Partida Rol por web

Cuando Laern mencionó los ojos el mercenario volvió a revolverse con más fuerza a la vez que cerraba sus ojos intentando así protegerlos de algún modo.

No, no, mis ojos no por favor, le diré lo que quiera, de verdad, se lo diré todo. Pero por favor no me haga nada.

El mercenario parecía haber cedido muy pronto a las maneras del mariscal.

En el rostro de Laern se refleja el odio y la rabia, con los ojos desencajados y los dientes bien apretados. Visiblemente molesto, termina de rebanarle la oreja, mientras le grita al otro oído:

-¡Te he dicho que odio repetirme, bastardo de una perra!

Cuando el desgraciado termine de quejarse, si es que acaso termina hoy, estará mucho más relajado, incluso sonriente. Su voz es impostadamente suave.

-Entre tú y yo no va a haber preguntas. Sólo hablarás y me contarás todo, ¿entendido?

Görg regresa de su pequeño paseo, y mientras lo hace escucha una gran variedad de quejas y gritos, todos ellos salen del torturado por supuesto.

¡Ahhhhhh! ¡Detente! - grita una vez más cuando Laern rebana su oreja. -

Está bien, lo he entendido. - dice al rato cuando parece recuperarse un poco. -

Me acerco a Anioz o Ireth o Zarek, el que más apartado esté para no interrumpir el "diálogo". En voz muy baja le pregunto ¿Qué tal va la cosa, habla?

Laern le pasa la daga, ahora ensangrentada, por delante de los ojos.

-No, realmente no me has entendido. ¡Habla de una vez, malnacido!

Y le acerca la daga a la otra oreja. Empezará a cortar si no escucha algo mínimamente parecido a una confesión sobre sus contratantes, qué hace ahí, o, ¡qué demonios!, dónde nació.

Zarek mira a Görg y le dice.

Creo que ahora lo sabremos.

El hombre parecía cada vez más nervioso y preocupado por su lamentable situación, empezó a hablar, aunque lo hacía bastante deprisa.

Vale, vale, te contaré todo. Nos ha contratado un tipo que trabaja para alguien poderoso, dice que es un nuevo dios. Yo no sé mucho, pero sé que paga bien, y únicamente hay que recaudar tributos y quemar alguna casa o matar a algún campesino si no pagan. Eso es todo, por favor déjenme en paz.

Unas lágrimas empiezan a salir de los ojos del pobre mercenario.

Laern le pega una patada en la barriga.

-¡Esa no es una contestación! ¡Inténtalo mejor, o tendrás que buscarte un parche! ¡Nombres! ¡Lugares! ¡Aspectos!

Se estaba impacientando, y no era para menos. Le cortaba la oreja a un tipo y sólo le arrojaba migajas de respuestas. Era imposible que fueran más ambiguas ni aunque el cerebro de mosquito lo intentara.

El mercenario busca con la mirada a los compañeros del mariscal, su cara daba mucha lástima la verdad. Luego volvió a mirar al mariscal y empezó a hablar otra vez.

Sólo conocía a mis compañeros, y el nombre del que nos contrató. Su nombre es Huart Mildor, es un hombre que da mucho miedo, mide casi dos metros y es muy fuerte. Dicen que tiene a muchos hombres a su cargo, pero no sé nada más lo juro.

Laern aparta la daga dela vista del mercenario, ocultándola tras su espalda. Su voz es más calmada.

-Me estás haciendo preguntar, escoria. ¿De dónde venís? ¿Vuestros próximos objetivos? ¿Dónde os pagaban? Por cada pregunta que olvides... ¡Te corto un maldito dedo!

En ese mismo momento, vuelve a enseñarle la daga.

El pobre inútil había dejado de forcejear, al parecer había averiguado que no le servía de nada patalear.

Yo formaba parte de un grupo de salteadores de caminos, nos dedicábamos a eso hasta que Huart nos contrató, a partir de entonces nos dedicamos a esto. Cada tanto nos encontraban y nos mandaban algo, y también nos daban la paga entonces. Pero no sé dónde pueden estar, siempre eran ellos los que venían. Y de hecho Huart sólo vino la primera vez, no le he visto más, siempre venían hombres suyos.

