Partida Rol por web

Como era de esperar por parte de Meredith, Bernie acepta el trabajo. Añade algunos detalles mientras saca un pliegue de hojas que ofrece a la mujer, y después le tiende un bolígrafo para que empiece a firmar en varios papeles que indican especialmente las claúsulas y demás cosas típicas de los contratos.

-No debe preocuparse. Es preferible que tenga todo claro antes de partir. Dice viendo como vas tomando cierta responsabilidad con eso de anotar los datos.

Las jefas, los jefes de las empresas en general, siempre prefieren ese tipo de pequeños detalles que de tipos que tratan de aparantar importantes y que no suelen decir más que gilipolleces e insignificantes comentarios. Aunque posiblemente pasen una larga temporada allí, no se cuanto tiempo les podrá llevar, quizá dos semanas, un mes... y es recomendable que tenga una buena relación con el investigador, puede hacerla sentir más tranquila. Claro que eso ya depende de como se vayan resolviendo las situaciones... Y si sirve de algo le deseo toda la suerte del mundo con ese hombre, creo que tuvo problemas con la bebida y no está muy puesto en geografía, quizá pueda echarle una mano. Ríe de buena gana, sin ofender, seguidamente da el motivo de su contratación. Creemos  que es el mejor investigador para esta investigación, le caerá bien. Cualquier contratiempo no dude en comunicarmelo. Por cierto, casi se me olvida... si no le importa, me gustaría también que cogiera alguna foto por la ciudad, suelo coleccionar lugares de todo el mundo. Sin duda le sumaría una interesante prima.

Carraspea.

Y una cosa más. Ante todo Bernie, en cuanto consigáis la información de nuestro barco deberá recoradarle no toquetear en los compartimientos de carga, lo tiene completamente prohibido. Sólo debe comprobar si la sosa caústica se encuentra allí.- Recalca, esperando que Bernie le entregue las hojas del contrato.

Le echo un vistazo por encima a los papeles, buscando alguna parte en la que haya letra pequeña. No es que desconfíe de Meredith, pero me sale de forma natural eso de asegurar las cosas. Como veo que no hay problema, ni nada que suene extraño, comienzo a firmar rápidamente hoja tras hoja. Una vez puesto todo en orden se lo devuelvo con una sonrisa, junto con el bolígrafo.

- No se preocupe por el tiempo de estancia. He viajado mucho, así que permanecer largos períodos en países extranjeros es habitual en mí. Podría decirse que incluso me gusta, te permite conocer mejor los países en los que estás y sus gentes - me llevo a la boca más comida. En estos momentos, debo parecer un gato ronroneando de felicidad. Parece que mis problemas comienzan a solucionarse, y mi día de hoy queda bien lejos: las preocupaciones económicas, el inquietante sueño...

Luego mi jefa comienza a hablar sobre mi futuro compañero, el investigador. Por su descripción, mi exaltada imaginación piensa en un hombre joven y fuerte, despreocupado y burlón. El hecho de que haya tenido problemas con la bebida despierta automáticamente mis simpatías, pues me trae a la memoria a Zacharias. Por un instante me evado del lujoso restaurante y me parece verle de nuevo, pero ya he conseguido superarlo. Después de años de depresión, soy capaz de pensar en él con una sonrisa melancólica, y no con ganas de meter los dedos en un enchufe y electrocutarme. Agito ligeramente la cabeza para volver a la realidad.

- Esto... Sí - me ubico con rapidez - No se preocupe por lo de la foto. Le traeré unas cuantas, a mí también me gusta ir fotografiando los lugares por los que paso. Y algo me dice que Islandia ha de tener mil sitios interesantes desde un punto de vista artístico. Ya sabe, con sus heladas, sus prados, todo tan pintoresco.

Una vez puesto en orden el papeleo se lo devuelvo con una sonrisa, junto con el bolígrafo.

- Entendido. No debemos tocar la mercancía, solo asegurarnos de que está ahí - repito para que se quede tranquila.

