Partida Rol por web

Cuando se acercó al trasgo y escuchó esas palabras, se separó de este, meditabundo y de brazos cruzados, mesiéndose la barba.

-Mis peores temores...se hicieron realidad....Ha vuelto...esta vez para terminar lo que empezó antaño- el burgomaestre se quedó mirando hacia una de las celdas, de la cual sobresalía el esqueleto de un orco por los barrotes, sujetando un vaso en su mano.

-Se aproxima una guerra devastadora, nadie está a salvo, pero seremos nosotros quienes daremos el primer golpe- Camil se mostraba decidido, su voz era tenaz y firme, no había resquicio de dudas en sus palabras.

-Si queréis más trabajos, os espero arriba en mi mesa, sino, podéis marcharos, nadie os obliga a participar en esta cruenta batalla que solo traerá muerte para todos- se dio la vuelta y con su ceño fruncido, avanzó, traspasando a los aventureros.Su mirada estaba encendida, era penetrante y gloriosa.El burgomaestre desapareció de escena, dejándoos solos con el verdugo, algunos soldados y los trasgos, dos moribundos y uno difunto.

Lia no se despegó de Varuna en ningún momento y cuando el enano empezó con su macabro y grotesco juego de tortura escondió el rostro entre sus hombros con los ojos cerrados.

Cuando los gritos se hicieron estridentes, la muchacha también se tapo los oídos, sin separarse del lado de la clériga.

Cuando todo acabo, Lia lloraba desconsolada apoyada sin fuerzas sobre Varuna mientras murmuraba algo incomprensible.

No oyó lo que dijo Camil, no le importaba. Solo quería salir de aquella cámara de los horrores, pero tampoco quería separarse de la que evitaba que su mente se destrozara en mil pedazos. Iría donde fuese Varuna.

Las últimas palabras del líder trasgo habían turbado a Camil, pero también parecían haber encendido una llama en su interior, y así lo expresó al resto con ese presagio de lo que estaba por llegar.

Zirodel suspiró resignado. No era nada alentador lo que el burgomaestre ofrecía, pero al fin y al cabo, ¿No acecha la muerte en cada trabajo que precisa de una espada? El elfo quería escuchar lo que el noble tenía que proponerles, así que le siguió.

Antes de subir pasó junto a Lia y Varuna. A punto estuvo de decir unas palabras a la maga, tratando de consolarla, pero sintió que todavía no tenía la confianza suficiente para ello, así que se limitó a continuar su camino.

Tras el cruel y mortal interrogatorio Camil parecía estar preocupado, pero decidido a hacer algo. Los demás espectadores del brutal sacrificio parecían no estar muy complacidos con aquello, seguramente porque sus gentes no habían sido devastadas  por los crueles trasgos desde tiempos inmemoriales. 

El enano aceptó la invitación de volver a subir a la mesa. Estaba más cansado que tras un combate y necesitaba un buen trago para quitarse de encima el sabor a sangre y humedad. Además, escuchó dos palabras que le gustaron, batalla y trabajo, justo lo que necesitaba para mantenerse ocupado y dejar de pensar en su desgracia. Pero a Ridgern no se le escaba una y antes de salir  de la sala de torturas, cuando los demás ya subían siguiendo los pasos del burgomaestre, el enano pregunto al verdugo - ¿ Y éste, quién es? dijo mirando al esqueleto orco en el que se había fijado Camil antes de irse.

-Ah. Y de esos dos desgraciados encárgate tú, que pareces disfrutar con esto.  Para mí es una tortura, lo mejor es matarlos de un golpe, dos si se resiste - Le dijo a Krüger, refiriéndose a los dos trasgos que quedaban. 

-Héroeg ogco- respondió con dificultad al enano, que mostró cierta curiosidad o interés por el esqueleto que había en una de las celdas.

Fueron duras declaraciones, uno de miles de ejemplos que demostraban la crudeza de aquel mundo, no habían finales felices, no habían héroes inmortales, ni pegasos blancos como las nubes o princesas con vestidos azules y rosas.

