Partida Rol por web

-Pues me llevo el de Imagen espejo, el de protección contra muertos vivientes y el de protección contra la magia.

Saca de la gran bolsa oculta entre sus ropajes 450 monedas de oro.

Después echa un vistazo a otros objetos con curiosidad y espera a que el elfo compre algo.

Tras las compras se va a la posada, aunque acompañará al elfo si este quiere ir a algun lado y si le permite su compañía.

-Espera un momento muchacha...- dijo cuando esta ya se disponía a salir de la tienda.El anciano rebuscó en sus ropajes y sacó un amuleto que poseía la forma de unas cadenas cruzadas.Un símbolo que resultaba desagradable para Lia, era el símbolo que el mago que la mantuvo esclavizada, Crover, ponía en el cuello de sus forzadas sirvientas.

-Un hombre pasó por aquí, me dijo que si pasabas por la tienda, te diese esto- dijo dejando el colgante sobre la mesa-.Y que no se había olvidado de ti- llevó su dedo índice hacia sus labios y lo lamió levemente para volver a pasar de hoja y seguir leyendo, sin darle mucha importancia a esas palabras o a a historia de la maga.

-No se ven muchos enanos por Robleda.Me alegra ver que aún hay de los míos por ahí HAHAHÁ- cada vez que se reía, se le hinchaba la zona de la barriga-.¿Una coraza? Buena elección.Un enano con armadura, es una fortaleza impenetrable- se mesaba la barba mientras Ridgern le explicaba el trato.

-Ah, un cabezayunque, me alegra tenerle como cliente- observó con atención la cota de bandas de Ridgern-.Es una buena pieza.No tengo coraza de tu talla, pero podría hacerte una para mañana si tenéis prisa, con un precio más elevado claro, aunque si me entregáis vuestra cota se rebajará el precio- se dio la vuelta y comenzó a buscar el mejor material para realizar la coraza-.El precio quedaría en 550 monedas de oro, tendré que trabajar día y noche para tenerla terminada- iba comentando conforme preparaba todos los materiales-.Tendré que dejar de lado varios trabajos y aplazarlos- siguió explicando.

-Ven mañana al amanecer si la queréis, la tendré lista- se volvió a poner los guantes para comenzar el trabajo.Tenía bastantes pelos de la barba quemados por e constante trabajo frente al fuego.

-Por cierto, me han llegado rumores de los cabezayunque.Parece que están buscando una espada...y bastante valiosa.Está causando problemas entre las familias de los cabezayunque, disputas y rencillas.Parece que esa espada era toda una obra de excepcional artesanía para provocar todos esos conflictos- miró de reojo a Ridgern, esperando ver su reacción, sin dejar de trabajar en la armadura.

-También me han llegado rumores de que se ha visto una espada de similar calibre por la Marca, y que la portaba un portentoso guerrero de brillante armadura.Parece que ese hombre es un adalid de uno de los nobles de Robleda- comenzó a martillear y trabajar el metal.

Llegaste a Robleda con la esperanza de ganar renombre y fama entre la gente, reputación entre los tuyos.Tu armadura relucía con los rayos de Sol del mediodía.Decidiste darte un paseo por toda la ciudad, en busca de alguien al que ayudar o encontrar algún trabajo que te diese algunas monedas para seguir subsistiendo.

Llegaste a la zona del puerto, la cual era mucho más modesta que la de la ciudad, similar al aspecto de los barrios bajos.Una zona poco segura, lo que equivalía a que el índice de delitos era mayor, y eso equivalía a que tendrías mayores posibilidades de sacar a relucir tus habilidades.

Las casas tenían aspectos de chabola, hechas de restos de metal, madera, caña, etc. El terreno era irregular y los charcos decoraban el maloliente lugar, de arriba a abajo.En general, la superficie del terreno poseía una capa blancuzca, seguramente debido a la sal del mar.Algunas chabolas tenían colgando redes, algunas vacías, otras con peces u herramientas de pesca.En todo momento se podía escuchar de fondo el cantar de las gaviotas, que sobrevolaban la zona en busca de algo que echarse al pico o incluso defecando sin importar donde cayese el excremento.

