Partida Rol por web

Algo de lo que su anfitrión dijo logró que una ligera arruga amaneciese en su frente, bajo la máscara. Algo que no caló del todo bien en ella. No dijo nada al respecto. De hecho, no dijo nada en absoluto, limitándose a asentir para que Koichi prosiguiera. 

El veterano magistrado suspiró con un leve asentimiento, probablemente de alivio al ver que todos sus elegidos habían tomado la zanahoria sin hacerle recurrir al palo. Casi siempre, la gente que colaboraba de buena gana hacía un mejor servicio. Casi siempre.

Si Koichi se percató del pequeño lapsus en el On de Tensai, no dio muestra alguna de ello. Quizás, porque se lo esperaba; ya había dicho que les conocía; tal vez, porque no le diera importancia en aquel momento; existía también la remota posibilidad de que se lo hubiera perdido... Pero todas esas opciones eran meras especulaciones, más allá del hecho de que la tensión de Tensai pasó sin ser mencionada. Y lo mismo podía extenderse a la rigidez de Takeo o a esa casi imperceptible arruga en el bello rostro de Akemi.

Estaban dispuestos a trabajar para él y, probablemente, tentados por las recompensas ofrecidas. Eso dejaba la caja de las amenazas cerrada e intacta para utilizarlas con pleno efecto si llegaba la ocasión. Aunque, de corazón, el Otomo esperaba no tener que recurrir a ello; todos se estaban jugando algo importante, incluyendo quizás el mismo bienestar del Imperio; si todos salían beneficiados, tanto mejor. Existía un viejo dicho en la Mantis que era extremadamente apropiado para la situación: "Cuando la marea sube, alza todos los barcos".

- Bien. Me alegra que hayamos llegado tan pronto a un entendimiento. - dijo con una sonrisa amable, inclinando levemente la cabeza para acentuar la gratitud que expresaba. - Por supuesto, entre mis atribuciones como Magistrado Esmeralda está la de reclutar tropas para ayudarme con mi labor... Ejerciendo un poco del privilegio que otorga mi edad, cargo y posición, y en una leve e inofensiva muestra pública de nepotismo, - un deje de picardía se dejó ver en sus ojos. - he aprovechado la flexibilidad de tal potestad para reclutaros a vosotros al servicio de mi notable sobrina. Ello hace que estéis, temporalmente por supuesto, exentos de los deberes que estábais ejerciendo para vuestros Clanes, o en el caso de Takeo, para sí mismo, por lo que no tendréis que preocuparos por estar ofendiendo a vuestros superiores ni esperar tener que interrumpir vuestra labor por un requerimiento de vuestro Clan. - Esto último lo dijo en voz seria, pues era importante que lo entendieran. - Sólo vuestro Campeón en persona o el Campeón Esmeralda poseen la autoridad para deshacer tal reclutamiento.

- Por otro lado, los papeles que os firmaré y sellaré con mi Mon os permitirán moveros prácticamente por cualquier lugar del Imperio, al actuar bajo autoridad Imperial. Tened en cuenta, sin embargo, la naturaleza pública de vuestra misión; será difícil utilizar los papeles que os daré para una misión de cartografía para justificar registrar unos almacenes propiedad de un samurai, por ejemplo. Por lo demás, vuestro mejor recurso será los talentos y aptitudes que cada uno ponga sobre la mesa; por la naturaleza privada de vuestra misión, no podré mover muchos más hilos para facilitaros las cosas, y me disculpo de antemano por ello. - E inclinó de nuevo la cabeza.

- Aclaradas esas dudas de Doji Tensai-san, creo que es el momento de que entremos en materia. - Y de una de sus anchas mangas, extrajo tres pequeños rollos de pergamino. Aunque los desplegó sobre la mesa, dejando pequeñas piedras de lectura para que no volvieran a enrollarse, lo que estaba escrito en ellos carecía de significado para los samurais que estaban frente a él; estaban cifrados y ni siquiera los kanjis que componían las palabras era más que vagamente legibles, además. - Estos son informes de campo que he recibido de algunos de mis sirvientes, que os han precedido en labor de reconocimiento. Estos tres, en concreto, me resultan muy llamativos, y creo que cualquiera de ellos podría ser un excelente punto de partida.

