Partida Rol por web

Fram comenzó a dudar de si podría llegar a calentarse con un fuego. Lo había visto hacer pero, al probar unas cuantas piedras de por ahí, realmente no consiguió sacar ni una chispa, y le iba a embotar a la daga el filo.

Por el momento eso no era lo importante: lo importante era tener algo que comer, aunque fuera crudo.

Como muchos dicen, el hambre agudiza en ingenio, y tú disponías de mucha. Mucha hambre.

Te has escurrido entre unas ramas, con la intención de poder cazar algo desde arriba, al caer sobre ello, pero en las ramas te viste con una sorpresa. Una gineta escalaba, sigilosa, entre las ramas, buscando ... lo mismo que tú. Esta, guiada por su instinto y olfato, escaló hasta situarse a unas pocas brazas de un par de nidos. Entonces reorientaste el objetivo. LA gineta podría ser una carne dura, pero en estos momentos apetecible. Por suerte para la gineta, tu discreción fue la "justita". Tan justita, que no tardó en escuchar tus burdos arrastrones, para evitar caer, en post de esa apetecible presa. La asustada bestezuela se lanzó en una vertiginosa carrera que terminó sin tener por donde correr, pero sin detener sus pasos, así que en el vacío calló a plomo. Al caer abajo pensaste que ya tenías cena, y sin tener que cazarla, pero para tu decepción, y tras un grito de dolor del animal, tras caer 8 metros de altura, dio varias vueltas, en su desorientación y desapareció de tu vista, con la misma velocidad que le caracterizaba por las ramas.

De todas maneras no eras tonto. Si la gineta estaba allí, era por algo. Seguiste el camino que ella había emprendido, de manera sigilosa, antes de su huida. Allí unos nidos. Había varios, y por lo menos 5 razas diferentes de aves. En estos momentos te daba igual si eran águilas, palomas, cuervos ... o pájaros carpinteros. Era un magnífico desayuno, y no fuiste capaz de terminártelos todos.

Te habías resarcido del hambre pasado. Y todo, gracias a una gineta, que te había cedido su desayuno.

- Pobre, que leche se ha dado.

¡Valar! Qué delicia los pequeños huevecillos, todos con su pequeño pollito todavía blando y por formar. El jugo resbalaba por entre las comisuras de Fram el Bisagra que, quién lo diría, estaba imposible de reconocer en tan poco tiempo que había pasado.

Su postura singularmente deforme por causa del dolor que le causaba su costilla rota o fisurada (rogaba que fuera esto último), el cabello enmarañado, enjuta la figura, sucias las manos de comida que chupaba mezclada con algo de tierra.

Tuvo que hacer un esfuerzo para no vomitar, pues el atracón que se había dado solo cesó cuando su estómago gritó "¡basta!". Había más huevos. Pequeños huevecillos en su caja sin tapas ni bisagra que él podía intentar transportar el algún rincón de su persona.

Buscó hierba muy seca e hizo un nido con ella y, desabotonando dos o tres ojales de su chaqueta, hizo un hueco lo suficientemente amplio como para que cupieran la mayor cantidad posible, sin comprometer su integridad, puso con gran cuidado todas sus provisiones en ese hueco.

Luego, por fin, abandonó la postura bestial que había asumido y se irguió, cuidando no recortar su perfil contra el firmamento, por si le espiaban. Oteó el horizonte. Miró la escena de su banquete salvaje. Pasó un rato intentando que sus huellas no fueran tan evidentes. Volvió a levantar la vista para orientarse. Ahora estaba en condiciones de hacer algo de camino. Antes había que beber: la comida le había dado sed. Bebió con prudencia: debía retener en su estómago todo el alimento.

Una vez cumplidos los requisitos que se había autoimpuesto, sintiéndose mucho mejor (qué agudo dolor en el costado cuando hacía movimientos prohibidos, oh Poderes), emprendió la marcha a un trote corto y constante. La paja con que había protegido los huevos le picaba mucho, pero la promesa de una cena le daba ánimos.

Vaya cebollazo que se había pegado la jineta...

Bastante te conformas con no haberte roto algo más tras bajar. Te duele el costado, te cuesta respirar por el dolor, pero por si no fuera bastante, estás como una tortilla cruda. Todo lleno de huevo. Y por si fuera poco ... pajitas de los nidos.

Vamos, que ahora mismo te tirabas otra vez al lago, por motu propio, para librarte de la "tortilla".

