Partida Rol por web

Con el nuevo rumbo fijado, ha llegado cerca de las puertas de la ciudad. Ya está oscureciendo y las puertas de la ciudad hace rato que se han cerrado. De todas formas, no es el plan entrar en la capital y deambular por sus calles. Todo parece tranquilo y aun se puede escuchar a los ciudadanos animados que continúan con la fiesta del Primero de Primavera.

Pero el grupo sabe que es una tranquilidad relativa y que en algún momento saltará todo por los aires.

-Bueno, deberíamos acampar - dice Jonas mientras busca un lugar adecuado.

Jack se estira y ayuda al candidato a héroe.

-¿Sería buena idea hacer una hoguera? Parece que va a refrescar aun más.

El viaje a través del bosque ha sido extenuante. El bosque no parecía acabar nunca y la sensación de ser observado, tampoco es que ayudase a encontrarse cómodo. Incluso por un momento pareció haberse perdido entre las raíces. Pero, por suerte, las aves de la bruja estaban ahí para ayudarle.

Al salir del gran bosque encantado, ya está anocheciendo. Pero ha recorrido un buen trecho pues recortada en el oscuro horizonte, se puede apreciar la Capital. Pero hay algo más que le llama la atención. El cielo parece extraño. Parece como roto. Hay lugares donde las estrellas no brillan, pero no parece ser a causa de las nubes y las montañas están demasiado lejos como para que se aprecien de esa forma.

No. Lo que adorna el cielo son unas enormes grietas que solo dejan ver oscuridad.

De todas formas, ha conseguido su objetivo. Ha llegado a la ciudad y sus puertas no están a mas de media hora.

Aunque Torn disfruta con la naturaleza, se alegra de lograr salir por fin del inmenso bosque. Así puede comprobar que al menos no se ha perdido, y ha llegado a su destino. La visión que se ofrece a sus ojos es inquietante, y parece confirmar sus presentimientos de que algo no va bien. Pero debe continuar, así que se dirige con paso ligero a las puertas de la ciudad.

En ese momento recuerda la advertencia de la mujer del bosque y se pregunta qué puede encontrar en las calles de la ciudad que las hagan peligrosas. Siente como la inquietud se cuela en su mente mientras camina... pero no puede darse la vuelta ahora. Tiene que averiguar qué está pasando.

Durante el camino de vuelta a la ciudad, no he estado muy habladora y solo he contestado a las pocas preguntas que me hayan hecho con monosílabos. No estoy de humor y sigo enfadada con ellos a pesar de que sé que no es el momento para estar así. Hay cosas mucho más importantes si queremos que todo siga igual a como ha estado hasta ahora.

-Sí, acamparemos. Voy a buscar algunas ramas.- Digo sin muchas ganas de continuar hablando, aun me quedan algunas manzanas de las que encontramos en el camino, pero después de comer algunas durante el viaje, echo de menos otros alimentos más apetitosos. Lamentablemente no creo que en las cercanías de la ciudad encuentre nada de lo que busco.

Dejo que elijan un lugar donde pasar la noche mientras me alejo hacia los campos cercanos para buscar algunas ramas secas y piñas con las que prender un fuego.

El trayecto había sido agobiante, más que nada porque Vahala estaba preocupada por las evidentes tensiones dentro del grupo y se devanaba los sesos en un intento de buscar un mono de poner en práctica sus conocimientos de diplomacia. La triste realidad era que la teoría quedaba demasiado lejos de la vida real como para aplicarse con facilidad.

Tampoco ayudaba el volver a divisar las puertas de la ciudad y, tras las murallas, distinguir la torre de la catedral que se hallaba en palacio. Contuvo un escalofrío, tratando de que las lágrimas no nublaran sus ojos mientras miraba el lugar en el que habían decidido acampar.

Se quedó quieta, mirando cómo todos empezaban a atarearse con cosas sobre las que su vida acomodada no le había enseñado. Dubitativa, se acercó a Jonas, pensando que sería el único que no le soltaría un desaire.

- ¿En qué puedo ayudar?

Está intentando decidir donde es mejor plantar el culo. Vamos, que tienen que encontrar un sitio donde encender una hoguera y que no queden muy expuestos.

-Puedes mirar cuanta comida tenemos de lo que nos han dado en la granja esta mañana. También puedes mirar si aun nos queda agua. Comida y agua, lo más importante para sobrevivir. Bueno, digo yo. 

Sonríe.

-Creo que aquí estará bien. Este bosquecillo nos protegerá de la intemperie.

Tras encontrar el sitio y el material necesario para encender un fuego, comienzan a preparar el pequeño campamento. Para los más experimentado en dormir a la intemperie, se deja en evidencia la falta de preparación de esa expedición. A penas tienen comida y tampoco es que tengan ropa de abrigo. Y parece que la que puede cazar, no está por la labor de intentar encontrar alimento.

