Partida Rol por web

El posadero te guía hasta la pauerta de tu habitación, una vez allí te entrega la llave y te sonríe amablemente.

Bueno Señorr Lindel, en un pueblo como este hay de todo, no sé si me entiende, aunque últimamente he de decirle que la gente se preocupa menos por los elfos que por los engendros tenebrosos, que duda cabe.

No obstante creo que si usted es discreto y no se mete en problemas, nadie se los buscará, últimamente están viniendo muchos forasteros de toda clase y condiciones. Parece ser que la gente quiere ganarse el sueldo como soldado o aventurero.

Bueno Señor Lindel, dejaré que descanse. Mañana serviré el desayuno sobre las 9 de la mañana y después tendrá unas horas de asueto antes del mediodía, le recomiendo que visite el mercando, un aventurero que se precie ha de ir siempre bien pertrechado.

¡¡¡Buenas noches!!!

El posadero se aleja y te encuentras en tu habitación, bastante cómoda por lo que parece, hay un pequeño armario una cama, mantas, y la estancia tiene 3 velas que si bien no son la panacéa de la iluminación, al menos te permiten obtener una buena visión y no tropezar con nada.

 Después de agradecer al hombre su amabilidad y desearle una buenas noches, entro en mi cuarto y cierro la puerta con llave, luego busco algo que atrancar la puerta, como una mesilla, ya que, aunque el dueño del establecimiento parecía un buen hombre, no sería la primera vez que las apariencias engañaban...

 Luego, después de colgar mi ropa en el armario, y dejar mis armas colgadas en el cabezal de mi cama, para tenerlas a mano, me meto en la cama, después de poner las mantas, y me dispongo a dormir placidamente, mientras escucho el relajante ruido de la lluvia que viene de fuera, de la calle...

La leve luz del sol se filtra por la ventana haciendo que abras los ojos, tu fino oído escucha el golpear de las gotas de agua sobre el cristal. Continúa lloviendo y por lo que se ve con idéntica virulencia que la noche anterior. Sin embargo las mantas te han proporcionado un extraordinario calor y con siceridad, ahora entiendes porque la gente agradece tanto dormir en una cama.

Toda tu musculatura está tremendamente relajada y tu cabeza reposa suavemente  sobre una almuada mil veces más cómoda que la mochila que tu sueles usar. No hay humedad en la habitación y puede garantizar, con total seguridad, que es la mejor noche que has pasado en años.

 Con un suspiro de satisfacción, me visto y recojo mis cosas, para luego poner la mesilla en su sitio y bajar a desayunar, esperando que el tabernero tenga razón y no tenga problemas. De todas manera pienso andarme con mucho tiento...

 Una vez que termine el desayuno, si no hay novedades, pienso seguir el consejo del humano y pasarme por el mercado, a la espera de encontrar algo que me pudiera interesar...

Bajas las escaleras de la posada y mientras lo haces el olor del desayuno inunda tus fosas nasales, para cuando llegas abajo, el posadero ya te ha puesto el desayuno, justamente en la misma mesa en la que cenaste la noche anterior.

Y tiene una pinta realmente apetitosa unas tortitas con mermelada, salchichas y unos huevos revueltos cubren un gran plato de madera. A su lado ves un vaso de leche caliente.

Antes de que dispusieses a hincarle el diente al plato, el posadero te saluda desde la barra.

Buenos días Señor Lindel, espero que anoche descansase usted bien. He notado que se despertaba, por el ruido en su habitación y me he tomado la molestia de servirle el desayuno para que estuviese preparado en cuanto usted bajase. Mi mujer saldrá dentro de un momento y espero que al mediodía le traiga buenas noticias. ¡¡¡Que aproveche!!!

 - Gracias, buenos días... - Respondí con una sonrisa antes de fijar mi atención en el desayuno y empezar a devorarlo con avidez. Desde luego, si decido quedarme en este pueblo y me dan trabajo, sin duda me quedaré a vivir por aquí...

Terminas tu desayuno y el posadero te saluda con la mano alegremente. Aún es temprano y su taberna está vacía, aunque cuando sales por la puerta ves que la gente ya se apresura a entrar en ella. De hecho dos jóvenes entran como el relámpago y sólo te da tiempo a aparte mientras oyes como saludan al posadero y piden un vaso de leche y el desayuno.

Ajusta tu capucha y sales a la calle, el día sigue estando lluvieso, aunque parece que lo peor de la tormenta ya ha pasado.

No tardas en localizar el mercado.

A pesar de ser temprano, sus comerciantes ya se encuentran apostados en él. Fruta y verdura fresca, carne y pescado salado, con un olor a especias que inunda tu nariz, es lo que puedes ver. También un panadero que está empezando a sacar sus productos y, a lo lejos divisas un puesto que nada tiene que ver con la comida. O lo que será un puesto ya que su comerciante está empezando a prepararlo. Entre uno de los sacos que tiene a su lado crees adivinar unos virotes de ballesta, lo que te hace suponer que quizá puedas encontrar algo interesante.

 Me acerco al misterioso puesto, intuyendo que podría ser uno de armas, la verdad es que puede ser útil ver si tiene algunas armas interesantes, aunque seguramente, por desgracia, no creo que cuente con espadas o arcos dhalisanos...

 - Saludos, buen hombre, ¿que mercancía ofrece?. - Le pregunté con amabilidad.