- El primer lugar es una pequeña aldea llamada Joōbachi no Mura, en las tierras del Clan de Shiba. Lleva tres años de malas cosechas consecutivas, desde que los monjes que cuidaban el templo de su aldea se marcharon en un peregrinaje ritual; sin embargo, su alcalde heimin no ha solicitado ni una sola vez a sus superiores ser incluidos en el Regalo de Miya, ni tampoco han faltado a sus impuestos. Es curioso que una aldea tan desgraciada no pida ayuda ni tampoco falte a sus deberes, ¿no estáis de acuerdo?

- El segundo lugar es la aldea de Kajiya no Mura, que aparte de sus cosechas de arroz, se responsabiliza de mantener abastecido el fuerte que se encuentra cerca; un lugar donde la feroz familia Matsu educa y entrena a sus jóvenes. Aparentemente, todo va bien en ese lugar, las cosechas fluyen y sus forjas trabajan a pleno rendimiento; más, incluso, pero eso es esperable si el León se prepara para la guerra. Lo llamativo es que, de repente, han dejado de requerir cobre. De dos años a esta parte, ni un solo lingote de cobre figura entre los gastos de la aldea, ni en sus exportaciones. Me parece demasiado suponer que, en dos años, nadie en toda la aldea ni la fortaleza haya necesitado sustituir ninguna de sus herramientas de cocina o de trabajo... Si nada más, averiguar ese secreto podría ahorrar mucho trabajo a los sirvientes a lo largo y ancho del Imperio, ¿no están de acuerdo, samurais-san?

- El último lugar interesente para comenzar es la aldea de Chinmoku no Mura, en las tierras del Clan de Hida. De nuevo, aparentemente, todo va bien con esa aldea; sus impuestos están al día, sus cosechas son aceptables y sus mercados están abastecidos... El único problema es que, según los últimos censos, esa aldea fue destruida por una banda errante de goblins. Hace cinco años. Cinco años que, como digo, no han faltado a sus impuestos. Tal vez se trate de un error burocrático, pero... Tal vez no.

Takeo permaneció silencioso al discurso de Otomo Koichi, escuchó acerca de la naturaleza del reclutamiento o el cómo "liberarse" de ese compromiso adquirido con el Magistrado Esmeralda. No era su intención liberarse del mismo, tampoco tenía la potestad, pero lo abrigó con somero entusiasmo a pesar de la ambigüedad que había entre él y el Otomo. En su cabeza circulaba un acontecimiento que le preocupaba, y si bien el ofrecimiento de la Araña Blanca lo honraba, no podía pararse a pensar en las decenas de "y si" que le venían a la cabeza.

Procurando mantener la rectitud, atendió a las tres opciones que Otomo Koichi les presentaba. Indicios, posibilidades, su mente empezó a vehicular opciones de ruta e investigación. El ronin se cruzó de brazos alzando ligeramente una ceja mientras miraba de soslayo a sus inesperados compañeros, se abstuvo de hablar el primero cediendo ese honor a los samuráis con mon familiar. La verdad es que tampoco había mucho que rascar, en las tres posibilidades radicaba la necesidad de ir a ver qué estaba pasando realmente, pero había otra cosa. La seguridad de la sobrina de Otomo Koichi, y es que a pesar de sus esfuerzos, no podía sacársela de la cabeza.

Exentos de los deberes para con sus respectivos Clanes. Aquella frase quedó sostenida en su mente unos segundos, midiendo el impacto de la misma mientras apuraba la taza de té. Después regresó a la narrativa del Otomo observando con curiosidad cómo presentaba ante ellos tres pergaminos, los cuales, al menos ella, no era capaz de entender de un simple vistazo lo que la llevó a fijarse en otros detalles más allá de la grafía.

