Partida Rol por web

Urm limpió el martillo con la nieve pero no se lo guardó ni bajó la guardia como sus hermanos. En aquel lugar no podían permitirse ser confiados. Se miró la herida del brazo, que era apenas un rasguño, y se lamió la herida saboreando su sangre, como si fuera un felino.

-¿Qué es, hermano pequeño?-le dijo a Corm que parecía haber encontrado algo de valor aunque lo dudaba, pues los orkos no solía llevar nada demasiado valioso y menos en aquel paraje.

La armadura de cuero tachonado del que era cabecilla de la escuadra está empapada en la negruzca y hedionda sangre orka, pero Corm hace caso omiso y la rasga por un lateral. Su falta de escrúpulos tiene su recompensa, ya que fijada a la cintura y bajo la armadura encuentra un puñal en su funda.

El joven bárbaro se lo quita al cadáver y observa el arma de cerca. No se trata de un arma orka, ni mucho menos. No sólo la funda, realizada en un cuero extraordinariamente trabajado y con detalles florales grabados, sino el mismo puñal, una hoja de acero curva brillante, afiladísimo y con mango de marfil.

Ni siquiera parece un arma humana, ya que éstas, aunque son mejores que las de los orkos, no buscan la belleza, como ésta. No, esto parece obra de esos misteriosos elfos de los bosques del sur. Es el tipo de objetos hermosos que las leyendas dicen que son capaces de crear.

En cualquier caso, por muy hermoso que sea este puñal, su utilidad es más bien poca. Demasiado pequeño como para poder ser utilizado por un Hijo de Orn, aunque resulta adecuado para Corm, más para despellejar a los animales que caza que para combatir con él.

Sin embargo, la pregunta que lleva implícito este descubrimiento es obvia: ¿qué hace un arma como ésta en manos de un orko?

Por su parte, mientras está buscando en uno de los zurrones que portaba uno de los orkos caídos, Unks encuentra un suculento hallazgo. Envuelto en telas blancas descubre una pierna de venado en salazón. Nada que ver con las típicas provisiones orkas, consistentes en carne medio podrida, pan agusanado y una especie de queso más duro que una roca. Sin duda este manjar sería sólo degustado por el capitán de la escuadra, y ahora por ellos, ya que la pieza de venado se encuentra en excelentes condiciones.

Después de una semana de viaje, las provisiones del grupo se están comenzando a menguar con rapidez, y la caza no es precisamente abundante en un entorno tan hostil como las montañas Kehalas.

Unks aspira el aroma de la carne con deleite y después vuelve a cubrirla con la tela para guardarla en su mochila. Esta noche cenarán bien.

—Esto no es de los orkos— Corm mostró el puñal a sus compañeros con el entrecejo fruncido para luego relajarlo y añadir en tono jocoso —Y esa carne tampoco. Habría que comprobar que no esté envenenada. Si quereís me ofrezco voluntario.

El humano sonrío a sus "hermanos" para remarcar la broma aunque no se sentía demasiado tranquilo. No sabía porque estaban allí y Korm no hacía más que decir que era la voluntad de Orn. La voluntad de Orn también había sido la causa de su supervivencia y sin embargo, no pòdía evitar sentirse intranquilo.

-Ese cuchillo-dijo Urm con desprecio hacia el minúsculo arma sin apreciar demasiado su ornamentación, pues para Urm lo único que llevaba por decoración eran las pieles del oso y las cicatrices que éste le habían producido- te lo puedes quedar. Y la carne no parece estar en mal estado, aunque prefiero comer lo que yo mismo cazo- se giró hacia su padre que estaba callado y absorto mirando al horizonte- Padre, ¿que ocurre?

Ningún orko en pie. La batalla ha pasado. Era lo previsto. Los orkos son criaturas muy débiles para el Clan El Hacha de Hielo.

El viento ahora corre mas deprisa. Limpia el olor nauseabundo que habían dejado los cuerpos mutilados de los orkos. La gran mancha negra rojiza que poco a poco desaparece en la nieve tardará unos días en desaparecer completamente. Eso no era bueno. Cualquiera que pasara por allí daría cuenta de lo ocurrido. No debiéramos dejar rastros.

