Partida Rol por web

Maldita sea. Cuatro mataos… vale, seis mataos, me van a dar problemas…

Al final tuve que moverme para evitar una buena estocada de uno que había visto una pequeña fisura en mi defensa. Di un paso a un lado y levanté el acero para pararlo. Por poco.

Recordé las clases de danza gallega y di un paso adelante aprovechando el mismo movimiento y clavé la punta de mi acero en el hombro del listo que casi me la clava a mí. Por el mismo precio di otro paso más, me agaché, giré sobre mis talones y lancé otra estocada a otro de los mataos.

Ahora sí quedaban cuatro mataos nada más. Más valía que acabara con ellos cuanto antes. El Lunar no iba a estar entretenido mucho más con mi estratagema y la rubia parecía que había decidido convertirse en un saco de prácticas del guaperas.

Mira que le dije que tuviera cuidado con él…

Te asomaste a la ventana, y efectivamente, tenía unos barrotes posiblemente pensados para que ninguna chica o ningún cliente huyera.
Aún así, parecían fijados de forma brusca, quizás golpeándolos con fuerza se pudiera desencajarlos.
Claro que eso haría un considerable ruido.

La joven te miró y entrecerró los ojos, como dudando de si decías o no la verdad; lo que parecía claro, era que te había entendido... lo cual tenía difícil explicación.
¡¿Dónde está mi hermano?! preguntó exaltada.

¿Porqué nos ayudas? ¿Qué pretendes obtener a cambio? preguntó sospechando.

Luca echó un breve vistazo a la sirvienta centrándose enseguida en la mujer que le había traído hasta allí.

-Per notre, bela donna.- Dijo llevándose la copa a los labios sin dejar de mirar a los ojos a Anita. -Perfetto.- Dijo saboreando la bebida.- Buona temperatura, buona compañía... buonos negoccios. Parlemos de negoccios.-  

Al ver los barrotes fruncí el ceño. Esto se complicaba. Si Oleg estuviera aquí podría echarlos abajo, pero yo...

De repente me di cuenta de que me estaba entendiendo, y que hablaba mejor que su hermano. Cogí una de las cuerdas y golpeé la cama mientras gritaba -¡Vamos! ¡Quitate la ropa!- Luego me acerqué y le dije en voz baja -Baja la voz. Y pon la oreja en la puerta, para oir si nos están espiando.-

Después saqué mi cuchillo y me puse a golpear la parte de la ventana donde estaban enganchados los barrotes (para que fuera más fácil y menos ruidoso quitarlos). Mientras tanto le miré, luego miré al suelo y dije -Tu hermano está en el fuerte. No he podido sacarlo de allí. Él fue quien me dijo donde encontrarte y que te sacara de aquí.- Pensé un poco sobre las otras preguntas. La verdad es que no me había parado a pensar porque lo hacia. -Supongo... que estoy bastante en contra de las cadenas. Por cierto ¿Hablas castellano? ¿Cómo te llamas? Yo soy Pyotr.-

Angelique recibió un feo corte en el brazo. Apretó su boquita de piñón para retener una maldición. Todo se había vuelto muy peligroso se golpe. Esto no era un juego y por un segundo notó una sensación desconocida ¿miedo?

¿Que haría ahora nuestro angel armado?

Anita sonrió.
Siempre es un placer hablar de negocios.
Cuando obtengamos el Orbe, podremos ser los nuevos dueños de la ciudad. Claro que habrá que vigilar con la Iglesia, si llegan a saber que lo tenemos, mandarán a sus Inquisidores y nos acusarán de herejes.
Así que hay que moverse rápido y eliminar a aquellos que sepan de la existencia del Orbe; el Obispo Amadeus debe morir. dijo en un tono maquiavélico.

Entonces sonrió y se llevó la copa a los labios.
¿No serás religioso, Luca? preguntó en un tono jocoso.

Enfundando el main gauche y aun medio acuclillada la rubia favorita de todos sacó el pistolón que su misteriosa benefactora le había entregado y apuntando a aquellas partes que un hombre nunca quisiera perder apretó el gatillo. Durante un segundo no se oyó más que un terrible "click" cuando la chispa del pedernal pareció fallar en encender la polvora de la cazoleta. Pero el mismo Theus siente debilidad por las rubias de armas tomar pues por suerte un disparo atronó en la noche.