Tres opciones, cada una singular y llamativa a su manera, y era su labor, la de los tres, escoger a dónde deberían dirigirse primero. Dado que Koichi había dejado la baraja a su elección, decidió tomar la palabra volviendo a mirar los pergaminos como si esta vez fuese a ser legible.

—Si la decisión recae en nuestras manos creo que deberíamos debatir las opciones abiertamente —expresó mirando a sus compañeros y dibujando una amable sonrisa en su rostro velado.— Considero que, a simple vista, la aldea de Chinmoku no Mura podría ser el destino más arriesgado. Si no se trata de un simple error burocrático, alguien se está tomando muchas molestias para hacer parecer que allí no ocurre nada y resulta extraño que nadie se haya percatado de su inexistencia en cinco años por lo que… Debe haber gente allí. Gente que quizá no sea lo que dice ser. Y aunque eso es mucho suponer, la seguridad de Otomo Kaede-san recae en nuestras manos. Personalmente me decantaría por una de las dos primeras. La primera explicación que me viene a la mente respecto a Kajiya no Mura es el hallazgo de una mina de cobre que, o bien no se ha reportado por el beneficio de alguien o porque se está extrayendo algo más además de cobre. Claro que no son excluyentes. Pero, de nuevo, son suposiciones basadas en muy pocos datos y me gustaría conocer vuestra opinión.

Dicho aquello, procedió a servir té a aquellos que habían apurado su bebida y, en último lugar, a ella misma.

Tensai terminó de vaciar su taza de té mientras escuchaba primero el discurso del magistrado, y después la réplica de la cortesana Escorpión. Cuando ésta última volvió a servir el humeante y aromático líquido, se lo agradeció con una inclinación y acercó la taza a sus labios, sin llegar a beber, mientras valoraba todo lo que había escuchado.

Desde luego, Otomo Koichi había dejado claro el alcance del poder que su Estatus le confería. Una autoridad que, por sus propias palabras, no podría ser negara por nadie inferior a sus propios Campeones y a su poderoso señor, el Campeón Esmeralda. Pero a pesar de que esas palabras poseían un innegable peso, los pensamientos de Tensai se centraban en las tres sendas que se habían abierto frente a ellos. Las que les llevaban a tierras Cangrejo, León y Fénix respectivamente. Valoró cuidadosamente cada una de ellas.

-Son tres los enigmas que se presentan ante nosotros. –Tomó la palabra finalmente. –Coincido con Akemi-san en que Chinmoku no Mura parece, inicialmente, el destino más peligroso. Una aldea destruida que sin embargo vive… y me resisto a creer que estemos frente una historia de yoreis. Sin embargo… si consideramos todo lo que Otomo Koichi-san nos ha planteado… no deberíamos considerar que la amenaza más obvia sea la más peligrosa. Tal vez incluso al contrario. Por tanto, creo que no deberíamos tomar decisiones por la aparente seguridad de Otomo Kaede-san, puesto que podríamos equivocarnos por completo. Su seguridad no será un lugar… seremos nosotros mismos.

Hizo una pequeña pausa, en la que aprovechó para tomar un largo sorbo de té. Con los ojos cerrados y rodeado del vapor que desprendía su taza, los rasgos de Tensai parecían adoptar una extraña armonía, como si su mente se encontrara en otro lugar.

-Si tuviera que decidir, escogería Joōbachi no Mura como un primer destino. Las tierras del clan de Shiba son tranquilas y nos moveremos por ellas con facilidad. Además, es posible que esa sea la aldea menos sospechosa… y por eso preferiría analizarla en primer lugar.

Tensai creía con firmeza en lo que acababa de decir. Sin embargo, en su interior era consciente de que el deseo de transitar de nuevo por las montañas del norte también lo impulsaba a viajar en esa dirección antes que en cualquier otra. Divertido por su propio pensamiento, el joven bushi esbozó una sonrisa antes de añadir.

-No obstante, cualquier lugar es bueno para comenzar. Al fin y al cabo, incluso los caminos más largos comienzan con un primer paso.

