Partida Rol por web

Puede que los rumores sean ciertos...o que no lo sean. El viaje por tierras unicornio podría haber sido desagradable para un viajero. Por eso os juntasteis en el camino, para protegeros mutuamente, aunque parece que los rumores son exageraciones de temerosos granjeros sin duda influenciados por el alcohol y crecidos por sus amigos y vecinos.

Nada ni nadie os ha importunado en vuestro viaje. Ni la más mínima sombra. Sin duda la noche proyecta el miedo sobre los lugareños y nubla su mente.

Pronto se hará de noche y el dorado camino de altas hierbas que conduce al pueblo se ve iluminado por la radiante luna y algunos faroles de papel colgados a la puerta de las casas. La aldea de Mizu-Mura se sume en las tinieblas mientras os acercáis pensando en la idea de cobijaros, comer algo y pasar la noche. Estáis deseando saborear el arroz caliente y llenar el estómago cuando un grito procedente de vuestra derecha os alerta. Lo conocéis bien, es el grito de un guerrero que se enfrenta a la muerte y aunque solo podéis distinguir un grupo de sombras, el chasquido de los aceros entrechocando os lo confirma.

El reencuentro con mis hermanos de caza de aquella extraña cacería fue lo más gratificante. Recordar como salir airosos de una cacería poco común dibujó una sonrisa en mi rostro. Cabalgando al lado de tan valientes personas el viaje resultaba demasiado corto. Nuestro destino un lugar más misterioso aún que nuestro pasado más reciente: La Aldea de Mizu-mura.

El leve movimiento de las orejas de mi gran amigo acompañado de un silbido en lo más alto del cielo me hizo recuperar ese semblante serio ante una silencio amenazante.

-"Tuc,tuc, nokn,nokn" detuve mi corcel acariciendo su cuello mientras agudizaba mi oído.

El silencio de esa pequeña espera vino acompañado de un grito de muerte y sufrimiento. Un alarido de miedo y desesperación.

-"Apresurad el paso sin perder la formación" dije señalando el origen de esos sonidos tan poco amigables.

La velada con los Ide había sido de lo más encantadora. Mientras que Shido Miko era todo un caballero, la confianza que había ganado con Zhuo habían hecho que el largo viaje mereciera la pena. Es cierto que mi fanfarronería sobre las habladurías de los campesinos me estaba pasando factura. El respingo que di al escuchar el grito delató mi exageración y por un segundo me alegré que fueramos dos más en el camino.

- Ide Zhuo-San, tu que estas en el caballo y tienes mejor perspectiva, ¿puedes ver quienes se están enfrentando? - digo con curiosidad y premura. Es posible que esa gente necesite una mano. Intrigada pero con paso discreto me encamino acercandome un poco para intentar conseguir mejor visibilidad. Instintivamente mi mano recorre un arco yendo al cilindro curtido que llevo colgado a la espalda y extrayendo uno de los diversos pergaminos que contiene.

Las tierras del Unicornio son el último destino que es puesto bajo mis pies en mi incansable viaje. Conseguí papeles de viaje de un mercader, a quien ayudé al escoltar su caravana y protegerla de bandidos. Cambié la paga que me daría porque consiguiera papeles de viaje que me autoricen a venir a Mizu-Mura, bajo la excusa de ponerme al servicio de un mercader local para proteger su local. Por supuesto, eso es falso pero me permitiría venir hasta acá para buscar mi objetivo:

"Si los rumores son ciertos, puede que aquí lo encuentre. No podrá escapar de mí por siempre, aunque aún no sé qué haré si consigo encontrarlo."

Entonces me encontré en el viaje con Tsuruchi Genji, un bushi del Clan Mantis. Puede que haya sido por la buena disposición de los Mantis con que están debajo en el Orden Celestial o solo por una característica propia de él, pero no me costó formar equipo con él para no recorrer estos parajes solo. Si los rumores son ciertos, más vale no estar solo cuando llegue el momento.

Avancé con mi daisho al cinto, mi vieja armadura pesada puesta (naranja y azul, con algunos bordes en café y amarillo) y sobre mi espalda, un enorme Ono, mi sombrero de paja de ala ancha y mi furoshiki, con todo lo que tengo en el mundo en su interior. En el camino nos encontramos con tres samurai más: Ide Zhuo, Hiruma Mausuko e Ide Shido Miko. Decidimos viajar juntos por protección mutua, aunque no hemos cruzado aún muchas palabras.