Silverstone asiente con una amplia sonrisa al comprobar que ya eres su nueva empleada y que lo has entendido todo perfectamente, tanto lo que tienes que hacer en stu trabajo como lo de que has de compartir esa experiencia nueva con un investigador del cual no te ha dado demasiados detalles. Rápidamente trata de hacer memoria a tu expediente y recuerda que tu amante había fallecido por algo similar a la vida de ese detective. Quizá no ha pasado el tiempo suficiente como para superarlo y eso la hace sentirse algo mal. Tampoco trata de hincar el dedo en el tema. Guarda las hojas del contrato y te entrega una copia del mismo.

La cena va progresando con tranquilidad. La comida italiana siempre ha sido extramadamente variada, y aunque tanto Meredith como tú sois unas golosas en ese tipo de comida no podéis con todo lo que os ha preparado el cheff, por lo que es inevitable dejarse algunos restos de cada plato. Tas firmar el contrato son bienvenidas unas margaritas y a partir de ahí todo son conversaciones amenas y divertidas, y si no, Meredith algo subida por el licor se encarga de ello con facilidad. Siempre ha sido una mujer que no suele beber demasiado, pero un día es un día y una margarita, incluso dos, no hacen daño a nadie. Antes de salir, Meredith recalca que te pases mañana por el edificio para recoger el anticipo y los pasajes de la capital Islandesa; Los billetes de avión tienen las 17:37 como hora prevista de salida, para mañana mismo así te lo cita la Srta. Silverstone entre conversación y conversación.

Como era de esperar has sido invitada a la cena, aunque probablemente la empresa sea la que se encargue de ese pequeño gasto. Con un frío bastante impropio para el mes que corre os dirigís, a la carrera, hacia el coche que queda a pocos metros de la salida del restaurante. La jefa la notas muy contenta, cómo si estuviera especialmente cómoda con mujeres. Aunque quizá se deba a que no esperaba que aceptaras su oferta. ¿Aunque que persona no lo aceptaría si estuviera en tus mismas condiciones?. Un empleo que permite vivir en unas magníficas condiciones a cualquiera, al menos durante unos meses. Eso no lo rechaza nadie.

Unas carcajadas de buena gana amainan con forme va sacando las llaves del coche.

-Ha... ha sido un placer Bernie, de verdad. Estaré impaciente por verte mañana de nuevo en el edificio. Si quieres... puedo acercarte a casa.-

La velada va pasando de forma más y más agradable, hasta llegar incluso al punto de tutearnos. La verdad es que lo estoy pasando maravillosamente, y no es por los dos o tres margaritas que llevo encima, qué va, es que Meredith es una mujer sumamente interesante. Tiene una conversación divertida y cómoda, es de esas personas con las que da gusto charlar.

Cuando terminamos la cena estoy absolutamente hinchada. He comido todo lo que he podido, pero aún así no hemos conseguido acabar los platos por completo. Pienso que mañana tendré que subsistir a base de ensalada para perder todas estas calorías, y sonrío para mis adentros. Quizá por la pesadez de mi estómago, soy incapaz de protestar demasiado por el hecho de que Meredith me invite, pero sí que le doy las gracias efusivamente.

- Mañana... Sí, perfecto, mañana por la mañana me pasaré a por todo. A las 17:37 estaré montada en un avión rumbo a Islandia, guau - sonrío con entusiasmo - Y conoceré al misterioso investigador. Suena todo a novela de Agatha Christie.

Antes de salir del restaurante compruebo que la cámara, el cuaderno y la copia del contrato estén en mi bolso. Después, me abrigo bien presintiendo que voy a recibir la bofetada del frío, como en efecto ocurre.

- Claro, te agradecería mucho que me acercases. En realidad es ya bastante tarde - acepto encantada su proposición, pensando por un instante en el extraño sueño. Con lo paranoica que soy, jamás volveré a ver los taxis con los mismos ojos.

Al salir a la calle se acurruca en su abrigo cerrándolo hasta arriba y ocultando la nariz en la acogedora bufanda gris que lleva anudada al cuello. Por suerte las gotas de lluvia todavía no os han alcanzado demasiado, ya que el temporal que se está preparando hace que el agua campe a sus anchas golpeándote por donde menos te esperas.

