Partida Rol por web

¿Por qué los míos han dedicado tantos esfuerzos en llevarte a Eradun sano y salvo?

La ruta se hace más empinada a medida que avanzáis, pero por suerte los árboles y las ramas bajas os ofrecen suficientes puntos de apoyo para que el esfuerzo no recaiga exclusivamente sobre vuestras piernas.

Una sonrisa cansada y sin alegría se dibuja en el rostro del elfo al contestar al sargento:

Esa es la respuesta que esperáis, ¿cierto sargento? Saber si valió la pena que todos esos caballeros muriesen ayer, saber por qué vale la pena jugarse la vida por llevarme a Eradun…

Si yo fuese un simple Prisionero y poseyera información importante para Stumlad, ¿por qué no arrancármela a golpes? ¿Cuál es la necesidad de llevarme desde los bosques de Shalanest y atravesar todo Valsorth hasta los territorios humanos del norte?

La verdad es simple. Porque no soy un prisionero.

Soy un desertor.

Girshael se detiene por un momento, su rostro sudoroso es una amalgama de cansancio, dolor, resignación y pena.

Lamento darles la noticia de esta manera. Pero aunque la mayoría del mundo aún no lo sabe, estamos en guerra.

El enemigo de todos los pueblos libres de Valsorth ha regresado. Pero se mantiene oculto, y yo soy el único que puede sacarlo a la luz y descubrirlo antes de que sea demasiado tarde.

Por eso me consideran tan importante...

Las primeras palabras de Girshael eran obvias. A esa misma conclusión había llegado yo la noche anterior sin su ayuda y gracias a que lo había hecho el elfo conservaba en estos momentos intactos todos sus dientes y todos los dedos de sus manos y sus pies.

Para lo que no estaba preparado era para la segunda revelación. No el hecho de estar en guerra, llevaba desde ayer luchando contra un ejército bien armado y entrenado, así que lo más lógico es que estuviese en guerra aunque mis mandos aún no me lo hubiesen confirmado. Lo que me impresionó fue escuchar las palabras "enemigo de todos los pueblos libres" en boca de Girshael.

Por lo que había oído en la iglesia y aprendido en las bibliotecas de la orden, ese del que hablaba el elfo no debía ser otro de aquel al que las leyendas llamaban el rey Dios. Esas mismas leyendas que decían que hombres y elfos habían luchado unidos contra él. Si a eso le uníamos la palabra "desertor" parecía indicar que esta vez tendríamos que enfrentarnos solos.

Me había salteado todas las clases de etiqueta, costumbres caballerescas y por supuesto historia del reino y el mundo conocido.

Por eso las palabras del “orejón”, no me significaron nada más que lo su propia boca decía.

¿Así que era un desertor?, no me sorprendía.

Yo había intuido que podía escapar de nuestra custodia en el momento que el así lo hubiera querido, y puesto que seguía a nuestro lado, la respuesta era más que obvia a mis ojos.

Quería estar donde estaba.

No obstante me intrigaba la magia, la forma en que había acabado de un solo golpe con todos aquellos Orkos era una gran demostración de poder que al parecer, el perro de Orlant no había terminado de entender.

Ese…elfo…tenía mucho poder dentro de su raquítico cuerpo, y si como bien el decía, era el único que podía sacar a la luz al “enemigo de todos los pueblos libres”.

Sin dudas era alguien importante entre los suyos.

Entiendo que aseveras tener la capacidad de…como has dicho…”sacar a la luz” al enemigo y supongo que eso tendrá que ver con tus…habilidades recientemente demostradas.

Pero, aunque no dudo que puedas cumplir lo que auguras tan confiadamente, más me interesa saber quién eres en verdad.

No creo el cuento del simple desertor.

Vamos, le dije sonriéndole con malicia, cuéntanos quien se esconde tras Girsahel…

Sertois anima a continuar con sus explicaciones al elfo al tiempo que le echa una mano para poder subir por terraplen de tierra especialmente inclinado. Y Girshael no tiene reparos en continuar su historia.

Hace mucho, mucho tiempo…

Existió un poderoso hechicero que vivía en las Montañas Kehalas, en la fortaleza de hielo de Dargore, y que se autoproclamó Rey Dios. Su principal objetivo fue convertirse en el amo y señor de todo Valsorth, y para ello quiso subyugar a todos los pueblos del continente.

Para ello, usó su poder para unir a los clanes de los orkos del norte, a los trolls de las montañas y convertirlos a todos en sus ejércitos. Pero sobre todo, lo que hizo fue traer a este mundo a los dragones, unas bestias aladas escupefuego que arrasaban todo a su paso y ante las cuales no había defensa posible.

El elfo hace una breve pausa para recuperar el aliento, pero después continúa con la ascensión, seguido de los caballeros.

