Partida Rol por web

Si los aventureros salían a la calle, podrían ver cuatro carromatos tirados por dos caballos cada uno, y estos manejados por un hombre.A lo largo y ancho de la caravana, habían cuatro hombres a caballo y unos cuatro a pie, todos pertrechados con armaduras y armas.Algunos de ellos tenían pinta de ser escoltas a sueldo como vosotros

Otros compartían un mismo uniforme, morado con piezas metálicas de armadura, probablemente fuesen guardias de Robleda.

Por último, habían otras personas vestidas con pieles y de manera más rudimentaria, con alguna pieza metálica o acolchada, estos últimos probablemente serían guardias de caravana.Uno de estos últimos hombres, se acercó para saludaros y daros la bienvenida a la caravana.

-Sí, sí, saludos a todos- su voz áspera os dio la bienvenida con cierta desgana y desdén.

-Me llamo Decker, soy el jefe de esta caravana, y lo que diga a partir de ahora va a misa- dijo ladeando su cabeza y señalado con su dedo pulgar hacia atrás flexionando su brazo, en dirección a la caravana que estaba justo detrás-.El señor Burgomaestre ya os habrá explicado el trayecto y cual es vuestro trabajo.Espero no tener que aclarar dudas, estoy cansado y creo que todos tenemos ganas de volver y de zanjar este asunto- el jefe no parecía tener pelos en la lengua, aunque probablemente no le faltaba razón en sus palabras por muy crudas que fuesen.Se notaba que era un hombre de mediana edad, ya experimentado en la vida, con algunas arrugas, ojos azules, pelo dorado oscuro que apenas se veía bajo la capucha.Tenía una larga perilla recogida y a simple vista se le podía ver bastante bien equipado para sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza.

Se cruzó de brazos, y con una mirada seria y apagada esperó a que contestasen los nuevos escoltas que le iban a acompañar.

Zirodel se despertó por el relincho de los caballos y el ajetreo de la comitiva que iban a escoltar, la cual ya estaba abajo esperando. El elfo tomó un frugal desayuno, compuesto de unas sobras que guardaba en su habitación; se aseó rápidamente, tomó su equipo y bajó a la calle.

La caravana contaba con un considerable grupo armado, de manera que, o bien el Burgomaestre era un hombre preocupado en exceso, o lo que iban a transportar era más importante de lo que pensaba.

Cuando la persona al mando se presentó, Zirodel hizo un gesto con la mano, a modo de saludo. El tal Decker parecía un hombre curtido. Hablaba sin rodeos ni delicadeza. Esa falta de modales le chocó al elfo, pero en verdad prefería unas palabras secas y honestas que la zalamería que esconde algo tras ella.

-Entendido-se limitó a decir, preparado ya para partir.

Lia escuchó los relinchos cuando aún se estaba aseando y peinando en su habitación. Tras un vistazo por la ventana y ver todo el percal, se colocó sus pendientes con rapidez y bajó a desayunar. Se bebió con rapidez el zumo de frutas y salió a la calle con un bollo en la boca y otros dos en sus manos.

Vio con alegría, como el mozo de cuadras le había traído a perchita, la cual estaba atada a un poste cercano. Como recompensa le dio un beso en la mejilla.

Al oír al jefe de la caravana no pudo evitar murmurar a sus compañeros con un sonrisilla -Mal vamos, si ya  está cansando antes de empezar- Luego le miró solemne y se presentó con un escueto -Yo soy Lia.

Elisabeth se llenó la copa y miró el rojo brebaje mientras mecía la copa en su mano -Una luchadora, guerrera... Muchos nombres para una mujer que es capaz de defenderse, de mantener a raya muchos de estos- Levantó la mirada y dio un pequeño giro de cuello a observando la sala y la multitud de seguidores de esa extraña mujer.
El bien puede ser muy relativo, cada persona cree algo diferente. Pero de una cosa sí que estoy segura, mi palabra vale más que la de toda esta chusma- Las palabras de Elisabeth no fueron duras, pero si firmes. Mostraban la seguridad que tenía en ella misma y sus creencias, sus leyes, sus normas.
Soy una herramienta que nunca se dobla, que fija su destino, su misión y la cumple. Quizás en un lugar como este pueda encontrar alguien que me proporcione unas buenas monedas por mis servicios- Toqueteo el mango de su espada antes de volver a posarlas sobre la mesa para que ningún alma se sintiese amenazada. La mugrienta mujer la estaba poniendo a prueba y Elisabeth debía de ser cauta en una ciudad nueva, un local desconocido y con demasiados cuchillos que podían ser clavados en su espalda.