Todo ha pasado. Korn, Corm, Unks, Urm y yo estamos reunidos revisando que llevaban esos orkos. Me dirijo a Urm y coloco mi mano sobre su antebrazo sano como signo de saludo ancestral. - Muchacho has peleado muy bien hoy. Años de entrenamiento han dado los frutos esperados. Has peleado con sabiduría - al decir estas palabras apenas dejo ver una sonrisa. Sabía que el hijo mayor de Korn es muy sentimental y salvaje. He intentado encauzar toda su energía y enorme poder para que no se conviertan en puro salvajismo, algo que de joven hacía inconscientemente. Ahora dirijo mi mirada a Unks y digo en tono serio pero agradable - Tu has peleado con una entereza interior que me ha sorprendido. A cada batalla muestras tu poder que pareciera no tener límites - Finalmente volteo hacia el pequeño de Corm y sin decir nada apoyo mi mano abierta contra su espalda y palmeo suavemente, que se traducen en pequeños empujones para el bárbaro. Lanzo una agradable sonrisa. Él sabe cuanto lo aprecio, aunque en su cuerpo no corra la sangre real de los Hijos de Orn. Siempre tendrá mi aceptación.

Me dirijo hasta donde se encontraba el gran guía. Su energía es interminable. Se puede sentir a kilómetros de distancia. Es un ser superior con absoluta sabiduría. Su figura esbelta y corpulenta. Es imponente. Muy respetado por todos. Con profunda admiración le digo dirigiendo mi mirada en la misma dirección que el - Ha sido una honor pelear a tu lado - un profundo escalofrío que se traduce en emoción recorre mi cuerpo.

Su rostro reflejaba misterio y preocupación. Sabía que una daga de elfo no era común entre los orkos. Algo estaba ocurriendo. La pata de venado tampoco era de confiar. De todas formas debíamos continuar hacia las montañas de Kehalas. 

Unks se mueve alrededor de los cadáveres de los orkos y de todo el equipo que llevaban consigo, ahora desperdigado sobre la nieve.

Oye detrás suyo a su hermano Urm preguntando a su padre por lo que sucede, a lo que Korn no responde, pero Unks ya comparte la mirada de preocupación de su progenitor, ya que ambos han llegado  a la misma idea tras contemplar los cadáveres: estos no son los orkos de clanes salvajes procedentes de las Kehalas a los que se suelen enfrentar.

Sólo hay que observar esas armas y armaduras que llevan; todas semejantes, todas iguales, cortadas por el mismo patrón. No cabe duda de que han sido fabricadas en serie. La conclusión es clara: estos orkos han sido armados de forma organizada. Forman parte de algún tipo de ejército, y eso es algo que nunca antes se había visto en estas bestias salvajes.

¿De dónde provendrán? Porque está claro que esta no es una escuadra aislada. Sin duda forma parte de un ejército más grande. Ésta es una amenaza a la que los clanes de Hijos de Orn de las colinas Terasdur nunca se han enfrentado.

Y a tan sólo una semana de viaje de distancia de sus territorios…

El joven gigante levanta en alto los restos destrozados de una ballesta fabricada en hierro oxidado y madera negra. Se trata de un arma avanzada, propia de humanos más que de escoria orka. Es la primera vez que la ve en manos de una de estas bestias, que carecen de los conocimientos necesarios para manejar un arma compleja y mucho menos para fabricarlas.

No, resulta obvio que alguien, sea quien sea, no sólo ha equipado a los orkos de esta escuadra con este tipo de armas a distancia, sino que también les ha proporcionado el entrenamiento necesario para utilizarlas.

La pregunta es ¿quién y por qué?

Por su parte, Corm se ha propuesto realizar un registro a fondo de lo que los orkos llevaban consigo, pero descubre más por lo que no encuentra que por lo que sí descubre en sus mochilas y zurrones.