El aspecto de la gente de allí era más desaliñado, con ropajes notablemente más humildes, sucios, gastados y de colores apagados.Se escuchaba gente gritar, pues los modales no eran su mayor virtud, hablaban a voces, otros se peleaban y algunos pedían limosna en algún rincón donde caerse muerto.De vez en cuando habían puestos de pescado de dudosa calidad e incluso de moluscos.En el puerto, no sólo abundaba aquel ambiente, había una zona mejor cuidada, con patrullas de soldados que velaban por la seguridad, grandes barcos, galeras y galeones atracados en el puerto, e incluso una taberna que justo se encontraba separando ambas zonas, la peligrosa y la zona algo más cuidada, se llamaba "La sirena alegre".Tras no encontrar nada de interés, decidiste entrar en la taberna, quizá allí adentro podrías beber algo refrescante o encontrar algún trabajo que llenase tu bolsillo. 

Y por fin había llegado a la ciudad, su bullicio y sus olores llenaban las fosas nasales de Elisabeth. Con su regio porte y el tintineo metálico producido por el entrechocar del yelmo, el escudo y la armadura, se iba abriendo paso por las sucias calles.
La humedad era elevada y con cada bocanada de aire se apreciaba la sal proviniente del mar. Cada paso le iba acercando un poco más al puerto, un lugar habitual para la búsqueda de monedas, comida y alojamiento.
La joven y hermosa Elisabeth tuvo que detenerse y bajar la vista al percibir como uno de sus pies estaba húmedo, habia pisado un charco y lo peor de todo, era que no era capaz de asegurar que fuese de agua. Se dio un ligero tiron en la trenza que reposaba sobre su hombro izquierdo y bufó por el asco producido por el líquido que estaba envolviendo a los dedos de sus pies.
La sirena alegre estaba ante ella y no dudó en cruzar su puerta -¿Porque no habría más guardia en esta zona? Demasiados borrachos, mendigos y escoria que no se merece nada vivir de las limosnas.
Con paso firme se dirigió a la barra, no quería sentarse sola en una mesa sin conocer bien el lugar, Elisabeth se consideraba avispada y no cometería dos veces el mismo error. La mujer de duras facciones aún recordaba el incidente en aquella taberna en la que fue asaltada, apuñalada y robada. Todo por sentarse y dar la espalda al resto de lugareños. Ese recuerdo la encolerizaba, era un recordatorio de su debilidad en los primeros días de su viraje, de su aprendizaje para ser caballero. Tenía grabado en su mente los gritos y risas de sus padrones y de lo sencillo que resultó para ellos inmovilizarla.
Vino, un vaso de vino y que no esté aguado- Mantuvo su mano izquierda reposando sobre el pomo de la empuñadura de su espada mientras dirigía sus palabras al tabernero. Elisabeth continuaba percibiendo el mismo olor a pescado y orín, entremezclado ahora con tabaco y sudor. Las zonas portuarias eran un lugar para obtener un buen trabajo, pero también eran asquerosos, sucios y peligrosos, sobre todo al caer la noche

-Trato hecho. Mañana al amanecer volveré a recogerla - contestó el pelirrojo enano cuando el herrero le propuso forjarle una en ese momento. Ridgern estaba ya saliendo de la calurosa herrería cuando Bulrog contó los rumores que le habían llegado sobre los Cabezayunque y la espada. Ridgern se detuvo en la entrada y tuvo que cogerse al marco de la puerta para no desplomarse abatido por el recuerdo de su destino. Lo hizo con tanta fuerza que la madera empezó a crujir - Maldita sea!! Sí lo es. Y tiene un valor incalculable... Respondió maldiciendo entre dientes sin girarse siquiera. Sacó fuerzas para marchar de nuevo y no seguir escuchando nada sobre esa historia, pero paró en seco cuando Bulrog le habló de un portentoso guerrero. Sin duda se refería al que meses atrás había derrotado a Ridgern arrebatándole aquella valiosa espada. Esta vez sí que se giró, con la mirada clavada en su compatriota y con los ojos inyectados en sangre antes de pronunciar - Dime, quién es ese noble. ¿Es fiel a Camil de Hojafuerte?

