Partida Rol por web

Dwight contemplaba absorto su taza de café. Aparentemente estaba tranquilo, pensativo. Su rostro era una máscara hierática, pero dentro, en su cabeza, la situación era muy diferente. Repasaba mentalmente cada detalle, cada evidencia, pasando sobre ellas cuidadosamente, de la misma forma en la que un ciego lee un escrito en braille.

No podía quitarse de la cabeza la implicación de Lewis en los crímenes. Si aceptaban el hecho de que Lewis no podía comunicarse de ninguna forma con el exterior y que el asesino de la Polaroid actuaba bajo sus órdenes, entonces los asesinatos tenían que estar organizados desde hace tiempo. Cada víctima, o al menos las tres primeras, tenían que haber sido seleccionadas de antemano. 

Recordaba las palabras del psicópata. "Sólo les sugiero que busquen en la casa de Dios, ya que se les ha pasado una muerte por alto".

No, era imposible que Lewis no tuviera comunicación con el exterior. De otra forma no hubiera podido saber aquel detalle. El hecho de que todavía no habían investigado la muerte de Arthur Benson. Además, había utilizado la primera persona. "Les he dejado una ofrenda en el cepillo." Hablaba como si él hubiera cometido los crímenes. Pero aquello era imposible. Arthur D. Lewis llevaba más de dos años encerrado en una prisión de máxima seguridad, sin posibilidad de comunicarse con el exterior. Sin forma de emitir o recibir ningún tipo de información. Nada de eso tenía sentido. 

Entonces el teléfono sonó. Lo hizo una vez solamente, ya que la Sheriff Joana Baker se apresuró en descolgarlo. Otra víctima, ni siquiera hacía falta que se lo dijera. Su cara lo decía todo. 

No podía decir que no lo esperaba. En parte esa muerte era necesaria. Sólo actuando de nuevo, el asesino, Lewis o quienquiera que fuese, podría cometer un error. Dejar un cabo suelto del que tirar. John Dwigth se apoyó en la mesa para ponerse de pie. Se ajustó la corbata y se puso el abrigo, limpiando las mangas con un par de sacudidas. 

- Está bien. -asintió. -Vayamos.

La sheriff corre al coche, seguida por Fred. Os pita desde su vehículo para que subáis con ella en su coche e ir todos juntos. El coche cruza el pueblo como un fantasma con dos ojos en llamas que vaga los días de tormenta. La lluvia cae de manera estruendosa y cada cierto tiempo, un relámpago ilumina Ashville creando inquietantes sombras en cada rincón.

Por el camino, la Sheriff Baker os pone al día acerca del alcalde y su familia.

- Lucile Stevenson vive con sus cuñados, el alcalde George y Linda Stevenson, su mujer. Lucile se separó de Richard, el hermano de George, cuando ésta se enteró que Richard, que es médico en la consulta local, sedaba de más a sus pacientes y las manoseaba por debajo de la ropa. Se formó un gran revuelo hace años cuando el marido de una de las pacientes se enteró y fue a buscar a Richard escopeta en ristre. Al final, George pudo mediar y calmó los ánimos del iracundo marido, pero Richard fue expulsado de la mansión familiar, perdió la custodia de sus hijos y malvive durmiendo en su propia consulta. Lucile y sus hijos recibieron todo el apoyo de George y Linda, que les ofrecieron quedarse en la mansión. - Hace una pequeña pausa, a lo que añade: - Siento si he ido demasiado rápido, pero les quería poner al día para que no se extrañen cuando lleguemos.

Al llegar a la granja se percibe mucha actividad. En los exteriores, el maizal está siendo recorrido por numerosos haces de luz, arriba y abajo. Parecen ser los trabajadores de la granja movilizados para encontrar al asesino. Se oyen voces de unos y de otros bajo la lluvia, llamándose y haciéndose indicaciones de por dónde van o lo que ven.

En la puerta, abierta, se ha reunido un grupo de sirvientes de la mansión, atemorizados y que hablan en susurros. Están muy asustados y la tormenta no ayuda a calmar los ánimos.

Esta noche, la tormenta trae mucho más que agua. No una muerte, sino dos. La que se nos pasó por alto, y ahora otra más. Una mujer en esta ocasión. ¿Tal vez un cambio en el M.O.? No lo creo, pero aún así el detalle me resulta intrigante. Hasta ahora los difuntos presentaban un rasgo demográfico similar: varones de raza blanca de entre media y avanzada edad. Esta es la primera víctima que se sale de ese patrón.