El ronin, silencioso hasta ese momento, escuchó al Grulla y a la Escorpión antes de intervenir, quizá como medida de deferencia hacia los samuráis siendo él ronin. Cuando hubieron expuesto sus posturas, Takeo tomó la palabra bajando la cabeza.

—Si me permiten, samuráis-samas —expresó con tono suave —. Concuerdo con ambos respecto a Chinmoku no Mura, pero ante el desconocimiento de todas las opciones, quizá podríamos indagar un poco más sobre nuestros destinos antes de decidirnos. Aunque por ahora, la idea de empezar por Joōbachi no Mura es buen asunto, pero ante lo desconocido considero que debamos esperar siempre lo peor.

Tomó un poco de té, lentamente, pausando sus palabras como si pretendiera digerirlas. Parecía que tuvo algo más que decir, pero se guardó la intervención por el momento.

La Escorpión asintió levemente hacia ambos y sus labios se curvaron en una sonrisa velada difícil de discernir. Había escuchado al Grulla con detenimiento, descubriendo con gran satisfacción cómo sus palabras seguían perfectamente el camino trazado, llegando a la conclusión que ella no había dicho en alto pero que esperaba, y la cual se vio corroborada por el ronin. Suspiró quedamente.

—Completamente de acuerdo, Takeo-san. Aunque eso lo daba por descontado. —Añadió con gentileza, pronunciando el gesto.— Creo que acierto al asumir que todas las opciones nos son desconocidas y podrías ser peligrosas, pero debemos empezar por algún lado. Si Joōbachi no Mura os parece un buen punto de partida, creo que hay unanimidad. Podemos centrar nuestros esfuerzos ahí y continuar el descenso en la lista.

Tensai asintió, satisfecho al ver que su deseo de emprender de nuevo el camino hacia tierras norteñas no se había visto truncado. En realidad, la facilidad con la que se habían puesto de acuerdo casi parecía un giro del destino, o una mano invisible que los guiaba en una dirección. Pero tanto daba. Las Fortunas ya habían hecho suficiente arrastrándolos hasta allí, y era el momento de que ellos mismos tomaran las riendas de su destino.

-Así que estamos todos de acuerdo en comenzar el viaje cartografiando la región que rodea a Joōbachi no Mura. Los pasos siguientes los decidirá aquello que encontremos allí, si es que realmente descubrimos algo en tierras de Shiba. –El joven Grulla calló por unos momentos, sumido en sus recuerdos, mientras trataba de calibrar todo aquello que podría ser necesario en su viaje. Cierto era que las provincias del Fénix no eran tan inhóspitas, pero aun así…

-Será un viaje largo. Salvo que la intendencia esté ya organizada… -Dijo, lanzando una pregunta indirecta a su anfitrión para que respondiera si lo deseaba. –Deberíamos ocuparnos de prepararlo todo. Si fuera posible, me resultaría interesante acceder a algunos archivos sobre esa zona. Me gusta conocer el terreno al que me dirijo, si es que hay tiempo.

-Aunque doy por hecho que Otomo Koichi-sama tiene ese aspecto completamente cubierto, ya que nos ha expuesto él mismo sus opciones, me gustaría saber la opinión de Otomo Kaede-sama. –Añadió por último, desplazando su mirada como si pudiera ver a través la pantalla shoji a través de la que había aparecido antes la joven cartógrafa. -¿Estará ella de acuerdo en viajar a las tierras norteñas?

La mirada de Akemi se deslizó de su anfitrión hasta posarse sobre el Grulla, buscando sus ojos antes de dirigirse a él.

—Creo que ese punto ya ha quedado aclarado previamente, Tensai-san —comentó con amabilidad y una suave sonrisa que quedó oculta un instante después tras la taza de té. Después la devolvió a la mesa con el mismo cuidado con el que la había tomado y añadió: —La elección de destino corre por nuestra cuenta y siempre que sea razonable, Otomo Kaede-sama estará de acuerdo. Y aunque aprecio tu consideración por la joven, dado que ella ignora la verdadera naturaleza del encargo y es preferible así, no creo que sea necesario involucrarla en esta decisión. Ni repetirlo varias veces.