Ridgern llegó pronto a la posada, encargó comida y bebida para el viaje y se sentó un una mesa. Tenía un semblante más enojado de lo normal. De malos modos iba pidiendo una jarra tras otra hasta que empezó a perder la verticalidad. El posadero llamó a varios de sus empleados y entre todos ellos y la ayuda de algún cliente lo subieron a su habitación para que no molestara al resto de sus parroquianos. En un primer momento el enano intentó negarse, pero sus movimientos eran torpes y lentos debido a la gran cantidad de alcohol ingerida. Cuando notó que lo cogían en volandas Ridgern se lo tomó a broma - Zzzooy  un enaaano voladorrrr  JOJOJO, el enano voooladoorrrrr JOJOOJO -  y no paró de reír hasta que lo tumbaron en su camastro, donde quedó profundamente dormido, roncando y babeando como un bebé.

El relinchar de los caballos despertó a todos y uno a uno los aventureros fueron bajando para unirse a la caravana, todos menos uno. Empezaron las presentaciones y la ausencia del enano era notable para los que lo habían conocido. Varuna mandó al mozo de las cuadras a sus aposentos para que lo despertara, pero el joven bajó rápidamente, informando de que en la habitación no había ni rastro del orondo enano, salvo un fuerte hedor mezcla de  armario cerrado, circo de animales y taberna a la hora del cierre.

Todos se miraron extrañados sin saber muy bien qué hacer. El tal Decker no iba a retrasar la caravana por culpa de un enano borracho y empezó a dar ordenes a sus hombres para que partieran de inmediato. Fue entonces cuando en la lejanía empezó a escucharse un sonido metálico que se acercaba hacia la caravana.  A medida que el ruido de acercaba se iban distinguiendo numerosos chirridos acompañados de fuertes y rotundas pisadas. Varios de los soldados de la caravana se pusieron en guardia hasta que  una Figura rechoncha dobló la esquina de la posada, envuelta en una bella y reluciente coraza completa. Se movía con cierta dificultad, como si las piezas articuladas de las piezas móviles de la armadura hubieran  estado en desuso durante mucho tiempo. La pesada figura se plantó  frente a la comitiva y, no sin dificultad, logró retirarse la visera del reluciente e impecable yelmo. La cara de un pelirrojo y sudoroso enano apareció bajo la visera metálica. Sin duda parecía acalorado y fatigado, pues   jadeaba y resoplaba sin cesar.  - Niño, acércate con la alcuza más fina que tengáis en la posada. Ahhh y ya de paso trae una buena jarra de cerveza, que este maldito paseo me ha dejado agotado y con el gaznate más seco que un desierto.

Al darse cuenta que todos los miraban pronunció sin mucho reparo - ¡Qué pasa! Si no hubiera tenido que madrugar tanto, habría podido engrasar la coraza como se requiere....

El joven mozo no tardó en aparecer con lo que el enano había pedido. Ridgern le arrebató la cerveza de la mano y se la bebió de un trago. Tras eso tomó la aceitera metálica y empezó a engrasar las articulaciones de la coraza con no pocas gotas de aceite. Flexionó codos y rodillas hasta que la armadura dejó de chirriar. El enano parecía estar preparado para partir.

Escuchó a Elisabeth con mirada analizadora y una sonrisilla arrogante.

-Con que una herramienta que nunca se dobla ¿eh?- ahora amplió su sonrisa ahora entre burlona y arrogante, mirando a sus abundantes muchachos, a un lado y a otro.