- Tal vez no sea lo único que se salga del patrón. - Pienso al mirar por la ventana los flasazos de las linternas escaneando la propiedad.

Si la muerte se ha producido hace poco, entonces nos encontramos ante otro cambió del M.O. Al menos comparándola con Elmore y Bale, quienes murieron mu probablmente hacia la media noche.

Otro cambio, esta escena está llena de testigos...

Todo me hace pensar que el asesino se está volviendo más atrevido o más descuidado.

Bajo del coche mientras la lluvia tamborliea sobre mi cabeza y cae a raudales por mi rostro. No intento taparme, no hay tiempo. Hago un gesto de urgencia con la mano hacia la Sheriff.

- Sheriff Baker, por favor, asegure la zona cuánto antes - señalo con aún más urgencia hacia los haces de luz - A ver si conseguimos que toda esta marabunta no estropee aún más una escena del crímen -

El tono en mi voz es de demostrado enfado. No me gusta nada, es más, me molesta, cuando los civiles interfieren con las escenas, con mis escenas de muerte. Sobretodo si éstas son tan frescas y recientes como en este caso. 

Sin esperar respuesta por su parte me dirigo a paso rápido pero sin correr hasta la entrada. Sacando mi placa por el camino y enseñándola a los presentes digo en tono apresurado.

- FBI, agente especial Sullivan, ¿dónde está el cuerpo? -

La adrenalina recorre mi sangre. La ansiedad e impaciencia por analizar un nuevo cadáver se llevan la mejor parte de mi actitud y maneras formales.

Joanne Baker lanza una linterna a Fred Willis, que coge en el aire. - Vigila la entrada. ¡Que no entre ni salga nadie! - Grita la sheriff a su ayudante, que asiente consciente que la gravedad del asunto y sale raudo hacia allá.

Joanne acompaña a los agentes hasta la puerta de entrada y allí, el personal reunido comenta de manera atropellada y entre sollozos que todo ha ocurrido en el piso superior. Uno de ellos, un señor con un delantal blanco algo sucio, se ofrece a llevarlos hasta George y su familia. El Agente Sullivan toma la iniciativa para interrogar a los testigos y la Sheriff Baker añade: - Bien, yo coordinaré la búsqueda por aquí fuera. - Y tras dar un par de golpes a su linterna para encenderla, sale corriendo hacia el maizal.

Arriba, en el interior de una habitación, está el alcalde junto a su esposa, que llora desconsoladamente. En una esquina de la habitación están sus dos hijos menores, Mark y Linda Jr., consolando al pequeño Lucius, de 11 años e hijo de la fallecida Lucile. Según asegura Linda, la hija pequeña, Amanda, está acostada en su cuarto todavía. No han querido despertarla pues tiene 5 años y no quieren causarle una fuerte impresión.

Un fuerte rayo hace vibrar los cristales de la habitación, y las luces de la mansión chisporrotean unos segundos.

En un abrir y cerrar de ojos, la lista de asesinatos había pasado de dos a cuatro. Y ahora incluía a una mujer, lo que parecía romper claramente con el perfil elegido por el sujeto para las víctimas. Como aquella tormenta que se encontraba descargando toda su fuerza sobre Ashville, los acontecimientos se habían precipitado con extraordinaria rapidez, y había que ponerse manos a la obra.

El doctor Sullivan parecía ansioso por hablar con los testigos, cosa que sorprendió a Selina por unos instantes, el tiempo justo hasta escuchar que preguntaba por el cuerpo de la fallecida. Aquello ya le encajaba más con su peculiar compañero forense. Aunque viendo como se estaban desarrollando los acontecimientos, tenía la impresión de que dentro de poco nada iba a llegar a sorprenderla, ni tan siquiera por unos breves instantes, en aquel pueblo en medio de ninguna parte. Miró por unos instantes al agente Dwight, que parecía observar con su meticulosidad habitual cada detalle de lo que les rodeaba en aquella granja.

-Señor, hay familiares, trabajadores de la granja... ¿Vamos a hablar con los posibles testigos abordándolos de forma grupal, o nos repartimos para hablar personalmente con cada uno de ellos?

Imaginaba que su jefe querría tener por lo menos una charla general con todos los presentes, pero prefería asegurarse de que es lo que tenía pensado hacer antes de actuar.

Peter no abrió la boca desde que la sheriff colgase el teléfono anunciando un nuevo asesinato. Una vez más había sido incapaz de proteger a la víctima cómo le ocurriera con Sandy.