La sonrisa quedó apuntalada en la comisura de sus labios, ladeando ligeramente la cabeza hacia el ronin.

—Entonces. Deberíamos prepararnos y fijar una fecha para la marcha. Y asumo que cuanto antes mejor.

- Ignoro que historias de yoreis habréis oído, Doji Tensai-san, pero si habéis oído alguna sobre fantasmas que regresan de sus tumbas a mantener al día sus impuestos consideradme una audiencia muy interesada al respecto. - dijo en un tono tan jocoso como permitía la etiqueta y con un brillo pícaro en los ojos. - De hecho, os podría presentar a un par de dramaturgos que, sin duda, harían una interesante obra de kabuki con ella.

Aquella fue su única aportación al debate del grupo que había reclutado sobre el primer paso a seguir; después de todo, una de las razones por las que les había elegido era por su capacidad de iniciativa para actuar independientemente. Si tuviera que guiarles paso a paso en el camino, tenía acceso a yorikis mucho más experimentados que aquellos jóvenes. Cuando pareció que el debate se asentaba en torno a la decisión de visitar la Aldea de la Abeja Reina en las tierras del Fénix, habló de nuevo.

- Como os he dicho, tendréis papeles de viaje, y como samuráis que sois viajando por tierras civilizadas del Imperio, no tendréis problemas en que las casas de viaje y los heimin de las aldeas cubran vuestras necesidades durante el viaje. De hecho es probable que lo agradezcan, sobretodo si os ofrecéis, de forma extraoficial, por supuesto, a aceptar que os apunten consumiciones de más, para que el descuento de sus impuestos anuales sea un poco mejor. Tal vez no sea la medida más ética, pero en mi experiencia, puede convertir una aldea reticente a recibir samurais de un Clan distinto al de su señor en un lugar mucho más hospitalario. - Esperaba que cayeran en la cuenta también que hacer eso a menudo podría llamar la atención sobre ellos, y no de forma positiva. Pero la veteranía era un grado y no quería simplemente quedarse a un lado del camino.

- Con respecto al conocimiento del terreno, viajaréis con una cartógrafa que se ha pasado toda la vida estudiando y conociendo los mapas del Imperio, Doji-san, creo que cualquier pregunta al respecto haríais bien en hacérsela a mi sobrina. Ella conoce el Imperio tan bien como puede conocerse sin ser de una región concreta. - dijo con una nota de orgullo en la voz. Era indudable que la tenía en gran estima. - En cuanto a su disposición a viajar, es tal como Shosuro-san os ha recordado. Ella sabe que vosotros seréis sus guías y aceptará acompañaros a donde digáis siempre que sea razonable.

- Veo que os habéis decidido por un lugar, por lo que os daré mi propia opinión al respecto. Por favor, consideradla tan válida como cualquier otra, dado que hablo desde una posición en la que realmente manejo tanta información como vosotros, pero gozo de la experiencia que sólo otorga la edad. - intervino, con una leve inclinación de cabeza para atrae la atención de todos. - En mi opinión, Joōbachi no Mura podría ser el lugar más peligroso de los tres, por la sencilla razón de que es quién está haciendo el mejor trabajo en fingir normalidad, si es que en verdad sucede algo. Os recomiendo extremar la precaución cuando estéis allí; de los tres lugares, quizás sea el que peor presentimiento me da.

Tensai escuchó la réplica de Akemi con atención, sorprendiéndose ligeramente de la forma en la que obviaba los deseos de la propia Kaede. Estaba a punto de responder, cuando finalmente el magistrado abandonó su mutismo y dio respuesta a las cuestiones que se habían planteado.