Meredith da al pequeño botón del cierre eléctrico y los pestillos suben, dejándote libertad para subir a coche.

Un rato de lenta conducción debido a la lluvia, unido a las calles tan solitarias hace que se le pongan los pelos de punta -Bonita ciudad esta, buen tiempo, poca gente y por lo que veo amistosos... me encanta... Parece que no está del todo cómoda con la ciudad, quizás porque aunque no es la ciudad mas peligrosa del país, al menos tiene un puesto en el podio, seguramente esto se lo debe a la gran fama que tuvo a cerca de problemas con la mafia. No seria de extrañar que esa fama fuese del todo real, incluso en estos momentos. Te señala con la cabeza, hacia tu cristal y en seguida puedes percibir una pelea entre hombres de raza negra y raza blanca. Meredith acelera sin dudar una vez el semáforo decide ponerse en verde.

No recuerdo dónde me habías dicho que vivías.- Enciende la radio, dónde cuesta encontrar una emisora debido al tiempo hasta que al final da señales de vida y se detiene en una canción de la época; Roxette.

Acomodada en el asiento del copiloto, me río ante su irónico comentario sobre Boston. La verdad es que a mí me gusta porque es mi ciudad de toda la vida, pero aún así puedo entender que haya quien se sienta abrumado. Es grande, ruidosa, y tiene demasiada gente.

- Lo cierto es que así es Boston... Lo mismo te enseña su cara bonita que su cara más espantosa - comento mientras vamos dejando atrás a los tipos de la pelea. Interiormente me siento un tanto culpable por no llamar a la policía desde una cabina o algo así. Ese tipo de peleas entre bandas suelen terminar en el hospital.

- ¡Ah, es verdad! - digo cuando me pregunta por mi dirección - Flatstone Street, número 28. Es una zona residencial muy tranquila, con este tipo de edificios modernos hechos en masa.

Después comienzo a tararear la canción de la radio mientras pienso en que tendré que hacer las maletas a toda velocidad.

La calefacción no tarda en calentar vuestros pies, como si una invitación acabará convirtiéndose en una necesidad después de quedar con la parte baja de la ropa empapada. De hecho el bajo de vuestros pies y los zapatos quedaron empapados, chapoteando en el agua que se acumulaba en las calles de forma excesiva e incluso os hizo resbalar alguna que otra vez antes de montar en el coche. El vehículo tarda más de lo habitual en arrancar, y si la temperatura sigue bajando no sería demasiado extraño que acabara por nevar por la noche, sin embargo los rayos y truenos han menguado su intensidad y con un poco de suerte la lluvia les acompañará en un rato. Finalmente Meredith consigue ponerlo en marcha, aunque resulta casi imposible encontrar una emisora de radio que se escuche en condiciones debido a las interferencias meteorológicas.

Conduce con cuidado y sin prisas, -a pesar de que le gusta la velocidad- y con este temporal todavía más. Reconoce la dirección de Bernie, incluso sonríe porque recuerda que allí tuvo su primera casa después de dejarlo con su marido por diferentes motivos que no venían al caso.

La zona residencial está equipada con varios detalles que la hacen única; un amplio parque, farolas que iluminan una larga calle empedrada donde por las mañanas siempre suelen circular peatones y no menos importante se encuentra aislada de todo tipo de fábricas, comercios o locales de bares que dejan olor a diferentes comidas. Tanto la tranquilad como la seguridad de la zona también se refleja. Meredith detiene el coche frente a un edificio de casas modernas y amplias, justo enfrente del Nº28, cuando repentinamente el motor ha decidido decir basta y se escucha un sonido ahogado como si el autómovil hubiera tragado demasiada agua.

-Mierda. Golpea con ambas manos el volante. Tenía que haberlo llevado al táller esta semana, pero no pensé que... Maldita lluvia. Reprime con un cabreo que reconoce que es por su culpa por no haberlo llevado a revisar. Algo nerviosa empieza a rebuscar en su bolso hasta que saca una tarjeta. Mira tras los cristales del coche como si buscara una cábina telefónica.

