Partida Rol por web

Un nuevo día transcurrió sin sobresaltos y con la llegada de la noche, todos se recogieron para revisar sus pertenencias y hacer acopio de las experiencias que habían vivido en las ultimas semanas. Mucho era lo que habían vivido, y no pocas cosas de las que cambian el corazón de las personas para siempre, al menos de aquellas que desde un principio se habían mostrado inclinadas al bien, antes que a la propia vanidad : Muerte, desolación, perdida...

El pequeño Rudigar, de entre todos nosotros, era el que más había sufrido las cicatrices del combate...tal vez no mostrase las marcas de las hojas afiladas de los orcos o las mazas de los Trolls en la medida que los había sufrido el enano, pero para los que viajábamos en su compañía, era evidente que había sufrido un cambio...uno mucho mas trascendente, el que dejan las heridas que se llevan por debajo de la piel.
Su naturaleza inocente se había topado de lleno con la crueldad y la ferocidad del mundo, y la había descubierto no solo en las criaturas malignas que urden cosas perversas en las sombras, sino en la propia brutalidad de su raza...pues Turlin era un hombre y no era sino su voluntad la que guiaba al resto de aquellos seres miserables.
A pesar de la extraordinaria fortaleza que aquel mediano había demostrado y de su insólita capacidad para recuperase del horror de la naturaleza humana. el pequeño Rudi ya nunca seria el mismo, probablemente ni siquiera él sospechase hasta que punto había cambiado, pero algún día cuando regresase a su amada Comarca y se reencontrase con sus seres queridos, podría leer en sus rostros la magnitud del mismo.

Mientras lo observaba afanándose en la preparación de un guiso espaciado, la Norteña se me acercó interesándose en mi sorprendente comportamiento durante el enfrentamiento con Turlin. Sabia que mis acciones no habían caído bien en el resto del grupo. Después de todo, me había dejado llevar por la rabia y la desesperación, cometiendo un error estúpido, una equivocación que yo mismo habría condenado en cualquiera de mis compañeros de viaje...

La observé resignado, algo derrotado por la interminable espiral de rastros que me habían mantenido en el camino durante tantos años ya...y que ahora, una vez más, cuando la esperanza se había desvanecido casi por completo, cobraban renovadas fuerzas empujandome a un nuevo desafió.

Era consciente de las perdidas que había sufrido la Dunadan y en parte me avergonzaba por haber antepuesto mi propia cruzada a los deseos de venganza de la joven, pero en el amor y en la guerra, los lazos de sangre ciegan los sentimientos de la gente, y en mi propio corazón se preparaba ahora una disputa que iba más allá de cualquier consideración o cuidado. No había espacio en el para las tragedias ajenas ni lo habria durante mucho tiempo.

...lamento que mis actos os hayan afectado de este modo...pero no es nada de lo que pueda hablaros en este momento... me disculpe mientras repasaba el mango de la jabalina con un trozo de lija y limaba las manchas de polvo y sangre entre los grabados que la adornaban...en cuanto a la razón de mi interrogatorio, me temo que mi corazón esta cerrado para el mundo ahora, pero debeis saber que me encuentro en medio de una busqueda.... busco algo que he perdido...y ese hechicero que tanto mal te ha causado a ti y los tuyos, sabia donde se encuentra...ahora estoy seguro. Y eso es todo cuanto os diré. Si no es suficiente para vos o alguno de los otros, lo entenderé y continuaré mi camino en solitario. Nunca fue mi intención mezclar a otros en mis propios asuntos, sin embargo, vuestra compañía me ha resultado muy provechosa y si nuestros caminos nos llevan ahora por el mismo camino...¿porque no apoyarnos y unir nuestras fuerzas? tal vez de ese modo todos podamos conseguir juntos aquello que se nos muestra esquivo por separado...

El dolor por la perdida de mi hermana era todavía demasiado reciente...muchos años habían pasado según la cuenta de los hombres y sin embargo poco, muy poco me parecía, y cada mañana despertaba con la música de su voz retumbando en mis oídos, como si ella estuviese allí conmigo, observándome con sus alegres ojos verdes. Yo no era un hombre como ellos, ni hombre ni elfo...siempre perdido, y vagando en un limbo desesperado sin pertenecer a ninguno de los mundos.
La norteña debería cargar con el peso de sus propios infortunios del mismo modo que yo debía cargar con los míos...no quería compartir mi dolor, pues pensaba que si lo hacia, esa parte de aquellos a quienes había amado se desvanecería para siempre con él, dejándome sin lo único que me permitía seguir respirando.

   3 Girithron
 8:00 - 12:00

 La mañana siguiente fue tan tranquila como lo había sido el día anterior. Trotaron siguieron la ribera, sin escuchar ruido alguno ni cruzarse con nadie. Todos avanzaban contentos pero ya con ganas de llegar en la sexta jornada del viaje. Según sus cálculos, hoy pasarían su última noche al raso.