Cojonudo. Cuando se dio cuenta de que sentía una humedad sospechosa, paró el inicio de su carrera en pos de la (jodida) aventura y se percató de que había hecho una tortilla tamaño extra grande en su regazo. Ahora, por si no fuera poco, se iba a tener que preocupar de las putas hormigas, cuando quisiera dormir, ya no le bastaba con el frío.

Meneó la cabeza, casi a punto de llorar de desesperación, pero también tentado de soltar una olímpica carcajada. Qué cojones: siempre se ha dicho que la mierda abriga y, mientras iba por esos campos, siempre podía aprovechar y tomar un aperitivo de paja y huevo revuelto crudo. Y si había hormigas, ¡bienvenidas! Algo le alimentarían.

4 de enero de 1700 T.E. 12:10h. Nordeste del Gran Lago de Esgaroth. Algo encapotado 5ºC. Viento en aumento. Llegando a la línde del Gran Bosque Verde (Bosque Negro).

Vas picoteando (chupeteando pajitas de nido) cuando en la distancia ves dos tios grandotes, con barba, y hacha de batalla empuñada. Trotan hacia el sur a muy buen paso. Visten pieles y tienen más apariencia de oso que de persona. Además, al lado de ellos una especie de fiera, con una cola inmensamente larga le acompaña. Esta, como si fuera un tipo de fiera felina, tiene manchas como un tigre, pero una cabeza menor y de pelaje blanco.

Te suenan historias de que "Los Guardianes", una especie de secta dentro del culto beornida a la tierra y naturaleza, y alguno de esos son acompañados por esos "gatos" enormes.

La zona pasaba de unas lomas de pastos y pequeños bosques de pocas decenas de árboles, a lomas ásperas, donde solo hierbas y sotobosque es capaz de crecer, en las duras condiciones de frio y viento de estas tierras tan oscuras.

Para tu gusto, era una zona con poco que ofrecer y muchos problemas que pasar. Aquellos eran lo único que se tenía sobre dos piernas, en lo que pudiera confiar en aquellos terrenos, y no solo eso. Serían lo único que cabría encontrar por allí, hasta encontrar cualquier tipo de morada enana.

Gente de fiar... Ciertamente, Fram había estado viviendo un tiempo con los hombres de los bosques que, se decía, eran primos lejanos de estos beornidas. Fram necesitaba comida, necesitaba yesca y pedernal... necesitaba algunas cosas tan básicas que casi le daba vergüenza admitirlo: salir tan aprisa de la ciudad era lo que tenía.

Así que procuró dejarse ver, e hizo un gesto de paz con la mano, indicando que deseaba charlar un poco.

Uno de los beornidas queda más atrás junto al felino que les acompaña. Es un enorme león de las nieves. La verdad, es que no imaginabas que pudieran ser tan grandes. Puede ser que llegue a los 50kg. La verdad, menos mal que está a unos 10 metros más atrás que el que se dirige a ti. Da miedito.

- Saludos. Su voz tosca, sonaba no solo impaciente, sino ... apresurada.

- ¿Cuántos días quedarán para llegar a la ciudad que flota sobre el agua? No se andaban con remilgos ni indirectas esta gente. Eran pragmáticos y sinceros, bruscos y directos.

- Beornidas.

Saludos, utilizó el Nahaiduk, para tantear, que la tierra os guarde siempre. Pasó al Oestron, que dominaba mejor. La ciudad queda a menos de dos días en aquella dirección, señaló Fram.

¿Como están los caminos de donde venís, hijos de Beorn? Es un alivio encontrar a gente de fiar, y en la Ciudad del Lago no abundan, he de añadir. De ahí vengo perseguido por mi sombra. Y con prisas. Tantas que olvidé traer yesca, pedernal y una manta para soportar el frío. ¿No os sobrará algo de eso, por casualidad? La gratitud de Fram es buena cosa. Pedid, si podéis satisfacer mi necesidad.