El verdugo se dispuso a juguetear con algunos instrumentos, comprobar su filo, posar la yema de su dedos en las puntiagudas púas, probar el engrase y el funcionamiento de otros instrumentos.Cuando el enano le dijo sus últimas palabras, Krüger les daba la espalda.Ladeó su rostro para mirar de reojo a los aventureros.No sabíais por qué, pero pudisteis intuir que se dibujaba una macabra y sádica sonrisa bajo esa máscara encapuchada, algo capaz de estremeceros.Tras esto, el verdugo devolvió su mirada y su atención a los instrumentos.

Conforme avanzabais, dejasteis la sala atrás, pudiendo notar como poco a poco la oscuridad engullía a los trasgos en la lejanía.La puerta de la sala de torturas se cerró, y los soldados os acompañaron hasta arriba, dónde os esperaba sentado el burgomaestre.Parecía ahora más ocupado y tenso que antes, moviendo papeles aquí y allá, mandando recados sin parar a sus soldados y más fieles súbditos.

Agarró fuerte a Lia, intentando transmitirle todo su apoyo y fuerzas para que pudiese aguantar aquel oscuro momento.

Seré la luz que alumbre tu camino

Pensó la clérigo intentando tranquilizar a la maga con suaves caricias.Por suerte, la tortura terminó, y todos decidieron salir de allí y probablemente con la misma idea de conseguir más trabajos.Volvieron a subir arriba donde les esperaba el burgomaestre.

-Creo que todos estamos de acuerdo en que queremos más trabajo- dijo ahora volviéndose a sus compañeros para esperar su aprobación.

Andaba de aquí para allá, mandando recados a sus hombres.De vez en cuando se sentaba, revisaba información, ordenaba papeles y buscaba mapas.Vio llegar a los aventureros lo que le hizo parar unos instantes su agitado momento.Parecía que todos tenían ánimos de seguir.

-De acuerdo.A juzgar por vuestra actitud, buscáis más trabajo ¿no?- desenrolló un pergamino en el cual había dibujado un mapa.Con su dedo trazó un camino, partía desde Robleda hasta la gran capital de la Reino Bosque, Marvalar.

-Tenéis que escoltar una caravana de suministros y armamento hasta Marvalar.Os acompañarán unos guardias de caravana como refuerzo- con su dedo os iba dibujando e indicando zonas importantes-.Esta no es la ruta más rápida, pero si la más segura.Encontraréis fortalezas y castillos de vez en cuando.Podréis resguardaros allí en caso de que os ataquen por el camino.Si cae la noche y os coge de paso, podréis dormir en alguna fortaleza cercana.Eso eso todo, sencillo y fácil.Proteged la caravana con vuestra vida, y se os recompensará gratamente.Por cierto, aquí tenéis, 10 monedas de oro por cada trasgo pequeño, y 50 por el grande- dejó sobre la mesa de nuevo aquellas bolsitas repletas de finas monedas.

-La caravana sale mañana al alba, descansad y comed bien.Os esperarán a la salida de Robleda.Sed puntuales ¿Alguna duda?

Zirodel observó a Camil tratando de descifrar qué se movía en su mente. Era complicado. El burgomaestre era un hombre acostumbrado a ejercer el poder, y eso significaba saber ocultar tus intenciones. No obstante, se le veía claramente tenso. Aquel trabajo, que de primeras aparentaba ser una simple misión de escolta, posiblemente escondía algo más. Quizá era más importante de lo que pudiese parecer.

El elfo dio un vistazo a las monedas sobre la mesa. Por supuesto, se abstuvo de cogerlas. Él no había participado en la captura de los trasgos.

-Hablando de monedas... ¿Cuánto nos va a ofrecer por este trabajo?

Antes de que pudiese contestar, Zirodel continuó.

-¿Y cuántos días aproximadamente nos llevaría el viaje, si no tenemos contratiempos? ¿Nos facilitará comida y agua para el camino? ¿Y monturas?