Ahora camino junto con todo el grupo, mientras mis pesados pasos resuenan en el camino. Me mantengo abstraído, pensando en cosas de mi pasado y en como conseguir mis metas a futuro, mirando ocasionalmente alrededor. La noche cae y nada nos ha molestado en nuestro viaje, haciéndonos creer que las precauciones no eran más que seguir paranoias y habladurías.

De pronto, un grito resuena en la distancia, así como el sonido del acero al chocar. Uno de los Ide indica que avancemos en formación, pero mantenerme atrás nunca fue mi forma de luchar. Avanzo decidido hacia las sombras que consigo divisar como el origen del ruido mientras desenfundo el Ono de mi espalda, preparado para lo que sea que encontremos ahí.

Las cosas buenas duran poco. O eso suele parecernos. Zhuo había pasado una velada encantadora con Mausuko y Shido Miko. Pero este último parecía demasiado rígido en algunas cosas, y Zhuo sentía que quizás no había conseguido su objetivo de los tres se llevaran un recuerdo agradable. Los había reunido con la esperanza de que el suceso en el templo de Jizo les hiciera pensar que las tierras Unicornio albergaban todo tipo de males. Mientras cabalgaba al paso había ido comiendo una medía docena de Sakura Mochi, una pasta hecha con arroz que en su interior guardaba una cereza. Cada mordisco era un paso que la acercaba al Tengoku a pesar de la acidez de las cerezas fermentadas. En un principio lo había comprado para su yegua, que se había comido una con una rapidez que rayaba el insulto por no saborearlo. Aunque para muchos su yegua podría ser un animal sin más, para Zhuo era su segunda conciencia. Y conocía bastante bien los gestos con los que se comunicaba con ella. Aunque nadie lo sabía, su yegua la había estado llamando pelmaza por no parar de hablar durante el primer tramo del viaje. Y al alzar las orejas y respirar sonoramente le estaba diciendo que olía problemas. Zhuo le dio un par de palmadas en el cuello para hacerla saber que estaba al corriente. Zhuo confiaba en el instinto del animal y miró a sus compañeros que tenía delante, sin que viene nada anormal.

Ide Sido Miko dijo;

-Apresurad el paso sin perder la formación

 Zhuo volvió a mirar a su alrededor sintiéndose un poco estúpida con un compañero que ya daba ordenes como si fuera su padre. Por lo que Zhuo con un golpe seco su cimitarra saltó a su mano derecha.

Hiruma Masauko dijo;

- Ide Zhuo-San, tu que estas en el caballo y tienes mejor perspectiva, ¿puedes ver quienes se están enfrentando?

— Veo... figuras. Pero si son heimins no creo que deberíamos molestarnos.

Me dirigía a tierras unicornio por encargo de mi daimyo para aprender durante unos meses todo lo que pudiera sobre los caballos. Tuve suerte y pude unirme a un grupo de samuráis que viajaban en la misma dirección que yo. Los caminos nunca son del todo seguros, y la compañía siempre es agradable.

Me sorprendió ver que la mayoría ya se conocían de antes, pero sus chanzas alegraron en parte el viaje, ayudando a que las leguas pasaran antes.

Iba tranquilamente caminando junto al grupo cuando escuchamos el sonido de las espadas y gritos de guerra. Mis compañeros rápidamente se pusieron en acción, tratando de averiguar que sucedía y acercándose para ver mejor.

No podía permitir que mis compañeros de viaje luchasen solos, si es que iban a luchar, por lo que, procurando hacer el menor ruido posible, me acerqué para averiguar que era lo que sucedía, no sin antes encordar mi arco y sacar una flecha del carcaj.

-Yo me quedaré aquí y os cubriré

Te guardo la iniciativa para cuando actúes.

Mientras te acercas en silencio ves un destello, un reflejo de luna sobre un rostro, uno de los tantos que están mas cerca de tí. Aunque su cerco se estrecha, puedes distinguir la máscara blanca que delata a los No-muertos. Parece que rodean a alguien.   

Acercas tu yegua al recodo del camino mientras te elevas un poco en la silla. Al parecer no distingues gran cosa. Podrían ser heimin como bien dices, o incluso bandidos que pelean por una bola de arroz...espera. En un movimiento el reflejo de la luz de la luna has visto...¡una máscara blanca!. Entonces son No-muertos de verdad. Tu corazón late con violencia ante la proximidad de la batalla.

Las figuras se desplazan apiñándose, envolviendo una silueta que danza al son del acero. Un reflejo, un destello indica que esa figura en el centro del círculo, empuña un arma afilada, templada y pulida.

Os acercáis con cautela descubriendo una lanza que sobresale a unos metros de vosotros de entre la hierba y un hueco en la propia maleza que no puede ser otro cosa que un cuerpo caído.  