Se sentía culpable por haber perdido tanto tiempo en la iglesia. Si hubiese estado más atento quizá podría haber evitado la muerte de aquella mujer.

Apretó los puños mientras observaba aquella familia destrozada y se vio a si mismo recibiendo la noticia del fallecimiento de Sandy. Hizo un pequeño recorrido por la estancia pero fue incapaz de concentrarse. Prefería dejar la investigación en manos de Dwight. Él estaba más centrado y cubriría un espectro más amplio.

Se dió medía vuelta mientras gritaba: -¡Sheriff, espéreme! Voy con usted- y salió a la tormenta con la esperanza de que el agua le aclarase las ideas.

Sacó su propia linterna y siguió a la oficial en busca de algún rastro en el maizal.

Joanne corre escaleras abajo con el revólver en una mano y la linterna en la otra. Le seguís Fred y tú. Sin detenerse, da instrucciones a gritos a los trabajadores de la mansión para que busquen un lugar más seguro que la entrada de la vivienda y continúa su camino al maizal. El exterior se ha convertido en un barrizal. La fuerte lluvia ha removido todo el terreno, y los trabajadores que han salido en busca del asesino de manera desordenada, lo han pisoteado casi todo.

Observas las posibles salidas de la casa por las fachadas, pero debido a las dimensiones de la misma, posee numerosas ventanas. ¿En qué ventana ha ocurrido todo? Por otro lado, el maizal es bastante grande y el asesino puede haber ido por cualquier lado. ¿Y si todavía está en las propiedades de la familia?

Joanne Baker utiliza un silbato para reunir a los buscadores y tratar de organizarlos, pero el sonido de la tormenta apaga el pitido. Decide buscar un megáfono en el maletero del vehículo y encender las luces estroboscópicas para llamar la atención de todos. Son necesarios varios minutos para atraerlos y comenzar a crear grupos de búsqueda organizados.

-Maldita sea- pensó cuándo observó con todo el detenimiento que le permitía el aguacero el destrozo causado por los voluntarios. Era innegable que aquella gente solamente quería ayudar, pero habían montado tal estropicio que era casi imposible seguir un rastro medianamente claro.

La sheriff trató de organizar la partida lo mejor que pudo, más para que dejasen de pisotear el maizal que para que realmente encontrasen alguna pista. Había que reconocer que aquella mujer sabía lo que se hacía.

De pronto una idea pasó fugaz por su mente. ¿Y si el asesino había sido tan astuto como para quedarse a resguardo mientras los paisanos se desgastaban bajo la lluvia?

Decidido a asegurar la zona Peter dejó la partida de reconocimiento en las capaces manos de la sheriff y se puso a rodear la vivienda observando meticulosamente el interior de las habitaciones mientras se limpiaba los ojos con la empapada manga de la chaqueta.

El tiempo no podía ser más apropiado para la ocasión. La escena parecía sacada de un thriller de serie B: una casona agrestre, la oscuridad de la noche que es despachada por rayos repentinos y caóticos. La multitud de testigos congregada alrededor, y la familia dentro, conmovida por lo que acababa de suceder. Si no estuviera viviendo aquella película, Dwigth ya habría apagado el televisor de puro hastío. 

Sin embargo, estaba nervioso. No le gustaba la lluvia, aborrecía investigar el escenario del crimen en la oscuridad, y, por supuesto, que se les hubiera pasado por alto el asesinato del párroco no le hacía ninguna gracia. 

-Señor, hay familiares, trabajadores de la granja... ¿Vamos a hablar con los posibles testigos abordándolos de forma grupal, o nos repartimos para hablar personalmente con cada uno de ellos?

Dwigth se volvió hacia Selina con una mirada gélida en las pupilas. 

-La prioridad es el escenario del crimen, está fresco y cuanto más tiempo pase más se contaminará. Que el doctor se ocupe de inspeccionar el cadáver y la habitación donde la señora Stevenson fue... atacada. Miró de reojo a los hijos del alcalde. No tenemos mucho tiempo y hay demasiado trabajo que hacer. Los testigos más importantes, los que dicen haber visto al asesino, será los primeros que interrogaremos. El señor Johnson parece haber tomado la iniciativa de adentrarse en el maizal.  Aquella palabra, el maizal, le ocasionó un escalofrío. Así que seremos la señorita Sparks y yo los que nos encargaremos de hablar con los testigos. ¿Todo claro? 

Apenas dio a su equipo la oportunidad de asentir. 

Todo en orden, entonces. Manos a la obra. 