El enano abandonó  la sala de torturas, no sin antes tomar un trozo de alambre con el que atravesó las orejas del jefe trasgo, hizo un aro con el fino hilo de hierro y lo colgó de su cinto. Siguió a los demás y al llegar a la sala de Camil,  se dirigió directo a la mesa de la comida y cogió otra jarra de cerveza que bebió de trago, derramando algo del espumoso líquido por la comisuras de su boca. Luego se secó las barbas con su manga de derecha y se acercó a ver el mapa. -Bien parece fácil, Ridgern estará pertrechado al alba para escoltar esa caravana, deseoso de que aparezcan más trasgos. Igual esta vez se me ocurre apresarlos... JOJO - dijo el enano mientras se acercaba jocoso a por la recompensa por los prisioneros. Cogió su parte y volvió de nuevo al banquete a seguir engullendo lo que quedaba. - A sus órdenes, aquí estoy, comiendo bien JOJOJO - Parecía que el alcohol había empezado a surtir efecto y el siempre arisco Ridgern empezaba a soltar su lengua con comentarios chistoso que solo a él parecían hacer gracia. - ¿ El trabajo es de ida y vuelta...?  si no a ver cómo cobramos... jojo - Tengo que pasar por la herrería a que me tomen medidas para una buena coraza. A ver si para mañana al alba la tienen terminada... jojojo Mira elfo, aquí tienes comida y agua para el camino...jojo ¿ Y monturas ..?  ¿ A quién quieres montar tú pillastreeee? jojojo  Chicas, Tened cuidado con el elfo, que le gusta montaaaaar jojojojo 

La joven siguió a Varuna hasta las dependencias del Burgomaestre, allí y sin separarse de la clérigo escuchó sin prestar mucha atención a lo que dijo Camil.

Al ver las monedas las ignoró completamente y en cuanto tuvo ocasión salió de la habitación sin apenas decir palabra alguna y evitando mirar a los presentes.

Ya en el exterior, evitó las grandes concentraciones de gente y se dirigió a los establos donde le dio al muchacho 5 monedas de oro por cuidar de su yegua y mientras la cepillaba, se derrumbo. Lloró durante varios minutos hasta que tomó una decisión.

Después de terminar de cuidar a Perchita se dirigió al centro de la ciudad en busca de alguna tienda de magia o de objetos de lujo. Los pergaminos eran caros, pero quizá le alcanzase a comprar alguno con el oro que le dio Camil.

Tras visitar la tienda y comprar algunos pertrechos que echaron en falta en el último viaje, Lia se dirigió a la posada donde pasó el resto de la tarde y la noche para estar descansada para la escolta de la caravana

El burgomaestre se encontraba ahora sentado, con los dedos de sus manos entrecruzados y apoyados en su frente.Escuchaba ahora con cierta atención las dudas de los aventureros mientras debía en su mente diversos planes y gestiones.

-Cien monedas de oro por cabeza- respondió a la primera pregunta del elfo-.Marvalar está a dos días completos de viaje, a tres si se hacen descansos.No aportaré comida, bebida o recursos alguno- siguió aclarando las dudas sin dejar de mirar a la barnizada superficie de la mesa.

-Así es...- pudo notar como el enano ya estaba notablemente ebrio-.El trabajo es ida y vuelta.La misma caravana traerá mercancías desde allí hasta aquí- respondió ahora al enano.

-Me parece bien.Pertrecharos lo mejor que podáis.Nunca se sabe lo que nos aguarda en el exterior de estas murallas- tras esto, pudo observar como Lia no pudo aguantar más y se marchó con los ojos vidriosos.Camil suspiró mirando hacia la puerta recién cerrada.

-Tened cuidado con esa muchacha.La guerra no acepta a gente débil de mente y corazón.Se cometen atrocidades a diario, incluso peores que las que pudimos contemplar hoy.Es el pan de cada día, y si no eres capaz de digerirlo...al final morirás de hambre- advirtió a los aventureros, dejándolos marchar ya a realizar sus gestiones.