Para su sorpresa, también él hizo hincapié en que la voluntad de la joven cartógrafa se plegaría a las sugerencias de sus tres elegidos. Pero tal asunto ya se había tratado con anterioridad, y había quedado lo bastante claro. En ningún momento Tensai estaba tratando de negar un hecho que era evidente. Sin embargo, creía firmemente que escuchar lo que Kaede tuviera que decir podría serles de ayuda, aunque finalmente la decisión no fuera tomada por ella. Tal vez era su particular educación la que le hacía ver el asunto con otra perspectiva.

Pero precisamente, la causa de toda su misión parecía estar en que el Imperio no había sabido valorar lo que ocurría entre aquellos que no tomaban decisiones. Y por eso mismo, implicar, aunque fuera de forma indirecta, a la joven Otomo le parecía una buena idea.

-Tal vez haya pecado de ingenuidad al sugerir que Otomo Kaede-san pudiera dar su opinión al respecto de nuestro viaje. –Comenzó a decir, tratando de expresarlo con cierta delicadeza. –Pero, aunque ella sólo sea parte de la coartada de nuestra verdadera misión y nosotros sus guías, su opinión y conocimiento pueden ser tan valiosos como los de cualquier otro. O tal es mi percepción. –Dio un nuevo sorbo a su taza de té, antes de sentenciar. –Dada la naturaleza de nuestro empeño, el hecho de subestimar a alguien es como tratar de pelear con una hoja embotada.

Después de expresar esa opinión, se mantuvo en silencio escuchando al magistrado ofrecer más datos acerca del estatus y opciones con las que contarían durante su viaje, asintiendo de tanto en cuando sin interrumpirlo. Sólo cuando finalmente Koichi expresó su opinión acerca de la aldea fénix se permitió intervenir una vez que el magistrado hubo acabado. Su argumento era muy válido, y se trataba de la misma sospecha que Tensai había expresado unos minutos atrás. El riesgo más grande es el riesgo que no se percibe.

-Coincido por completo con su opinión, Otomo Koichi-san. –Asintió el joven Grulla, y su voz pareció oscurecerse a medida que la charla se tornaba más ominosa. –Esa aldea prácticamente podría ser tildada de normal, salvo por vuestro indicio. De modo que sólo hay dos alternativas. Que no haya nada allí… o que encontremos un enemigo tan astuto como peligroso, capaz de engañar a la burocracia Imperial y a sus señores Fénix. Si damos por cierta esa premisa, entonces nos encaminamos directos al peligro…

Tensai dejó que sus últimas palabras murieran en sus labios, permitiendo a los demás reflexionar durante un instante, si es que no lo habían hecho ya, sobre sus implicaciones. Pero ese instante fue fugaz, pues fue el propio bushi quién lo rompió un momento después. Una reflexión breve era necesaria, pero una demasiado larga innecesaria en ese caso.

-Sin embargo, teniendo en cuenta que el tiempo parece contar en nuestra contra y a favor de nuestros invisibles enemigos, deberíamos investigar precisamente ese lugar. –Afirmó con determinación. A pesar de los riesgos evidentes, el joven samurái parecía irradiar un aura de confianza cuando citó el Bushido para apoyar su tesis. –Tenemos una misión, y debemos honrar el principio del Chugo. Dando rodeos, lo estaríamos eludiendo. Seamos prudentes, pero inteligentes, como dicta el Yu. ¿No lo creéis así?

Takeo permaneció en silencio, escuchó las posturas de uno y otro bando, decidió mantenerse en esa predisposición puesto que para él todos los destinos podían ser igual de potencialmente peligrosos. Sin información, hasta la normalidad más insultante podía ser una trampa mortal. Miró con cierta extrañeza las preguntas de Tensai, lloviendo sobre mojado, pero no expresó abiertamente ningún gesto o comentario consciente de su condición inferior ante sus compañeros de misión.

Las palabras de Otomo Koichi, por otro lado, fueron atendidas por el ronin con atención. Si bien revolvía lo ya hablado, nuevos puntos de vista se añadían a la conversación. Puntos de vista que hizo que Takeo entrecerrara los ojos, pensativo, dispuesto a afrontar las posibilidades del abanico que se les abría delante.