Tengo los pies congelados a pesar de la calefacción. En cuanto llegue a casa, lo primero que haré será ponerme unos calcetines mullidos y calentitos. Por eso, me alegro cuando el coche se detiene frente a mi edificio; empiezo a estar cansada de la noche.

- ¡Vaya, qué mala suerte! - exclamo observando el coche con cara de pena cuando finalmente expira su último aliento. Que el coche te deje tirada es una de las cosas que más cabrean a la gente, pero mi jefa parece intentar tomárselo bien. Al ver que Meredith busca una cabina telefónica con la mirada, abro la puerta del coche para bajarme - Si quieres, puedes llamar desde mi casa a una grúa o un taxi. Tener que buscar una cabina por aquí con la lluvia va a ser increíblemente molesto.

Inmediatamente comienza a colarse por la puerta un frío gélido que me pone la piel de gallina. La abro de un tirón y salgo para afuera, tapándome la cabeza con el bolso ya que empiezan a caer de nuevo los goterones de una inminente tormenta.

- ¿Vienes? - le ofrezco con una sonrisa apremiante.

La mujer se lo piensa durante unos pocos segundos como si cavilara el cámino más rápido para solucionar lo de su coche. El ambiente parece estar más sombrío y desértico que nunca, ningún alma parece moverse bajo la espesa lluvia que reina en las calles, parece que estáis vosotras dos y ninguna cábina al alcance de la vista por lo que se ve obligada a aceptar la propuesta de Bernie. Su reloj indica la hora en la que todo el mundo está o en el trabajo o refugiados en sus respectivas casas durmiendo.

-De acuerdo. Quita las llaves del coche y se baja rápidamente. Se detiene un segundo junto a la puerta y recoge el paraguas que casi siempre suele llevar por esta época del año sobre el asiento trasero. Mejor si cogemos mi paraguas para terminar un poco menos mojadas. Y gracias Bernie.

A la carrera, rodea el coche y centrándose mas en el tema abre el paraguas y te coge del brazo para poder compartir el paraguas de forma mas cómoda sin mojaros el hombro de fuera.

Me temo que aparcarlo va a ser imposible, así que lo mejor será llamar al seguro del coche para que vengan a recogerlo y que manden un taxi.- Comienzas a guiarla hacia vuestro destino; un refugio seco y caliente. No queda más que cruzar la calle mojada y llegar hasta el edificio.

A paso rápido, nos dirigimos hacia mi portal, el número 28. Busco mis llaves en el bolso poniéndolo todo patas arriba mientras revuelvo la cámara, los papeles que suelo llevar... Cuando doy con ellas, las saco con un suspiro de alivio.

- Estoy echando a perder estos zapatos - suspiro con tono de queja mientras introduzco las llaves y abro la puerta. Dejo que Meredith pase primero y cierre el paraguas, y luego me apresuro a entrar sintiéndome tremendamente aliviada. Sigo hecha una sopa, pero al menos no continuamos mojándonos, lo cual ya es un progreso.

El portal es amplio y está pintado de un agradable tono anaranjado. El suelo es de mármol castaño, y las lámparas que penden de las paredes iluminan agradablemente el lugar cuando le doy al interruptor de la luz. Me acerco al ascensor y pulso el botón de llamada, abriéndose al instante las puertas. Al entrar, le doy al 4º piso y me miro en el espejo. Tengo un aspecto terrible, y no puedo evitar reírme un poco.

- Menuda pinta tengo... Parece que vamos a tener unos días tormentosos - pienso por un momento en el vuelo - ¿Crees que el avión tendrá problemas para despegar mañana? No creo que escampe, la verdad.

Una vez se detiene el ascensor y se abren las puertas, me dirijo hacia el piso letra A, y abro.

- Bienvenida a mi humilde morada - bromeo con mi jefa invitándola a entrar - ¿Quieres que te dé una toalla para secarte? ¿Una taza de café calentito?

