Partida Rol por web

La fortaleza de Stenhold ha visto mejores días. Un densa lluvia golpetea las piedras quebradizas y los tejados cubiertos de paja, exponiendo las grietas y fisuras cuando el agua se cuela a través de ellas. Los soldados entrenan en el patio y en el campo exterior. Unos cuantos mamposteros se esfuerzan en cubrir los agujeros del muro. A su lado unos elfos se encargan de traer piedras y colocarlas cerca de los muros para que los mamposteros continúen con su trabajo.

En el muro norte también podeís ver una gran cantidad de elfos tapando con paja los agujeros de los tejados, afanándose porque el agua no penetre al interior de las estancias del castillo.

La mañana es fria y dura, con el agua calando vuestro pelo y vuestras ropas. Durante diez minutos observaís cómo es la vida diaria del castillo. Uno de los soldados ordena a varios elfos que frieguen los suelos de las caballerizas si bien lo que más os sosprende es el trato degradante que les dispensa incluyendo términos despectivos como "orejas de punta".

Por otro lado ningún humano realiza tareas "serviles" todos los "trabajadores" son elfos... incluso aquellos que se encargan de retirar los orinales de las habitaciones del Castillo de Stenhold, que vierten en el exterior...

Durante unos instantes observo el comportamiento de los hombres que ordenan tareas a los elfos. Finalmente me encojo de hombros y asumo la situación. Realmente me es indiferente el trato que se le da a los elfos, mi objetivo es otro.

Colban no es ningún justiciero afanoso de la igualdad de derechos, más bien al contrario, es un mercenario. El un tipo fuerte, muy fuerte incluso, y su aspecto es, en ocasiones, imponente. Lleva una piel sobre los hombros en la cual se arrebuja para combatir el frio y camina de un lado a otro del patio de armas; quizá nervioso, sin confianza de que la mujer le hubiera ofrecido un trato verdadero y que pronto se le fuera a presentar la oportunidad.

—¿Habrá más gente citada? —pensó mientras buscaba con la mirada posibles visitantes del castillo, fuera de los uniformes de los hombres del castillo y los elfos trabajadores.

No me sorprendo de lo que veo. Me calo la capucha para protegerme de la lluvia y busca una esquina desde donde pueda observar todo el patio. Me pregunto si el barbudo que no para de pasear empapandose estara tambien citado.

 Observo, mientras estoy sentado sobre un barril, a salvo de la lluvia, a los recién llegados, mientras mi rostro está cubierto por la capucha. Al verlos, no puedo estar seguro, pero tengo el presentimiento de que están aquí por lo mismo que yo...

 Fijo mi atención en los elfos trabajando azarosamente, reconociendo algunos de la noche anterior, y miro ceñudo a los humanos que les ladran ordenes... Si tanta prosa tienen, ¿por qué no les ayudan, en lugar de agobiarlos de mala manera?. Y eso sin contar con el hecho de que les están haciendo trabajar bajo la lluvia...

Por lo menos había conseguido dormir a cubierto y sus ropas ya se habían secado, aunque oyendo el sonido de la lluvia repiqueteando en el exterior se dio cuenta que de poco le serviría... otra vez volvería a quedar empapada. Se vistió y recogió sus cosas no sin antes retirar las pajas que se le habían quedado enganchadas en el pelo. Las órdenes y los gritos que le llegaban del exterior consiguieron ensombrecer un humor ya de por sí bastante abatido.

Cuando consideró que ya había llegado la hora que le habían marcado para aparecer en el patio asomó la cabeza por el pajar y, viendo la gran actividad de gente absorta en sus faenas, prefirió ponerse la capucha de su capa de viaje, no sólo para protegerse de la incesante lluvia sino también para ocultar todo lo que pudiera sus orejas y los tatuajes de su cara que gritaban a los cuatro vientos su condición de elfa dalishana.

Una vez llegado al punto de reunión comprobó que había varias personas que no parecían encajar en el lugar, ya que se emantenían quietas bajo la lluvia sin realizar ninguna labor concreta. Se acercó un poco más evitando mirarlos de frente.

 Al levantar la vista fijo mi atención en una mujer, una de los míos, a juzgar por sus vestimentas y su complexión, elfa sin duda, aunque no puedo estar seguro, al no poder ver su rostro... Así que le digo algo en mi lengua nativa, para ver si reacciona...