Pero el fuego ya calienta y alumbra la oscuridad de la noche. Vahala ha encontrado pan, queso y cecina en las bolsas. De la granja. Habrá que dosificar las raciones.

Tras unos diez minutos caminando hacia la ciudad, es evidente que no podrá llegar a tiempo de entrar. Pero lo que si ven sus ojos cansados es como a lo lejos comienza a brillar una hoguera. Quizá, alguien más se haya quedado a las puertas de entrar y están haciendo noche en el camino.

Cuando se da cuenta de que no llegará a la ciudad antes de que cierren las puertas, Torn empieza a mentalizarse de que tendrá que pasar la noche a la intemperie. Tampoco es que le preocupe mucho, pues lo ha hecho muchas veces y no le desagrada dormir bajo el cielo siempre que haga buen tiempo...

Pero en ese momento distingue la luz en la distancia. Decide poner rumbo hacia allá, pues siempre es más seguro pasar la noche acompañado, y si esas personas han encendido un fuego tan cerca de la ciudad, es porque no tienen nada que ocultar.

Me siento sobre una piedra y saco una manzana, mientras contemplo el crepitar de las llamas, froto la fruta en mi ropa antes de darle un mordisco. Mis ojos se mueven lentamente entre mis compañeros de viaje a medida que voy devorando la manzana hasta que se detienen en Vahala.

-Ya sé que no sois inútiles…Tú por ejemplo puedes salvarnos.- Digo intentándome disculpar a mí manera. -Mañana seguiremos e intentaré que el desayuno tenga más cantidad.- No comento nada sobre los dos muchachos, de momento no han hecho nada que haya resultado útil, solo molestar.

Cuando termino con la manzana, observo la comida que ha sacado Vahala. Frunzo el ceño y saco la bolsa donde transporto las manzanas que recogimos ayer, la coloco junto al resto de comida y me quedo en silencio.

Asintió con seriedad a las palabras de Jonas, tomando buena nota de lo que decía. No era como si el comentario no sacara a relucir lo obvio y es cubrir las necesidades básicas resultaba primordial, pero bien era cierto que había olvidado algo tan esencial cuando había escapado de palacio, posiblemente porque nunca había tenido que preocuparse por las necesidades básicas.

El frío, como empezaba a notar, también era algo en lo que debería haber pensado. Sus ropas toscas de criada eran prácticas, incluso cómodas, pero estaban hechas para alguien que, atareado, iba de arriba a abajo en un entorno caldeado. Podía aguantar bastante bien mientras andaban pero al detenerse se congelaba. Se abrazó a sí misma cuando acabó de hacer inventario, acercándose al fuego que calentaba sus miembros ateridos. Y lo peor era que aún no hacía verdadero frío.

El cansancio también era algo en lo que no había pensado. La vida de la emperatriz era, sobre todo, sedentaria. Nunca, jamás, había hecho verdadero ejercicio pero no lo había comprendido hasta que no se había puesto a caminar. Además, ese segundo día había acabado en unas ampollas en los pies que posiblemente habrían reventado a aquellas alturas. No había querido decir nada a sus compañeros, pues aunque el cansancio era obvio pues le costaba mantener los ojos abiertos no quería que siguieran pensando que era una niña mimada que jamás había tenido que afrontar dificultades en la vida lo cuál, en gran parte, era cierto.

Las palabras de Morrigan la sacaron de su ensimismamiento.

- Gracias - acabó por decir. En aquellos momentos no se sentía especialmente agradecida con la pelirroja pero seguía siendo consciente de que la necesitaban. Y que posiblemente aquella situación era tan injusta con ella como con cualquiera, todos estaban tensos y juzgarla con dureza por su reacción no sería apropiado -. Estoy segura de que todos tenemos un lugar...una misión... - ahogó un suspiro mientras, en silencio, daba un mordisco a su pan y al trozo de queso que había depositado encima. No era un gran manjar, pero tendrían que conformarse. Se quedó callada un rato más hasta que por fin cayó en algo -. ¿Creéis que tendríamos que hacer guardias para vigilar? Estamos demasiado cerca de la ciudad.

Me quedo observando a Vahala, sé que debería darme pena por la reciente muerte de su madre y todos los cambios que han ocurrido en su vida, pero no es así, ha tenido una vida llena de privilegios y estoy segura que no le ha faltado de nada. A pesar de eso, creo que debo intentar tratarla un poco mejor aunque por supuesto no con la sumisión a la que debe estar acostumbrada.

Cojo mis pieles envueltas y amarradas por unas tiras de cuero formando un fardo, yo no las necesito, el clima de esta noche es agradable, además tengo de sobra. Comienzo a desenrollarlas y saco una de ellas, una de piel de cabra.

-Toma, abrígate, no quiero tener mañana que soportar a una enferma.- Digo con un tono seco y mirando hacia otro lado, después aprovecho para observar nuestros alrededores.