Los aventureros partieron a realizar sus gestiones personales.Tenían todo el día para ello y el tiempo apremiaba.Podrían ir juntos o separarse, ellos decidirían.Las calles de la ciudad se volvieron a repoblar tras la calurosa bienvenida en la entrada.Habían cuantiosos puestos de comida, materiales, etc a lo largo de las anchas calles de Robleda.El herrero se mantenía ocupado en sus labores, forjando filos y amartillando armaduras.

El curtidor trataba las pieles y las cortaba, creando diversos objetos de diversa utilidad, como mochilas, bandoleras, fundas para armas, y demás.Las tabernas ya estaban funcionando, haciendo correr hidromiel y cerveza a raudales.Algunas tiendas más selectas, vendían objetos antiguos o mágicos, libros y pergaminos, para la gente más estudiosa e inteligente.Las obras más ilustres del orfebre, relucían ante los rayos del sol.Tambien se podían ver a las dueñas del hogar, ir hasta el lavadero de piedra principal, donde se reunían para hablar de sus cosas mientras empapaban los ropajes y los golpeaban contra la piedra.

Estas y muchas acciones más, ocurrían al mismo tiempo en Robleda.Sin duda, era un lugar lleno de oportunidades para los aventureros.

Lia va a las tiendas mas selectas, que vendan objetos mágicos o antiguos y pergaminos.

Zirodel asintió con la cabeza. Esas cien monedas de oro le vendrían muy bien. Una lástima lo de la montura, pero bueno, no eran muchos días de camino para un elfo, y en cualquier caso suponía que no habría problema en subirse al carromato si era necesario. En cuanto a los víveres, por suerte disponía de suficientes para un viaje de esas características.

-Cuente conmigo-se limitó a decir al burgomaestre.

El elfo se ofrecería a acompañar a Lia en su visita a las tiendas de componentes mágicos. Zirodel no tenía apenas dinero para comprar nada, pero quería ver qué materiales comerciaban en la ciudad. Además, así podría empezar a conocer mejor a sus futuros compañeros de aventura. 

Si Lia declinaba la compañía, el elfo no iba a insistir. Se limitaría a dar un paseo por la ciudad antes de irse a descansar bien para el día siguiente.

La joven maga acompañada por el elfo, tras pagar los servicios al mozo del establo, buscó con ahínco el local que pudiese satisfacer sus deseos y anhelos de conocimiento y poder.Lia se paseó con la mente aún nublada por lo ocurrido en aquella sala, intentando despejar sus recuerdos y buscando algo de aire fresco que respirar.En una de las calles principales pudieron ver un letrero donde había estampado un pergamino abierto y una pluma escribiendo sobre este, todo ello acompañado de lo que parecía ser la figura de una poción.Arriba de todo este conjunto de imágenes talladas, ponía "Brebaje Errante".

Cuando entraron, pudieron ver a un anciano de una prominente barba, fumando en pipa.El humo a veces se escurría por su bello facial, saliendo poco a poco entre los filosos cabellos canosos.Su mirada era profunda y mística, como si aquel hombre hubiese visto y conocido todo lo que había existido en ese mundo.Sus ropajes eran largos y de tonalidades azuladas.Poseía diversos anillos y unos guantes raídos y sin dedos, lo cual le permitía pasar las cuantiosas hojas del libro inmenso que sostenía frente a él.Tenía una interesante bandolera cruzando su pecho, provista de varios tinteros y plumas, además de unos cuantos brebajes.

Cuando la muchacha y el elfo entraron, su mirada se posó en ellos, dejó de chupar la pipa y se quedó a medio camino de pasar la hoja ya recién leída.Parecía que cada segundo que pasaba, aquel hombre conocía más y más de los aventureros.