Mi casa no es una mansión, pero tampoco es un cuchitril. Está entera pintada de un color amarillo suave, y todas las paredes atestadas de cuadros y fotografías diversas. Me doy cuenta de que Meredith se queda mirándolas con interés, ante lo que siento un ligero orgullo. La mayoría de las fotos que están expuestas, son mías propias. Mis trabajos preferidos y muchos que ni si quiera he publicado o enseñado al mundo. Tras un pequeño hall de entrada, a mano derecha se encuentra la cocina, pequeña pero perfectamente equipada y moderna. Los muebles son de madera oscura con una gruesa encimera de mármol impecablemente limpia. A la izquierda está el salón, en el que tengo un sofá de terciopelo rojo, un gran mueble negro con mi televisión y una mesa baja que sirve tanto para comer como para estudiar. Una puerta al fondo del salón conduce a mi dormitorio y el cuarto de baño.

Espero a que Meredith entre y se ponga cómoda.

Las maldiciones entre dientes que le dedica al motor del coche parecían no ser suficientes como para hacer entrar en razón a la máquina y permitirla aparcarlo con comodidad. Retira las llaves del contacto un poco frustrada pero con el consuelo de saber que al menos se ha detenido cerca del portal y no en un sitio excesivamente malo.

Sigue al anfitrión hasta la casa.

En el ascensor sonríe coqueta mirándose en el espejo, apartando la gruesa bufanda del cuello y se baja un poco la cremallera de la chaqueta mientras contesta a eso del avión. Su respuesta es esperanzadora y admite con total seguridad que por unas estúpidas gotas no cree que cancelen el vuelo, al menos si no empeora el temporal. Al entrar en la casa se detiene junto a la puerta para deshacerse en un rincón de su bolso y sus zapatos que están empapados, no quiere ir dejando charquitos por todo el suelo, y menos mojar ese delicado suelo. -Es muy acogedora... el comentario le sale como lo mas natural del mundo mientras sus ojos se pasean por todos los muebles, las paredes, las fotos y demás enseres que conforman tu casa. Lo cierto es que nunca había pensado cómo seria e apartamento de una fotógrafa.

Ante el ofrecimiento de la toalla y esa taza de té caliente, se le escapa una sonrisilla ya que le apetecen las dos cosas realmente. Se detiene en el pequeño hall con la chaqueta entre sus manos, esperando alguna indicación tuya que le indique donde puede ir a secarse el pelo mientras cierras la puerta de casa. Siento ser una molestia, parezco una quinceañera... se dice algo avergonzada pero finalmente se decide por la toalla tras carraspear. Te agredecería mucho si me trajeras esa toalla, estoy empapada. Procuraré no cotillear demasiado.- Bromea.

Al poco tiempo de cerrar la puerta de casa, las luces del interior de la casa empiezan a vacilar a causa del pequeño temporal que sigue golpeando ahí fuera, pero se queda en eso, pequeño bajones de electricidad. No pasa más que unos pocos minutos cuando, ya con las toallas en la mano, todo queda a oscuras por un maldito apagón.

Parece que tardará en solucionarse, y lo peor de todo es que la línea teléfonica también se haya podido ver afectada. En cualquier caso parace que la mejor solución va a ser encender algunas velas o cualquier tipo de luz de emergencia, para, por lo menos no andar a oscuras por la casa.

Me río ante el comentario de Meredith, quitándome también los zapatos y el abrigo y dejándolos en el suelo del hall para no ponerlo todo pringando.

- Vayamos a buscar un regimiento de toallas - bromeo mientras me dirijo hacia el cuarto de baño, haciéndole un gesto para que me siga - Ten cuidado de no resbalarte con el agua. Ya lo limpiaré todo luego.

Una vez allí, abro un pequeño armario blanco donde guardo las cosas de aseo. Cojo mi albornoz rosa, el albornoz beige de invitados y tres grandes toallas blancas para el suelo y nuestro pelo. Inmediatamente se me mete en la nariz el olor a lavanda de la ropa, olor que, por cierto, me encanta. Le paso a Meredith el albornoz y una toalla.