No me miren así. No estoy hablando de leyendas. Todo esto sucedió hace tan sólo dos siglos.

En cualquier caso, el Rey Dios fue derrotado. Junto con muchos de aquellos que le apoyaban. Aunque muchos otros simplemente se ocultaron, esperando…

Como la red de espías que estaba a su servicio. Pasaron a un estado latente. Se ocultaron profundamente en las sociedades a las que estaban asignados.

Espías como yo.

Permanecí en Shalanest, viviendo como culaquier elfo en la ciudad de Litdanast. Hasta hace un año. Cuando recibí una señal. Una señal de activación.

En ese momento supe con absoluta certeza que…

Girshael se interrumpe de pronto. Por causa del sonido que os deja paralizados a todos.

Un agudo aullido que resuena a través de todo el valle…

Las palabras del elfo eran difíciles de asumir, hablaba de algo ocurrido hace doscientos años como yo podría hablar de lo que había pasado el mes pasado.

De todas formas, sus palabras eran reveladoras y confirmaban lo que creí leer en sus ojos inhumanos. Alguien había cambiado al elfo en estos doscientos años, alguien por quien estaba dispuesto a traicionar a su señor, alguien que le preocupaba hasta tal punto de arriesgarlo todo.

Al aullido se le une otro más, o eso parece, e inmediatamente otro, esta vez más grave y potente.

Ese es Drashin… murmura el elfo.

El ominoso sonido continúa alargándose durante unos segundos interminables, hasta que cesa de una manera tan súbita como comenzó.

Girshael está a punto de decir algo, pero Sertois hace un gesto para que guarde silencio. El explorador cierra los ojos, concentrándose en los ecos de lo que acaba de oir. Efectivamente eran tres, y estaban juntos. Dos lobos-troll más ese horror de pelambrera negra y ojos esmeralda que vieron ayer, en el barranco.

El sonido proviene de cerca. Del río. No hay duda. Acaban de descubrir la matanza que allí ha tenido lugar. Y no les ha gustado, ya que los aullidos resonaban con tintes de rabia.

No hacen falta las palabras. En silencio, el sargento Orlant, coge por el brazo al elfo y le obliga a continuar.

Al poco de continuar entre el bosque, siempre cuesta arriba, camino de la salida de este valle, los caballeros y el elfo que va con ellos se encuentran con que el terreno se hace más rocoso, y quizás demasiado empinado, obligándoles incluso a recurrir a las manos para poder seguir subiendo. El esfuerzo es importante, y tratan de guardar las fuerzas para no agotarse en la ascensión.

En esta zona deja de haber tanto árbol, al ser una especie de promontorio rocoso, y son más habituales los matorrales. Pero la ruta en línea recta hacia el norte que llevan les obliga a subir por este lugar, prácticamente una pared rocosa, que les va a obligar a escalar, prácticamente.

Las presas no dejan de pensar en sus cazadores.

Es lo mejor. Susurra Girshael, con la voz un poco entrecortada por el esfuerzo. Subir por aquí. Esas bestias no serán capaces de seguirnos con tanta pendiente.

¿Tiene razón el elfo? En parte. Es cierto que los lobos-troll no están hechos para escalar tal y como vosotros podéis hacerlo, pero seguir adelante por la pared rocosa puede ser muy peligroso para vosotros. Un resbalón, una caída, y adiós…

Otra opción sería dar un rodeo. Evitar la pared rocosa, quizás incluso ganéis más ventaja que yendo escalando, pero es seguro que los lobos-troll no tendrán entonces impedimento para seguiros.

Los lobo-troll se nos echaban encima, los aullidos de Drashin helaban la sangre y que Sertois afirmara, sin ninguna duda, que había otras dos de aquellas bestias a su lado no mejoraba la situación.

El camino se hace más y más empinado hasta que llegamos a la pared rocosa. El elfo tenía razón, los lobos no podría seguirnos si íbamos por allí. No tenía miedo a resbalar y precipitarme al vacío durante la difícil ascensión, aquello podía pasar y lo asumía, pero temía que, existiera un camino que rodeando aquella pared fuese más rápido, y que una vez arriba, después de los riesgos, me encontrara de cara con los lobo-troll en lugar de haberles sacado ventaja.

Tomé una decisión. En un rodeo, la velocidad de Drashin y los suyos siempre sería superior a la nuestra, se comerían nuestra ventaja metro a metro sin ningún remedio. Korth beneficiaba a los audaces o eso era lo que yo quería pensar en ese momento.

El elfo y yo seguiremos por aquí.- Le dije a Sertois señalando la pared rocosa. No le di ninguna orden, el tiempo de las órdenes había terminado esta misma mañana en la cueva y no volvería hasta que llegásemos a la torre de vigilancia donde cada uno de nosotros volvería a su antiguo puesto dentro de la orden.

