Partida Rol por web

Consigues soportar el dolor a base de morderte el labio inferior.

Estabas por darle una patada al gatito, pero este no cejaba en intentar llamar tu atención.

Te despides de los enanos y va a sus quehaceres en este aciago momento.

Me dirijo hacia el "camino" por donde se han ido los orcos, dispuesto a fijarme bien en él. Me interesa saber si es un camino propiamente dicho o se han ido a través del bosque o la montaña. Busco cualquier rastro de su movimiento y miro a lo lejos a ver hacia donde se dirige esta dirección (no solo si al este o al norte, también si va montaña arriba o montaña abajo).

Pero antes de irme, tengo que intentar averiguar que está poniendo nerviosos a los leones. Me agacho y me acerco a ellos, les acaricio el lomo y les pregunto en voz baja. ¿Que os pasa amigos? Apreto mi medallón contra el pecho y escucho dentro de mí, pensando que quizás pueda ayudarme a entenderlos. Les miro atentamente, intentando leer en sus miradas y movimientos si les preocupa o asusta alguna cosa en concreto.

Cuando les preguntas sales corriendo.

Ellos corren delante de ti.

Te hacen correr por una hora, pero cuando ven que ya no puedes más, empiezan a aminorar el paso. Ellos también parecen fatigados. Segur las huellas de los monstruos no es nada complicado, sobre todo por las marcas en la nieve. Van hacia el sur, y cuando llegas más allá de la vista, giran hacia el oeste. Ya vas caminando, pero te das cuenta que cada vez hay más distancia entre los perseguidos y tu.

6 Febrero 1700 T.E. 14:04. Totalmente encapotado. Fuera nieva levemente -5ºC. Viento leve. Montañas Grises. Estribaciones de las Montañas Grises.

Ya es medio día, y tus piernas empiezan a pedir clemencia. Un dolor lacerante perfora tus muslos, pantorrillas y talones. Sudas. Los leoncitos están algo mejor que tú, pero ... no mucho mejor. Estáis lo bastante lejos como para poder asegurar...estás lejos.

Uff, he corrido más de lo que hubiera querido. Miro a los leoncitos y espero que se hayan desfogado un poco. Miro mi equipaje y me pregunto se debería haberlo llevado. No si realmente voy a volver para el funeral de Boggovir. ¿Lo haré? No pretendía engañar a los enanos y quería honrar al maestro. Pero tampoco podía perder tanto tiempo como para volver atrás.

Pero cada cosa a su tiempo. Ahora tenía que pensar en lo que estaba haciendo. De momento estaba en... algún lugar de las montañas. Y los enemigos que perseguía estaban... en otro, más adelante. Y había venido buscando a Grindel, por que... Mi cabeza empezaba a doler tanto como las piernas al ver lo perdido que estaba en realidad. No me gusta nada, musito para mí mismo.

Miro el paisaje a mi alrededor y me pregunto si hay alguna elevación desde la que pueda intentar ver más lejos. Quizás pueda ver a los orcos, o por donde han ido. Mientras pienso que hacer, me siento en algún lugar adecuado y me miro las piernas, para asegurar que las heridas provocadas por los leones no se me hayan ensuciado y no se vayan a infectar.

Te miras las piernas tras sentarte. La mochila es una impedimenta demasiado grande. Te la tienes que quitar primero.

Son marquitas nada más, y no es problema, pero cuando pinchan ... duele. Miras para buscar una zona en la que poder disponer de una altura interesante, pero las arboledas te lo impiden bastante. Además, son zonas de lomas y colinas de cierto porte. Si han pasado una loma, por muy alto que estés, no podrás verlos.

Esta claro que desde aquí no voy a poder otear en la distancia. Y me parece por el rastro que los enemigos se alejan, en vez de acercarse. ¿Qué hacemos? le pregunto en voz baja a los leones (obviamente sin esperar respuesta). Me acerco a los rastros y me agacho en el suelo, pongo la palma de mi mano en el suelo y musito una plegaria, intentando usar mi magia para que la naturaleza me indique a donde va a parar este camino.

No existía un camino como tal, pero sabías que siguiendo por esta ruta, hacia donde se encaminaba, llegarían en pocos días, hacia los collado y pasos que cruzaría las fronteras entre Rhovanion y Angmar.

Unos, difíciles, otros, además de difíciles, plagados por orcos, bestias como Dragones de Frio Helado y gigantes de varios tipos. Incluso, el mejor, remontar un rio, el propio nacimiento del Anduin, es el más poblado de fauna autóctona, salvaje, y bestial.

Parecía claro que los orcos se dirigían hacia Angmar, o al menos hacía las montañas que hacían de fronteras. Ambos eran territorios hostiles y peligrosos en los que Borgvir no se iba a meter solo si podía evitarlo. Dejemos esta persecución por el momento, amigos. La venganza, si llega, no será ahora. Y no sabemos si llevan consigo señal de cuales son nuestros objetivos. Borvir se detiene a pensar cuales son sus objetivos. Gringel, el huido mestizo, a quien Boggovir le encomendó encontrar. Pero no sabía donde se había ido ni si tenía algo en común con estos bandidos, más allá de su paternidad. Por otro lado, no podía olvidar los jinetes alados que había visto y el temor que irradiaban. Debía investigar si estaban relacionados. Iban a caso los jinetes también en dirección al oeste, a las tierras de Angmar.

Por el momento, dejó atras los pensamientos sobre estos objetivos y recordó a los enanos y al maestro Boggovir. Iremos a rendirle respeto. Una última noche con los enanos, a ver que descubrimos y volvemos a las tierras salvajes, donde vosotros estais mejor. Le dijo a los leones mientras iniciaba el camino de vuelta al hogar de los enanos.