-No sé mucho sobre la nobleza de Robleda.Apenas salgo de aquí y voy a beberme unas cervezas, y de la taberna a la cama.Pero sí, cualquier noble de Robleda debería rendir pleitesía al burgomaestre o a cualquier cargo tanto político como militar, superior a este.Quizás el señor Camil pueda proporcionarle más información de la que yo pueda darle.No creo que le cueste mucho encontrar lo que busca, no hay muchos nobles en Robleda en comparación a otras grandes ciudades.Pero tenga cuidado, esa gente no dudará ni un momento en apartarle de su camino, son poderosos, tienen mucho oro y viven en un mundillo oscuro, de influencias y tratos peligrosos, ya sabe como va esto de la política- siguió trabajando en la armadura, golpeando con tesón, sin perder el ritmo.

-Sea lo que sea, espero que pueda resolverlo pronto- dijo ya a modo de despedida.

El ambiente en la taberna no hacía mucho honor a su nombre.Llena de borrachos, algunos durmiendo sobre las húmedas mesas, otros apostando a juegos de cartas probablemente ilegales, algunos se peleaban con movimientos torpes aunque caóticos.Otros aún mantenían la compostura, y miraban con desprecio a la nueva clienta que acababa de llegar.Entre ellos, había una mujer que parecía ser la líder de unos cuantos bandidos que se mantenían a la espera, sentados todos, mirando a la guerrera.

La mujer tenía sus piernas apoyadas sobre la mesa mientras jugueteaba con una moneda de oro.Frente a sus pies había una daga con decoraciones orientales, la cual estaba clavada sobre un papiro con una cara dibujada en este.La mujer, como la mayoría de todos allí, tenía un aspecto desaliñado.Sus cabellos de un dorado añejo, estaban algo grasientos y peinados hacia atrás, recogidos en una trenza.Su piel no lucía un color brillante, sino más bien apagado con algunas zonas más oscuras que otras debido a la suciedad.Sus ropajes también estaban sucios, pero parecían de mejor calidad que los del resto, incluso podrían pasar por una armadura ligera.Sus pies calzaban unas botas de piel atadas con largos cordones.

A su lado descansaba un pellejo que probablemente contendría vino o alguna bebida alcohólica.

El tabernero se mantenía ocupado limpiando un vaso de madera con un paño un tanto grisáceo.Escuchó la petición de Elisabeth y agarró una jarra y un vaso.Vertió algo del contenido de la jarra.El líquido carmesí fue fluyendo hacia el vaso hasta llenarlo.Tras esto, dejó la jarra al lado por si quería servirse más.

-Oye tú, muchachita.Acércate- dijo con una voz un poco basta, mientras seguía jugueteando con la moneda.Sus chicos, sentados alrededor suya, comenzaron a reírse maliciosamente para sus adentros.Un par de ellos se levantaron y se acercaron a la guerrera.

Eran demasiados para Elisabeth.Parecía que casi toda la taberna estuviese en contra suya, pues si se giraba, podría ver como en la entrada había un par de hombres más, apoyados en la pared, cada uno a un lado de la puerta.Otros tantos la miraban de reojo, analizándola, en mesas circundantes.Y finalmente, los que escoltaban a la mujer misteriosa, que serían unos cuatro sin contar los que se levantaron para acercarse a la guerrera.

Cuando Lia vio el colgante se puso pálida al principio, pero rápidamente su piel se tornó roja, casi violácea y con violencia coge el colgante y lo estampa contra el suelo con todas sus fuerzas para después patearlo y pisarlo. 

-Si ese bastardo hijo de puta vuelve por aquí, dile que se busque a otra. No pienso volver a su maldita torre si no es para destruirla y quemarla hasta los cimientos.

Sale de la tienda echa una furia, pero vuelve a los pocos segundos y recoge el colgante para golpearlo con cualquier superficie dura y resistente que vea en su camino.

Cuando Zirodel ya estaba saliendo por la puerta, escuchó al anciano tendero murmurar algo. El elfo se detuvo y observó aquel espectáculo de furia. Sea quien fuere ese conocida de Lia, no había duda de que se trataba de una oscura mancha del pasado.

Zirodel no preguntó. Ni era de su incumbencia ni era el momento. Se limitó a salir y, una vez fuera del establecimiento, se despidió de la maga.

-Me marcho a descansar. Nos vemos mañana.

No le apetecían más sobresaltos. Ya tendrían seguramente de sobra cuando comenzaran la misión. Así, el elfo terminó de pasear un poco por la ciudad y luego volvió a su estancia para pasar allí el resto del día.

