Partida Rol por web

El mago estuvo a punto de recurrir a uno de sus letales sortilegios cuando vio a aquel desconocido allí, no obstante optó por escucharlo primero, y aunque seguía desconfiando de él, optó por decirle en tono hosco:

-¿Cómo demonios habéis entrado aquí? más vale que no falte nada -expuso con su habitual tono beligerante, pues por las pintas que tenía seguramente se ganaba la vida con el atrocinio.

No obstante, volviendo al tema que les ocupaba le respondió:

-¿Cómo debemos llamaros? ¿el enmascarado? -dijo bastante extrañado de que aquel hombre no les diera ni un apelativo; acto seguido se giró hacia su amada y le dijo- amor mío, id vos a avisar a los demás, yo me quedo aquí vigilando que el extraño no haga nada raro... -concluyó en tono mucho más afable, pues no pensaba dejar a aquel tipo sólo allí más tiempo y por nada del mundo pensaba dejar a su querida Elendin a solas con él.

Elendin casi deja escapar un grito al encontrarse con aquel hombre en su dormitorio. Enmascarado y sin revelar ningún dato sobre su identidad, les pidió que llamasen a sus compañeros. Su amado la instó a que lo hiciese ella mientras él lo vigilaba. Accedió.

- Ten cuidado - le dijo en un susurro, mientras no perdía detalle de aquel señor, sobretodo de su escudo, único detalle que había mostrado.

Después, salió por la puerta en busca de los demás.

Fue despacio por el pasillo, y tocó levemente en la puerta de Ragnar, y justo después en la de Fjalar y Elendorn. Esperó respuesta.

 Elendin se quedó pensativa mientras andaba por el pasillo... ese sello... ¿dónde había visto ese sello?

 ¡En el camino! Sí, Fjalar lo reconoció en seguida... el Gobierno de Cardolan.

 ¡El emmascarado era un miembro del gobierno! Eso es lo que había querido decirles enseñándoles el anillo. Una persona cercana al rey... o en este caso, a la princesa Nirmadel.

 Elendin llamó a la puerta de la habitación de Fjalar.

 Dejadme dormir un poco más... murmuró Rudigar en sueños desde su camastro, dónde había montado un pequeño campamento hobbit con las sábanas y las mantas.

 Después picó al lado, a la puerta de los elfos salvajes. Palos de madera con plumas, botas sucias de barro y las capas colgadas del techo a secar como podían. Una habitación de solteros amantes del bosque, sin duda.

 El hombre negó con la cabeza e incluso puso su mano enguantada contra sus ojos un instante, como si le doliese ver lo que estaba viendo y oír lo que estaba oyendo.

 Sin duda, esta es la fama que hoy precede a mi ciudad. Hasta los nobles elfos esperan ser robados durante su estancia aqui... ¡que triste! su tono era en verdad de lamento, pero se repuso para añadir Os doy mi palabra de que no he robado nada, ni tampoco tengo intención de haceros daño a vos o a vuestra dama.

 Dicho esto miró por la ventana escondiendose a través de las cortinas como si verdaderamente estuviese vigilando a alguien... o siendo vigilado.

 Como antes os dije, me envía Amrith. Y mi intención no es otra que la de ofreceros un trabajo. explicó usando en todo momento la lengua sinda Si aceptáis el trabajo, supongo que podéis dirigiros a mi como "jefe". Por el momento, la discrección necesaria me obliga a guardar mi identidad.

 Dicho lo cual quedó a la espera por si Tirlindë tenía más preguntas o Elendin regresaba con los demás miembros del grupo.

- Despertad... - pidió la joven a todos los presentes, zarandeando uno a uno en el hombro con cuidado. En cuanto entró en el cuarto de los elfos, tuvo que esquivar parte del desastre que tenían por el cuarto hasta llegar a ellos. Puso los ojos en blanco pensando en lo dejados que podían ser los elfos a pesar de ser criaturas tan elegantes y armoniosas, pero estaba claro que había excepciones. Si Tirlindë viese semejante desastre, le daría un ataque al corazón con seguridad - Elendorn... Ragnar... perdonad que os despierte, pero hay un hombre importante que quiere darnos trabajo en mi habitación - esperó que nadie le preguntase qué hacía ese hombre en su cuarto - es del gobierno de Cardolan, nos ha enseñado su sello... y dice que es importante, ¿queréis venir? yo creo que puede interesarnos... - los intentó convencer tímidamente - voy a ver si Fjalar viene - volvió a entrar al cuarto del enano - Maese Fjalar... ¿vais a venir? parece importante... es un señor del gobierno de Cardolan, y quiere darnos trabajo... está en mi cuarto - repitió lo mismo al enano, porque el hobbit parecía demasiado cansado con su nuevo trabajo y seguramente desearía dormir más - Descansa Rudigar, mañana te contaremos... - se despidió del señor Belifante, para volver al pasillo e ir de nuevo a su cuarto, dándose la vuelta de vez en cuando para comprobar que sus compañeros lo seguían.