Una breve mirada a sus ojos te aporta los pocos datos que necesitas saber. Si bien el hombre no parece demasiado alterado al tener a un elfo en su puesto, si que te da la sensación de que piensa que eres más un mirón que un cliente de verdad. Desgraciadamente para tí, tu raza no suele ser bienvenida a los asentamientos humanos, si bien muchas veces se les permite quedarse para animar festivales con su música y sus acrobacias. Eso no quita para que la mayoría de los comerciantes, como poco, sean recelosos de tu raza.

Ummm, bueno, tengo mercancía diversa... Aunque no sé que puede interesarle a un elfo como tú...

El hombre te mira detenidamente y ves como sus ojos buscan tu bolsa de dinero. Sin embargo, en décimas de segundo vuelve a mirarte, bastante poco satisfecho con su primera escrutación.

Tengo algunas "baratijas" en las que podrías estar interesado, elfo... Quizá, no se, unas velas, o pedernal y acero, también tengo algún instrumento musical, pero no creo que estés interesado en pagar el precio...

 Miré perspicaz al comerciante, mientras le respondía:

 - Bueno, supongo que puedo gastar mi dinero en otro lugar donde sea mejor recibido, sin importar que mis orejas sean picudas, muchas gracias...

 Sacudí mi bolsa, de manera que se oyesen las monedas, para luego girarme, como si fuera a irme. Si mis cálculos son correctos, el humano debería de reconsiderar su aptitud en 3... 2... 1...

¡¡¡Querido amigo!!! No es cuestión de tu raza, es cuestión de saber cuanto dinero estás dispuesta a gastar y en qué. Tu bolsa suena bien y sinceramente, quizá encuentres otro sitio en el que gastar tu dinero. No obstante no encontrarás en otro lugar productos como los míos, inténtalo si quieres.

Ahora bien... si me dices con exactitud qué necesitas, quizá podamos llegar a un acuerdo.

 Le miré con una sonrisa lobuna, que no dejaba transmitir lo que realmente pensaba:

 - Bueno, eso depende, ¿que es lo mejor que puedes ofrecer?. No soy un dhalisano que se conforme con equipo de inferior calidad. ¿Puedo ver tus mejores mercancías?.

Ummm, querido amigo, mis mejores mercancías, estoy bien seguro de que no puedes comprarlas. Aunque seas el mejor dalishano del mundo no creo que cuentes con un soberano en tu bolsa....

No obstante y dado que te veo hábil con el Arco, quizá te interese comprar una Ballesta de calidad por 30 monedas de Oro...

El comerciante coge una de las lonas que tiene el en suelo, la coloca sobre la mesa improvisada y la despliega, de forma que puedas ver el arma que te ofrece.

El arma a simple vista parece bien conservada y en buen estado. Y el comerciante te hace gestos con la mano para que puedas sopesarla.

 Examino el arma con interés, tratando de evaluar su calidad...

El arma es de buena factura, bien equilibrada y con detalles metálicos. Generalmente el precio de una ballesta oscilaría entre las 15 y las 20 monedas de plata. Sin embargo esta valdría quizá un poco más debido a su buen equilibrio y a la decoración, tanto metálica como de grabado en la propia madera del arma. Piensas que su valor tiene que rondar las 25 monedas de plata aproximadamente.

¿Y bien amigo? ¿Te parece de suficiente calidad o quizá no dispones de tanto dinero en tu bolsa? Te noto reticente a su compra...

 Le dediqué una mirada sobria:

 - Solo veo como difiere el cambio de moneda entre razas, para mi esta ballesta no debe de valer más de 25 monedas de plata aproximadamente, mientras que para ti su valor son 30 monedas de Oro... Curioso.

 Le devuelvo el arma y miro al resto de sus mercancías antes de decir, con tono frío como el hielo, en voz alta, de manera que fuera posible que me oyesen y él se viera en la necesidad de tratar de compensarme:

 - Me marcho, si quisiera que me estafaran, buscaría a un elfo, al menos él no me trataría como a un imbécil paleto...

¡¡¡Pero que oyen mis oídos!!! Joven elfo, dudo mucho que tengas siquiera 25 monedas de plata en tu bolsa. Te he mostrado un arma de calidad y creeme, con los tiempos que corren la demanda de armas es enorme.

Y gritando.... sólo un elfo haría semenjante desfachatez, con razón no os quieren en otras ciudades.

Ves al comerciante realmente furioso. La poca gente que hay en el mercado, más el resto de tenderos te miran con ojos furiosos, más que furiosos, enfadados...

¡¡¡Marcha de aquí elfo, busca alguno de tu raza que te venda mejores mercancías que yo!!!

 - Vale... - Dije con fría tranquilidad, mientras me daba media vuelta y me perdía entre el gentío. La verdad es que un buen arco dhalisano daba cien vueltas a ese arma, demasiada lenta a la hora de cargar y ese defecto podría causar la muerte de quien la usara. Prefería con creces mi arco corto.

 Seguí mirando a mi alrededor, buscando algún puesto regentado por algún elfo, o en su defecto un enano. La amabilidad del tabernero me había hecho bajar la guardia, pero este incidente había servido para recordarme lo intolerante que eran algunos humanos. La única causa por la que no me iba era la razón por la que venir aquí en primer lugar...

Paseas por el mercado sintiendo como las miradas se encuentran posada en tí. Por mucho que miras lo único que puedes ver son puestos regentados por humanos.

Sin embargo, si que puedes distinguir a un elfo en un puesto de verduras, realizando la compra.

 Me acerco a él y le hablo con amabilidad:

 - Saludos, hermano, soy Lindel Winbow. Estoy buscando un establecimiento, donde pueda conseguir equipo para aventureros, regentado por uno de los nuestros o al menos por un humano que no intente engañarme. ¿Podías ayudarme, por favor?.