Y es que apenas llevan consigo provisiones de viaje. Y está claro que una escuadra moviéndose con rapidez a plena luz del día no se detendría en busca de caza. El joven bárbaro sabe bien que un grupo grande, de más de una docena de orkos como los que acaban de aniquilar, no sobreviviría un viaje largo sin víveres.

Por lo tanto, sólo hay dos explicaciones posibles: O bien los orkos se encontraban casi al final de un viaje largo, cerca de su destino, y por lo tanto habían consumido casi todas sus provisiones; o bien la escuadra estaba realizando un desplazamiento corto para el cual no era necesario llevar consigo alimentos…

De pie junto a Korn, el veterano guerrero no puede evitar preguntarse por su estado de salud. Durante el combate, el líder del clan ha estado tan imparable como siempre.

¿Cuántas veces se habrán enfrentado ya a la amenaza orka los dos? ¿Y cuántas veces la han derrotado? Siempre. Y siempre la derrotarán.

Pero Romt sabe que con cada esfuerzo, su amigo se arriesga más y más. Si en un lugar tan alejado de su hogar como éste, Korn sufre uno de sus ataques… ¿Será capaz de superarlo? La duda se abre paso en su alma como un gusano. No puede, no quiere imaginar, lo que significaría la pérdida de Korn para el clan del Hacha de Hielo, para toda la raza de los hijos de Orn…

¿Y el peso del liderazgo del clan? ¿Sobre cuál de los dos hijos recaería, Urm o Unks? ¡Es demasiado pronto! ¡Son apenas unos adolescentes! ¡No están preparados!

Su viejo amigo parece ver la preocupación en sus ojos y con un vago gesto le hace saber que se encuentra bien. Después de tantos años ya casi no necesitan las palabras para hacerse entender…

No es normal… La retumbante voz de Korn apenas se alza sobre el silbido del helado viento creciente, pero se escucha nítida.

Todos saben que el Guía que tiene razón: Estas bestias jamás se desplazan de día, ya que su visión está acostumbrada a la oscuridad de los subterráneos y de la noche profunda, y sus ojos se resienten de la luz fuerte, son deslumbrados por ella.

Nunca harían un viaje a la luz del día por propia voluntad. Korn se vuelve hacia ellos, sujetando el mango del hacha de hielo perpetuo con las manos, mientras que la testa de la enorme arma queda en el suelo.

Todos conocéis la mentalidad de estas bestias. Hace un gesto con la cabeza hacia los cadáveres. Los orkos sólo obedecen la voluntad del más fuerte de todos ellos, pero no porque lo respeten… sino porque le temen.

El Guía del clan del Hacha de Hielo parece reflexionar.

Sí. Miedo. Miedo es el sentimiento que espoleaba a estos abyectos seres.

¿Pero miedo de qué?

En ese momento, Korn dice algo que deja a todos perplejos.

Decidme… ¿qué pensáis de todo esto? ¿Qué creéis que deberíamos hacer?

La pregunta del Guía les sorprende. Lo habitual es que Korn tome las decisiones por sí  mismo. No suele pedir opinión a los demás como está haciendo ahora…

Corm se rascó la barbilla pensativo. A pesar de su caracter jovial no le gustaba mucho ser el centro de atención del clan. Bastante llamaba ya la atención. Finalmente, levantó la voz que sonó segura y firme.

—Casi no llevan comida, y no tiene aspecto de que fueran a pararse a cazar. Creo que tienen un asentamiento. Y lo tienen cerca.—el joven oteó preocupado el horizonte—  Deberiamos echar un vistazo antes de continuar...estós-añadió moviendo un cadaver con el pie—no llevan mucho tiempo de viaje

En palabras de Corm eso significaba "ire a echar un vistazo"

-Creo que lleva razón padre. Si estos orkos salieron sin comida, en las Kehalas, debían de tener el destino cerca o sería un suicidio. Y no creo recordar ninguna criatura que no aprecie su vida-dijo Urm junto a su padre esperando a que diera el visto bueno a aquella decisión.

