Partida Rol por web

2 Enero 1700 T.E. Entrando al "Gran Bosque Verde" conocido como "Bosque Negro". En el Râd Angaladadh desde Buhr Widu. 07:41  Cielo totalmente encapotad. Sin viento. 7ºC. Grandes charcos, desde alguno que podrían considerarse laguitos o lagunas, hasta verdaderas corrientes, que vadearlas tiene su riesgo.

Un elfo, con un broche que lo delata como de familia real, desciende de un árbol. Una pareja de humanos se preparaba para salir. Continuar con su camino, que ahora igual sería más fácil hacer en barca que sobre monturas.

Ambos hombres se enfrentan, como a unos 10 metros de distancia y dos charcos en el camino. Cierta montura, con veteranía, años y heridas sobre su grupa mira en varias direcciones, hacia los árboles. Un elfito baja corriendo de su torre arbórea para recuperar el arma caida, y se apresta a regresar donde estaba oculto, y desde donde su arco perdió firme, antes de caer. Era extráñamente joven. Tal vez, demasiado.

Raban mira al extraño personaje. Un elfo de los bosques, joven. Posiblemente haya usado el árbol como refugio del tremendo aguacero de la noche, al igual que ellos.

No es normal encontrarse así con un elfo del bosque, pero Raban piensa que aún será menos normal para él encontrare con un par de humanos en su bosque. Fijándose en el broche piensa que tiene que ser de una familia importante.

El elfo dice algo... demasiado rápido como para que Raban lo entienda, aunque pilla bastante del contenido. En sus tratos con los elfos, Raban no suele tener problemas, siempre y cuando no hablen excesivamente rápido.

Responde en élfico señalando la comida.

- Come algo caliente. Repíteme lo que has dicho más despacio. - Acompaña sus frases con gestos señalando la comida.

Inmediatamente habla con Alina en lengua común.

Habla con Alina en lengua común:

- No parece agresivo y puede ayudarnos en el bosque. Aquí es muy fácil perderse. No creo que tenga problemas en hablar con él, siempre y cuando no lo haga muy deprisa ¿tú sabes algo de élfico?

- No parece agresivo y puede ayudarnos en el bosque. Aquí es muy fácil perderse. No creo que tenga problemas en hablar con él, siempre y cuando no lo haga muy deprisa ¿tú sabes algo de élfico?

Un esbozo de sonrisa que no llegó a formarse me hizo darme cuenta, quizá por la costumbre de utilizar la lengua de mis padres: — La Lengua Comun, debería utilizar la Lengua Común. Los descendientes de los Edain han ido olvidando el Sindarin que sus Padres aprendieron en Doriath hace ya mucho tiempo...

Asentí levemente con la cabeza, mientras, gracilmente, vadaba los charcos que tenía enfrente para acercarme a aquel par de extraños. No parecían ser peligrosos, y quizá relacionandome con ellos obtendría las respuestas que buscaba.

— Aceptaré ese pan — contesté, cortés, aunque algo frío, en el idioma común del oeste, que hablaba con un marcado acento élfico, observando a la pareja, mientras descolgaba mi arco, y me sentaba en una piedra observando con atención a aquel ejemplar de caballo curtido en mil batallas — Teneis un buen centinela. — continué — Él me vió hace un tiempo... — Despues, volví a centrar mi atención en el hombre: — Decía es obvio que habeis tenido problemas en el Râd Angaladadh. — le dije, señalando al camino — Esta zona pertenece al Reino del Bosque, así que, si me decís qué problema habeis tenido, podemos hacernos cargo... — acabé, señalando la herida de su costado, que con tanto mimo había tratado su compañera, para acabar quedándome erguido, entrelazando los esbeltos dedos sobre mis rodillas.

No había dado , adrede, ningún dato relativo a mi, pero era obvio que el humano había reparado en el anillo que lucía en el dedo índice de mi mano izquierda: — En futuras reuniones con extraños, debo retirarlo de su sitio...

- Los problemas ya han sido solucionados. - sonreí al pensar en los dos sicarios que habían recibido su merecido a cambio únicamente de una nueva cicatriz. - Ahora mismo lo que tenemos que hacer es entregar "eso" - señalé a uno de los caballos que llevaba una carga - Sería una gran ayuda si pudieras guiarnos hasta el destino.

El elfo era reservado y Raban poco curioso, así que no hizo mención del anillo que su nuevo compañero llevaba.

Miré de reojo a Alina, ella sabía a quien teníamos que entregar la carga.

Escuché con atención las palabras del humano. Años sin salir del bosque se cobraban su canon, y mi conocimiento de la lengua común del oeste no era precisamente mi mejor virtud, aunque no me era extraña la labor de embajador de mi Pueblo.

— Solucionado?? — asentí lentamente, evaluando nuevamente al descendiente de los Atani: — No es novato — comprendí, dándome cuenta de que ellos siempre me parecían "jóvenes", pero navegaban por su corta vida en una vorágine de aprendizaje continuo.

— Debo suponer entonces que ya no os siguen?? Orcos?? — pregunté, dejando la segunda cuestión para el final, pues lo primero era proteger las fronteras del Reino de mi tío. "Orco". La palabra en oestron sonaba incluso más repugnante que en la lengua de la Primera Edad.
Mientras esperaba la contestación del Adan no pude evitar volver a admirar al caballo: — Así que eres el protagonista de esta historia...?? — pensé, evaluando de nuevo al equino, buscando un sello, una insignia en la silla o aperos que me dijera a quien podía pertenecer.