El silvano que esperaba poder ser interrumpido, casi abrió un ojo en cuanto la puerta comenzó a abrirse tímidamente. Casi se sentó en un momento con su mano cerca del arco.

No hizo ningún gesto agresivo, no pretendía atacar, pero por costumbre dormía con sus armas a mano. No sabía el trabajo que les tenían preparado, pero quería estaba al tanto de lo que se cocía.

Al mago le gustó que lo llamara "noble elfo", sin duda era fácil disminuir la desconfianza para con el noldo si se le adulaba de forma adecuada, por lo que relajando un poco más su rictus y viendo que las intenciones de su interlocutor no parecían mezquinas, le respondió un poco más calmado:

-Me alegra que así sea -respondió con más educación tras la sincera declaración del enmascarado- en cuanto a vuestra ciudad, me temo que sí, pero si os sirve de consuelo, no es sólo en Tharbad, todo el norte hace mucho que es un lugar hostil y peligroso, no tomar las suficientes precauciones suele conducir a un final muy aciago... -concluyó justificando en parte su actuación.

Alertado por la repentina irrupción de la norteña a aquellas horas, me levanté de un respingo de la alcoba, todavia en paños menores.
Tras ese breve impás, en el que traté de recuperar algo de decoro cubriendo mis verguenzas con una sabana, Elendin trató de tranquilizarnos, y si bien la extraña reunión secreta en su cuarto resultaba cuanto menos sospechosa, no había razón para que la Dunadan quisiese conducirnos a una trampa, de modo que tras adecentarnos un poco, ambos la seguimos con presteza a su cuarto. Antes de salir, no obstante le pregunté por el Noldo.

¿Donde se encuentra Tirlinde? ¿No ha regresado contigo del encuentro?

No dejaban de ocurrir cosas extrañas en aquella ciudad y que el Noldo se separase de la norteña por voluntad propia, no era la menor de todas.

- Tirlindë está con ese hombre, ha insistido en quedarse vigilándolo - respondió a Ragnar brevemente, mientras iban en dirección al dormitorio. Ligeramente avergonzada y molesta, evitó la mirada del elfo durante el resto de la velada.

 Si, supongo que estáis en lo cierto. Aunque lo lamento. aceptó el hombre con humildad las palabras de Tirlindë justo en el momento que Elendin regresaba a a habitación con Fjalar, Elendorn y Ragnar.

 El hombre no era tan alto como el noldo, pero prácticamente alcanzaba en estatura al resto de elfos. De bucles morenos que caían sobre su espalda y penetrantes ojos azules, vestía con una armadura de cuero endurecido y ropas pardas, incluyendo botas y una capa. Cruzaba su espalda una enorme espada de doble puño. Cubría su rostro con una máscara de cuero cocido, pero les mostró a todos su anillo con un enorme sello pintado en verde y amarillo.

 Estoy buscando un grupo de hábiles extranjeros que me ayuden a detectar a los miembros de un círculo de contrabando que ha estado funcionando durante meses. Quizá años, incluso. Al principio sólo eran hierbas ilegales: Gort, Kirtir, Feduilas, el género típico. el hombre aunque había respondido a Tirlindë en Sindarín, había pasado al Oestron al notar que algunos de los presentes no le entendían. Lo hablaba con un fuerte acento norteño, pero con fluidez Ahora, con la crisis de alimentos están traficando con ciertos alimentos difíciles de conseguir, para conseguir así precios fantásticos. ¡Quiero ese grupo desactivado!

 El tono del hombre, aunque amable, se encendía cada vez que mencionaba a los contrabandistas. Estaba claro que le resultaba una ofensa temible que hubiesen comenzado a traficar con comida aprovechándose de la hambruna.