Primero miro fijamente a los ojos de este gran guía y escucho lo que dice con basta concentración. Después lanzo mi mirada hacia Corm y luego la dirijo hacia Urm, a medida que sus palabras van escapando de sus bocas. Escucho y analizo todas y cada una de las cosas que se han dicho a cerca de la escuadra orka. Los hijos de Korn tienen buenas intenciones. Se encuentran un poco ansiosos por lo que está sucediendo. Llevan el espíritu de lucha en la sangre. Pero ir a investigar sería una locura. Cientos de miles de orkos contra solo 4 de nosotros. Una verdadera locura.

Se me haría imposible cuestionar al gran líder del Clan El Hacha de Hielo. Mi respeto hacia Él es absoluto y no me atrevería a poner en duda su posición como real sucesor del Gran Salvador Kurs.

Al escuchar lo que se había dicho, concentrado llevo mi mano derecha hacia mi barbilla y la rasco suavemente como gesto de concentración. Sabía que mi opinión sería tomada en cuenta por el mismísimo Korn y que por lo tanto debía ser muy sabio en mis próximas palabras. El mínimo error de pensamiento haría peligrar el Clan del Hacha de Hielo y con él toda nuestra raza. Mujeres. Niños. Ancianos. Chamanes.

Lleno mis pulmones de aire hasta sentir que van a explotar. Llegó la hora de echar a suerte nuestro destino. Doy unos pasos en dirección a donde se encontraba el guía y llevo mi mano derecha hasta su hombro izquierdo. - Gran Guía!! Si me permites diré lo que me parece que sucede - digo con respeto y ahora mas firme suelto - Sabemos que una horda de orkos a plena luz del día no se ve a menudo. Es seguro que tienen mucha prisa. Debían entregar lo que sea que haya sido de inmediato, sino no se arriesgarían a cruzar en pleno día un valle tan extenso como este. Los estarán esperando y si dan cuenta de su retraso saldrán a buscarlos. No podemos perder ni un segundo más. Debemos continuar de inmediato y borrar cualquier pista de nuestra existencia en este lugar - termino de decir las palabras y llevo mi otra mano hasta su hombro derecho - Tu tienes la decisión final. Cualquiera que sea, será bien recibida. Te acompañare hasta el fin de los días - inclino levemente mi cabeza hacia abajo como signo de reverencia y de respeto.

-¿Entregar qué?-preguntó el desfigurado gigante- No tienen nada de valor mas que ese cuchillo de los elfos, teniendo en cuenta lo que es valor para esas gentes. Desde luego no me parece algo valioso para un orko. Pero estoy de acuerdo-dijo uniéndose a la opinión de Romt dando a entender que en ningún momento le faltaba al respeto- con que debe haber muchos más cerca y aunque sería un gran combate es peligroso enfrentarse a un ejercito entero.

—Podría hacer una exploración rápida de la zona —repuso el bárbaro— No me veran... aunque para ello sería bueno tener alguna idea de a donde se dirigían. Y respecto a que vendrán a buscarlos—el bárbaro miró a lo lejos—no creo que envíen demasiados...y siempre podemos emboscarles y dejar alguno vivo... para que hable.

Corm posó su mirada en Romt, solicitando su apoyo o su opinión. Él sabía mejor que nadie de sus habilidades para la exploración y de la rapidez de sus movimientos. Además, aunque llevase los tatuajes que le identificaban como miembro del clan dudaba que los orkos llegasen a intuir que el joven pertenecía a un Clan de Gigantes.

La duda en el curso de la acción es evidente. Simplificando las cosas sólo podemos hacer dos cosas, dar la vuelta y  volver por donde hemos venido o seguir adelante. Volver a nuestro modo de vida o avanzar para investigar y vernos en vueltos en sucesos que quizás no nos conciernen si nos mantenemos apartados.

- Creo que deberíamos volver, olvidar este asunto y no inmiscuirnos en asuntos extraños- la prudencia nos ha mantenido vivos durante siglos.

¿Olvidarnos?-respondió sorprendido Urm, pues su hermano, aunque sensato lo había sorprendido con aquello- esos orkos están a menos de una semana nuestro pueblo. Podrían atacarlo. No me digas... que te dan miedo unos cuantos orkos-dijo bromeando pero mirandolo fijamente.