La pequeña reunión terminó, una vez asignadas las tareas. El doctor Sullivan salió de la sala, seguramente iría derecho al escenario del crimen. Dwigth, por su parte, se acercó al alcalde, a quien estrechó la mano fríamente. 

Mis más sentidas condolencias. Su tono era neutro. Sólo Dios sabe cuantas veces habría tenido el veterano agente que pronunciar esa frase en circunstancias similares. Tantas, que ya soltaba el pésame como quien da las gracias o los buenos días. Entiendo que este es para ustedes un momento de conmoción y dolor, pero dadas las circunstancias no podemos permitirnos ni un segundo de duelo. Tengo entendido que hay testigos oculares que podrían tener información sobre el atacante. Paseó rápidamente la mirada sobre Mark y Linda Jr. ¿Es eso cierto?

El perímetro de la mansión es muy grande y el carácter rural hace que todo esté lleno de huecos oscuros y pequeños senderos irregulares que abarrotan los sentidos. Caminas con el dedo en el gatillo por si unas décimas de segundo significaran la direferencia entre la vida y la muerte, o entre la captura o la huida del asesino, pero no obtienes éxito. Al cabo de un buen rato, estás empapado y con las manos vacías.

Percibes que una linterna se acerca. Es la Sheriff Baker, también calada hasta los huesos, llena de barro y rostro abatido. Con un movimiento de cabeza te confirma tus peores sospechas. No tienen nada. Te comunica que Fred todavía sigue en el maizal, pero que no esperan encontrar nada.

De repente, un tipo aparece caminando del interior de la negrura del camino que lleva hasta la verja de entrada a la finca. Es un tipo de pelo blanco y gafas, su aspecto es el de un tipo nervioso y enfermizo, como si durmiera menos de lo necesario. Quizá ayude a dar esa imagen el hecho de que va empapado y lleno de barro de arriba a abajo. Se le ve muy enfadado y en cuanto ve a Joanna camina hacia ella con el dedo índice señalándola.

- ¡Joanna! No me has avisado. No te lo perdonaré. Me ha tenido que llamar un colega de los que tienes buscando por ahí en el maizal. - Grita.

- Dr. Stevenson, cálmese. Estamos llevando a cabo una investigación. Por supuesto íbamos a llamarle, pero ahora... - Contesta ella, intentando, pese a todo, mantener la calma.

- ¡Cierra el puto pico! ¡Se trata de mi esposa! - Se acerca todavía más con la intención de intimidar a la sheriff.

Joanna Baker siente que es la gota que colma el vaso y enseguida le replica todavía más fuerte, atrayendo la atención de los congregados en el interior del vestíbulo de la entrada.

- ¡Ex-esposa, Richard, tú te encargaste de que así fuera! Y si nadie te avisó fue por la confusión del momento, todo ocurrió muy rápido. - Grita ella, mientras le da con la mano un toque de atención en el pecho.

Él refunfuña algo y se apoya sobre el coche patrulla. Parece cansado.

George, el alcalde, es quien comienza a hablar.

- Estábamos todos dormidos cuando entró en el cuarto Lucius - dice con voz temblorosa, rememorando ese momento -, y nos despertó a gritos diciéndonos que su madre estaba muerta. Fuimos corriendo a la habitación y encontramos el cuerpo sangrante de Lucile sobre la cama. Rápidamente reuní a todo el mundo para ver si alguien sabía algo y yo mismo telefoneé a la sheriff.

Cuando termina, los llantos de Lucius cesan para tomar él la palabra. Cuenta que estaba durmiendo cuando un grito le despertó. Corrió hasta el cuarto de su madre cuando la encontró muerta mientras vio a alguien salir por la ventana.

La escena es dantesca en el dormitorio: sobre una gran cama de matrimonio yace, rodeada por una gran mancha de sangre, Lucile Stevenson. Las antes blancas sábanas están ahora tintadas de una roja coloración que empieza a gotear hasta el suelo. El cristal de la ventana está roto en mil pedazos en el suelo, y por todas partes hay más salpicaduras de sangre.

El cuerpo inerte de la mujer presenta una terrible herida en la garganta que casi le ha separado la cabeza del tronco. En el pecho hay otra perforación que deja al descubierto parte de las costillas en un charco sanguinolento. Sobre la cabeza de la víctima aparece una fotografía Polaroid en la que se ve a Lucile saliendo de la tienda de Elmore.

Una barricada humana llena de familiares y apegados a la víctima es el último escollo que me queda por pasar antes de llegar a la escena del crímen. 