Me acerco a donde está Anioz para comentar la jugada con él.

¿Has tomado nota capitán? Ese hombre ha confesado ser un salteador de caminos, pirómano, ladrón y asesino confeso. ¿Crees que debemos llevarlo ante la justicia o como soldados de Talona somos la justicia venida ante él? ¿Cuál es la pena para semejante personaje? ¿Entregarlo a los campesinos que pensaba robar y matar? Aunque antes deberíamos enterarnos donde más debería recaudar y donde les encontraban los enviados de ese tal Huart.

La verdad es que había resultado todo demasiado fácil, si lo que decía aquel pajarito era cierto se entendía mejor. Estos solo serían unos desalmados de alquiler. Desgraciadamente siempre se pueden encontrar estos tipejos.

Las respuestas de este tipo están incompletas, pero Laern ya se ha cansado de cortar cosas, así que se conforma con una patada en la mandíbula.

-¿Y dónde os lo daban? ¡Te he dicho que dónde os pagaban! ¡No me irás a decir que os encontraban por arte de magia!

¡Ugh! El mercenario se retuerce de dolor ante el golpe en la mandíbula. El hombre escupe un par de dientes y sangre, su boca es ahora todo un poema.

Se podría decir que sí maldita sea, siempre estábamos por estos lares, así que no debe ser muy difícil encontrarnos.

-"Yo creo que habría que llevarlo a Talona cuando acabemos, o dejar que los campesinos lo lleven alli, a que sea juzgado. Somos soldados, no jueces,y aunque podamos hacer justicia aqui mismo los atroces actos cometidos por esta escoria, no tenemos derecho a tomarnos la justicia por nuestra propia mano.Esa es mi opinión." le respondo a Gorg

-"Laern, yo creo que si le enterramos la cabeza en estiercol hablará cuando ya no le quede mas aire"

No sé nada más, se lo juro. Les he dicho todo lo que sé.

El mercenario volvió a llorar, esta vez sin tan siquiera intentar reprimir las lágrimas.

Laern ríe sonoramente ante la idea, pero se detiene luego sus rasgos se ensombrecen.

-¡Nah!¡Dejemos la poca dignidad que le queda a esta escoria consigo y acabemos con su sufrimiento...

Laern limpia la daga en la ropa del desgraciado, se la vuelve a guardar en la bota y se lleva la mano al puño de la espada. Mientras desenvaina, mira a Anioz.

-Nosotros somos jueces y jurados suficientes. El mundo es salvaje y anárquico y para que impere la justicia, hay que administrarla con celeridad. Usted es joven, capitán, lo comprenderá con el paso del tiempo. Apártese, no querría que la impura sangre de esta piltrafa le manchara el real tabardo.

Alza la espada, preparado para, en cuando Anioz deje de sujetar al mercenario, bajar la espada sobre su cuello.

-MARISCAL! no puedo dejar que haga uso de su cargo para matar al mercenario sin un juicio justo, sobre todo cuando está atado y ni siquiera se puede defender,¡Nos estaríamos poniendo a su altura! grito alarmado.

Encerremoslo mejor para el resto de sus dias.

Laern envaina la espada. Pero su mano, firmemente aferrada al mango, con el dedo índice acariciando la guarda, y la expresión grave de su rostro le confieren un aire de estatua.

-¿Y usted cree que "el resto de su vida" será larga, tanto como para arrepentirse? Ejecutarlo significaría librarle del hambre, la sed y las enfermedades de los calabozos reales, aunque no se lo mereciera. Pero lo importante es que no pienso prescindir de uno solo de mis hombres para llevarlo a la ciudad más cercana, ni voy a hacer retroceder al grupo cuando otros bastardos como este -le escupe- están campando a su antojo. Y su idea de que los campesinos lo llevaran a las autoridades es cuanto menos inocente, muchacho. Si no quiere contemplarlo, marche. Pero haré lo que se tenga que hacer, y terminaremos cuanto antes con esta escoria que aterroriza al campesinado.

-"Tú mandas... pero que sea rápido"