-Ya veo....- fue lo único que dijo, volviendo a bajar su mirada al libro, volviendo a chupar de la pipa y terminando de pasar la hoja para seguir leyendo-.Sé lo que buscas, tienes suerte, aún me quedan algunos- se dirigió a la maga.Su voz era grave, estaba gastada pero no dejaba de poseer un tono profundo y sabio.

-Allí...- una de sus manos agarró la barriga de la pipa, sacándosela de la boca, para luego estirar el brazo y señalarle con el índice una cortina compuesta de pequeñas bolas de colores, la cual parecía dar paso a otra sala más pequeña, provista de estanterías llenas de pergaminos.Se podían encontrar los siguientes:

• Protección contra elementales
• Protección contra licántropos
• Protección contra magia
• Protección contra muertos-vivientes
• Conjuro nivel 2 "Imagen espejo"
• Conjuro nivel 3 "Golpear"
• Conjuro nivel 4 "Curación de heridas graves"

El enano anduvo largo y ancho a través de las calles de Robleda, con paso un tanto tambaleante, hasta encontrar la herrería.Allí afuera, en los hornos, no había nadie por ahora, pero si lograba entrar en su interior, podría ver un rico repertorio de armas y armaduras.Allí, en una esquina, había un enano de largos cabellos y barbas castañas, trabajando en un pequeño horno.A su lado había un tonel lleno de agua, en el cual a veces sumergía la hoja sobre la que trabajaba al rojo vivo.

Cuando escuchó entrar a Ridgern, paró en sus quehaceres y se quitó los gruesos guantes de cuero.Se secó el sudor de la frente con su delantal también de cuero, y esbozó una amplia sonrisa al ver a un semejante.

-Bienvenido a la herrería de Robleda "Piedra Negra".¿En que puedo ayudarle?

Lia observa con atención los pergaminos que les muestra el extraño tendero y finalmente pregunta el precio de los pergaminos de "Protección contra muertos-vivientes" y el Conjuro de nivel 2 "Imagen espejo"

-Mmmm.Los de protección tienen un valor de 100 monedas de oro, la imagen espejo cuesta 250 monedas de oro.No encontrarás mejor precio en la ciudad.Si las quieres y tienes las monedas, son tuyos- siguió pasando hojas, devoraba el libro como si apenas pasasen factura aquellas líneas interminables de palabras.

Volvió a chupar profundamente de la pipa, esta vez creando una gran nube densa de humo gris que fue esparciéndose por el local hasta difuminarse.

Ridgern deambuló por la ciudad hasta que finalmente dio con una importante herrería que parecía estar regentada por un enano que, al ver entrar a uno de los suyos, dejó lo que estaba haciendo para atenderle.

- Por todas las barbas, no hay mejor lugar en toda la ciudad que éste, después de la taberna, claro... JOJOJO. Vengo en busca de una coraza completa, para cambiarla por mi actual armadura de bandas, pagando la diferencia, claro. La que porto es una gran pieza forjada por el clan de los Cabezayunque y no espero menor calidad en la que adquiera ¿ Tenéis alguna... de mi tallaaaa? JOJOJO - Exclamó el enano  pelirrojo echándose las manos a su pronunciada y bien alimentada panza. - Si la tenéis y es buena me la llevaré puesta - Sentenció Ridgern mientras sacaba la bolsa con el más de medio centenar de monedas de oro que acababa de recibir, para que el herrero viera que la propuesta era seria.

Después de tratar con el herrero se dirigió a la posada que ya conocía a comprar comida y raciones para el viaje. Una semana en total y un par de odres rebosantes de cerveza. Después se fue a dormir no sin antes despedir el día con una cuantas cervezas más durante la cena. 

Zirodel no sabía si aquel anciano había hecho algún truco, o si realmente era un gran adivinador. En cualquier caso le había impresionado.

Cuando sacó los pergaminos, se acercó para ojearlos. Había conjuros muy interesantes, pero prohibitivos para el elfo. Se apartó, dejando a Lia con sus negocios, y se limitó a esperar mientras echaba un vistazo al resto de la tienda.