— Guiaros?? — ahondé después en la segunda cuestión. Intrigado estaba, sin duda, y el desparpajo del humano me había parecido... divertido, pero no estaba dispuesto a que abandonasemos nuestra posición así como así para hacer de guía... — Quien es el destinatario?? — pregunté, con voz neutra. Esa era la verdadera cuestión.

La mujer, firme como parecía, intervino para dar un matiz de color a la conversación.

- Vamos al otro lado del bosque. Mi maestro preparó estas mercancías, a solicitud del Mago Marrón. Fue disminuyendo la voz, y luego aclaró. - Y aunque no lo puedo asegurar, creo que no nos sigue nadie.

Tu vena de desconfianza, aprendida de tu tio, te hace pensar que esa montura no pertenece al hombre. - ¿Robada? No lo crees, ya que es una bestias demasiado lista como para dejarse "robar", pero es rara. Además, está claro que es un "excedente" del ejército de los humanos del Reino de Gondor.

Tampoco podías creer que las mercancías que transportaban el resto de equinos fueran para Radagast, ya que ese hombre, todo lo que tenía, era conseguido por si mismo, por sus animalitos o prebendas de algún dios ... o de la naturaleza misma.

- Pues eso mismo. - dijo Raban con una sonrisa dirigida a Alina.

- Si te viene bien, nos gustaría que te unieras a la pequeña expedición. - insistió Raban, seguía pensando que la ayuda del elfo sería genial en sus circunstancias. - Por cierto ¿qué hacías en el árbol? Si hubieras bajado podríamos también haber compartido la cena.

Raban se levantó y estiró el cuerpo, flexionando sus músculos. Sentía todavía el dolor en el pecho, pero era algo que no tenía que deternerle en caso de necesitar luchar. Se ajustó su túnica de malla y las dos hojas en la espalda, a la vez que colocaba el arco tensado a un lateral del caballo.

- Alina puede ir en el caballo, nosotros tendremos que andar. - Con esas palabras, Raban indicaba que ya estaba dispuesto para la marcha.

Mi rostro bien pareciera una máscara, dada la quietud con que esperaba, mientras escuchaba hablar a la mujer, que hasta ahora había permanecido callada, dejando al hombre el peso de la conversación, pero, cuando el humano volvió a hablar de nuevo, no pude evitar esbozar, esta vez sí, una ligera sonrisa, condescendiente: — Por qué los Primeros Nacidos y sus descendientes son tan... impetuosos e impacientes...?? — me dije, antes de levantar una mano, pidiendo silencio al hombre, para girarme levemente hacia la mujer, y decir:

— No tengais tanta prisa, amigo. Pronto sabremos si realmente os siguen, pero me temo que tendreis que ser mas concreta, Alina: el mago pardo no es muy amigo de los "bienes materiales" — dejando claro que conocía lo suficiente del istari — así que tengo curiosidad por saber qué, de entre ellos, puede suscitar el interés... Y quien es vuestro maestro?? — acabé preguntando, sin levantarme aun del tocón, dejando claro que no pensaba moverme sin recibir ciertas respuestas a cambio.

— Después intentaré satisfacer vuestra curiosidad, amigo, aunque me interesa también saber como ese animal ha llegado a caminar a vuestro lado... — dije al varón, señalando con la barbilla, al veterano garañón.

Despues, permanecí mirando fijamente, alternanto entre el hombre y la mujer, esperando su respuesta.

La mujer miró a Raban, esperando si intervención.

El viejo caballo de guerra miró, de uno en uno, y por turnos, a los elfos. Se quedó fijo en el "manazas" que había perdido el arco de manera accidental. Quien lo mirase a los ojos diría que se está riendo del infeliz patoso.

A ti, en su revisión, de uno en uno, te saltó. No te ha estado mirando.

Tal vez ... te tenga ya muy visto.

Raban estaba de pie, al lado del Gran Percherón.

- Este viejo animal fue un antiguo caballo de guerra entrenado. Aunque las heridas sufridas y la edad, ya no le permiten ser el Caballo de Guerra que fue, es grande y fuerte, y está perfectamente preparado para esta misión, que podría ser la última.

Acarició el cuello del gran caballo. El animal conocía a Raban y se mostraba tranquilo en su presencia. Le dio un suave golpe cariñoso en el cuello.

- ¡ Una última ronda ! ¿Verdad, viejo? - Se volvió al elfo. - Un caballo como éste no debería morir olvidado en un granero. - Se lamentó. - Ser un superviviente te priva de la gloria de una muerte honrosa para acabar vomitando bilis en un lecho lleno de pulgas.

Raban era práctico, quería volver al tema principal.

- La verdad, no se qué quieres saber de este caballo, pero sí te voy a decir una cosa: no me gustan ni los magos ni la magia. Así que no voy a meterme a husmear ni preguntar. Nos han dicho que entreguemos ésto al mago marrón y es lo que vamos a hacer.

- Y una mierda me importa a mi lo que haya ahí dentro. - terminó un poco tajante Raban. En su mundo meter las narices donde no te importa normalmente terminaba perdiendo tus propias narices. Esto no era más que otra entrega más, una de tantas.