Fill de putain! chilló y arrojó la pistola mientras volvía a sacar la main gauche 

La joven respondió con ciertas reticencias.
Me llamo Narja. Y como ves, entiendo tu idioma. Años atrás mi tribu capturó a un soldado castellano, y mi padre el Cacique insistió en que aprendiera su lengua para poder interceptar sus mensajes.
Aún sigue vivo en mi poblado, se llama Fernando Soldano. explicó sobre el motivo por el que sabía castellano.

Mi hermano también sabe castellano pero le cuesta; se negó a aprenderlo la mayor parte del tiempo.
¿Y como piensas sacarme de aquí? preguntó, viendo que las opciones parecían no muy numerosas.

Malherida y enrabietada a partes iguales, tras el profundo corte recibido, Angie disparó su pistola contra el líder que le había causado aquello.
El olor a pólvora llenó el ambiente y el estruendo del arma fue acompañado por el grito de dolor de Tiziano.

La sangre emanaba con abundancia de su pierna... le había ido por poco para no quedarse sin poder tener descendencia.
Apretando los dientes por el dolor, miró a la rubia lleno de ira.
¡Maldita cerda! ¡No s quedéis allí, matadla! ordenó a sus hombres, mientras comenzaba a retirarse.

Hamish se subió a toda prisa los pantalones, dejando el cofre en el suelo.
Y los matones fueron a rematar a Angie, con Lola de por medio.

Había sido una noche entretenida en la recepción en casa del Almirante.
Lo mejor de la noche sin duda, había sido conversar con Lucrecia, la estimada hija del Almirante que daba el nombre a la ciudad.
Joven y hermosa, la chica parecía tener una curiosidad insaciable, y te había pedido quedar el día siguiente para escuchar historias sobre tus viajes diplomáticos por todo Theah.

La parte mala había sido Leandra, una obesa y ruidosa amiga del Almirante, una mujer de unos cuarenta años pero que parecían gustarle jóvenes. Te había invitado a su mansión mañana y, al ser una de las mujeres más ricas de la ciudad, no sería bueno rechazar su invitación.

Con todos esos pensamientos regresabas a los aposentos que te habían reservado en el Fuerte, cuando a medio camino, ya por las calles de Villahermosa, escuchaste un estruendo que sólo podría ser un disparo.
Al doblar un par de esquinas viste a un grupo de personas inmersos en una pelea con espadas.
No reconociste a nadie, pero... la forma de luchar de dos de ellas te resultaba familiar. Eran un tipo con antifaz y capa, y otro con la cara pintada como una calavera, bastante malherido por cierto.
Eran bastante poca cosa físicamente, por lo que probablemente fueran mujeres... y no habían muchas mujeres que lucharan así.

Se enfrentaban a una decena de tipos armados con floretes y vestidos con ropas oscuras, y a un tipo que se abrochaba los pantalones a toda prisa, dejando caer un cofre al suelo. Era alto y forzudo, con una poblada barba negra y rizada, pañuelo en la cabeza y piel tostada. Llevaba un chaleco sin nada debajo y unos pantalones anchos. Una cimitarra en su cinto le identificaba como un nativo del Imperio de la Media Luna.
Parecían en clara desventaja.

Maldita sea. ¿Qué comen estos mequetrefes?  Me están poniendo en apuros, pero no pienso quedar tan mal como la rubia.

Con una calma inusitada para cualquier espadachín di tres pasos alrededor de mi centro formando un círculo mientras mi espada rápidamente paraba una, dos, tres y ¡hasta cuatro estocadas!

Con una silenciosa sonrisa aproveché para contestar la acometida. Un paso adelante y… esos bastardos se hicieron a un lado, lo que me obligó a un nuevo movimiento lateral rápido para cogerlos por sorpresa y dejar fuera de combate a dos más.

Ya solo quedaban dos conmigo… y el Lunar… y otra media docena para Angie que como recibiera otro golpe más tendría que sacarla a hombros junto al cofre. Maldita fuera.

Al menos había quitado de en medio al guaperas con el tiro, pero eso atraería nuevos problemas en seguida.

Con agilidad y finura la muchacha esquivó a esa panda de toscos jabalies como el bello cervatillo que era. No como Lola que como todas las castellanas se movía con el lento aplomo de..algo menos gracil que un cervatillo. Pero claro está que para eso llevaba espada, para parar y devolver el golpe.