- Voy a quitarme la ropa fuera, tú puedes cambiarte aquí, secarte un poco o lo que quieras - le dedico una sonrisa divertida - El final de la noche ha sido un poco pasado por agua.

Cierro la puerta, dejando a Meredith a solas para que se seque, y entro en mi cuarto, donde me desvisto a toda velocidad, me seco bien y me pongo el albornoz. Después cojo mis zapatillas de estar por casa y me las pongo, y luego me seco el pelo notando un creciente alivio. Canturreando me dedico a recoger la ropa mojada de la entrada, cuando de repente suena un zumbido y la luz se apaga. No puedo evitar sobresaltarme.

-¡Mierda! ¡Qué susto me ha dado! - digo en voz alta y riéndome, para que mi jefa me escuche - Genial, ahora sí que no veo nada. ¡Ten cuidado con el agua! Voy a coger unas velas de la cocina.

A ciegas, voy palpando la pared hasta llegar a la cocina, donde en un cajón guardo velas y un mechero. Cojo dos y, tras varios intentos, el mechero se enciende y puedo prenderlas. Lo dejo todo por medio y vuelvo hacia el salón, donde espera Meredith, y le tiendo una vela.

- Voy a comprobar si funciona el teléfono. Supongo que no tardará mucho en volver la luz, normalmente con estas tormentas se tiene que estabilizar la electricidad o algo así, y luego ya va todo bien... - me acerco al teléfono y lo descuelgo para comprobar si hay línea, mientras con la otra mano le indico a Meredith que se siente y se ponga cómoda.

Camina de puntillas, haciendo un mínimo de equilibrio por culpa del alcohol de las margaritas. Meredith es una mujer que se pone tonta enseguida. No tropieza con nada de camino, y entre algunas risas de buena gana reconoce que aquellos cócteles se le han subido un poco a la cabeza. Pero nada fuera de lugar.

Cuando le pasas la ropa la sujeta, procurando no acercarla demasiado a su actual conjunto empapado. Sonríe por el ofreciemiento del baño para un lugar más íntimo y se dirige hacia allá. Sigue sonríendo por ese comentario de menuda noche estáis teniendo; Primero el coche, y luego acabáis mojadas. Pero por suerte no es un día de esos que haya que tener mala cara, sobre todo porque las dos habéis llegado a un acuerdo en la reunión. -Gracias. Luego puedo ayudarte a recoger todo esto. Sin cerrar la puerta del baño deja el albornoz que le has ofrecido sobre el primer lugar que ve con cuidado. Parece estar todo muy ordenado y no quiere estropear todo ese orden.

Va dejando las prendas empapadas en el suelo para que luego sea más fácil secarlo, ya que sólo se moja esa zona en concreto. La tarea se hace un poco difícil porque la camiseta interior se adhiere a ella como una segunda y fría piel, pero cuando por fin consigue ponerse el albornoz por encima empieza a entrar en calor mas rápido. Lo gracioso del asunto es cuando las luces se apagan, que emite un grito ahogado acompañado de unas carcajadas por el susto que os habéis llevado las dos casi de forma simúltanea. Reconoce mentalmente el camino hacia el salón y se acerca hacia allí. Sin olvidar de coger la ropa y la toalla.

Se que no hay luz, así que aunque tuvieses secadora seguiríamos igual pero ¿algo de calefacción para ver si se seca?. En ese momento decides primero ir a comprobar la línea telefónica. Debería ir, esas líneas suelen estar más protegidas para este tipo de tormentas...- Mientras continúa secándose el pelo con la toalla, y toma asiento en el sofá tras tus indicaciones.

El teléfono da señal. Pero desgraciadamente aparece una señora robotizada emitiendo un mensaje de información: <<Lamentamos las molestias, pero en estos momentos no se encuetran operativas nuestras líneas>>

- Vaya. En estos momentos no funcionan las líneas, aunque al menos hace señal, ya es algo - cuelgo el teléfono - Esperemos un poco y luego llamamos otra vez, a ver si no les dura demasiado el parón.

Observo a mi alrededor el salón en penumbra, solo iluminado por las velas, y nuestras pintas con los albornoces... Y no puedo evitar soltar una carcajada.