6 Febrero 1700 T.E. 22:00. Totalmente encapotado. Nieva levemente -6ºC. Viento leve. Montañas Grises. Estribaciones de las Montañas Grises. Ceca de la casa y mina de los Boggovir.

La última hora te has guiado por el resplandor de la hoguera. Has querido llegar, pero el cansancio que arrastras, tras el pateo, tan cargado, es tremendo. LLegas arrastrando la cobija. No te puedes permitir carreras así. Mañana te dolerán las piernas. Los enanos se ponen tensos la verte llegar, pero cuando aparece un hombre con dos leoncitos dormidos en los brazos, se dan cuenta de quién eres.

- ¿Los pillaste? Es la pregunta que miles de ojos realizan.

He vuelto para despedir al maestro y a los compañeros caídos. ¿Llego a tiempo? Lo siento, no he podido alcanzar a los orcos. Iban hacia Angmar más rápido que nosotros. Estoy cansadísimo y espero el momento de poder descansar, pero ya que he vuelto, lo primero es lo primero. Me acerco a la pira, mirando a ver como van los preparativos, confiando en que esto acabe pronto.

Una vez haya visto la situación, busco un lugar tranquilo donde ponerme y descargo a los leones y a mis bolsas en algun lugar cercano a mí y donde pueda verlos

Hay un leve goteo de enanos, que se van marchando poco a poco. La mochila la dejas apartada, y además, dejas a los mininos encima. Se arremolinan entre ellos y hay una bola de patas, pelo y colas, en la que no se sabe donde acaba uno y empieza el otro.

El fuego ya ardía antes de que llegaras y arde por lo menos media hora más. La verdad es que el haberte quitado el peso de encima, era un alivio. Quedáis tres enanos al final. Uno de ellos te suena. Era de los que, cuando el primer día, te colaste en la mina, y 3, como guerreros, fueron a por ti, antes siquiera de conocer a los leoncitos.

Me acerco al enano conocido, confiando que me tenga más confianza quizás que los otros. Adios, Boggovir. Que los dioses le acogan en las estancias de Mandos con los máximos honores. En un principio le habló a la hoguera, en un volumen no muy alto pero suficiente para que el enano me escuche. Después me giro hacia él. ¿Sabeis si el maestro Boggovir tenía familia, mujer o hijos. Aquí o en cualquier otro lugar. 

- Que los ancestros le tengan en los salones y disfrute de la eterna compañía de estos. Respondió a tu plegaria sin quitar los ojos de las llamas. Luego, lentamente se giró. No podías entender su gesto, pero sus ojos indicaban algo que ....:

- Pues realmente no. El último, su sobrino, marchó hará cosa de un mes. ...que te aclaró con su pregunta: - ¿Y tú como sabes eso? Estaba claro que el enano te había contestado por cortesía, ya que entendía que la respuesta la conocías. Te diste cuenta que era así

Uno de tus compañeros ha dicho esta mañana, antes de que yo me fuera, algo sobre que un heredero por sangre había abandonado vuestra comunidad. Pero, la verdad, no sabía que se trataba de un sobrino. Contesto tranquilamente mientras intento leer en el tono y el gesto del enano como se siente al respecto de esta conversación.

- ¿Mi padre? Pregunta sorprendido, haciendo saltos entre mirarte a ti, a los ojos, y mirar a la hoguera que aún ardía con un cuerpo, de alguien con quién habías hablado unas horas antes.

La pira crepitaba. El fuego levantaba ascuas incandescentes y el frio, aunque no demasiado intenso, os golpeaba levemente. El viento, también leve, hacía que el fuego sonase como un fuelle soplando en la fragua. Ambos, solos, ante el fenecido, os miráis a los ojos, y los del enano, aunque de menor estatura, parecen ser enormes, y atravesar su cuerpo como lo haría un cuchillo caliente a la mantequilla tibia.

Estabas, según lo que imaginabas, ante el que sería, el nuevo Maestro Minero.

¿Tu padre? ¿Quién es tu padre? El guardián estaba confuso, estaba agradecido de su amistad con los enanos y el maestro boggovir, que ahora ardía ante él, había sido un amigo. Pero hablar con los enanos le causaba dolor de cabeza. Se quedó mirando al enano con el que hablaba. Perdón, pero no estoy seguro de que nos hayamos presentado personalmente. Mi nombre es Borgvir, ¿cual es el tuyo? Disculpad, pero me cuesta recordar todas vuestras relaciones. Siguió hablando mientras de nuevo miraba la pira. El maestro Boggovir, no tenía hijos, por lo que dices. Pero tenía un sobrino que abandono vuestro grupo hace un tiempo, por lo que yo sé. ¿Él es tu padre? O tu padre es quien me lo dijo está mañana, quizás.

Dio un suspiro y miró un momento al cielo, a ver las estrellas. No entendía a los enanos y ellos no le entendían a él. Se preguntaba si debía decir abiertamente lo que el maestro le había confesado, pero algo dentro de él le decía que debía ir con cuidado con esa información. 

Se giró lentamente. Fijó la mirada en las llamas. Solos, ambos, ante el fuego funerario.

Esa mirada te era una contestación. Te podías dar cuenta que era su padre el que ardía. El que yacía. Habían habido más piras esa noche. Más bajas que lamentar. Más hermanos perdidos por culpa de esos desgraciados de sangre negra. El mal extendía sus garras lejos, en muchas direcciones, y en temas que algunos jamás hubieran conseguido imaginar, o consideraban sagrados, intocables e inmutables. Habían sido mancillados todos los temas, en todos los lugares.

- Gulak. Susurró como respuesta, ausente, con los ojos perdidos en la distancia, como la mirada de un ciego. - Gulak Boggovir.