Partida Rol por web

Faltan unos minutos para el amanecer, pero la luz del sol ya empieza a iluminar el cielo. Es una fría y tranquila mañana en la Planicie. Habéis pasado la noche nerviosos, con vuestro petate listo para la partida. Estáis todos reunidos en el patio del Castillo de Rochester. Unos habéis venido voluntariamente, atraídos por la recompensa, la fama, o por vivir una aventura. Otros lo habéis hecho obligados por vuestro deber o por alguna deuda. Formáis un grupo compuesto por soldados, cazadores, exploradores, constructores, obreros… un grupo que deberá acometer diferentes tareas en un entorno aún inexplorado por el hombre. Sir Vormund, el líder de la expedición, entra en el patio montado a lomos de su caballo, ataviado con su armadura plateada y descubierto, con el yelmo en su mano izquierda.

- ¡Señores! –llamo vuestra atención- Estamos hoy aquí sólo los mejores, los más valientes del Reino de Barro, para embarcarnos en una importante misión, que traerá a nuestro pueblo una gran solución. La primera etapa consistirá en atravesar la Planicie, dejar atrás nuestro hogar y adentrarnos en el Bosque Sombrío. Esto nos tomará una semana. Una vez allí seguiremos el cauce del río hasta encontrar el lugar en el que construir el dique y establecer el campamento. –hago una pausa- Trabajaremos juntos y no será fácil. Seremos los primeros en explorar el entorno, y deberemos enfrentarnos a retos desconocidos. Nunca antes nadie tuvo el valor para hacerlo, y debemos estar orgullosos de estar aquí hoy, y formar parte de esta expedición. El Rey de Barro nos bendice, nos proporciona su real apoyo –hago un gesto con la mano hacia los carros que hay a un costado del patio- y nos desea el mejor de los éxitos. Estaréis todos bajo mi mando, y bajo el mando del Maese Otto, mi labor es la de manteneros con vida y que podáis regresar a casa con el honor de haber ayudado a esta tierra. ¡Seréis recordados y generosamente recompensados!

Los presentes estalláis en vítores y aplausos hacia el caballero. Una mezcla de excitación, emoción y miedo recorre vuestro cuerpo. El primer rayo de sol asoma por el horizonte, y la caravana se pone en marcha, tomando el rumbo del este.

Tras varios días de viaje llegáis ante el Bosque Sombrío. El frío se ha acentuado desde que salisteis del castillo, una brisa helada, proveniente de las montañas, acaricia vuestros rostros y agita las copas de los árboles. Los animales parecen inquietos, los hombres se miran nerviosos unos a otros mientras empiezan a montar el campamento. El misterio que emana de este lugar entrecorta la respiración. Esta es la primera noche antes de adentraros en el bosque, y tal vez la peor.

"...En que lío me he metido...", pienso según vamos dejando atrás legua tras legua, camino al bosque, pues... si bien es un lugar desconocido, ver los preparativos que se han montado para esta tarea, indican claramente que hay un peligro mayor de lo que pensaba.

El viaje en sí, ha resultado cómodo. Como las gentes del pueblo llano, soy lo que se suele decir, un "tipo sufrido", hecho a los rigores del trabajo duro a la intemperie, así que, solo andar, no ha supuesto ningún desafío. Eso sí... admiro a los guerreros que nos acompañan, pues.. cuando les miro otear, pienso en que ven cosas que a mí se me escapan; yo solo adivino conejos, diversos tipos de vegetación que conozco, donde ellos tal vez sean capaces de discernir indicios de otras cosas. Si, será una gran experiencia, seguro...

... por no decir, que así salgo por una temporada de la aldea. La llamada de Maese Otto resultó providencial, pues me metí en un lío de faldas, y ausentarme una temporada del pueblo puede serme beneficioso. La paga es un buen aliciente, y es por una buena causa que nos beneficiará si lo hacemos bien, así que... todo ventajas.