-No perdemos nada en hacerlo, vigilaré en primer lugar y mañana me levantaré pronto para ir a buscar algo.- Luego señalo a los jóvenes. -Después os toca a vosotros, así que dormid ya.-

Dejo a mi lado el escudo y el hachuela que va atada en su parte interior, mientras poso la mano sobre la empuñadura de mi vieja espada, un arma que perteneció a mi padre, a mi abuelo y a saber quién más o eso decían, la espada de la familia, pero podría haberla encontrado en cualquier parte y haberla llamado así por ser de una calidad superior a la media, aunque lamentablemente los cuidados no habían sido los más adecuados porque empezaba a sentir que no cortaba como antes, tal vez fuera por desollar conejos con ella lo que había hecho que perdiera parte de su filo. Al menos la tengo y eso es lo importante.

Observo la oscuridad que nos envuelve y no solo la que nos proporciona la noche, sino también una que está muy presente en nuestros corazones, aquella que ha agrietado el firmamento y nos ha juntado intentado darnos un papel de héroes para el que no estamos hechos. No tengo madera de heroína.   

En esas están cuando a lo lejos se puede percibir el perfil de una persona. Parece algo encorvado y se mueve como si estuviese cansado. Morrigan es la primera que lo ve, pero no pasa mucho tiempo hasta que todos pueden distinguir al propietario de esa figura.

Un anciano de roídas vestiduras se va acercando a ellos por el camino. Parece que ha pasado mejor momento, pero aun está lleno de vitalidad.

Cada vez más cerca está el pequeño fuego que brilla en la oscuridad de la noche. Con el paso de los minutos, comienza a percibir a las personas que hay alrededor y son bastante dispares. Dos hombres y dos mujeres. La mujer más alta parece que se prepara para hacer guardia, los otros están cerca de la hoguera.

Parece que aun preparando el asentamiento para la noche.

Cuatro personas, dos hombres y dos mujeres. No es un grupo numeroso, pero aún así, será conveniente asegurarse de qué aspecto tienen antes de aproximarse más. Lo último que necesita Torn es un encontronazo con unos indeseables, así que decide ampararse en la oscuridad para observar desde lejos con prudencia. Por lo menos durante un rato, luego ya decidirá si les saluda y les pide hospitalidad para compartir la hoguera.

De pronto, Morrigan ve que la persona que se acerca se oculta en las sombras. ¿Con que intenciones? ¿Será uno de los enemigos que han estado esperando desde que el cielo se resquebrajó? No hay respuestas a esas preguntas. Al menos, de momento.

Levanto la mano pidiendo silencio mientras miro de reojo hacia el anciano que se ha movido para ocultarse entre las sombras. Desconozco que clase de demonios pueden salir de esas grietas, pero tal vez sean capaces de engañar a los ojos con mentiras, como el rostro de un inofensivo viejecito.

Con un movimiento de cabeza les indico el punto donde se ha escondido. Luego llevo la mano hacia el enorme escudo circular y lo mantengo agarrado como buenamente puedo.

En el caso de que fuera un demonio, no tengo ni la más remota idea de cómo se le puede combatir o que es capaz de hacer, lo único que me dice esa palabra es que es un ser lleno de maldad.

Espero, sin apartar la mirada del punto donde se ha ocultado el anciano.

Cogió el abrigo que le tendía Morrigan, algo avergonzada por ser tan obvio que estaba muerta de frío. Se arropó con él, sintiendo un escalofrío de placer por el repentino calor y conteniendo la mueca de asco que le produjo el olor de la piel, no tan exquisitamente tratadas como cualquiera de las prendas de palacio y, desde luego, mucho más sucia.

- Gracias - incluso con los peros, fue agradecida con lo que le dio.

Morrigan apreció entonces aceptar la idea de las guardias y ella, sin pensar, se propuso para hacer la segunda. Estaba ya echándose sobre el suelo, sin tener muy claro si podría dormir aquella noche a pesar del cansancio, cuando vio aparecer a la figura en el camino. Ni siquiera hubiera pensado en la posibilidad de que fuera un enemigo si no fuera por la actitud de Morrigan de modo que se quedó quieta, tensa, sin saber bien qué iba a pasar.

Jonas se pone en pie al ver la reacción de Morrigan. Quizá solo piense que ha llegado su momento de demostrar que puede ser un caballero de brillante armadura o algo así. Aunque la verdad es que no tiene ningún arma y no cree que pueda hacer un gran trabajo si el enemigo es muy poderoso. Por contra, Jack pasa un poco de todo y se queda sentado junto al fuego.

-Vahala, será mejor que te quedes junto al fuego. Nosotros te protegeremos - dice Jonas, convencido.

Aunque lo cierto es que no se puede ver nada en esa parte del camino. Quien quiera que sea, se ha ocultado bastante bien.

Torn puede apreciar como dos de las personas del grupo se preparan en posición defensiva. Parece que lo han visto. Son los que parecen los mayores del grupo o, al menos, los más altos. La mujer lleva el escudo en alto como para protegerse de un ataque inesperado.