-Bien bien- dejó su posición relajada con sus piernas cruzadas y brazo descansando en la parte superior del respaldo, y se sentó de manera normal pero con la espalda algo encorvada, para así poder arrimarse más a la mesa y a su nueva invitada.Sus brazos apoyados en sus muslos, sus manos estaban entrelazadas y uno de sus pies daba golpecitos en el suelo.Cuando Elisabeth desvió su mirada para ver lo que había en la mesa, pudo percatarse de un pergamino desplegado sobre esta, el cual parecía tener una cara dibujada muy similar a la de ella.

La mujer se percató de la dirección de tu mirada, y con la velocidad de un rayo desenfundó un puñal de su cinto y lo clavo sobre aquel pergamino, justo encima de la cara, provocando un ruido seco y firme, penetrando la madera de la mesa varios centímetros.

-Cuidado mujercita, la curiosidad mató al gato- comentó ahora con una voz de tono suave pero claramente amenazante, al igual que su mirada, mientras que su mano se aferraba más y más fuerte a la empuñadura de aquella daga, pudiéndose ver como se hinchaban algunas de las venas de esta.

-No existe el bien, muchacha, ni el mal...- su voz adquirió tonos misteriosos mientras que su mirada se volvió oscura y profunda.Una de sus comisuras se estiró, algo parecido a una semisonrisa que ocultaba la impotencia de conocer lo que realmente albergaba el mundo-.Si te unes a nosotros....podrás ver al mundo real, tal y como es, sin tapujos, sin mentiras....ni falsedades- pudiste ver que en su muñeca se asomaba parcialmente un tatuaje de color negro.

-Conseguirás todo lo que desees....Sentirás lo que nunca jamás imaginaste que podrías llegar a sentir....te liberarás de las ataduras....de tus debilidades..- pudiste ver como la hoja de la daga comenzó a emanar un halo de oscuridad mientras que unas venas se marcaban en el rostro de la misteriosa mujer, dibujándose a la altura de los ojos, hasta llegar a ellos.Pudiste ver como el pecho de la mujer se hinchaba debido a la agitada respiración, como sus pupilas llegaron a ensancharse tanto que cubrieron hasta el iris totalmente.

El enano tardó en llegar.Ante un suspiro de resignación, negó con la cabeza frotando su sien con las manos.

-Creo que estamos todos...Partamos ya- con una mirada bastó para mover a todo el convoy.Las riendas se pusieron en movimiento y los carromatos comenzaron a andar alegremente por la ciudad.No tardaron mucho en salir de a ciudad y cruzar un puente empedrado que sobrepasaba arroyosauce.

El camino bien empedrado de la Mantícora se muestra a vuestros ojos como un fino hilo oscuro que se perdiera hacia el este, desde el oeste, por entre lomas y colinas herbosas y peladas, apareciendo aquí y allá, por entre las rugosidades del paisaje. Los pájaros cantan y revolotean a vuestro alrededor, mientras podéis ver cómo la actividad diaria del agricultor y el pastor ya
ha dado comienzo, pues estos trabajan alegres en sus campos cerca de las haciendas y fincas que tachonan el paisaje en las inmediaciones de la vieja y orgullosa ciudad de Robleda. Algunos paisanos se afanan con sus carromatos de bueyes para llevar sus mercancías y víveres a la ciudad. Al pasar a vuestro lado os saludan amablemente, alzando los brazos por encima de la cabeza y agitando sus gorros vigorosamente, cuando no llevando tres dedos a su corazón, gesto reconocido de buenaventura en estas tierras.

De vez en cuando os tropezáis en el camino con alguna caravana mercantil, fuertemente escoltada por hombres en armas. También es normal que, en los terrenos circundantes y veredas próximas al camino, podáis ver alguno de los grandes rebaños del Consejo de Vecería, guardado celosamente por los omnipresentes guardas del fajín rojo. Hay también patrullas pequeñas de soldados que recorren el camino desde Olmeda y las Frondas hasta la Marca Este, ya muy próximo al Yermo.En verdad, el Camino de la Mantícora es una vía comercial muy transitada, aunque eso no significa que no sea ser peligrosa, muy al contrario, pues tal concentración de riquezas y mercancías atrae la atención de buen número de partidas de bandidos y asaltadores.

