Partida Rol por web

El antaño precioso pueblo de Vinegard se encontraba en problemas. Su gobernador, D. Aimen había echo una llamada a los aventureros que estuvieran dispuestos a arriesgar sus vidas por obtener una reliquia. Esta reliquia había desaparecido del templo lo que había ocasionado el resurgir de los espectros y no muertos de la vieja mina del pueblo.

El pueblo en si era pequeñito, una taberna con algunas habitaciones libres, un par de tiendas de armas y variedades y la caseta de la Guardia.

Aunque el pueblo era pequeño, era parte de un reino, por lo que la guardia era independiente de la autoridad del pueblo.

El ruido y la algarabía resonaba por las paredes de la mugrienta taberna. No era muy grande, pero tampoco de las más pequeñas. Quizás acogedora, dependiendo del cansancio que arrastrara el viajero.

La mayoría de mesas estaban ocupadas por pequeños grupos de viajeros, en una había una pequeña familia celebrando lo que parecía un aniversario.

Y en medio de la taberna una gran mesa. Mesa destinada a los que no tenían compañía, a los viajeros solitarios o a quien, simplemente, no le gustaba la gente. Ahí os encontráis vosotros, no os conocéis, pero sois los únicos de la mesa.

Finalmente, la barra. En la barra no podía estar cualquiera, no. Únicamente las autoridades o privilegiados podían estar en la barra.

Entre este ruido constante y griterío, la puerta se abrió. Era un guardia de la ciudad, entraba apresuradamente y con la cara llena de preocupación. En ese momento, el vaciar de jarra se detuvo.

El guardia se dirigió rápidamente a la barra, donde estaba el jefe de la guardia y le susurró algo al oido. Nada más acabar, este habló con el tabernero y salió corriendo de la taberna junto al guardia. ¿Que le habría dicho?

El tabernero, conocido por todos como un hombre amable, se subió a la barra.

-¡Silencio! ¡Escuchadme! La guardia acaba de avisar de que se han avistado otra vez espectros en los alrededores de la mina. ¡No podemos permitirlo!-

Al decir esto carraspeo, quería encubrir el miedo que le embargaba.

-Por orden de la guardia, reuniros todos los que habéis venido aquí en búsqueda de la recompensa por el Orichalc en la plaza de armas, justo en frente de la taberna.-

Dicho esto, bajó de la barra y se fue a por más vino. Lo iba a necesitar.

Nadie salió. Al menos nadie que tuvierais cerca. Si que os dio la sensación de que la puerta se abría...

Un ruido se escucho fuera, parecía un golpe contra el suelo...

Mi cruzada continuaba aquí, en este pueblo perdido, infestado de no-muertos. Perfecto para mi. Estaba sentada junto a tres hombres, dos muy robustos y uno de pelo plateado, con el brazo derecho tapado.
Hmmm, no me gusta ese brazo. Desprende energía oscura, pero él parece noble... Mejor no juzgarle.
Oigo impasible al tabernero. Mientras habla, noto su miedo latente. Es como si estuviese al borde del desmayo. Quería decirle que se calmase, pero eso no era lo mío. Lo mío era la cruzada, matar a los no-muertos y recibir la recompensa que, en caso de ser dinero, donaría a los pobres de la ciudad.
Cuando oigo el ruido fuera, miro hacia la puerta. Me levanto, con la mano en la empuñadura de mi espadón.
- Si nadie viene conmigo no os preocupéis. Sé manejarme sola.

No presté atención a mi alrededor o lo sucedido hasta que el tabernero echó el primer grito… y aún así seguía devorando como un animal una generosa y suculenta pata de cordero estofada.

Al fin había encontrado un desafío digno! Casi podía escuchar las historias que se iban a contar sobre mi en la tribu… que digo en la tribu, en todas las tribus de las Montañas sería recordada la hazaña del gran Q’kar y como derrotó él sólo a un ejército de no-muertos.

Tras varios meses buscando… ahora sólo quedaba la parte fácil ¡destrozar y machacar! Así que me acabé el vino especiado de un trago y con un sonoro golpe con la jarra, me levanté dirigiéndome hacía el exterior, pasando justo al lado de una joven bajita que portaba un arma algo desproporcionada para su complexión - Aparta mujer, esto es cosa de guerreros. - dije chocando un poco con ella, riendo, a la vez que también dirigía mi mano a la empuñadura de la enorme hacha negra que colgaba en mi espalda.

Recompensa? Espectros? No podía creer lo que oía de boca del tabernero, agarré mi bolsa de monedas, sonaron un par de piezas tristemente... estaba tan vacía como la cabeza del guerrero que acababa de salir de la taberna, mi ánimo cambió... estaba allí para comerciar con el tabernero y de paso llenar el estomago. Unas pocas monedas contra una gran recompensa.

--Vaya!! Estoy de suerte-- dije en voz alta, me levanté de la mesa y salí de la taberna camino de la plaza...

