Partida Rol por web

Asintió viendo al muchacho desviar la mirada, entendía la cautela de James, sobre todo si como él mismo la afición por el montañismo se quedaba en los paisajes nevados. De lejos.

-Bien, voy a intentarlo. No hay alternativa, a menos que nos esperemos aquí a que alguien nos abra la puerta milagrosamente dispuesto.

Como dijo se dispuso a trepar. Estudió el muro. Hizo crujir sus huesos, estiró los músculos y... empezó.

Puede que Jeremy no fuera de los detectives vigorosos pero cuando la situación lo requería sabía sacar lo mejor de si mismo. Y estaban demasiado cerca de su objetivo como para amilanarse ahora. Así que se subió a la barandilla e intentando olvidar la distancia hasta el suelo se colgó como pudo de alfeizar de la ventana para impulsarse hasta el tejado.

Cuando alcanzó la parte superior lanzó un suspiro de alivio pero no perdió el tiempo: se encaminó hacia la claraboya que, por fortuna, alguien había dejado entreabierta quizás para que durante la calurosa tarde entrase el aire. La abrió sin muchas dificultades y se deslizó al interior de la oficina.

Una vez dentro se fijó en un panel con unas llaves colgadas justo al lado de la puerta: eran las copias de seguridad de las llaves de la oficina y almacén, así que pudo abrir la puerta a sus compañeros.

No era un escalador, pero aún así Jeremy consiguió su propósito. Y luego la suerte le sonrió, encontrando la llave de la puerta principal casi con un cartelito de "Cógeme" junto al panel. Abrió, sus compañeros le esperaban al otro lado.

-Ha sido más fácil de lo esperado, la claraboya estaba entreabierta. Bien, sumemos nuestras pesquisas, a ver qué encontramos.

Buscaban cualquier pista que les dijera qué barco de la Cunard zarpaba estos días, o acababa de zarpar. También cualquier información acerca de Ronald Lamberwood de Southampton, o, ya en un golpe de suerte inusitado, acerca del Necronomicon y su actual paradero. Si, por algún casual, aún se encontraba en tierra.

El detective se dedicó a peinar cajones y estantes metódicamente, sin perder un valioso segundo.

- Buen trabajo. - no pudo dejar de alabar James al detective cuando vio como había trepado con solturo y conseguido las llaves que harían sus pesquisas más discretas que en la Iglesia.

Entró con cuidado, tratando de hacerse una idea de la oficina.

- Barcos o mercantes en dirección a Reino Unido. - dijo en voz alta, queriendo asegurar lo que buscaban, mientras se dirigía al escritorio que solo tenía una silla para invitados, suponiendo que el otro sería de algún mandamás y éste de quien se encargara del papeleo.

Buscaba libros o papeles que indicarle a Charles o al señor Greystone, sabiendo que cualquiera de los dos sería más rápido que él localizando datos en papel.

Charles sonrió cuando Greyson le abrió la puerta y entró. No se lo podía creer, era su segundo allanamiento aquel día. La sensación de peligro le tenía el estómago de vuelta y media, pero intentó concentrarse. Johanson se adelantó a sus propios pensamientos. 

Vio un escritorio, una estantería...archivos. Esa era su especialidad. Con ayuda de su compañero, empezó a revisar toda la documentación que tenían a su alcance. De una sola mirada era capaz de decidir qué documentación resultaba relevante y cual no. 

Se lanzaron como halcones sobre al documentación del lugar. Coordinados por Charles la cosa fue rápida: había una gran cantidad de documentación contable que no les interesaba pero también departamentos de entradas y salidas de buques y barcos. Aquella oficina de la Cunard no era de las principales y los barcos que atracaban en Kingsport eran todos de tránsito nacional.

Y entonces dieron con lo que buscaban.

Aquella misma mañana había salido en dirección a Nueva York un barco llamado 'Samantha' en el que se trasladaba una caja de madera con dimensiones de 1m x 2m x 1m y peso aproximado de diez kilos. Su destino era la conexión con el 'Kasyade', un pequeño carguero que cubría la ruta entre Nueva York y Southampton. Y la caja debía ser entregada en las oficinas principales al señor Ronald Lamberwood. ¡No podía ser otra cosa más que el Necronomicon!