Hay algunas posadas muy cómodas a lo largo del camino, donde se sirven platos y viandas bien cocinadas, regadas con todo tipo de bebidas y bebistrajos. Generalmente son puestos solitarios, rodeados de altas empalizadas o muretes de piedra vigilados, pues las tierras circundantes resultan peligrosas, como se ha dicho.Sobrepasasteis el portentoso castillo de Vandevic, el cual fue quedando a lo lejos, hasta que toda su omnipotencia se convirtió en una mancha gris en el horizonte.

El Sol ya estaba cayendo, y Decker decidió apretar algo más el paso para dejar atrás Cuencatroll, un lugar sin duda peligroso para acampar en sus cercanías.La caravana llegó al linde del Valle Oscuro y Rocas del Draco.Decker ya no podía avanzar más.Los animales estaban exhaustos y la gente que iba a pie también.

-De acuerdo, descansemos, cenemos algo, durmamos y partamos al alba- comunicó a todos los presentes, los cuales no tardaron en improvisar un ruedo con las carretas, crearon una hoguera en el centro donde poder coger algo de calor y cocinar sus alimentos.De pronto, mientras los hombres y mujeres cenaban y descansaban, algo pareció alterar la tranquilidad de los caballos, los cuales relinchaban asustados, se ponían sobre sus patas traseras, y en general deseaban huir del lugar.

Decker estaba calentándose algo en un pequeño espetón de viaje, cuando notó a los animales alterados, alzó su rostro y miró a los alrededores.Había gente haciendo guardias por turnos, y estos también intentaban ver más allá de la oscuridad de la noche, pero no lograban discernir nada.Decker respiró fuertemente por la nariz un par de vez mientras que con su mirada seria, analizaba el entorno.

-¡Sniff!.......¡sniff!....algo se acerca...

Apartó la mirada del pergamino -Y discreta, también me considero una mujer discreta que sabe cuando cerrar sus labios. Los ojos son capaces de ver muchas cosas, apreciar matices y ver el mundo- Tomó un sorbo de vino, pequeño, una ínfima cantidad que apenas mojaron sus labios para volver a posar el recipiente lentamente sobre la mesa ganando unos segundos más de tiempo.
El mundo es como es, cruel, duro y con unos momentos efímeros de felicidad. Cierto es que existen personas que lo quieren cambiar, necios que sucumbirán en algún momento a cualquiera de las numerosas pruebas que el futuro les depara. Yo- Elisabeth cerró su mano para llevarse el puño al pecho golpeando su armadura -Venceré, todas y cada una de esas pruebas, esas dificultades, cualquier obstáculo que se interponga en mi camino. No soy el bien, soy la rectitud pero soy una simple mortal y como tal, necesito oro Jajajajaj- Una sonrisa que trataba de quitar algo de hierro a la conversanción ¿Que sería ese tatuaje? Esa daga, ese halo, la mujer que tenía ante sus ojos había captado su interés cambiando la preocupación por intriga

El día había amanecido con buen tiempo, y eso parecía influir en el buen ánimo de los lugareños. Cuando observabas Robleda bajo la intensidad de un sol radiante, no se podía negar la belleza y prosperidad de la región. No obstante, también había en estos territorios ciertos lugares que más valía evitar, incluso a la luz del día. A Zirodel le tranquilizó ver que Decker conocía bien el camino para saber cuándo apretar el paso y cuándo parar. No hay nada peor para una expedición que estar guiada por alguien poco preparado.

Cuando acamparon, el elfo ayudó a descargar lo necesario y recoger algo de leña para la fogata, lo que aprovechó para hacerse una idea general de la zona. Se buscó un hueco junto a una de las caravanas, con la espalda apoyada en ella y de cara al espeso valle. Y es que, de producirse una emboscada, tenía esta más probabilidades de hacerse desde allí que desde el camino.