   3 Girithron
 12:00 - 16:00

 El día continúo tranquilo incluso después de los dos almuerzos que el hobbit insistió en hacer. "Almuerzo" y "Comida" los llamaba. Sin embargo el clima volvío a ser oscuro y frío. Los negros nubarrones volvieron y estaba claro que la lluvia no tardaría en aparecer.

      3 Girithron
 16:00 - 20:00

 Con el atardecer llegó la fina lluvia que calaba las capas y hacía resbalar en la hierba húmeda a los caballos con herradura de metal. Tuvieron que bajar el ritmo del trote, sin embargo no se detuvieron. La humedad del río hacía calar el frío en los huesos. Sin embargo, quizá gracias a la lluvia, nadie surgió a su paso.

    3 Girithron
 20:00 - 0:00

 El grupo andaba buscando un lugar dónde acampar al lado del río para poder montar las tiendas antes de que se pusiera a llover realmente fuerte. Intentaron localizar un lugar plano y con pocos arbustos un poco alejado del río por si había una crecida. Y realmente, encontraron el lugar adecuado. Sin embargo, el lugar parecía ocupado. 

 Una carreta tirada por dos caballos de tiro se encontraba acampada a la ribera del Sonorona. Parecía no estar abandonada a juzgar por el fuego encendido a los pies del carromato del otro lado al que se encontraba el grupo. Parecían humanos, pero era difícil estar seguro en la distancia y con el sol ya oculto tras el horizonte.

¡Cárdolan! ¡Por supuesto! La información desvelada por el enano hizo que la bruma de la memoria se apartara por fin, redescubriendo viejos retazos de recuerdos de una visión infantil. Sí, su abuelo le había llevado de excursión a veces y ese símbolo lo recordaba. Antaño mucho más común, ahora apenas si podía verse en unos pocos lugares. Fuera como fuera el cartel pronto quedó atrás y todavía les aguardaba un largo camino.

Todos avanzaban con tranquilidad, vigilantes pero relajados, algo que la experiencia acumulada les había aportado. Rudigar no era menos y al descubrir una carreta acampada a la ribera del río abrió los ojos de repente.

-Oh, vaya, alguien nos ha quitado el sitio. Iré a preguntar... -se ofreció el pequeño hobbit, descabalgando de un salto que acabó en una amortiguada caída al lado de su montura. Pronto sus ligeros y mullidos pies desnudos dejaron de escucharse mientras se deslizaba con facilidad hacia el carro.

Un carromato, era bueno ver a alguien, pero la forma de actuar de los cazadores a los que quisieron ayudar, le dejó claro que era mejor no confiarse demasiado. Por ello esperaría a ver que decía el hobbit, que pa4ecía tener mayor facilidad en confiar en desconocidos.

El enano no era capaz de ver nada a través del yelmo y comenzaba a desconfiar de sus sentidos. ¿Era eso una carreta? ¿O un demonio?

Fuera lo que fuera no quería correr riesgos, sujetó a su caballo para que no piafara y se paró esperando que los elfos, con mejor visión en los bosques, dijeran que era lo que veían o el hobbit, cauteloso y silencioso, observara a través de la ventana.

Cuando el mediano descabalgó y se dirigió al carromato, hice lo propio y busqué un modo de acercarme dando un pequeño rodeo desde atrás. Si por cualquier razón aquel grupo resultaba no ser tan amistoso como Rudigar suponía, no estaría de mas estar preparados.

Tirlinde al igual que el pseudobeornida no se fiaba de los extraños, pues esa era su labor, dudar de todo. Así pues, aunque por un lado pensó en acompañar a Ragnar, optó por un acercamiento directo pues si la situación podía resolverse de forma pacífica necesitarían de sus dotes de palabra. Por ello, siguiendo a Rudigar, e instando al resto a que lo siguieran, pues cuantos más fueran más apoyo a sus palabras tendría.

Elendin hizo lo mismo que Ragnar, rodeando el carromato en sentido contrario a el para abarcar todo el campo posible.

Al parecer la carreta esta habitada efectivamente por humanos.

Por lo que la fina vista de Rudigar le informa, hay dos hombres y dos mujeres adultos. También parece haber un niño... o puede que una niña. O quizá un hobbit. Es difícil de precisar.

 En todo caso, un total de cinco.

 Los habitantes del carromato parecían humanos.

 Campesinos o quizá hombres del norte.

 Elendin, Rudigar y Ragnar bajaron de sus monturas y se acercaron al carromato acechando. Los elfos y el enano quedaron atras. Avanzaron sigilosamente pero a medio camino del recorrido, un joven con una armadura de cuero, un arco corto y una daga les dió el alto.

 Ei, vosotros.. ¿sois bandidos o por que nos acecháis? estaba a 20 metros y cargó su arma lo entiendo en un hombre de los bosques o una campesina, ¿pero tú joven hobbit?