De pueblo en pueblo. De taberna en taberna y todos los taberneros me dejaban que pasar la noche gratis si les llenaba el local y la gente gastaba su dinero. El violín emitía el sonido que yo le indicaba y con un ligero toque de magia los pueblerinos se desinhibían ligeramente y gastaban más. Resultado yo dormía gratis. También estaban las plazas de los pueblos llenas de niños que pedían música para jugar y divertirse y yo les proporcionaban lo que pedían. 

A veces en lugar de mi violín requerían de mi espada, para derrotar maleantes o capturar a un bandido peligroso. Y yo seguía consiguiendo el sustento que necesitaba. Mi brazo lo llevaba oculto con vendas puesto que generaba cierto recelo al verlo pero siempre que se trataba de combatir lo mostraba para crear el temor en el corazón del enemigo y si no funcionaba, las garras afiladas sí que lo hacían. 

Mis viajes me llevan al pueblo de Vinegard y como siempre hacía iba a visitar la taberna para ofrecer mis servicios como músico ambulante. Y el tabernero aceptó y yo empecé a tocar una melodía apacible acorde al ambiente que había en el pequeño edificio. Toco algo más animado porque una jovencuela me lo pide para bailar con un buen amigo suyo y yo acepto con un asentimiento de cabeza y mis dedo cambian de posición y empiezan a moverse con suavidad y el arco se desliza lentamente.

https://www.youtube.com/watch?v=jvipPYFebWc

La música hace que la alegría llene el corazón de los que están allí. Y yo contento del ambiente sigo tocando, sigo tocando. Hasta que de pronto la puerta de la taberna se abre y lo interrumpe todo. Todo el mundo se queda mirando al guardia y éste corre hasta la barra, vacía la jarra de un trago, habla con el jefe de la guardia, éste vacía la jarra de un trago y habla con el tabernero. Ambos guardias salen a toda prisa de allí y el tabernero se sube a la barra y explica la situación. 

Veo a dos mujeres y un pedazo de bárbaro dar un paso al frente y decir que irán. me quedo pensando un segundo lo que debía hacer. Guardo el violín y el arco en su caja:-Si de verdad hay espectros, necesitaréis mi ayuda. Estoy acostumbrado a tratar con los de su clase.-dicho eso cuelgo la caja del violín atravesada y me sujeto la mano derecha:-Sé que lo habéis notado pero no os preocupeis llevo años dominando su poder.-le dije a la mujer con armadura.

Parecía que un grupo de desconocidos si le interesaba el asunto. Cuatro concretamente. Cuatro desconocidos que se dirigieron hacía la salida de la taberna.

El tabernero los miró con algo de pena, probablemente no los volvería a ver. No volvería a tener esa melodía en la taberna. En el fondo le daba mucha pena.

El resto de personas en la taberna os miraba de reojo, con desconfianza y algo de alegría, alguien se iba a ocupar y no eran ellos.

Salisteis de la taberna no sin algún roce entre vosotros, nada más cruzar la puerta...

De frente os encontrasteis con un hombre muy estirado, con unas ropas bastante buenas y un semblante de superioridad, Sigref creo que se llamaba…

En cuanto os vio salir, se puso delante y levantó la mano en señal de Stop:

-Os podéis ir todos a casa. No necesito a gentuza como vosotros a mi lado, yo puedo solucionar el problema solo-

Reía de una forma macabra a la vez que burlona, parecía que estaba ahí simplemente esperando que alguien saliera.

-Quien pretenda seguir avanzando deberá pasar por encima de mi, ¿alguien se atreve?-

Dicho esto, Sigref se puso en posición de combate, sin desenvainar la espada, y empezó a calentar...

-Vamos...¿nadie se atreve?-

Me encuentro con un... "semihéroe", por decirlo finamente. No se me ocurre otra descripción para este saco de bordería.
¿Y pretende que nos enfrentemos a él?
- No merece la pena enfrentarse a ciudadanos normales. Así que fuera de mi camino, o te las verás con el martillo de la justicia - y me crujo los nudillos. Molesta bastante, espero que le quede claro.

Me había echo ilusiones de salir y encontrarme ya en medio del campo de batalla... habría soportado tener que ir hasta algún sitio para destrozar a esos monstruos... pero esto...

Di un par de pasos al lado mientras hacía un par de movimientos circulares con el brazo para calentar un poco. Me detuve delante de un gran poste de madera horizontal que debía servir para atar los caballos de los clientes de la taberna, eché una mirada fulminante al tipo que se había atrevido a desafiarme y de un golpe seco, partí la estructura por la mitad.

Después del destrozo me dirigí hacía él, pasando al lado de la joven bajita y chocando ligeramente con ella de nuevo - Cualquiera que se cruce en mi camino... acabará igual! - sentencié mirando con aires de superioridad a los presentes, esperando haber demostrado ser el más fuerte y por lo tanto, el único capacitado para tal hazaña.

Miro divertida la situación que tengo delante de mi-- Vaya! un espectro bailando! pensaba que teníamos que llegar a la mina para encontrarnos a uno de estos...--  de inmediato pienso que tal vez quiera quedarse la recompensa para el solo,  mi humor cambia al instante--  apártate y no nos hagas perder el tiempo , si quieres la recompensa vas a tener que compartirla con todos, si no entiendes esto tal vez entiendas mejor al amigo del hacha...