Justo cuando avanzaba la noche, algo alteró a los animales, y a Decker... Zirodel se levantó rápidamente agarrando su arco y carcaj. Miró fijamente a su alrededor, primero al valle y luego al camino, intentando descubrir, con su capacidad de ver en la oscuridad, la posible amenaza.

El día se desarrollaba luminoso y alegre. Nada que ver con la salida de la ciudad anterior que fue acompañado de nubes tormentosas.

El ánimo de la muchacha volvía a ser alegre e iba charlando con todos los miembros de la comitiva, contándoles anécdotas y haciendo bromas alegres.

En un momento determinado se puso al lado del elfo y conversó con él largo y tendido.

Cuando hicieron el alto para la noche, Lia se ocupó de ayudar a los otros guardias a preparar la comida; pero está vez, nada de aromas exquisitos hasta que oyó el relinchar de los caballos momento en el que se pegó a una de las caravanas y oteo entre los huecos de las telas y maderas buscando qué podría haber alterado a los caballos así.

A lo largo del día, Lia se acercó al elfo para conversar con él en fluido élfico.

Tu nombre es Zirodel, verdad? Yo soy Lia; creo que no nos hemos presentado formalmente y ayer.... bueno ayer no me gustó mucho lo que vimos en los sótanos y me asusté mucho.

¿Buscabas pergaminos también en la tienda de magia? ¿Puedes lanzar magia? Igual deberíamos compentrar los hechizos para no perder efectividad. Yo tengo aprendido un conjuro de Sueño.

-Sí, ese es mi nombre-dijo Zidorel con un gesto reverencial élfico-. Tranquila, comprendí que aquello debía formar parte de algún episodio de tu pasado nada agradable. En el mío también hay eventos oscuros, y hechos que todavía me debato sobre indagar en ellos o no...

Meditó unos segundos en silencio.

-Efectivamente, mi raza posee el don de la magia, y yo he heredado esa aptitud, aunque no a la altura de los verdaderos magos. Procuro, no obstante, seguir aprendiendo. Tenía interés sobre qué pergaminos se podrían encontrar en la ciudad, pero desgraciadamente todavía no puedo permitirme comprar ninguno de ellos. Por eso necesitaba con urgencia un trabajo como este. Espero que no tengamos demasiados sobresaltos...

Lanzó una mirada alrededor.

-Con respecto a los hechizos, soy capaz de practicar un sortilegio de proyectil mágico, y también uno de sueño. También poseo escrituras de un hechizo más potente, pero no tengo la habilidad mágica para usarlo. El hechizo que suelo memorizar cada noche, precisamente, también es el de sueño. ¿Es un buen recurso, verdad? Me ha sacado de aprietos más de una vez... Gracias por compartir esta información conmigo. Esta noche memorizaré el de proyectil mágico, y así tendremos más opciones.

Lia asintió al comentario de Zirodel

Sí. Es muy útil. De hecho, gracias a Sueño, capturamos vivos a los trasgos. A veces me planteo si no habría sido mejor utilizar otros métodos en lugar de la tortura. O incluso proporcionarles una muerte rápida mientras aún dormían. - La muchacha suspiró.

Tras unos segundo meditabunda terminó por decir

Yo también conozco otro, encantamiento de personas; pero no creo que sea necesario en un combate. Igual puede ser útil en alguna ciudad para obtener información y si se diera el caso, lo utilizaré para evitar otra atrocidad como la que vimos en los sótanos. O al menos intentarlo.

La comitiva emprendió el viaje, La ciudad empezaba a despertar cuando la caravana partió dejando atrás todo el ajetreo que en pocos minutos inundaría la cuidada y floreciente urbe.