Revisaron las agendas de viaje y estimaciones. El Samantha tendría que haber arribado en Nueva York hacía unas horas pero el Kasyade no tenía prevista su partida hasta mañana a las 12:00. Aún así interceptarlo sería casi imposible para ellos. Aunque consiguieran un coche y pudieran conducirlo sin percances deteniéndose sólo para repostar no lograrían llegar a tiempo¹.

Estaban pensando como afrontar ese problema cuando les sorprendió una luz abajo. Apagaron rápidamente sus linternas² para asomarse a la ventana. Vieron que abajo había movimiento abajo. Tres hombres de mala catadura se movían hacia el borde del muelle. Uno de ellos portaba un farol con el que iluminaba el paso. Los otros dos se combaban por el peso de un fardo que llevaban entre ambos. Un fardo inquietantemente parecido a un cuerpo humano envuelto entre mantas. Parecían ir hacia el borde del muelle.

El hallazgo fue una revelación, ¡habían por fin encontrado lo que casi con seguridad era el paradero actual del tomo robado!

Pero no podían alcanzarlo antes de que el barco zarpara de nuevo. Una de cal, y otra de arena.

-Hay que llamar a la Universidad. Que manden a la policía a Nueva York, a interceptar el envío. Nosotros ya no podemos hacer nada más en ese aspecto. Si la Miskatonic quiere recuperar el Necronomicon deben ya dar parte a las autoridades.

Ya nada más podían hacer allí. Jeremy se disponía a proponer largarse cuanto antes a llamar por teléfono al Sr.Fisk, cuando vieron la luz abajo.

-Shhh... -chistó mientras observaba con discreción. Ver a esos hombres trajinar con lo que parecía ser un cuerpo le hizo dar un respingo. Hizo señas con las manos de que se mantuvieran quietos, mientras él preparó su arma. -Esto no me gusta...

James asintió ante las palabras del detective.

- Además, una vez que llegue a aguas internacionales, la Universidad perderá cualquier oportunidad de recuperar su posesión... - dijo una vez todos comprobaron que sería imposible alcanzar el Kasyade.

Cuando escucharon sonidos en la parte inferior del muelle y el señor Greystone les instó a callarse, James inclusó se encogió, como tratando de ocultarse de un posible ojeador pese a encontrarse en penumbras.

- ¿Un cadaver? - murmuró presa del termor de lo que podría sucederles si les encontraban allí.

Charles iba a decir algo pero al oír ruídos de gente acercándose, se le hizo un nudo en la garganta y otro en la boca del estómago. El nerviosismo se apoderó de él y todo lo que pudo hacer es echarse hacia atrás, contra la pared y quedarse en silencio intentando hacer el menor ruido posible y echar la mano para buscar cualquier objeto contundente que pudiese utilizar como arma en caso de ser necesario. 

El sospechar que aquel fardo podría ser una persona, no le tranquilizó. 

Era una persona pero no un cadáver. Jeremy se dio cuenta de que el cuerpo se estremecía ligeramente, como si estuviese drogado o borracho. Y parecía el de una mujer. Se percató de que uno de los tipos tenía un cuchillo enganchado en su cinturón y que el del farol portaba un arma de fuego, una pistola vieja que intentaba mantener oculta bajo sus harapos. El tercero no parecía tener ningún arma.

El siniestro trío y su víctima habían alcanzado ya las escaleras del muelle y estaban bajando por ellas hacia los pantalanes inferiores.

Charles se mantuvo quieto y contuvo la respiración. Buscó la mirada de Greyson, esperando que él supiera mejor cómo proceder en una situación como esa. Por su comportamiento durante la intrusión en la finca de los Blech, parecía más acostumbrado a este tipo de situaciones y entendía que se sabría defender, pues no le había preocupado demasiado exponerse a situaciones de riesgo.

