Magistrado Esmeralda como describía el protocolo —. Grulla-sama —se dirigió a continuación hacia Tensai, con una reverencia no tan marcada, respetuosa al ignorar la posición de este, pero no tanto como la dada al Otomo —. Soy Takeo, ronin, me hicisteis llamar, mi señor, y aquí acudo respondiendo vuestra llamada, Otomo-dono, para cumplir con mi deber de lealtad hacia al Hijo del Cielo y a sus representantes.

Takeo se había aseado lo mejor que pudo, llevaba un kimono de viaje con el que denotaba que se había dirigido directamente a presencia a la cita sin tiempo para adecentarse. Los colores terrosos de su indumentaria le daban un aspecto anodino, que llegaba a esconder la belleza natural del joven, aunque parecía no haberse preocupado por ese punto debido al escaso tiempo del que disponía tras llegar a la Ciudad Imperial.

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26/03/2018, 21:22
Doji Tensai

 

Si en algo sorprendía o molestaba la presencia de un ronin en su misma citación, desde luego no afloró a su expresión. Los ojos oscuros y serenos de Tensai recorrieron al recién llegado, evaluándolo en una fracción de segundo como un duelista evaluaría a un rival. Pero pasado ese fugaz instante, el samurái Grulla dejó que una amable sonrisa aflorara a su rostro.

-Takeo-san, bienvenido a esta pequeña reunión. Por favor, siéntete libre de sentarte con nosotros para disfrutar de la velada hasta que todos nos hayamos reunido. –Dijo mientras tomaba la pieza de porcelana en la que aún quedaba una buena cantidad de té. El magistrado había mencionado a más de un samurái restante, por lo que deducía que el tiempo para que comenzaran las revelaciones aún no había llegado. Decidió tomar la palabra mientras el magistrado continuaba trabajando en sus documentos. –Mi nombre es Doji Tensai, y también he sido convocado por nuestro anfitrión. Sin embargo, Otomo Koichi-sama me ha indicado que comenzaremos la conversación cuando todos los que han sido convocados hayan llegado. Mientras tanto… ¿Te gustaría compartir conmigo una taza de té? Llegáis de lejos, según parece.

Acompañó sus últimas palabras con la propia acción, como si adelantara la respuesta a su propia pregunta. Con una delicadeza que sólo podría ser fruto del entrenamiento, vertió una pequeña cantidad de té sobre una de las tazas y se la ofreció al ronin.

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27/03/2018, 04:21
Shosuro Akemi

Las campanas que marcaban la hora convenida casi tomaron a Akemi por sorpresa, quien descansaba tranquilamente en su estancia, ensimismada en los cuidados de su halcón. Aunque el lugar de encuentro quedaba bien cerca y nadie había asegurado que el Magistrado fuese a estar allí a tal hora, se apresuró a terminar en lo que andaba para no correr el riesgo de hacerle esperar, lo que habría sido una mala manera de empezar, entre otras cosas.

Escasos minutos después, la mujer pasaba por el ritual de bienvenida de la casa de té con ceremonia y costumbrismo, como si fuese una tarea más en una larga lista de quehaceres, y sin perder un ápice de cordialidad en ello. Proporcionó de nuevo su nombre acompañándolo de una sonrisa y anunció que no portaba arma alguna a excepción de su wakizashi. Aceptó el gesto de hospitalidad y, seguidamente, se dejó conducir con animosidad hacia la mesa donde ya se hallaban reunidos varios samuráis, para su sorpresa. Una sorpresa que se evidenció con su ceja arqueándose ligeramente y que, como era de esperar, quedó velada tras la máscara que cubría la mitad superior de su rostro. Mientras se acercaba, su mirada voló con rapidez entre los presentes, casi al descuido, captando los detalles puntuales y notorios que le permitieran hacer las presentaciones oportunas. Había un hombre entrado en años que trabajaba sobre unos documentos, y a quien identificó fácilmente como quien debía haberla convocado. Después se fijó en los jóvenes varones; el primero un Grulla de apariencia tan cuidada como la suya propia y que, por supuesto, servía té al otro invitado, a quien no logró ubicar del todo en primera instancia. Claramente no había tenido tiempo de adecentarse, o al menos esperaba que fuese la premura y no la desidia. Tampoco importaba.

Otomo Kiochi-sama —saludó de forma respetuosa haciendo una pronunciada reverencia, tal y como le habían enseñado mil y una veces. Después se dirigió con deferencia a los otros dos invitados, primero al desconocido, a quién se refirió sencillamente como samurai-sama, y después al Grulla. —Disculpad la demora —se excusó seguidamente, más una formalidad que porque realmente lo sintiera.

El Magistrado le devolvió el saludo refiriéndose a ella como Shosuro Akemi, mención ante la que ensanchó la sonrisa comedida que llevaba como firma en los labios. Sólo entonces tomó asiento, plisando la tela de su kimono al hacerlo con un gesto elegante antes de, por fin, mirar al resto de comensales con detenimiento y cierta fijeza, como si esperase algo por su parte.

