Partida Rol por web

A Charles seguía sin gustarle demasiado el plan, pero no pudo poner ninguna otra objeción cuando vio que la propia Elizabeth estaba dispuesto a seguirlo y que James la acompañaría sin reservas. Así que se limitó a asentir.

El atardecer regalaba una hermosa puesta de sol que no podía empañar ni siquiera el incómodo viento que se había levantado o las brumas que arrastraba desde la superficie del mar. La mansión Blech era una propiedad que, efectivamente, se encontraba casi al final de Kingsport, frente a la Roca de Doyle o Roca del Diablo. 

De hecho era una propiedad alejada un centenar de metros de los últimos edificios, ubicada en un terreno colindante con las rocas de la costa y rodeada por una verja metalizada que perimetraba unos hermosos jardines. La verja, sin embargo, estaba abierta de par en par para permitir el acceso a un camino de grava que pasaba entre árboles centenarios.

Desde donde estaban, en la entrada de la verja, podían ver como ésta llegaba a la zona de la costa que se convertía en acantilados. Y en la base de los mismos, fuera del alcance externo, parecía haber unos muelles de piedra con tamaño suficiente como para que una goleta de gran tamaño pudiera atracar en ellos.

Si algo le molestaba especialmente, y sin razón objetiva alguna, era el azote del viento. Le ponía nervioso, de mal humor. Trató, como siempre, de controlar su reacción al ulular helado y a las rachas que alborotaban cabello e ideas. No le influyó en absoluto la Roca del Diablo, pese que a otros quizá sí que lo habría hecho. Bastó con el viento...

-Maldita sea... -masculló contrariado mientras se atusaba el pelo y agarraba su sombrero, que no iba a quedarse quieto en su cabeza, por lo que era mejor quitárselo. Además, seguía teniendo esa sensación de oscura urgencia, de que el tiempo se les echaba encima. Sólo había faltado que encima anocheciera. Ajeno por completo a la belleza del cielo enrojecido, la consciencia de la hora le sumaba tensión a la que ya tenía. -Veamos...

Echó una rápida mirada circular con ojos críticos. Si el nerviosismo no había llegado a un cierto nivel aún, su experiencia como detective podría ayudarle a detectar lo que podía pasarles por alto a primera vista.

-Propongo que ustedes dos se adelanten sin disimulos, y llamen a la puerta principal directamente. Charles y yo nos mantendremos ocultos, pero atentos. Y quizá... nos convenga también dar una vuelta por el perímetro de la Mansión, si ustedes consiguen entrar...

Mientras decía esto Jeremy intentaba discernir si había alguien en la hacienda, quizás entre los árboles, pero lo desestimó. Estaban solos en aquella entrada y probablemente en todo el camino que conducía hasta la mansión. Si aquel lugar tenía algo que ocultar lo hacía a simple vista. No había ningún impedimento para llegar a la puerta.

Y si penetraban en la propiedad aquellos árboles podrían servirle a ellos mismos de cobertura.

Aunque trataba de disimularlo, James estaba realmente nervioso, como si estuvieran acercándose a la guarida de unos matones del hampa en vez de a la mansión de la familia más respetable de la zona.

- Si se pone nerviosa, dejeme hablar a mí*. - ofreció amablemente a la señorita White, temiendo que el nerviosismo de la muchacha y su ansiedad por encontrar a Bermon fuera a dar al traste con toda la investigación.

Miró a Charles y al señor Greystone, ligeramente preocupado.

- Tengan cuidado. - fue lo único que les dijo.

-Igualmente.

Asintió a la recomendación de James, y esperó a que se adentraran por el camino de grava para hacer un gesto con la cabeza a Charles y deslizarse tras uno de los árboles con más cobertura de matorrales alrededor.

Charles se subió las solapas de su chaqueta para cubrirse el cuello y metió la cabeza entre los hombros, como si intentase con ello guarecerse un poco más del viento. La mansión Blech se erigía al borde del acantilado, majestuosa a la par que decadente. Miró el edificio con preocupación.