Una vez más las reacciones de Tensai causaban en Takeo un alzamiento de cejas bastante peculiar, como si el discurso previo al actual no coincidieran y el ronin procuraba ver cosas que, quizá, se le habían escapado.

—No tengo nada más que añadir por el momento, samuráis-samas, Otomo-dono —inclinó cordial la cabeza, y es que por el momento, hablar de posibles y riesgos cuando el ronin los veía a todos como potenciales peligros mortales, era dar vueltas sobre lo mismo. Y estar sentados ahí no iba a darles nueva información.

—Bajo el ojo experto de Shosuro-sama y la adaptabilidad de Doji-sama, no me cabe duda que podremos afrontar las pruebas que nos depara esta misión —inclinó ahora la cabeza ante su anfitrión —. Un samurái no promete, mi señor, lo da por hecho. Vuestra sobrina volverá a vuestro lado —expresó con firmeza, como si con ello pretendiera dar a entender algo que solo el propio magistrado iba a ser capaz de comprender.

- No, joven Doji-san, la ingenuidad es considerar que ella ignora que vuestro viaje es una coartada; y considerar que no tengo un buen motivo para mantenerla aparte de mi corazonada. - dijo, con un cierto tono de cansancio en la voz. Como si le pareciera un tema pesado, y continuar por esa rama pudiera acabar molestándole. Sobretodo Akemi, por su entrenamiento, sería consciente de que el tono no era casual*; quizás sólo ella supiera ver la advertencia implícita.- Llevando el apellido de sus Ancestros con ella, es probable que Otomo Kaede-san sea la primera en atraer la atención menos adecuada. Me parece lo más sabio que cualquier tiempo empleado por nuestros enemigos en ella, sea tiempo perdido. Amén de las ventajas burocráticas que ya he mencionado antes en nuestra conversación, claro...

Las últimas palabras de Takeo volvió la peligrosa atención del Magistrado hacia su persona. - De eso, no me cabe la menor duda. Como decís, si un samurai dice que hará algo, se puede considerar hecho. Fracasar en la palabra dada, es indigno de ese lugar en el Orden Celestial.

- A partir de aquí, dejo los detalles en vuestras preparadas manos. - dijo haciendo un gesto a una de las doncellas que atendían las mesas- Podéis quedaros aquí y abusar de la hospitalidad de mi crédito en este local lo que consideréis apropiado, me temo que, a menos que tengáis alguna pregunta más para mí, hay otros lugares donde mi presencia es necesaria.

No añadió nada más, pero tras el suspiro de su anfitrión evitó deliberadamente mirar al Grulla, enredando con el pensamiento de que quizás había contribuído a aquella situación de forma equivocada. No había medido adecuadamente el carácter de Tensai, pero esperaba que él mismo se percatase de que era mejor dejar que lloviese sobre aquel asunto. Su corazón, desde luego, parecía estar en el lugar adecuado, algo que en cierto modo le honraba, y no pudo evitar pensar en ella misma hacía no tanto.

A veces el corazón era mejor dejarlo ocupado en otros asuntos, determinó mientras las palabras de Koichi se dirigían con firmeza hacia el otro samurai. Y no podía sino darle la razón, a pesar de lo que ello implicaba y el mensaje implícito que había en ello.

Akemi sonrió de nuevo con gentileza, como había aprendido hasta hacer del gesto algo absolutamente natural y encantador, tomando la palabra con intención de desviar la atención tanto de uno como de otro. Si iban a trabajar juntos, mejor empezar a actuar de tal manera.

—Muchas gracias por su inestimable tiempo, consideración y sabiduría, Otomo Koichi-sama —dijo, acompañando la frase de un gesto servicial y respetuoso—. El asunto queda en buenas manos, no lo dude. Por mi parte no tengo más dudas que transmitirle, y sí mucho que hablar con los integrantes de esta empresa. Me encargaré personalmente de hacerle saber cuáles serán nuestros próximos pasos a través de su sobrina. Muchas gracias.