Fjalar, aún somnoliento, saludó al enmascarado al llegar a la habitación. Miró con curiosidad el escudo y asintió ante las palabras que el desconocido les dejaba.

- Ayer uno de ellos trató de vendernos un vino... No me acuerdo cual era pero era bastante caro. En cualquier caso... ¿Por qué deberíamos evitar el contrabando?-preguntó el enano mirando fijamente al individuo-. El único problema que veo es que estuvieran robando mercancias para colarlas en la ciudad...

No entendía por que esa situación podía enojar a alguien excepto que esa persona controlará el comercio en la ciudad por algún motivo que se le escapaba

El noldo compartía en parte las dudas del naugrim, pero tras hablar con aquel extraño tenía claro que era un hombre profundamente comprometido con el bienestar de la ciudad, por lo que suavizó un poco la postura de Fjalar diciendo:

-Lo que mi amigo enano quiere decir es ¿tan peligrosos son? estamos capacitados para ayudar en los problemas de verdad, para luchar contra los criminales como Thang, por lo que ocuparnos del contrabando nos parece un problema menor pues si acabamos con el sitio que sufre Tharbad dicho problema se eliminará sólo -expuso un tanto confundido por las prioridades de aquel hombre a la vez que añadía algo de lo que a nadie le gustaba hablar pero era igualmente necesario- por otro lado, y aunque nos tome por unos interesados, me gustaría saber ¿qué ganamos con ello? no me malinterprete, somos viajeros profundamente comprometidos con erradicar el mal en todas sus facetas, pero como todos, tenemos nuestros gastos... -concluyó quizás con demasiada franqueza, pero era mejor dejar las coas claras desde el principio.

La montaraz se puso de parte de Fjalar y con Tirlindë.

- Sí... yo creo que hay problemas mayores que el contrabando, ¿o acaso esa chusma de fuera se dedica exclusivamente al contrabando de alimentos y por eso atacan los carros? de todas formas, nuestro deseo es ayudar - admitió docilmente, recordando que su amigo Amrith era el que los había recomendado para esa misión y quería quedar bien a ojos de aquel misterioso enmascarado.

El montaraz que poco sabía de las circunstancias, no entendía el problema. Tal como ya exponían sus compañeros, la mercancía era de esas personas, por que entonces no podían venderla?

- estaría bien conocer el peligro que entraña que esas personas vendan su mercancía, porque para oídos de alguien pensante, si necesitan traficar con ello, es porque se les ha impedido venderlo libremente, acto que crea dos problemas, uno que sube los precios, y otro que como se les considera ilegal, no pagaran impuesto alguno. Ese segundo problema, lo causa el impedimento que les imponéis de venderlo, por tanto, cual es el problema real detrás, porque impuestos ya hemos visto en carne propia que no son precisamente bajos, tan solo cabe querer cruzar un puente para percatarse de ello...

Los asuntos de la gran ciudad me resultaban tan ajenos como una sardina a un hombre del desierto. De modo que deje hablar a mis compañeros procurando parecer interesado.
Si aquel hombre tenia un trabajo para nosotros, estaba dispuesto a aceptarlo, siempre y cuando el riesgo mereciese la pena.
Todavía debíamos indagar sobre la verdadera razón que nos había llevado hasta allí. Las sombrías palabras de Turlin y el posible rastro que me llevaría a encontrar a mi hermana...

Al principio me parecía ridículo que aquel hombre ocultase su rostro. sin duda era alguien conocido. ¿Que otra razón podía tener para ocultarlo sino?.

 El hombre negó con la cabeza.

 Creo que no entendéis como se gobierna una ciudad grande como Tharbad ni cual es nuestra situación actual. Permitídme ilustraros. pidió el hombre en tono apaciguador.

 "Las diversas guerras, primero con Arethain y después con Rhudaur, así como las contínuas incursiones orcas y de otros seres de la sombra desde esta última guerra, dónde murió el rey, los campesinos del norte de Cardolan estan abadonando en masa sus tierras de labor y refugiándose en la capital, Tharbad.

 "La ciudad no sólo tiene más bocas que alimentar, si no menos recursos, ya que cada vez llegan menos productos desde el norte, ya que los campesinos no están allí trabajando, si no aqui. Aún y así, llegan productos de productores del sur, incluso de reinos vecinos, como Gondor. Estos productos son comprados a un precio justo por la corona.

