Partida Rol por web

Con sus dos armas ya en la mano, Cleon sonrió a sus oponentes. Era una sonrisa que no iba a presagiar nada bueno. Pensaba que podría obtener algo de información de ellos, pero seguramente no eran más que unos sicarios contratados para matarle.

Nada nuevo bajo el sol.

Se concentró. Dos oponentes, pero él tenía dos armas y, lo mejor de todo, sabía usarlas.

Atacó a ambos contendientes, dando un brutal golpe al primero con su espada si bien al segundo, con el arma recién desenvainada fue mucho más suave.

Con el arma de la mano derecha fintas un ataque que termina siendo un golpe plano con el abatanador de la espada en la cadera. Pensaste que era un mal golpe, por no haber empuñado bien el arma, pero el crujido te dio mala espina. Escuchaste como tras el tintineo de la malla sus ojos se ponían en blanco y caía de espaldas, pero no antes de sacudirte. Como te habías agachado para tu lanzada, el golpe te sacudió en la espalda, pero fue un tajo que las anillas de tu armadura absorbieron levemente. Tendrás un morado y puede ser que tengas que reparar alguna de esas "arandelas".

El otro ataque, al haberte concentrado tanto en este, no le prestaste tantas cuentas, pero también hizo lo suyo, pero fue poco más que una puntada en el pecho justo cuando atacaba este. Sabías que no había penetrado gran cosa, pero esperabas, en vano, que le quitara las intenciones de hacerte daño. Su golpe fue más poderoso de lo que esperabas, y dolió bastante más que el anterior. Su punzada fue como la tuya, pero llegó a abrir brecha sobre tu piel y notabas la sangre fluir. Además, donde tocó, había un extraño agujero, ya que parte del metal que protegía esa parte, había saltado.

Raban notó la punzada a través de la malla. Su rabia aumentó, pero sabía que un combate se gana con destreza y no con rabia. Concentró sus golpes en su adversario, esperando que desviase uno de ellos con el escudo para golpear a través de él con el otro.

3PV; 2Pv por asalto y obligado a parar durante dos asaltos.

Creo que o no lo has visto o no lo has entendido. Estás sangrando, levemente pero profusamente, y además no puedes atacar durante dos asaltos. Puedes parar ... si quieres ... o dejar que te sacudan impunemente.

Raban había recibido una seria herida que le entumeció parte del cuerpo. No podía golpear así se cubrió lo mejor que puedo frente a su oponente.

Con la mano izquierda, y sin soltar el arma, aprietas el costado con la intención de retener el fluido vital que quiere escaparse, y con la otra paras el ataque del adversario, dejando que, el que parecía un gran golpe, fuera una ridiculez. El tipo ira con ira y ataca, dando un golpetazo, con tu desvío, que hace salpicar barro y piedras del suelo. Se ha dado cuenta que no tiene opción en este combate y dejando caer arma y escudo, empieza a correr desesperadamente.

No estás en las mejores condiciones para perseguirlo, ya que sabes que la vida se te escapa por un corte en el costado. Montas al caballo tras envainar las armas, pero, apretando el costado no es la manera de evitarlo totalmente.

El rufián se dio a la fuga, dejando herido a Raban. No era una gran herida, pero necesitaba evitar como fuera la hemorragia. De nada serviría intentar entregar un mensaje si no iba a llegar a destino.

Intentó cerrar él mismo la herida, pero aunque tomó algo de la tela del muerto para improvisar una venda, no consiguió cerrarla, pero al menos no la empeoró.

A duras penas subió al caballo... tenía que buscar a alguien mas eficiente que le cerrase la herida o no llegará a destino.

1 Enero 1700 T.E. Conúl Uld. 07:22 Parte de atrás de la "Sala de los Rufianes". Salida de las cuadras y almacenes. Cielo plomizo. Sin viento. 9ºC.