-Suerte...y ándense con cuidado-dijo Charle a sus compañeros que ya se disponían a acercarse a la mansión-. 

Por su parte se quedó en la distancia, esperando junto con el detective Greystone. A todo esto, debían buscar un sitio donde esconderse y apartarse de la vista.

-No deberíamos dejar que nos viesen ¿no? Si el que abra la puerta nos ve, nos relacionará directamente con ellos. Será raro y generará desconfianza. A todo esto...no confíe mucho en mi vista ¿de acuerdo? No es mi mayor virtud. 

Elizabeth y James avanzaron por el camino de gravilla hasta alcanzar el porche de la casa. La muchacha titubeó un momento antes de subir los escalones pero finalmente alcanzó la entrada e hizo resonar la aldaba. Mientras tanto Charles y Jeremy se parapetaron detrás de un gran roble a una distancia prudencial, intentando mantenerse razonablemente ocultos de quien abriese la puerta.

Y el que la abrió fue un mayordomo con librea. Un hombre de rostro adusto, pelo canoso engominado y traje negro impecable. Cualquiera podría pensar que estaban en una residencia inglesa de algún noble. Se quedó mirando a los recién llegados unos segundos, como si no fuera quienes esperase, antes de hablar con un elegante acento inglés:

—Bienvenidos a la mansión Blech. ¿Puedo ayudarles en algo?

Tras él se veía una escalinata de marmol iluminada por una fascinante cristalera que representaba una escena en la que un navío hundido era rodeado por sirenas y otras criaturas humanoides con aspecto de batracio. Lo poco que se veía del hall de entrada rezumaba lujo y oropel.

—Quisiera ver a Isaac Bermont.— dijo directamente Elizabeth con aplomo, como si fuera lo más normal del mundo preguntar por el muchacho.

El mayordomo enarcó una ceja y asintió, franqueándoles la entrada:

—Les ruego que esperen aquí unos minutos. El señor Bermont no me dijo que esperase visitas. Le daré el recado enseguida. ¿A quién debo presentar?

Tras confirmarle a Charles que no, que era mejor que no los vieran, Jeremy se quedó inmóvil tras el roble más grande que había por allí, y que podía ocultarles a los dos con relativa efectividad.

Escuchó al mayordomo y esperó a que Miss White y James decidieran entrar, un punto sorprendido de la rápida respuesta afirmativa por parte del sirviente. ¿Bermont no sentía necesidad de ser discreto? ¿Un ladrón que no se sentía culpable...?

James avanzó junto a la señorita White, susurrándole un pequeño "tranquila" cuando vio que titubeaba pero sonrió cuando la muchacha se recompuso y llamó a la puerta, solicitando la presencia de Bermont.

Fue sorpresa para ambos la solícita respuesta del mayordomo y vio como la señorita White temblaba ligeramente, sin saber muy bien qué responder.

- Es la señorita Elizabeth White. - respondió en su nombre. - Yo solo me he ocupado de acompañarla en el viaje desde Arkham.

Esperaba que siendo así de vago en su propia presentación le hiciera creer al mayordomo que él también formaba parte del servicio.

El mayordomo asintió con solemnidad ante la presentación y rogándoles que esperasen un momento cerró la puerta de la casa dejándolos en el recibidor mientras se iba por uno de los tres portones que daban a aquel recibidor. Ante ellos se mostraba una gran escalinata de marmol que subía de forma semicircular bajo la luz coloreada que le brindaba la preciosa vidriera de motivos submarinos. Toda la decoración de aquel sitio evocaba viajes marítimos a lugares lejanos: sobre los muebles que decoraban el amplio recibidor había figuras de hueso y caracolas de gran tamaño. Los cuadros mostraban enormes veleros que se enfrentaban a las inclemencias de la tormenta y uno en particular era especialmente espectacular por los tentáculos gigantescos que salían del mar para abrazar a una goleta.