- Madre mía. ¿Pero has visto la situación? ¡Parece que vamos a hacer la ouija y hemos vuelto a los 15 años! - bromeo entre risas. Después me pongo más seria y digo - Voy a comprobar si funciona la calefacción o algún aparato electrónico, aunque lo dudo. ¡Eh, pero podemos hacer café para amenizar el rato!

Sonriente, me dirijo al aparato de calefacción y trasteo un poco con los botones. Después, voy a la cocina para encender el gas y prenderlo con el mechero, a ver si va correctamente, mientras comienzo a cantar la canción que habíamos venido escuchando en el coche antes de que se quedara parado.

Termina por secarse el pelo y apoya la toalla en sus rodillas, esperando a que le des una buena noticia con el teléfono. Los ojos ya se han acostumbrado a la penumbra y puedes percibir un pequeño gesto de desánimo en tu jefa al confirmar que no hay línea. Pero en seguida cambia por otro más agradable, y echa a romper a agradables carcajadas por el comentario de que parecéis dos quinceañeras a punto de practicar la ouija. -No me dirás qué no te atreves a hablar con los muertos. Añade mientras se recoge el pelo en una coleta para continuar con la broma.

¡Hei, espera! Te acompaño a comprobar si funciona algo y a preparar ese café pero nada de sustos, ¿eh? No me gusta estar a oscuras y menos quedarme sóla en el salón. Casi a la carrera trata de ponerse a tu estela y en el intento sufre pequeños resbalones que no hacen más que alargar las carcajadas. Pero ninguno de ellos la pone en peligro de caerse contra el suelo.

Ya en la cocina podéis comprobar que si hay calefacción y también funciona el gas para preparar café. Por lo menos no son todo malas noticias. Meredith apoya la vela sobre la encimera para que esa zona tenga algo más de luz y de un pequeño salto se sienta encima. Dime, Bernie. ¿Echarás de menos tu gente, tu casa, la ciudad... tu novio? Bromea un poco coqueta la mujer. Cuando vine aquí tuve que dejarlo casi todo. Y es complicado afrontar esa situación, pero bueno aquí estoy... aquí estamos las dos sobreviviendo a esta tormenta.- Sonríe de forma simpática mientras sus ojos se fijan en esas pequeñas e hipnotizantes llamas azuladas que van calentando la cafetera.

Comienzo a sacar las cosas para preparar el café y a encender el gas. Después de ponerle el agua y toda la parafernalia, lo pongo al fuego para esperar.

- Pues la verdad es que no. Estoy acostumbrada a viajar, es algo que me gusta... Alejarse por un tiempo de Boston siempre me resulta agradable, aunque volver también, eh. Mi ciudad es mi ciudad - me río y continúo en tono de broma - Y oye, quién sabe, a lo mejor hasta me echo un novio por Reikiabik. Bueno, pero ya en serio, tengo ganas de viajar. Supongo que es algo muy característico en mí, siempre con ganas de conocer mundo... Y nunca he estado por esa zona. En Europa he estado varias veces, pero he ido a Suecia, Francia, España, Italia... Destinos más típicos.

Espero unos minutos mientras charlamos hasta que el cacharro del café está lleno a la mitad, y cojo dos tazas para servirlo.

- ¿Con leche o solo? - pregunto abriendo el frigorífico con una sonrisa y sacando un brick de leche. Tras su respuesta, lo sirvo y le tiendo la taza, haciéndole un gesto para que volvamos al salón. Antes de salir cojo la vela por miedo a tropezarme con algo, que ya es lo que le faltaba a la noche. Una vez en el salón, me siento cómodamente y tras un sorbo de café calentito (que viene perfecto en estos momentos), vuelvo a descolgar el teléfono.

- A ver si vuelve...

Os dedicáis a conversar tranquilamente mientras se va haciendo el café, eso sí, sin luz alguna salvo algunas farolas de las calles que han sobrevivido al apagón de la tormenta. La cual ya empieza a amainar. Ya no se escuchan esos rugidos, esos relámpagos que iluminan en ocasiones de manera tenue el salón. Sin duda es buena señal, y las líneas telefónicas es posible que hayan vuelto a la normalidad.