-¿Habéis visto? -Susurró- ¡Se ha movido! ¡Es una mujer, y está viva!

No podía dejarla así. Había que actuar, y rápido. Una cosa era ver deshacerse de un cadáver, y otra muy distinta ver cometer un asesinato, eso no iba a permitirlo. 

-Voy a ir. De hecho, deberíamos ir los tres. Yo me ocupo del de la pistola, y espero que no haya que neutralizar al del cuchillo, lo que pretendo es asustarlos y que se vayan, no quiero un enfrentamiento.

No había tiempo de estar explicando más, pero lo que el detective pretendía, y que imaginaba que sus compañeros comprenderían, era que el número de hombres y su arma disuadieran a aquellos tipos de empezar un tiroteo y salieran a la escapada.

Bajó corriendo, arma en ristre, rezando para que todo saliera bien. Se mostró abiertamente, apuntando al tipo del farol sobre todo, pero sin perder ojo de los otros dos. Y se puso a gritar como un poseso.

-¡ALTO! ¡POLICÍA! ¡TIREN SUS ARMAS AL SUELO Y DEJEN A ESA MUJER!

La señorita White volvió a la mente de James y por un momento llegó a pensar que podría tratarse del cuerpo aún con vida que parecían estar a punto de deshacerse. ¡Quizá por eso Bermont tenía tanta urgencia en mandarla a la pensión!

Aún dudaba sobre la mejor forma de actuar, quizá podrían rescatarla una vez la lanzaran al agua, cuando el señor Greystone salió escopetado y gritando.

Dejando escapar un gemido, optó por correr detrás de él antes que quedarse solo en aquella oficina donde seguramente le terminarían encontrando.

Abrió la navaja multiusos por la cuchilla y sacó la linterna en la otra mano, la cual encendió y movió en rápidas pasadas de uno a uno de los matones, esperando que la luz les cegara y evitara que les descubrieran como impostores.

Hasta entonces Charles no había mirado ese objeto que aferraba con su mano. Asintió ante la breve arenga de su compañero. Tenía razón. No podían permitir que aquellos rufianes ejecutasen a aquella persona. Greyson saliendo al paso pistola en ristre, consiguió contagiar a Charles que asintió y haciendo acopio de valor, salió justo detrás dispuesto a atizarle al que fuera. 

En el momento en que escucharon los gritos los tipos se volvieron sorprendidos. El detective no tenía claro hasta que punto estaba dispuesto a abrir fuego contra aquellos tipos pero tras el desconcierto inicial el del faro empuñó el arma y disparó contra ellos. Aquello hizo que, de forma instintiva, Jeremy devolviese el fuego. Alcanzó al tipo de la linterna en un hombro, haciendo que su arma cayese al suelo.

James ya se lanzaba a la carrera hacia otro de ellos, el que tenía el cuchillo. Logró alcanzarlo antes de que el tipo tuviera tiempo de librarse del fardo y desenvainar su arma, así que la navaja del joven se le clavó en las costillas. Cuando la sangre caliente de su oponente empapó su mano el asistente de mantenimiento sintió un ligero mareo que, por suerte, se vio compensado por la adrenalina. ¡Aquello no era tan fácil como en las novelas de acción! El maleante herido empujó al muchacho y se lanzó a la carrera hacia el borde del muelle, desde el que saltó para escapar pese a dejar un claro reguero de sangre.

Charles tenía sus propios problemas. Aunque el otro estaba desarmado y él tenía un abrecartas se dio cuenta de que nunca se había enfrentado en una pelea con nadie en su vida. ¡Y menos a vida o muerte! Su oponente debió percatarse de ello y se abalanzó sobre él. Forcejearon un rato y en un momento dado el bibliotecario sintió un dolor intenso en la pantorrilla derecha. Lanzó un aullido de dolor y pensó que no saldría de aquella cuando resonó otro disparo y el hombro se desplomó como un peso muerto sobre él.