 - El camino que te ha traído aquí te aleja del bosque, hermana....*

De repente el patio se queda en silencio, cualquier persona que hace unos segundos estaba atareada o vociferándo órdenes se para para saludar a Alenka que viene andando por el patio de armas, con paso ágil. Os mira de arriba a abajo a todos y cada uno de vosotros. Se para un sólo segundo para decir «¡¡¡Seguidme!!!» y vuelve a iniciar el paso.

Se introduce dentro del Castillo con vosotros detrás, mientras pasaís y pasaís estancias en las que la gente se afana por restaurarlas intentando minimizar los daños causados por el agua y la humedad que se filtra, a veces por los tejados, a veces incluso por los muros.

Os conduce hasta la puerta del salón principal del Castillo. Observaís como tiene que hacer algo de fuerza, incluso apoya su hombro para ello, para conseguir abrir de un empujón la puerta hinchada por la lluvia. Alenka entra en la sala y os hace un gesto para que la sigaís....

Cuando Alenka abre la puerta observas como un "soberano de oro" sale rodando de su bolsillo para caer en un charco. Justo antes de que os haga el gesto para que la sigaís....

Cuando Alenka abre la puerta observas como un "soberano de oro" sale rodando de su bolsillo para caer en un charco. Justo antes de que os haga el gesto para que la sigaís....

Cuando Alenka abre la puerta observas como un "soberano de oro" sale rodando de su bolsillo para caer en un charco. Justo antes de que os haga el gesto para que la sigaís....

Cuando Alenka abre la puerta observas como un "soberano de oro" sale rodando de su bolsillo para caer en un charco. Justo antes de que os haga el gesto para que la sigaís....

 Cuando veo caer el soberano de oro, me apresuro a recogerlo, para devolverlo a Alenka, ya que le pertenece...

Los ojos se le abrieron como platos al oír las palabras en su propia lengua. Iba a decir algo cuando Alenka apareció, así que prefirió esperar una mejor oportunidad para hablar con el elfo. El hecho de que hubiera otro más de su propio pueblo en aquel grupo hacía que se sintiera menos sola.

Me agacho con la la excusa de atarme una bota e intento hacerme con la moneda.

Miro el soberano de oro y miro también al resto. Inmediatamente me acerco al charco y cojo el soberano de oro. Lo limpio y me acerco a Alenka para devolvérselo.

—Se le ha caído, señora —le digo

Alenka, con un fuerte empujón consigue abrir la puerta, hinchada por la lluvia. Ante vuestros ojos un objeto brillante se desliza de la ropa de Alenka para caer en un charco formado por la lluvia. ¡¡¡Es un soberano de oro!!!

Los ojos de todos vosotros se fijan en él, un reluciente soberano de oro del que Alenka no se ha percatado que ha perdido. Rápidamente os miraís, dudando unas décimas de segundo sobre qué hacer...

Lindel y Lanalla son los primeros en reaccionar acercándose lentamente al charco, sin embargo el gigante avvarita les desplaza con sus fuertes brazos y Lindel y Lanalla se miran entre sí, sin saber muy bien que hacer.

El avvarita empieza a agacharse para recoger el soberano cuando de repente se queda quieto, a medio camino, petrificado.

La corpulencia del avvarita no permite que Lindel y Lanalla vean con claridad por lo que deciden ponerse a su par y de repente....

Veís a la otra elfa, agachada, fingiendo atarse una de sus botas y recogiendo el soberano de oro del charco. Os mira, os sonríe y se guarda el soberano en su bolsa.

Todos os quedaís atónitos... es más, estaís casi seguros de que estaba rezagada de vosotros cuando el soberano rodó hasta caer en el charco. Se ha tenido que mover a la velocidad del rayo y pasar casi agachada ante vosotros para poder llegar al charco antes que todos vosotros...

Una hábil jugada, sin duda...

¿Qué haceís hay parados como pasmarotes? El Arl de Stenhold no tiene todo el día.

¡¡¡ENTRAD DE UNA VEZ!!!

Mi mirada se endurece y se mantiene fija en la de la elfa.

—Espero que ésta no comparta conmigo la empresa... —pienso mientras le reprocho la acción a la elfa con la mirada.

Las palabras de Alenka me sacan de mi cruce de miradas y reacciono. Sigo a la elfa pero vigilo mis espaldas, no me fio de esa elfa.