Te montaste al caballo, y tras varios minutos, tu mente te mantenía en un estado de sopor. Al principio te diste cuenta que tus nervios empeoraban la cosa. No tenías claro donde ir, pero el "piloto automático" tiraba para el mismo lado. Alina. La mano apretaba las riendas y de aquella manera aguantabas la herida como podías. Por suerte, ese viejo percherón era más listo de lo que podías pensar. Un grito de una voz conocida te hizo sacar la nota y mostrarla al cielo encapotado. Te dieron a beber un licor, y te desmayaste del todo.

1 Enero 1700 T.E. Entrando al "Gran Bosque Verde" conocido como "Bosque Negro" desde Burh Waldes. 11:50 . Salida de las cuadras y almacenes. Cielo plomizo. Sin viento. 16ºC.

Estabas mojado, pero no tenías demasiado frío. Notabas manos y pies entumecidos, y un aroma a mujer, que se te hace especialmente conocido, penetra por tus fosas nasales. Aún no eres capaz de abrir los ojos, pero sabes que vas a caballo. Que montas y que alguien sostiene las riendas, mientras tu cabeza, desplomada, descansa sobre sus hombros. De "ella" emana el aroma. Escuchas los cascos chapotear en el barro del camino, y ese alguien te tiene las manos unidas, sobre su vientre. No están atadas, pero si adormecidas por la postura.

La herida no era nada especialmente grave, si se trataba. La pérdida de sangre había hecho que Raban perdiera el conocimiento, pero no si haber entregado antes la nota.

Estaba desorientado. El movimiento del caballo le mareaba al tener los ojos cerrados, además de la pérdida de sangre. Hizo un esfuerzo por abrir los ojos mientras sentía el cuerpo de la mujer pegado al suyo.

- ¿Alina? - Era más una certeza que una pregunta. Apenas tenía fuerza para continuar - ¿Dónde vamos?

La mujer se demoró en contestar. Su voz, firme, sonaba con su potencia y melosidad habitual, pero su frase no decía lo mismo.

- No lo se. La nota decía que te acompañase por nuestras vidas. Sentías el calor de su cuerpo reconfortarte, como hacía cuando montabas su ser. Como cuando dormías junto a su piel, bajo aquellas pieles. Te sentías bien. - También decía que teníamos que seguir este camino. Te sentías cansado, pero ... a gusto. No podías casi ni mover los brazos, pero todo llegaría. Además, notabas el tintineo de las monedas que tu "amigo" os había cedido "voluntariamente" y tú le habías entregado a modo de "seguro de vida".

Raban asintió.

- No leí la nota. - tras un instante continuó - Me extrañó que fuera para ti, no me lo esperaba.

El caminar sin rumbo no les iba a beneficiar en absoluto y Raban estaba herido como para meterse en otra lucha. La nota era demasiado ambigua: "seguir por el camino" podría llevarles a una trampa, una emboscada.

- No me gusta esta situación. Seguiremos por el camino un rato más, pero si no encontramos nada tendremos que plantearnos otras opciones.

XX Enero 1700 T.E. Entrando al "Gran Bosque Verde" conocido como "Bosque Negro". En el Râd Angaladadh desde Buhr Widu. XX:XX (Noche profunda).  Cielo plomizo. Sin viento. 11ºC.

Te habías dormido mientras cabalgabas, incluso intentando hablar. No tenías nada claro que hubieran escuchado tus palabras, pero despertaste, tumbando, sobre unas lonas, bajo una simple tienda de campaña, y ante un fuego en el que estaban tostando pan. No sabías cuanto tiempo había pasado, pero te encontrabas mucho mejor, incluso con fuerzas para controlar tu cuerpo. Todo olía a humo, y el aroma de las tostadas te llamaba mucho la atención.

Raban se levantó y se estiró. Se encontraba mejor y el olor de las tostadas recién hechas era algo a lo que no podía resistirse.

Salió de la tienda de campaña, buscando a Alina.