La situación se fue volviendo más tensa mientras Elisabeth se quitó los guantes lentamente, se frotó un poco las manos, calientes por la cobertura que le habían proporcionado esos viejos guantes.
Examinó el contenido de la jarra, un vino que no hacía falta paladearlo para estar segura de que era malo. Se mojó sus labios y notó como el líquido descendía por su garganta. Era casi vinagre, cierto que tenía un sabor afrutado, un signo de la juventud de la bebida. Después de apurar casi la mitad de la jarra, sedienta como se encontraba por la caminata que había realizado, se giró sobre sus talones para darse un nuevo tiron de su trenza. Era la segunda vez que lo había realizado desde su llegada, algo que no le gustaba. La ciudad era oscura, lúgubre y la posada era peor. Su búsqueda de trabajo la había encaminado a lo que parecía una trampa. Demasiados ojos sobre ella, demasiados cuchillos ocultos, porras que saldrían de cualquier lugar y con un único objetivo para sus golpes, ella.
Esto es agradable, bebamos- En su mano izquierda el vaso del que dio un nuevo sorbo y en la derecha la jarra. Hizo un pequeño gesto fácil de interpretar, le llenaría el vaso a esa desconocida, La líder. No quería ofenderla, no sería buena idea.
Mi nombre es Elisabeth- Intentó tomar asiento aún a sabiendas de que eso le dejaba en una posición de inferioridad aún mayor. Realmente pensaba que la única forma de salir de esa situación sería hablando, no sería capaz de terminar con todos esos enemigos ¿Porque nunca se encuentra a la guardia cuando se la necesita? Seguro que se encontraban holgazaneando, bebiendo y comiendo en vez de cumplir sus obligaciones. Necios, no se merece Neón sueldo que cobraban. No sin realizar su trabajo
Ayudame a terminar este vino tan... Bueno

Soltó un pequeño soplido mientras esbozaba una sonrisa arrogante cuando Elisabeth le ofreció de su vino.Su rostro se ladeó, indicándole con la mirada hacia la mano que golpeaba suavemente con la punta de los dedos, aquel pellejo repleto de licor.

-Ya tengo el mío- volvió a girar su rostro para mirarte de forma penetrante y con cierto toque de malicia.-Elisabeth...¿eh?- entrecerró su mirada y ahora se tornó seria.

-¿Qué hace una mujercita de brillante armadura por aquí? ¿Te crees una guerrera? ¿Una luchadora del bien o algo por el estilo?- preguntaba con sorna para acto seguido darle un profundo trago a su licor, dejando caer por sus comisuras los restos que no entraban en su boca.Usó su antebrazo para secarse los labios y barbilla de una sola pasada, volviendo a mirar a Elisbeth.

Dejaste sola a Lia para dar un último paseo por la ciudad antes de marcharte a descansar.Durante el tranquilo paseo por las calles, pudiste percatarte de la presencia de un par de elfos que te resultaban familiares, su aspecto, sus ropajes y armas, algo hizo saltar la alarma en tu mente y vinieron recuerdos, incertidumbre sobre tu pasado.Se movían por los callejones, ocultándose de los ojos de la gente y los curiosos.Habían asuntos por zanjar, tu hogar, no existía tal cosa pues el nombre y honor de tu familia fueron mancillados, siendo expulsados del clan.No sabías el por qué, siempre te lo preguntaste.Eran de las pocas cosas que podrían mantenerte en vilo durante largas noches.

No había oro suficiente capaz de paliar esas inquietudes, en cierta manera, esa rabia de desconocer tu origen, tu linaje y tu sangre, pues ahora mismo, solo sabías que eras un elfo exiliado, sin pasado, ni gloria, un buscavidas cualquiera con errores en forma de cicatrices en su cuerpo.

Pero ahora mismo había un trabajo entre manos, quizá no fuese la mejor idea  indagar en otros asuntos.

Su mirada lenta y tranquila, se desvió del libro hacia la joven maga, observando toda su actuación y el trato hacia el colgante.No pareció responder nada ante tus inquisitivos gritos y demandas sobre quien fue tu dueño.Sólo de dignó a observar como te marchabas de la tienda ofuscada e intranquila con el colgante en mano, para acto seguido destrozarlo contra el suelo.