Las figuras se mueven y entiendo que deben ser varios atacando a un guerrero solitario. No veo más reflejos que los de un arma en el centro, lo que me hace pensar que quizás son los no muertos de los que se habla en los rumores que hemos oído, que están atacando a un desafortunado bushi que han atrapado.

"Las criaturas se cierran sobre él y debe estar luchando desesperado. No me quedaré quieto si puedo evitar su derrota pues aquellas criaturas son enemigas de toda vida y debemos unirnos en su lucha."

No puedo permitir que eso suceda y que un hombre caiga ante las hordas de Jigoku sin ayuda de algún hermano. Muchos recuerdos llegan directamente a mi cabeza, malos recuerdos y prefiero enfocarme en el presente y en evitar que la historia se repita. De hecho, jamás permitiré que ocurra lo mismo si puedo evitarlo de alguna manera.

Avanzo todo lo rápido que puedo hacia esa zona, esperando no llegar demasiado tarde.

Zhuo entrecerró los ojos y vio unos rostros demasiado blancos. Al instante dedujo que no eran rostros sino máscaras blancas. Al final las historias y rumores eran ciertos. Hizo una mueca de fastidio. Aquellos zombis iban a dar una imagen errónea de lo que eran las tierras unicornio a los visitantes. No le gustaba trabajar sin recibir nada a cambio, pero no podía quedarse de brazos cruzados y que los "invitados" creyesen que los samuráis unicornio no hacen nada por limpiar sus tierras.

— ¡Qué me aspen!. ¡Masauko-sama... creo que tenemos delante zombis!. ¡POR LOS VIVOS!.

Sin decir nada más, con la cimitarra en la mano, espoleó a su yegua para acercarse a los zombis.

¡Zombies! - El recuerdo hizo que mis piernas se paralizarán. El sonido ronco de sus voces que se acercaban lentamente mientras aún estábamos detrás de los shōji y veía las siluetas de esos seres repugnantes arrastrarse  y pelearse para cometer aquellos actos desdeñosos... ver la tira de carne arrancada por sus bocas de los cadáveres... el recuerdo de esa imagen no hizo otra cosa más que darme arcadas. Él temblor en mis manos era visible... pero, tenía que intentarlo. Por suerte mis años de experiencia en las tierras sombrías me decían que en la situación en la que me encontraba tendría que andarme con cuidado. Intentando calmarme guardo despacio el pergamino que acababa de sacar, le hago un gesto a Ide Zhuo de asentimiento disimulando todo lo que puedo y avanzo cautelosamente indicando que le cubro la retaguardia.

Ide Shido Miko vio clara la situación. Espoleó a su montura lanzando un grito de guerra que resonó en el campo de batalla, se inclinó en la silla y recuperó la lanza clavada en el cadáver. Era posible que su dueño la echara de menos.

Ya me había enfrentado con anterioridad a estas criaturas: zombies, muertos vivientes. Criaturas del más allá alzadas por magia negra.

-"Por algún lugar ha de estar el Maho Tsukai." pensaba mientras recogía la lanza de aquel desdichado.

Sabía que la única manera de detener a estos malignos no muertos era cortarles la cabeza o matar al Maho Tsukai.

Viendo a que se enfrentaban los samuráis, saqué sin dudarlo una flecha de mi carcaj y la coloqué en el arco. Una vez elegido el objetivo, tensé la cuerda al máximo y, apuntado a la cabeza, dejé volar la flecha rogando a los kami de viento para que la flecha borrase de la tierra a uno de esos engendros.

Por fin os acercáis lo suficiente como para ver el rostro de vuestro enemigo. La mancha y la corrupción corrompe sus cuerpos impidiendo dar descanso a sus almas.
En el centro, entre un remolino de acero y carne putrefacta, una bushi escorpión lucha valientemente cercenando, cortando y esquivando los envites del enemigo. Por el rastro de cadáveres podéis ver la dirección en la que se ha movido mientras combatía.

Tsuruchi tensó su arco y el rasgar de la cuerda contrastó con el suave silvido de la flecha lanzada por el arquero. La punta atravesó la cabeza desde atrás, partiendo en dos la máscara blanca del zombi, derribándolo para siempre. 

Mi primera flecha había logrado derribar a uno de aquellos no muertos, pero la bushi seguía ampliamente rodeada en número. Apenas acababa de soltar la primera flecha, pero ya estaba disparando la segunda. Había que aliviar la presión y rápido o la bushi no tardaría en caer.

Así pues, controlando la respiración, apunto, tenso y disparo.