Por suerte para los familiares, la voz de la razón de Dwight habla antes que mi impaciencia se lleve la mejor parte de mi carácter y me haga decir algo delante de los allegados de lo que luego pueda arrepentirme.

Una vez aclaradas las responsabilidades, no pierdo un minuto en subir corriendo al dormitorio.

Una vez traspaso el umbral, mi mundo se transforma. Es como si se detuviese el tiempo a mi alrededor y tódo se centrase en el cuerpo que yace sin vida sobre la cama.

De manera metódica, casi involuntaria, saco un par de guantes de látex de mi bolsillo de la americana y me los pongo sin perder de vista ni un momento el cadáver. Me acerco a él sin pisar ni un ápice de salpicadura que haya podido caer al suelo, y una vez sobre la víctima, me pongo manos a la obra...

Las heridas de Lucile están provocadas por el mismo tipo de armas que las víctimas anteriores, a excepción del cadáver del Padre Benson, que no pudiste inspeccionar y su muerte fue, al parecer, provocada por un ataque al corazón. En concreto, su herida del pecho presenta una trayectoria curva hacia el interior de su cuerpo. El asesino debe poseer una gran fuerza, dada la profundidad y contundencia de las heridas. Por lo demás, no hay signos de resistencia, por lo que deduces que el asesino la esperó escondido en la habitación o bien la atacó mientras dormía. También supones que la herida de la garganta tuvo la finalidad de impedir que gritase, así que debió ser hecho en primer lugar.

Termino la autopsia preliminar frunciendo el ceño. Desde luego, esta muerte vuelve a salirse del patrón habitual del que fuera un asesino metódico y calculador como Lewis. Aquí prácticamente no hay ritual, más allá del arma del crímen y de la fotografía. Se trata prácticamente de una muerte casi gratuita, un "matar por matar". Junto con el caso Bale, esto me hace pensar cada vez más que el asesino es altamente inexperto, que consigue las muertes más por fuerza bruta que por meticulosidad y planificación.

- ¿Un bruto local, de poca fuerza de voluntad pero de enorme fuerza física, al que Lewis le haya comido el tarro? - Me planteo la hipótesis en la cabeza, pero aún sin más pruebas prefiero aparcarla ahí por el momento.

Alzo la cabeza del cadáver por primera vez desde que entré en el dormitorio y miro a mi alrededor.

Es hora de buscar pistas en la escena del crímen...

En la habitación encuentras restos de vidrio por el suelo, señal de que han roto la ventana desde fuera para entrar. Además, encuentras restos de paja en el suelo y el alféizar. Al asomar la cabeza al exterior, donde llueve con fuerza, ves que el asesino puede haber trepado usando los adornos de la fachada. De hecho, al examinarlo más de cerca, observas que hay marcas en la pared, como de un pico o herramienta perforante que sirve de ayuda para subir.

Además, desde arriba, compruebas que hay unas zonas anexas al maizal con arbustos que han sido pisoteadas dejando un rastro desde la ventana hasta el límite de la finca. Más allá está probablemente borrado a causa de la lluvia, pero reconoces la casa que ves al fondo en línea recta con el rastro. Es la granja de Martin Hill.

Un alboroto llama entonces tu atención, y a un lado, cerca de la puerta de entrada a la casa ves a tu compañero Peter Johnson junto con la Sheriff Baker discutiendo con un tipo lleno de barro y empapado.

La escena del crimen me concede una significante cantidad de información que aún he de procesar y asimilar detenidamente, y que compartir con mis compañeros. El rastro de señales que apuntan de nuevo a la granja de Hill no auguran nada nuevo, y me dejan de un humor sombrío.

¿Se nos pasó algo por alto? 

La muerte de Lucile es tan reciente que, puede que el asesino hubiese estado escondido en la granja de Hill al mismo tiempo que questionamos al viejo. De ser así, algo muy gordo se nos ha escapado. Lo cuál se me hace extraño. Pero si no, ¿de dónde ha accedido a la propiedad el asesino?

Decido bajar al piso bajo y unirme a mis compañeros de momento, a ver a que se debe ese altercado, con la intención de escaparme en cuanto tenga un momento hasta el límite de la propiedad a fin de comprobar si hay o no huellas de algún vehículo en el lugar dónde se pierde el rastro del sospechoso.

Algo en mi interior prefiere que las haya pues, aunque complique la búsqueda, no sería una señal de que algo se nos olvidó cuándo visitamos al loco de Martin Hill...