Ridgern pronto se dio cuenta de que la armadura no estaba del todo bien engrasada, lo que entorpecía su avance, teniendo que hacer grandes esfuerzos para seguir el paso marcado por Decker. Todavía no habían recorrido ni un par de millas y el enano empezaba a quedarse atrás resoplando y sudando como un cochino. Ridger hizo un esfuerzo por alcanzar el carro de cola. Con más facilidad de la que podría esperarse de un rudo y corpulento enano envuelto en una coraza, logró subir en marcha. A  pesar de su volumen, parecía bastante ágil. Invadió el asiento y el conductor tuvo que hacerle hueco para que el ancho trasero de Ridgern se acomodase sobre la tabla, ocupando más de la mitad del espacio. El sorprendido hombre estaba al borde de su asiento, pero no tuvo el valor para protestar nada, sin duda intimidado por los modales y olor del rudo enano, que ni siquiera le dio las gracias. Se limitó a sacar uno de sus odres y le dio un trago tan largo como un día de verano. Secó sus empapadas barbas con la manga y tras pensarlo un instante, le tendió el odre al conductor. Fue la peculiar manera de agradecerle al hombre que lo dejara subir a su carromato. El hombre titubeó un momento, no tenía sed, pero pensó que rechazar el ofrecimiento del enano podría ser tomado por éste como una ofensa, de modo que cogió el odre y le dio  un  trago también.

Tras eso Ridgern sacó su ballesta y permaneció vigilando la caravana desde su privilegiada posición durante todo el trayecto, lo que le permitió disfrutar del maravilloso y natural paisaje que poco a poco iban recorriendo.

Decker dio la orden de parar para descansar justo antes del anochecer. Se levantó el campamento protegidos  por los carros y varios guardias. Todos empezaron a sacar sus viandas, pero parecía que la cena no iba a ser tranquila. Los animales se alteraron, señal de que algún peligro acechaba. Ridgern se pertrechó con su ballesta y se acercó al lado que daba al bosque, atento a cualquier movimiento.

La misteriosa mujer fue calmando su respiración, la daga volvió poco a poco a su estado original.Las oscuras venas de su rostro fueron difuminándose a la par que la negrura que cubría sus ojos, se volvía a reducir hasta convertirse en una pupila estándar.Su mano soltó la empuñadura de la daga, apoyó su espalda en el respaldo del banco y respiró profundamente al escuchar las palabras de Elisabeth.

-Una vez entres....no habrá vuelta atrás.El oro dejará de ser un problema ¿Estás dispuesta a matar para ganar, para vivir? Tú elijes muchacha- su voz se tornó seria, y su mirada penetrante y cansada.

Zirodel cogió rápidamente cobertura tras uno de los carromatos inferiores y se armó con su arco.Sus ojos de elfo, se paseaban entre las aperturas de los carromatos, incluso por las zonas bajas de estos y los huecos que había en sus ruedas de madera, cualquier recoveco sería de ayuda con tal de poder ver lo que les esperaba más allá de los carros.Su afilada visión no tuvo problema en detectar como unas patas peludas con afiladas garras, pisaban el terreno, rodeando a los carromatos, sigilosos como letales felinos y depredadores.Pudo ver su forma animal, sus largos morros, afilados colmillos, orejas rígidas y colas alargadas.

Se movían a cuatro patas, y eran bastante numerosos.Por otro lado, cuando Lia se puso a cubierto e intentaba mantener su agitada respiración.Su ojo tembloroso se colocó en las ranuras que habían entre las tablas de madera que formaban la estructura del carromato.Pudo intuir sombras de objetos de diversos tamaños y formas en su interior.Todo parecía estar muy tranquilo, demasiado.El ojo de la maga, logró encontrar otra apertura en el otro lado del carromato.Fijó su mirada bien y pudo ver pasar unas sombras grises y negruzcas, demasiado rápidas para discernirlas.Su mirada siguió observando, hasta que un ojo rojo y salvaje se asomó por la misma rendija por la que intentaba divisar algo la maga.El ojo la observó atentamente, contrayendo su pupila, como si afinase sus instintos, como si ya pudiese saborear su sangre.Lia se pudo ver reflejado en aquel ojo monstruoso y rojo como el fuego, pudo ver el terror de ser una presa.

Ridgern no tardó en protegerse y agarrar su amada ballesta.Se situó tras uno de los guardias que parecía estar confuso, mirando a un lado y a otro sin lograr poder ver nada en la densa oscuridad.Pero el enano le advirtió.Pudo ver con sus propios ojos, como una silueta emergía lentamente de entre los árboles del valle oscuro.La monstruosidad fue cogiendo forma conforme salía más y más de entre los árboles.Sus ojos amarillos eran luceros en la oscuridad de aquel bosque, y la blancura de sus colmillos el reflejo de la muerte y la bestialidad.