Su aspecto estaba cuidado al detalle, desde el pelo trenzado y engarzado con cintas doradas hasta la fragancia fresca y ligeramente afrutada que apenas se dejaba notar, algo que cabía esperar en parte, no sólo por la situación sino porque, además, la largura de las mangas de su elegante kimono indicaban que no estaba casada. ¿Y qué muchacha joven y bonita no se habría esmerado en hacerse notar? Todo en ella apuntaba a que se trataba de una cortesana del clan de los Secretos, coronada por una máscara felina que daba forma a unos ojos verdes, suaves como la prehnita y acentuados por el pigmento negro que los rodeaba. Que era hermosa era algo imposible de negar, con o sin la artificiosidad del momento, y era más que obvio que se sentía perfectamente cómoda con ello. Sin embargo, a diferencia de otras figuras notorias de su clan, Akemi esgrimía una elegancia regia lejos de provocaciones innecesarias.

Espero no haber importunado la conversación.

Notas de juego

Ale, todos junticos. Hoy he podido postear porque he tenido un rato largo y no quería dejaros esperando, pero no os acostumbréis xD Ando justica de tiempo últimamente.

PD: Me he referido a Takeo como samurai-sama porque así en plan vistazo rápido no sé si se le identifica o no. Si he metido la pata, avisad (spoiler: Akemi sabe más que yo).

PD2: Tensai, que te has equivocado de grupo. Este es el de los guaperas ;)

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27/03/2018, 13:36
Doji Tensai

La conversación con el ronin que se había presentado como Takeo ni siquiera había llegado a comenzar cuando un nuevo actor entró en escena. Acompañada de un susurro de telas, una mujer cubierta con un elaborado kimono y un mempo se acercó a su mesa con paso decidido, provocando que no pocas miradas de los huéspedes la casa de té se giraran a su paso.

Pero no así la de Tensai. El joven ni siquiera pareció reparar en la recién llegada, y continuó sirviendo el té en absoluto silencio. Sin embargo, quedó claro que sí se había percatado cuando sirvió también una taza de té para la mujer. Todo él, desde su postura corporal hasta la expresión de su rostro, emanaba serenidad y comedida perfección mientras terminaba su ritual. Y sólo cuando la última gota de líquido había caído, levantando ondas, sobre la taza, se permitió el joven Grulla devolver el recipiente a su lugar y girarse para observar a la que, tal y como había dicho el magistrado, era Shosuro Akemi.

El joven dejó que su vista pasara por la figura de la cortesana, sin llegar a detenerse completamente sobre ella para evitar resultar descortés. Y lo que vio era más de lo que había esperado. Ataviada con unos ropajes más vistosos y coloridos que los suyos propios, la samurái se movía con la frágil gracia de una flor al viento. Una gracia que, estaba seguro, no era fruto de la casualidad sino de un cuidadoso entrenamiento en la corte.

El largo pelo negro, trenzado con esmero, enmarcaba un rostro fino y delicado que quedaba parcialmente oculto bajo una máscara con elegantes formas felinas. Una máscara que ocultaba gran parte de sus facciones, pero que también acentuaba cuidadosamente el efecto de unos grandes ojos verdes llenos de matices que parecían brillar tras el mempo. Unos ojos en los que alguien desprevenido podría perderse fácilmente. Pero sólo un necio se arriesgaría a quedar desprevenido frente a la picadura de un Escorpión, incluso uno tan hermoso como aquel.

-Bienvenida, Soshuro Akemi-san. Mi nombre es Doji Tensai, miembro del Clan de la Grulla y recién llegado a la capital. Y por supuesto, en ningún caso la buena compañía podría considerarse inoportuna. –Contestó a la presentación de la Escorpión después de un pequeño instante. No le había pasado desapercibido el detalle de que había antepuesto al ronin en sus saludos a él mismo. ¿Era un intento deliberado de menospreciarlo? ¿O un error de protocolo? Aunque dudaba que una cortesana de la Mano Oculta pudiera cometer tal desliz por error. Anotó ese detalle en su memoria, sin dejar que ello empañara su cortesía. Convendría tenerlo en cuenta en el futuro. –Por favor, únase a nosotros. Nos disponíamos a tomar algo de té antes de comenzar a charlar. Espero que gustéis de compartirlo con nosotros.

Aguardó unos instantes a la respuesta de la mujer, mientras cruzaba sus ojos oscuros con los verdes de ella, y finalmente se volvió hacia la figura del magistrado, que parecía estar terminando de ordenar sus documentos. Lo observó proyectando sin palabras una pregunta.

¿Acaso habían llegado ya todos?

Notas de juego

PD2:- Oh, Akemi, tantos tipos de belleza y os detenéis en el más evidente de todos... Qué lástima... :P