En aquellos momentos, cumplir ciegamente las órdenes podía significar tú muerte. Lo había vivido en primera persona y bastante cerca del lugar donde nos encontrábamos, no pensaba hacerle lo mismo a las personas a mi cargo. El explorador era libre para tomar la decisión que considerase más correcta sin los remordimientos que incumplir una orden solían acarrear.

El sargento no tiene que insistir al elfo, que comienza a subir por la pendiente rocosa. Las formas de la roca son las suficientes como para servir de agarraderos, junto con la vegetación que crece en la piedra, y permiten ascender de manera relativamente fácil.

Unos metros más arriba, Orlant vuelve su mirada hacia abajo, donde el explorador no parece decidirse a seguirlos. Delante suyo, Girshael le va tomando ventaja poco a poco...

Fue bueno escuchar las palabras que el viejo me dedico.

“El elfo y yo seguiremos por aquí”, me dijo, dejando entrever que yo podía hacer como mejor me placiera.

Le sonreí, fue mi primera sonrisa sincera en mucho tiempo, el bastardo era astuto, y la única persona que realmente comenzaba a caerme bien dentro de ese cuerpo de eunucos sin cerebro al que pertenecíamos.

Y yo os acompañare también, le dije poniéndome manos a la obra.

No había tiempo para charlas, las bestias estaban cerca, y aun quedaba mucho camino por recorrer.

Solo desee no equivocarme al subir por la pared rocosa.

Lo hacía por ellos, aunque mis instintos me gritasen que tomara el otro camino…

La ascensión continúa a buen ritmo, con Girshael marcando el camino, siempre buscando la ruta más sencilla a través del entorno rocoso. Y parece que lo consigue, ya que a Orlant, unos metros por debajo de él no tiene demasiada dificultad en encontrar buenos agarraderos en los que afianzar manos y pies para impulsarse más y más arriba.

El sol del pasado mediodía no es demasiado molesto, sus rayos no tienen la fuerza del verano, que podrían convertir esta escalada en algo agotador. Además, el día sigue siendo frío, con una ligera brisa heladora que les llega de vez en cuando. Sin embargo, eso no impide que el desgaste físico comience a hacer mella y que los tres huidos estén empapados de sudor.

Lo más importante, Sertois que cierra el grupo lo sabe bien, es administrar las energías. Y si eso implica descansar medio minuto en un agarradero seguro, es mejor hacerlo que quedarse sin fuerzas en un momento crítico.

Precisamente se encuentra el explorador intentando afianzar un pie cuando mira hacia abajo y su mirada es devuelta, por otra, una mirada que refleja muerte, la de los ojos negros de un lobo-troll.

Sertois pierde el pie y a punto está de caer por la impresión, pero logra sujetarse de una mano en el último momento. Por un segundo ha sentido la sensación de vacío de la caída recorriéndole el cuerpo, una sensación espantosa y terrible. El explorador lanza por lo bajo una maldición tan grosera que logra que un escandalizado Orlant y el elfo le miren y se den cuenta a su vez de lo que les espera abajo.

El lobo-troll les observa desde abajo, alzando la musculosa testa y con las fauces entreabiertas, emitiendo vapor. Está al pie de la pared rocosa, sentado sobre los cuartos traseros, vigilante. No hace ademán de intentar seguirlos.

Es imposible saber cuánto tiempo lleva allí. ¿Segundos? ¿Minutos?

La voz de Girshael les llega, confirmando lo que los caballeros ya comienzan a sospechar.

Esa bestia está allí sólo para cortarnos la retirada…

Pues puede esperar sentado.- Pensé mirando hacia abajo. El lado bueno era que ahora nos perseguía un lobo menos. El lado malo era que como hubiésemos elegido mal el camino y Drashin encontrara una ruta más rápida por la que ascender no habría escapatoria posible.

Dejé de pensar en eso mientras continuaba subiendo, no había tiempo que perder.

¡Maldita sea me dije con amargura!, ¿Por qué tengo que acertar siempre?.

Allí estaba, la vida me daba una nueva patada en el rostro, mientras me gritaba lo idiota que había sido por dejar a los sentimientos ocupar el lugar de la razón.

“Lo hago por ustedes”, pensé con burla, ¡imbécil!, eso es lo que eres, y mira que has ganado por tu bonito pensamiento, un deforme lobotroll listo para zamparte en su buche.

Y te lo mereces Sertois.

Claro que te lo mereces.

…

Jurando y perjurando comencé entonces a subir con más rapidez, tenía que llegar a la sima, ver que me esperaba allí, y de ser posible, poner tanto terreno de separación, como fuera posible de estas demoniacas criaturas.

Y esta vez…que me condenen si iba a detenerme por nadie.