-Nos superan en número....- fue lo poco que pudo decir antes de intentar tragar saliva.Pero un nudo se formó en su garganta, la tensión se acumulaba en el cuerpo de Decker.Desenfundó una cimitarra y se dispuso a pelear, pelear por su vida.En ese momento, se escuchó un gutural y poderoso rugido, que indicó el comienzo de lo que sería aquella matanza.Unas bestias peludas y asesinas, saltaron por los carromatos, llegando a su techo, y desde allí divisar a todos esos humanos, carne fresca y jugosa.Acto seguido, saltaron al interior del ruedo y se abalanzaron sobre todo aquel que estaba en su camino.

En cuestión de segundos, la escena se convirtió en un pequeño campo de batalla sangriento.Los guardias y escoltas, luchaban ferozmente contra aquellas bestias.Algunas lograban superar a su contrincante humano, logrando propinarle letales mordiscos o incluso alguna amputación.Otros humanos, lograban superar a la bestia, la mantenían a raya e incluso le hacían graves heridas por las cuales emanaban sangre oscura y espesa.

La clérigo se parapetó tras uno de los carromatos, apretó bien su escudo contra su pecho y se aferró con energía a su maza.Sus labios parecían estar recitando algo, como si fuesen plegarias, rezos entre lágrimas y respiraciones agitadas.Sus ojos vibraban y su corazón quería salirse de su pecho.Un cosquilleo recorría su espalda, una sensación ancestral y animal despertaba sus instintos más primarios de supervivencia.

Nunca antes se encontró en la situación de pelear por su vida.La eterna confrontación de humano y bestia.Apretó sus dientes y miró con ira hacia el exterior, como si su mirada pudiese traspasar las maderas de los carros.

-BESTIAS INFAMES, ESTAMOS AQUÍ, VENID A POR NOSOTROS! BUSCAD VUESTRA MUERTE SI ASÍ LO DESEÁIS- golpea su maza varias veces contra su escudo.Cada resonar metálico era un impulso de coraje y valor que le daba a su corazón, era un motivo más para sobrevivir a lo que se avecinaba.

-¡¡¡HERMANOS, LUCHEMOS, LA LUZ NOS AMPARARÁ.SEREMOS LA LLAMA QUE QUEMARÁ A LAS ABOMINACIONES DEL MAL, SEREMOS LA LUZ QUE ILUMINARÁ EL CAMINO A LA GLORIA ETERNAAAAA!!!- aullaba ya con su adrenalina exudando por todos los poros de su piel.Aquellas bestias ya habían entrado, así, que esperó a tomar el momento más oportuno para abalanzarse a la que se le había enfrentado.

Una gran cantidad de bestias lobeznas comenzaron a rodear el campamento y antes de que pudieran hacer nada, los veloces depredadores se les echaron encima, causando una auténtica carnicería. Gruñidos, aullidos y rugidos se mezclaban con chillidos, llantos y gritos de guerra. Ridgern no sabía a dónde apuntar, tenía bestias por todas partes. Alentado por la arenga de Varina decidió disparar su saeta contra el animal que estaba a punto de echarse encima de la sacerdotisa. Pero el proyectil pasó de largo y su silbido se perdió en la oscuridad, ahogado por los gritos de los miembros de la caravana.

Zirodel se alertó cuando sus ojos se encontraron con esos otros en la oscuridad. Eran terribles y feroces, y lo peor es que no solo había un par. Poco a poco fueron apareciendo nuevas siluetas en la noche dejando ver su forma bestial. El elfo tensó su arco dispuesto a disparar, pero aquellas criaturas eran demasiado rápidas. En un suspiro ya habían asaltado el campamento y casi podía sentir su respiración. 

La manada les rodeaba, de manera que Zirodel soltó su arco y cogió la espada y el escudo.