Me encontraba disfrutando del sabor de una pinta de cerveza en la taberna, sentado en una gran mesa con un grupo de desconocidos. Deben estar aquí buscando la recompensa como yo... recuerdo haber pensado nada más verlos y mi pensamiento se vio confirmado cuando todos ellos se levantaron tras oír el aviso del tabernero.

- Hora de la fiesta - dije en voz baja al tiempo que me levantaba. Otros tres hombres y una mujer cogieron el camino hacia la puerta y mientras me dirigía con ellos hacia el exterior los observé atentamente...

Nada más salir de la taberna nos corta el paso un tipejo con aspecto de tener dinero y ganas de morir muy pronto, dada la prepotencia y la chulería con la que nos hablaba. 

Ahora que habíamos salido de la taberna ya era hora:-Amigos, perdonad que no me haya presentado antes. No os asustéis cuando veáis esto.-dije mientras que desenvolvía mi brazo derecho. A medida que se desenrollaba la venda y dejaba a la vista las escamas rojas y doradas, del codo sobresalía un grupo de escamas que terminaba en punta y acentuaba el codo y hacerlo amenazador. En cuanto las vendas dejaron ver la mano, el fulgor rojizo me iluminó el rostro:-Mi nombre es Arago. Y dada vuestra cara de perplejidad, mi padre es un señor Demonio y mi madre era humana.-estiré un poco el brazo, dado que estaba un poco agarrotado de tanto tiempo de estar envuelto en las vendas. 

Apunté con el indice derecho al hombrecillo con ropas caras:-Si crees que eres capaz de derrotar a los espectros, ven a probar conmigo.-le dije mientras le animaba con la mano demoníaca y con la mano humana desenvainaba la espada que llevaba en el lado derecho del cinto.

Cuando vi el brazo demoníaco de Arago, abrí mucho los ojos.
- Eres... - me contengo las ganas de rebanarle el brazo con mi espadón, empuñándolo con mucha fuerza.
- Ya has oído a Arago. No puedes vencernos ni a él ni a mí, ¡¡¡Justicia!!!

Sigref no esperaba esa reacción. En la taberna nunca había guerreros, solo pueblerinos débiles, por supuesto, estos nunca le llevaban la contraria.

-¡Gentuza! Lo dejaremos pasar por esta vez, pero porque estoy frio y no controlaría mi fuerza- Sonrió de una forma extraña, lleno de confianza y a la vez de dudas.

-Si queréis ir a por espectros, adelante, pero nosotros llegaremos primero, ¡VAMOS CHICOS!-

Sigref os dio la espalda, y se mezclo con el diverso grupo de personas que os miraban atentamente.

A primera vista, parecía que el camino estaba libre...

El ambiente del lugar os indicaba tranquilidad pero os aseguraba que no sería la última vez que os encontrariais con Sigref.

Cuando la gente se despejó, visteis claramente un cartel con diversa información sobre los lugares de interés de la zona, uno concretamente señalaba vuestro destino.

Observo con furia estoica a la gente que nos miraba hasta que se van. Y quedaba pendiente el asunto del hijo del señor demonio. Él podría haber estado desaparecido, pero cualquier vástago suyo suponía un peligro.
Esperaré hasta estar fuera del pueblo para interrogarlo.
Camino hasta los carteles y los observo.
- Por aquí está nuestro destino. Vamos - digo con frialdad, mientras me alejo por el sendero.

Tras la demostración, caminaba bien erguido y sacando pecho y al ver la reacción de ese insecto, no pude evitar soltar una carcajada - jajajaja todos huyen como alimañas al ver mi fuerza jajajaja - pero mientras me jactaba de mi acción, me di cuenta de que uno de los que estaba en la misma mesa de la taberna con el brazo envenado - seguramente por alguna herida en combate - pensé en ese momento, se la había quitado mostrando una… ¡una garra de Dragón!

Me había parecido escuchar algo sobre un demonio, pero a mi no me engañaba… seguro que él sabía donde encontrar Dragones… así que ahora sólo quedaba conseguir la información que me hacía falta, pero no me la iba a dar así porque si y no tenia mucho con lo que negociar.

Seguí a la gente por el sendero que había indicado la mujer del mandoble, manteniéndome cerca del hombre-dragón - Pareces bastante fuerte - comenté admirando su garra… aunque no se veía muy fuerte como tal, seguro que era rápido y fiero como un lobo de las estepas - seguro que con nosotros solos sería suficiente para acabar con esos espectros…

Cuando salgo de la taberna siguiendo el anuncio del tabernero, puedo ver que ya hay un grupo de gente afuera. Al acercarme al grupo puedo oír la presentación de un joven con un brazo extraño.

- En resumen... tu madre es lo que en mi tierra se llama una bruja - digo con un sonrisa - tienes suerte de no haber nacido en mi tierra... allí no todos son tan tolerantes como yo. Me llamo Udo.