En el exterior Jeremy se puso en marcha como si un resorte lo impulsase en cuanto vio que se cerraba la puerta. Aquella finca era enorme y la casona también. Le recordaba a esas mansiones victorianas que se veían en las fotos del viejo oeste, donde los grandes terratenientes vivían atendidos por un ejército de sirvientes.

Lo cierto es que si fuera por Charles, se quedaría allí esperando, tras una piedra cerca del roble tras el cual se ocultaba Jeremy, pero lo que no quería bajo ningún concepto era quedarse solo. Así que cuando el detective se puso en marcha, Charles salió detrás de él. Aunque no lo había comentado, por lo poco que había llegado a conocer de su compañero, temía lo que pretendía: fisgar en la mansión. Quizá buscar una puerta trasera o de acceso a una carbonera, si la hubiese, para investigar. 

El corazón comenzó a latirle con rapidez. Temía que les fueran a descubrir, lo cual presentía que podría ser fatal para Elizabeth y James. Empezó a sudar copiosamente debido al estrés. 

Echó a a andar tan pronto se hubo cerrado la puerta con la pareja de compañeros dentro. Miró de soslayo atrás y vio que Charles le seguía, bien. Y que lo hacía ocultándose, mejor. 

Él mismo anduvo semiagachado y zigzagueante para aprovechar cuantos posibles puntos muertos había desde la entrada al caminillo de grava hasta la propia mansión, por si alguien atisbaba desde una ventana. Quería abordar la casa por un lateral, y obviar la fachada principal, que era demasiado peligrosa de investigar en primer término. Y seguir hacia la parte de atrás, desde luego.

Aunque no hablaron, tanto él como Charles pensaban lo mismo, aunque no con la misma sangre fría, por como sudaba su amigo. Buscar una entrada de servicio, o una carbonera, husmear por las ventanas de la planta baja, echar un ojo al embarcadero, en resumen dar toda la vuelta a la propiedad y hacerse una idea de lo que contenía, y de cómo abordarla.

James se mantuvo en silencio hasta que el mayordomo le dejó a solas con la señorita White.

- Nunca había estado en casa del señorito Bermont antes, ¿no? - preguntó pero no le hizo falta el gesto de negación de la muchacha para conocer la respuesta, a tenor del gesto de extrañeza que tenía.

Se movió lentamente, observando los cuadros marítimos que adornaban las paredes, leyendo alguna de las plaquitas pulidas incrustadas en los marcos. Estaba claro que aquella familia vivía por y para el mar.

Aprovechó el pequeño recorrido para ver si escuchaba alguna voz, algo que le indicara cuánta gente había en la vivienda o si  Isaac se encontraba allí en verdad. Apenas se había cruzado con él un par de veces en la universidad pero suponía que no le costaría reconocerle llegada la ocasión.

- Si se pone nerviosa, hagame un ligero gesto y me encargaré yo de hablar con él. - dijo a la muchacha, termiendo que se alterase sobremanera en el reencuentro y que se fuese al traste la búsqueda del libro.

Jeremy y Charles alcanzaron la parte lateral de la mansión. Tal y como el detective esperaba había una puerta acristalada que probablemente conduciría a alguna sala de estar. En todo el recorrido procuró mantenerse por debajo de las ventanas que, aunque estaban cubiertas con cortinas, podían delatarles si se le ocurría a alguien asomarse. Estaban aproximándose a esa puerta para echar un vistazo cuando les sorprendió un movimiento por la parte trasera de la enorme vivienda. Un hombre alto, joven y delgado, ataviado con una túnica de color azul oscuro sobre su ropa, se había asomado por aquella esquina con una pitillera en la mano. Alguien debió hablarle porque se giró y asintió con la cabeza. Los intrusos se ocultaron tras un ancho árbol que estaba a pocos metros de la puerta que pretendían examinar, a una distancia segura de la parte trasera de la mansión¹. Ahora escuchaban voces. Una muchacha vestida con una túnica similar se acercó al fumador, que le tendió su pitillera. Desde la distancia no se podía entender de que hablaban pero de vez en cuando miraban para la parte trasera de la casa como si observasen a otros invitados a lo que parecía ser algún tipo de ritual².