-Con un poquito de leche. Pero un poco nada más. Hace un gesto de la mano, ayudándose con los dedos índice y pulgar como si inidicara la cantidad de leche que quisiera en la taza. También trata de no tropezar con nada en el corto trayecto hacia el salón, deseosa de probar el aroma de ese café. Se sienta a tu lado, en el sofá y espera a ver si en esta ocasión hay más suerte.

Y efectivamente, cuando descuelgas el teléfono todo indica que las líneas ya están operativas. Antes de volver a colgarlo, sientes como unas manos cariñosas acarician tu cuello, baja por el mismo brazo sobre el que sujetas el teléfono y te ayudan a colgarlo. No sabes muy bien lo que sientes realmente, pero lo que sí notas como la temperatura de tu cuerpo arde de una manera que deseas deshacerte de ese albornoz que te cubre. Los labios de Meredith se pasean por tu nuca, mordiendo en ocasiones allí por donde pasa su boca. He deseado besarte desde que hemos entrado por esta puerta. Susurra en tu oído.

¿Cómo te sientes? Yo la verdad como una idiota. Dios mío, lo siento... Parece un poco arrepentida, y gracias a la poca luz que hay, sus mejillas ruborizadas pasan desapercibidas. De todas formas no parece que quiera seguir con el tema, quizá se haya lanzado a la piscina demasiado rápido por culpa de los duraderos efectos del alcohol. En cualquier caso ella no está dispuesta a dar un movimiento más, a no ser que te sientas cómoda. Será... será mejor que llame por teléfono y me vaya.-

En cuanto noto los labios de Meredith en mi espalda, me pongo completamente en tensión. ¿Qué demonios...? Al principio pienso que está de broma, ya que llevamos un rato de cachondeo y pasándolo bien; pero entonces dice que quiere besarme. Noto un montón de sentimientos contradictorios en mi interior, pero ante todo, un gran nerviosismo. Por una parte, tengo la piel de gallina por el roce de su piel contra la mía. Lo cual puede explicarse fácilmente con una carencia de sexo en los últimos meses y un exceso del excelente vino italiano. Pero por otra parte, jamás en mi vida me he sentido atraída por una mujer. No tengo prejuicios, ya que el amor es otra forma de arte y por lo tanto, libre, pero aún así... Simplemente, me gustan los hombres.

Las mejillas me arden a más no poder, seguro que las tengo completamente rojas, y carraspeo ligeramente mientras me giro hacia ella. No sé qué narices decirle. Por un instante, sus caricias me han parecido agradables; pero el hecho de que sea mi jefa lo hace todo tremendamente complicado. Me siento confundida y no sé cómo reaccionar. Como siempre que estoy nerviosa, me retuerzo las manos mordiéndome los labios.

- Meredith - comienzo a hablar sin saber qué decir exactamente, terriblemente incómoda - Yo... la verdad es que no sé qué decirte. - vuelvo a carraspear - Eres una mujer increíblemente atractiva y divertida, pero... esto... es que a mí me gustan los hombres - Ay, por dios, vas a perder tu trabajo, pienso de repente de forma inconsciente - Me lo he pasado genial contigo, y no quiero que te sientas mal ni nada por el estilo... eh...

Hago una breve pausa para ver cómo reacciona. La situación es tan insólita que no puedo evitar sentirme sorprendida, y el corazón me late muy deprisa. Siempre me pasa lo mismo. Cuando me sucede algo en lo que me siento fuera de lugar, algo incontrolable como esto, noto como si me fuera a dar un ataque de nervios. Vamos, tienes que cortar la situación. ¡Córtala!, pienso a lo desesperado. Vuelvo a coger el teléfono como si nada, como si no estuviéramos en mitad de un vergonzoso silencio, y me lo pego a la oreja.

- Vaya, parece que vuelve a haber señal - comento con toda la tranquilidad del mundo. Aparente, claro.