... Eso pensaba hasta estar ante el jodido bosque... un bosque del que no se nada, porque nadie de mi aldea sabe nada, salvo chismes de viejas. Aferro mis herramientas, pues es lo único que siento que me podrá proteger de lo que haya allá. Bueno, mis herramientas, y las armas de los avezados guerreros que nos acompañan.

- Esperemos que no pase nada, y podamos facer nuestro trabajo... y que no hayga mal en ese bosque del Demonio

... de este modo, vulgar, manifiesto mis sentimientos básicos; ganas de hacer lo que hay que hacer, y salir de ahí; poco más. A fin de cuenta, solo soy un aldeano que sabe de albaliñerías

Al alba había comenzado la aventura, la expedición era numerosa, pude ver a muchos hombres con diferentes armas y armaduras montados a caballo, también había numerosos carros con todo tipo de enseres y barriles dentro, a pesar de que vi unos cuantos jinetes, la mayoría íbamos a pie. Para dejar huella siempre hay que ir a pie, eso lo había oído muchas veces decir al herrero, y no le faltaba razón.

Pese a que llevaba calzado cómodo, a media jornada noté cansancio e iba a pararme a descansar cuando desde un carro me invitaron a ir en él, lo cual agradecí. Estuvimos hablando desde el clima que hacía, pasando por la vegetación y paisajes que nos rodeaban, hasta imaginando cómo sería ese "bosque misterioso" al que nos dirigíamos, a pesar de que ninguno había estado allí fueron muy ocurrentes al hablar del tipo de peligros que nos podrían esperar. Mas con la cantidad de hombres armados que nos acompañaban, quién podría tener miedo, sino estuvieran... todavía, pero para eso nos acompañaban, para protegernos y ofrecernos seguridad. Cierto es que en todo viaje, siempre ocurre algo advertí, ¿o acaso nunca habéis tenido que cambiar la rueda del carro o deteneros por haberos perdido? vamos que, traté de rebajar el clima de tensión y peligro pues nuestros miedos a lo desconocido estaban del todo infundados, ¿o es que un constructor comienza a edificar una casa con el miedo de que se le caiga encima? pues no, aunque exista la incertidumbre lo que no puede es comenzar su trabajo aterrorizado pues no le irá bien.

Si supiera que me fuera a pasar algo malo, no iría en esta expedición y sin embargo aquí estoy y muy entusiasmada. Lo mejor que podía hacer era ofrecer buenas sensaciones, un ambiente de comodidad, pues eso era lo que confortaba cada viaje, cada búsqueda, cada encuentro. ¿O acaso no me habían invitado a subir al carro sin conocerme de nada? Y no había sucedido nada malo. 

Había visto de entre los cazadores que formaban parte de la expedición a dos rostros conocidos, tanto Ringelf como Farnirir. Antes de subirse al carro, había estado hablando con ambos, preguntándoles por qué tipo de animales o bestias salvajes podíamos encontrar en el bosque, así como, por sus vidas, pues las veces que coincidíamos en el pueblo solía ser por ir al mercado.

Ringelf era bastante callado y aunque tenía buen ánimo y parecía simpático, su forma de ser resultaba a veces un tanto enigmática. Y qué decir de Farnirir, con ese misterioso parche en el ojo, también tenía una forma de ser un tanto extraña. La verdad es que ambos cazadores se parecían bastante, pese a las diferencias en el vestir.

También había visto a Joshua, lo conocía porque había trabajado en alguna obra con él, tenía fama de mujeriego pese a que con él nunca había habido una mala palabra, ni ninguna situación rara, todos los encuentros habían sido cordiales, por trabajo.

Y qué decir del caballero Rimald, pues todo un hombre de armas, no recordaba bien cómo lo había conocido pero la cuestión es que lo trataba siempre que podía, pues era un hombre agradable que contaba unas historias que hacían a Rilwen viajar sin apenas dar un paso.