Por su parte en el interior Elizabeth charlaba con James mientras éste examinaba la colección que había en el salón a la par que intentaba averiguar si había gente en la casa¹:

—Bueno... ésta no es la casa de Isaac, sino la de su tío. Ni siquiera sabía de su existencia hasta hoy mismo. Él es de Boston. Supongo que allí tiene propiedades como ésta...

La charla de la muchacha se vio interrumpida cuando las puertas del pasillo se abrieron nuevamente. Elizabeth no pudo reprimir un grito de sorpresa.

Isaac Bermont, pues no podía ser otro, se presentó en el recibidor visiblemente sorprendido. Aquel indiviudo con gafas redondas, pelo engominado con raya al lado y aspecto ratonil, que andaba casi encorvado, había sido el culpable de la desaparición del Necronomicon.

—¿Eli? Cuando Bedows me dijo que eras tú no podía creerlo. Pero ¿qué haces aquí?

Pareció percatarse en ese momento de James y enarcó una ceja, enrojeciendo un poco, para preguntar con un tono que sonaba ofendido:

—¿Y quién es este hombre que te acompaña?

¡Ahí estaban los sectarios! Acurrucado todo lo que podía tras el árbol, Jeremy hizo silenciosas señales a Charles. Por mal que viera el muchacho, seguro que podía ver esos dos fumadores ataviados con túnicas. 

La Mansión era realmente grande, y el detective se planteó si era mejor acercarse siguiendo el muro lateral, o bien ir parapetándose en los árboles y alejarse para ganar perspectiva con la intención de tener mejor ángulo de visión de lo que fuera que se estaba cociendo en la parte posterior. Allí es donde iban echando miradas los dos sectarios, y por tanto era donde realmente estaba teniendo lugar una probable ceremonia.

Con la cabeza indicó a Charles que iba a seguir adelante separado del muro, alejándose pero sin dejar de ocultarse tras los árboles, por si él quería seguirlo, o bien quería tomar otra determinación. 

Charles tuvo que forzar la vista para fijarse en las figuras que había detectado Greyson. Lo cierto es que vislumbraba figuras moviéndose entre las sombras más que nada. Le costaba ver lo que estaban haciendo, pero sí, parecía que al fin habían encontrado a los sectarios. Se lamentó, pues pensaría que todos ellos estarían en la ceremonia. 

Asintió en silencio. 

¿Y ahora qué?

Una cosa es entrar a fisgar en una casa vacía y otra meterse en un nido de sectarios que a saber qué intenciones podrían albergar. Estaba confuso. Y de pronto Greyson le indicó que seguiría avanzando. A sabiendas de que sería más un estorbo que una ayuda y que con toda probabilidad acabaría delatando su posición, decidió esperar en donde estaba pues le parecía una zona más o menos segura. Vigilaría desde fuera por si sucedía algo y ya vería cómo haría para avisarlos en caso necesario. 

- Buenas tardes, Señor Bermont. - dijo educadamente James, utilizando el tono suave pero firme que solía utilizar con los estudiantes de la universidad para evitar que creyeran que él era parte de los empleados que muchos tenían en casa.

Él no vendría de familia bien y su trabajo sería manual pero los profesores de Miskatonic le habían enseñado cómo había que hablarles para dejarles claro que no eran parte del servicio.

- Soy James Johanson. - hizo una inclinación de cabeza, sin llegar a tenderle la mano en la presentación. - Tras el sonado robo del que ha sido objeto la biblioteca de la universidad, el director Fisk me puso como acompañante de la señorita White.

Miraba atentamente al muchacho, pendiente de si la mención del robo hacía reacción en él.

- También estaban preocupados por usted, al no haber avisado de su ausencia y creer que podía haber sufrido algún percance.