El que está más cerca de ti se va quitando una pesada capa de piel de marta, con mucho pelo. La verdad, es que con lo grande que es el tipo, a ti te vale de capa, manta y saco de dormir a la vez, mientras comenta. - En el norte llegando las nieves, los enanos empiezan a atrincherarse en sus casas de piedra bajo las montañas, y lo peor no es eso. Los animales escasean, no solo de caza, sino la vida en general. Incluso hay rumores que los dragones pasan hambre y empiezan a moverse en busca de lugares más propicios para encontrar presas. Eso te da un escalofrío que te deja tiritando. Al verlo, el tipo te echa la capa sobre los hombros. Es cálida, pesada y apesta. Se gira buscando la conformidad del compañero, y este le ha lanzado una cajita de metal, que pesa, está caliente y huele como la capa. Es un yesquero. Una caja de acero, que cierra muy bien, en la que puedes meter yesca, y con su tapa y el pedernal puedes sacar chispas sin duda. El calor de esos regalos te reconforta; aunque tu nariz no piensa lo mismo. Cuando te pone en la mano el último regalo te pregunta: - ¿Nos podrías decir como encontrar al Wendrith Beadarof? Otro palo, te congela el culo. Era el líder militar de todas las levas del reino de Rhovanion, y además, el jefe de seguridad de la propia Ciudad del Lago. Sabes que no comulgaba demasiado con ninguno de los grupos, a no ser que llegasen a las manos, o hubiera delitos de sangre, o grandes tumultos. Ahora mismo, será el tipo que desea capturarte para ponerte ante la justicia, ya que le tienen que haber llegado las denuncias y las "pruebas" de tu culpabilidad.

Sabes que las tierras próximas a las Montañas Grises han sido desoladas por algunos dragones (entre medianos y pequeños) en los últimos 30 años y que los beijabar han dejado de habitar esos lugares desde hace ya algún tiempo. Sus fronteras más al norte están en el mismo paralelo que el norte del Gran Bosque Verde tirando sobre todo a los valles del Anduin. Además si sigues bordeando el lago puedes llegar a Londaroth. Es un puerto comercial por el que llegan muchas mercancías, pero, con la poca población que hay (unos 50) y los pocos seguidores de los tres grupos de poder (tal vez, unos hermanos de la familia, y una familia completa de los otros dos. En total, no llegarán a una 12).

Comentan algo en Atliduk. Reconoces la lengua, pero no lo que dicen. Suenan bastante agradecidos con los datos que les ofreces, pero parece que la pregunta ... es más "costosa" de lo que esperabas escuchar.

Mostró tres dedos. Tres poderes hay en Ciudad del Lago. Se sentía agradecido por la capa apestosa, mucho. Significaba calor, fuera donde fuera. Y el fuego era el regalo más preciado. Cómo se echan de menos las cosas baratas y universales cuando no se tienen.

El cuerpo legislativo es uno. Su interés es el oro y mantener el orden a cualquier precio. La familia es otro: no siguen sino su propia ley, y desconfían de los extraños. Es gente violenta. Otro es un tipo oscuro al que no conozco que unta manos y lenguas desde hace un tiempo. Poco de fiar, a mi entender.

Oid mi historia, pues andaba donde no debía, cuando gentes de ley asesinaron a siete miembros de la familia y, para evitar el conflicto, decidieron que yo solito me había cargado a los siete sin ayuda. Por tanto, me buscan, y no será bueno que digáis que conocéis a Fram y le habéis prestado ayuda, si es que queréis manteneros sanos.

Beadarof comulga aparte de estos tres grupos, pero suele hacer caso de la ley, para evitar desordenes graves, y seguramente ya hayan envenenado sus oídos con sus chismes a cuenta de mis supuestas fechorías. Dado que soy un ser insignificante para él, no tengo fe en salir bien parado si caigo bajo su tutela, y por eso me largo de la zona. Es alguien conocido ahí, y no os será difícil encontrarle, pero cuidaos de entrometeros demasiado con los poderosos que le rodean, pues podrían enemistaros con él con facilidad. Como me ha pasado a mi.

No tengo meta clara. Pensaba acercarme a visitar a cierto grupo de enanos con los que trabajé en el pasado, buceando para ellos en cavernas oscuras, pero lo mismo me vale un sitio que otro, y dudo, pues no me gustan los dragones ni los yermos ásperos sin vida. ¿No me diréis más acerca de vuestra búsqueda? Fram conoce gente en Ciudad del Lago, y puede que la información que os de resulte útil, pero sería demasiado largo contar la historia entera de mi vida, así que debería seleccionar en función de vuestras necesidades.

Han escuchado muy atentos. Tras parar de hablar se miran a la cara. - Nosotros queremos ayuda militar. El Reino está en peligro, y con lo que nos has dicho ... no sabemos como encontrar al Wendrith Beadarof.

Están alucinando. Los has loqueado. Son gente sencilla, y tanto datos e historia les ha hecho perderse ... varias veces.