El viaje continuó sin sobresaltos

Tal vez nadie lo nota, pero cuando todos comienzan a vitorear, tengo que fingir el entusiasmo, hay una parte de mi que quisiera retirarse en ese momento y es que tengo tantas cosas en la cabeza, pues la oportunidad de demostrarme que tengo lo necesario está a punto de comenzar, pero a la vez, pienso en la familia que me queda y en lo que puede pasar si ya no regreso. Sin embargo, hay unas palabras que dijo Sir Vormund que me ayudan a mantenerme enfocado: 

Nunca antes nadie tuvo el valor para hacerlo, y debemos estar orgullosos de estar aquí hoy, y formar

parte de esta expedición.

Es cierto, "soy valiente por el hecho de estar aquí, otros no se atrevieron a hacerlo", ese pensamiento queda en mi cabeza al instante y me acompañaría en gran parte del camino.

Cuando la caravana comienza a andar me siento algo inquieto, pero respiro profundo y sigo el paso. Mi movimiento es rígido en un principio, pero se vuelve más fluido conforme avanzamos, creo que el frío puede confundirse con el miedo y viceversa. A pesar de todos los pensamientos en mi cabeza sobre posibles peligros, situaciones precarias, la posibilidad de no regresar, entre muchas otras, intentaba mantener una expresión que no me delatara, aunque la mayor parte del camino estuve bastante serio. Por un buen rato mantuve mi vista fijada en las plantas de la región, pensando en qué situaciones nos podrían servir y debo haberlas observado por un largo tiempo, pues Rilwen me toma por sorpresa preguntando qué animales pienso que podamos encontrar en el bosque. Mis respuestas hacia ella son rápidas y sin profundizar mucho, la verdad nunca he sido bueno hablando con las demás personas, eso sin mencionar que el carácter de Rilwen me parece abrumador, pues no es como las mujeres de mi aldea, ya que solo con el hecho de hablar, se nota su gran fuerza y decisión. 

A medida que avanzamos, la fatiga comienza a manifestarse, no me impide seguir, pero si requiere un poco más de esfuerzo, bebo constantemente pequeños sorbos de mi obre, acostumbré a hacer esto al escalar montañas pues en los cálculos que se producen en mi cabeza, me ayuda a racionar mejor el agua si lo comparamos a beber de golpe cuando el cansancio es insoportable. Veo a Farnirir quien parece muy tranquilo a pesar del viaje que llevamos ya, la verdad nunca antes lo había visto, pero si había escuchado de él, y es que todos dentro de los cazadores hemos escuchado alguna vez sobre el llamado "Ojo de oso".

A Joshua lo había visto antes platicando con alguna mujer, pero no sé mucho de él, salvo su oficio y que es bueno para ello. De Rimald no sabía absolutamente nada, pero me causaba inquietud porque parecía mayor y mi mente pensaba que eso podría ponernos en dificultad en alguna situación. 

Casi llegando a nuestro destino, siento como el clima comienza a tornarse más denso y lo animales ya no son los mismos, eso es para mi una mala señal, pues no hay nadie mejor para la premonición del peligro que un animal. Me siento cada vez más inquieto. 

Palabras vacías.

Estoy cansado de arengas militares, de capitanes que llevan a los suyos a la gloria, del honor de los Reyes que juegan con sus peones en el campo de batalla. Pueden ahorrarse las palabras: lo que cuenta es el acero y el oro. En este caso las tierras prometidas. Mientras los demás vitorean emocionados no puedo disimular una mueca de sarcasmo. Al menos me consuelo pensando que el tipo tiene carisma. No hay nada más peligroso que seguir a un líder sin carisma.