 "Lamento que os disgusten los peajes de los puentes, pero los nobles y gremios de mercaderes que viven en dichos barrios han contratado soldados y los han apostado alli para disuadir a los ladrones y controlar quien entra o sale, en función de su capacidad monetaria. Ellos cobran estos impuestos, pero después contribuyen generosamente con tributos a la corona, pagando mucho más de lo que reciben, para poder pagar, entre otras cosas, los gastos militares del reino, como los guardias que defienden las murallas, y pagar un precio correcto a los proveedores de alimentos y otros bienes. Estos productos se distribuyen a la población de forma gratuita. Pero claro, racionada. La Corona ha de asegurar los recursos de forma continuada para una población cada vez más grande.

 "Los traficantes se aprovechan del sistema. Ocultan productos sin declarar, introduciéndolos ocultos en la ciudad, para luego venderlos en el mercado negro. Muchas veces, en la calle, a precios exhorbitados que los ciudadanos, considerando insuficiente el racionamiento o simplemente movidos por el miedo a que se agote y con deseo de acaparar, compran a precios injustos estos bienes y muchos recurren a la prostitución y la delicuencia para poder costearlos. Este aumento de la delicuencia justifica que nobles y gremios deseen defenderse"*

 El hombre consideró que aquello zanjaba el tema. Se centró entonces en las palabras de Tirlindë.

 Quiero extranjeros por dos razones: primero como hay muchos extranjeros hoy en dia que se mueven por Tharbad los criminales no sospecharán de vosotros. A los guardias ya los conocen. En segundo lugar, una vez encerrados, vosotros acabaréis por marcharos de la ciudad y hay pocas posibilidades de que haya represalias contra vosotros. Pensad que la red tiene poderosos contactos. miró a entonces al Noldo para decirle, aunque siguió hablando en Oestron Os pagaré cien monedas de oro a cada uno si me proporcionáis pruebas de quien está introduciendo el género y cómo y quién lo distribuye. Pero sólo si testificáis en la corte de Cardolan. Alguien está consiguiendo mucho Gort de los Tratantes del Barrio de los Ladrones; es a ese alguien a quien quiero, aunque supongo que tendréis que empezar por analizar el caso.

 Dió así, también por sentado que los aventureros aceptarían la misión. Se notaba que se trataba de alguien de alta cuna, acostumbrado a dar órdenes.

 No me importa la gente con trapicheos pequeños. La comida está siendo comprada directamente por los ciudadanos más ricos y no he podido determinar a quién. tras pensarlo un segundo, añadió Sinceramente, no dispongo del tiempo suficiente y la Guardia de la ciudad con su falta de personal tampoco. ¿Podréis ayudarnos?

 Ciertamente, pese a su tono gallardo, era educado y parecía ser guiado por buenas intenciones.

El silvano sonrió mirando a los presentes, la oferta estaba hecha - tal vez si viéramos al anciano que intentó vendernos el vino, saquemos información, no creo que ningún guardia haya tenido la delicadeza de ofrecerle unas monedas, ya le dije que yo no bebía vino, pero podríamos mirar de que nos guíe a otros productos... O tal vez ofrecerle algo que le pueda interesar.

El oro no movía al silvano, estaba acostumbrado a desvivirse de él, pero si aquellos traficantes, realmente eran un problema para la ciudad, debía ayudarles.

El mago escuchó atentamente la explicación de aquel hombre, estaba claro que aunque seguía sin parecerle un problema muy grave, sí que afectaba a la seguridad de la ciudad, por lo que al igual que el resto de sus compañeros asintió aceptando el cometido a la vez que decía:

-Está bien, yo por mi parte me comprometo a averiguar todo lo que pueda -expuso por su parte, pues no sabía que harían los demás- declararé sin miedo cuando se me requiera, aunque tengo algunas preguntas ¿dónde está el barrio de los ladrones? supongo que allí es donde debemos empezar, por otro lado, ¿podemos contar con alguna especie de salvoconducto para pasar por los puentes sin problema? si tenemos que movernos por la ciudad mucho puede que su recompensa se quede un poco corta... -musitó dejando claro que el tema le preocupaba, pues las cien monedas de oro estaban muy bien, pero si le quitaban los pagos obligados a lo mejor se quedaba en unas decenas menos- por último, ¿cómo podemos volver a contactar con vos una vez esclarezcamos el asunto? -concluyó intrigado, pues si no sabían ni su nombre ni su residencia lo tendrían bastante difícil.