Jeremy estaba bajando las escaleras intentando no pensar que acaba de matar a alguien. No eran las consecuencias legales lo que le preocupaba en ese momento sino el hecho de que acababa de quitarle la vida a alguien. Por muy malvado que fuera el acto que estaban a punto de cometer ¡lo había matado! Pero no tenía tiempo para aquello: el tercero de los maleantes parecía confuso y era el más peligroso porque estaba armado.

Por suerte para todos el tipo se lanzó a la carrera por los muelles, escapando de la escena. El detective dudó un momento si abrir fuego contra una persona que escapaba y la duda hizo que la oportunidad se disipase cuando el otro desapareció en los callejones cercanos.

Charles forcejeó contra aquel tipo temiendo otra puñalada mortal cuando el disparo de Jeremy deja el cuerpo inerte y caliente del tipo deplomarse sobre el suyo mismo. Presa del pánico, el bibliotecario se desvive por quitárselo de encima. Cosa que acaba por hacer. Su cuerpo está lleno de la sangre caliente de su enemigo. Por suerte la herida de la pierna no resultó ser más que un rasguño sin importancia. Por los pelos.

Cuando consiguió recuperar la compostura, Charles se levantó. No podía creer lo que acababa de pasar. Era la primera vez en su vida que veía morir a alguien. Pero su mayor inquietud ahora mismo era saber qué llevaban y para qué. Así que se acercó al fardo e intentó separa la manta que lo cubría para ver de quién se trataba y si como le había parecido, seguía vivo. 

Maldijo para sí, maldijo todas las maldiciones del mundo. No sólo no había conseguido asustar a los individuos, sino que había provocado una sarta de sucesos que había acabado con un muerto, y uno de sus compañeros herido. 

Se quedó literalmente paralizado, pistola en mano, apuntando al maleante que ya había desaparecido, boqueando e intentando asimilar. Era la primera vez que un disparo suyo se llevaba por delante la vida de alguien, y pudo comprobar que no estaba preparado para ello. Era un detective, sólo eso.

Cuando consiguió reaccionar, Charles ya lo estaba haciendo, se sacó el cuerpo inerte de encima, afortunadamente su herida era superficial, y se dispuso a comprobar el contenido del fardo. La mujer...

Jeremy se acercó a su vez, temblando. No podía dejar de pensar. ¿Qué harían con el cadáver...? Pero antes...

-¿Qué tal está la mujer...? ¿Es... la Srta White...?

Charles descubrió la manta. Efectivamente tal y como temía Jeremy se trataba de la señorita White. El ayudante de bibliotecario se temió lo peor al ver que la mujer no se movía pese a que la agitaba por los hombros, pero se tranquilizó al darse cuenta de que estaba profundamente dormida. Era evidente que la habían drogado para dejarla inconsciente. Y que probablemente la rápida intervención de los investigadores la habían librado de una muerte segura por ahogamiento.

Charles miró con preocupación el rostro de Mrss. White, temiéndose lo peor. Por suerte, el color de sus pómulos y el calor que emanaba su cuerpo evidenciaban que estaba viva. La tendió en el suelo con cuidado. 

-Está...viva.

La voz aún le temblaba debido al estrés que aquella situación le ocasionaba. 

-Debemos salir de aquí cuanto antes...-dijo sabedor de que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por sus miedos-debe verla un médico. No sabemos qué clase de droga o veneno le han administrado. 

-Sí, estoy de acuerdo...

murmuró aún bastante trastornado el detective. Se había agachado a comprobar por sí mismo lo que Charles estaba ya asegurando. Sacudió ligeramente el hombro de la joven, intentando que despertara de su sopor, pero desistió.

-¡Vámonos de aquí! No deseo tener que explicar ahora mismo a nadie que he... disparado a un maleante, por mucho que nos hayan atacado. Y por mucho que ellos estuvieran a punto de asesinar a nuestra Miss White. ¡Tiene que haber sido Bermont!

De un modo u otro, no con sus manos, pero sí a través de sus compinches, ese malnacido con pinta de chaval inocente había llevado a su propia novia hasta el borde de la muerte.