Luego el viaje transcurre sin sobresaltos. Aún no hay nada de lo asustarse: estamos en tierras protegidas. El bosque es lo que debe preocuparnos. Algunos parecen confiarse como si esto fuera una excursión campestre sólo porque los guerreros estamos presentes. Se nota que es gente que no ha visto como una emboscada puede diezmar a toda una unidad de soldados en brillante armadura. Intento situarme en la zona donde estén los más débiles del grupo por si algo sucede poder ejercer mi función de guardián. Sorprendo un par de miradas de Ringelf y casi puedo leer su pensamiento: seguramente cree que voy viejo para estos trotes. Le guiño un ojo confiado y sigo a buen paso. Cuando él aún no mamaba de la teta de su madre yo ya había realizado caminatas mucho más duras con heridas mortales. Esto es un paseo. Intento entretener a los que veo más nerviosos con alguna historia divertida de la guerra. Nunca de crueldad o dolor verdadero: esas no son bonitas de oir. Historias graciosas como la vez que el general Samton fue sorprendido cagando y tuvo que encargarse de tres villanos armado con una daga y con el culo al aire. O de aquella ocasión en la que nuestra columna fue asediada durante dos días por manadas de lobos hasta que descubrimos que el bardo que acompañaba a la unidad tenía su cítara afinada en tal tono que atraía a las bestias. Tonterías que ocultasen la crudeza real de una guerra.

A medida que nos acercamos al bosque noto la tensión de los demás guerreros. Me apresto a cumplir las órdenes que el capitán vaya dando de forma rápida y efectiva, sin discutir. Mientras acampamos reviso el estado de todas mis armas y me preparo para las guardias nocturnas.

Cuando Sir Vormund termino de hablar no pude evitar aplaudir.

- Este tipo acaba de convencer a la mayoria de esta gente de ir a su muerte con solo esas palabras. Eso si es admirable.

Mientras pasábamos por el pueblo vi a varias caras conocidas, el viejo de las verduras, uno que otro cazador que me acompaño en alguna de mis misiones, algunos de ellos me regalaron cosas, agua, pan, verduras... Nada que durara mucho.

Me sorprendí cuando vi a Rilwen en la exploración... Bueno, conociendola no mucho. Era bueno tener alguien con quien hablar de rato en rato. También vi a otro cazador del que había escuchado un par de veces, al parecer también conocía a Rilwen, no le hable durante el viaje pero lo vi un par de veces mirando mi parche.

- Tch, me molestan son las personas que se interesan demaciado en estas cosas... Meh, si quiere saber algo que venga y me pregunte yo no le voy a dirigir la palabra primero.

Me fije en las demás personas que venian con nosotros y vi un viejo con una armadura (que por las noches contaba unas historias interesantes) que al parecer era algún ex-militar. y a un tipo normal (aunque e escuchado unas historias raras de el con su tía o algo) que me daba una sensación de "Se va a morir".

Llegamos al bosque y mi instinto me disparo una gran alegría.

- Estaba esperando este momento.

Acabáis de cruzar el camino que separa La Planicie del Bosque Sombrío, ya no hay vuelta atrás. Os adentráis sigilosos, temerosos y expectantes, como no queriendo despertar “eso” que habita en él. En vuestros primeros pasos os dais cuenta que a simple vista todo es normal, una vegetación salvaje que crece como quiere y sin que la mano del hombre le ponga límites, altos árboles con espesas copas que casi os ocultan del sol, a lo lejos el murmullo de un río intenta ahogar el sonido de vuestros corazones al galope cual manada de caballos bravíos, un entorno de una singular belleza si no fuese porque lo único que resta en este lugar es vuestra percepción de él.

Poco a poco comenzáis a coger confianza y ya no os sobresaltan el vuelo de los pájaros o algún pequeño roedor que se cruza en vuestro camino. Todos menos Farnirir quién sigue expectante y no se cree nada de este bucólico escenario. Siente algo, y eso es mucho más poderoso que lo que a simple vista parezca ser.

Ringelf está más preocupado en su lucha interna de intentar convencerse que puede seguir adelante, en cada paso que da su voz interior le anima a seguir, mientras que su cabeza le da motivos para huir.

Rilwen se toma su camino con bastante perspicacia, porque sabe que en el momento adecuado entrará en perfecta armonía con esos árboles y ellos la guiaran.