-Muchacha...cuidado con el odio, podría nublar tu juicio y desviarte de tu camino....- volvió a lamer su dedo y pasar de hoja, centrando su mirada de nuevo en la lectura.

-Posees una gran carga.Compártela si es necesario, limpia tu pasado, o acabará arrastrándote al más oscuro abismo- hablaba con parsimonia y de alguna manera, se podía sentir algo de sabiduría y experiencia, un aura mística que envolvía sus palabras y las hacía dignas al menos de considerar.

Se detinen a escuchar al mercader y le lanza un mirada furibunda. Pero en seguida la cambia a un gesto más tranquilo y asiente

-Tienes razón, lo compartiré con mis compañeros- Tras sus palabras se gira y se va dirección a la posada con cara pensativa

Ya lo creo que lo compartiré. Les diré que una vez le vi haciendo tratos con trasgos. Seguro que así Ridgern está encantado de darle hachazos hasta no ser más que una pulpa... Y con el nuevo pergamino que he comprado será todo mucho más fácil A medida que sus pensamientos recorrían su mente, se iba dibujando una sonrisa sádica en su rostro.

Las palabras del herrero calaron en un agitado Ridgern que  la tomó con el marco de la puerta, al que propinó un fuerte  golpe con su robusto puño cerrado. - Políticaaa??? Ya le daré política a ese desgraciado...  Y sin más salió de la herrería visiblemente enojado, maldiciendo y mascullando todo tipo de improperios.

Se fue directo a la posada y tras encargar varios días de comida y cerveza para el viaje, necesitó una media docena de buenas y rebosantes  jarras  para calmar sus ánimos y olvidar las palabras del herrero. Solo así podría dormir tranquilo para poder madrugar y recoger la armadura antes de partir al día siguiente.

Zirodel estuvo tentado de seguir a esos elfos. No era capaz de identificarlos, pero había algo en ellos que se le antojaba familiar. ¿Vendrían de Esmeril? ¿Tendrían relación con sus padres y el pasado? Hace tiempo que el elfo se había hecho a la idea de olvidar ese asunto. Lo que fuera que pasó, ya no había forma de volver atrás para arreglarlo, así que mejor mirar hacia el futuro. Esa fue una de las razones que le impulsó a ver mundo y explorar nuevos horizontes. No obstante, no podía negar que una parte en su interior, quizá orgullo familiar o élfico, todavía le empujaba a querer saber más. 

Dudó, pero finalmente acalló esas voces de curiosidad. No quería meterse en líos antes de la inminente partida al día siguiente. Llevaba tiempo buscando un buen trabajo, y ahora no quería fastidiarlo. Pensó que, una vez acabada la misión, quizá se acercara a esta zona de Robleda y preguntara a los vecinos sobre estos elfos, dando su descripción.

Se alejó de allí de regreso a su hospedaje.

Después de pasearse por Robleda e incluso hacer algunas compras, los aventureros se reunieron en la taberna.Algunos comieron, otros bebieron hasta perder la noción del tiempo, e incluso algunos se desahogaban con gritos o miradas asesinas.El Sol no tardó en caer, la noche ya había teñido de negro la ciudad.Las campanas del santuario ya daban las doce de la media noche, y los aventureros ya descansaban en sus habitaciones, reponiendo energías para el viaje que les esperaba.

Apenas comenzó a iluminarse el horizonte, los aventureros pudieron escuchar el relinchar de los caballos frente a la puerta de la posada, junto a un grupo de voces que a pesar de hablar en un tono normal, era suficiente para poder al menos escuchar el ruido que provocaban debido al escaso ruido de esas horas en las empedradas calles.

Fue la primera en bajar.Había descansado considerablemente y estaba lista para partir de nuevo, aunque sospechaba que no podría seguir aquel ritmo durante mucho más tiempo.Se equipó con su armadura, comió algo rápido y bajó a la planta baja para acto seguido salir a la calle dónde ya podía escuchar caballos y voces de hombres.

-Perdonad la demora- se presentó en cuanto pudo ver a la caravana y todos sus componentes-.Me llamo Varuna, seré una de vuestros guardias durante el trayecto- se golpeó el pecho con el puño cerrado, realizando una leve reverencia de cabeza.