 Antes de darles tiempo a negarlo o identificarse dió un grito.

 ¡Padre! ¡Madre! Detrás, corred... sonreía mientras los apuntaba He encontrado unos ladrones aqui... unos muy variopintos...

Al escuchar al tipo y ver la reacción de sus compañeros acechando sin saber a quien se enfrentaban, intentó mediar, sin cargar su arco todavía, la culpa era ciertamente de ellos, y no le haría ninguna gracia tener que atacar a gentes honestas o inocentes.

- perdona a ese par, solo son desconfiados, en cuanto al pequeño solo pretendía comprobar que no fuerais peligrosos, nos hemos topado incluso con cazadores dispuestos a saquear.

Esperaba que tomara a bien sus palabras, pues no querría tener que atacar a alguien que nada le había hecho. No podía tomar las armas contra alguien inocente, él que buscaba redención por su crimen ayudando a todos.

El noldo se llevó la mano a la cara cuando vio el infructuoso movimiento silencioso de sus compañeros. No sabía qué decir ante aquel hombre que no resultara embarazoso, por lo que negando con incomodidad sólo pudo secundar las palabras del silvano diciendo:

-Disculpad a nuestros compañeros, pocos son los que son de fiar en estos tiempos aciagos... sentimos haberos asustado pero pretendíamos acampar aquí y queríamos asegurarnos de que el perímetro fuera seguro, pero si molestamos nos asentaremos un poco más alejados... -concluyó para tranquilizar a aquel hombre y a su familia, pero esperando que no les importara que compartieran cobijo.

 Efectivamente, una pareja de hombres mayores dieron la vuelta al carromato apareciendo junto a su hijo. Ninguno de los dos llevaba armadura, pero él llevaba una espada ancha en la mano.

 Y hacéis bien. Corren malos tiempos para andar por los caminos. Toda precaución es poca. y en voz queda añadió, como para no atraer la mala fortuna Nosotros también nos las hemos visto con bandidos.

 Evaluó al grupo de arriba a abajo y tras hacerlo, guardó su espada. Las palabras del noldo habían calado profundas en su ánimo. Le tendió la mano a Ragnar, quizá por proximidad.

 Soy Barethain Edloich. Mercader de los puertos grises, aunque ahora venimos desde Gondor. se presentó Viajo con mi familia. Mi mujer, Burga, mi yerno, Antharion, al que ya conocéis, mi hija y mi nieto.

 A pesar de sus años, su apretón era fuerte y decidido.

 La mujer intervino entonces, en tono dulce y conciliador.

  Os habéis cruzado con bandidos, decís? Tenéis heridos? Necesitáis algo? Agua? Comida? luego mirando a los dos hombres para que la secundaran, añadió No hace falta que os alejéis. Compartamos el fuego y el campamento. Estaremos más seguros juntos. Mañana ya cada uno seguirá su camino.

 Con los brazos les hizo ademán de acercarse, dar la vuelta al carro y calentarse al fuego que allí tenían encendido.

-Madre mía, ¡sabe lo que es un hobbit! ¡Genial! Entonces sabe que somos gente civilizada y pacífica, y aunque el destino me ha llevado a portar una ballesta a mi espalda, no la tengo cargada ni apuntando, porque me había dado cuenta de que sois humanos decentes y no bandidos de las montañas o malolientes orcos -intervino Rudigar en cuanto pudo.

No era nada raro que la gente grande no conociera de la existencia de los hobbits y pensasen que eran niños de otros grandes, niños un tanto estrafalarios. Y el hecho de ser una raza pacífica y discreta, con poca predisposición a las aventuras o viajar no incrementaba precisamente el radio de conocimiento que se tenía sobre ellos.

Una vez arreglado felizmente el entuerto de repente se veía invitado a un fuego de gente viajera. Seguro que disponían de buenos víveres y estupendos trucos culinarios sobre cómo prepararlos, así que el pequeño hobbit se dirigió con paso firme hacia Burga. 

-¿Habéis cenado ya? Sólo traemos raciones de viaje, pero cualquier cosa que tengamos y os apetezca, la compartiremos. No soy muy buen cocinero, pero puedo hacerle las veces de pinche, si quiere...

Elendorn que era de ayudar pero no de fiarse, vigilaría todo el tiempo que pudiera.

Tras calentar un poco sus manos al fuego, revisó los árboles cercanos y se acurrucó entre un par de ellos, vigilando y oculto, algo apartado de la luz emitida por el fuego. Atento a cualquier cosa que pudiera pasar.

Le alegraba no haber tenido que recurrir a las armas, y solo esperaba no necesitarlas tampoco por la noche, era una suerte que hubieran más personas para vigilar, pero pese a parecer buena gente, no se permitiría fiarse ciegamente, pues también le habían dicho que Turlin era buena gente en su momento, y pese a no fiarse de él, el silvano acabó por bajar la guardia. No debía permitirse cometer ese error de nuevo.