Angelique no perdió el tiempo en lanzarse a la carga contra el resto de muertos de hambre. Alejandolos del baul gritó en su mejor castellano ¡Cuando llegueis a l'enfer decid que os envia LA DOUCE MORT! mientras empezaba a reir como la pequeña maníaca reina del espectáculo que era.

Cayeron dos de esos tiparracos con sendos cortes en la cara o un buen pinchazo en el higadillo. Esperaba que sobrevivieran, necesitaba de gentes admiradas que difundieran su leyenda.

 La noche había sido interesante, la velada entretenida, el refrescante rato de charla con la dulce Lucrecia y la batalla encubierta con la dama Leandra junto con las debidas presentaciones que el decoro, la cortesía y la buena educación requerían consumieron toda la fiesta hasta el momento en que un atribulado capitán Rodríguez requirió de mi presencia y tanto él como el resto de acompañantes nos dirigimos a  catedral.

 La imponente majestuosidad de tamaña belleza arquitectónica embargó mi corazón e hizo que en mis ojos brillara la fé por Theus y sus profetas. Desgraciadamente el desarrollo de los acontecimientos posteriores y la abyecta figura del cardenal me devolvieron a la tierra pues si la fé es pura, la iglesia es regida por personas mortales y no todas ellas dignas de no solo de sus cargos si nó si quiera de pertenecer a su iglesia. Pués a cada una de las ofensas que las palabras del cardenal infligían tanto al capitán como a mis compañeras, acudían a mi mente un pasaje de las escrituras con el que espetar y responder al  Cardena, pero como pío laico de la iglesia de los profetas no debía alzarme contra un superior en la jerarquía. Así pues contuve mi lengua con un esfuerzo  sobre humano imponiéndose mi humildad a mi orgullo y mi deber ante el cardenal al cabreo por la ofensa a mis compañeras.

 Una vez salimos de la Catedral me separé del grupo necesitaba tranquilidad y soledad para dejar que la ira y el resentimiento pasaran, y así encamine mis pasos  sin rumbo fijo por las calles de la ciudad , las fragancias exóticas que embriagaban el aire fuero como un bálsamo para mi atribulada alma, y conforme el viento soplaba se llevaba el pesar y la furia y justo cuando mi espíritu estaba alcanzando la serenidad propia y debida de un alma en paz y mi mente comenzaba a virar hacia el recuerdo de mi prometida   el sonido de la trifulca  atrajo mi atención, rememorando lances de mis tiempos universitarios, luchas de callejón y sórdidos y turbios asuntos de malas mujeres, juego y bebida.

 Usando el sigilo propio de una una sombra me acerco a observar la escena de la que proviene la sutil sinfonía de sonidos que preceden a la sangre y la muerte, acto final y grandioso de opéra de la vida de los barrios bajos. Cuando veo lo que acontece, siento como una patada en las pelotas ,  pues los movimientos y forma de luchar de los  rodeados me resultan  tremendamente familiares, y un Theus santo, escapa de mis labios mientras tomo posición para equilibrar la batalla con mis cuchillos primero y con la espada después mientras pienso en que demonios habrán hecho esas dos agentes de Legión para acabar así.    

¡Bendito Theus!

Mira que le dijo a Angy que la pistola acabaría trayendo atención indeseada y por la esquina ya aparecía tratando de no ser visto, pero era complicado pillarla por sorpresa y se percató de sus movimientos sinuosos.

Con leve movimiento de cabeza, mientras retomaba mi posición en el círculo para enfrentar a los dos mequetrefes que me quedaban, le quise indicar a José que se dirigiera con Angy para ayudarla a ella.

Esta iba a ser la prueba de como de buenos eran nuestros disfraces.

Los maleantes de negro atacaron a Lola, pero su decreciente número hizo que no pudieran ponerla en aprietos esta vez y les parara sin complicaciones.
Angie todavía tenía cuatro individuos a su alrededor, pero su elaborado juego de pies hizo que no consiguieran acertarla.

Poco después, por una calle lateral, apareció José, supuestamente intentando pasar desaparecido, pero tanto los hombres de negro como Hamish le vieron venir.
¡Eh, avisa a la guardia! ¡Nos están atacando! gritó uno de los de negro, en un castellano con claro acento vodaccio.

Hamish desenvainó su cimitarra y gritó algo en su idioma antes de lanzarse a por Lola enfurecido.