Partida Rol por web

Abre los ojos y mira a todas partes, suspira.

Mierda... ¿Un mariscal? ¿Laern? No pensaba que mandarían a alguien tan importante joder. Pueden llevarme a la capital para que me encierren.

¿Qué has dicho? -murmuré al oir en su voz el nombre de Laern. ¿Conoces a este tipo, jefe?

Laern escupe al suelo.

-En absoluto. Pero no me extraña que me conozcan a mí, llevo años al servicio de Talona, por no hablar de mis servicios en tierras más exóticas. Sabe quién soy, sí, pero en algo se equivoca: en que lo vamos a entregar como si fuera un robaperas más.

Las facciones del mariscal se deforman hasta formar una mueca que podría ser una sonrisa, de no ser tan cruel y estar tan cargada de intenciones. Malas intenciones.

-Sabes a qué me refiero, ¿no?

Se lo pregunta al hechicero y echa un vistazo a las ascuas.

Tras oír a Laern, cogí un puñado de ascuas con mi mano. Luego me levanté y las olí, acercándolas y alejándolas a mi cara...

Después de levantar al gigante, se aleja de la escena al ver entrar a los demás en acción... No podía recriminarles nada, pero seguía sin querer mancharse las manos en este asunto.

Frustrado me aparto del preso y me siento en alguna piedra cercana apoyando el mango del hacha en el suelo.

¡Bah! Paparruchas, yo podría ser tan persuasivo como el que más. Un hacha bien afilada permite ir sacando lonchas con gran precisión y algo de sal adereza la operación perfectamente. No hace falta tanta teatralidad. Pero desde luego dices todo lo que sabes y más o no te librarás de probar mi hoja rufián.

Todo ello dicho en un murmullo perfectamente audible por supuesto.

Huart intenta incorporarse lentamente, pero le es imposible y no para de emitir pequeños quejidos de dolor, aunque ahora es capaz de ver toda la situación de su alrededor.

Primero lanza una mirada asesina a los mercenarios y acto seguido se queda perplejo, sus ojos se quedan fijos mirando al hobbit.

Huart no mueve un músculo, y Morz reacciona girándose y empezando a sudar.

Frunciendo el ceño veo la reacción del grandullón al ver al pequeño Morz. Lentamente me acerco al hobbit hasta ponerme a un lado para verle la cara. El hacha sigue en mi mano. Aún me siento enfadado.

Interesante, sin duda interesante.

No le gustaba nada el cariz que tomaba la situación.

- Tranquilo, maese Görg. Morz le tiene pavor a un gigante que le mira de forma intimidante, no hay nada sospechoso en ello -dijo. Sin embargo le gustaría que algunos de aquellos cobardes bandidos aclararan la situación, antes de que el grupo perdiera el control...

Elladan miró a los mercenarios, pero estos simplemente miraban al suelo mientras temían por sus miserables vidas. Pero entonces Huart empezó a hablar de nuevo.

¡Vaya! Si está aquí uno de los humildes siervos, ¡JA!, y yo que pensaba que el famoso mariscal sería más inteligente.

Huart empieza a reir, pero se detiene enseguida debido al gran dolor que le produce.

No podía aguantar más. La impulsividad del mago se convertía ahora en acto presente. Solté las ascuas arrojándolas al fuego con cierta ira. Despues saqué mi espada de la vaina, la cual estaba en mi espalda. No podía soportar aquello: juegos de palabras, acusaciones implícitas, ¡miradas!

Acto seguido, dediqué un mandoble a nuestro querido gigante, Huart, en una de sus manos. ¡No había más súplica! ¡Apenas quedaba un ápice de pacienca en el ambiente! Sin más dilación, y ante la sorpresa de todos, empuñé mi arma y golpee con la hoja de abajo a arriba la mano del ahora preso Milton. Mi intención era desmembrársela... para que hablara.

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

La sangre empieza a caer por todo el suelo.

¡¡Deja de inspeccionar a Morz!! -grité mientras clavaba mi espada en la tierra de forma intimidatoria. ¡¡Deja de mentirnos!!

¡¡Habla, o el siguiente paso será quemarte vivo, miserable!!

Ireth no hizo nada ni ante el interrogatorio del mariscal ni ante la reacción del gigante al ver a Morz ni ante la reacción del mago frente a la resistencia que estaba oponiendo el lider de la banda para soltar información. Realmente estaba más allá de las emociones humanas y tan sólo quería acabar con aquella búsqueda lo antes posible.

Ahora solo quedaba esperar que decidía Laern. Por su parte no torturaría a nadie sin una orden expresa.

Se queda sorprendido ante la reacción de Zarek y se aleja del gigante, algo aturdido por la situación, acercándose a Morz: no quiere que se lleve algún tajo por la locura de la situación, ni a propósito por parte de Görg o Zarek ni por descuido de alguno de los presentes.

Laern se vuelve hacia el hobbit como lo había hecho el enano. Los gritos del hechicero y la carroña torturada denotaban que tenía las espaldas cubiertas. Se agacha junto a Morz y le mira a los ojos.

Sólo hace eso, mirarle a los ojos con una expresión serena.

Miro fijamente al pequeño Morz. Miro a Laern cuando se acerca y vuelvo a mirar a Morz. Miro a Zarek desahogarse con los dedazos del tal Mildor y vuelvo a mirar al hobbit. Finalmente miro a Elladan en respuesta a su afirmación.

¿Apostarías tu mano señor elfo? ¿La arriesgarías sin duda ninguna? ¿Tanto crees en este desconocido que tan oportunamente se nos unió en Talona? Quizá sepas algo que yo no sé.

Luego miro al supuesto espía extranjero y vuelvo a mirar al hobbit. Poniéndome ante su cara (sin molestar a Laern) pregunto:

¿Deberíamos preguntarle a él??

Altivo, Elladan responde orgulloso:

- Daría la mano por cualquiera de mis compañeros, maese Görg. ¿Qué motivos tendría el falso dios de camuflarse como Morz, seguir a sus perseguidores y estar varios meses sin dirigir su malvados actos? ¿Con qué fin? Tarde o temprano lo desenmascararíamos; es demasiado absurdo como para que nos lo planteemos siquiera...

Aunque empieza a encontrarse solo: todos sus compañeros parecen tener dudas de su amigo el hobbit. Espera que la decisión del Mariscal sea la correcta...