Al llegar a un claro Sir Vormund decide que es buen lugar y buen momento para acampar esta noche. Os ponéis manos a la obra: Farnirir, Rimald y Ringelf establecéis un perímetro junto a otros soldados y exploradores. Joshua y Rilwen junto a otros constructores, y bajo las indicaciones del Maese Otto, construís unas pequeñas defensas provisionales y levantáis el campamento. Los carros se han colocado formando varios círculos concéntricos a modo de barricadas, en el interior se han alzado las tiendas y se ha prendido una hoguera en la que se está cocinando un nutritivo guiso para todos.

La noche parece estar en calma, el bosque parece dormir, aunque en vuestro interior más profundo y oscuro sabéis que algo va mal. Notáis una extraña presencia, como si el mismo bosque estuviese vivo y os observara.

Las guardias se van sucediendo sin contratiempos, apenas conseguís conciliar el sueño por más de un par de horas. La noche va pasando hasta que la luz del día se adivina por entre las ramas de los árboles. Como cada mañana, empezáis a recoger vuestras cosas y a formar los petates, cuando una voz alerta de que varios hombres han desaparecido.

Ningún guardia les ha visto salir del círculo de carretas. Nadie ha notado nada extraño durante la noche. Aparece alguien que comenta que les escuchó hablar de pesadillas y contar historias sobre unas criaturas terribles. Otro asegura que eran unos cobardes y que planearon marcharse. Tras el revuelo ocasionado y ante el nerviosismo de los hombres, Sir Vormund resuelve que los desaparecidos han desertado, y por su autoridad los declara fugitivos al haber abandonado la Expedición. Ordena que si son encontrados sean llevados ante él de inmediato, aunque sea necesario usar la fuerza, y que quien lo haga será recompensado.

Ante la nueva situación Sir Vormund decide dividir la caravana en tres segmentos. De este modo será más fácil avanzar a través del bosque al tiempo que los oficiales asignados podrán vigilar más de cerca a los hombres. En vanguardia irá él, con el grueso de soldados. En el centro irá la mayoría de civiles (entre los que os encontráis), cazadores, obreros y artesanos, y marcharán flanqueados por soldados cada diez metros. La retaguardia la liderará el Maese Otto con otro nutrido grupo de soldados.

Farnirir, tu instinto te hace notar en lo profundo del bosque una criatura mucho más poderosa y temible que el Rey Oso al que derrotaste. Todavía no has visto nada ni tienes pruebas de ello. Pero confías en tu instinto, que nunca te ha fallado.

Mala cosa... la gente está nerviosa. A la noche, en los corrillos que se forman antes de dormir, envueltos en las mantas, no falla, siempre se cuentan historias, leyendas, y las mejores, para esas horas, son las de seres temibles.

Suelo presumir de ser un tipo práctico, sensato... pero reconozco que algunas historias, aunque adivines que son cuentos para niños, consiguen inquietarte, pues nunca sabes si se basan en una vieja leyenda, y que a su vez tenga un sustrato de realidad. El caso es... que pese a todo he dormido como un bendito, pero no me extrañaría que otros sufriesen pesadillas...

Por la mañana, cuando me entero de que han desaparecido varios de la caravana... lo inmediato que pienso es "se han cagao y se han vuelto por donde hemos venido". No me causa preocupación, pues asumo que se lo han pensado dos veces y se han vuelto a sus casitas... capullos... hay un registro de quienes estamos aquí, porque luego hay que cuadrar los dineros de las pagas, así que sabrán quienes faltan.

En fín, yo a lo mío... recojo el petate, me reuno con el corrillo para desayunar, y me dispongo para la marcha. Me encuentro con que formaremos tres grupos... No opino, porque estas cosas se me escapan; sus motivos tendrán. Yo solo se que he venido a hacer un trabajo, y que me pagarán bien por él, y lo demás,... pamplinas, que no va a pasar nada.

.. Pero por si las moscas, afino el oído para lo que puedan contar los vecinos, que uno es curioso, Redios!

La primera noche en el bosque no pude dormir, sentía algo entre los arboles, algo peligroso, y cuando en la mañana siguiente dijeron que unas personas habían desaparecido me convencí en que ese peligro que sentía era mas real de lo que todos creían.