Una súbita urgencia, debida a la visión directa del enemigo que les espera allá abajo, hace que los tres aumenten el ritmo de la ascensión, a pesar del riesgo que ello implica. Pequeñas piedras sueltas caen rodando e importunan sobre todo a Sertois, que continúa cerrando el grupo, y que hacen que los juramentos y maldiciones del explorador suban de tono.

Pero eso no hace que Orlant, que está unos metros por encima de él, baje el ritmo, aunque con ello se arriesgue a una caída y a que su cadáver machacado sirva de alimento al lobo-troll que espera al pie de la cuesta de roca. Porque sabe bien que la razón por la que esa bestia permanece allí es porque el resto está dirigiéndose hacia terreno más elevado dando un rodeo para evitar la cuesta de piedra.

Y si logran llegar a lo más alto antes de que ellos lo consigan los habrán atrapado en plena subida. No tendrán escapatoria.

Fin de juego.

Un fuerte ruido os sorprende, procedente de arriba a un lado, donde una serie de pinos crecen directamente sobre la empinada cuesta rocosa. Una lluvia de puntas de pino, piñas y ramitas rotas caen como una lluvia cerca de vosotros.

Al sonido de las ramas partiéndose se le añade un gruñido grave que os hace tragar saliva.

En el interior del pino más cercano, una sombra se retuerce, sujetándose a las ramas más gruesas, hasta que es capaz de abrirse paso fuera del árbol, hacia la cuesta, donde aparece la figura de un lobo-troll que clava sus temibles garras en la misma roca.

¿De dónde diablos ha salido? No hay más explicación que haya saltado desde una zona más elevada hasta los árboles directamente, para que los pinos frenen su caída hasta donde ellos se encuentran.

Vuelven a asombrarse de su tamaño, semejante al de un poni. Su piel sin pelo presenta el tinte grisáceo de la piedra y está repleta de cicatrices, lo que indica que están acostumbrados a la batalla. Sus ojos negros como una noche sin luna están fijos en ellos.

El monstruo mordisquea el aire con sus poderosas fauces repletas de colmillos, ansioso por cerrarlas en carne tierna y jugosa.

Y comienza a moverse en dirección vuestra.

Que uno de los lobos se quedara bajo no era ningún problema, pero que otro haya saltado desde arriba hasta cerca de donde nos encontrábamos nosotros sí que lo era. Significaba su jefe estaba arriba esperándonos y que subir por aquella pared había sido una pésima elección.

Si tres caballeros equipados con espadas habíamos sufrido para acabar con una de aquellas criaturas no me hacía ninguna ilusión frente a lo que podría hacer yo solo con un cuchillo, por mucho que contase con el apoyo del arco de Sertois.

Solo había un posible camino para mi, y ese era continuar la ascensión. Como había dicho el elfo aquellas bestias no estaban echas para trepar por las pendientes. Pero con lo que no contaba era con que mis manos comenzaran a fallarme justo en ese momento.

Totalmente fuera de balance.

Cansado por el ascenso.

Y con los dedos sudados como una gorda en un baño termal, cojo el arco y disparo casi sin apuntar hacia el horrible lobotroll que se descuelga desde los condenados cielos.

El disparo, como no podía ser de otra forma, sale sin fuerzas ni precisión.

Un disparo digno de un aprendiz.

Una flecha desperdiciada.

Puede que sea la tensión, o simple mala suerte, pero Orlant es incapaz de encontrar un asidero adecuado para continuar subiendo y poner distancia entre él y el ser del infierno que se le aproxima de manera lenta pero segura. Bajo sus manos la piedra se desmenuza, y tiene que hacer esfuerzos para no perder pie y caer, mientras que no deja de mirar de reojo al lobo-troll, que está a su misma altura y tiene sus ojos negros e inmisericordes fijos en él.

Por encima suyo, el maldito elfo no ha dejado de subir, abriendo un tramo entre los dos. Girshael ni siquiera se ha dignado en volver la vista atrás.

Por debajo, Sertois se ha afianzado en el terreno y sostiene entre sus manos el arco, tras haber intentado un disparo que no ha sido demasiado afortunado ya que apenas roza la gruesa piel del monstruo...

Justo cuando más necesitado estaba me fallaban las fuerzas. Había querido poner tierra de por medio pero no había encontrado ningún apoyo para mis piernas, ahora el plan debía ser otro.

Por lo menos la bestia había fijado sus ojos en mi y no estaba prestando atención al explorador. Yo sabía que con un disparo certero podía acabar con ella, ya lo había visto con mis propios ojos. Por suerte para nosotros, el lobo-troll no lo sabía y tenía que conseguir que siguiera así durante el todo el tiempo posible. Así que mientras intentaba continuar el ascenso no paraba de llamar su atención.

-¡Gatito! Ven con tío Orlant. ¡Ven gatito, ven! No voy a hacerte daño.