- Hay algo en este bosque y no tengo duda de ello.

Por las caras de los demás me imagino que todos se creyeron lo que dijo Sir Vormund, pero también podía sentir el miedo en todos. En lo mas profundo de sus mentes todos debieron recordar una o dos historias sobre este maldito lugar.

En lo que nos dividimos en los tres grupos y me mandaron al centro, puse una flecha en el arco y no la pude quitar por mas que alguien me dijera lo contrario. Apenas me pude relajar durante el día.

Quizás la incertidumbre del viaje o simplemente los nervios de todo el ambiente hacen que no concilie bien el sueño, así que, al día siguiente me despierto sin haber descansado gran cosa, con los ojos un tanto legañosos y abriendo la boca. Si bien todo eso se me pasa tras comer un poco de fruta, una hogaza y un buen trago de agua. 

Acabo de enterarme de que han desaparecido varios hombre, -¿cómo habrá podido ocurrir? y además los cazadores que vigilaban afirman no haber visto a nadie salir del campamento, ¿salir, huir... les habrán pagado para que no los advirtieran o se habrán dormido y no vigilaron nada? - dudas e incertidumbres, misterio. Trato de buscar alguna explicación lógica al suceso, pues seguramente huyeron, quizás el miedo a lo desconocido, quizás el alcohol, un poco de todo avivan el buen paso en la dirección que se considere oportuna.

Demasiadas preguntas asaltan mis pensamientos, - ¿y si tuviera las respuestas cerca? - me acerco a uno de los árboles, lo acaricio y dejo la mente en blanco, a ver qué puedo sentir...

"¿En qué estaba pensando?, nunca hubiera venido a este lugar, todo lo que hay en él me da mala espina, que los árboles sean tan altos dificulta la visión durante el día y proporciona un escondite perfecto a quien desee realizar una emboscada, además, el sonido del río afecta a nuestro sentido del oído para poder percibir si alguien se acerca, esto no me gusta nada"...

...Pienso y pienso mientras avanzo, imagino todas las situaciones adversas posibles sin ver como podría utilizar estos recursos a mi favor. A la hora de montar el campamento me siento un poco más confiado, pues es algo que puedo hacer bien y seguramente lo cotidiano del asunto ayuda a menguar mis pensamientos. Después de que se establece el perímetro, escucho algunas historias entre todo lo que hablan, esto no me asusta, estoy más preocupado pensando en las maneras en cómo podrían tomarnos por sorpresa. De pronto me llega una sensación de que hay algo cerca mío, no sé que es ni me imagino qué pueda ser, pero es suficiente para alertarme por completo y hacer que no quiera voltear, pero a la vez no poder evitarlo, aunque no observo nada el pensamiento me atormenta durante toda la noche. 

A la mañana siguiente me entero de que algunas personas se han ido, la verdad no creo en lo que han dicho, pues ¿Quién se animaría a irse así por la noche sabiendo lo que puede pasar?, esa extraña sensación que tuve durante la noche me agobia de nuevo, sinceramente ya no quiero estar más aquí. 

La nueva formación se pone en marcha... "¿Será muy tarde para salir de aquí?, ¿Esto vale la pena?"...

Noto un clima de tensión a mi alrededor, veo a los cazadores y hombres de armas preocupados. Sin embargo, fuera de las desapariciones que habría que explicar cómo se produjeron estando el campamento aparentemente vigilado, no veo causa alguna para tener miedo. Igual me equivoco, pero la sensación para Rilwen es que nota que hay gente nerviosa pero ella en ningún momento lo está. 

Asume que, el viaje en sí, ha puesto nerviosa a la gente con respecto a lo desconocido. Ella es bastante racional, no se deja llevar tanto por las sensaciones. Así que, en principio no forma parte de las gentes que hablan e inventan criaturas fantásticas que nos estuvieran esperando detrás de los árboles para hacernos grandes males... no. Considera que eso son cuentos para atemorizar a los niños.